Capítulo 18: Extraños en una tierra extraña
La última cosa que Ange recordaba era que estaba lanzándose en picada hacia Tusk, con el corazón golpeándole en el pecho por el terror mientras el piloto del Ragna-mail negro se preparaba para disparar su arma y vaporizarlo. Y luego, sintió como si Villkiss comenzara a pulsar con la misma energía que tenía cuando ella cantó la canción de la familia imperial. Ange alcanzó a ver algo rojo volando hacia ella en la esquina de su ojo, y luego todo el mundo desapareció en un mar de estrellas brillantes e iridiscentes.
Cuando recuperó la conciencia, algo le frotó la cabeza a Ange, y miró débilmente hacia arriba. Una cabeza reptiliana se hizo visible, y Ange chilló antes de echarse para atrás golpeándose contra el borde de la cabina de Villkiss. Pero en lugar de atacarla, el Goleta se señaló a sí mismo con una mano con garras.
– Oh... eras tú, Vivian. – jadeó al darse cuenta de quién era. Vivian silbó para confirmarlo, y se frotó contra Ange. – ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Y qué le pasó a Tusk?
Ange recibió su respuesta, cuando un grito ahogado de dolor resonó a un lado de Villkiss.
– ¡¿Quieres tener más cuidado?! – gritó la voz de una chica. – ¡Se supone que lo arregles, no que lo empeores!
– ¡Tengo que poner el hueso en su lugar si quiero que tenga una oportunidad de sanar! ¡Y no tengo analgésicos a mano, así que no hay otra forma!
Levantándose, Ange echó un vistazo y vio el skyhook de Tusk aparcado junto a Villkiss y un Glaive rojo. Y apoyado contra el skyhook, Rio estaba sentado con los dientes hundidos en la tela de su chaqueta. A su derecha, Tusk estaba ocupado tratando de amarrar un par de palos alrededor de la parte superior del brazo de Rio, mientras a su izquierda, Hilda estaba de rodillas con su brazo alrededor de los hombros de él.
– ¿Hilda? ¿Tusk? ¿Qué pasó?
Desviando la mirada de su trabajo, Tusk terminó de asegurar el brazo roto de Rio en un cabestrillo y se volteó hacia ella.
– Hey, ya despertaste. ¿Alguna herida?
– Creo que no. Pero ¿qué hacen ustedes dos aquí?
Poniéndole su brazo libre alrededor de sus hombros, Hilda ayudó a Rio a ponerse de pie, y le echó encima su chaqueta.
– Eso dínoslo tú. – respondió Hilda. – Lo último que recuerdo fue que me estaba lanzando hacia ti antes que ese Para-mail negro te disparara. Luego hubo un destello, y lo siguiente que supe fue que Rio y yo casi nos estrellamos en aquel edificio de allá.
– ¿Edificio? – preguntó Ange.
Fue entonces que Ange finalmente notó su entorno. Alrededor de ellos había varias estructuras que parecían colinas, pero no fue sino hasta que Ange se dio cuenta que seguían un diseño geométrico que se trataba de edificios que habían sido cubiertos de pura maleza. Hierba, lianas y enredaderas cubrían toda la superficie mientras que por el claro donde habían "aterrizado", los árboles y la maleza habían echado raíces en las grietas del pavimento, convierto lo que seguramente fue una ciudad prominente en roca destruida y en ruinas. También había rodeándolos objetos que parecían autos, oxidándose y envueltos en hierba que crecía entre ellos. Dondequiera que estuvieran no sólo estaba abandonado, parecía que no había estado habitado en siglos.
– ¿Qué es este lugar? – se preguntó ella. – ¿Alguna clase de ruina antigua antes de la era del Mana?
– Así parece. – dijo Rio. – Pero vean su tamaño, y lo intacto que se ve.
– Estoy de acuerdo. – añadió Tusk. – Si esto realmente fue una ciudad de la antigua humanidad, no hay forma de que la hayan dejado tan intacta como se ve.
– ¿Entonces dónde estamos? – se preguntó Hilda. – He volado sobre las aguas que rodean Arzenal y nunca he visto nada como esto.
– Es posible que ya no estemos cerca de Arzenal. – teorizó Rio. – Ange, cuando te lanzaste hacia Tusk, ¿qué era lo que pasaba por tu mente?
De un salto, Ange se bajó de Villkiss y se encogió de hombros. – Supongo que desesperación, pánico. Lo único en lo que podía pensar era en llegar a él antes que ese sujeto pudiera matarlo. – Finalmente, la realización la golpeó. – Espera, tú y Hilda también se estaban lanzando. ¿Estaban tratando de detenerme?
– Tratábamos de evitar que te mataran. – respondió Hilda. – Un poco de gratitud vendría bien.
– No perdamos el tiempo discutiendo. – sugirió Tusk. Vivian chirrió estando de acuerdo. – Rio, ¿estás tratando de decir que Villkiss reaccionó al deseo de Ange y nos transportó a este lugar?
– Es lo que creo. – dijo Rio. – Y yo y Hilda también fuimos arrastrados cuando hizo el salto. Por todo lo que sabemos, podríamos estar al otro lado del mundo.
Fue entonces que Ange notó otra cosa extraña. – Hey, Rio, ¿por qué no estás usando tu Mana para sanar tu brazo?
Rio miró el cabestrillo improvisado y frunció el ceño. – Porque no puedo. Se ha ido.
– ¿Ido? – repitió Ange. – ¿Qué quieres decir con que se ha ido?
– Quiero decir que ya no puedo usarlo. Embryo, él estaba allí en Arzenal. Y también Dark.
– ¿Dark? – preguntó Hilda. – ¿Ese sujeto contra el que peleamos en Enderant? ¡Pero si lo mataste!
– Eso fue lo que pensé. – admitió Rio. – Pero de alguna forma, Embryo lo trajo de vuelta. Y me quitó la Luz de Mana por completo. Ahora no tengo ningún poder.
Sonaba demasiado increíble para ser cierto. Pero si todo lo que le habían dicho a Ange sobre este sujeto Embryo era cierto, tal vez fuese posible.
– Mejor enfoquémonos en salir de aquí por ahora. – sugirió Tusk. – Si Jill y el resto lograron escapar a bordo del Aurora, tal vez podamos contactarlos.
– Haz eso. – dijo Ange. – Iré a dar una vuelta para ver si logro averiguar en dónde estamos.
Volviendo a subirse a la cabina de Villkiss, Ange giró la ignición, pero no tuvo respuesta.
– ¿Qué pasa? – preguntó Hilda.
– Creo que Villkiss recibió algo de daño al aterrizar. Supongo que tendré que caminar. – Mientras sacaba el rifle de asalto de su funda en la cabina de Villkiss, un silbido captó la atención de Ange, y al mirar vio a Vivian de espaldas a ella. – ¿Quieres que me monte sobre ti? – Vivian asintió y chirrió con excitación. – De acuerdo, ya que insistes.
– Hey Vivian. – dijo Rio acercándose a ella. – Perdón por lo que pasó antes. De haberlo sabido, no te habría disparado.
Vivian ronroneó como si fuera un gato gigante y se frotó contra él. Por lo visto ya le había perdonado todo.
– Sólo ten cuidado. – dijo Tusk mientras Ange se montaba sobre Vivian. – Si encuentras enemigos, intenta evitarlos.
– No te preocupes, lo haré. – prometió Ange.
– ¿Sabes algo? – dijo Hilda. – Sigo sin poder creer que Vivian sea un DRAGON.
Vivian simplemente se puso una garra en la boca y se calló.
...
Mientras Ange y Vivian desaparecían en el cielo, los otros se dispusieron a tratar de obtener una mejor idea de su situación.
– ¡Respondan, Arzenal! – transmitía Hilda por la radio de su Glaive. – ¡Comandante, Rosalie, quien sea! No sirve. Dondequiera que estemos, debemos estar fuera de rango.
– No sabes ni la mitad. – añadió Tusk. – La navegación no puede determinar nuestra posición. Y los escáneres no muestran signos de electricidad o movimiento en kilómetros. Parece que somos los únicos que están aquí.
– Bueno, al menos si alguien intenta atacarnos por sorpresa, podremos anticiparnos. – supuso Rio. – Por ahora, establezcamos un campamento.
– Buena idea. – Tusk estuvo de acuerdo. – Necesitaremos un lugar donde guardar nuestras máquinas hasta que podamos repararlas.
– ¿Qué tal debajo de allá? – sugirió Hilda. Rio y Tusk siguieron su línea de visión, y vieron que más abajo había un puente, cuya envergadura estaba cubierta de maleza que casi parecía una cortina de musgo.
– Vamos a revisar. – dijo Rio.
Juntos, los tres se dirigieron hacia el viejo puente, y Rio notó que estaba tenebrosamente callado. Usualmente, cuando la naturaleza recuperaba lo que alguna vez fue civilización, la vida salvaje se movía para reclamar las ruinas abandonadas. Y aunque había oído bastantes insectos y ocasionales trinos de pájaros, el animal más grande que había visto eran algunas aves del tamaño de palomas que anidaban sobre los edificios derrumbados. Ahora, estaban debajo del puente, y Rio vio que a pesar de que la estructura estaba ahogada por la maleza, parecía bastante estable, y el hecho de que fuera de cuatro canales de ancho era suficiente para cubrir los tres vehículos.
– Supongo que esto servirá. – dijo Tusk. – Hey, Hilda, ¿cuánta energía le queda a tu Para-mail?
– Más o menos la mitad de la carga.
– Eso debería ser suficiente. Si cambias a modo destructor y agarras a Villkiss por la parte superior del cuerpo, puedo atarle un cable de remolque por las piernas. Juntos podríamos arrastrarlo aquí dentro.
Poco después, las tres máquinas se encontraban seguras debajo del puente. Villkiss yacía contra la rampa de concreto bajo el extremo derecho, mientras que el Glaive de Hilda estaba aparcado bajo el izquierdo, con el skyhook de Tusk junto a él. Incluso con los tres vehículos debajo, quedaba suficiente espacio para que los cuatro y Vivian pudieran descansar en relativa comodidad. Con ayuda de unos cables de emergencia, Tusk conectó el generador interno de su skyhook a la batería del Glaive de Hilda, y comenzó a recargarlo.
– ¿Seguro que puedes permitirte hacer eso? – le preguntó ella.
– Está bien. – le aseguró él. – El generador tiene suficiente energía para un año entero de uso continuo. Y necesitaremos ambas unidades funcionando para salir de aquí.
Eso era especialmente cierto para Villkiss. Aparte de los circuitos quemados, todo su brazo izquierdo había sido arrancado hasta arriba del codo. Seguramente había sido atrapado por el ataque de Embryo antes que saltara con todos ellos.
– Ahora, necesitamos encontrar una fuente de agua limpia. Seguramente debe haber un estanque o algo así por aquí.
Apenas lo dijo, algo aterrizó en el pavimento con un golpe seco. Al mirar arriba, vieron a Ange y Vivian, que ya habían regresado.
– ¡Tusk! ¡Hilda! ¡¿Dónde están, chicos?!
– ¡Por aquí! – la llamó Tusk. – ¡Ya encontramos refugio!
Ange corrió hacia ellos, y los otros se dieron cuenta que algo andaba mal. Aunque el día estaba ligeramente fresco, Ange estaba sudando y tenía los ojos muy abiertos por el shock y la aprehensión. Detrás de ella, Vivian dejó caer su enorme cuerpo bajo el puente antes de enrollarse en un parche vacío de tierra. Parecía ser que volar por todo ese tiempo con Ange en su espalda la había dejado muy cansada, especialmente a la luz de lo que habían pasado durante ese día.
– ¿Qué pasa? – preguntó Tusk.
– Estamos... estamos en Misurugi. – dijo jadeando.
Después que Ange se calmó, el grupo se sentó en un círculo mientras Ange les contaba lo que ella y Vivian habían visto. La ciudad en ruinas que los rodeaba se estiraba por varios kilómetros sin ningún rastro de vida humana. Y luego al borde, Ange vio lo que parecía un cráter lleno de agua, en cuyo centro estaba el Pilar del Amanecer.
– ¿Estás segura de eso? – preguntó Rio.
– He pasado toda mi vida mirando el Pilar del Amanecer desde la ventana de mi dormitorio en el palacio imperial. – repitió Ange. – Lo reconocería donde fuera, sólo que estaba roto y en ruinas, igual que todo lo demás.
– Pero espera. – la interrumpió Hilda. – Está muy claro que este lugar ha estado abandonado por años. Quiero decir, todos estuvimos en Misurugi no hace más de una semana, ¿verdad? Si realmente este lugar es Misurugi, ¿cómo podría haber cambiado tanto?
Como si fuera una respuesta, algo empezó a hacer eco bajo el puente.
– ¿Eso es música? – preguntó Rio. Sonaba como un camión de helados. Quizás hubiera gente aquí. Moviéndose como uno solo, el grupo asumió posición en caso que fuera una trampa, y esperaron mientras la música gradualmente se acercaba antes que comenzara a sonar un mensaje pregrabado junto con ella.
– Este es el Comité de Defensa Metropolitana buscando sobrevivientes. ¿Hay algún sobreviviente aquí? – El sonido parecía venir desde arriba de ellos, así que se movieron hacia afuera justo a tiempo para ver un robot cuadrúpedo detenerse encima del puente arriba de ellos. Su carcasa estaba abollada y oxidada, y parecía tambalearse de lado a lado sobre sus patas con ruedas. – El Refugio Metropolitano número 3 se encuentra actualmente disponible para acomodar refugiados. – Continuaba transmitiendo su mensaje mientras seguía de largo. – Si es usted un refugiado, por favor diríjase hacia el área del Parque Central.
– Sobrevivientes, ¿eh? – musitó Tusk.
– Bueno, no es como que tengamos nada mejor que hacer. – señaló Hilda. – Vamos a comprobarlo.
– ¿Qué pasará con Villkiss y las otras máquinas? – les recordó Ange.
– ¡Hey Vivian! ¿Puedes vigilarlas? – preguntó Rio. Vivian agitó un ala para responderles y se volvió a dormir. – Estarán bien mientras ella esté aquí. ¿Alguna idea de dónde está este Parque Central?
– Hay un área boscosa a unos veinte kilómetros al sureste de aquí. – respondió Ange. – Vivian y yo la vimos desde el aire. Yo digo que podría ser.
Y así, al cabo de una hora más tarde, los cuatro se encontraron frente a un edificio enorme con forma de domo, cuya única entrada era una enorme puerta de acero.
– ¿Alguna idea de cómo entrar? – preguntó Hilda, justo antes que una luz roja los iluminara desde arriba de la puerta.
– Señales de vida confirmadas. – anunció una voz de mujer. – No hay signos de contaminación. Entrada aprobada. – Y con un chirrido de óxido, la puerta se deslizó para revelar un pasillo de metal. – Han llegado al Refugio Metropolitano Número 3. El Comité de Defensa Metropolitana les da la bienvenida. Ya que no muestran signos de contaminación, por favor procedan hacia el área residencial.
Una fila de luces en el piso del corredor se encendió y los guio hacia adelante. Dándose la vuelta, Ange sacó su pistola de 10 mm y se la ofreció a Rio.
– Puedes disparar con la izquierda, ¿verdad? – preguntó. Rio sonrió mientras aceptaba el arma.
– Estoy herido, no inválido.
Sacando sus rifles de asalto, Ange y Tusk tomaron el frente mientras Rio y Hilda servirían de apoyo con sus pistolas. Por estimación de Rio, el túnel seguramente debía correr casi un cuarto dentro del interior del edificio, antes de terminar en otra puerta de metal, sobre la cual había un monitor de unos dos metros de ancho.
– ¿Hola? – dijo Tusk. En respuesta, el monitor se encendió para revelar a una mujer de cabello largo castaño y con un traje blanco.
– Bienvenidos al Refugio Metropolitano Número 3. Nuestro estatus de ocupación es de 100%, y nuestra residencia está al 0%, así que siéntanse libres de elegir cualquier espacio que consideren apropiado para su clasificación como individuos o familia. Por favor sean respetuosos con los otros residentes. El no cumplimiento de estas normas resultará en acciones disciplinarias incluyendo expulsión del refugio. Disfruten de su estadía.
– ¿100 y 0%? – repitió Hilda. – ¿Qué significa eso?
Entretanto, la puerta hacia el área residencial se abrió, y al encenderse las luces, la respuesta se hizo horriblemente clara para todos ellos.
Al otro lado de la puerta había una cámara que ocupaba casi todo el interior del edificio. Catres y mantas estaban esparcidas por todo el suelo, mientras que varias pantallas y doseles marcaban áreas especializadas para cocinar, hacer lavandería, y comer. Y esparcidos por todo el refugio había incontables cadáveres momificados. Algunos yacían en sus catres, mientras que otros parecían haber muerto en medio de algún disturbio. Algunos todavía sujetaban garrotes improvisados y cuchillos en sus manos esqueléticas, y otros incluso tenían pistolas. Un cadáver en particular captó la atención de Rio, una mujer a juzgar por los restos de su ropa. Al parecer había muerto tratando de llevar a su hijo a la seguridad, con el cadáver del bebé todavía aferrándose a sus brazos en el lugar donde habían caído ambos en el suelo.
– Oh Dios... – murmuró Ange mientras se cubría la boca. El aire apestaba con el olor a moho, y Rio casi se ahogó con él. Desde su cinturón, Tusk extrajo un detector manual de movimientos y escaneó el área.
– No detecto ningún movimiento. – anunció. – Parece que somos los únicos vivos aquí.
– Sí, no es broma. – comentó Hilda. – Pensé que esto era un refugio, así que ¿por qué están todos muertos?
– Revisando bitácoras de seguridad. – dijo la mujer en el monitor. – 5 de noviembre, 2203. Un disturbio se desató entre los residentes sobrevivientes, en protesta de las medidas de racionamiento más estrictas. El disturbio ocurrió en un período de tres días, en los que todos los residentes y el personal del refugio se mataron entre sí, o sucumbieron a heridas o al hambre.
Sacudiendo su cabeza para aclarar sus pensamientos, Ange corrió de vuelta hacia el corredor y le lanzó una mirada fulminante a la pantalla.
– ¡Hey! – gritó. – ¡¿Qué diablos pasa aquí?! ¡Sal donde pueda verte o te arrastraré para obligarte a decírnoslo!
– Lo siento. – dijo la mujer. – No entiendo su solicitud. Por favor reformule su petición.
Ange gruñó y levantó su pistola para dispararle al monitor, pero Rio la hizo bajar el arma justo a tiempo.
– Espera. – le dijo. – Obviamente es un sistema computarizado automático. Tienes que hacerle las preguntas correctas.
Ange se calmó, y bajó su arma. – De acuerdo, Sr. Experto. Enséñame como se hace.
El sarcasmo de Ange no le pasó desapercibido a Rio, pero decidió ignorarla en lugar de darle la satisfacción.
– Identificación de programa. – ordenó.
– Este programa está diseñado como Sistema Automático Administrativo Himawari. ¿En qué puedo servirle?
Bueno, eso era un inicio. Luego de decidir que no iban a averiguar nada en el refugio que se convirtió en tumba, Hilda y Tusk se unieron a Ange y Rio en su interrogación al sistema computarizado del edificio.
– ¿Cuál es el propósito de este edificio? – preguntó Rio.
– Buscando archivos... – dijo Himawari. – Generando respuesta ahora.
Ante sus ojos, la pantalla cambió de Himawari a la imagen de una ciudad, Rascacielos que brillaban en el sol mientras que en las calles de abajo incontables personas se ocupaban de sus asuntos, cuando una repentina ráfaga de misiles comenzó a llover sobre los edificios. Desde allí, las imágenes cambiaron a otras escenas de batallas, tanques rodando por terreno accidentado, jets y bombarderos destruyendo ciudades enteras, y flotas de acorazados lanzando bombardeos que prendían todo el océano en llamas.
– ¿Qué es esto? – preguntó Hilda. – ¿Alguna clase de película?
– Lo que están observando es metraje de combates reales de la 7ma Guerra Mundial, también conocida como Ragnarok, o la Guerra D; un conflicto internacional entre las dos superpotencias del mundo: la Federación de Economía Unificada, y la Alianza Pan-Continental. En el transcurso del conflicto, la población humana fue reducida en un 89% de su total previo a la guerra, hasta que la Federación reveló su arma definitiva, los Ragna-mails.
– ¿Los qué? – preguntó Tusk. En la pantalla frente a ellos, una máquina humanoide negra muy familiar apareció de repente.
– ¿Ese no es...? – dijo Ange.
– Es el Hysterica. – interrumpió Rio. – La máquina de Embryo.
Mientras observaban, al Hysterica se unieron otras seis unidades. Cada una de ellas compartía el mismo diseño que el Hysterica, incluyendo el color. Uno en particular captó la atención de Ange.
– ¡Villkiss! – jadeó.
– Bajo la guía de la unidad de comando Hysterica, los siete Ragna-mails se dispersaron para buscar a los objetivos clave dentro de la Alianza y destruirlos. – continuó Himawari.
Ahora, la imagen cambió mostrando diferentes escenas a lo largo del mundo. Mientras los Ragna-mails se acercaban a sus objetivos, sus hombros se abrieron para revelar sus Fásers de Discordia. Las unidades negras dispararon y la energía espiral vaporizó a sus objetivos, mientras explosiones comenzaban a consumir todo el mundo.
– Así terminó el conflicto. Sin embargo, disparar los siete Ragna-mails al mismo tiempo resultó en una consecuencia inesperada. La energía de su arma de resonancia dimensional desencadenó una reacción a escala global en los reactores de Dracunium, cuyo control fue la raíz de la guerra, causando que se autodestruyeran. En consecuencia, la radiación de Dracunium saturó a todo el mundo, devastando los ecosistemas globales y dejando a la Tierra inhabitable. Los sobrevivientes se vieron forzados a buscar asilo en refugios como este. Desafortunadamente, sin un tren constante de provisiones, el hambre y la intranquilidad social resultó en muertes residenciales masivas. La respuesta ya está completa. ¿Hay alguna otra cosa con la que pueda ayudarles?
El shock de lo que le había pasado al mundo, a la humanidad, era abrumador.
– La humanidad... ¿fue exterminada? – preguntó Tusk.
– No. – susurró Ange. – Esto... no puede ser verdad. Momoka... y las otras... no pueden estar muertas.
– Esto... esto tiene que ser una broma, ¿verdad? – murmuró Hilda. – No hay forma de que esto sea real.
– Cálmense todos. – ordenó Rio. – Aún hay mucho que no sabemos. Himawari... ¿hace cuánto tiempo ocurrió todo esto?
– Aproximadamente 538 años y 193 días. – respondió la computadora.
– ¿Qué? – jadeó Ange.
– ¿Qué hay de los otros refugios? – preguntó Rio.
– Comunicando... datos recibidos. La población total de los 2.976 refugios alrededor del mundo es cero. Ninguno de ellos tiene signos de calor, movimiento, o ninguna otra actividad por los últimos 538 años. Acorde con la información presente, ustedes son los únicos humanos vivos en todo el planeta.
...
Luego de que el shock inicial pasó, el pánico amenazó con apoderarse del grupo. Afortunadamente, lograron mantener sus cabezas frías, y los cuatro viajeros estuvieron de acuerdo que el mejor curso de acción sería tratar de rescatar lo que pudieran del refugio y volver al campamento. Luego de hacer algunas preguntas más a la computadora del refugio, Tusk y los otros lograron localizar algo de agua y comida que pudieran llevar, junto con algunos suministros médicos de la enfermería del refugio. Eso fue bueno, ya que el brazo de Rio empezaba a hincharse y a ponerse rojo.
– ¿Qué tal? – preguntó Tusk, luego de inyectarle algunos antibióticos en su extremidad rota.
– Bien, gracias. – dijo Rio, luego de tragarse algunos analgésicos. Junto a él, Vivian yacía acostada, dejándole descansar su brazo arriba de su cabeza. A estas alturas el sol se había puesto, y la temperatura bajó considerablemente. Si Tusk tuviera que adivinar, diría que era invierno. En ese momento, los cinco estaban sentados alrededor de una fogata en su campamento. Junto con los suministros, habían asegurado algunas lonas que ahora colgaban del armazón del puente para ayudarles a bloquear el viento cuando se fueran a dormir.
– Entonces, ¿qué hacemos ahora? – preguntó Hilda.
– Lo único que podemos hacer. – respondió Rio. – Tratar de mantenernos con vida y ver si podemos hacer volver a funcionar a Villkiss de nuevo. Si él nos trajo aquí, seguramente podrá llevarnos de vuelta, es nuestra única posibilidad. Lo que nos llevamos del refugio debería durarnos algunos días, pero aun así debemos buscar fuentes extras.
– Bueno, eso puede esperar hasta la mañana. – dijo Tusk, mirando una de las latas de agua del refugio. «538 años, eh?» pensó. «No me extraña que la escritura se vea tan diferente.»
En lugar de las letras que conocía, la lata estaba adornada con unos caracteres extraños. Uno parecía un símbolo de hashtag, y el otro tenía forma de caja con marcas que casi le recordaban a un rostro.
– ¿En serio se creen todo esto? – preguntó alguien. Desde una esquina del campamento, Ange estaba sentada con las manos cerradas sobre su regazo. – Esto obviamente tiene que ser algún truco.
– Yo creo que todos esos cadáveres que vimos allá estarían en desacuerdo contigo. – comentó Hilda.
– Por todo lo que sabemos alguien podría haber plantado esos cuerpos allí. – argumentó. – Piensen en ello. ¿De alguna manera fuimos arrojados 500 años en el futuro? ¡Es lo más ridículo que he escuchado!
– Tal vez. – admitió Tusk. – Pero no conocemos los límites de las habilidades de Villkiss. Además, mira todo lo que nos rodea aquí. Si esto es un truco, ¿cómo podrían haber hecho algo tan grande?
– ¡No lo sé! – gritó Ange. – ¡Pero ya me han engañado demasiadas veces, no puedo simplemente aceptar lo que tengo frente a mí!
– De hecho, lo he estado pensando, y no estoy tan seguro de que esto sea el futuro. – interrumpió Rio. Los ojos de los demás se voltearon hacia él.
– ¿A qué te refieres? – preguntó Hilda.
– Esto es sólo una teoría, pero ¿qué tal si este lugar sí es Misurugi? ¿Sólo que no es el Misurugi que NOSOTROS conocemos?
El grupo intercambió miradas sorprendidas, mientras Rio volvía a deslizar su brazo dentro de su yeso. Al sentir el cambio de tono, Vivian levantó la cabeza para escuchar también.
– Continúa. – le urgió Tusk, mientras Rio volteaba a ver a Hilda.
– Hilda... ¿recuerdas cuando nos conocimos?
– Sí, ¿y?
– Que casi no lo hacemos. En esa parte de Enderant donde estaba la casa de tu madre, los caminos estaban totalmente destrozados. Me perdí al menos dos veces antes de finalmente encontrarte. En una de esas ocasiones, me topé con una encrucijada en el camino donde los letreros se habían caído. Había perdido tanto tiempo que simplemente arrojé un palo al aire y éste aterrizó señalando la ruta hacia el sur. Por suerte, ese resultó ser el camino correcto.
– Lo cual es muy fascinante. – interrumpió Ange. – ¿Pero qué tiene que ver con esto?
– Todo. – continuó Rio. – ¿Alguno de ustedes ha oído la teoría del multiverso?
– ¿Multi-qué? – preguntó Ange.
– Multiverso. Es la teoría que dice que múltiples universos existen al mismo tiempo, en diferentes planos de la existencia. Supuestamente, cada vez que existen dos o más posibles resultados de un evento, se crea una realidad separada donde las líneas temporales se bifurcan de la original.
– Entonces lo que estás diciendo – teorizó Hilda – es que debido a que había una posibilidad de que tomaras el camino equivocado, ¿eso automáticamente crea otro universo en el cual tú y yo nunca nos conocimos?
– Exacto. O quizás, en el universo original nunca nos conocimos, y esta es la línea temporal alterna. El punto es, cada división lleva a más bifurcaciones adicionales en la línea temporal. Por lo que sabemos, cambiar una sola decisión podría provocar una reacción en cadena que altera el curso de todo el mundo.
– Es un pensamiento interesante. – musitó Tusk. – ¿Pero en qué lo basas exactamente?
– En esa película que nos enseñó Himawari. – le recordó Rio. – ¿Se dieron cuenta que no había tecnología de Mana? ¿Y esos reactores de Dracu-lo que sea? Todos se veían idénticos al Pilar del Amanecer. Sabemos que Embryo usó los Ragna-mails para aniquilar a los antiguos humanos. ¿Qué tal si esta fuese una línea temporal alterna donde algo salió mal y terminó destruyéndose él mismo también? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿538 años? Eso es más o menos el tiempo que ha existido la Era del Mana.
– Podrías tener razón. – Tusk estuvo de acuerdo. – Casi toda la verdadera historia de nuestro mundo se perdió cuando Embryo tomó el control. No tenemos forma de saber cómo eran las cosas antes.
– ¡Oh, ya basta! – gritó Ange. – ¿De dónde te sacas estas ideas?
Rio tarareó y se rascó un lado de su cabeza. – Bueno, hubo un episodio de Rio Starr donde...
– Entonces, ¿te basaste toda esta idea en una caricatura? Bueno, eso ciertamente lo hace creíble, ¿no?
– ¡Hey, cuida tu lengua! – le advirtió Hilda. – ¡Al menos Rio está tratando de ayudar en vez de quejarse por todo como una perra!
– ¡Y por todo el bien que nos ha hecho!
– Ange, ya para. – dijo Tusk. – Todos estamos bajo mucho estrés aquí, y pelear entre nosotros no resolverá nada.
– Y por eso no voy a perder más tiempo aquí. – dijo Ange. – ¡Vivian, dame un aventón!
Vivian gimió, pero una mirada de advertencia de Ange le hizo venir rápidamente.
– ¡Espera! – gritó Rio. – ¿A dónde crees que vas?
– Si ustedes sólo quieren quedarse sentados sin hacer nada, pues bien. Yo iré para averiguar qué está sucediendo realmente.
Antes que ninguno de ellos pudiera detenerla, Ange se montó en la espalda de Vivian de nuevo y volvió a despegar hacia el cielo.
– Grandioso. – gruñó Rio.
– Déjala que se vaya por ahora. – le aconsejó Tusk. – Sólo necesita liberar un poco el estrés.
O al menos, esperaba que eso fuera todo.
...
Según el reloj en la consola de su Glaive, la hora acababa de pasar de medianoche. Pero aunque Tusk y Rio ya se habían ido a dormir, Hilda decidió quedarse despierta un poco más. Aparte de las lonas, Tusk había traido algunas bolsas de dormir del refugio, para que no tuviesen que dormir sobre el frío suelo. Una brisa fría le sopló encima, y Hilda tembló al observar el cielo en busca de cualquier señal de Ange o Vivian. Los trajes de pilotos de Arzenal definitivamente no estaban diseñados para el clima frío.
– Hey. – la llamó alguien. Desde detrás de la lona, Rio salió a la vista. – ¿Sigues despierta?
– Sí. – admitió ella. – Sólo vigilaba.
Inmediatamente se dio cuenta de lo estúpido que sonaba eso. En un mundo inhabitado, no era como si necesitaran hacer guardia. Rio sin embargo parecía tener su propia idea, y sonrió mientras se apoyaba contra un pilar de soporte exterior.
– Estás preocupada por ellas, ¿no? Sabes, en el fondo eres una persona amable. – le dijo. Hilda sintió que el rostro se le ponía al rojo vivo y se giró para encararlo.
– ¡No se trata de eso! Sólo quiero asegurarme que Ange vuelva para que pueda pilotear a Villkiss. Tú mismo lo dijiste. Villkiss es nuestra única forma de salir de aquí, así que si ella no vuelve estaremos jodidos.
– Si tú lo dices. – dijo Rio, a lo que Hilda se enfurruñó y se dio la vuelta.
– No actúes como si me conocieras. – dijo Hilda. – Porque no lo haces.
– Lo siento. – dijo él. – No quise decir...
– Sólo olvídalo.
Durante un largo tiempo, ninguno de los dos dijo nada. Se preguntó, ¿por qué le dijo eso? Desde que se conocieron, Rio no había hecho sino portarse como un caballero con ella, y Hilda no hizo más que pagarle con ingratitud. Sabía que él no era igual que los demás humanos, y aunque no había curado a Hilda totalmente de su disgusto hacia los hombres, honestamente él le gustaba. Así que ¿por qué no podía apagar por un momento esa parte suya que la hacía actuar como una perra? En los rincones de su mente, el rostro de su madre apareció junto con las palabras finales que le dijo a Hilda.
«¡Asquerosa Norma! ¡Desearía nunca haber dado a luz a una bestia como tú!»
Pero eso era estúpido. Rio no era así, y ella lo sabía.
«Porque no ha visto a la VERDADERA tú,» dijo de repente la voz de Zola en su cabeza. «Cuando descubra cómo eres realmente, te dejará tirada igual que lo hicieron Rosalie y Chris.»
Eso, Hilda tuvo que admitirlo, era un argumento válido.
– Hilda, escucha... – dijo Rio de repente. – Cuando el gobierno atacó Arzenal...
Justo entonces, el batir de unas alas arriba de ellos y una sombra oscura les alertó de que algo se aproximaba.
– Por fin, ya volvieron. – dijo Hilda.
Pero algo andaba mal. El vuelo de Vivian era errático y parecía desequilibrado. Y al aterrizar colapsó mientras jadeaba por aire en el suelo.
«¡Maldición!» pensó Hilda. «Debí haberme dado cuenta que esto iba a suceder.»
Ella y Rio salieron a ver mientras Ange se bajaba de Vivian.
– ¿Qué estás haciendo? – oyeron exigir a Ange. – Todavía tenemos que revisar el área sur. ¡Vivian, levántate!
Pero la exhausta Goleta no podía sino gemir en donde yacía.
– Hey, no seas tan dura con ella. – le dijo Hilda. – ¿No ves que ni siquiera puede moverse?
– ¿Y desde cuándo a ti te importa? – gruñó Ange. – ¡Maldita sea, mueve tu trasero, lagartija perezosa! – Con un chillido de miedo, Vivian se arrastró por el suelo buscando alejarse de Ange, y escondiéndose detrás de Rio. – ¡Vivian, vuelve aquí!
– ¡Ya basta! – le gritó él. – ¡¿Quieres terminar con esto?! ¡No hay nadie más aquí, y todos lo sabemos!
– ¡No, no lo sabemos porque aún no hemos revisado en todas partes! ¡Ahora fuera de mi camino! – le dijo. Rio se rehusó a moverse, y Vivian gimió patéticamente, pero no fue sino hasta que Hilda se plantó entre Ange y Vivian que Ange finalmente cedió. – Como quieran. Supongo que estoy sola en esto.
– Tú sabes que no es así. – dijo alguien. Desde fuera del campamento, Tusk emergió para unirse a ellos. – Mira Ange, ha sido un día realmente largo para todos nosotros. Vamos a descansar un poco, y en la mañana cuando tengamos más energía podremos verlo con una mejor perspectiva.
– ¿Es tan fácil? – preguntó ella. – ¿Te has olvidado de Arzenal? ¿Y las otras? ¿Y Momoka? ¡Ni siquiera sabemos si siguen con vida! ¿Qué tal si ese sujeto Embryo decide ir por ellas? ¿A ninguno de ustedes le importa?
Hilda maldijo por lo bajo. Qué perra tan egocéntrica estaba siendo.
– Ange... – Tusk intentó razonar, estirando la mano hacia ella, pero ella se la apartó bruscamente haciendo una mueca desdeñosa.
– Guárdatelo. – le dijo. – Tú también tienes que regresar, ¿no? Para poder volver a ver a Jill. Ella fue la que te envió a buscarme, ¿verdad?
Por un breve segundo, Tusk se sorprendió, pero rápidamente recuperó su aplomo.
– Sí. – le dijo. – Soy tu caballero, y te protegeré a ti y a Villkiss aunque me cueste la vida.
Ange simplemente chasqueó la lengua y se alejó.
– Sólo porque ella te lo dijo. – lo acusó. – Por Libertus, ¿verdad? Eres igual de patético que Salia. Jill te dice que saltes y lo haces sin cuestionar. Eres igual que esa perra manipuladora. Yo sólo soy una herramienta para ti.
Vivian gimió, y Hilda comenzó a decir algo, pero Rio la agarró del brazo y negó con la cabeza.
– ¡No, eso no es verdad! – gritó Tusk. Recogiendo una roca, Ange la arrojó contra una ventana cercana, haciendo trizas el vidrio en una lluvia de fragmentos brillantes.
– ¿Sabes qué? Tal vez sea bueno que estemos atrapados aquí. – le dijo. – Toda esa idea de Libertus es una completa broma.
– ¿Una broma? – preguntó Tusk, cuyo cuerpo se había tensado totalmente. Junto a ella, Hilda oyó un gruñido y al girarse vio que Rio apretaba su mandíbula.
«Ange,» pensó, «creo que acabas de pasarte de la raya.»
– Piénsalo. – continuó. – No dejan de hablar sobre cómo planean destruir al mundo y liberar a las Normas, y no les importa cuánta gente deba morir para hacer que suceda. ¿Cómo se supone que eso vaya a liberar a alguien? No me extraña que la Network no se les haya unido entonces. Tal vez se hayan dado cuenta de lo inútil que sería realmente.
– Ya veo... – murmuró Tusk. – Entonces, mis padres... ¿sus muertes también fueron inútiles?
Un silencio mortal se apoderó de todo el grupo, y Ange se giró para encarar a Tusk, con una expresión estupefacta en su rostro.
– Mi gente, los antiguos humanos, nunca nos dimos por vencidos en tratar de liberar al mundo de las garras de Embryo. Mis padres dieron sus vidas porque ellos creían que un mundo donde la gente que no podía usar Mana como tú y como yo podríamos vivir libres era algo por lo que valía la pena luchar. Mis padres, mi gente, sus esperanzas y sueños... ¡¿todo eso no es más que una broma para ti?!
– Tusk... yo no... – Pero el daño ya estaba hecho. Tusk le dio la espalda y volvió al campamento. Detrás de ella, Hilda oyó a Vivian seguirla y decidió unirse también. Ya había tenido más que suficiente de Ange por un día.
– A veces eres toda una pieza de trabajo, ¿sabes? – le dijo por encima del hombro.
...
Ange se quedó mirando cómo Tusk se alejaba sin decir ni una palabra. El hecho de que incluso Hilda la había recriminado por su actitud egoísta sólo enfatizaba lo mucho que debió haberlo lastimado. Los otros parecían estar de acuerdo, y se fueron tras Tusk hasta que sólo Rio se quedó.
– ¿Sabes una cosa? – le dijo. – Cuando te escapaste de Salia en Arzenal, casi te noqueé para llevarte arrastrando hasta el Aurora yo mismo. Pero no lo hice. ¿Y sabes por qué?
Ange sintió que su vergüenza daba paso a fastidio. En serio no estaba de humor para un sermón.
– Porque querías que yo saliera a pelear. – gruñó. – Tú mismo lo dijiste, que querías ponerme a buen uso. Necesitabas que yo piloteara a Villkiss para que el resto pudieran escapar. La única razón por la que lo hice fue porque también servía a mi propósito.
– Sí, eso es cierto. – admitió él. – Pero también fue porque sentí que te lo habías ganado. Me dijiste que tenías que pelear porque tú eras la razón por la que Julio estaba atacando, que no soportabas quedarte parada sin hacer nada mientras todo mundo estaba siendo asesinado. Por una vez, estabas peleando por algo aparte de ti misma, y pensé que finalmente entenderías lo que estaba en riesgo.
– Sí, bueno, siento decepcionarte pero no fue así. Sólo lo hice porque Julio atacó Arzenal y no podía soportar el pensamiento de que la gente muriera por mi culpa. Aún no tengo intenciones de pelear en Libertus. Especialmente luego de lo que vi en ese foso. – Ange todavía podía verlo. El foso en llamas lleno de DRAGONS, la forma en que sus cuerpos adoptaban forma humana, y la sonrisa arrogante de esa perra de Jill. – Ella nos ha mentido todo este tiempo, ¿y tú esperas que simplemente regrese y haga lo que ella dice?
Rio gruñó de frustración. – Mira, no puedo obligarte a que pelees si no quieres. Y para que conste, no confío en Jill más de lo que tú lo haces. Pero hay más en Libertus que sólo ella. El Arquebus azul que lideró el ataque contra los pyrethroides que atacaron Arzenal, estaba siendo piloteado por alguien muy importante para mí. Y durante la pelea lo derribaron. Él y todos los demás que dieron sus vidas para ayudar a las Normas a escapar, ellos creían en esa "broma" como llamas a Libertus. Y yo también. – Igual que los demás, Rio se dio la vuelta y volvió al campamento. – ¿Por qué no aprovechas este tiempo para pensar detenidamente por qué estás peleando en realidad? Tal vez eso te ayude a entender.
Ange lo vio desaparecer de vuelta en el campamento, pero no lo siguió. En lugar de eso, se sentó en el asfalto cubierto de malezas con la cabeza gacha. Tuvo la extraña sensación de que debía esperar a que todos estuvieran dormidos antes de volver a entrar.
...
La mañana llegó, y con ella un cielo nublado que rápidamente dio paso a la lluvia. Parecía que el clima reflejaba el sombrío humor del campamento. Poco después que los demás se fueron a dormir, Ange había entrado, pero incluso luego de despertar, ninguno de ellos habló mucho e incluso Vivian mantenía su distancia. Tras un tenso desayuno, Hilda se ofreció a salir y explorar el área que los rodeaba en busca de cualquier cosa que les fuera de utilidad. Rio ofreció acompañarla, pero Hilda le dijo que necesitaba algo de tiempo a solas, aunque Tusk la convenció de llevarse a Vivian con ella. Luego de darse cuenta que su presencia era más o menos innecesaria, Ange también se fue para atender sus propios asuntos. Rio sinceramente esperaba que estuviera tomándose este tiempo para encontrar su respuesta.
– Muy bien... – dijo Tusk abriendo el panel en la consola de Villkiss. – Parece ser que el circuito principal se quemó. Necesitaré el kit de soldadura.
Dejando de lado la linterna que sostenía con su mano buena, Rio se puso a escarbar entre la bolsa de herramientas que yacía sobre la rampa de concreto junto a Villkiss. Sacó un soldador y una varilla para entregárselas, antes de volver a encender la linterna sobre la consola. Con un brazo en cabestrillo, no había mucho más que pudiera hacer para ayudar.
– ¿Te sientes bien? – preguntó Tusk.
– Sí, estoy bien. – le aseguró. – Esos medicamentos del refugio fueron de gran ayuda.
– Tal vez, pero necesitamos conseguirte ayuda médica REAL. – señaló Tusk. – De lo contrario, podrías quedar con el brazo inutilizado de por vida.
– Sí, ya lo sé. – murmuró Rio.
– Perdón. – murmuró Tusk. – Supongo que debe sentirse muy extraño, ya no tener la Luz de Mana.
– Sí, pero estamos en otro mundo, así que no es como si pudiera usarla de todos modos. – le dijo. – Y tampoco es que fuera totalmente dependiente de ella. Aunque, cuando volvamos, tal vez sí será un problema.
– ¿Cómo así? – preguntó Tusk. Rio suspiró, y se reclinó contra la cabina de Villkiss.
– Puede que no dependiera de la Luz de Mana tanto como los demás, pero seguía siendo parte de mi estilo de pelea. Especialmente al lidiar con otros humanos. Sin él, ya no podré pelear en las líneas frontales. Me convertiré en un lastre.
Sintiendo una mano sobre su hombro, Rio miró para ver a Tusk sonriéndole.
– ¿Te acuerdas cuando nos conocimos por primera vez? Habías venido con el Jefe a recoger aquellos Para-mails que rescaté. En ese entonces eras un poco patán.
– No me lo recuerdes. – Rio no pudo evitar reírse. – Luego de que me lanzaste sobre mi espalda, me torcí el coxis, y el Jefe no quiso dejarme sanarlo hasta que volvimos a Neo-Zion. Ese fue el vuelo de cinco horas más largo de toda mi vida.
– Bueno, si lo recuerdas, yo tenía 12 y tú 17. También era más o menos una cabeza más bajo que tú en ese entonces. Nunca tuve la Luz de Mana en mi vida, y aun así te pateé el trasero. Si yo pude aprender a pelear sin usar Mana, tú también. Sólo tienes que adaptarte.
Rio miró al último sobreviviente de la antigua humanidad, que definitivamente tenía más razones para sentirse desanimado que él, dándose cuenta que estaba siendo muy corto de vista.
– Supongo que tienes razón. – admitió. – Tendré que hacerlo. Hay alguien a quien debo proteger.
– Hablando de eso, ¿está todo bien entre tú y ella? – preguntó Tusk. – Cuando se fue esta mañana las cosas parecían algo tensas entre ustedes dos.
– Es una larga historia. – dijo Rio. – Tuvimos una pelea después del ataque de los DRAGONS en Arzenal. He querido hablar con ella de eso, pero siempre algo nos interrumpe. Pensé en acompañarla hoy para volver a intentarlo, pero supongo que fui muy brusco.
Frunciendo el ceño, Tusk volvió su atención a trabajar en Villkiss. – ¿Y qué fue eso? ¿Dijo algo acerca que la Network fue un fracaso?
Rio se dio cuenta de que Tusk todavía estaba un poco molesto por las cosas que dijo Ange.
– No es tan simple. Ella dijo algunas cosas, yo dije algunas cosas. No creo que ninguno de los dos estuviera pensando con claridad. Pero sabes, Ange fue la que me hizo darme cuenta que fallé en tomar algo crucial en cuenta. Por eso quiero dejar las cosas bien claras con ella.
Dejando de lado el soldador, Tusk miró a Rio.
– ¿Y qué fue lo que yo no entendí con lo que dijo Ange?
– Nada. – dijo Rio. – Tenías todo el derecho de enfadarte con ella. Pero yo tengo más experiencia con las mujeres que tú. Se trata de balancear tu acto con ellas. Incluso si tienes razón, si esperas demasiado para reconciliarte con ella sólo causarás más problemas después.
Del bolsillo de su chaleco, Tusk extrajo una fotografía y suspiró. Al acercarse, Rio vio que era una foto de Istvan y Vanessa. Ambos llevaban sus trajes de piloto y en frente de ellos había un niño de seis años de aspecto muy familiar.
– En momentos así, desearía que papá estuviera aquí conmigo. Él sabría qué debemos hacer.
– Tendremos que arreglárnoslas por nuestra cuenta. – dijo Rio. – Te diré algo, tú me enseñas a pelear sin usar Mana, y yo te enseño a tratar con las mujeres. – Rio extendió su mano, y Tusk la aceptó con una sonrisa.
– Trato hecho.
– Y quién sabe. – añadió Rio. – Tal vez también pueda enseñarte a no plantar tu cara en la entrepierna de Ange.
– Oh, ¡jajaja!
...
Tal vez sólo fuera la lluvia, pero por alguna razón hoy se sentía más frío que anoche. Al menos Hilda tenía algo de protección. Alrededor de su traje de piloto se había enrollado en un poncho que Tusk le había prestado. Junto a Hilda, Vivian caminaba por la calle, con una bolsa de viaje que tomaron del refugio colgando de su cuello serpentino. Una muy similar colgaba del hombro de Hilda.
«Aún no veo cómo esto era necesario,» pensó.
Después de todo, no era como que tuvieran que preocuparse por ser atacados por nadie. Pero Rio no quiso dejarla irse sola por alguna razón, hasta que Tusk sugirió que se llevara a Vivian consigo. Y ahora tenía que hacerle de niñera a un DRAGON cuando lo que realmente quería era tiempo para estar a solas.
«¿Dónde está Ersha cuando la necesito?» pensó gruñendo. Al menos como DRAGON Vivian no podía andarse yendo de lengua como solía hacerlo.
– Ven, vamos a ver aquí abajo. – sugirió.
Con Vivian detrás de ella, Hilda las guio bajando por otra calle lateral. De lo que parecía, estaban en las ruinas de lo que alguna vez fue un gran distrito de compras. En varias ventanas, maniquíes con varios vestidos de diferentes estilos modelaban ropas que se habían descolorido en el sol o desgastado en los siglos desde que la humanidad fue exterminada.
«¿En serio estamos en una versión alterna de la Tierra como dijo Rio?» se preguntó. Parecía imposible de creer, pero a diferencia de Ange ella lo veía preferible a la alternativa, que este era el futuro y todos a quienes ellos conocían ya estaban muertos. Ese pensamiento no le hacía sentirse particularmente bien a Hilda. Lo último que quería era que Rosalie se hubiese ido a la tumba creyendo que la había abandonado de nuevo.
De pronto, Vivian le frotó el hombro y gimió.
– ¿Qué pasa? Ya sabes que no hablo DRAGON, ¿verdad? – Vivian se lamió los labios y empezó a abrir y cerrar sus quijadas. – ¿Tienes hambre? De acuerdo, tomaremos un descanso para almorzar.
Hilda miró alrededor buscando un lugar para refugiarse de la lluvia, y sus ojos se detuvieron en lo que solía ser un café. Luego de romper la puerta de vidrio, Hilda dejó entrar a Vivian y sacó una ración empacada y dos latas de estofado del refugio de emergencia, vaciando las últimas en un tazón que encontró y que le puso a Vivian en frente para que se agachara frente al mostrador mientras agitaba su cola.
– Placeres simples, ¿eh? – preguntó Hilda mientras la veía comer, al parecer sin preocuparse en absoluto por el frío. No hacía falta mucho para poner feliz a Vivian. Era una de las cosas que tanto le molestaban a Hilda sobre ella. ¿Cómo podía alguien ser tan despreocupada? ¿Especialmente para una Norma? Bueno, Hilda supuso que, ya que Vivian era en realidad un DRAGON, ese concepto no se aplicaba más. Hilda se preguntaba, ¿cómo fue que permanecieron tanto tiempo sin saberlo? ¿Y cómo fue que la Comandante mantuvo el secreto guardado todo ese tiempo? Estaba también el asunto del por qué, aunque Hilda sólo podía especular.
Cerró los ojos y una vez más pudo ver el foso lleno de cadáveres en llamas, con los DRAGONS volviendo a su forma humana. ¿Quiénes eran realmente los DRAGONS? ¿En serio eran personas igual que ella y los otros? ¿Y por qué seguían atacándolos? ¿Qué era lo que realmente buscaban?
Con un gruñido de frustración, Hilda abrió la ración empacada y comenzó a comer con desgano. Las preguntas podrían esperar hasta después de salir de su situación actual. La única cosa buena de ser las únicas personas en todo el mundo era no tener que preocuparse de ser atacados. Por supuesto, dependiendo de cuánto tiempo estuvieran aquí, eventualmente se iban a poner de los nervios entre ellos. Ange ya había hecho su parte de eso anoche. Y claro, había otra persona que se metía todavía más debajo de su piel. Levantando la mirada de su menos que apetitoso almuerzo, Hilda vio que Vivian la miraba de manera inquisitiva.
– Déjame adivinar, ¿una pregunta? ¿Por qué no quise que Rio viniera conmigo? – dijo Hilda, y Vivian asintió. – Porque no quiero lidiar con él ahora, ¿está bien? – Vivian dobló su cabeza y chirrió. – No, no es que lo odie. Pero... a veces me vuelve loca.
Vivian la miró, y Hilda se frotó los ojos con frustración.
– Primero que nada, siempre se lanza de cabeza en situaciones peligrosas, sin preocuparse de su propia seguridad. Como aquella vez con la unidad enemiga o durante la invasión. – Vivian silbó y emitió un sonido de crujido en respuesta. – Está bien, supongo que sólo lo hace para proteger a otros, pero no tiene por qué tomar esos riesgos. – Sintiendo la mirada del Goleta sobre ella, Hilda le echó una mueca de fastidio. – Y no, eso no significa que me preocupe por él. Simplemente no quiero tener su muerte pensándome en mi conciencia. Pero hay más que sólo eso. – Arrugando el empaque de su ración, Hilda lo arrojó a una papelera oxidada cerca de ella. – Mira, cuando nos conocimos me porté como una perra con él. Y aun así, él me mantuvo a salvo e incluso me ayudó a rescatar a Ange.
Lo que no le dijo a Vivian fue cómo sus amigos le dieron una paliza por haberse desviado de la misión que le fue asignada. Todo porque escogió ayudarla a ella. No era natural que alguien fuese ASÍ de desinteresado sin esperar nada a cambio. Esa fue una lección que Zola le había enseñado.
...
Era el procedimiento estándar en el primer escuadrón. Luego de recolectar su recompensa en el banco, Hilda se dirigió hacia los aposentos de Zola, donde sin duda la estaría esperando junto con Rosalie y Chris. A pesar de su reputación entre las residentes de Arzenal, el harem de Zola era mucho más pequeño de lo que la mayoría sabía. Salia era demasiado cercana a la Comandante Jill para que Zola se arriesgara, Ersha era su amiga de la infancia y la única cuyo espacio personal Zola respetaba, y Vivian era demasiado joven (hasta Zola tenía estándares). Otras ocasionalmente iban y venían, pero ellas tres dentro del primer escuadrón eran las únicas miembros permanentes, siendo Hilda la favorita de Zola. Una posición que ella buscaba mantener, aunque no por la razón que la mayoría esperaría. Había oído rumores sobre Zola en su tiempo en el tercer escuadrón. Después de ser transferido al primero, Zola no se esforzó en ocultar que le había echado el ojo a Hilda y quería agregarla, a lo cual Hilda accedió sin oponer resistencia. Ya que a pesar de su gusto por el estilo de vida hedonista, Zola era una de las pilotos más fuertes de todo Arzenal. Había una razón por la cual fue promovida a capitana de escuadrón a la edad más joven en toda la historia de Arzenal. Y Zola siempre daba un cuidado especial a aquellas a quienes más disfrutaba. Así que, mientras mantuviera dicho favor, Hilda sabía que Zola siempre la protegería cuando se enfrentaran a los DRAGONS.
Por supuesto, esa puerta se abría por ambas vías. Durante su último despliegue, un Clase Bergantín golpeó el Arquebus de Zola sacándolo de balance. Estuvo a punto de acabarla, hasta que Hilda cargó contra él. Recibió algunos impactos del bombardeo del DRAGON, pero se las arregló para acercarse lo suficiente para dispararle una bala congeladora al enemigo, desequilibrándolo lo suficiente para que el resto del escuadrón acabaran con él. Ya que ella fue la que le asestó el golpe decisivo, a Hilda le tocó la mayor parte de la recompensa. Y ahora, tenía una última tarea que cumplir. Como era el protocolo del primer escuadrón, ella y las otras debían reportarse a los aposentos de Zola para "manejo de estrés post-encuentros". Sin embargo, al abrir la puerta, Hilda vio para su sorpresa que Chris y Rosalie no se veían por ninguna parte. En su lugar, Zola estaba sentada sola en el sofá de terciopelo bajo la ventana con barrotes, y la expresión en su rostro no era la que Hilda estaba acostumbrada a ver tras una cacería exitosa.
– ¿Zola?
– Siéntate. – le dijo ella.
– Zola, ¿qué está...?
– ¡Dije que te sentaras!
Antes de darse cuenta, Hilda se había sentado en el borde de la cama de Zola. Ahora, Zola estaba de pie encima de ella, y Hilda tragó saliva nerviosa. La mano de Zola agarró el mentón y la mejilla de Hilda, y aunque no era un agarre muy fuerte, había una notable tensión en él.
– ¿Cuál es la táctica para lidiar con un Bergantín tipo bombardero?
Hilda no entendió cuál sería la razón de Zola, pero decidió que era mejor contestarle. – Cuando se lidia con un tipo bombardero, las pilotos deben dividirse en grupos de dos. Una en ofensiva, y la otra en defensa contra su ataque teledirigido.
– Entonces, ¿por qué rompiste la formación? Eras mi compañera, ¿y cargaste directo hacia su ataque? ¿En qué diablos estabas pensando? ¿Te das cuenta de lo suertuda que fuiste de que no te mataran?
El repentino arrebato de rabia dejó a Hilda sin habla. Inicialmente creyó que Zola estaba furiosa por perder el primer lugar. Pero en vez de eso, ¿estaba enojada porque Hilda la salvó?
– Yo... creí que estabas en problemas. No quería que murieras.
Soltando el mentón de Hilda, Zola se dirigió hacia el tablón de fotografías que tenía en la pared junto a la cama. Desde la perspectiva de Hilda, parecía estar mirando a una foto en particular. Una foto de Zola cuando era todavía una piloto novata, y junto a ella una chica con el uniforme de las reservas, con cabello castaño hasta los hombros.
– Hilda, escúchame. La única garantía para nosotras las Normas es la muerte. Tarde o temprano, terminamos siendo despedazadas o vaporizadas y convertidas en cenizas. Pero eso no significa que debamos tirar nuestras vidas por la borda. Peleamos y vivimos sin importar nada, porque es la única forma de desafiar a los humanos. Y cuando mueres lo pierdes todo. NADA vale eso. ¿Me entiendes?
Hilda bajó la mirada y asintió. – Sí.
Algo volvió a agarrarle el mentón, y Hilda vio a Zola arrodillada frente a ella. La rabia en sus ojos se había desvanecido, y en su lugar había una tristeza vacía que Hilda nunca antes le había visto.
– ¿Me prometes que nunca más volverás a tomar un riesgo como ese de nuevo?
– Lo prometo.
Zola sonrió y bajó su cara hasta ponerse frente a Hilda. – Buena chica.
Los labios de Zola se presionaron contra los de Hilda, mientras sus manos agarraban los hombros de la pelirroja y la empujaban de vuelta al colchón. Los largos mechones rubios de Zola cayeron sobre ambas como una manta, mientras su boca le insertaba un ardor que bajó por su garganta hasta sus senos. Bajo las caricias de su capitana, Hilda sintió el hambre familiar detrás de ella, pero esta vez había algo más. Una desesperación y tristeza que irradiaba de todo el ser de Zola. A su particular manera, Zola se preocupaba por ella más allá de por el simple placer. Casi hacía que a Hilda no le molestara tanto su relación.
En momentos como este, Hilda sentía que casi podría amarla...
...
Y ese era el verdadero problema. Rio era una de las personas más desinteresadas que Hilda había conocido en su vida. Y ella no. Luego de que Zola murió, ella asumió su rol en el escuadrón para asegurar su propio bienestar. Continuó su relación con Rosalie y Chris no por apego emocional, sino para asegurar la lealtad de ambas. Y en cuanto tuvo la oportunidad, las abandonó.
«No puedo seguir ocultándome,» se dijo a sí misma. «Debo ser honesta con Rio y decirle la verdad. Y si me rechaza, que así sea. Al menos lo hará por quien soy, y no por lo que he sido.
– Vamos. – dijo en voz alta. – Aún tenemos mucho terreno por cubrir.
A estas alturas, la lluvia ya había terminado, y Hilda estaba en medio de tratar de decidir en qué dirección ir ahora, cuando un movimiento repentino captó su mirada. Hilda entrecerró los ojos y más abajo en la calle estaba una figura alta con un abrigo largo y sombrero al borde de la curva.
– ¡Hey! – llamó. – ¡Oye, tú!
Sacando su pistola, Hilda corrió de frente cuando el repentino reflejo del sol en una ventana la cegó, y la figura se desvaneció.
– ¿Acaso me lo imaginé? Tú también lo viste, ¿verdad?
Vivian asintió, cuando de repente chirrió y señaló con su garra. Hilda miró en la misma dirección que Vivian y en la ventana de otra tienda, vio un maniquí vestido de la misma forma que la figura. Probablemente fue un truco de la luz, como espejos o algo así. Vivian continuó chirriando y señalando el maniquí hasta que Hilda entendió lo que intentaba decirle.
– Ok, sí, se parece un poco a Rio. – Y ahora que lo miraba bien, el abrigo parecía más queso suizo, pero el sombrero parecía estar en buena condición, salvo por estar algo descolorido. Una idea la golpeó, y miró alrededor en busca de una roca lo bastante grande.
...
Desde el refugio en un callejón cercano, un par de ojos observaron cómo la chica y la criatura destruían la ventana de la tienda antes de seguir su camino. Sus manos estaban temblando cerca de los revólveres en sus costados, más ametralladoras que pistolas, y estaba listo para desenfundar si llegaban a verlo. Afortunadamente, las dos pasaron de largo sin siquiera verlo. Una vez que se desaparecieron en otra calle, el hombre se ajustó su abrigo, y continuó con su propio camino. El sonido de otro chirrido lo llevó en el viento, y se dirigió hacia el siguiente mundo. El hombre de negro había pasado por aquí recientemente. Era solo cuestión de tiempo antes que el pistolero lo alcanzara.
...
Desde afuera del campamento, Ange se quedó mirando la lona que colgaba del armazón del puente. Al otro lado, Tusk y Rio estaban ocupados tratando de poner a Villkiss a funcionar de nuevo. Aunque había tratado de hablar con Tusk tras lo que pasó anoche, él se rehusó a responderle. Finalmente, Rio sugirió que le diera algo de tiempo y espacio. Después de un rato, Ange tuvo suficiente de quedarse parada en la lluvia y se fue a caminar por su cuenta para pensar. Anduvo por la calle en ruinas, cuya maleza cubría los edificios que la rodeaban como tumbas gigantescas.
«El tratamiento silencioso,» pensó. Qué maduro de su parte. «Lo que sea. No es como que nunca haya hecho nada para molestarme.»
Ya había perdido la cuenta de todas las veces que "accidentalmente" le plantó la cara en la entrepierna.
«Pero no es excusa para que hayas faltado el respeto a la muerte de sus padres,» le dijo una vocecita en su cabeza. «Tú también perdiste a tus padres, y deberías saber lo que eso duele. Y no es como que ya no lo supieras.»
«Sólo me olvidé de lo que Jill me dijo con todo lo que estaba pasando,» intentó razonar. «No tenía por qué enojarse tanto. Y Rio podría haberme ayudado en vez de sermonearme.»
«¿Aunque tenía razón?»
«Para él es muy fácil dárselas de superioridad moral. Nadie lo obligó a asumir una vida como esta,» argumentó Ange.
«Eso es cierto, él eligió poner su propia vida en riesgo para ayudar a las Normas. Y mira lo que eso le costó.»
Ange gruñó al darse cuenta que no tenía un argumento para contrarrestar eso. «¿Entonces qué hago ahora?» se preguntó.
Arriba de ella, las nubes finalmente se abrieron, y un rayo de sol empezó a brillar, reflejando algo a su izquierda. En la ventana de lo que alguna vez fue una bodega, una mesa giratoria exhibía varias filas de joyería. Una pieza en particular captó su atención, un pendiente de mariposa con un diamante falso incrustado.
«Es muy linda,» pensó. La Perolina que Vivian le dio de pronto apareció en su mente, y Ange tuvo un momento de inspiración.
...
Luego de horas de trabajo, Rio y Tusk finalmente lograron poner los sistemas de control de Villkiss de vuelta en línea y funcionando. El siguiente paso era tratar de arreglar los motores, pero cuando el brazo de Rio comenzó a hincharse de nuevo, Tusk le administró otra dosis de antibióticos y analgésicos antes de enviarlo a que tomara un descanso. En cuanto se sentó afuera, Rio observó el clima. La lluvia se había detenido, pero el hueco entre las nubes apenas duró un momento. Ahora, no sólo las nubes habían recuperado su fuerza, sino que la temperatura empezaba a caer. Esperaba que eso no significara lo que él creía, especialmente con las chicas todavía afuera.
Empezó a temblar por el frío, y Rio se amarró la chaqueta más apretada alrededor de sus hombros. Se sintió aliviado de que Tusk pudiera quitársela para tratarle su brazo izquierdo sin tener que cortarle la manga derecha. Sólo podía imaginarse lo malo que debía ser para las chicas.
– Hey. – llamó una voz, Rio levantó la mirada y vio que Vivian y Hilda se dirigían hacia él.
– Oh, hey. – le respondió poniéndose de pie. – ¿Encontraron algo?
– No especialmente. – dijo Hilda. Vivian chilló, y le dio un empujón en la espalda, haciendo que la pelirroja le lanzara una mirada molesta.
– ¿Me estoy perdiendo de algo? – preguntó Rio. Hilda gruñó, y de detrás de su espalda sacó un sombrero Stetson algo descolorido.
– Pensé que podrías necesitar algo para cubrirte la cabeza de la lluvia. – le dijo, con un rubor esparciéndose por sus mejillas. Rio miró el sombrero, y a la chica que se lo entregaba, y no pudo evitar sonreír.
– Buena idea. Gracias. – dijo aceptando el regalo. Se lo colocó en la cabeza, y deslizó su dedo por toda el ala, deseando tener un espejo. – ¿Qué tal me veo?
Vivian silbó con aprobación, y Hilda tuvo que suprimir una sonrisa.
– Te queda bien.
– Disculpen. – preguntó alguien. Los tres se dieron la vuelta, y detrás de ellos estaba Ange. La chica estaba jugueteando nerviosamente con sus dedos, mientras todos le daban miradas suspicaces. – ¿Tusk sigue aquí?
– Está en el campamento. – respondió Rio. Mordiéndose los labios, Ange los pasó de largo y fue por detrás de la lona. Cuando la curiosidad se apoderó de ellos, los otros la siguieron y espiaron por la rendija justo a tiempo para ver cómo Ange colgaba una cadena con un anillo del manubrio del skyhook de Tusk. Ange estaba a punto de irse a hurtadillas, cuando Tusk se dio cuenta desde donde trabajaba en Villkiss y la llamó.
– ¿Qué es eso?
Ange dio un respingo y se giró nerviosa hacia él.
– Yo... creí que se te vería bien. – le dijo. Mientras ellos observaban, Tusk se deslizó por la rampa de concreto hacia su vehículo y se quedó mirándolo, como si no supiera qué hacer con él. Ange finalmente habló de nuevo. – Mira, yo... lo siento. Fui una idiota.
– Espera... – dijo Tusk. – ¿Te estás... disculpando?
Desde donde observaban, ambos, Rio y Hilda, se llevaron las palmas a la cara.
– ¡Sí, ¿y qué?! – gritó Ange. Tusk se rio, y cogió el collar antes de ponérselo alrededor del cuello.
– ¿Qué opinas? – le preguntó. Ange finalmente sonrió y asintió.
– Te queda realmente bien. – admitió. Con un chirrido, Vivian se abrió paso entre Rio y Hilda y se puso al lado de Ange. – ¿Tú también? – preguntó mientras Vivian bajaba su cabeza sobre el hombro de Ange. – Está bien, siento mucho haber sido tan dura contigo anoche. – dijo mientras abrazaba el cuello del DRAGON.
– Parece que ahora nosotros salimos sobrando aquí. – comentó Rio.
– Estamos atrapados aquí. – dijo Hilda estando de acuerdo. – Mejor que aprendamos a llevarnos bien.
Juntos, él y Hilda apartaron la lona y se unieron a la fiesta.
– Chicos... – trató de decir Ange.
– Ah, ya olvídalo. – dijo Hilda. – En este punto ya estamos acostumbrados.
– ¿Qué onda con ese sombrero? – preguntó Tusk mientras Angel le daba un codazo.
– Hey, es mi sombrero de la suerte. – respondió Rio.
– De la suerte, ¿eh? – preguntó Hilda.
– Bueno, todavía no estamos muertos, ¿verdad? Ahora, ¿qué tal si cenamos algo? – empezó a decir Ange cuando de pronto algo captó su atención, algo afuera. – Pensándolo bien, creo que tenemos un nuevo problema.
El grupo se dio la vuelta, y por la rendija en la lona, unos copos blancos empezaban a caer al suelo.
– ¿Eso es...? – preguntó Hilda.
– Me temo que sí. – respondió Rio. Chirriando con curiosidad, Vivian salió de debajo del puente y empezó a agitar sus alas con asombro mientras movía la cabeza de lado a lado. Rio supuso que sería su primera vez viendo nieve, pero desafortunadamente eso significaba que su situación acababa de irse en picada.
– Tendremos que encontrar un mejor refugio. – decidió Tusk. – Tal vez haya alguno dentro de esos edificios.
– Yo no lo haría. – aconsejó Rio. – Algunos parecen que podrían derrumbarse en cualquier momento.
– En realidad, tal vez tenga una idea. – dijo Ange. – ¿Villkiss ya puede moverse?
– Bueno... – murmuró Tusk. – El sistema operativo ya está en línea, pero el motor derecho sólo funciona al 30%. Sólo puede moverse a baja altitud, pero sería mejor no presionarlo de más.
– Eso bastará. – decidió Ange. – Escuchen, mientras Vivian y yo estábamos volando ayer, vimos algo en las montañas que recorren el borde al oeste de la ciudad.
Más o menos media hora más tarde, el grupo se encontró en frente de un edificio que se alzaba sobre la ciudad arruinada desde una cordillera montañosa baja. Para estas alturas, la nieve se había intensificado convirtiéndose en una granizada pesada que cubría todo en una manta blanca. Pero a diferencia de los edificios de abajo, el daño en este era mínimo. El diseño se parecía al de un castillo medieval, y frente a él había una señal escrita en dos lenguajes. El texto más grande tenía los caracteres extraños que se veían por todos lados en este mundo, mientras que el más pequeño estaba en el mismo lenguaje del suyo.
– Hotel Mu La Flaga, ¿eh? – leyó Hilda. – ¿Es alguna clase de resort?
– ¡Hey chicos! – llamó Tusk desde un lado del hotel. – Creo que encontré un generador. Denme un minuto y tal vez pueda hacerlo funcionar.
Luego de unos minutos, tras un golpe metálico y el chirriar de un motor echándose a andar rompió el silencio de la nieve que cubría el terreno, iluminándolo al encender su letrero con una luz de color rosa.
– ¡Gran trabajo, Tusk! – celebró Ange. – Vamos, echémosle un vistazo.
Adentro, todo el primer piso estaba ocupado por varias comodidades, incluyendo un restaurante, un gimnasio, una piscina interior, e incluso unos baños termales naturales. Había algo de desgaste en los muebles y las paredes y bastante polvo, pero en general el edificio se veía bastante estable.
– No puedo creer lo bien preservado que está. – comentó Rio. – Las montañas deben haberle servido de escudo contra los elementos.
– Yo sólo me alegro de no tener que seguir sin bañarme. – dijo Hilda.
– Eso aplica doble para mí. – dijo Ange. – Tusk, ¿qué tal si tú y Rio van a buscar algo de comida mientras nosotras nos bañamos?
– Espera, ¿qué? – preguntó Tusk, pero las chicas y Vivian ya habían desaparecido en las aguas termales.
– Déjalas. – le aconsejó Rio. – Regla # 1 de tratar con mujeres, nunca trates de pelear cuando hay un baño de por medio.
Y así, mientras las chicas se daban un gusto en los baños termales, Tusk preparó una mesa limpia en el frente del restaurante, mientras Rio se puso a escarbar por la cocina en busca de cualquier cosa que pudieran rescatar. Igual que la mayoría de hoteles de lujo, parecía que el Hotel Mu La Flaga servía comida preparada en el acto, la cual se había deteriorado hasta hacerse polvo años atrás. Todavía quedaban algunas cosas enlatadas que parecían seguir siendo comestibles, pero el problema era descifrar qué latas tenían qué cosas, pues las etiquetas estaban escritas en el mismo extraño lenguaje de ese mundo. Las latas más comunes eran de cangrejo y atún. Si tuviera los vegetales correctos podría preparar algunos bocadillos de mariscos. Algunas de las especias se veían bien, así que quizás podrían arreglárselas con ellas.
– ¿Encontraste algo? – preguntó Tusk.
– Creo que puedo improvisar. – respondió Rio. – Pero será más fácil con algunas manos extras.
– Estoy en ello.
Bajo la guía de Rio, Tusk mezcló el cangrejo y atún enlatado en un tazón con algo de sal de apio y cebolla triturada, y luego les dieron forma de empanadillas que empezaron a freír sobre la estufa con algo de aceite que encontraron. Cerca de allí, una olla de agua hervía con una pila de arroz seco y vegetales congelados que tomaron del refugio. Una vez que tuvieron suficiente para cuatro humanos y un Goleta, un repentino chirrido captó su atención, y al mirar vieron a Vivian asomando la cabeza por la puerta de la cocina.
– Ya casi está listo. – le aseguró Rio mientras agitaba la olla. – Ve a decirle a las otras, ¿de acuerdo?
Vivian chirrió con emoción antes de retirar la mano.
– Al menos al fin tendremos algo de comida caliente. – dijo Tusk. – Si estuviéramos cerca de la tienda podría haber hecho algo de sopa de serpiente marina.
– Eso suena completamente asqueroso. – comentó alguien. En el umbral de la puerta a la cocina, Hilda había tomado el lugar de Vivian y Rio no pudo evitar quedarse mirándola. Se había puesto una bata rosa, cuya delgada tela se pegaba a su figura esbelta y curvilínea como una segunda piel, y su cabello rojo suelto caía como una cascada por su espalda en olas escarlatas.
– Para que sepas, es un verdadero manjar. – argumentó Tusk. – ¿Verdad, Rio?
– Huh, ¿qué? Sí, claro.
Como si sintiera que Rio no iba a ser de mucha ayuda, Tusk recogió el tazón de tartas de mariscos que habían freído, y se lo llevó a la mesa donde Ange ya estaba esperando con Vivian. Igual que Hilda, llevaba puesta una bata rosa de las aguas termales.
– La verdad huele muy bien. – admitió ella. – Casi me temía que fueras a preparar algo raro como esa sopa tuya.
– Nunca puedo ganar con ustedes, ¿verdad? – preguntó Tusk. – Ah bueno, vamos a comer.
Detrás de él, Hilda cargaba la olla con el plato secundario, mientras Rio traía una botella de vino blanco que encontró en la cocina.
– Bueno, por nosotros. – dijo Rio sirviéndoles a todos en unas copas y en un tazón para Vivian. – Considerando todo, podríamos estar mucho peor.
– ¡SALUD! – dijeron los demás, golpeando sus copas.
– Vivian, cuida cuánto tomas. – le advirtió Ange. – Lo último que necesitamos ahora es un DRAGON borracho.
...
Resultó ser la mejor comida que Tusk había tenido en un largo tiempo. La comida era mediocre en el mejor de los casos, pero el comer con compañeros era una sensación maravillosa, especialmente ya que Ange era parte del grupo. Estaba sentada junto a él, mientras Hilda ocupaba su puesto al lado de Rio, con Vivian entre las dos parejas. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que comió acompañado? Supuso que ya eran un par de meses desde que él y Ange pasaron aquella semana en su isla, pero al ser parte de un grupo, se sentía casi como si fuese parte de una familia de nuevo. Luego de que terminaron, una sensación de agotamiento se apoderó de todos, y el tener sus estómagos llenos de comida caliente y un refugio de la nieve de afuera alivió la tensión que llevaban encima.
– Bueno, no sé ustedes, pero creo que iré a darme un baño y con eso terminaré el día. – anunció Rio mientras se ponía de pie.
– Espera. – dijo Ange. – ¿Cómo te vas a bañar con el brazo enyesado?
– Me las arreglaré.
– O tal vez... – dijo Ange –- ¿quizás Hilda podría ayudarte?
– ¡Espera, ¿qué?! – gritó Hilda. Vivian silbó mientras un rubor se extendía sobre su hocico, aunque cuánto de eso era por pensamientos sucios o debido al vino, Tusk no podría decirlo.
– Uh, está bien... – dijo Rio tratando de restarle importancia con la mano.
– Yo podría ayudarle... – ofreció Tusk, sólo para retroceder cuando Ange le lanzó una mirada de advertencia. – Uh, en realidad, tengo que lavar los platos...
– Ya escuchaste. – dijo Ange. – Ahora depende de ti.
Con un gruñido de derrota, Hilda se puso de pie también y agarró a Rio por su brazo bueno. – Está bien. Hagamos esto rápido.
Se lo llevó arrastrando fuera del área del comedor, mientras Vivian silbaba excitada al tiempo que Rio le echaba una mirada dudosa a Ange y Tusk antes que él y Hilda desaparecieran tras la puerta.
– Bueno, esa es una forma de darles algo de privacidad. – comentó Tusk.
– Alguien tenía que hacerlo. – decidió Ange. – En serio, no me sorprende que tú y él sean amigos. Ambos son más densos que un ladrillo.
Un repentino golpe captó su atención, y al darse la vuelta vieron que Vivian se había tropezado con una de las otras mesas, volcando una de las sillas con su enorme masa.
– De acuerdo, vamos, Vivian. – dijo Ange tomando a Vivian por su garra y guiando al DRAGON afuera hacia el lobby. – Encontré una habitación con una cama que debería ser lo bastante grande para ti.
Vivian chirrió y se bamboleó hacia atrás y adelante siguiendo a Ange, mientras Tusk reunía los platos y se los llevaba hacia la cocina, donde los dejó caer en el lavaplatos antes de empezar a llenarlos con agua. Aparte de su propio generador, el Hotel Mu La Flaga también tenía su propia bomba de agua, lo que le daba un suministro constante de agua potable. Había empezado a lavarlos cuando Ange regresó de repente.
– ¡Tusk! – lo llamó.
– ¡Aquí estoy! – respondió él. Ella entró a la cocina y se plantó junto a él, haciéndole un gesto para que se apartara.
– Déjame esto a mí. – le dijo. – Ya has hecho suficiente por hoy.
– No es problema. – le aseguró él. – Además, ¿alguna vez has lavado platos antes?
Ange frunció el ceño molesta, y Tusk medio se esperaba que lo volviera a golpear. – Yo... estoy segura de que puedo. ¡He visto a Momoka hacerlo todo el tiempo!
Tusk se rio antes de entregarle una toalla. – ¿Qué tal si tú los secas y vamos subiendo desde ahí?
Ange aceptó la toalla y juntos, los dos comenzaron a limpiar los platos que usaron para la cena.
– Tusk... gracias. – le dijo. Tusk la miró, y vio que Ange le sonreía cálidamente. – Siempre sabes que hacer, mantienes la cabeza bajo control, y también eres muy amable. Más de lo que deberías.
– Hey, no es nada.
– No digas que no es nada. Sé que siempre reacciono mal a todo, soy muy testaruda y pierdo el control. A veces me pregunto cómo es que me soportas.
Dejando el último plato en su lugar, Tusk le puso la mano en el hombro, y Ange lo miró.
– Has pasado por muchas cosas. – le dijo él. – Eras una princesa que descubrió que era una Norma, luego fuiste obligada a pelear contra DRAGONS en un arma legendaria. Y ahora estamos en otro mundo.
– Ha sido un viaje muy salvaje. – admitió. – Pero no todo ha sido tan malo. He aprendido mucho. Y aunque no pude mantener algunas de mis relaciones, pude conseguir otras mejores. Tú, Vivian, Hilda, e incluso Rio, no me arrepiento de haber conocido a ninguno de ustedes.
– ¿Cómo a tu hermano? – preguntó Tusk. Ange frunció el ceño, y Tusk supo que le había tocado una fibra sensible. Por cruel y desalmado que Julio hubiera sido, hubo un tiempo en el cual Ange se preocupaba por él. Y ahora que estaba muerto, seguramente eso le provocaba sentimientos muy complicados.
– Hey, Tusk. – dijo ella finalmente. – Ese sujeto Embryo, ¿quién es realmente?
– En términos simples, es quien está sentado en la cima del mundo y mueve los hilos de la humanidad. – le explicó él. – De todos nuestros enemigos, él es el más peligroso.
La cocina volvió a quedarse en silencio hasta que Ange suspiró.
– Bueno, mientras estemos aquí no tendremos que preocuparnos por él. Así que, pongamos a Villkiss otra vez en marcha para que podamos volver a nuestro mundo y patearle el trasero. Por ahora, mientras tú y Rio estaban cocinando, Hilda y yo limpiamos algunos de los cuartos del segundo piso. ¿Qué tal si usas uno de ellos y te das un baño? Yo puedo terminar lo que falta.
...
Hilda sintió como si estuviera a punto de desmayarse. Toda su cara estaba en llamas y su corazón estaba latiendo a cien por minuto. ¿En qué diablos estaba pensando Ange?
Ella y Rio estaban de pie en el piso de baldosas de piedra de los baños termales del hotel. Una pantalla suspendida sobre sus cabezas les ayudaba protegerse de la nieve que caía, mientras l vapor del baño formaba una barrera contra el frío. Por lo que ella suponía, los dos habían estado parados allí por más de un minuto, y ninguno había hecho un esfuerzo por empezar lo que vinieron a hacer.
– Hilda. – dijo Rio finalmente. Ella levantó la mirada, y la cara de Rio estaba igual de roja que la suya. – Mira, si te sientes incómoda haciendo esto, no es necesario que lo hagas.
Hilda respiró profundamente, y sacudió su cabeza para aclarársela.
– Está bien. Dije que lo haría, y lo haré. – dijo ella. Si no lo hacía, Ange nunca le dejaría oír el final de eso. – Además, me lo debes.
– Me parece que no te entiendo.
– Tú me desnudaste cuando estábamos en la cabaña, ¿recuerdas? Lo justo es justo.
– Supongo que tienes razón. – admitió él mientras se quitaba su sombrero. Lentamente, Hilda alargó las manos las manos y deshizo la tira que sujetaba su brazo derecho, bajándole suavemente el brazo hacia el costado y provocando una mueca de dolor en Rio.
– Lo siento. – se disculpó ella.
– Está bien. – dijo él. A continuación siguió su camiseta verde. Jalando el borde hacia su cuello, Rio levantó su brazo bueno y lo sacó por el agujero mientras Hilda le quitaba la camiseta sobre su cabeza y la deslizaba por su brazo roto. Ahora que estaba topless, Hilda tragó saliva al encontrarse mirándole las cicatrices que marcaban su torso. Una en particular captó su atención, una raya diagonal que apuntaba hacia su hombro derecho. – ¿Pasa algo?
– No, es sólo que... estas cicatrices. Puedes, o más bien pudiste haber usado tu Mana para sanarlas. ¿Por qué no lo hiciste?
– Vanidad, supongo. – admitió él. – El Jefe me dio una vez que las cicatrices hacen a un hombre. Te enseñan que sigues siendo mortal y te recuerdan de lo que realmente importa.
Rio frunció el ceño, y ella recordó lo que él había mencionado, que su líder estaba piloteando el Arquebus azul durante el asalto en Arzenal.
– Sabes, puede que él todavía siga con vida. – mencionó. – Ange sobrevivió a estrellarse, así que nunca se sabe.
– Tal vez. – dijo él. – Creo que puedo quitarme el resto yo mismo.
– ¿Estás seguro?
– Sí, me iré por allá atrás. – Rio desapareció tras una cortina para cambiarse, y tras unos minutos la llamó de nuevo. – Si quieres puedes irte.
– No puedes lavarte con un brazo roto. – le recordó Hilda. – Sólo sal de allí.
Cuando Rio no le respondió, Hilda estuvo a punto de ir tras la cortina y arrastrarlo, cuando emergió llevando apenas una toalla colgando de su cintura. Hilda se quedó mirándolo y sintió que la sangre volvía a subirle a la cabeza en un parpadeo.
«Un hombre está parado desnudo en frente de mí,» pensó.
– Y bien, ¿ahora qué? – preguntó él, sacando a Hilda de su trance.
– Siéntate. – señaló ella. Rio tomó asiento sobre uno de los banquillos en el muro, mientras Hilda llenaba un balde con agua caliente. Cogió una esponja y una botella de jabón líquido, y se arrodilló detrás de él antes de mojar la esponja y empezar a frotarle la espalda y los hombros.
Hilda iba deslizando las manos por sus músculos, y sintió que la boca se le ponía seca. Rio no era un muro gigante de poder, pero ella podía sentir la fuerza debajo al tocarlo. Sus músculos eran duros y densos como el hierro, y Hilda tuvo que admitir que la sensación de tocarlos no le era del todo desagradable.
– Date la vuelta. – le dijo, apenas más alto que un susurro. Rio giró su asiento para ponerse de cara con Hilda, que de nuevo se encontró mirándole el pecho.
– Creo que yo puedo encargarme del resto. – ofreció él. Hilda miró sus ojos azul celeste y vio que se sentía tan avergonzado como ella. Y mientras detenía su mano encima del esternón, casi podía sentir el corazón de él latiéndole muy rápido.
– Sabes... empiezo a creer que no quieres esto. – dijo ella.
– ¡Claro que no! – gritó él. – ¡No, quise decir sí! Quiero decir... que no quiero que hagas algo que te haga sentir incómoda. No es que ignore que soy el primer hombre que tú y las demás chicas en Arzenal deben haber conocido. Y además, Ange te presionó para que hicieras esto.
– Esto es... diferente. – admitió ella. – Pero no diría que es malo. Mira, sí quiero hacer esto. Saliste lastimado tratando de ayudarnos a todas a escapar. Estoy segura que si no hubiéramos sido arrastrados junto con Ange y Tusk, ya tendrías a la mitad de Arzenal peleándose por la oportunidad de hacer lo mismo.
– No estoy seguro si debería sentirme halagado o aterrorizado por eso. – bromeó Rio.
Hilda tuvo una imagen mental de Rio desnudo siendo asaltado por un grupo de Normas tratando de frotarlo y no pudo evitar reírse. Ahora que la mayor parte de la tensión se había dispersado, el resto del baño pasó rápidamente. Luego de eso, Hilda volvió a ponerle el cabestrillo a Rio antes de ponerle encima una de las batas del hotel, y llevárselo a una de las habitaciones del segundo piso. Desde abajo en el salón, se podían oír ronquidos pesados en la habitación donde Ange había dejado a Vivian, así que se quedaron con un cuarto en el extremo opuesto del salón. Adentro, Rio y Hilda se sentaron en una mesa, mientras ella reemplazaba el entablillado de Rio con unas tiras y abrazaderas secas que Tusk había dejado en el corredor.
– ¿Qué tal? – le preguntó ella mientras apretaba el nudo.
– Está bien. – le dijo él. – De verdad aprecio mucho todo esto.
– Bueno, no es que pueda dejar un trabajo a medias. En serio, a veces me sorprende que sigas vivo. A veces actúas como si no te importara si vives o mueres.
– ¿De dónde viene eso? – preguntó él.
– Bueno, sólo mírate. – dijo ella. – Te arrojas de cabeza en situaciones peligrosas sin pensar en las consecuencias, y siempre terminas lastimándote. ¡Sólo es gracias a la suerte que no terminas muerto! ¡Y nunca piensas en cómo se sentirían otros!
Cuando sus emociones se elevaron, Hilda accidentalmente jaló una de las tiras demasiado fuerte, y Rio soltó un grito de dolor.
– ¡Perdón! – dijo ella, soltando la tira rápidamente. Por un rato, los dos se sentaron sin decir ni una palabra, antes que Rio finalmente decidiera hablar.
– Hilda... la otra noche, luego que tuvimos aquella pelea, hablé con Ange y ella me dijo algunas cosas. ¿En serio volviste a Arzenal sólo para protegerme?
Hilda empezó a decir algo, pero se detuvo buscando recuperar su compostura fría.
– Bueno, tú ya habías hecho mucho por mí. – dijo ella. – Y si hacías más, te estarías metiendo en más problemas con tus aliados. Además, si pudiste soportar tu castigo sin quejarte, pensé que yo también podría hacerlo.
Por la esquina del ojo, ella vio cómo Rio fruncía el ceño, antes de sujetarle con su mano buena la suya.
– Hilda, hay algo de lo que quería hablar contigo. Y desafortunadamente pasaron cosas una tras otra, pero ahora que estamos tranquilos, quisiera sacármelo del pecho.
– ¿No crees que deberíamos esperar hasta la mañana? Ya es un poco tarde.
Rio negó con la cabeza. – Casi perdí mi oportunidad para siempre cuando Embryo me quitó la Luz de Mana. Hay cosas que necesitas saber. Que mereces saber. Por favor, necesito que escuches esto.
Hilda lo miró, y se sorprendió de la intensidad en sus ojos. Lo que fuera que Rio quería hablar, no iba a dejarlo ir sin más.
– Muy bien. – cedió finalmente. – ¿De qué quieres hablar?
...
Por toda la ciudad vacía y en ruinas, una manta de nieve cubría de blanco todos los edificios destrozados. Quieta e inmóvil, el único sonido era el viento que silbaba a través de los restos de los edificios derruidos y vacíos por siglos. De repente, una sombra masiva pasó volando por encima de la ciudad, acompañada de dos más pequeñas. Estas descendieron sobre el suelo, aterrizando en lo que alguna vez fue el centro de la ciudad.
– ¿Estás segura de que aquí es de donde vino la señal?
– Totalmente. La transmisión llegó fuerte y clara hace unas dos horas. Y la triangulación ubica su punto de origen aquí mismo. – A poca distancia de allí, un movimiento repentino captó su mirada. Se movieron hacia allá, y encontraron un puente antiguo cubierto de nieve, y colgando de su parapeto, una lona de plástico agitándose en el viento. – Alguien estuvo aquí. Recientemente.
– Estoy detectando una lectura de energía. Aproximadamente a unos 50 kilómetros al oeste de aquí. – Y en efecto, en el extremo de las montañas que bordeaban la ciudad, se podía ver una tenue luz rosa.
– Entonces vamos. Nos moveremos desde nuestro límite de altura de vuelo. Así podremos tomarlos por sorpresa.
Esta historia continuará...
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