Capítulo 20: Aquellos que pelean contra monstruos
Ninguno de ellos sabía por cuánto tiempo habían estado volando. Tras la llegada de sus invitados inesperados, Ange y los demás fueron reunidos y llevados a la fuerza al frente del hotel. Tras una breve espera siendo apuntados por las pistolas de las dos mujeres, un segundo Bergantín llegó con lo que parecía un contenedor de carga de acero colgando de su cuello. En cuanto el primer Bergantín cogió a Villkiss y el Glaive de Hilda, sus captores los empujaron a todos dentro del contenedor, antes de cerrar la puerta, y sintieron cómo era levantado del suelo, mientras el DRAGON que lo cargaba se los llevaba hacia el cielo.
Ahora, los cinco estaban empacados dentro de esa pequeña caja de acero, siendo llevados a quién sabría dónde. Y en medio de su vuelo, una ráfaga repentina de turbulencia sacudió la caja, y con ella a los pasajeros adentro.
– ¡¿Quieren tener más cuidado?! – gritó Tusk. – ¡Tenemos chicas y a un herido aquí dentro!
– Me pregunto a dónde nos están llevando. – dijo Hilda.
– Probablemente quieren ejecutarnos. – señaló Ange. Descubrir que este mundo estaba habitado fue bastante shock por sí solo, pero nadie se esperaba que fuese el hogar de los DRAGONS. Atrás de Ange, cuya masa ocupaba la mayor parte del interior, Vivian gimoteaba con decepción.
– No lo creo. – replicó Rio desde abajo del sombrero que Hilda le dio. – Si quisieran matarnos, lo habrían hecho ya.
– Tal vez quieran torturarnos. – sugirió Hilda.
– Es posible, pero si fuera así, nos habrían llevado como estábamos. – señaló Tusk. – En vez de eso, nos permitieron cambiarnos y ponernos nuestra ropa.
– Estoy de acuerdo. – añadió Rio. – Mi teoría es que quieren algo de nosotros. Lo mejor que podemos hacer es tratar de seguirles el juego y no soltar nada que sea demasiado valioso. Mientras podamos convencerlos de que valemos más estando vivos que muertos, podemos reunir información y con algo de suerte escapar.
Moviéndose hacia Ange, Tusk se arrodilló y agarró los hombros de la rubia.
– Ange, escúchame. – le dijo. – Pase lo que pase, te prometo que te mantendré a salvo.
Arriba de ellos, Vivian se sonrojó y ocultó su rostro entre sus garras, mientras que, de su lado de la caja, Ange vio a Rio echar su mano libre hacia el hombro de Hilda.
– Sí, lo sé. – dijo ella. – Ahora, concentrémonos en lo que haremos cuando aterricemos. Sin importar nada, no podemos dejar que nos separen.
– ¿Huh? – preguntó Tusk. – Oh, sí, buena idea.
– ¿Qué diablos te pasa? – preguntó Hilda.
– No me digas que todavía estás caliente y con deseos. – preguntó Ange. – ¿En serio? ¿No entiendes que este no es el momento ni lugar?
– No, te lo juro. – prometió Tusk. – No se trata de eso.
– Me suena a que ustedes dos se estaban divirtiendo mucho. – Rio soltó una risita. – Comprendo tu dolor. Nuestros amigos eligieron el peor momento para aparecerse.
– ¡Ugh, hombres! – gruñó Hilda. – Todos ustedes sólo piensan en eso.
Vivian chirrió y asintió estando de acuerdo, cuando de repente la caja empezó a inclinarse, indicando que el Bergantín que los llegaba estaba descendiendo.
– ¡Hey, cuidado con las manos! – gritó Ange.
– ¡Lo siento! – dijo Tusk. – ¡Te juro que fue un accidente!
– ¡Sí, apuesto a que lo fue!
– ¡¿Quieren callarse los dos?! – gritó Hilda tratando de mantener a Rio fuera de su camino para que su brazo no fuera a empeorar. Finalmente, el contenedor fue dejado en el suelo con un golpe seco. La puerta se abrió, y el resplandor de la luz matutina los cegó mientras intentaban desenredarse de la pila que habían formado.
– Ya pueden salir. – dijo una voz familiar.
Afuera de la caja, las pilotos de los dos Para-mails de los DRAGONS estaban de pie con sus armas en mano, sólo que ahora tenían compañía. Tras ellas había un grupo de mujeres con túnicas blancas cortas y taparrabos rosas de diferentes longitudes. También llevaban unas calcetas a la altura de los muslos, aunque la piloto de la unidad verde llevaba las suyas hasta las rodillas, junto con una falda plisada corta, mientras que la piloto de la unidad azul llevaba calcetas negras largas, sujetas con un cinturón de encajes arriba de sus caderas. En cuanto salieron a campo abierto, ahora que sus captoras estaban a plena vista, se dieron cuenta que tanto ellas como las mujeres que las acompañaban tenían un par de alas saliendo de sus espaldas, y unas colas bifurcadas. Pero lo más sorprendente ahora era dónde estaban. En el tiempo que pasaron volando, los habían bajado desde las montañas hacia las tierras bajas que eran mucho más calientes. Un bosque vibrante rodeado por un cañón masivo grabado en la tierra, sobre el cual se había construido una pequeña ciudad. En la base del cañón, una serie de pilares como mesetas sobresalían del barranco inundado. Arriba de la aguja central, la misma donde ahora estaban parados, había una estructura que se parecía a una especie de templo. Y arriba del templo, una escalera llevaba a una enorme piedra negra, sujeta a la parte superior de un risco delineado por una cascada que sobresalía por encima de todo.
– Vamos. – dijo la mujer de cabello negro. – La Suma Sacerdotisa los verá ahora.
Antes que ninguno pudiera protestar, un chirrido de Vivian captó su atención, y se giraron justo a tiempo para verla encogida, con una aguja de dardo sobresaliéndole del cuello.
– ¡Vivian! ¡¿Qué diablos le hicieron?! – gritó Ange. En respuesta, las dos pilotos DRAGON les apuntaron con sus armas.
– La hija de los Sylphis ya no les concierne. – dijo la de verde. – Nos ocuparemos de cuidarla ahora.
Ange apretó los dientes, pero Rio la agarró del brazo y la contuvo.
– No hagas una estupidez. – le advirtió. – En este momento ellos tienen la ventaja.
– Vamos a ver a esta tal Suma Sacerdotisa. – sugirió Tusk. – Tal vez así podamos averiguar qué hacer después. No creo que quieran hacerle daño a Vivian. Parece que saben sobre ella, así que dejémosla en sus manos.
A regañadientes, Ange se relajó, y junto con los demás siguieron el camino que les indicaron sus escoltas. Entraron en el templo y luego subieron las escaleras, hacia el santuario. Una vez allí, las antorchas iluminaron su camino por los corredores, mientras eran guiados hacia más adentro.
– Hey. – susurró Hilda. – ¿No han notado que algo parece faltar aquí? ¿O más bien, gente que falta?
Ahora que Ange se ponía a pensar en ello, Hilda tenía razón. En todo el tiempo que llevaban aquí, habían pasado frente a muchas mujeres, todas las cuales les dieron Tusk y Rio miradas curiosas, pero no se veían hombres. Finalmente, se encontraron frente a un enorme par de puertas rojas, flanqueadas por dos mujeres guardias con lanzas.
– Naga, Kaname. – dijo una de las guardias. A Juzgar por como dicha guardia miró a sus escoltas, Naga tenía que ser la de azul, y Kaname la de verde. – La Suma Sacerdotisa las ha estado esperando. ¿Son estos los falsos humanos?
– Lo son. – dijo Naga.
«¿Falsos humanos?» se preguntó Ange. «Así fue como me llamó la piloto de la unidad roja.»
Sujetando los aros en los pomos, las guardias tiraron de las puertas para abrirlas, y se encontraron frente a lo que parecía ser el vestíbulo principal. Pilares rojos y antorchas encendidas en braseros trípodes delineaban las paredes, mientras que al final, un santuario de cinco niveles se alzaba ante ellos. En cada nivel, había una figura sentada en ambos extremos, detrás de una cortina de seda que colgaba del techo. Y en la cima de todo, una pequeña figura estaba sentada tras una pantalla de bambú.
«¿Esa es la Suma Sacerdotisa?» se preguntó Ange mientras se aproximaban al altar. «No parece que tenga ni la edad para ser una niña de las flores.»
– Déjame manejar esto. – le susurró Rio. – Este tipo de situaciones requieren habilidades diplomáticas.
– ¿Discúlpame? Para tu información, solía interactuar con jefes de estado. Puedo ser muy diplomática.
– Sí, pero esa mirada que le diste a la Suma Sacerdotisa me dice lo contrario. Sólo déjame hablar a mí, ¿de acuerdo?
– Suma Sacerdotisa, aquí estamos. – dijo Kaname. Tras las pantallas, varias figuras comenzaron a susurrar entre sí.
– Dos mujeres de otro mundo. – dijo la Suma Sacerdotisa. – Y dos hombres también. Díganme... ¿cuáles son sus nombres?
Sacándose su sombrero, Rio dio unos pasos al frente y sus escoltas prepararon sus armas en caso de que intentase algo.
– Mi nombre es Rio. – le dijo. – Ella es Hilda. Y ellos son Ange y Tusk. ¿A quién tengo el honor de dirigirme?
– Soy Aura Midgardia. Descendiente de la Gran Madre y guía de los Hijos de Aura en su lugar.
– Entonces, ¿es así como se hacen llamar? – preguntó Rio. – ¿Los "Hijos de Aura"?
Ange sentía que su paciencia rápidamente empezaba a desaparecer. Si la idea de Rio sobre diplomacia era simplemente andar en círculos con esta gente, no se quedaría callada por mucho tiempo.
– Así es. Ahora ustedes responderán a mis preguntas. ¿Cómo lograron llegar aquí? Ninguna singularidad se ha abierto recientemente.
Rio miró de reojo alrededor del santuario, al parecer buscando posibles rutas de escape.
– No puedo decir con certeza cómo llegamos aquí. – dijo finalmente. – Lo único que puedo decir con honestidad es que algo nos transportó a este lugar sin que fuera nuestra intención.
– ¡Mentiroso! ¡Volaron aquí en esa maldita máquina! – gritó una de las figuras en el tercer nivel del altar. ¿Así que sabían sobre Villkiss y lo que podía hacer?
– ¡Responde a las preguntas de la Suma Sacerdotisa! – ordenó otra.
– ¿Esos de verdad son hombres? – preguntó una.
– ¿Cómo es que conocen a la niña Sylphis?
– ¿Cuál es su verdadero objetivo?
– ¿Cuál es su conexión con ese hombre?
Al ser asaltados con una pregunta tras otra, Ange sintió que su furia se incrementaba, hasta que finalmente no la pudo contener más.
– ¡Sólo cállense! – les gritó. Hubo un jadeo colectivo de parte de todas las figuras en el altar. – En caso de que no se hayan dado cuenta, nosotros estamos tan confusos como ustedes. ¿Qué es este lugar? ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué siguen atacándonos? Si quieren respuestas más les vale que primero nos den...
Antes que pudiera terminar, Tusk y Hilda la agarraron y juntos le cubrieron la boca con sus manos.
– ¿Qué diablos te pasa? – gruñó Hilda, justo cuando alguien empezaba a reírse.
– Ciertamente tienes un espíritu muy atrevido.
Desde el nivel debajo de la Suma Sacerdotisa, una de las figuras se puso de pie y se movió desde atrás para hacerse visible. Cuando lo hizo, Ange sintió que todo el cuerpo se le entumía del shock. Aparte de la túnica rosa que llevaba la última vez, la figura frente a ella ahora llevaba una falda roja hasta los tobillos y una corona dorada que se parecía a un par de alas de DRAGON.
– ¡Tú de nuevo! – jadeó.
– Espera, ¿de nuevo? – repitió Rio.
– ¡Ella era la piloto de la unidad roja! ¡La que casi destruyó todo Arzenal!
– Capitana de la Guardia, y Princesa de los Freyja, Salamandinay. – se presentó la chica. – Me complace darles la bienvenida, habitantes de la Falsa Tierra.
Si no fuese suficientemente malo estar cara a cara con los que casi mataron a todo mundo en Arzenal, el tono condescendiente de esta tal Salamantina sólo alimentó la ira de Ange mucho más.
– ¿Los conoces? – preguntó la Suma Sacerdotisa.
– En efecto. Ella es la piloto de Villkiss que fue capaz de igualar a mi Enryugo en batalla. Y el hombre de cabello dorado fue el que peleó contra el Hekiryugo de Kaname. Aparentemente, es uno de los habitantes renegados de su mundo.
Una vez más, las figuras sentadas en el altar jadearon y empezaron a murmurar entre ellas.
– ¡La piloto de Villkiss!
– ¡En serio peleó contra un Ryuu-shin-ki con su poder robado!
– ¡Son peligrosos!
– ¡No podemos dejarlos que se vayan!
– ¡Hay que deshacernos de ellos ahora!
Ange sonrió y se encogió de hombros.
– Adelante. – los retó. – No sería la primera vez que alguien intenta ejecutarme. Pero no creo que ustedes tengan más suerte que ellos.
– Sí recuerdas que no escapaste por tu cuenta, ¿verdad? – le recordó Hilda.
– ¿Te atreves a amenazar a la Suma Sacerdotisa? – gruñó Naga sacando sus espadas.
– ¡Doncellas del templo, miembros del consejo, por favor deténganse! – intervino Salamandino. Descendiendo por las escaleras, les indicó a Naga y Kaname que bajaran sus armas, antes de girarse para dirigirse a los otros. – Esta chica es capaz de pilotear un Ragna-mail. Eso por sí solo lleva un gran peso. Hasta que sepamos todo lo que podamos, siento que sería mucho más sensato mantenerlos con vida. Si les place, permítanme asumir la responsabilidad por ellos.
Tras otra ronda de murmullos, la Suma Sacerdotisa volvió a pedir silencio.
– Muy bien entonces. Salamandinay, dejaré este asunto en tus manos.
– Gracias, Su Santidad. – dijo Salamana haciendo una reverencia antes de volverse hacia ellos. – Por favor, síganme.
– Grandioso. – Ange oyó gruñir a Hilda. – Otro calabozo.
...
Igual que Hilda, Rio medio se esperaba que los separaran y los pusieran bajo llave y cerradura. Para su sorpresa, Salamandinay hizo que prepararan habitaciones privadas para ellos. Igual que el resto del santuario, el cuarto donde se encontraban estaba decorado de manera modesta, dando una sensación de lugar abierto aunque no exactamente desierto. El principal mueble era un futón colocado sobre el piso de madera, y la iluminación era proveída por una serie de linternas de papel de pie.
– Ange y Tusk, ¿correcto? – les preguntó. – Esta será su habitación. Rio y Hilda, la suya está atravesando esa puerta de allí. Naga, Kaname, pueden retirarse.
– ¿Qué? Pero, milady... – dijo Naga, pero una simple mirada de Salamandinay fue suficiente para silenciarla, y ambas se marcharon atravesando la puerta corrediza principal.
– Este lugar se ve bastante cómodo, para ser una celda de prisión. – señaló Ange. Rio tuvo que admitir que tenía razón. Aparte de ese paseo encerrado, esta no era la forma que uno esperaría ser tratado por un enemigo en tiempos de guerra, lo cual en ese momento los DRAGONS seguían siendo para ellos.
– Puede que lo encuentren extraño. – dijo Salamandinay. – Pero no tengo intención alguna de tratarlos a ustedes como prisioneros.
– ¿Y qué hay de Vivian? – preguntó Hilda.
– ¿Es así como llaman a la niña de los Sylphis? En este momento está recibiendo tratamiento, podrán visitarla cuando hayan terminado. – Acercándose hacia Rio, Salamandinay levantó el lado derecho de su chaqueta para exponer su brazo en cabestrillo. – Puedo ver que estás herido. Le pediré a la Dra. Gecko que vea tu brazo una vez que haya terminado con su amiga. Mientras tanto, les he ordenado a nuestros técnicos que comiencen las reparaciones de sus máquinas.
– Vaya, eso suena muy generoso. – dijo Ange. – ¿Y qué es lo que esperas a cambio?
Salamandinay señaló hacia una esquina de la habitación separada por una pantalla. – Simplemente deseo hablar. Por favor, acompáñenme.
El grupo intercambió miradas de desconcierto, pero en última instancia hicieron lo que les pidió. Tras la pantalla, el piso estaba cubierto de esteras de paja, y en el centro había una olla de barro encima de un pequeño brasero, y una bandeja barnizada que cargaba tazones, una jarra, y varios utensilios de bambú. Tras tomar sus asientos, Salamandinay dejó su espada a un lado, y preparó lo que parecían refrigerios. Vertió desde la jarra varias cucharadas de polvo verde en cinco tazones, a los que les añadió agua caliente de la olla, antes de revolver la mezcla con un batidor manual.
– Discúlpame, pero ¿esto es una ceremonia del té? – preguntó Rio. Salamandinay lo miró con una sonrisa impresionada, antes de comenzar a añadir más agua.
– En efecto lo es. ¿También eres un practicante, Sir Rio?
– No exactamente, pero a mi amigo Kamaitachi le encantan las tradiciones antiguas, y a veces nos invita a mí y a otros a participar.
– Ya veo. Espero que puedan perdonarme por saltarme algunos pasos.
– En absoluto. Entiendo que nuestra presencia aquí debió ser inesperada.
– Inesperada, pero no desagradable. – les dijo ella antes de entregarle una taza. Luego comenzó a pasarle una a cada uno de los demás, aunque no se le escapó que Hilda aceptó la suya lanzándole una mirada fría a su anfitriona. – Por favor, bébanlo. Estoy segura de que todos deben estar muy cansados.
Rio tomó un sorbo y saboreó el amargo brebaje mientras bajaba por su garganta. – Hmm, una buena mezcla.
Hilda sin embargo cometió el error de levantar toda la taza, y el shock del sabor casi la hizo ahogarse.
– ¿No fue de tu agrado? – preguntó Salamandinay.
– ¿Tú que crees? – dijo tosiendo. – ¿Cómo puede alguien beber algo así?
– No es para bajárselo de una sola vez. – le dijo ella. – Tómalo en sorbos pequeños y no lo apresures.
– Disculpa. – dijo Tusk de repente. – Pero tenemos muchas preguntas que hacer.
– Por supuesto, Sir Tusk.
– Tú y las otras se refieren a este lugar como la "Verdadera Tierra". ¿Qué quieres decir con eso?
– ¿Y qué son exactamente ustedes? – añadió Ange. – ¿Gente o DRAGONS?
– Somos humanos, por supuesto. – explicó Salamandinay. – En cuanto a tu pregunta, Sir Tusk, llamamos a nuestro mundo la Verdadera Tierra, porque es el origen de toda la humanidad.
– Eso no tiene sentido. – argumentó Hilda. – NOSOTROS somos humanos, y definitivamente no venimos de aquí.
Salamandinay tarareó antes de tomar un sorbo de su taza.
– ¿Y si les dijera que hay más de una Tierra? ¿Y que su Tierra y la nuestra existen lado a lado en diferentes universos?
– Entonces, esta sí es la Tierra. – dijo Rio. – Sólo que con una historia diferente a la nuestra.
– Exactamente. Asumo que pudieron verlo por ustedes mismos mientras exploraban las ruinas. Toda una civilización que se destruyó a sí misma por la codicia y la guerra. Cuando esto sucedió, un grupo de humanos de nuestro mundo migró hacia el suyo, y se apropiaron de él.
– ¿Quieres decir que simplemente dejaron de lado su propio mundo? – preguntó Tusk.
– La historia completa es un poco más complicada que eso, pero en esencia, eso fue lo que sucedió. – explicó Salamandinay.
– Creo que entiendo. – dijo Ange. Luego de tomar un trago de su taza, Rio notó que los ojos de Ange se quedaban fijos en Salamandinay. Y la forma en que estaba mirándola le activó las alarmas. Le dio discretamente un codazo a Hilda en el costado, para llamar su atención y señalar a Ange. – Y considerando cómo ustedes siguen atacando nuestro mundo, ¡seguro que tienen una forma de llevarnos de vuelta!
Con un movimiento brusco, Ange golpeó su taza contra la pared.
– ¡Ange, espera! – gritó Tusk. Agarrando el trozo más grande, Ange se lanzó hacia Salamandinay, pero Rio le metió la pierna para hacerla tropezar y que cayera al suelo. Antes de que pudiera recuperarse, Hilda se le había echado encima, agarrándola por el hombro con una mano y por la muñeca en el otro para mantenerla en una llave de sumisión. – ¡Hilda, qué diablos!
– ¿Qué parte de "no cometas una estupidez" no te quedó clara? – le preguntó Rio.
– ¡Tusk, haz algo! – gritó Ange. – ¡Se supone que eres mi caballero, ayúdame!
Desde atrás de la pantalla, la puerta se deslizó, y Naga y Kaname corrieron dentro de la habitación.
– ¡Lady Salamandinay! – gritó Kaname.
– ¡Bárbaros! – gruñó Naga. – ¡Sabía que no podíamos fiarnos de ustedes!
– Está bien. – les aseguró Salamandinay, antes de recoger el fragmento que Ange había soltado. – Simplemente estábamos teniendo un desacuerdo diplomático.
Una vez que Ange quedó desarmada, Hilda la soltó, y volvió a sentarse antes de mirar con enojo a Tusk.
– Qué gran ayuda eres. – gruñó antes de frotarse la muñeca.
– Es cierto. – admitió Salamandinay. – Tenemos una forma de ayudarles a volver. ¿Pero qué harán entonces? – Los ojos de todos se fijaron de nuevo en la anfitriona mientras terminaba su té. – ¿Qué les aguarda? ¿Una vida de servidumbre matando a mis congéneres con sus máquinas? ¿Realmente extrañan eso tanto?
– ¡Cállate! – gruñó Ange. – ¡Después de todo lo que has hecho no tienes derecho de actuar como si tuvieras la superioridad moral!
Salamandinay suspiró, y dejó su taza en la mesa.
– Humanos falsos de una Tierra falsa, luchando una guerra falsa. Hay tantas cosas que no saben. – Tomando el fragmento con el que Ange casi la atacó, Salamandinay se lo volvió a entregar, para su sorpresa. – Ven conmigo y te lo explicaré mejor. Si lo deseas, puedes tomarme como rehén mientras lo hacemos. Naga, Kaname, atiendan a los otros mientras me voy.
Recogiendo su espada, Salamandinay salió de la habitación por la puerta, llevándose a Ange consigo.
– Hey, espera un minuto. – la oyeron protestar. – ¿Cómo se supone que te tome de rehén si me dejas atrás?
...
Una vez que se consiguieron un transporte, Salamandinay guio a la piloto de Villkiss fuera del templo hacia donde uno de los del pueblo de Vivel las estaba esperando.
– Ven. – dijo mientras hacía un gesto para que bajara su cuello. – Él nos llevará a donde necesitamos ir.
Ange miró incrédula, a lo cual Salamandinay no pudo evitar reírse.
– Si tienes miedo, podemos caminar. – le dijo. La chica frunció el ceño y se subió detrás de ella.
– Sólo vamos de una vez. – le dijo, mientras la amenazaba con el fragmento de su mano. Una vez que ambas se sujetaron entre sus cuernos, el hijo de Vivel abrió sus alas y despegó hacia el cielo. Volaron sobre la ciudad hacia el extremo más lejano del barranco donde una enorme y solitaria estructura se alzaba en el centro de un claro.
– ¿Puedes verlo? – le preguntó. – Allá está nuestro destino.
Detrás de ella, Ange miró sobre el hombro y sus ojos se ensancharon de sorpresa.
– Es el Pilar del Amanecer. – dijo. – Así que también existe en este mundo.
– En efecto. Nosotros sin embargo lo llamamos la Torre de Aura. Hace mucho tiempo, era uno de varios reactores de Dracunium esparcidos por todo el globo.
– Escuché sobre eso en las ruinas. – recordó Ange. – ¿Qué es exactamente el Dracunium?
– Según los textos antiguos, el Dracunium era una partícula súper simétrica que fue descubierta a finales del siglo XXII, la cual contenía una gran cantidad de energía. Se esperaba que el Dracunium trajera paz y abundancia al mundo, pero en lugar de eso se convirtió en la causa de una guerra entre aquellos que buscaban usar su poder para dominar a los demás. Asumo que habrás visto los efectos posteriores.
– Sí. – asintió Ange, con un gesto fruncido en el rostro, como si recordase algo terrible. Finalmente, su montura aterrizó encima de la cima agrietada de la torre, y bajó la cabeza para que ambas pudieran bajarse.
– Por aquí. – indicó Salamandinay. – Ahora debemos proceder hacia el corazón de la torre.
...
Luego de que su líder se marchó con Ange, Naga y Kaname accedieron a llevarlos a ver a Vivian. A medida que se abrían paso por el complejo del templo, Tusk no pudo evitar notar la atención que estaban atrayendo él y Rio de las mujeres que los veían pasar. Hilda también lo notó, y se aseguró de mantener su brazo bien sujeto con el de Rio, lo que hizo que Tusk se alegrara de ver que, lo que fuera que había pasado entre ellos, ya se había arreglado, aunque también le hacía sentirse como mala tercia. Sólo esperaba que dondequiera que Ange hubiese ido con Salamandinay no estuviera buscando una pelea.
Bajaron por la escalera principal y atravesaron hacia el interior de la meseta al oeste, donde finalmente sus dos escoltas se detuvieron frente a una puerta antes de tocar.
– Dra. Gecko. – llamó Naga. – ¿Podemos pasar?
– Con toda confianza. – respondió una voz de mujer.
La puerta se abrió, y al mirar dentro había una especie de sala de examinación. En un escritorio contra una pared, una mujer con cabello hasta la barbilla de color naranja, y vestida con lo que parecía un uniforme de científica con calcetas de rayas verdes observaba un archivo médico. En la cama al otro lado, una figura familiar dio un salto al ver quién había venido a visitarla.
– ¡Hey chicos! – exclamó Vivian sonriendo. – ¡Qué bueno verlos!
Igual que las demás DRAGONS, Vivian había sido vestida en su estilo, con una túnica corta amarilla y un taparrabos.
–- ¡Vivian! – exclamó Rio. – Nos alegra que estés bien.
– ¿Cómo volviste a la normalidad? – preguntó Hilda.
– Aquí una pregunta. – canturreó Vivian. – ¿Cómo fue que Vivian volvió a ser la adorable de siempre? ¡Se acabó el tiempo! La respuesta es... um... se me olvidó.
Con una risita, la doctora en el escritorio dejó de lado su archivo y vino hacia ellos.
– Hice algunos ajustes al factor de control D de tu genotipo. – le explicó. – Ahora podrás mantener tu forma humana de manera indefinida.
– Oh sí, eso. – dijo Vivian. A su vez, la doctora volteó su atención hacia Tusk y Rio.
– Así que ¿estos son los dos hombres que encontraron? – Acercándose, les agarró el mentón a ambos con cada mano, y sus ojos turquesas echaron estrellitas de entusiasmo. – Son aún mejores de lo que esperaba. Ciertamente puedo utilizarlos.
– ¿Utilizarnos? – preguntó Tusk. – ¿A qué se refiere con eso?
– Exactamente lo que me gustaría saber. – demandó Hilda, colocándose entre Rio y la doctora.
– Disculpe, Dra. Gecko. – interrumpió Naga. – Pero antes que se deje llevar, este de aquí tiene un brazo roto. Lady Salamandinay ha solicitado que primero le ayude con eso.
Mirando hacia abajo, la Dra. Gecko frunció los labios mientras evaluaba el daño.
– Bueno, supongo que no puedes hacer mucho con una extremidad incapacitada. Haremos algunas pruebas, y veremos qué podemos hacer.
Durante la siguiente media hora, la doctora le hizo un examen completo a Rio, incluyendo tomarle muestras de sangre, revisarle su corazón y pulmones, y obligándolo a quitarse la ropa antes de acostarse en un escáner médico.
– ¿Todo esto de verdad es necesario? – preguntó Hilda.
Tusk podía entender su frustración. Pese a su antagonismo inicial, tanto Naga como Kaname parecían estar algo distraídas por ver a Rio sin ropa.
– La fisiología de su gente es significativamente diferente de la nuestra. – explicó la Dra. Gecko. – Tengo que asegurarme que cualquier tratamiento potencial que le aplique no tenga efectos secundarios inesperados. Y aquí estamos. Denme un momento para revisar los datos. Parece que la fractura es muy simple, por lo que tenemos esperanzas.
Una vez que la doctora se fue, Kaname y Naga intercambiaron miradas, antes de aproximarse a Rio mientras se levantaba de la camilla del escáner.
– ¿Por qué no le toman una foto? – dijo Hilda sarcásticamente. – Se los juro, pareciera que ustedes nunca han visto un hombre en su vida.
– Es porque no lo hemos hecho. – replicó Naga.
– Me he dado cuenta de eso. – dijo Rio. – ¿Por qué no hay hombres en este lugar?
– Eso y muchas otras cosas es lo que nos gustaría discutir con ustedes. – dijo Kaname.
...
En el elevador, Ange iba descendiendo junto con Salaman-cualquiera que fuese su nombre. Para su sorpresa, la plataforma parecía funcionar de la misma forma que los elevadores de Mana en su propio mundo, moviéndose a través de manipulación de gravedad, aunque Sala-como se llamase, lo controlaba con una consola en lugar de mentalmente.
«¿Saben qué? La voy a llamar simplemente Sala,» decidió. «Pero ya en serio, ¿hasta dónde baja este pasaje?»
Por su estimación, ya deberían haber llegado al fondo, y ahora estaban bajo tierra. Mientras descendían, Sala continuó con su historia.
– Como te lo dije en el templo, cuando la guerra terminó, algunos de los sobrevivientes partieron hacia tu mundo, y fundaron lo que ustedes conocen como la Era del Mana.
«Oh, grandioso, otra vez la misma historia,» gruñó Ange. «¿Acaso tú y Jill son amigas por correspondencia?»
– Sin embargo, no todos los que se quedaron atrás perecieron en la tierra contaminada en la que se convirtió nuestro mundo. Una porción selecta aprendió a adaptarse alterando sus cuerpos a nivel genético, para sobrevivir a la polución en lugar de perecer.
Finalmente, el pasaje se abrió y se encontraron en una enorme cámara subterránea. Descendiendo al fondo de la caverna esférica, la plataforma aterrizó en una depresión y Sala caminó fuera de ella.
– ¿Qué lugar es este? – se preguntó Ange. En respuesta, Sala tomó su mano, y un destello de energía recorrió todo el brazo de Ange, haciéndola ahogar un grito antes de que todo el mundo se volviera negro.
Y luego, un pequeño destello de luz apareció en el vacío, y comenzó a crecer en tamaño e intensidad hasta niveles casi cegadores. Una vez que sus ojos se ajustaron, Ange miró arriba y se quedó abrumada por el asombro. Frente a ella estaba el DRAGON más grande que jamás hubiera visto, incluso más grande que el de Primer Encuentro que ella y las demás habían enfrentado. Su cuerpo prístino brillaba con una luz dorada y sus alas se expandían a la totalidad de la cámara, y su mandíbula de tres bisagras se abrió para soltar un rugido que perforó a Ange hasta lo más profundo de su ser.
– Hace mucho tiempo, este era el lugar de descanso de Aura, la primera y más grande de nuestros ancestros. Fue ella quien alteró nuestra carne para que pudiéramos sobrevivir en esta Tierra dañada. Para usar tu propia terminología, ella fue la primera de los DRAGONS.
– Cómo... ¿cómo estás haciendo esto? – preguntó Ange. – Soy una Norma. La Luz de Mana no debería afectarme.
– Es porque no es la Luz de Mana. – respondió Sala. – Es la Luz de Aura, un poder sagrado que ha sido pasado por generaciones desde nuestra Gran Madre en persona.
Mientras Sala hablaba, el DRAGON gigante desapareció, y ahora se encontraban afuera. Alrededor de ellas, DRAGONS de diferentes formas y tamaños desfilaban y volaban sobre un valle cubierto con pilares de piedra caliza, cuyas puntas y riscos estaban cubiertas de extraños árboles cuyas hojas brillaban con una luz púrpura sobrenatural.
– Una vez que no necesitamos temer a la radiación del Dracunium, bajo la guía de Aura dedicamos nuestras vidas a expiarnos por la codicia y malas acciones de nuestros predecesores.
Sala extendió las alas de su espalda a toda su longitud, y Ange gritó al encontrarse siendo arrastrada al aire junto con ella. Teniendo la vista de un pájaro del valle, Ange vio cómo los DRAGONS más grandes y los Goletas más pequeños se alimentaban en el follaje que crecía.
– Los árboles absorben la radiación de Dracunium del ecosistema. – explicó Sala. – Nosotros la consumimos de tal forma que pueda estabilizarse en nuestros cuerpos. Los machos sin embargo absorben mucho más que las hembras, por eso es que son mucho más grandes y no tienen la capacidad de asumir una forma humana. Cuando se aparean, las hembras vuelven a su forma humana y tienen a sus hijos. Cuando los hijos varones alcanzan su mayoría de edad, asumen su estado transformado y se unen a sus padres, mientras las hijas ayudan a las madres en el manejo de nuestra sociedad. Y así es como hemos vivido durante más de cinco siglos. Desafortunadamente, Aura ya no está aquí.
Sala retiró la mano, y la visión desapareció.
– ¿Qué le sucedió? – preguntó Ange. – ¿Acaso murió?
– No. – Sala negó con la cabeza. – Hace unos trescientos años, ella nos fue arrebatada. El responsable fue el mismo hombre que descubrió el Dracunium, creó los Ragna-mails, y arruinó nuestro mundo antes de irse a otro, sólo para volver y robarse a nuestra Gran Madre para sus sucios propósitos. Aquel a quienes ustedes conocen como Embryo.
...
Naga y Kaname rompieron la conexión, y la visión desapareció. Rio miró alrededor del círculo que él y los otros habían formado con las dos guardias, y ellos parecían igual de abrumados que él.
«Entonces, esa era Aura,» pensó. «Eso era de lo que estaba hablando Embryo.»
Y esa "Luz de Aura" que utilizaron para enseñarles todo. ¿A eso se refería Embryo cuando dijo que Aura estaba hablando con él? Al mirar a Naga y Kaname, se preguntó si tal vez debería decirles, pero decidió que mejor no. En ese momento seguían siendo enemigos. Mejor esperar a que Ange volviera y contarles a todos cuando estuvieran a solas.
– En la ausencia de Aura, el liderazgo recayó en sus descendientes. – continuó Kaname. – La Suma Sacerdotisa y el consejo del clan. Y aunque han sabido guiarnos bien, la ausencia de nuestra Gran Madre ha dejado un vacío que nunca podrá llenarse.
– Pero no lo entiendo. – interrumpió Vivian. – ¿Por qué querría este tipo Embryo llevarse a Aura?
– Bueno, duh, porque podía hacerlo. – dijo Hilda. – ¿Qué otra razón necesitaría un bastardo como él?
– Oh, claro que tenía una razón. – respondió Kaname. – Y debería ser muy obvia.
– ¿A dónde quieren llegar? – preguntó Tusk. Dando un paso al frente, Naga se dirigió hacia Rio.
– Dime algo, ¿cuál es la base principal de todo su mundo? – le dijo. El filo en su voz y la furia gélida en sus ojos tomaron a Rio por sorpresa, pero logró mantener la compostura al responderle.
– La Luz de Mana. – le dijo.
– ¿Y de dónde viene? ¿Cuál es su fuente?
– La Luz proviene del universo. ¿Pero eso qué tiene...? Esperen, ¿están diciendo que...?
– Eso es correcto. – respondió Kaname. – Su mundo, su prosperidad, y la Luz de Mana que lo impulsa. Todo ello se deriva del Dracunium puro que hay dentro de Aura.
– ¿Pero por qué? – preguntó Tusk.
– Cuando Embryo dejó atrás este mundo, buscó uno donde pudiera recrear a la humanidad acorde con su propia estética. – continuó Kaname. – Eligió el suyo porque era uno donde el Dracunium era desconocido. De esta forma, podría presentarlo como una energía milagrosa. Pero a medida que pasaba el tiempo y sus humanos falsos aumentaban de número, así lo hizo su consumo de energía de Dracunium. Mucho más de lo que el único reactor que había construido podía mantener.
– Así que se llevó a Aura para que sirviera como una especie de potenciador de energía. – interrumpió Rio.
– Exactamente. – Naga hizo una mueca. – Pero por grande que sea el poder de Aura, no es infinito. A medida que ustedes consumen su poder para sus necesidades egoístas, es necesario reponerlo. Ahora, ¿de dónde creen que viene esta energía?
– ¿Y cómo diablos se supone que lo sepamos? – gritó Hilda. – ¡Apenas nos estamos enterando de todo esto el día de hoy!
– Creo que yo lo sé. – dijo Tusk. – Cuando Ange se estaba quedando conmigo, vimos un grupo de naves del gobierno transportando el cadáver de un DRAGON gigante congelado en un bloque de hielo.
– Y los DRAGONS que se cosechan en Arzenal son transportados a Misurugi. – concluyó Rio, y el shock hizo que el cuerpo se le quedara entumido al poner las piezas juntas. – ¡Oh, por Dios!
– Eso me temo. – asintió Kaname. – Las singularidades, como ustedes las conocen, son abiertas gracias a nada menos que el Pilar del Amanecer de su mundo. Cuando se abren, sentimos la presencia de Aura, y nos vemos obligados a volar a través de ellas para localizarla. Y una vez que estamos en su mundo, nuestra gente es sacrificada como ganado, mientras el Dracunium que reside en ellos es cosechado para alimentar a Aura.
– No es posible. – jadeó Vivian.
– Qué horrible. – murmuró Tusk. – Es incluso peor que lo que ese hombre le hizo a mi gente.
– Yo... no lo sabía. – susurró Rio.
– ¿Y creen que eso los absuelve de su responsabilidad? – siseó Naga. – ¿Tienen alguna idea del número de los nuestros que han sido asesinados? ¿En serio estás tan conmocionado? ¿Nunca te cuestionaste, ni una sola vez, de dónde procedía su preciada Luz de Mana? La sangre de nuestra gente está en sus manos, y todo por culpa de sus...
– ¡CÁLLATE! – gritó Hilda, cogiendo un recipiente de laboratorio y arrojándoselo a Naga en la cara, que logró esquivarlo haciendo que se estrellara contra la pared haciéndose añicos. Colocándole las manos en los hombros a Rio, les lanzó una mirada asesina a ambas. – ¡Ustedes no saben una maldita cosa sobre Rio, lo que ha tenido que sacrificar o cómo ha sufrido! ¡Así que no se atrevan a decir que él es igual al resto!
– ¡Es cierto! – Vivian estuvo de acuerdo. – ¡Rio es un héroe! ¡Y cualquiera que esté en desacuerdo se las verá conmigo también!
– Créanme, entiendo por qué están furiosas. – añadió Tusk. – Embryo destruyó a toda mi gente. Pero Rio y sus aliados, ellos han peleado también contra Embryo. Si ustedes lo declaran culpable sólo por asociación, no son mejores que Embryo.
Naga estuvo a punto de decir algo más, pero Kaname la detuvo. – Suficiente, Naga. Esto no fue lo que Lady Salamandinay nos pidió que hiciéramos.
Antes que nadie pudiera decir otra cosa, la Dra. Gecko regresó, empujando un carrito sobre el cual descansaba un dispositivo que parecía un enorme grillete, lo bastante grande para contener todo un brazo. En los cierres superior e inferior, había una serie protrusiones con forma de espina colocadas por la superficie, mientras que en un tubo colocado junto al carrito había tres bolsas de fluido intravenoso conectadas al dispositivo.
– Tengo buenas noticias. – anunció. – Parece ser que tu biología es suficientemente compatible para que recibas tratamiento del reparador de huesos.
– Excelente. – Kaname aplaudió antes de girarse para ver a Rio. – Con el reparador de huesos, tu brazo estará sanado en poco tiempo.
Entretanto, la Dra. Gecko se puso a jugar con una pistola inyectadora. – El proceso, sin embargo, será muy doloroso, así que primero tendré que anestesiarte. – le explicó. – ¿Por qué no van descansar a tu habitación, y después enviaré por ustedes cuando haya terminado?
– Probablemente sería lo mejor. – Tusk estuvo de acuerdo.
– Creo que me quedaré. – decidió Hilda.
– Te lo aseguro. – dijo Kaname. – No tienes que temer por su...
– Psst. – Vivian le hizo un gesto para que se acercara. Kaname se agachó y Vivian susurró algo que hizo que las dos se sonrojaran profusamente.
– ¡Oh! Bueno, ¿por qué no lo dijeron antes? Vámonos, dejémoslos en paz.
– ¡Espera un minuto! – exigió Hilda mientras los otros rápidamente eran echados por la puerta. – ¿Qué fue lo que te dijo?
Vivian simplemente le sonrió, y le dio un pulgar arriba antes de cerrar la puerta tras de sí.
– Por aquí, por favor. – La Dra. Gecko le indicó que fuera hacia una cama cercana. Acuéstate con tu brazo derecho hacia afuera.
Saltando fuera de la cama del escáner, Rio se transfirió hacia el catre y se colocó tal como la doctora le pidió. Mientras la Dra. Gecko comenzó a preparar la máquina que había traído, Hilda cogió una silla para poder sentarse junto a él.
– ¿Estás bien? – preguntó ella.
– Sí, estoy bien. – dijo él. Hilda frunció el ceño, como si supiera que estaba mintiendo. Antes de que pudiera decir otra cosa, la Dra. Gecko le inyectó un montón de anestésicos, y Rio cayó en un sueño menos que tranquilo.
...
Ange estaba sin habla. Si lo que Sala le había dicho era cierto, entonces ella y las demás Normas no habían sido más que accesorios de un genocidio todo este tiempo.
– ¿Ahora lo entiendes? Su existencia es falsa. Ustedes existen únicamente para matar y saquear, porque así es como ÉL los diseñó para que fueran. Y ahora que sabes la verdad, ¿todavía planeas volver?
– Claro que sí. – le dijo. – Porque incluso si lo que dices es verdad, sigue siendo mi hogar. Y cualquiera que sea tu problema con Embryo, no tiene nada que ver conmigo.
– Ya veo. Entonces no tengo más opción que detenerte. De lo contrario, seguramente terminarás matando a más de los míos.
Ange hizo una mueca, y le apuntó con el fragmento a Sala. Hora de enseñarle a esta perra lagarta santurrona una lección.
– Sólo inténtalo. No soy tan fácil de...
Algo la golpeó en la muñeca, y Ange dejó caer el cuchillo improvisado por la sorpresa. Echando atrás su cola, Sala abrió sus alas y retó a Ange para que viniera por ella.
– ¡Maldita! – Ange cargó y le tiró un puñetazo, pero Sala lo esquivó, usando sus alas para elevarse y dando la vuelta para agarrar a Ange por las muñecas.
– No me obligues a que te mate. – le advirtió. – A diferencia de los tuyos, no disfrutamos del dolor o la violencia.
– ¡Excepto cuando intentaron matar a todos en Arzenal! – le escupió. Girando su cadera, Ange se soltó y se quitó a Sala de encima. – ¡¿Tienes idea de a cuántas personas mataron?!
– ¿Acaso es diferente de cuántos de los míos has asesinado tú? – contraatacó Sala. – No quería utilizar los Fásers de Discordia de Enryugo, pero tenía mis órdenes y un deber que cumplir. No había evidencia de que ustedes las Normas se aliarían con nosotros, y no podíamos arriesgarnos a contactarte y permitir que revelaras nuestra presencia a tus amos. Si nuestros roles estuvieran invertidos, ¿puedes decir honestamente que no harías lo mismo... Princesa Angelise Ikaruga Misurugi?
La rabia de Ange dio paso a shock ante la acusación de Sala. ¿Cómo podía saber su verdadero nombre?
– ¿Sorprendida? – Sala sonrió. – Sé todo sobre ti gracias a Lizardia, nuestra espía en el Palacio Imperial. Aunque tal vez tú la conozcas como Riza Rundog.
– Espera, ¿qué? – jadeó Ange.
– La enviamos a través de una singularidad que se abrió. Aunque esperábamos que sus habilidades como soldado le otorgaran acceso a información vital como guardia, nunca creímos que tu hermano mayor se fijaría en ella.
Esa sonrisa condescendiente en su rostro fue demasiado, y la rabia de Ange explotó.
– Tú... ¡fuiste tú! ¡Tú me quitaste todo! – le gritó.
Lanzándose hacia Sala, Ange furiosamente comenzó a lanzar puñetazos, pero las alas de Sala la mantuvieron a salvo y fuera de su alcance. Ange lanzó una patada giratoria hacia la cabeza de Sala, cuando su oponente atrapó el ataque y le retorció la pierna, arrojando a Ange en un círculo y haciéndola caer al suelo. Antes que Ange pudiera contraatacar, Sala le puso las piernas alrededor de la garganta a Ange.
– Para ser precisa, tu hermano fue el verdadero responsable. Simplemente elegimos no interferir.
Ange sintió que sus pulmones ardían por la falta de aire, y su visión empezó a volverse borrosa.
– Te lo juro... – dijo jadeando. – Te... voy... a... matar...
Y entonces todo se puso negro.
...
Tarareando para sí misma, la Dra. Gecko revisaba el progreso de su paciente a través de su tabla de datos. A cada tanto, le echaba una mirada al hombre que yacía dormido en la cama mientras el reparador de huesos se ocupaba de sus heridas. Era una pena que no le pudiese dar al cuerpo de este "Rio" un examen más minucioso. Después de todo, si su tesis era correcta, en adición a su medicina, los humanos falsos podrían ser compatibles con ellos en otras formas. Desafortunadamente, dudaba que la hembra pelirroja que lo acompañaba permitiera eso. Se había quedado a su lado todo el rato mientras le reparaban su brazo.
«Me pregunto si todas sus hembras son así de territoriales, o si esto es un rasgo individual,» pensó. Bueno, por lo menos, ser testigo del ritual de apareamiento de su especie podría ser igual de fascinante.
– Y bien, ¿cómo funciona esta cosa exactamente? – preguntó la hembra, cuyo nombre era Hilda.
– El reparador de huesos utiliza agujas con monofilamentos para inyectar proteínas sintéticas directo en el tejido óseo. Estas proteínas sellan y reconectan las fracturas para acelerar el ritmo de la curación. – De repente, una señal destelló en su pantalla, junto con un mensaje de Lady Salamandinay. – Y tal parece que ya hemos terminado.
Desactivando el reparador de huesos, la Dra. Gecko removió el dispositivo y colocó el brazo de Rio en la cama. Su bíceps estaba rojo, hinchado y lleno de marcas por las agujas, pero ese era el típico efecto secundario. Luego de envolver la extremidad con vendajes frescos, le inyectó un estimulante para despertarlo.
– Debería despertar en unos momentos. – le aseguró a la hembra. – Sólo dile que evite estrés excesivo, y su brazo debería estar de vuelta a toda su capacidad en una semana. Por ahora, parece que tu otra amiga ha tenido una pelea con Lady Salamandinay, así que iré a verla.
Cogiendo un archivo sobre la niña de los Sylphis que había tratado antes, la Dra. Gecko dejó a sus dos visitantes y se dirigió hacia el ala de investigación médica del templo. A juzgar por la conmoción, parecía que el resto ya se había enterado de la llegada de su amiga.
– ¡¿Qué diablos le hiciste?! – gritó una voz masculina desde el corredor.
– Ella me atacó, y me vi forzada a defenderme. – replicó la voz de Lady Salamandinay. – No tienes que preocuparte, ya que he llamado a la Dra. Gecko.
– ¡Ese no es el punto!
Al llegar a la habitación, la Dra. Gecko se encontró con el segundo macho humano discutiendo con Lady Salamandinay. Naga y Kaname estaban de pie muy cerca, ambas con sus manos sujetando sus armas en caso de que la atacara, mientras la niña Sylphis estaba junto a la cama donde la hembra rubia yacía descansando.
– Vamos, Tusk, tómalo con calma. – suplicaba la niña Sylphis.
– ¡¿Cómo se supone que me calme si ella está herida?! – gritó el macho.
– Permítanme. – interrumpió la Dra. Gecko. Acercándose a la cama, un examen preliminar la mostró estable, aunque igual que el macho con el brazo roto parecía estar en un sueño algo perturbado. –– Tal como dijo Lady Salamandinay, ella estará bien. Ahora, como me lo pidió, ya he hecho mis pruebas adicionales, milady, y la primera ya está completada. Aquí está la información.
Lady Salamandinay aceptó el archivo que la Dra. Gecko le entregó, y le sonrió después de verlo.
– Excelente. ¿Y qué hay de las "otras" pruebas?
– Seguimos esperando por ellas. Los resultados deberían estar en 24 horas.
– Muy bien entonces. Me encargaré de este asunto primero. Naga, Kaname, acompáñenme por favor.
– Por supuesto, milady. – dijo Naga. Mientras Lady Salamandinay y sus sirvientas abandonaban la habitación, Tusk, el segundo macho, fue hacia donde estaba Ange, la hembra rubia.
– No te preocupes. – le aseguró la niña de los Sylphis. – Salamandinay no parece ser una mentirosa, así que seguro que estará bien.
– Eso espero. – Tusk se forzó a sonreír con incertidumbre.
Ahora que finalmente tenía un momento para sí misma, la Dra. Gecko se tomó un momento para analizar a la segunda muestra. Igual que Rio, claramente hacía un esfuerzo por mantenerse en buena forma física. Aunque tratándose de un macho más joven, por supuesto era más compacto y esbelto, pero difícilmente inferior. Sacando su tabla de datos, la Dra. Gecko envió un mensaje a su personal para que la vieran en la sala de examinación número 12.
– Disculpa, Tusk, ¿verdad? – le dijo. – Puede que pase un tiempo antes de que ella recupere la conciencia. Si gustas, ¿tal vez estarías dispuesto a pasar el tiempo ayudándome con mi investigación?
...
Luego de que la doctora se fue, Hilda finalmente se permitió relajarse. Algo en las miradas que le echaba la Dra. Gecko a Rio le activó todas sus alarmas. Eran las mismas que Zola solía echarles a las nuevas reclutas. Y el conocimiento de que él y Tusk eran los únicos hombres en todo el mundo tampoco ayudaba.
«Esperaba tener una oportunidad de relajarme,» pensó. «Ahora, parece como si tuviera que pasar todo mi tiempo aquí haciendo guardia.»
Con un suspiro, Hilda miró a Rio, que todavía no había despertado de la anestesia.
«A veces puedes ser un verdadero dolor de cabeza,» pensó mientras le acariciaba la frente.
Esta era la segunda vez en varios días que se quedaba cuidándolo de esta forma. Pero después de todo lo que había tenido que soportar de parte de ella, le pareció que era justo, especialmente luego de lo que hizo por ella anoche. El haberse expuesto frente a él de esa forma fue lo más difícil que había hecho en su vida. Hilda todavía podía recordar el miedo que sintió de que él fuera a estar asqueado con ella, o que le cerrara la puerta en las narices después de echarla. Pero en lugar de eso, Rio la abrazó, incluso aunque ella se dio cuenta que eso hacía que le doliera el brazo. Y luego, se declaró a sí mismo su caballero. Era lo más ridículo que le había escuchado decir, pero también lo más amable que nadie había hecho por ella en toda su vida. Y luego estaba lo que sucedió después. Hilda todavía podía sentir el calor de la mano de Rio en su mejilla, y cómo había bajado hacia ella. ¿De verdad estaba a punto de besarla? ¿Ella lo habría permitido? ¿Y qué habría sucedido después?
Los ojos de Hilda se paseaban por los labios de Rio, y de pronto se encontró bajando hacia él.
«¿De verdad estoy a punto de hacer esto?» se preguntó. «¿Realmente voy a besar a un hombre?
Lentamente, Hilda continuó cerrando la distancia, pero cuando estaba a menos de dos centímetros de él, se detuvo de golpe. ¿Qué estaba haciendo? Si no seguía con ello, seguramente Rio se iba a despertar, o tal vez alguien vendría a interrumpirlos y nunca le dejarían oír el final de ello, especialmente si se trataba de Vivian.
«Deja de ser tan pelmaza,» se dijo a sí misma. «Ya lo intentó antes, así que no es como si no quisiera. Sólo hazlo y nadie lo sabrá.»
Ni siquiera el propio Rio. La realización de esa verdad la golpeó como un martillo, y Hilda inmediatamente se alejó.
«Así no,» decidió. «Quiero que él también lo desee. Y que lo sepa.»
No pasó ni un segundo desde que lo hizo, los ojos de Rio se arrugaron y finalmente abrió los ojos.
– Bienvenido de vuelta. – le dijo. – ¿Cómo te sientes?
Levantándose, Rio flexionó su brazo vendado e hizo una ligera mueca. – Se siente como si estuviera en llamas, pero al menos ya puedo volver a moverlo.
– La doctora dijo que estará como nuevo en una semana.
– Bueno, por fortuna eso resuelve un problema. – Levantándose de la cama, Rio fue hacia donde dejaron su ropa antes del examen de la Dra. Gecko. Mientras se vestía, Hilda podía ver que se estaba tomando mucho tiempo, como si tuviera algo en su mente.
– Muy bien, ¿qué te pasa?
– No es nada.
– Claramente estás mintiendo. – Moviéndose hacia él, Hilda le tomó de las manos y lo miró a los ojos. – Sólo dime.
Rio suspiró y miró hacia el suelo. – Es lo que Naga y Kaname nos dijeron.
– ¿Te refieres a eso? No puedes culparte por algo de lo que no tenías idea que estaba pasando. ¿Cómo crees que me sentí yo? Al menos creía que me estaba protegiendo a mí misma, pero ahora sé que he estado cazando a personas para que sean usados como combustible.
– No es sólo eso. Antes creía que entendía al mundo, que sabía la verdad. Pero todo era una mentira. La Luz de Mana, todo mi mundo, y la forma en que construí mi vida alrededor de ellos. Y luego está Sarah, y todos los demás que han muerto por culpa de esas mentiras. Ya no sé qué se supone que debo creer. – Hilda le frunció el ceño mientras lo envolvía en sus brazos y enterraba su rostro en el cuello de ella. – ¿Hilda?
– Sólo cállate. – le dijo. – Abrázame como lo hiciste anoche. – Lentamente, Rio hizo lo que le dijeron. – ¿Cómo te sientes ahora?
Ella sintió cómo el rostro de él bajaba sobre su cabeza, y se quedaba pensativo.
– Bien. Muy bien.
– ¿Eso es una mentira? – preguntó ella.
– Supongo que no.
– ¿Y qué hay de lo de anoche? – dijo ella. – Cuando te plegaste ante mí. ¿Eso fue una mentira?
– Por supuesto que no. – replicó él. Hilda le sonrió.
– Porque este sujeto Embryo no controla todo. – le dijo. – Él no te hizo lo que eres. Tú lo hiciste. Tú elegiste rechazar al mundo que él creó, para proteger a las Normas cuando todos los demás las despreciaban. Nada de eso fue una mentira. Simplemente no era toda la verdad. Así que ahora que lo sabes, ¿qué es lo que vas a hacer?
Rio pensó en ello y finalmente le sonrió.
– Seguiré haciendo lo que he estado haciendo. – decidió. – Sólo que ahora tengo todavía más razones para acabar con él.
– Los dos las tenemos. – dijo Hilda. – Por cierto, la doctora dijo que Ange ya estaba de vuelta. Tal vez deberíamos hablar con ella y ver qué averiguó.
– Sí, buena idea. – dijo Rio estando de acuerdo, y se puso su sombrero. – Algo me dice que dejar a Ange a solas con Salamandinay podría no haber sido la mejor idea.
Al salir al pasillo, de pronto al intentar regresar por donde vinieron se encontraron perdidos.
– No lo entiendo. – dijo Rio. – Estoy seguro de que vinimos por aquí.
– ¿Deberíamos pedir direcciones? – sugirió Hilda.
– ¿A quién? – preguntó Rio, y Hilda se dio cuenta que tenía razón. ¿Dónde estaba todo mundo?
– ¡AYÚDENME! – gritó alguien.
– ¿Qué diablos? – se preguntó Hilda.
– ¡Ese fue Tusk! – exclamó Rio al reconocerlo.
...
– Hey, ¿te encuentras bien? – Ange abrió los ojos, y se encontró de vuelta en el hotel Hotel Mu La Flaga. La ventana que había sido rota estaba reparada, y al levantarse, Ange sintió las mantas sobre su piel desnuda. Al otro lado del cuarto, Tusk estaba vestido con sus shorts sirviendo un par de tazas de café.
– Sí, estoy bien. – gruñó ella. Envolviendo la manta alrededor de su cuerpo desnudo, Ange se sentó en el borde de la cama, mientras Tusk se le acercaba para entregarle una taza antes de sentarse junto a ella. Ange suspiró mientras se aferraba a su cuerpo delgado pero tonificado y tomó un sorbo de su café.
¿Habría sido sólo un sueño? ¿Y por qué estaba desnuda? ¿Acaso ella y Tusk realmente lo hicieron? Y si era el caso, ¿por qué no se sentía nada diferente? Bueno, mejor estar aquí con él, en lugar de con esa lagarta escurridiza.
– Suena a que estabas teniendo un muy buen sueño.
– No tienes idea. – Ange hizo una mueca. – Me pateó el trasero esa perra lagartija santurrona.
– Una perra lagartija santurrona, ¿eh? – Sujetándola de la mejilla, Tusk la hizo levantar la mirada, y de pronto se encontró cara a cara con Sala.
– ¿Te refieres a mí?
...
Con un grito, Ange se lanzó fuera de la cama de un salto. Alguien junto a ella chilló de sorpresa también, y Ange miró para encontrarse con Vivian de pie a su lado.
– ¡Cielos, me asustaste! – jadeó.
– ¿Vivian? – preguntó Ange. – Eres humana de nuevo.
– ¡Bingo! Pero no me preguntes cómo, siempre se me olvida. Pero la Dra. Gecko dice que puedo cambiar entre ambas formas cuando quiera.
– No exactamente.
Mirando a su alrededor, Ange vio que estaba en una especie de enfermería. La que acababa de hablar era otra mujer DRAGON vestida con una bata blanca y calcetas a rayas, con cabello naranja hasta la barbilla. Si Ange tuviese que adivinar, ella debía de ser la Dra. Gecko.
– Tu factor de control D todavía necesita estabilizarse, así que tendrás que esperar una semana. Ahora, en cuanto a ti, ¿sientes alguna incomodidad?
Ange frunció el ceño y se frotó su garganta. Lo último que recordaba fue haberse desmayado cuando Sala la estaba estrangulando.
– No realmente.
– Me da gusto oírlo. Lady Salamandinay no te dejó ningún moratón, así que puedo ver que fue suave contigo. – dijo la doctora. Suave, ¿eh? Bueno, Ange decidió que tendría que enseñarle por qué ser suave con un enemigo era un grave error.
– ¿Dónde están los demás?
– Tus amigos Hilda y Rio ahora están atendiendo el brazo roto de Rio. – respondió la doctora. – Y tu amigo Tusk nos está ayudando con una investigación vital.
– Deberías haber visto la cara de Tusk cuando te trajeron. – le dijo Vivian. – ¡Se descontroló por completo!
– Ya veo. Espera, ¿a qué te refieres con investigación?
– ¡AYÚDENME! – Ange sacudió su cabeza y miró alrededor al oír el repentino grito. ¿Ese era Tusk? Saltando fuera de la cama, Ange corrió hacia la puerta y corrió por el pasillo, casi chocando con Rio y Hilda cuando los dos emergieron desde un corredor adyacente.
– ¿Ustedes también lo oyeron? – jadeó Ange.
– Obviamente. – asintió Hilda.
– ¡YA BASTA, SUÉLTENME!
– ¡Por allá! – señaló Rio.
– ¡Chicos, esperen! – llamó Vivian mientras corría tras ellos. Siguiendo los gritos hasta otra sala de examinación, Ange abrió la puerta violentamente, y se encontró con Tusk encadenado a una cama y rodeado por un grupo de chicas DRAGON.
– ¡YA BASTA! ¡SUÉLTENME! ¡AAAAH, NO, NO ME TOQUEN EN ESE LUGAR!
A pesar de sus gritos, las chicas DRAGON todavía continuaban torturándolo, riéndose con éxtasis mientras lo hacían.
– ¡Qué diablos! – gritó Hilda.
– ¡Tusk no! – gritó Ange lanzándose de frente, alejando a todas las chicas DRAGON a empujones. – ¡Aléjense de él!
– Oh no. – chilló Tusk al ver quién acababa de aparecer. – ¡Ange, espera, detente!
– ¡No te preocupes, Tusk, te salvaré! – Pero una de las chicas DRAGON no se apartó a tiempo, y a Ange se le enredó el pie en su cola, enviándola a estrellarse en la cama donde sintió algo en su cara. Tusk aulló de shock, mientras Hilda y Rio se abrían paso a través de la multitud y se detuvieron de golpe.
– ¡Oh, Dios mío! – murmuró Hilda mientras Ange se volvía a poner de pie.
– Ugh, ¿qué fue eso? – gruñó haciendo una mueca. Lo que fuera sobre lo que había aterrizado, terminó metiéndosele un poco en la boca.
– No estoy seguro de que deba decírtelo. – dijo Rio.
– ¿Qué, por qué? – preguntó Ange, sólo para jadear de horror al ver lo que tenía en frente. – Espera un minuto... ¿por qué... por qué estás desnudo?
Detrás de ella, Vivian vino a dar una mirada más de cerca y le dio a Tusk un pulgar arriba. – ¡Hey, nada mal!
– Ange, lo juro. – dijo Tusk. – Puedo explicarlo.
– No hay necesidad. – interrumpió la Dra. Gecko. – Como pueden ver, el Sr. Tusk ha sido una gran ayuda en nuestro estudio de la sexualidad humana. No tenemos muchos machos humanoides maduros, así que la oportunidad de estudiar sus hábitos y comportamiento sexual es muy iluminadora.
Mientras hablaba, la Dra. Gecko juguetonamente acarició el rostro de Tusk mientras le lanzaba una mirada hambrienta a Rio.
– Por supuesto, una vez que el Sr. Rio haya sanado por completo, es más que bienvenido de contribuir con su propia información. Nos encantaría comparar ambas muestras.
Las chicas a su alrededor se rieron antes de volver su atención hacia Rio, pero Hilda apretó sus brazos alrededor del suyo, y les lanzó una mirada de advertencia para callarlas.
– ¿Estudios sexuales? – tartamudeó Ange. – ¿Ayudarles?
– Sí, eso es correcto. – respondió la doctora.
– Ya veo. – murmuró Ange, con un tic en su ojo. Rio vio la mirada en sus ojos y rápidamente se llevó a Hilda y a Vivian con él buscando alejarse. Entretanto, Ange se volvió hacia un carrito cercano para coger un plumero para desempolvar y un par de tenazas. – Y yo que he estado pasando por un infierno mientras tú has estado ayudándolas. ¿No es eso lindo?
– Ange, espera un minuto. – suplicó Tusk. – ¡Sólo cálmate!
Ange puso los ojos en rendijas mientras se aproximaba a la cama donde Tusk frenéticamente forcejeaba para liberarse.
– Tal vez yo debería hacer mi propio experimento en ti.
...
Después de que el horror terminó, Hilda y Vivian se llevaron a Ange al jardín del ala oeste para que se calmara, mientras Rio se llevaba a Tusk a un cuarto privado para recuperarse. Esa escena lo iba a perseguir por el resto de su vida, fue lo que pensó mientras le daba un escalofrío. Una vez afuera, encontró a Ange lavándose la cara y haciendo gárgaras en una olla de piedra. Vivian le había pasado una toalla, y Hilda observaba toda la escena desde la entrada.
– Y bien, ¿cómo está? – le preguntó ella.
– Bueno, ya está estable. – dijo Rio. – Supongo que debo darle las gracias a Dark por haberme roto el brazo, de lo contrario, tal vez yo habría terminado como la rata de laboratorio.
Una repentina actividad captó la atención de Rio, y al mirar arriba vio a Salamandinay, Naga y Kaname aproximándose a Ange y Vivian, junto a una cuarta mujer.
– ¿Y ahora qué pasa? – se preguntó Hilda.
– Quién sabe. – Rio se encogió de hombros. – Pero algo me dice que será mejor asegurarnos que las cosas no se salgan de control.
Juntos, se unieron al grupo, y Rio notó algo en la cuarta mujer. Parecía a finales de sus treintas y principios de sus cuarentas, llevaba una túnica y taparrabos azul claro, y su cabello que caía hasta la barbilla tenía el mismo tono que el de Vivian. De hecho, ahora que la veía más de cerca, casi parecía una versión más adulta de Vivian.
– Saliste de tu cama, así que asumo que te sientes mejor. – saludó Salamandinay a Ange. Ange le echó una mirada asesina a la princesa DRAGON, pero afortunadamente mantuvo su temperamento controlado. Luego se dirigió hacia la mujer y señaló a Vivian. – Lamia, esta es ella. Hemos confirmado con análisis genético que es una de las hijas perdidas del Clan Sylphis. Sin duda alguna ella es tu hija.
«Esperen, ¿qué cosa?» pensó Rio. Una mirada rápida al resto, y las chicas parecían igual de conmocionadas que él.
– ¿Mii? ¿En verdad eres tú? – preguntó la mujer en azul, sollozando. Se lanzó corriendo y atrapó a Vivian en un abrazo, empezando a llorar de alegría. – ¡Mii!
– ¡Whoah, espere un minuto, señora! – gritó Vivian. – Mi nombre es Vivian y... – De repente hizo una pausa antes de acercársele a la mujer que la abrazaba y olfatearla. – Esperen, conozco este olor. Es similar a como huele Ersha. ¿Quién es usted?
Lamia sonrió, antes de soltar a Vivian.
– Soy tu madre.
– ¿"Tu Madre"? – repitió Vivian. – Ese es un nombre muy extraño.
– Ella es la mujer que te dio la vida. – explicó Salamandinay. – Mii, o Vivian como ustedes la llaman, debe haber estado jugando en los campos cuando una singularidad se abrió, y por instinto voló a través de ella persiguiendo a Aura. Es un milagro que haya sobrevivido todo este tiempo.
– Creo que tenemos que agradecerle a Jill por eso. – dijo Rio. – Probablemente la encontró e hizo que la criaran como una Norma. Supongo que eso es mejor que la alternativa de dejar que la gente de mi mundo la matara.
– Supongo que hay algo de verdad en eso. – Salamandinay estuvo de acuerdo. – Naga, Kaname, preparen una ceremonia. Una de los nuestros ha regresado a casa.
Y así, luego de que cayó la noche, una multitud se reunió alrededor de la base de la Torre de Aura. Era una celebración muy diferente a la última vez que Rio había asistido a una ceremonia en una locación similar, no hacía mucho. En lugar de esa sed de sangre como perros rabiosos que había antes, la gente que se había reunido irradiaba una atmósfera de alegría y amor, casi como si fuesen una gran familia extendida. Aparte de las hembras humanoides, un gran número de Bergantines, Galeones, e incluso algunos de los Grandes Cuernos se habían reunido, al igual que un gran enjambre de Goletas. Sobre las escaleras que llevaban a la entrada de la torre, Salamandinay estaba de pie junto con las doncellas del templo, Vivian y Lamia. Igual que la multitud ante ellos, sujetaban linternas de papel que brillaban con una calidez reconfortante.
– Hijos de Aura. – habló Salamandinay. – Durante muchas lunas hemos sufrido la pérdida de incontables hermanos. Pero ahora, una de los nuestros ha regresado. Demostremos nuestra gratitud liberando estas linternas. Así como ellas volarán hacia el cielo y regresarán a la tierra, que las almas de nuestros hermanos monten en la rueda del destino para renacer una vez más.
Salamadinay entonces arrojó su linterna hacia el cielo. Lamia le dio un codazo a Vivian, y juntas se unieron a los presentes en liberar sus luces, hasta que el cielo sobre ellos se llenó de linternas que ascendían como almas hacia el cielo. De pie junto a las chicas, Rio se encontró sin poder hablar mientras él, Hilda y Ange eran testigos del espectáculo frente a ellos. No se parecía a nada que hubiesen visto en el mundo.
– Vaya, que espectáculo. – dijo una voz detrás de ellos. El grupo se dio la vuelta y apareció ni más no menos que Tusk.
– Hey, ¿ya te sientes mejor? – dijo Rio.
– Sí, y no gracias a ti. – le reclamó Tusk. – Sabes, Rio, podrías haberla sujetado.
– ¿Y que después viniera a vengarse de mí? Olvídalo, tú eres su caballero, tú lidia con ella.
– Sí saben que puedo oír todo lo que están diciendo, ¿verdad? – señaló Ange. Tusk intentó acercarse a ella, pero Ange simplemente le lanzó una mirada enojada.
– Vamos, Ange, ¿por qué estás tan enojada? Te juro que no sabía lo que estaban planeando hacerme. Ya sabes que mi corazón te pertenece a ti.
– No era tu corazón lo que ellas estaban agarrando. – le recordó ella.
– Bueno, supongo que no. – admitió él. Finalmente, Ange se permitió sonreír.
– Tonto. – se rio Ange. Y ambos se soltaron a reír por la ridiculez de todo.
Rio sin embargo le echó una mirada a Hilda. Desde que Vivian y Lamia se habían reunido, apenas había hablado, y tenía una mirada pensativa en sus ojos. Supuso que verlas a las dos juntas le reabrió una herida que todavía no había sanado por completo. Mejor darle algo de espacio por el momento.
– Aun así, no puedo evitar preguntarme qué pasará ahora. – dijo Ange. – ¿Cuál es su verdadero plan? ¿Por qué nos muestran esto?
– Lady Salamandinay quiere que ustedes aprendan sobre nosotros. – respondió alguien. Se dieron la vuelta, y vieron detrás de ellos a Naga y Kaname. La primera continuó. – Y a su vez, también espera que nosotros podamos aprender de ustedes.
– ¿Pero cuál sería el punto? – dijo Ange. – Ustedes han matado a los nuestros. Nosotros hemos matado a los suyos. ¿Qué más necesitamos saber?
– Odio decirlo, pero ese es un punto válido. – añadió Rio. – Incluso aunque todos estábamos siendo manipulados por Embryo, no podemos deshacer nada de lo que ha ocurrido.
– Así que lo mejor que podemos hacer es seguir adelante. – dijo Kaname. – El odio, la amargura, la rabia, todo eso sólo lleva a más sufrimiento y ruina. Pero los humanos pueden cambiar. Pueden aprender de sus errores y corregirlos para hacer un futuro mejor. Esto fue lo que Aura nos enseñó, y era algo que casi había olvidado hasta que te conocí a ti.
– ¿A mí? – preguntó Rio.
– ¿No lo recuerdas? Nos encontramos en batalla en tu mundo. Te enfrentaste a mi Hekiryugo en medio de un mar de fuego y ruina. Estabas herido, desarmado, con tu poder drenado a casi nada, y aun así me desafiaste. No por gloria, o para vengar a la amiga que mencionaste, sino simplemente para proteger a otros. Había asumido desde hacía mucho tiempo que los humanos de tu mundo no sabían nada del coraje o el sacrificio, que todo lo que conocían era la avaricia y la decadencia, porque así era como Embryo los había hecho. Pero la nobleza que demostraste me mostró que tal vez no eran tan corruptos como inicialmente creí. Espero que acepten la invitación de Lady Salamandinay, para que otros puedan darse cuenta de esto también.
Y con eso, las dos guerreras hicieron una reverencia y se dieron la vuelta para marcharse.
– Honestamente. – oyeron murmurar a Naga. – La princesa es demasiado amable para su propio bien.
– Bueno, con toda confianza, siéntete libre de decirle eso. – replicó Kaname.
– Nos están pidiendo que nos quedemos. – dijo Tusk.
– ¿Deberíamos? – se preguntó Ange.
– Quién sabe. – respondió Rio, mirando hacia la base de la Torre donde Vivian estaba sujeta por los brazos de su madre. – Pero Vivian parece estar feliz. No podemos pedirle que vuelva. No ahora.
– Bueno, entonces tal vez deberíamos quedarnos. – sugirió Hilda de repente. – Piénsenlo. Humanos, Normas, Libertus, Embryo. Si nos quedamos aquí, nunca más tendremos que preocuparnos de nada de eso.
Nadie le respondió. Simplemente se quedaron mirando hacia el cielo mientras las linternas de papel seguían elevándose hacia las estrellas.
Esta historia continuará...
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