Capítulo 19: El juramento de un caballero

Levantándose de la mesa, Rio se dirigió hacia la cama, donde se sentó en el borde y le indicó a Hilda que se le uniera. Hilda no sabía por qué simplemente no podía decírselo donde estaban, pero hizo lo que le pidió y se sentó a su izquierda.

– ¿Recuerdas cuando estábamos viajando a Misurugi para rescatar a Ange, y te conté sobre mi primer encuentro con una Norma?

– Sí, dijiste que la forma en que la gente reaccionó a una Norma bebé te dejó en shock.

– Fue la primera vez que vi a una Norma. Y la reacción que vi en otras personas fue lo que me hizo empezar a cuestionarme todo lo que me habían dicho sobre ellas. Incluso si las Normas realmente eran tan peligrosas como todos decían, tenerle miedo a un bebé simplemente no tenía sentido para mí.

– Pero aun así creías que eran una amenaza.

– Lo hacía. Y luego, un par de años más tarde, mi padre fue transferido a otra ciudad en la frontera oeste. Fue entonces que conocí a Sarah, y finalmente entendí lo mal que estaba este mundo.

...

La luz del sol se filtraba entre las copas de los aires como pepitas de oro, creando un parchado de luz y sombras sobre el piso del bosque junto con un tinte de verde debido al follaje. Lo único bueno de tener que mudarse cada vez que papá era reasignado era que los exteriores siempre eran diferentes. A Aaron le encantaba explorar el área alrededor de cualquier ciudad donde él y sus padres se mudasen, ya que siempre encontraba algo nuevo, ya fuese el terreno o algún tipo de planta que jamás había visto antes. Era lo más cercano que tenía a explorar mundos alienígenas como Rio Starr.

Con un salto, Aaron se agarró de una rama baja y se balanceó en ella. Al aterrizar, algo que estaba arriba en un árbol captó su atención. Al principio creyó que sería un mono, pero luego se dio cuenta que era demasiado grande, y también que llevaba un vestido. No fue sino hasta que se puso directamente debajo que reconoció quién era. Ya la había visto algunas veces con uno o ambos padres en la ciudad, pero hasta donde sabía no asistía a la escuela ni jugaba con nadie que él conociera. Aparentemente, por lo que su mamá había escuchado en su círculo de chismes, el padre de esa niña era una especie de académico aislado, por lo que la educaban totalmente en casa.

– ¡Hey! – la llamó. – ¿Qué estás haciendo?

Al hacerlo, ella lanzó un grito de sorpresa y perdió el equilibrio. Pensando rápido, Aaron levantó un escudo de Mana para atraparla, pero en el instante en que ella la tocó, la barrera se hizo trizas como si fuera vidrio. Antes de poder recuperarse del shock, ella había aterrizado encima de él y ambos colapsaron en el suelo.

– Ugh... ¿qué pasó? – se preguntó. En respuesta, Aaron sintió algo encima de él y al mirar arriba se encontró con los ojos verdes de la niña que le había caído encima. Con un chillido ahogado, ella se alejó de él y se puso contra el árbol, y fue en ese momento que la realización finalmente lo golpeó. – Tú... rompiste mi Mana. ¿Eres... eres una... Norma?

Mientras la observaba, los ojos de la niña se llenaron de lágrimas.

– Yo... lo siento. – sollozó. – No fue mi intención romperla. Por favor, no le digas a nadie.

Ella se movió temblando ligeramente. Aaron miró hacia abajo, y notó que su tobillo izquierdo estaba amoratado e hinchado. Probablemente se lo torció durante la caída. Aaron se acercó para ver más de cerca, y ella se encogió de miedo tratando de alejarse. ¿Realmente era una Norma? Toda su vida le habían dicho que las Normas eran peligrosas y violentas. Que se suponía que eran poco más que perros rabiosos. Y ahora, aquí estaba una frente a él, completamente aterrada de él.

¿Qué se suponía que debía hacer? Lo correcto, habría sido decirle a alguien. Un bebé era una cosa, pero esta era otra. Pero por alguna razón, al mirarla de nuevo, no fue capaz de hacerlo. Si ella no hubiese roto su Mana, seguiría siendo una niña normal. Y aunque Rio Starr no iba activamente tratando de ser un héroe, tampoco le daba la espalda a una mujer en problemas. Cuidadosamente, Aaron se arrodilló junto a ella, y ella tímidamente lo miró.

– ¿Por qué estabas allá arriba de todos modos? – le preguntó. La niña moqueó y se secó los ojos.

– Un pajarito se cayó de su nido. – dijo ella. – Estaba tratando de ponerlo de vuelta.

Aaron miró arriba, y tal como ella dijo, había un nido de pájaros en la rama donde antes estaba parada. ¿Todo eso sólo para ayudar a un pajarito? Finalmente, Aaron tomó su decisión y le extendió su mano.

– Ven. – le dijo. La niña lo miró con expresión confundida. – Te lastimaste el tobillo, ¿verdad? ¿Hay algún lugar donde puedas conseguir ayuda?

– Mi casa. – dijo ella. – Mamá y papá están allí. Se van a enojar mucho conmigo.

– Yo iré contigo. – le aseguró. – Les diré que fue un accidente.

Por lo que pareció una eternidad, la niña miró su mano extendida, hasta que finalmente la aceptó y él le ayudó a levantarse. Sosteniendo su peso, la ayudó a caminar y los dos lentamente caminaron por el bosque.

– No lo entiendo. – le dijo. – ¿Por qué me ayudas? ¿No tienes miedo de meterte en problemas?

– Sí, pero estás herida. Y ni siquiera una Norma merece ser castigada si no ha hecho nada malo. – dijo él. La niña lo miró en shock, y Aaron se dio cuenta que probablemente nunca se esperó que un humano le dijera eso. – ¿Cuál es tu nombre?

– Sarah. Sarah Honister. – dijo ella. Aaron le sonrió y asintió.

– Yo soy Aaron. Aaron Kramer...

...

– Así que la ayudé a caminar hasta su casa. Obviamente sus padres se asustaron cuando vieron lo que había pasado, especialmente ya que sabían que yo era el hijo del nuevo comisionado. Pero cuando les prometí que no le diría a nadie, y que no estaba bien que alguien fuera castigado si no había hecho nada malo, me invitaron a pasar. Hablamos, y después de un rato me preguntaron si estaba dispuesto a guardar el secreto de Sarah.

– Así que incluso entonces andabas metiendo las narices donde no te llamaban. – sonrió Hilda. Rio simplemente se encogió de hombros.

– Más bien, yo diría que me cayó en el regazo. Los padres de Sarah se habían mudado a la frontera de Rosenblum ya que sentían que estar lejos en el campo haría que fuera menos probable que la descubrieran. Pero tampoco querían dejarla encerrada como una prisionera. Mi trabajo era más o menos ayudar a mantener su tapadera mientras ella andaba afuera.

– Como Momoka lo hacía con Ange. No puedo imaginarme el dolor que debe haber sido eso.

– Dudo mucho que Sarah hubiera estado cerca del nivel de mantenimiento que requeriría Ange. – bromeó él. – Y tampoco era que yo no consiguiera nada a cambio.

– ¿A qué te refieres?

– La vida en mi casa no era mala, pero tampoco era exactamente cálida. Mi papá estaba muy enfocado en su carrera. Siempre que se le presentaba una oportunidad de avanzar, la tomaba, y por eso es que siempre nos estábamos mudando. Y mi mamá también era igual. Todo tenía que ser perfecto, o de lo contrario se reflejaría mal en ella. Ambos estaban tan envueltos en sus propias vidas que a veces me sentía como un extraño en mi propia casa. Eventualmente terminé resignándome, y decidí que así simplemente eran las cosas.

– Pero no era así con la familia de Sarah. – teorizó Hilda.

– El papá de Sarah era un profesor universitario jubilado, y su mamá una escritora. – dijo él asintiendo. – Ambos dejaron atrás sus vidas previas para proteger a Sarah. Cuando iba a su casa, siempre me sorprendía lo cercanos que parecían. Hablaban entre ellos, y se escuchaban. Entre más tiempo pasaba con ellos, más me daba cuenta de lo vacía que se sentía la vida en mi propia casa, y lo equivocado que estaba todo lo que decían sobre las Normas. Sarah era una de las chicas más dulces y amables que jamás conocí, e igual que a mí le gustaba salir a la naturaleza. – Levantándose de la cama, Rio fue hacia donde había arrojado su chaqueta sobre una silla, y sacó algo del bolsillo. – Casi un año después descubrí que era su cumpleaños. No podía arriesgarme a buscarle algo que pudiera atraer la atención, así que hice esto para ella...

...

Aaron sentía la boca totalmente reseca. No sabía por qué estaba tan nervioso con esto, después de todo, sólo era Sarah. Aun así, nunca antes le había dado un regalo a una chica, especialmente uno que hubiese hecho él mismo. ¿Y si no le gustaba? Después de todo, fue sólo un montón de basura que juntó como pudo.

– ¡Hey, encontré una! – gritó Sarah. En ese momento, los dos estaban parados al borde de un arroyo. Una sombra debajo del agua le indicó la presencia de una rana, que Sarah intentó agarrar. – ¡Aw, se me escapó!

Esa era una de las cosas que a Aaron más le gustaba sobre Sarah. Era femenina, pero aun así le gustaban cosas a las que las demás niñas jamás se acercarían. No estaba seguro si era porque era una Norma, pero sin duda la hacía divertida. Decidió que no tenía sentido seguir postergándolo.

– Hey Sarah. Hoy es tu cumpleaños, ¿verdad? – le dijo. Sarah lo miró y sonrió con tristeza.

– Sí, pero está bien. Sé que no puedes darme nada porque eso atraería la atención. Sólo me alegro de tener a alguien con quien pasar el tiempo.

– En realidad, sí tengo algo. – dijo él. Sarah le dio una mirada suspicaz, y Aaron respiró profundamente antes de buscar en su bolsillo. Extendió su mano, abrió el puño y le enseñó las cuentas de piedra que había amarrado en un trozo de cuerda de cuero. – Sé que es estúpido, pero aquí tienes.

Aaron se quedó observándola mientras lo mecía entre sus manos. Bueno, eso era todo. ¿Se reiría, o estaría decepcionada?

– Aaron... me encanta. – le dijo.

– ¿En serio? – Aaron la miró, y vio que los ojos de Sarah estaban llenos de lágrimas de alegría mientras lo deslizaba en su muñeca derecha.

– Nunca antes había recibido un regalo antes. Gracias.

Aaron suspiró de alivio, lo que sólo hizo su sorpresa aún mayor cuando Sarah se le acercó para darle un beso en la mejilla. Toda su cara se sintió como si estuviera en llamas al levantar la mirada y ver a Sarah reírse nerviosamente.

– Bueno, vamos. – dijo ella. – Mamá y papá seguramente ya tienen todo listo.

Sarah empezó a caminar, pero Aaron se quedó atrás por un rato. No podía creer que había recibido un beso de una chica...

...

Hilda recorrió lo largo del brazalete hecho a mano con su dedo. Parecía un regalo tan patético, pero de cierta forma, se podía imaginar lo mucho que debió significar para una pequeña niña Norma que nunca en su vida había recibido un regalo, especialmente de un niño.

– Entonces, ¿ella fue tu primer amor? – le preguntó, sintiéndose más que un poco celosa.

– Yo no iría tan lejos. – explicó él. – Pero era mi mejor amiga. Y sus padres también me hicieron sentir como parte de la familia. Hasta que...

– Hasta que la encontraron. – interrumpió Hilda. Volviendo a la cama, Rio tensó la mandíbula antes de sentarse junto a ella.

– Yo iba caminando por la calle cuando vi los autos de policía pasando. Su casa era la única que había en esa dirección, así que corrí tras ellos. Para cuando llegué, ya se había reunido una multitud y un policía ya había capturado a Sarah. La arrojó en el asiento trasero de uno de los autos incluso aunque sus padres suplicaban piedad. Yo intenté salvarla, pero el mismo policía que la agarró me tiró al suelo. Lo último que vi de Sarah fue su rostro suplicándome desde la ventana trasera del auto de policía mientras se alejaba. Ella confiaba en mí para mantenerla a salvo, y todo lo que pude hacer fue observar.

La voz de Rio se quebró, y Hilda lo miró a los ojos viendo que se le salían las lágrimas. Levantó la mano y suavemente se las limpió, antes de descansar su cabeza en el hombro de él, sujetándole la mano buena entre las suyas.

– Tonto. – susurró. – Eras sólo un niño. ¿Qué más podrías haber hecho?

– Lo sé. – asintió él. – Pero aceptarlo es otra cosa.

– ¿Y qué pasó después? – preguntó Hilda. – Dijiste que había una multitud. ¿Qué te hicieron?

– Nada en realidad. La policía me entregó a la custodia de mis padres y dejó que se encargaran de mí. Recuerdo que mi padre se puso a gritar sobre cómo le arruiné su carrera, y a mi madre preocupada por lo que pensarían sus amigas cuando se enteraran. Finalmente les dije que no me importaba, que esperaba que todo lo que temían les sucediera, y que se lo merecían por actuar como si fueran víctimas cuando Sarah y sus padres eran quienes estaban sufriendo. – Haciendo una pausa, Rio se frotó la mejilla derecha. – Mi padre... no estaba de acuerdo con mi posición. Me encerraron en la casa por más de una semana, antes de que decidieran enviarme a un internado al otro lado del reino. Mi papá usó sus influencias no sólo para meterme allí, sino para sellar todo mi registro. La reputación de mis padres estaba a salvo, y yo iba de camino a un lugar donde ya no podría avergonzarlos nunca más.

Rio sonrió con amargura al relatarlo todo, y Hilda apretó su agarre en la mano de él. Quizás no fuese al mismo nivel que lo que le hizo su mamá, pero igual que ella, los padres de Rio le habían fallado cuando más los necesitaba. Le hizo darse cuenta que los dos tenían más en común de lo que pensó inicialmente.

– ¿Y qué pasó con los padres de ella? ¿Aún sigues en contacto con ellos?

Rio negó con la cabeza. – Dos días antes de marcharme finalmente tuve la oportunidad de escurrirme fuera de la casa para ir a la de ellos. Sabía que probablemente no querrían verme, pero quería al menos tratar de disculparme. Cuando llegué, la puerta estaba abierta. Entré, y estaban tirados en el suelo, con una botella de veneno junto a ellos. No haber podido evitar que se llevaran a Sarah fue demasiado para ellos.

...

Con el agua chorreando por su cuerpo delgado, Tusk salió de la ducha y cogió una de las toallas que colgaban de la puerta. Aunque el cuarto que eligió para sí mismo tenía un jacuzzi bastante grande, Tusk no tenía ganas de esperar a que se llenara. Había sido un día bastante largo, y después de ese festín que se dieron, lo único que quería era una buena noche de sueño.

– ¿Tusk? – lo llamó una voz familiar desde el dormitorio.

– Aquí estoy, Ange.

– Te traje una bata de los baños termales. – le dijo. – Por desgracia no encontré nada de ropa interior.

– Está bien. – le dijo él. – Mañana pasaremos lo que tenemos por la lavadora automática del hotel.

Abriendo la puerta con un crujido, Tusk alargó la mano y sintió cuando Ange le ponía la bata en ella. Luego de ponérsela y amarrársela, salió del baño para encontrarse con Ange esperándolo en la cama.

– ¿Sucede algo?

– En realidad, sí. – dijo Ange mirándolo fijamente. – ¿Puedo quedarme en tu cuarto? La verdad, no quiero quedarme sola en este momento.

Tusk se quedó mirándola mientras su cerebro procesaba lo que acababa de decirle. Quedarse en el cuarto de él. ¿Querría decir que...? No, mejor ni siquiera pensar en eso. Ella se daría cuenta y volvería a golpearlo por ello.

– Uh, claro, no hay problema. – dijo él.

– Gracias. – Ange le sonrió de nuevo, y le pareció que estaba viendo a un ángel. Tusk le devolvió la sonrisa, y se movió hacia un sofá que estaba al otro lado de la habitación. – ¿A dónde vas?

– Oh, me quedaré en el sofá.

– ¿Estás seguro? – preguntó ella.

– Claro, está bien. – le dijo él. Pero apenas se sentó en ese antiguo mueble, y este colapsó por completo, mandándolo al suelo donde quedó tenido en medio de una pila de cojines y madera podrida. Mientras se sacudía la cabeza, Tusk pudo oír a Ange riéndose incontrolablemente desde la cama.

– ¡Ojalá hubieras visto tu cara! – dijo entre carcajadas.

Al oírla reír, eso le ayudó a Tusk a superar su propia vergüenza, y también se rio. Mala suerte tratando de verse genial en frente de Ange. Luego que se puso de pie y se sacudió, Tusk vio que Ange estaba ligeramente sonrojada.

– Ven acá. – le dijo mientras se le acercaba.

– Uh, ¿qué cosa? – dijo él tragando saliva.

– La cama tiene suficiente espacio para los dos. – le dijo ella. – Seguro será más cómoda que el piso.

– Estás... ¿estás segura? – le preguntó. La última vez que él y Ange compartieron una cama ella casi le provocó una conmoción cerebral.

– Sólo métete. – le dijo ella impaciente antes de enrollarse bajo las mantas.

Nervioso, Tusk regresó al borde de la cama y se metió junto a ella, pero se dio cuenta que estaba demasiado tenso para dormirse. ¿Qué tal si alguno de los demás entraba y los veía así? ¿Cómo se los iba a explicar?

– Oh wow. – murmuró Ange. – Está muy tranquilo.

– Uh, ajá... – replicó Tusk.

– Somos las únicas personas en todo el mundo.

– Ajá...

– Ha pasado un largo tiempo desde que sentí tanta paz. Tenemos suerte de tener un amigo que nos sacó de allí.

– ¿A qué te refieres? – Tusk desvió la mirada y vio que Ange se había volteado de lado para ponerse de espaldas a él.

– Villkiss. Nos llevó a un mundo donde no hay peleas. No me importaría quedarme aquí un tiempo.

Ange pareció dejarse llevar, y Tusk no pudo evitar acercársele. Se veía tan tranquila, tan inocente. Y antes de darse cuenta, le estaba acariciando su hermoso cabello dorado.

«Realmente has pasado por muchas cosas,» pensó. «Supongo que no puedo culparte por ponerte algo temperamental a veces.»

Una vez que tuvo la certeza de que Ange estaba dormida, Tusk se salió de la cama, y Ange lo llamó suavemente.

– ¿No quieres?

...

El repentino ruido de algo que se desplomaba hizo eco por todo el piso del hotel donde los cinco viajeros se habían refugiado. En su habitación, Vivian despertó y asomó su cuello de serpiente por la ventana para investigar. Aunque seguía algo mareada por el vino, echó un vistazo por la ventana de al lado, y al ver a Ange y Tusk en la misma cama fue suficiente para que recuperara la sobriedad.

En otro cuarto, al otro extremo del corredor, Hilda y Rio consideraron brevemente ir a investigar, pero cuando oyeron a Ange empezar a reírse, decidieron que no debía ser nada serio.

– Sabes, eres una de las primeras personas con quien he hablado de esto. – dijo Rio.

– Lo aprecio. – le aseguró Hilda. – Aunque estoy un poco celosa. Sus padres la amaron tanto que no pudieron seguir viviendo sin ella, y tuvo un amigo dispuesto a ir hasta los confines de la Tierra para encontrarla.

– Sí, bueno, fue un largo viaje. – le dijo Rio. – Había visto el mundo como realmente era, y me juré que no iba a abandonar a Sarah de la forma que todos los demás lo hicieron. Durante los siguientes cinco años, viví una doble vida. En la superficie, era sólo otro estudiante en la Academia Durandal. Estudiaba, me mantenía al margen, y hacía todo lo posible por no destacar. En privado, sin embargo, estaba buscando cualquier cosa que me diera una pista de a dónde podrían haberse llevado a Sarah. Cuando los documentos oficiales y sitios del gobierno no me dieron respuestas, empecé a andar en sitios de conspiraciones. Pero todo lo que encontré fue un rumor de un lugar llamado Zion, donde las Normas y los humanos coexistían como uno solo. Al pasar del tiempo, mis rabia y frustración creció, hasta que finalmente decidí que, si no podía rescatar a Sarah, al menos podría vengarme por ella.

– ¿Y cómo planeabas hacer eso?

– Poco después de cumplir dieciséis, fui en un viaje a Misurugi. Iba a ver el Pilar del Amanecer en busca de alguna forma de hacerlo caer. Y fue entonces que tuve otro encuentro que cambió mi vida para siempre...

...

Con sus brazos y piernas amarrados, Aaron no podía más que forcejear en el piso de la camioneta mientras lo llevaba a quién sabría dónde. No hacía mucho, había abandonado su hotel para dirigirse a los Jardines del Amanecer para ver si podía identificar alguna debilidad potencial en la estructura del Pilar. Pero en el instante que entró en el área boscosa que rodeaba el Pilar del Amanecer, alguien lo agarró. Le cubrieron la cabeza con una capucha antes de amarrarlo, y subsiguientemente lo arrojaron en la parte trasera de un vehículo. Luego de viajar por al menos unos diez minutos, la camioneta se detuvo, abrieron la puerta y lo sacaron a rastras.

Aaron sintió que lo sentaban en una silla antes de arrancarle la capucha, y el incremento repentino de luz lo cegó antes que sus ojos se ajustaran. Parecía estar dentro de una bodega abandonada. Detrás de él estaba la camioneta que lo trajo aquí, y a cada lado de las puertas traseras estaban un hombre y una mujer, cuyos rostros estaban oscurecidos por ponchos con capucha. En frente de él había un segundo hombre cuyo rostro estaba oculto por una máscara de esquí. Aún si estuviera de pie, el hombre enmascarado frente a Aaron podría haberlo superado en sus 178 cm de estatura, mientras que su constitución musculosa bajo su ropa le advirtió que no debía hacerlo enfadar.

– ¿Eres Aaron Kramer? – preguntó. A juzgar por su voz, parecía estar al menos en sus cuarentas.

– Sí, ¿y?

– Mi nombre es Blitz. Te he estado observando desde hace algún tiempo. No te molestes en tratar de llamar por ayuda, este edificio está equipado con dispositivos que bloquean las transmisiones de Mana.

– Sólo dime qué es lo que quieren.

De su abrigo, el hombre enmascarado sacó un archivo en copia sólida. Eso le pareció extraño a Aaron, ¿por qué no abrió una ventana de Mana como el resto del mundo?

– Aaron Kramer. 16 años de edad. Nacido en Rosenblum. Cuando cumpliste 11 fuiste acusado de ayudar a ocultar a una Norma no registrada. Debido a tu edad y conexiones de tu familia, no hubo cargos oficialmente presentados. Durante los últimos cinco años, has sido un estudiante residente en la Academia Durandal. Y según nuestra vigilancia, visitas frecuentemente sitios en relación a avistamientos de Normas y conspiraciones.

– ¿Entonces eres alguna clase de agente del gobierno?

Doblando la muñeca, Blitz cerró el archivo y cruzó sus brazos.

– Chico, si yo FUERA un agente del gobierno, ya estarías muerto. Especialmente con los sitios web que has estado visitando últimamente. Tienes suerte que nuestros hackers pudieron desviar la atención lejos de ti. La gente que gobierna el mundo no se tomaría bien que alguien arrojara bombas en la fuente de su poder.

Aaron hizo una mueca de desdén.

– ¿Crees que eso me importa una mierda? Ellos y todo este maldito mundo se lo merecen.

– ¿Y crees que a tu amiga le gustaría eso? – preguntó Blitz. Aaron sintió que su rabia explotaba dentro de él y trató de lanzarse, pero como seguía atado a la silla todo lo que hizo fue caerse de cara en el suelo. El hombre enmascarado se arrodilló frente a él mientras Aaron seguía forcejando contra sus ataduras. – Tienes mucho fuego, chico. Pero necesitarás más que eso si de verdad quieres arreglar al mundo...

...

– Ese fue mi primer encuentro con la Network. – dijo Rio. – Luego de que me calmé, Blitz me contó sobre su organización y cómo se esforzaban por evitar que las Normas cayeran en manos del gobierno. Por supuesto, en ese entonces yo sólo era un niño enfurecido. Como yo lo veía, le fallaron a Sarah, así que para mí no valían nada.

– Entonces, ¿por qué te uniste a ellos? – preguntó Hilda. Por primera vez desde que comenzó a contar la historia, Rio sonrió genuinamente.

– Eso se lo debo a Blitz. Me dijo que si realmente quería vengarme del mundo, no lo lograría haciendo actos menores de terrorismo. Sólo lo haría convirtiéndome en una piedra constante en su zapato. También me dijo que la Network había establecido conductos en varias instalaciones del gobierno, y si realmente quería encontrar a Sarah entonces unirme a ellos era mi mejor oportunidad. Aunque no me suavizó para nada lo que involucraría. Si me unía a ellos, significaría despedirme de todo aspecto de mi antigua vida, pero al final decidí que valdría la pena si podía salvar a Sarah."

– ¿Aunque eso significaba nunca más volver a ver a tus padres?

– Mis padres y yo nunca fuimos muy cercanos para empezar. – suspiró él. – Y después de lo que pasó con Sarah más o menos me degradaron a ser un pariente lejano. Sí, sé cómo debe sonar, especialmente comparado a tu situación. Pero lo hecho, hecho está, e incluso si una parte de mí quisiera hacerlo, ya no puedo regresar.

Hilda sacudió su cabeza. – Entiendo. Si lo hicieras, serías igual que los otros humanos «Y qué bueno que no lo eres,» pensó. «Si no te hubiera conocido, habría pensado que todos los humanos eran escoria. Especialmente los hombres.» Creo que ya sé cómo va el resto de la historia. Me contaste que entrenaste por dos años con ellos antes de convertirte en agente.

– Sí, y fueron los dos años más duros, pero también los mejores de toda mi vida. Aprendí a pelear, a moverme, y toda la verdad sobre el mundo y cómo llegó a ser así. Neo-Zion estaba lleno de Normas que habían escapado de varias instalaciones o tuvieron suficiente suerte para evitar ser identificadas. Eso me mostró que Sarah no fue la única victimizada y me ayudó a poner las cosas en perspectiva. Como sea, para no alargar la historia, al final de esos dos años, me convertí en un agente mientras que Blitz se convirtió en el nuevo Jefe de la Network. Lo primero que hice fue volver al pueblo donde Sarah y yo nos conocimos para presentar mis respetos a sus padres. Mientras estaba parado frente a sus tumbas, hice dos juramentos. Uno, que jamás me detendría hasta encontrar a Sarah. Y dos, que nunca más me quedaría simplemente observando. Sarah siempre fue mi objetivo principal, pero nunca iba a permitir que ninguna mujer frente a mí fuese victimizada sólo por ser una Norma.

«Y por eso es que peleas con tanta fuerza,» entendió Hilda. «Nunca te has perdonado por ese fracaso.»

Por supuesto, encontrar a Sarah resultó ser un desafío totalmente diferente. Entre misiones, utilicé mis conexiones para buscar en las instalaciones donde teníamos contacto para intentar localizar a Sarah. Cuando eso no funcionó, me di cuenta que Arzenal era el único lugar donde podría estar. Pero como Jill había cortado lazos con nosotros después de Libertus, no fue sino hasta que te conocí que pude finalmente buscar allí.

– Me alegro de haber podido ayudar. – dijo Hilda. – Sólo lamento que hayas tenido que pasar por todo eso para nada.

Rio no le respondió, y Hilda al mirarlo se dio cuenta que estaba profundamente pensativo.

– ¿Rio?

– No diría que fue por nada. – dijo finalmente. – Es cierto, no pude salvar a Sarah, pero encontré mucho más de lo que perdí. – Hilda empezó a hablar, pero Rio levantó la mano. – Sólo escúchame, ¿está bien? Hilda, sé cómo podría sonar, pero puedo decirte con toda honestidad que tú NO eres de ninguna forma un reemplazo de Sarah. Sarah... ella solía ser muy llorona, pero también era amable y gentil.

– ¿Y yo no lo soy? – preguntó ella. Rio alejó su mano de la de ella, y se rascó la sien.

– Para ser honesto... has sido un dolor en mi trasero desde que te conocí. – le dijo. Hilda frunció el ceño, y por un momento casi consideró darle un puñetazo. – Eres impulsiva, temperamental, terca como mula... – Rio hizo una pausa, y se dio la vuelta para sonreírle – ... pero también eres valiente, apasionada, y debajo de todo eso, tienes un lado dulce que realmente me gusta.

Hilda se sintió sonrojar. Realmente no podía estar diciendo lo que ella creía, ¿verdad?

– Y además de eso, somos camaradas. Me has salvado la vida más de una vez.

– Bueno, tú también has hecho lo mismo por mí, así que...

– No es sólo eso. – interrumpió Rio. – Hilda, cuando supe que Sarah estaba muerta, eso me destrozó. Incluso consideré tragarme una bala hasta que Jasmine me dio un video que Sarah hizo cuando se convirtió en piloto de Para-mail. Nunca perdió la esperanza, pero me dejó un mensaje en caso de que algo le sucediera. Lo que Sarah dijo en el video me sacó del abismo, pero no restauró mi fuerza. Mi misión ahora parecía inútil. El sólo pensar en ello me enfermaba.

– ¿Y qué fue lo que te hizo recobrarla? – preguntó ella. Tomándola de la mano, Rio se dio la vuelta por lo que sus ojos azul cielo se quedaron viendo fijamente los de ella.

– Fuiste tú.

«Espera, ¿qué?» pensó ella mientras su corazón daba un vuelco.

– Estaba en el balcón de la casa de invitados cuando te oí cantar. Habías perdido tanto, y sufrido de maneras que nadie debería. Y aun así, podías cantar de esa forma. No sólo eso, sino que seguías dispuesta a seguir peleando. Me hizo darme cuenta de lo egoísta que estaba siendo. Sarah se había ido, pero yo aún tenía trabajo por hacer. Otros necesitaban mi ayuda. Tú necesitabas mi ayuda. – Rio la miró de nuevo, y Hilda se quedó en shock al verlo genuinamente sonrojado. – Hilda, en ese momento, no fuiste sólo mi camarada. Fuiste mi ángel.

La declaración de Rio pareció hacer eco por toda la habitación, y Hilda se encontró sin habla. ¿Ángel? ¿Acababa de llamarla un ángel? Retirando su mano, Hilda se levantó de la cama y caminó hacia la ventana.

– ¿Hilda?

– No me llames así. – dijo ella. – Si supieras algo sobre mí, te darías cuenta que no soy nada de eso.

A su espalda, Hilda pudo oír el rechinar de los resortes de la cama mientras Río se ponía de pie. Afortunadamente, mantuvo su distancia.

– No sé por qué pensarías eso. Y no puedo entender a menos que me lo digas. – dijo él. Hilda frunció sus labios, pero no discutió. Él tenía razón. Rio merecía saber la clase de persona que ella era.

– Máscaras. – le dijo.

– ¿Disculpa?

– En Arzenal, casi todo mundo lleva una máscara, ¿recuerdas? Te lo dije en la cabaña. Algunas lo hacen para protegerse, y otras para manipular a los demás. Cuando me separaron de mamá, aprendí de la manera difícil que, si iba a sobrevivir lo suficiente para escapar algún día, tendría que jugar con las mismas reglas que el resto. Así que aprendí a ocultar mi miedo y mi odio a ese lugar, hasta que pareciera que yo sólo era otra Norma que había pasado toda su vida allí. Hice un grupo de amigas, Rosalie y Chris, tú las conociste en Arzenal. Me convertí en su cabecilla y nos cuidábamos entre nosotras.

– Suena a que es una buena idea. – dijo él. – Tener amigos puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

– No lo entiendes. – le dijo ella. – No podía soportar a ninguna de las dos. Rosalie era una idiota y Chris una debilucha cobarde. Pero sabía que si podía mantenerlas bajo mi control ellas me cuidarían las espaldas, así que las aguanté. ¿Eso suena como algo que haría un "ángel"?

La habitación volvió a quedarse en silencio como una tumba, antes que Rio finalmente volviera a hablar.

– Hiciste lo que tenías que hacer para sobrevivir. Y considerando las circunstancias en las que te encontrabas, no tienes por qué sentirte avergonzada de eso. Eras sólo una niña que fue arrebatada de su madre.

– No fue sólo eso. – continuó Hilda. – Cuando tenía quince, me asignaron al primer escuadrón. Chris y Rosalie ya eran miembros, y la capitana era una chica llamada Zola. A Zola le "gustaban" las nuevas reclutas.

– No tienes por qué darle vueltas al asunto. – le dijo él. – Ersha, cuando hablé con ella, me contó que Sarah y Zola eran amigas, y después de que Sarah murió, Zola cambió. ¿Estás diciéndome que...?

Hilda se rio con amargura. – Incluso antes de unirme al primer escuadrón, Zola no ocultaba que quería agregarme a su pequeña "colección". La única razón por la cual no lo hacía era porque todavía no tenía edad suficiente. Incluso ella tenía estándares sobre quiénes estaban fuera de los límites. Pero en cuanto cumplí los quince y era parte del primer escuadrón, ya era una presa accesible.

– ¿Ella te violó? – preguntó Rio. Hilda se tragó el nudo en su garganta y negó con la cabeza. – No lo entiendo. ¿Qué es lo que intentas decirme?

– Que me sometí sin oponer resistencia. Zola, siempre cuidaba de su escuadrón, pero especialmente de quienes le daban más diversión. Así que me aseguré de mantener mi lugar como su favorita. No sólo me ayudaba a vivir cómodamente, sino que me mantenía a salvo durante las incursiones. Y todo porque me convertí en su perra.

– Hilda...

– Se pone aún mejor. – dijo ella. – Luego de que Zola murió, yo compré su vieja habitación, y asumí su rol con las demás. Chris y Rosalie, sabía que ellas extrañaban a Zola, así que tomé ventaja de ello, usando el sexo para asegurar su lealtad conmigo. Finalmente, cuando la oportunidad se presentó, las abandoné. Y todo para volver a casa con una madre que me reemplazó como si nunca hubiera existido. – Lágrimas empezaron a formarse en sus ojos, y Hilda se mordió el labio para no quebrarse. – Pero eso no es lo peor que he hecho. ¿Sabes cómo murió Zola?

– ¿Cómo?

– Fue durante nuestra primera incursión después de que Ange llegó a Arzenal. La habían asignado al primer escuadrón y nos enviaron a interceptar a un Clase Bergantín. Durante la pelea, Ange trató de desertar, pero fue atrapada por una bandada de Goletas. Otras dos reclutas terminaron muertas como resultado, ella entró en pánico y se agarró de Zola, lo que le permitió al Bergantín derribarlas a ambas. Ange sobrevivió. Zola no tuvo tanta suerte.

– ¿Qué le pasó a Ange?

– Fue reasignada para pilotar a Villkiss. – respondió Hilda. – Pero Chris, Rosalie y yo, todas la odiábamos por lo que hizo. Zola era nuestra capitana y ella tenía que responder por ello. Así que una noche, me escurrí en el hangar para sabotear a Villkiss. La siguiente vez que salimos, Villkiss sufrió una avería y Ange se estrelló.

– Y fue entonces que Tusk la encontró. – dedujo Rio. Hilda se envolvió los brazos alrededor del pecho, mientras las lágrimas finalmente empezaban a caer.

– ¿Ahora lo entiendes? Yo no soy un ángel. Soy egoísta. Estoy sucia. Utilicé a la gente y luego las deseché. Y casi maté a Ange. Eso es lo que realmente soy. Pero tú... tú me ayudaste incluso aunque te traté como mierda. Aunque sufrías por ello. Y fue por eso que regresé a Arzenal, y por lo que quería que te fueras. No me merezco tu amabilidad, y no deberías desperdiciar tu vida con...

Pero antes que Hilda pudiera terminar, algo recorrió la habitación y la agarró bruscamente.

...

Desde donde yacía en la cama, Ange podía sentir la mirada de Tusk sobre ella. ¿No se había dado cuenta de todo el valor que necesitó para decirle eso? ¿Por qué no decía nada?

– Uh qué... ¿qué? – tartamudeó él.

– ¿No se supone que esto es lo que debe pasar? – susurró ella. – Cuando un hombre y una mujer...

– ¡Oh no no no no! – jadeó Tusk. – ¡Yo jamás haría eso, lo juro!

– ¿Pero por qué? – preguntó ella. – ¿Es que no te gusto?

– ¡Oh, vamos! – gritó Tusk. – ¡Eso no es justo!

– Entonces ¿por qué no lo haces? – preguntó ella. Para ser honesta, Ange tampoco sabía por qué presionaba el asunto. Todo lo que sabía era que finalmente había salido de Arzenal, estaba con Tusk, se habían reconciliado supuestamente, pero él ni siquiera se atrevía a tocarla.

– Es... porque no me lo merezco. – dijo él finalmente. Sentándose en la cama, Ange lo miró como si se hubiera vuelto loco. ¿No se suponía que los chicos siempre querían sexo? Si ella le había dado permiso, ¿por qué iba a sentir que no se lo merecía?

– ¿Por qué dices eso? – le preguntó. Tusk suspiró, y se sentó en el borde de la cama de espaldas a ella.

– Hace diez años, Libertus fracasó. – le dijo. – Alektra perdió su anillo y su brazo derecho, así que ya no podía pilotear a Villkiss. Mis padres y todos mis amigos murieron, y me quedé totalmente solo. Como el hijo del Caballero de Villkiss, era mi deber esperar hasta que apareciera una nueva piloto para Villkiss. Pero tenía mucho miedo. ¿Cómo iba a poder pelear y morir por alguien a quien jamás había conocido? Así que hui, y me escondí en esa isla. Uno de los aliados de mi padre, un hombre llamado Blitz que era uno de los mejores agentes de la Network trató de reclutarme en sus filas, pero en ese momento no veía el sentido. Embryo me lo quitó todo, así que me aislé por completo del mundo. Sobreviví recogiendo los Para-mails que eran arrastrados por la marea y vendiéndoselos a la Network. Pasaron los años, y conocí a Rio cuando él y Blitz vinieron para recoger un cargamento de ellos. Él y yo nos hicimos amigos y ocasionalmente venía a visitarme, pero la mayor parte del tiempo estaba solo. Y entonces, te conocí. Aunque eras muy pequeña eras una luchadora. Te rehusabas a darte por vencida sin importar lo superada que te vieras. Y eso me hizo cuestionarme lo que estaba haciendo y por qué. Allí fue cuando entendí que estaba siendo un cobarde. Al fin entendía lo que significaba ser un caballero, y elegí asumir ese deber no por una herencia, sino para poder protegerte a ti. Eso era todo lo que necesitaba saber. Y planeo honrar esa promesa hasta el día en que muera.

¿Conque eso era? Con un suspiro de frustración, Ange también se levantó de la cama.

– Eres un pelmazo. – Tusk se giró para ver sorprendido cómo Ange daba la vuelta alrededor de la cama para sentarse a su lado, y sonreírle. – Pero al menos eres puro.

– Ange... – Tusk trató de decir algo, pero con un movimiento de su mano, Ange deshizo el nudo de la cinta de su bata, abriéndpse el frente mientras deslizaba la prenda fuera de sus hombros. Tusk se quedó mirándola con una mezcla de asombro y shock, mientras tragaba saliva nervioso.

– Pero yo estoy arruinada. – le dijo. – He matado a humanos y DRAGONS. He causado las muertes de personas iguales que yo, y las de mis padres. Incluso traté de matar a mi propio hermano. Soy sólo un monstruo y no me merezco ser protegida por alguien como tú.

Y era cierto. Ange estaba manchada permanentemente de sangre, violencia y muerte, y nada jamás podría cambiar eso.

– ¡Eso no es verdad! – gritó Tusk. Saltando fuera de la cama, Tusk agarró a Ange por sus hombros. – Ange, tú no pediste nada de eso. Eres la chica más pura y preciosa del mundo. Juré que te protegería y que estaría a tu lado sin importar cuánto te manches de sangre.

Ange miró a Tusk y no pudo entenderlo. ¿Cómo podía alguien ser así de paciente y comprensivo?

– Pero siempre soy mala contigo. – dijo ella. – Y soy muy voluble y tampoco escucho a nadie incluso cuando debería.

Tusk le sonrió, y le limpió una lágrima de la esquina del ojo.

– Sí. – admitió él. – Pero ciertamente no eres aburrida.

¿No era aburrida? ¿Eso era lo mejor que se le ocurría decirle? Ange volvió a mirarlo, y al ver la sonrisa de Tusk le ayudó a olvidarse de ello. Cerrando sus ojos, Ange levantó su cuello hacia él.

«No se te ocurra no captar la indirecta, pequeño idiota,» suplicó mentalmente.

Y cuando sintió los labios de Tusk sobre los suyos, supo que no lo había hecho.

...

Rio escuchó todo el tiempo que pudo, pero cuando Hilda finalmente comenzó a quebrarse, la tristeza que salía de ella fue demasiado. Antes de darse cuenta, había cruzado todo el cuarto hacia ella, envolviéndola en su brazo bueno y apretándola contra su pecho. Debajo de su bata, el brazo roto le dolió dentro de las vendas por la repentina presión, pero Rio se aguantó el dolor. Si por él fuera todo el brazo podría caérsele y aun así no iba a soltarla.

– Rio... – susurró ella. – No...

– ¡Al diablo con eso! ¡No voy a quedarme parado viendo cómo te torturas a ti misma!

– Rio... – trató de decir.

– Yo tampoco estoy limpio. – le dijo. – En muchas de mis misiones, también he tenido que mentir y usar a la gente. Y en más de las que crees, he tenido que matar. Es cierto, que lo hice para proteger a Normas inocentes, pero mi motivo principal siempre fue encontrar a Sarah. Y sé que algún día tendré que responder por ello de una forma u otra. Pero no puedo detenerme ahora porque todavía tengo un trabajo que hacer. Hilda, tengo que protegerte. QUIERO protegerte.

– ¿Pero por qué? – preguntó Hilda. Rio se sacudió el cerebro en busca de una respuesta.

– Porque soy tu caballero. – Rio aflojó su agarre, y Hilda se dio la vuelta para mirarlo sorprendida.

– ¿Mi qué?

Alzando la mano, Rio suavemente le quitó una lágrima de su delicada mejilla.

– Cuando Libertus se formó por primera vez, había un grupo de élite entre los antiguos humanos que se hacían llamar el Clan de los Caballeros. Su líder era Istvan, el padre de Tusk, quien en ese entonces era el Caballero de Villkiss. Igual que con Istvan y Alektra, eran emparejados con una compañera Norma y pelearían lado a lado. Hilda, tú y yo somos iguales. Nuestras vidas fueron destruidas por este mundo. Cuando estaba en mi punto más bajo, Blitz me ayudó a levantarme. Y ahora es mi turno de hacer lo mismo por ti. Hilda, sé que ahora no tengo mucho que ofrecerte. He perdido la Luz de Mana, mi brazo derecho está roto, no tengo un Para-mail propio, y ni siquiera tengo un título como Tusk. Pero aun así, quiero pelear por ti. Para darte un mundo donde puedas ser libre, donde nadie te lastimará, donde puedas vivir como desees. Desde este momento, me pliego a ti. No como agente de la Network... sino como el Caballero de Hilda.

Por lo que parecía una eternidad, los dos se quedaron mirándose, hasta que finalmente la boca de Hilda se rompió en una sonrisa. Luego comenzó a reírse por lo bajo hasta que finalmente se soltó en carcajadas tan fuertes que empezó a soltar lágrimas por sus mejillas y casi se fue de espaldas.

«Bueno, esa no era la reacción que me esperaba,» pensó. «Pero al menos está de mejor humor.»

Finalmente, Hilda pudo controlar su risa y se quitó las lágrimas de los ojos. – Eres... ¡eres un idiota! – dijo jadeando.

– Sí, ¿y eso es una novedad? – dijo él. En respuesta, Hilda se aferró a él, enterrando su cara en la garganta de Rio mientras su melena roja le hacía cosquillas en la barbilla.

– Pero creo que eso es lo que me gusta de ti. – le dijo.

Rio al principio se había tensado. La última vez que Hilda se le había acercado tanto, casi lo convirtió en un soprano. Pero cuando sintió lo relajada que estaba y las lágrimas que seguían cayendo en su pecho, bajó su guardia y la rodeó con su brazo bueno. Podía sentir su calor a través de la delgada seda de las batas que ambos llevaban, y la presión de sus senos aplastándose contra él. Bajó la nariz hacia su cabello, notando el aroma de miel y canela que emanaba de él. ¿Sería su aroma natural o el champú del hotel? De cualquier manera lo encontraba embriagador.

– Dios mío. ¡Rio, mira!

Rio bajó la mirada y notó que Hilda veía por la ventana. La tormenta había llegado a su fin, y la luna llena aparecía entre las nubes. Hasta donde podían ver, la nieve cubría todo en un manto infinito de blanco que refractaba la luz de la luna, haciéndole ver como un campo de diamantes brillantes. Rio volteó a ver a Hilda, cuya cabellera roja contrastaba con su piel pálida, sus ojos violetas, y la mirada serena y maravillada en su rostro.

«Te equivocas,» pensó él. «Esta es la verdadera tú. Bajo todo el dolor y la tristeza. Sólo que la habías perdido de vista.»

Es hermoso. – dijo Hilda.

– Sí, lo es. – dijo él estando de acuerdo.

Antes de darse cuenta, había empezado a acariciarle detrás de la cabeza. Unas cuantas tiras carmesís se colaron entre sus dedos y se sintieron aún más suaves de lo que se imaginó. Como si sintiera que no estaba hablando sobre el escenario afuera, Hilda se giró para encararlo y de pronto encontró su mejilla siendo rozada por la palma de él, y un gran rubor se esparció por todo su rostro. Solos en ese cuarto de hotel, en este mundo que había estado vacío de vida humana por cinco siglos, Rio miró a la hermosa chica que estaba frente a él, y de pronto sintió como si algo lo arrastrara hacia ella. Los ojos de Hilda se ensancharon de sorpresa y confusión, pero no se alejó de él. Ahora estaban suficientemente cerca como para mezclar sus alientos, cuando un repentino chillido rompió la tranquilidad, y una enorme sombra apareció en la ventana.

– ¡Cuidado! – gritó. Agarrando la cintura de Hilda, Rio le dio la vuelta alejándola de la ventana justo cuando el objeto aterrizó, y la onda de choque hizo trizas el vidrio y sacudió todo el edificio. Al otro lado, Vivian chirrió de sorpresa y miedo de lo que fuera que se había estrellado en el suelo.

– Tenías que aterrizar justo aquí, ¿verdad? – oyeron gritar a Ange.

– ¡Ange, Tusk! – gritó Rio. – ¡¿Se encuentran bien?!

– ¡Sí! – respondió Tusk. – ¿Qué diablos fue eso?

Un repentino gruñido les respondió, y Rio y Hilda volvieron hacia la ventana, quedándose boquiabiertos del shock. Frente a ellos había un DRAGON púrpura Clase Bergantín, cuyos ojos brillaban de rojo. Pero lo que les impactó a un más fue ver quienes flotaban en el aire junto a él. Eran dos de los Para-mails enemigos que habían atacado Arzenal, el verde y el azul. Mientras los observaban, las cabinas se abrieron, y de ellas emergieron dos figuras.

Ambas pilotos eran mujeres vestidas con túnicas del mismo color de sus unidades. La piloto de la unidad verde tenía pelo castaño hasta la barbilla, y en su mano llevaba un bastón que en el extremo tenía una enorme cuchilla curva. La otra tenía cabello largo y negro, con dos mechones rojos enmarcándole su cara, y de su espalda colgaban un par de espadas curvas.

– Así que ustedes fueron los que enviaron esa señal de auxilio. – dijo la piloto de la unidad azul. – Bienvenidos a la Verdadera Tierra.

Esta historia continuará...

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