Capítulo 17: Rebelión
Bajo las olas, una silueta masiva se abría paso a través de la oscura profundidad hacia la línea ecuatorial. Siglos atrás, naves como esta cruzaban el mar tanto arriba como debajo de la superficie en misiones de guerra entre las diferentes naciones e imperios del mundo anterior al Mana. Ahora, la antigua humanidad y sus naciones habían desaparecido en la historia, y el Noa era el último de los cargueros sumergibles de clase. Diseñados para ataques sorpresa, los sumergibles Crueset eran los más grandes y más armados jamás construidos entre los suyos. El armamento estándar incluía seis tubos para torpedos en el frente, un cañón dual de rayos en la proa, cañones de riel en estribor y babor, hasta seis torretas rotatorias con sistema de armas de corto alcance, y una batería de misiles con 34 tubos, todos los cuales estaban sellados de manera segura tras paneles herméticos al sumergirse. La única desventaja de este diseño era su limitado espacio para vehículos, debido a todo lo que ocupaba el sistema de soporte vital para mantenerse viajando bajo el agua por largo tiempo.
En el puente del Noa, el Jefe se encontraba en el puesto de comando, con una expresión sombría. Según sus cálculos, la flota de Julio Misurugi ya debería haber llegado a Arzenal. Sólo esperaba que las Normas pudieran resistir hasta que ellos llegaran.
– ¿Cuál es nuestro tiempo estimado de llegada? – preguntó.
En el timón, Fixer trazaba su curso bajo el dominio submarino. Un joven corpulento con cabello rizado oscuro, Fixer era uno de los primogénitos, una generación de híbridos mezclados de humanos y Normas, que nacieron en el Zion original. Se esperaba que los primogénitos hubieran heredado la habilidad de sus madres para rechazar el Mana, pero resultó que esa capacidad sólo la heredaban las mujeres. Aun así, los primogénitos jugaban un rol vital en la Network al servir como la mayor parte de su segunda milicia. Los jóvenes no habían olvidado la pérdida de su hogar y, a pesar de la gravedad de su misión, había un aire de entusiasmo en la atmósfera de la nave. Hoy sería el día que finalmente darían el primer golpe de retribución.
– Otra media hora al menos. – respondió Fixer. Detrás del Jefe, la compuerta de la escalera principal y la Mayor salió para unirse a él.
– ¿Alguna suerte? – le preguntó. La líder de la milicia negó con la cabeza.
– Ninguna. Nada de contacto, ni siquiera una baliza que podamos rastrear. Me temo que no nos queda más que asumir que el Blue 6 ha sido destruido. – le dijo. El Jefe maldijo entre dientes. El Capellán había sido uno de los últimos amigos que le quedaban de los antiguos días. La Mayor entonces continuó. – Y eso no es todo. Tampoco podemos contactar con Tusk o el equipo Wildpack. Si tuviera que adivinar, diría que los demás humanos han instigado un apagón de comunicaciones sobre Arzenal. Nada puede entrar, ni con la Luz de Mana ni con la radio.
Si ese era el caso, la implicación era que Rio y las Normas de Arzenal estaban todavía peor de lo que temían. Significaba que los demás humanos sabían que ellos venían, lo que quería decir que el elemento sorpresa ya no estaba de su lado. Aun así, con todo lo que había en riesgo, ya no podían dar vuelta atrás incluso si el Jefe quisiera.
– Muy bien. Dile a los pilotos que se pongan sus uniformes y se preparen para despegar en cuanto lleguemos. La pelea iniciará en cuanto salgamos a la superficie.
La Mayor saludó, y asumió el mando mientras el Jefe se iba para hacer sus propias preparaciones.
«Rio, tú y las Normas tendrán que resistir,» pensó. «Sólo mantente vivo hasta que lleguemos.»
...
Mientras el primer escuadrón seguía tratando de asimilar la revelación de la verdadera naturaleza de los DRAGONS, una ventana de Mana de repente apareció sobre el foso en llamas que estaba frente a ellas.
– Este es un mensaje de la Armada de Ayuda Internacional del Comité de Control de Normas. – anunció la mujer en pantalla. – Queremos agradecer a todas por combatir a los DRAGONS. En unos minutos, iniciaremos su rescate. Por favor sean pacientes mientras iniciamos los protocolos de evacuación.
– Grandioso. – murmuró Rosalie. – Me pregunto dónde nos van a meter ahora.
– ¡Oh, qué alivio! – gimió Momoka. – ¡Lady Angelise, estamos a salvo! ¡La ayuda viene en camino!
– No. ¡No, no es así! – dijo Rio. Junto a él, Hilda le echó una mirada, y se dio cuenta exactamente de lo que estaba pensando.
-- ¡Adentro! – le ordenó. – ¡Todo mundo adentro, pero ya!
– ¿Qué? ¿Por qué? – preguntó Chris.
– ¡Sólo háganlo! – gritó Jasmine. Igual que Hilda, ella también había visto la mirada en el rostro de Rio, y sabía exactamente lo que venía. – ¡Si no quieren morirse, CORRAN!
Al otro lado de la isla, el resto de la artillería anti-aérea comenzó a abrir fuego mientras el cielo se iluminaba con las explosiones de docenas de misiles. Una vez que la verdad de la situación finalmente les cayó encima, las Normas del primer escuadrón junto con su humano aliado salieron huyendo tras Jasmine y Vulcan, justo cuando una oleada de misiles que había penetrado las defensas impactó en el foso, esparciendo los cadáveres ardiendo por todo el cráter.
...
Aunque inicialmente estaban de buen humor, el Emperador Julio se sintió molesto cuando oyó una alarma resonar por el aire.
– Almirante, ¿me quiere explicar qué sucede? – demandó.
– Los sensores indican que las defensas de Arzenal han sido activadas. – respondió el oficial al mando. – Tal parece que las Normas están planeando resistirse.
Julio suspiró, mientras cogía el transmisor de radio en un costado de su silla.
– Y yo aquí pensando que podríamos hacer esto de manera limpia y rápida. – dijo Riza.
– No se puede evitar. Son Normas después de todo. – dijo Julio. Presionó el botón de llamar para transmitir a toda la fuerza de ataque. – Atención a todas las naves. Aquí les habla el Sacro Emperador Julio I. Las Normas de Arzenal han decidido pagar nuestra caridad con rebelión. Esto es una traición contra mi... no... contra toda la humanidad, y no dejaré que este pecado se quede sin castigo. Todas las naves, comiencen el bombardeo. Grupos de aterrizaje, prepárense para invadir. Les enseñaremos a estos animales el precio de traicionar a sus superiores.
Dejando de lado el transmisor, Julio se levantó de su sillo, y marchó hacia la consola de comando, mientras el oficial al mano se hacía a un lado. Julio abrió un panel transparente de plástico donde se había colocado un seguro.
– Almirante, ¿los Pyrethroides están listos?
– Sí, señor. Han sido programados tal como lo solicitó.
– Excelente. – sonrió. De su bolsillo, Julio sacó la misma llave que el Maestro Embryo le había entregado, la cual insertó dentro del seguro. Todas las naves de batalla que lo rodeaban lanzaron sus proyectiles. Julio giró la llave y las bahías de lanzamiento del Libra se abrieron para liberar su propia carga "especial".
...
Debajo del radar de la fuerza de ataque, seis Skyhooks volaban sobre la superficie del agua, a nivel tan bajo que prácticamente estaban surfeando. Arriba de ellos, los rastros de incontables misiles dejaban tras de sí una línea de rayas blancas por todo el cielo, indicando que el bombardeo sobre Arzenal ya había comenzado.
– ¡Demonios! – maldijo Tusk. – ¡Llegamos demasiado tarde!
Temía que esto fuera a suceder. Tras escuchar la conversación de Julio con Embryo, debería haber venido a este lugar directo en lugar de alterar su curso para reunirse con el resto. Detrás de él, los miembros del equipo Wildpack observaron cómo Arzenal se iluminaba por docenas de explosiones.
– Esto es malo. – dijo Kat. – Van a masacrar toda la base.
– Y por eso es que el Jefe nos mandó. – le recordó Vulture. – He estado esperando la oportunidad de pagarles a estos bastardos desde Zion.
– Enfócate en la misión. – le aconsejó Kamaitachi. – Recuerda, nuestro objetivo es mantenerlos ocupados para que las Normas puedan evacuar. Spider, ¿alguna noticia del Jefe?
– Nada. – respondió Spider. – Deben estar interfiriendo con las señales. Parece que estaremos solos en esto.
– La prioridad son Ange y Villkiss. – dijo Rhino. – Si conozco a Rio, ya debe estar ayudando a las Normas a montar una defensa. Tenemos que rodear por detrás y sellar la entrada por la playa primero. Luego iremos subiendo hacia la cima y atacaremos al enemigo por la espalda. Tusk, tú hazte cargo de la princesa.
– No hay problema. – respondió Tusk. Girando el acelerador, Tusk empujaba los motores de su skyhook a todo lo que podía, mientras él y el equipo Wildpack circundaban para llegar a la retaguardia de Arzenal. «Ya voy por ti, Ange,» pensó. «Mantente a salvo.»
...
Mientras Tusk y el equipo Wildpack se enfocaban en evitar ser detectados por la flota de Julio Misurugi, no tenían idea de que había alguien observándolos a poca distancia. Justo arriba de las olas, Baretta flotaba en modo vuelo mientras Dark observaba a los seis intrusos dirigirse hacia Arzenal con sus binoculares. Reconoció a la mayoría de ellos del asalto al Pilar del Amanecer, especialmente al joven que iba a la cabeza. Ninguno de ellos le preocupaba especialmente, a lo mucho serían solo un obstáculo menor del que podría ocuparse fácilmente una vez que hubiese eliminado a su verdadero objetivo. Lo que le preocupaba en ese momento eran las acciones de Julio Misurugi. El Maestro Embryo le había dado carta blanca para usar fuerza si era necesario, y el ataque de misiles era una acción tácticamente justificable. Aun así, los Pyrethroides podrían haber hecho lo mismo de manera mucho más precisa. Podría ser que Julio Misurugi falló en considerar que Ange podría salir lastimada en el ataque...
... o que esperaba que así fuera, para poder descartarla como daño colateral.
Como si respondiera a sus pensamientos, de repente recibió una transmisión de Mana, y Dark abrió una ventana para responder. – Maestro Embryo, veo que Alektra ha elegido ponerse obstinada.
– En efecto. Uno pensaría que habría aprendido su lección desde la última vez. Oh bueno, supongo que no puede evitarse. ¿Qué hay de la Network? ¿Alguna señal de ellos?
– Ninguna, salvo por algunos insignificantes que se dirigen hacia Arzenal. Sin embargo, me preocupan las acciones de Misurugi. ¿Debería intervenir?
– Mantén tu posición. Si Julio se ha olvidado de su lugar, entonces yo misma me encargaré de él.
...
Mientras la ráfaga de misiles continuaba lloviendo desde arriba, las residentes de Arzenal se amontonaron buscando cobertura en el interior de la base. Con cada impacto, la isla entera se sacudía, y los techos que ya estaban dañados debido al ataque de los DRAGONS llovía sobre las Normas con trozos de polvo y cemento. El miedo y la confusión llenaba el aire mientras los residentes se preguntaban por qué sucedía esto. Ellas habían hecho todo lo que los humanos les habían ordenado, pelearon y obedecieron sin cuestionar, y ahora los humanos estaban tratando de matarlos.
Mientras el carro del elevador comenzaba a descender hacia las profundidades de Arzenal, Pamela, Hikaru y Olivier observaban con los ojos muy abiertos los muros del pasaje mientras descendían. Cuando los humanos transmitieron su mensaje, las tres respiraron de alivio, hasta que la Comandante Jill apareció en el búnker de emergencia y les ordenaba activar las defensas automáticas. No lo habían hecho un segundo después de que los humanos habían comenzado su bombardeo. Antes de que pudieran recuperarse del shock inicial, Jill las guio al elevador oculto, y ahora se dirigían hacia quién sabría dónde.
– No tenía idea de que esto estaba aquí. – dijo Hikaru. – ¿Pamela?
La operadora rubia negó con su cabeza, y la Comandante Jill le indicó a Olivier que se acercara.
– Dame línea por el intercomunicador. – le ordenó. Olivier se quitó de los hombros la mochila de radio que llevaba y la colocó en el suelo. Luego de verificar que las baterías servían, le entregó el micrófono a Jill, que comenzó a transmitir a todo Arzenal.
– ¡Escuchen todas! Ahora están viendo cómo son realmente los humanos. Por cada uno como Rio hay al menos mil a los que no les importa una mierda lo que nos suceda. Y yo ya tuve suficiente. Si alguna de ustedes ya está cansada de ser su herramienta, venga conmigo a los niveles inferiores de Arzenal. Desde este momento, el mando de Arzenal renuncia a la autoridad humana. ¡Libertus comienza ahora!
Con eso cortó la transmisión, y Jill miró a las tres operadoras.
– ¿Y bien? ¿Qué van a hacer? – les preguntó. El personal de comando intercambió miradas, y consideraron sus opciones. Por lo que habían visto hasta ahora, los humanos ya habían determinado su destino. Al menos de esta forma, tenían una oportunidad.
– Iré con usted. – dijo Pamela.
– Yo también. – asintió Olivier.
– Le entro. – agregó Hikaru. Ahora con el personal de comando detrás de ella, Jill sacó su comunicador personal y se lo colocó en la oreja.
– Salia, tengo una misión muy importante para ti. – habló. – Una que sólo tú puedes completar.
...
Luego de que apenas lograron escapar de ser voladas en pedazos, Rosalie y las otras se aferraban al muro jadeando por aire. A su alrededor, otras Normas se abrazaban entre ellas buscando cobertura, y miraron al techo mientras las explosiones continuaban sacudiendo la base. El repentino ataque de los humanos ya las había conmocionado bastante, pero nada podría haberlas preparado para el anuncio de la Comandante.
– Esto... esto no puede estar pasando. – gimoteó Chris sujetándose la cabeza.
– ¿A qué se refiere con que "renuncia"? – preguntó Rosalie. La Comandante no podía estar hablando en serio. Esto tenía que ser una broma.
– Significa que tenemos que elegir el veneno. – respondió Hilda sacando su comunicador. – O nos arriesgamos con los humanos, o nos abrimos paso peleando y tal vez acabemos con algunos de ellos. Comandante, habla Hilda. Estoy con usted. Rio ya me contó todo sobre el sujeto detrás de esto. Y si estos humanos están trabajando para él, esa es toda la razón que necesito. Ajá... entendido.
– Yo también iré. – dijo alguien. Detrás de Hilda, Ersha apareció de repente con un grupo de niñas en edad escolar reunidas a su alrededor. – Por las niñas. Tengo que protegerlas.
– ¿Es que tienen deseos de morirse? – preguntó Chris. – ¡No pueden desafiar a los humanos!
– ¿Ni siquiera con uno de su lado?
Las chicas se dieron la vuelta al ver a Rio acercándose, con un casillero colgando de una tira sobre su hombro. Detrás de él, Jasmine y un grupo de chicas del centro comercial venía empujando carritos de carga llenos de cajas.
– Hilda tiene razón. – les dijo mientras dejaba el casillero y comenzaba a armarse hasta los dientes. – La única opción que nos queda es pelear.
– Ya oyeron al hombre. – dijo Jasmine mientras ella y sus ayudantes abrían las cajas, revelando las armas y munición que había dentro. – Todas aprovisiónense. Consideren esto la venta de liquidación, después les mandaré la cuenta.
Se empezaron a pasar las armas, y las Normas de manera reacia las aceptaron mientras Hilda daba un paso al frente.
– Escúchenme todas. – les anunció. – Durante todas nuestras vidas nos han dicho que los humanos eran todopoderosos. Que no teníamos más opción que obedecerlos. Bueno, les puedo decir por experiencia de primera mano que eso no es más que un montón de mierda. No hace mucho, un grupo de humanos trató de ejecutar a Ange luego de que escapó. Y fallaron porque yo decidí pelear contra ellos. Sí, es verdad que tuve ayuda de Rio, pero eso no cambia el hecho de que pude matar a unos cuantos de ellos. Los humanos mueren igual de fácil que nosotras. Sólo tenemos que pasar por encima de su Luz de Mana. Ahora, todas las pilotos vamos al hangar. Tenemos que ayudar a Mei a cargar los Para-mails a los niveles inferiores. Rio, Jill quiere que organices una defensa contra los grupos de aterrizaje. Jasmine, lleva a todas las demás a los niveles inferiores. Al parecer hay una nave que puede sacarnos de aquí.
– Entendido. – asintió Rio.
– Déjamelo a mí. – dijo Jasmine.
«¿De verdad esto está sucediendo? ¿Realmente nos vamos a rebelar contra los humanos?» se preguntó Rosalie, quien luego miró a Chris que parecía al borde de sufrir un colapso, y eso le hizo tomar su decisión. «Supongo que tendré que hacerlo. Incluso si no nos matan, seguramente nos obligarán a mí y a Chris a separarnos. ¿Qué haría ella sin mí?»
Colocando una mano sobre el hombro de Chris, Rosalie le sonrió a su amante, que le dirigió una mirada tímida.
– Hey, recuerda nuestra promesa. – dijo ella. – Nos cuidaremos una a la otra, ¿recuerdas?
– Sí, claro. – dijo Chris con la voz temblándole.
– Hey Hilda, yo y Chris estamos dentro. – dijo Rosalie.
– Me da gusto escucharlo. Ange, ¿qué hay de ti?
Cuando nadie le respondió, el primer escuadrón y Rio miraron a donde Ange antes había estado parada con Momoka, y se dieron cuenta que ambas se habían ido.
– ¡Grandioso! ¿Ahora dónde está?
– Esperen. – dijo Rio mirando alrededor. – ¿Qué le pasó a Salia?
– Eso no importa. – dijo Jasmine. – Si realmente saben lo que está sucediendo, eso debería ser claro para los dos.
Hilda le echó una mirada a Rio, que le respondió asintiendo. Aunque Rosalie nunca se había considerado una genio, al menos era lo bastante inteligente para saber cuándo la gente la tenía fuera de su círculo. Hilda, Rio, Jasmine; todos ellos sabían algo que el resto de ellas no. Aunque por el momento, parecía que las respuestas tendrían que esperar hasta que no estuvieran todos en peligro de muerte.
– Ahora, escuchen todos. – continuó Jasmine. – Luego de que el bombardeo termine, la siguiente oleada serán grupos de invasión, lo que significará combate cercano. Rio, como tú eres humano, conoces mejor sus debilidades.
– Claro. – Rio asintió. – Como dijo Hilda, la Luz de Mana les da a los humanos una ventaja, pero no es del todo infalible. Hay varias maneras de sortearla.
...
En medio del caos y la confusión tras el ataque, se le hizo muy fácil a Salia para llevarse a Ange a escondidas. Todo mundo estaba tan abrumado por el ataque de los humanos y el anuncio de Jill, que nadie notó que se habían ido. Ahora, sólo tenía que hacerlas bajar hasta el Aurora.
– Sigue moviéndote. – le advirtió, presionando la boca de su pistola en la espalda de Momoka. Jill tenía razón, Ange no respondería a amenazas hacia ella misma, pero nunca haría nada para poner en peligro a su sirvienta. – Si intentas cualquier cosa, le dispararé.
– Sí, sí, ya entendí. – gruñó Ange. – Entonces ¿esta es otra de las órdenes de Jill, o sólo estás planeando robarte de nuevo a Villkiss?
Salia chasqueó la lengua ante el comentario de Ange, y cogió su comunicador. – Comandante, habla Salia. El paquete está asegurado junto con la carga. Voy camino a hacer la entrega.
– Bien hecho, Salia. – respondió Jill. – Sabía que me harías sentir orgullosa.
«Así es,» pensaba Salia. «Sólo tengo que hacer lo que me dices. Como siempre lo he hecho.»
...
Ahora que sabía que Ange estaba segura, Jill podía enfocarse en prepararse para el lanzamiento. Tecleando el código de acceso, Jill desactivó los sistemas de seguridad del Aurora, y la escotilla se abrió. Detrás de ella, las operadoras del centro de comando se quedaron observando asombradas la bahía para submarinos oculta, y la enorme nave que estaba atracada en ella.
– Whoah. – escuchó a Hikaru, mientras avanzaban por los corredores del Aurora. – Esto es asombroso.
– Nunca me imaginé que algo como esto pudiera existir debajo de Arzenal. – murmuró Olivier.
– Concéntrate. – le advirtió Jill. Subieron por la torre de comando hasta que finalmente llegaron al puente. – Pamela, tú toma el timón. Hikaru el radar, y Olivier las comunicaciones. Enciendan todos los sistemas y prepárense para partir.
– ¡Sí, señora! – dijeron todas. Las tres operadoras se apresuraron a poner la nave en marcha, mientras Jill asumía posición en la silla del comandante y esperaba. Una vez que tuvieran tanto a Ange como a Villkiss a bordo podrían zarpar. Sólo necesitaba que las demás mantuvieran a sus visitantes ocupados hasta entonces.
...
Luego que Rio terminó de decirles a todas la estrategia de batalla, era tiempo de ponerse a trabajar. Acorde con el plan, mientras las pilotos se iban al hangar para ayudar a mover los Para-mails, un grupo formado por las graduadas de reserva se quedaría con Rio y formaría una línea defensiva contra cualquier invasor en los niveles superiores. Las demás, el personal de apoyo y el resto de no-combatientes, seguirían a Jasmine hacia los niveles inferiores para unirse a la Comandante.
Arrodillándose, Ersha reunió a las niñas de la Clase A cerca de ella.
– Ahora escúchenme todas. – les dijo. – Todo va a estar bien. Tengo que ir a ayudar a los demás, pero les prometo que las veré pronto. Sólo quédense con la Srta. Mary y estarán a salvo.
Aunque asustadas, las niñas asintieron al captar el mensaje, y Ersha se fue para unirse al resto de las pilotos. Junto a su escuadrón estaban Irma y Tanya del tercero, junto con tres novatas. Las tres eran incluso menores que Vivian, más o menos de la misma edad que tenían Coco y Miranda, y se veían aterradas. Esta sería su primer enfrentamiento después de todo, sólo que en lugar de DRAGONS se estarían enfrentando a humano, lo cual de cierta forma era un prospecto mucho más aterrador.
– Todo estará bien. – les dijo Ersha. – Saldremos de esto trabajando todas juntas.
– ¿Pero cómo? – preguntó la pelirroja, cuyo nombre era Mary igual que la profesora de la Clase A. – ¿Cómo puede alguien pensar que los humanos nos dejarán salirnos con la nuestra?
– No lo harán. – dijo Hilda de repente. – Por eso es que tenemos que pelear. Si no quieres, entonces dilo ahora, de lo contrario sólo serás un estorbo.
Las tres intercambiaron miradas dudosas, pero endurecieron sus expresiones e hicieron un saludo militar.
– No, Capitana. – dijo Nonna, la chica de cabello negro. – Vamos a pelear, y ganaremos.
– Bien. Ahora son parte de la primera compañía de la muerte, así que más les vale estar a la altura. – dijo Hilda. Aunque Ersha deseaba que Hilda fuese un poco más gentil al respecto, al menos las reclutar parecían estar más preparadas ahora. – Ahora, todo mundo a los vestidores. En caso de que las cosas vayan mal, puede que tengamos que salir y pelear con ellos en los Para-mails.
– Hilda. – dijo Ersha.
Hilda la miró y Ersha echó un vistazo a alguien en particular. Hilda frunció el ceño y, por un momento, Ersha temió que no lo hiciera por puro orgullo. Y con todo lo que estaba sucediendo, ¿En serio quería dejar las cosas así sin más?
Finalmente, Hilda suspiró y lo llamó: – ¡Rio!
Rio se giró, y los ojos de todas las demás cayeron sobre ambos.
– No se te ocurra hacer nada que termine matándote, ¿entendido?
Eso no era exactamente lo que Ersha esperaba que le dijera, pero era un comienzo. Rio por su parte pareció entender lo que quiso decirle y sonrió.
– Lo mismo para ti.
En cuanto él se fue para liderar a su propio grupo, Hilda se giró hacia Ersha con una mirada molesta. – ¿Satisfecha?
– Eso servirá. – respondió Ersha.
Tras un desvío rápido a los vestidores, Ersha y las demás siguieron a Hilda hacia el hangar, conde Zhao Mei se encontraba en medio de un nexo de actividad frenéticas, mientras las armeras desesperadamente intentaban mover todo lo que podían.
– ¡Olvídense de la munición! – ordenaba Mei. – ¡Lleven a los Para-mails abajo! ¡Villkiss es la prioridad principal!
– Mei, ¿cuál es la situación? – preguntó Hilda.
– Estamos usando el elevador de emergencia para bajar nuestras máquinas hasta el Aurora. Pero es el único que funciona, así que sólo podemos bajar unos cuantos a la vez.
– Tiempo es lo único que no tenemos. – declaró Hilda. – Carguen primero a Villkiss y las máquinas de las novatas. ¿Podemos despegar desde aquí en caso de que haya complicaciones?
– No hay problema. Ya despejamos todos los escombros y la basura de aquí desde ayer.
– Uh, Hilda, creo que ya las hay. – dijo Chris tragando saliva. El grupo siguió la mirada de Chris hacia una claraboya abierta, donde vieron que el cielo estaba lleno de objetos con forma de disco. Y mientras observaban, dichos discos hicieron brotar unas filas de dientes de metal de sus bordes, y comenzaron a girar antes de lanzarse en picada hacia ellos.
– ¡Cúbranse! – gritó Hilda. Las armeras y las pilotos corrieron a ponerse a salvo mientras el chirrido de metal sobre el concreto llovía sobre ellas desde arriba, antes que una serie de explosiones sacudiera todo el hangar.
...
Desde su posición en la proa del transporte anfibio, el Teniente Muruta observaba cómo los drones lanzados desde el Libra iniciaban su asalto sobre la base en la isla de las Normas. Según las instrucciones, los Pyrethroides, como los llamaban, tenían el propósito de sellar la única ruta de escape de las Normas, y capturar a cualquiera que lograra despegar. Mientras tanto, los grupos de asalto se moverían para infiltrarse y asegurar la base. Ya habían lanzado varios transportes desde la flota y estaban preparándose para aterrizar en el nivel superior de la isla. Muruta y sus hombres sin embargo tenían un objetivo diferente. Se iban a infiltrar por la entrada trasera de la playa y destruirían la fuente de energía principal de la base.
Un oficial de buena apariencia muy masculina, con ojos azules y cabello rubio, Muruta era un graduado de la Academia Militar de Misurugi. Su familia había servido por varias generaciones a la familia imperial con gran orgullo, y ahora era su turno. Según las instrucciones, los objetivos de mayor prioridad eran la Norma #1203-77 y su máquina, mientras que las demás pilotos habían sido designadas como objetivos secundarios. Muruta no tenía idea de por qué el Emperador Julio estaba tan determinado en capturar a estas pilotos de Para-mail, o incluso por qué a las Normas se les daba entrenamiento militar en primer lugar. Incluso un niño podía ver que enseñarles a esas abominaciones cómo pelear era una mala idea y, para sorpresa de nadie, habían elegido rebelarse.
Bueno, al final todo resultó para bien. Y cuando hubiera capturado a la antigua princesa imperial, sin duda recibiría una gran recompensa del mismo Emperador Julio. Pensar que muchos hombres jóvenes en Misurugi una vez le tuvieron tanta estima a Angelise. Hasta él había imaginado la posibilidad de ganarse su mano una vez que hubiera subido en rangos lo suficiente para ser digno de ella. Le hacía sentirse enfermo pensar que alguna vez tuvo esas fantasías con una Norma.
Finalmente, el transporte logró sortear los riscos, y la solitaria playa de la isla se hizo visible.
– ¡Señor! – dijo el timonel. – ¡Tenemos contacto al frente!
Levantando sus binoculares, Muruta escaneó el único parche de arena y vio un pequeño grupo de Normas reunidas en la orilla. No parecía que estuvieran armadas, así que no deberían representar un gran problema.
– ¡Hombres, prepárense! – les ordenó. – Parece que tendremos un inicio temprano.
Ante su orden, el escuadrón se puso firme y preparó sus armas, sólo en caso que fuera una trampa. Por debajo, el agua poco profunda se dispersó mientras la nave descendía lentamente hasta tocar tierra. La rampa de abordaje descendió, y Muruta se hizo a un lado mientras sus hombres salían del transporte, rodeando a las normas con sus armas desenfundadas.
– ¡Al suelo! – gritó un soldado. – ¡Al suelo ahora!
– ¡Esperen! – gritó una Norma. – ¡No estamos con la Comandante Jill! ¡Lo que sea que ella haya hecho, no somos parte de eso!
Con un gruñido de asco, Muruta dio un paso al frente y la golpeó de revés, con suficiente fuerza como para tirarla en la arena.
– ¡De rodillas! – le ordenó. Las Normas obedecieron, tirándose de rodillas en la arena mientras ponían las manos sobre sus cabezas. – ¿Sargento?
Uno de los soldados se adelantó para abrir una ventana de Mana. Una lista de nombres y rostros aparecieron, la cual el soldado comenzó a revisar de arriba abajo.
– No hay ni una sola piloto entre ellas.
Muruta asintió y les dio la señal. El fuego automático hizo eco por todos los riscos que los rodeaban, y las Normas fueron abatidas a disparos. Unas cuantas trataron de levantarse y correr, pero no fueron capaces de dar más de un paso antes que una bala les atravesara la espalda o la cabeza.
«Qué pérdida de tiempo,» pensó Muruta. Una vez que terminaron, dos soldados se adelantaron y tomaron posiciones de flanqueo en la entrada que estaba instalada sobre el risco.
– Señor, el corredor está despejado. No hay señales de centinelas o trampas.
– Muévanse adentro. Unidades quemadoras, limpien este desorden.
Mientras las tropas ingresaban a la base, uno de los soldados se quedó atrás para encender un lanzallamas y comenzar a incinerar los cadáveres de las Normas hasta hacerlos cenizas.
...
Desde donde se había tirado al suelo, Hilda se sacudió el ruido que todavía tenía en los oídos, antes de analizar su situación. Parecía que nadie había resultado herido, pero aunque sobrevivieron el hangar no había tenido tanta suerte. Parte del techo había colapsado sobre los niveles inferiores, cortando la única salida de los Para-mails.
– ¿Qué diablos fue eso? – preguntó Rosalie.
– ¿Realmente importa? – replicó Hilda mientras sacaba su comunicador. – Comandante, el hangar ha colapsado. No podemos despegar.
– Mantengan posiciones hasta que Villkiss haya sido traído aquí abajo. No tengo dudas de que el enemigo lo ha designado como objetivo primario. En cuanto sea seguro, evacúen.
– Entendido. – decidió Hilda. – ¡Oye, Mei! ¿Cómo está el elevador?
La joven jefa de las mecánicas movió algunos interruptores en las consolas, pero no obtuvo ninguna reacción.
– ¡Esto no es bueno! – respondió. – Esa explosión dejó muertos los controles. Tendremos que bajarlo manualmente.
Una de las armeras corrió hacia el panel de anulación de seguridad, pero apenas había configurado la manivela manual cuando el costado de su cabeza explotó en una lluvia de color carmesí.
– ¡Mierda! – gritó Hilda. – ¡Chicas, tenemos compañía!
Desde la cubierta de vuelo arriba, una serie de cables de rapel descendieron de pronto sobre el borde, desde los cuales bajaron varias docenas de soldados humanos. Sus armas inmediatamente acribillaron todo lo que estaba a su alcance en el hangar, y un grupo de armeras que trataba de mover la plataforma de Villkiss fueron abatidas sin piedad. Al otro lado en el centro comercial de Jasmine, hubo eco de más disparos con gritos ocasionales tanto de Normas como de humanos.
– ¡Vienen tras Villkiss! – gritó Hilda mientras ella y las Normas regresaban el fuego desde detrás de sus Para-mails. – ¡No dejen que se acerquen a él!
Los humanos levantaron sus escudos y comenzaron avanzar, mientras las balas de las Normas rebotaban en ellos sin causar daños.
– ¡Granadas, ahora! – gritó ella. De inmediato lanzaron varias granadas detrás de su cobertura, y los humanos mantuvieron sus posiciones, esperando que sus escudos los protegieran. Pero en lugar de ser cargas explosivas, las granadas estallaron generando destellos de luz cegadores y ruidos secos, desorientándolos lo suficiente para que perdieran la concentración y bajaran sus escudos.
– ¡Disparen ahora! – ordenó Hilda. Las defensoras abrieron fuego y los humanos cayeron abatidos. Rio tenía razón: los escudos de Mana podían bloquear proyectiles balísticos, pero los destellos y ruidos de las granadas aturdidoras podían sortearlos.
Pero esa había sido sólo la primera oleada. Arriba de ellos, otro grupo comenzó a descender por los cables, y algunos hasta se quedaron colgando en el aire para proveer fuego de cobertura a sus camaradas en el suelo. Desde detrás del Arquebus de Salia, una de las novatas, la de cabello castaño en coleta, apuntó con precaución y logró acertarle a uno de los francotiradores aéreos.
– ¡Hey, lo hice! – exclamó.
– ¡Buen tiro, Marika! – la felicitó Tanya. Hilda estuvo de acuerdo en silencio. Si podían mantenerse así, tal vez lograran salir en una pieza.
– ¡Atención a todas las residentes! – anunció de repente la voz de Pamela por el intercomunicador. – ¡El enemigo se ha infiltrado en la base! ¡Repito, el enemigo...!
Y su voz de repente se cortó, a la vez que se apagaban las luces restantes y se activaban las baterías de emergencia.
– ¡Han cortado la energía! – gritó Mei. Desde su escondite detrás de su Hauser, Ersha de repente salió corriendo, disparando su pistola y cortando el aire del hangar hasta ponerse de rodillas junto a Hilda.
– ¡Hilda! – exclamó. – Necesito que me ayudes. Cúbreme para que pueda llegar a la puerta.
– ¿Qué diablos crees que estás haciendo? – demandó Hilda.
– ¡Las niñas! – gritó Ersha. – ¡Hilda, por favor, tengo que salvarlas!
Hilda vio la desesperación en los ojos de Ersha, y se dio cuenta que no había caso en discutir. Aunque le dijera que no, Ersha iría de todos modos y terminarían matándola.
– ¡Está bien! ¡Irma, Tanya, cúbranla!
– ¡Estamos en ello! – Las dos miembros mayores del escuadrón tres arrojaron otra ronda de granadas aturdidoras, desorientando a los humanos lo suficiente para ponerse de pie y dispararles por todo el hangar.
– ¡Adelante! – ordenó Hilda.
– Gracias. – dijo Ersha. – Cuida de todas las demás, y también de ti misma.
En un parpadeo, Ersha pasó de una cobertura a otra antes de llegar finalmente a la puerta y desaparecer por el corredor. Otra explosión sacudió el hangar, y Hilda se giró para ver que uno de los cañones del Glaive de Rosalie salió volando para aterrizar en el suelo con un estruendo metálico.
– ¡Mi cañón nuevo! – gritó Rosalie antes de devolver los disparos. – ¡Oh, ahora sí la hicieron!
– Esto es todo. – Hilda oyó gimotear a Chris mientras las balas seguían volando a su alrededor. – Es inútil, todos vamos a morir.
«¡Demonios!» maldijo Hilda. «¡Ahora no tenemos tiempo para esto!»
– ¿Qué pasó con la primera compañía de la muerte? – le preguntó. – ¿En serio crees que esto basta para matarnos?
– ¡Sólo cállate! – gritó Chris. – ¡No es como que a ti te importe lo que me pase de todos modos!
Antes que Hilda pudiera responderle, un movimiento repentino por el borde de las plataformas captó su atención.
– ¡Al suelo!
En un borrón de movimiento, Hilda saltó hacia Chris y la agarró, sacándola del camino cuando un humano le disparó. Una bala le rozó por el hombro izquierdo, y apretó sus dientes al sentir el dolor ardiente mientras sangre chorreaba por su bíceps.
– ¡Bastardo! – le gritó mientras respondía el fuego. El humano levantó un escudo de Mana y bloqueó sus disparos, pero Nonna vio lo que sucedió y le disparó hacia el borde de la barrera, lográndole acertar en el tobillo y haciéndolo caer por el borde.
– ¡Capitana! – gritó Nonna.
– Estoy bien. Sólo es un rasguño.
– Hilda... – Chris jadeó. – ¿Por qué tú...?
Soportando el dolor de su hombro, Hilda forzó una sonrisa mientras metía un cargador nuevo en su rifle.
– Porque soy tu capitana. Y no pienso dejar que maten a ninguna de ustedes.
...
En la ventana de observación del comedor, una fila de cables de rapel bajó desde el risco que había encima. Desde el marco de la ventana superior, una mano arrojó una granada, y el nivel inferior se llenó de gas lacrimógeno al mismo tiempo que los primeros soldados descendían y se hacían visibles. A consecuencia del bombardeo, las entradas del nivel superior habían colapsado totalmente, por lo que los invasores necesitaron encontrar puntos de entrada alternativos. Un escaneo rápido con sus armas y dieron luz verde. Otros soldados los siguieron y con sus armas listas se movieron para asegurar el área, cuando de repente disparos los asaltaron desde arriba.
– ¡Fuego a discreción! – gritó Rio. Desde la barandilla que corría por los niveles superiores, las Normas se levantaron junto con él y abrieron fuego contra los invasores. Unos cuantos cayeron abatidos de inmediato, pero el resto logró levantar sus escudos de Mana a tiempo para defenderse. – ¡Dales la señal!
Junto a él, una Norma que permanecía agachada tras la baranda encendió su comunicador.
– ¡Ahora!
Desde los pasillos que flanqueaban el centro del comedor, las puertas se abrieron y más Normas emergieron. Una vez establecido el encasillamiento, una ráfaga de fuego asaltó a los invasores desde tres direcciones simultáneamente, asegurando que alguien acertara sin importar en qué dirección levantaran sus escudos. En cuestión de segundos, el tiroteo cesó y el comedor estaba lleno de cadáveres de los soldados humanos.
– ¡Lo hicimos! – gritó alguien.
– ¡Esa fue sólo la primera ola! – le advirtió Rio. – Confíen en mí, esta pelea está muy lejos de terminar. – Y como si enfatizara su punto, su propio comunicador empezó a sonar. – ¡Háblame!
– ¡Rio, necesitamos apoyo en el centro comercial! – dijo la voz de una chica en medio de una combinación de gritos y disparos. – ¡Nos están atacando por detrás!
...
Pudo olerlo antes de verlo. Al crecer en el norte tras la caída de Zion, Rhino había pasado una gran parte de su juventud cazando en los bosques y la tundra de primavera para proveerse a sí mismo y a su madre de comida extra, luego que su padre había muerto defendiéndolos del ataque de Embryo en su viejo hogar. El enorme joven había desarrollado un sentido muy agudo de sus alrededores, y el olor le decía lo que iban a encontrar, y en cuanto él y los demás rodearon el cráter de la explosión que había sido abierto en la costa noroeste de Arzenal, lo vieron.
Al otro lado de los riscos, un transporte anfibio había aterrizado en la playa donde los recibió la escena de una terrible carnicería. Cadáveres quemados y algunos todavía en llamas estaban esparcidos por la arena, mientras el olor de la sangre y la carne ardiendo era suficiente para darles náuseas. Y aunque ya habían ardido al punto de ser irreconocibles, todos ellos supieron al detenerse en la orilla que eran Normas.
– ¡Qué horrible! – jadeó Kat. Siendo ella misma una Norma, Rhino sólo podía imaginarse lo terrible que debía ser esto para ella, pero en estas circunstancias no podían permitirse llorar.
– ¡Mantén la compostura! – le ordenó mientras sacaba su rifle de pulso rotatorio del contenedor de carga de su Skyhook. – Ya no podemos hacer nada por ellas, así que sólo nos queda salvar a todas las que podamos. Tusk, contacta a Jill y dile que ya hemos llegado. Spider, quédate aquí y sella la entrada de la playa. Luego usa tu equipamiento y escanea la base.
– ¡Ya estoy en ello! – dijo Spider. De su propio contenedor, el técnico del equipo ya había comenzado a extraer varios artilugios, dos de los cuales parecían platillos voladores con motores de turbinas rotatorias y una lente de cámara en el frente. Abriendo su laptop, Spider tecleó el programa y los drones cobraron vida zumbando antes de ascender hacia el aire y desaparecer tras el borde de los riscos que los rodeaban. – Los drones espías ya están listos y en marcha.
– El resto de ustedes, luego de que hable con Jill, diríjanse arriba y sigan la guía de Spider a donde esté peor la pelea. Yo iré desde aquí y me desharé de cualquier tropa que haya entrado en los niveles inferiores. Si les cortan el acceso a las Normas, o peor, si encuentran el Aurora, todos estaremos jodidos. Ahora, vamos a enseñarles a estos bastardos asesinos por qué el equipo Wildpack es el número uno de toda la Network.
– Entendido.
Mientras Tusk y el resto retornaban a sus vehículos, Rhino preparó la recámara de su arma y desapareció en la entrada de la playa. Las luces estaban apagadas salvo por las linternas de emergencia, lo que significaba que habían destruido el generador. Bueno, por lo menos sabía dónde empezar la cacería.
...
Cuando las luces se apagaron, Ange esperaba usar la oscuridad para atacar por sorpresa a Salia. Pero antes de poder hacer un movimiento, las lámparas de emergencia se activaron, y su captora continuó obligándolas a ella y a Momoka a seguir adelante.
– Sigue moviéndote. – le ordenó mientras su mano libre iba hacia su auricular. – Entendido, me encargaré en cuanto pueda.
– ¿Qué está pasando? – preguntó Momoka.
– El hangar está bajo ataque. – explicó Salia. – Una vez que las tenga a ustedes dos a bordo del Aurora, volveré allá y les ayudaré a traer a Villkiss aquí abajo.
– ¿Segura que no quieres ir ahora mismo? – preguntó Ange. – Mientras estás perdiendo tiempo aquí, las demás están siendo asesinadas.
– Te dije que tengo una misión que cumplir. Tú y Villkiss tienen que escapar ilesos. Eso es todo lo que importa. Incluso... si esta resulta ser mi última misión.
«Increíble,» pensó Ange haciendo una mueca. «¿En serio valoras tan poco tu propia vida, que la tirarías por la borda sólo porque Jill te dijo que lo hicieras?»
– Eres patética. – le dijo. – Incluso más que Jill. Estás tan enredada con estas ideas absurdas del honor y el deber que estás atrapada en un sueño imposible. Me da pena que tus amigas hayan muerto porque tienes tu cabeza tan metida en tu trasero.
La expresión de Salia cambió de shock a furia, antes que su palma resonara con fuerza contra la mejilla de Ange, haciendo eco por todo el corredor.
– ¡Lady Angelise! – exclamó Momoka.
– ¡Tú no sabes nada! – chilló Salia. – ¡Te dan todo en bandeja de plata y ni siquiera lo aprecias! ¡¿Tienes alguna idea de lo afortunada que eres?!
Ange le lanzó una mirada asesina a Salia, y dio un paso al frente para ponerlas a ambas a casi nada de distancia.
– No. Y tampoco me importa.
La mirada de rabia y asco en el rostro de Salia se hizo aún más fuerte, y al hacerlo había descuidado su atención de Momoka.
– Oh, Lady Angelise. – dijo la sirvienta. – Por favor aguante la respiración.
Algo metálico golpeó en el suelo y Ange se cubrió la boca y la nariz, justo cuando una nube negra llenó el aire.
– Qué... ¿qué estás...? ¡ACHÚUUU! – Salia estornudó, y con esa distracción, Ange tomó la oportunidad para atacar. Cogió a Salia por el brazo con el que sujetaba la pistola, y lo retorció para obligarla a soltar el arma antes de darle un rodillazo en el estómago, cuyo impacto sirvió para hacerla caer de rodillas mientras continuaba estornudando y tosiendo.
– ¡Corramos ahora! – gritó Momoka. – ¡ACHÚ!
Sin perder tiempo, Ange siguió a su sirvienta mientras corrían de vuelta por el mismo camino por el que Salia se las llevó.
– ¿Qué fue eso? ¡ACHÚ! – preguntó Ange.
– ¡Sal y pimienta! – respondió Momoka. – Siempre llevo algo conmigo en... ¡ACHÚ! En caso de necesitar cocinar algo de urgencia.
– Nada ma-¡ACHÚ! – la halagó Ange. – Creo que estás agarrando bien el hilo de cómo son las cosas aquí. ¡ACHÚ!
...
Cuando el comunicador en su estación de repente comenzó a iluminarse, Jill supo que algo había salido mal. Salia no podía haber llegado aquí abajo tan rápido.
– ¿Sí? – respondió.
– Comandante. – dijo Salia entre arranques de tos y estornudos. – Lo siento... pero perdí a Ange.
– ¡Recupérala ahora! – le ordenó. Maldición, ¿no podía al menos una sola cosa salir a su favor en este día?
– Comandante. – dijo Olivier de repente. – Alguien está tratando de contactarnos desde fuera Arzenal. Frecuencia 1-5-3.
– ¡Transmítela por mi estación! – exclamó. Se estableció la conexión, y resultó que su corazonada fue cierta.
– Ha pasado un largo tiempo, Alektra.
– Me alegra oír que sigues con vida, Tusk. ¿Dónde estás?
– Acabo de llegar a la entrada de la playa. Y traje algunos amigos conmigo.
– ¡Fuego en el hoyo! – gritó alguien en el fondo justo antes que una explosión ahogara el otro lado.
– ¿Qué fue eso? – preguntó Jill.
– Spider acaba de sellar la entrada, para asegurarnos de que los enemigos no puedan seguir entrando por la playa. El resto de ellos ahora están moviéndose por Arzenal tratando de contener a los humanos. ¿Qué hay de Ange? ¿Está a salvo?
– De hecho, acabamos de perderla. ¿Crees que podrías rastrearla?
Jill oyó que Tusk maldecía por lo bajo, dándose cuenta que con la entrada de la playa sellada tendría que tomar el camino largo.
– Sí, señora. No te preocupes, la encontraré.
...
– ¡Tráiganlas aquí! – gruñó un soldado.
Otro soldado arrastró consigo a un par de niñas donde había un grupo de Normas arrodilladas en el piso del centro comercial. Tras una balacera prolongada, los invasores finalmente habían asegurado un punto en los niveles superiores. En ese momento estaban en una especie de bazar. Las Normas que habían capturado habían logrado contener el asalto inicial cuando bajaron en rapel desde el risco, pero otro grupo que se había infiltrado por los dormitorios había logrado flanquearlas. Varios de sus camaradas habían muerto y los soldados estaban muy sedientos de venganza, pero primero tenían que chequear sus objetivos de mayor prioridad. Dando un paso al frente, un soldado abrió una ventana de Mana y comenzó a recorrer la lista.
– ¿Alguna de ellas es piloto? – preguntó el comandante. Antes de que pudieran responderle, algo salió volando por el aire antes de clavarse en la espina del soldado que chequeaba la lista. El soldado cayó al suelo con una especie de cuchilla circular clavada en su espalda, y los otros miraron para ver a un hombre parado en un pasillo cercano, con la Luz de Mana brillando alrededor de los discos afilados que llevaba en su mano.
– ¡Atrápenlas! – les dijo. Las cuchillas salieron volando de sus manos, guiadas por la energía que les había infundido, pero los soldados se agacharon y estas pasaron volando sin hacer daño encima de ellos. Sin perder tiempo, el humano renegado cogió el rifle de asalto que colgaba de su hombro y lanzó una serie de disparos de cinco rondas antes de retirarse de vuelta al centro comercial.
– Tras él. – ordenó el Comandante. La mayoría salieron a perseguirlo mientras el comandante y otros dos se quedaban atrás, pero en cuanto los otros desaparecieron de la vista, las cautivas tomaron su oportunidad. Una de ellas le agarró la muñeca con la que sujetaba su arma, antes de estamparle la palma en el codo, doblándole el brazo en un ángulo invertido de 90 grados. Sus compañeros levantaron sus propias armas, pero las demás se les echaron encima antes que pudieran disparar, haciendo tropezar a uno y estampándole un puñetazo en la entrepierna al segundo.
...
Usando la Luz de Mana para sacar un hacha contra incendios de una estación cercana, Rio se refugió detrás de un estante cuando escuchó pasos aproximándose desde ambos lados. Invirtiendo el agarre, Rio clavó un hachazo en el pecho de un soldado antes de darle un tirón y arrojar su cuerpo en el camino de su aliado. Los dos cayeron al suelo y Rio verificó que estaban muertos antes de oír pisadas corriendo por el siguiente pasillo. Un puñetazo infundido de Mana, y todo el estante colapsó encima de ellos, dejando a los soldados atrapados e incapaces de huir cuando Rio echó a rodar una granada por debajo. Rio sintió la onda de choque de la explosión al correr para cubrirse, y se encontró flanqueado por dos soldados a la vez. Levantó un escudo para bloquear los disparos del de la izquierda, mientras arrojaba el hacha hacia el pecho del segundo justo cuando un disparo por atrás abatía a su camarada. Rio bajó el escudo, y las dos Normas que lo acompañaron desde el comedor le dieron un pulgar arriba.
– Buen trabajo. – les dijo. – ¿Qué hay de los otros tres?
– Los acabamos como dijiste. – respondió una Norma. – No puedo creer que cayeran en una táctica de emboscada tan simple.
Ese era el precio de depender tanto de la Luz de Mana. Las personas se volvían torpes y lentas para adaptarse. De repente, varios disparos resonaron por donde Rio había dejado a las defensoras del centro comercial. Salió corriendo de vuelta, y para su gran alivio vio que las bajas resultaron ser los tres soldados que se quedaron atrás para vigilarlas.
– ¿Se encuentran bien? – les preguntó.
– Uh, sí, claro. – dijo una chica, algo sacudida por ese encuentro cercano con la muerte, pero fuera de eso parecía estar ilesa.
– Grandioso. Ahora escuchen, necesito que dos de ustedes vengan conmigo y me ayuden a acabar con los enemigos que se colaron desde abajo. El resto, quédense aquí y eviten que cualquier otro intente atacar el hangar desde aquí.
Por supuesto, entre más alargaran esto, peor serían sus posibilidades. En una guerra de asedio, la ventaja siempre la llevaban los invasores, y era sólo cuestión de tiempo antes que los defensores se vieran totalmente abrumados. Mientras dos de las Normas daban un paso al frente, una vibración en el cinturón de Rio pilló su atención. Sacando su panel de datos, Rio vio que alguien finalmente intentaba hacer contacto.
– Háblame. – respondió.
– Hey Rio. Me alegra ver que todavía no estás muerto.
– ¿Spider? ¿Dónde diablos estás?
– Abajo en la playa, acabo de sellar la entrada. – le respondió. Qué bien, eso significaba que no habría más enemigos en esa dirección. – Vine aquí con los otros y Tusk. Rhino se dirige hacia el grupo que cortó el generador, Tusk va hacia arriba tratando de buscar a Ange, y el resto están tratando de acabar con los invasores que están en el medio.
– Espera, ¿qué acabas de decir sobre Ange?
– Aparentemente se escapó de su escolta. Al menos eso fue lo que dijo Tusk antes de despegar.
«¡Mierda!» maldijo Rio. «¿Qué diablos pasa con esa chica?»
– Escucha, Spider, envía a los otros a lidiar con los invasores en el nivel intermedio. Yo me quedaré aquí y veré si puedo encontrar a Ange. – Cortando la transmisión, Rio se giró de vuelta hacia las Normas que reclutó como su escuadrón móvil de defensa. – Escuchen, tenemos un cambio de prioridades. Necesitamos...
De repente, un disparo y un grito desde un cuarto de almacenamiento lo interrumpieron antes de que pudiera terminar. Maldición, ¡ahora no tenía tiempo para esto!
...
Cubriéndose dentro del marco de la puerta, Jasmine maldijo al ver que las balas continuaban asaltando a su grupo desde ambos lados. Tras reunir a todas las chicas que pudo, Jasmine junto con Vulcan las llevó descendiendo hacia el Aurora e iban a medio camino cuando una repentina emboscada las hizo separarse. Y ahora, el grupo que se quedó con ella estaba atrapado en unas escaleras. Dos escuadrones de soldados humanos las tenían acorraladas a ambos extremos del corredor, mientras un tercero había asegurado las escaleras arriba, por lo que lo más que podían hacer era tratar de resistir hasta que llegara la ayuda. Detrás de ella, los disparos ocasionalmente retumbaban en las paredes mientras una de sus chicas abría fuego al enemigo arriba cada vez que asomaban sus cabezas.
– ¡Se están acercando! – gritó alguien. – ¡No podremos aguantar así!
– Tenemos que hacerlo. – espetó Jasmine. – Mantengan la línea hasta que llegue la ayuda.
Aunque en secreto Jasmine se preguntaba si vendría. Con Rio y las graduadas de reserva en los niveles superiores, eran su mejor oportunidad. Pero si alguno de los invasores encontraba otra ruta para entrar y les cortaba el paso, tendrían que tomar medidas desesperadas. Arrodillándose, le acarició el cuello a Vulcan y le susurró al oído:
– Chico, cuando te dé la señal, lleva a las demás a la nave. ¿Entendiste? – Como si supiera lo que planeaba hacer, Vulcan gimió, pero ella negó con su cabeza. – Vamos, no te pongas así. Si me voy a ir, al menos tengo que hacer que valga de algo. ¡Chicas! – llamó a las otras. – ¡Prepárense para correr!
Tomando un profundo respiro para agarrar valor, Jasmine saltó hacia afuera en el corredor y le apuntó su rifle de asalto a uno de los grupos que flanqueaban la puerta.
– ¡Por aquí, bastardos!
Abrió fuego y, como esperaba, los soldados que la enfrentaban levantaron sus escudos para defenderse. El tiempo pareció defenderse mientras esperaba a que los de atrás le disparasen, pero en lugar de eso, oyó gritos y el ruido de una cuchilla cortando carne. Reflexivamente, Jasmine volvió a retirarse hacia las escaleras para cubrirse, y vio algo que jamás habría esperado. Moviéndose como un tornado, un hombre que llevaba una espada en cada mano estaba rebanando al primer grupo uno tras otro. Hubo disparos al otro lado del pasillo, pero cuando Jasmine miró en esa dirección, otra imagen inesperada la aguardaba. Moviéndose de una forma que casi parecía estar danzando, había una chica joven saltando y girando alrededor del segundo grupo, con las pistolas Glock en sus manos encontrando aberturas en las defensas de los soldados para acabarlos a quemarropa.
– ¡Vamos, muévanse! – ordenó. Con las otras siguiéndola, Jasmine las llevó fuera del pasillo mientras sus dos salvadores finalmente mataban a los últimos soldados en el corredor y se dieron prisa para encontrarse con ellos. El hombre era delgado, y de buena apariencia tipo "niño bonito" con su cabello castaño amarrado en una especie de moño, mientras que la chica era delgada pero tonificada, con el cabello en un corte marimacho. – ¿La Network, asumo?
– ¡Así es! – asintió la chica. – Yo soy Kat, y él es Kamaitachi. El Jefe nos mandó para ayudar con la evacuación.
– Me da gusto escucharlo. Hay más detrás de nosotros, y podría haber otros grupos atrapados en este nivel igual que nosotras.
– Déjenos manejar esto. – dijo el espadachín. – Usted lleve a su grupo abajo con el Aurora.
– No hay problema. – dijo Jasmine. Metiéndose la mano en un bolsillo de su falda, Jasmine sacó un comunicador y se lo entregó a la chica. – Ten, no vaya a ser que te alejes demasiado y te pierdas la llamada de abordaje.
Kat asintió, y tanto ella como su compañero se fueron escaleras arriba. Al desaparecer de la vista, Jasmine pudo oír más disparos y gritos sangrientos mientras los dos peleadores se encargaban de los soldados que habían estado bloqueándoles la retaguardia. Tal vez sí tendrían una oportunidad de salir de esto después de todo.
...
Refugiándose tras una esquina en la pared, Ersha esperó a que los humanos tuvieran que recargar antes de salir para atacarlos. Tal como Rio le dijo a ella y a las otras, Ersha disparó una ráfaga mientras cargaba de frente, forzando a los humanos a levantar sus escudos de Mana. Una vez que estuvo frente a ellos, Ersha atravesó su Mana, dejándolos indefensos antes de acribillarlos a quemarropa.
«Por favor, que todas estén a salvo,» rezó mentalmente.
Había sido un intercambio de disparos y carreras todo el camino desde el hangar, pero tenía que encontrar a las niñas y asegurarse que estaban bien. Al dar la vuelta por una esquina, se encontró con el cuerpo de otra Norma tendido frente a ella, pero no fue sino hasta que se le acercó que se dio cuenta de quién era.
«Oh no, ¡Mary!» La profesora de la Clase A yacía con el estómago abierto a causa de fuego automático, todavía sosteniendo un rifle de asalto en las manos. La preocupación se apoderó de ella. «¡Las niñas! ¡Por favor, las niñas no!»
Como si le respondiera, el sonido de unas campanillas hizo eco al otro lado del corredor. Se dio cuenta que era la cajita de música que ella estaba usando durante el bombardeo, que les dejó a las niñas para que no tuvieran miedo.
Como si fuera un sueño, Ersha se sintió arrastrada hacia el sonido, donde se encontró con la imagen que más temía. Por todo el suelo, las niñas de la Clase A yacían muertas en el corredor, con sus pequeños cuerpos agujereados por las balas. A sus pies, una pequeña yacía boca abajo en un charco de sangre, y Ersha dejó caer su arma antes de desplomarse de rodillas.
– Lo siento. – lloró mientras acunaba al pequeño cuerpo sin vida entre sus brazos. – No pude llegar con ustedes a tiempo. Lo siento tanto.
La Comandante tenía razón. ¿Qué diferencia había si unos cuantos humanos no odiaban a las Normas? No cuando el resto del mundo las maldecía únicamente por cómo habían nacido. Mientras era consumida por su dolor, Ersha no se dio cuenta de la presencia que estaba detrás de ella hasta que habló.
– Qué horrible. Yo no le ordené a Julio que hiciera esto.
Ersha miró arriba, y a través de sus lágrimas, vio a un hombre de pie frente a ella. Cabello largo y rubio que caía por su espalda, e iba vestido con un traje verde. Había algo inusual con este hombre, y no sólo por su repentina aparición en medio de la batalla que estaba en curso por todo Arzenal. Tal vez fue por eso que no se resistió cuando el hombre alargó la mano y acarició suavemente la frente de la niña que acunaba en sus brazos. Y al hacerlo, Ersha de repente sintió que el calor volvía al cuerpo sin vida de la niña, mientras la herida de bala en su pecho se cerraba como si no hubiera existido en primer lugar, y sus ojos se abrían de nuevo.
– Se... ¿Señorita Ersha? – preguntó débilmente.
...
Luego de dejar fuera de comisión el generador y deshacerse del personal utilitario de la base, el Tte. Muruta y su escuadrón se dispusieron a terminar de limpiar la base de raíz. En ocasiones, se topaban con algunas Normas rezagadas buscando refugio en los niveles inferiores, pero no había pilotos y ninguna de ellas era la que habían designado como objetivo prioritario.
«Estoy harto de lidiar con las que no sirven,» pensó mientras un soldado se encargaba que la última rezagada que habían encontrado.
Muruta era un soldado muy enfocado en su carrera, y capturar a la antigua Princesa Angelise le haría congraciarse con el Emperador Julio de tal manera que, cuando lo combinase con las conexiones de su familia, sin duda lo propulsaría a alcanzar rangos que le llevaría años obtener de otro modo. Preocupado de que otro escuadrón ya hubiese tomado el honor, Muruta abrió una ventana de Mana para obtener un reporte de estatus.
– Habla el Tte. Muruta llamando a la nave insignia Libra. El generador ha sido neutralizado, y los niveles inferiores están asegurados. Solicitando reporte de estatus en la misión.
– Afirmativo. – dijo el despachador. – A las 1100 horas ninguna piloto ha sido capturada.
Eso ciertamente era extraño. Para estas alturas el asalto ya llevaba unos buenos diez minutos. ¿Cómo era posible que no hubiesen capturado pilotos?
– Solicitando aclaración. ¿Cuál es la situación?
– Acorde con las transmisiones de los infiltrados, las Normas han asegurado los niveles superiores, incluyendo el hangar principal.
– Entendido. Solicitando permiso para ofrecer refuerzo a los escuadrones en los niveles superiores.
– Negativo. Reportes del escuadrón Gamma confirman que la Norma #1203-77 NO se encuentra en el hangar. El escuadrón Zeta también confirma que las Normas intentan moverse hacia las profundidades de la base. Mantengan posiciones y detengan a cualquier Norma que venga hacia su nivel.
– 10-4. – dijo Muruta, aunque por dentro estaba maldiciendo. Mientras él estuviera atrapado aquí, el objetivo corría el riesgo de ser capturado por alguno de los otros escuadrones. Bueno, la Princesa Angelise fue lo bastante inteligente para escapar tanto de Arzenal como de su ejecución, así que tal vez su suerte aguantara lo suficiente para que él pudiera atraparla.
– ¡Señor! – dijo el Sargento de repente, con un sensor de movimiento en la mano. – Detecto movimiento al frente, aproximadamente a diez metros.
Muruta dio la señal para avanzar, y el escuadrón se movió para ponerse en posición hasta que llegaron a la ubicación del objetivo.
– ¡Quienquiera que seas, identifícate de inmediato!
De una pequeña alcoba en el pasillo, salió una pequeña niña de cabello naranja amarrado en coletas.
– Por favor, no me hagan daño. – suplicó levantando las manos. Muruta simplemente sonrió con asco. Era sólo otra de las que no valían.
– Encárguense de ella. – ordenó.
El soldado junto a él levantó su carabina, y la niña Norma se encogió de miedo, pero cuando sonaron los disparos, estos vinieron desde atrás, y tres soldados fueron despedazados violentamente. Al girarse, el escuadrón se encontró con una figura gigante corriendo hacia ellos, con un arma muy pesada en las manos.
– ¡Disparen! – gritó Muruta. Levantaron sus escudos, y las tropas abrieron fuego en ráfaga, pero el cuerpo del gigantesco hombre de repente empezó a brillar con la Luz de Mana, y las balas simplemente rebotaron en él.
Antes de que pudieran recuperarse del shock, el agresor se les fue encima, con su cuerpo imbuido de Mana haciendo trizas sus barreras como si se tratase de una Norma. Moviéndose con una velocidad mayor de lo que debería poder alguien de su tamaño, el agresor le estampó un rodillazo a uno de sus soldados, enviándolo a volar contra la pared, y un puño del tamaño de una bala de cañón se le hundió en la cara a otro, antes de sujetar a un tercero por la garganta y levantarlo con un solo brazo, poniéndolo a girar arriba de su cabeza antes de lanzarlo contra otros dos.
– ¡No se queden allí parados, hagan algo!
Sacando su lanzallamas, un soldado roció al agresor con un chorro de fuego, y todo el corredor fue consumido en un infierno. Incluso si la Luz de Mana podía protegerlo del daño físico, no habría forma de que sobreviviera ser sofocado por las llamas, pues el lanzallamas consumiría todo el oxígeno a su alrededor. Cuando pasó suficiente tiempo, Muruta dio la señal para cesar el fuego, y el soldado con el lanzallamas dejó de soplar.
Pero en lugar de un cadáver quemado, lo que encontraron en medio de las líneas de fuego en el corredor era un enorme agujero en el suelo. Mientras Muruta se preguntaba si la estructura habría colapsado a resultas del bombardeo inicial, el suelo debajo de ellos se derrumbó, y él y sus tropas restantes cayeron al nivel que había debajo. Muruta aterrizó en un mal ángulo y sintió que su pierna se rompía, con un golpe ahogado antes de colapsar de dolor en el suelo. Al mirar arriba, vio a nada más y menos que su agresor, que estaba utilizando su pistola contra sus hombres mientras intentaban levantarse. Muruta intentó coger su propia arma, pero el hombretón ya estaba encima de él, y le aplastó la muñeca bajo una enorme y pesada bota.
– ¡Maldito! – siseó. – ¡Eres un traidor a tu propia especie!
Pero el hombretón simplemente sonrió antes de apuntar con su pistola a Muruta. – Sí, como si eso fuera algo nuevo.
...
Luego de deshacerse del último soldado, Rhino metió su pistola de vuelta en la funda y saltó hacia el borde del agujero que había abierto de un puñetazo, para volver a escalar. Su rifle rotatorio yacía hecho una pila de plástico semi-derretido al otro lado. Entre eso y la cantidad de Mana que acababa de usar, el comandante del equipo Wildpack sabía que ahora estaba en una seria desventaja.
– Spider, he perdido mi arma primaria. – dijo hablando en su comunicador. – Dame un mapa de Arzenal, necesito encontrar un reemplazo y rápido.
– No hay problema. Te estoy enviando los datos a tu panel de inmediato.
Al cortar la transmisión, Rhino sintió una presencia detrás de él, y se giró para ver a una pequeña niña Norma cubriéndose en una alcoba detrás de él.
– Spider, cancela eso. Dame la ruta hacia el Aurora. – Girándose hacia la niña, le extendió su mano. – Tranquila. Te sacaré de aquí.
...
Espiando por una esquina, Ange chequeó para asegurarse que el paso estuviera libre antes de hacerle un gesto a Momoka para que la siguiera. Ocasionalmente, se oían disparos en alguna parte de la base, o veía una sombra de figuras armadas corriendo cerca de ellas, y Ange mantenía su posición hasta que pasaban de largo. Colarse furtivamente no era su estilo, pero mientras Momoka estuviera con ella no podía arriesgarse a pelear. Por suerte, cuando Salia trató de llevárselas a ella y a Momoka a cualquiera que fuese la nave que Jill había escondido debajo de Arzenal, se olvidó de quitarle su pistola, por lo que al menos tendrían algo de protección. Por lo que estimaba, ya debían estar cerca del hangar a estas alturas. Sólo necesitaban cruzar el centro comercial primero.
– ¿Te encuentras bien? – le preguntó. Detrás de ella, Momoka se encontraba de espaldas a Ange, con los ojos muy alertas mirando de un lado al otro del pasillo.
– Oh sí. – asintió Momoka. – No se preocupe por mí, Lady Angelise. Mientras esté aquí no dejaré que nadie la ataque por sorpresa.
En ese momento, unos pasos se aproximaron desde el frente, y Ange agarró a Momoka para meterla en una habitación cercana y esconderse. Fuera de la puerta, las pisadas parecieron detenerse frente a su escondite, pero en última instancia los soldados decidieron seguir adelante.
– ¿Puedes darme algo de luz? – le preguntó. Momoka asintió, y su mano brilló con la Luz de Mana para iluminar su entorno. Alrededor de ellas, cajas de diferentes tamaños estaban apiladas casi llegando hasta el techo.
– ¿En dónde estamos, Lady Angelise? – preguntó Momoka.
– Creo que es uno de los almacenes del centro comercial. – dijo Ange. Con Momoka siguiéndola, Ange las guio por el laberinto de cajas y notó un olor en el aire.
«¿Qué es eso?» se preguntó. «¿Y por qué parece tan familiar?»
A medida que se abrían paso alrededor de un contenedor de carga marcado como "MOTORES DE PARA-MAIL", al fin entendió por qué. En un espacio abierto del piso de almacenamiento, un montón de cadáveres quemados yacían en una pila, y a su alrededor había un anillo de cartuchos de balas.
– ¡Esto es horrible! – jadeó Momoka.
Ange no le respondió. El olor de carne quemada era el mismo que en el foso donde estaban quemando los cadáveres de DRAGONS. La visión de esa carnicería frente a ella y la realización de que todo ese tiempo había estado asesinando humanos le vino de vuelta de golpe, y tuvo que taparse la boca al sentir ganas de vomitar.
– ¡Lady Angelise! – gritó Momoka. Cogiendo el brazo de su ama, la alejó de esa horrible escena y la puso detrás del contenedor de carga. – Quédese aquí, ¿de acuerdo? Creo que vi un contenedor que decía agua embotellada allá atrás.
Momoka salió corriendo, y Ange se apoyó contra el contenedor mientras respiraba agitadamente. «¿Por qué?» se preguntó. «¿Por qué está sucediendo esto?»
– Nunca podemos apreciar lo que tenemos, hasta que lo perdemos. – dijo una voz. – Eso es verdad sin importar cuál sea la era.
Ange levantó la mirada y, para su sorpresa, vio emerger a un hombre detrás del contenedor. Algo en esta persona le activó todas las alarmas a Ange. Quizás era el hecho de que parecía estar demasiado bien vestido para una invasión militar, quizás fuese la forma tan despreocupada en que hablaba, o quizás era simplemente esa sonrisa condescendiente en su rostro. De cualquier manera, no confiaba en él.
– ¿Quién eres tú? – exigió saber mientras le apuntaba con su arma. Pero a pesar de su amenaza, el hombre no parecía preocupado.
– No hay necesidad de que me apuntes con tu arma. – le dijo. – A diferencia de tu hermano, yo no soy tu enemigo.
– ¿Mi hermano? – preguntó Ange. – ¿Qué tiene que ver él con todo esto?
– Él es quien lidera el asalto en esta isla. Parece ser que vino para matarte con sus propias manos, y esas pobres chicas de allá tuvieron la mala suerte de cruzarse en su camino.
Ange sintió que todo el cuerpo se le entumía por la revelación. ¿Julio estaba detrás de todo esto? ¿Y todo era sólo porque quería matarla a ella?
– En este momento se encuentra en la nave insignia de la armada, aproximadamente a unos 14 kilómetros de la costa de Arzenal. – continuó el hombre. – Si quieres detener esta masacre, te sugiero que vayas allá.
Ange tenía más preguntas, pero un repentino disparo y un grito desde las profundidades del almacén la distrajeron. Y se dio cuenta, ¡ese grito había sido de Momoka!
...
Mientras los disparos continuaban resonando en los niveles superiores de Arzenal, Spider maldijo por lo bajo al ver cómo los drones mirones le retransmitían la información a su consola. Las pobres chicas estaban siendo asesinadas arriba de él y todo lo que podía hacer era dirigir al resto. Al menos, los escáneres de multifase de los drones le ayudaban a ver a través de la mayoría de las obstrucciones. Lecturas térmicas, escaneos ultravioletas, mapeos hipersónicos; llamar el mapa que generaban 3D sería un insulto a sus habilidades.
– Kat, habla Spider, tenemos otro grupo a quince metros al oeste de donde estás y un piso arriba. No están en peligro todavía, pero un escuadrón se está moviendo hacia ellas desde el norte. Ve e intercéptalos. Vulture, parece que la enfermería está bajo ataque. Muévete para ofrecerles apoyo. Rhino, ¿cuál es tu estatus?
– ¡Un grupo de Normas acaba de llegar a bordo! – gritó Rhino por el comunicador. – Pero los humanos ya encontraron el pasadizo que va hacia el Aurora y no puedo permitirme dejarlo sin vigilar.
Para enfatizar su punto, el rugido de un rifle de asalto hizo eco al otro lado, indicando que estaba despachando a otro grupo de soldados humanos.
– 10-4. Una vez que Vulture y los otros hayan limpiado los pisos intermedios, los enviaré para ayudar a las pilotos para que pueden bajar y abordar la nave.
Echando una mirada al aire, Spider sintió un escalofrío al ver a todos los Pyrethroides flotando arriba. Si las pilotos no podían llevar sus Para-mails hasta el Aurora, no tendrían más opción que evacuar por el aire. Pero si lo hacían, los Pyrethroides las atraparían antes de que pudieran pasar.
«Maldición, ¿dónde está el Noa?» se preguntó. «Vamos, Jefe, no podremos aguantar mucho más.»
...
Detrás de una barricada improvisada de camas médicas, Maggie hacía lo mejor que podía para contener a los humanos mientras el resto del personal médico se apresuraba para evacuar a las heridas de la enfermería, aunque con los escudos de Mana del enemigo levantados, lo más que podía hacer era apuntar a las extremidades expuestas ocasionalmente. Por suerte, Maggie era buena disparando. En los viejos días cuando ella y Jill aún eran cadetes, Maggie siempre había tenido la mejor puntuación entre ellas en el área de tiro, e incluso ahora manejaba su rifle con la misma precisión quirúrgica que cuando hacía una operación. Un disparo en el tobillo y el enemigo colapsó en el suelo en cuanto su escudo falló, permitiéndole a Maggie darle el tiro de gracia. Sin embargo, no pasó mucho antes que los humanos comenzaran a ponerse las pilas y, en lugar de arriesgarse a avanzar, se cubrieran tras las puertas donde la protección no les fallaría si resultaban heridos.
– ¡Deprisa! – ordenó. – Si les disparan sigan moviéndose. No tienen permitido morir hasta que cada paciente haya sido evacuada.
– ¿Qué creen que están haciendo? – exigió saber una voz. Por encima del hombro, Maggie hizo una mueca al ver que la inspectora había despertado y se cubría detrás de una puerta. – ¿Acaso todo mundo se ha vuelto loco?
– ¡Cállate y mantén la cabeza abajo! – le ordenó Maggie. Pero la inspectora le lanzó una mirada desdeñosa y empezó a gritarle a los soldados.
– ¡No me disparen! ¡No soy una Norma! – Atravesando la puerta, la Inspectora empezó a agitar frenéticamente sus brazos mientras Maggie la tiraba al suelo, justo antes que una lluvia de disparos la acribillara.
– ¡Idiota! – le gritó mientras veía cómo los restos agujereados de balas de la gorra de Bronson aterrizaban frente a ella. – ¡¿Estás tratando de que te maten?!
Con cada segundo que pasaba perdían terreno. Tenían que salir de aquí, antes de que las acorralaran por completo. En ese momento, la ventana del cuarto de examinación principal de repente se rompió en pedazos, seguido del golpe de unas botas aterrizando en el suelo.
– Señor, ya tenemos a una. – dijo una voz. – Definitivamente es una de las pilotos.
Espiando por la puerta, Maggie vio un grupo de soltados que había irrumpido por la ventana, y tenían rodeada a Vivian.
– ¡Aléjense de ella! – les advirtió antes de abrir fuego.
Dos de los soldados levantaron un escudo de Mana mientras otro de ellos le disparaba. El resto agarró a Vivian y empezó a cargarla hacia la ventana donde comenzaron a amarrarla a una de sus cuerdas de rapel por la cintura. Retirándose hacia una esquina, Maggie se encontró encajonada entre los invasores en el cuarto de examinación y los que estaban en el corredor, que empezaron a avanzar de nuevo hacia ella.
«¡Mierda!» pensó. «¡Parece que estamos atrapadas!»
O eso parecía, hasta que un disparo hizo eco desde el corredor. El fuego de los soldados de repente se fue apagando a medida que más disparos sonaban en la distancia, y el corredor se quedó en silencio. Espiando desde su barricada, Maggie vio que todos los invasores en el corredor habían sido abatidos. La luz de un cigarrillo encendido captó su atención antes de que una figura que parecía un espantapájaros andante se hizo visible.
– ¡Alto allí! – le advirtió, apuntando con su arma al tirador desconocido. En respuesta, la figura flacucha levantó su propia carabina, aunque parecía no estar viéndola a ella directamente, sino detrás de ella. Por instinto, Maggie saltó hacia un lado y el recién llegado disparó, acertándole al soldado que intentaba atacarla por la espalda directo en el ojo. Maggie no supo qué estaba pasando, pero no iba a mirarle los dientes a un caballo regalado. Con una amenaza eliminada, volvió a correr hacia el cuarto de examinación, pero para su horror Vivian y las tropas que estaban adentro ya habían desaparecido. Corriendo hacia la ventana, miró arriba para ver justo a tiempo que el grupo escalaba el risco con Vivian amarrada de la espalda de uno de ellos.
– ¿Qué pasa? – preguntó alguien. Maggie miró por encima del hombro y vio al tirador que la salvó de pie frente a la puerta.
– ¡Es Vivian! ¡Se la llevaron!
El hombre corrió a su lado y siguiendo su mirada vio a los soldados ascendiendo hacia la cima de Arzenal. El desconocido inmediatamente se descolgó de su espalda un rifle de alto calibre y enfocó la mira en los soldados en retirada.
– ¡Mierda! – maldijo mientras cogía su comunicador. – No podemos arriesgarnos a que la dejen caer. Tusk, ¿cuál es tu posición?
«¿Acaso dijo Tusk?» se preguntó Maggie.
– Tenemos hostiles dirigiéndose hacia donde estás en los riscos del lado este. Tienen a una prisionera con ellos, ¿puedes interceptarlos? 10-4. – El hombre de aspecto demacrado volteó a verla, dándole un gesto para tranquilizarla. – Todo está bien. Me llamo Vulture, soy amigo de Rio.
– Me lo imaginaba. – dijo Maggie. – Pero ¿qué pasará con Vivian? ¡No podemos dejar que se la lleven!
– No te preocupes, Tusk está arriba. Él la salvará. Por ahora, necesitamos preocuparnos de nuestros propios traseros. – Cogiéndola del brazo, Vulture se la llevó rápidamente hacia afuera en el corredor. En el piso afuera de la puerta, la inspectora estaba sentada, y temblando en un estado de shock.
– Me dispararon... – decía gimoteando. – Soy humana, y aun así me dispararon...
Con un suspiro de frustración, Maggie alargó la mano y le dio un tirón a la inspectora para obligarla a ponerse de pie. – Vamos, tenemos que salir de aquí.
– ¿Segura que quieres hacer eso? – preguntó Vulture, apuntando con su carabina mientras revistaba ambos lados del pasillo.
– Soy una doctora. – declaró Maggie. – Es lo único que importa.
...
Haciendo su mejor esfuerzo por mantener la concentración a pesar del agujero sangrante en su hombro, Momoka se encogió detrás de un escudo de Mana mientras los dos soldados se le iban encima. Luego de dejar a Lady Angelise, acababa de encontrar el contenedor con agua embotellada cuando un estallido rompió la quietud del almacén, seguido de un dolor ardiente en su brazo. Mientras el parche rojo en su uniforme comenzaba a expandirse, sus dos agresores se acercaron a ella cuando una bala de repente atravesó a uno por la cabeza. Dos disparos más y el segundo también cayó abatido, aunque sus heridas fueron menos severas. En cuanto vio al segundo soldado desplomarse contra una pila de cajas, una tercera sombra se alzó frente a ella, y Lady Angelise apareció de pronto con su pistola en mano.
– ¿Tú hiciste esto? – le gruñó. – ¿Acaso mi hermano les dijo a ustedes, bastardos, que hicieran todo esto?
En respuesta, el soldado levantó una mano y abrió una ventana de Mana.
– La encontré... – dijo jadeando. – Está en uno de los almacenes en el... – Pero antes de que pudiera terminar, Lady Angelise le disparó en la mano y la ventana se cerró. – ¡Por favor, no! – suplicó mientras Lady Angelise lo miraba con rabia. – ¡No me mates! Yo... ¡sólo seguía órdenes del Emperador Julio!
«El Emperador...» repitió Momoka mentalmente. ¿Acaso lo escuchó bien? Pero antes que pudiera dar más explicaciones, Lady Angelise disparó, y el soldado se desplomó muerto. E incluso entonces no se detuvo, sino que continuó descargando bala tras bala en el cadáver.
– ¡Lady Angelise! – gritó Momoka. Ignorando el dolor en su brazo, Momoka se puso de pie y le echó los brazos alrededor a su ama, que continuaba jalando el gatillo incluso después que el cargador estaba totalmente vaciado. – ¡Por favor deténgase! ¡Todo está bien! ¡Momoka está aquí! ¡Todo estará bien!
Gradualmente, Momoka sintió que Lady Angelise se relajaba y bajaba el arma, justo cuando notó unas pisadas acercándose a ellas. Momoka levantó otro escudo de Mana para defenderse, pero para su alivio vio que se trataba del Sr. Rio junto con un grupo de Normas.
– ¡Lady Angelise, mire! ¡Es el Sr. Rio! ¡Estamos salvadas!
El Sr. Rio sin embargo no parecía compartir su alegría, y en lugar de eso parecía estar muy agitado.
– ¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? – exigió saber. – ¿Por qué no están abajo en el Aurora?
Recuperando la compostura, Lady Angelise se giró hacia el Sr. Rio y lo miró con rabia.
– ¿Entonces lo sabías? – le preguntó. – ¿Que Jill planeaba mantenerme fuera de la pelea?
– Me imaginé que lo haría, después de que tú, Momoka y Salia desaparecieron. ¡Ahora, tenemos que llevarte allá abajo antes de que aparezcan más de ellos!
Cogiendo su bolsa, Lady Angelise sacó un cargador lleno y lo colocó en su arma. – Yo creo que no. Saldré ahora mismo y voy a matar a Julio.
– Espera, ¿qué? – preguntó él.
– Mi hermano está en la nave insignia allá afuera. – explicó ella. – Él fue quien ordenó todo esto, y voy a hacer que pague por ello.
– ¡Olvídalo! – le dijo el Sr. Rio. – Incluso si tienes razón, lo único que lograrás saliendo es que te maten.
– ¡No quiero escucharte! ¿No ves lo que está sucediendo aquí? ¡La gente está muriendo, y todo es por su culpa! ¿Realmente eso te parece bien? ¿Acaso quieres que Hilda termine igual que esas chicas de allá?
– ¡Maldita sea, sácate la cabeza del trasero por cinco minutos! – gritó el Sr. Rio. – ¡La razón por la que están muriendo es porque te estás exponiendo como un gran blanco! ¡Si sales de aquí todas podrán evacuar! ¿No lo entiendes?
– ¡Tú eres el que no lo entiende! – gritó Lady Angelise. – Este lugar, es el más horrible, el más asqueroso que he visto en toda mi vida. ¡La gente de aquí no era más que un dolor en mi trasero, y la comida sabía a mierda!
Momoka miró a su ama, y a pesar del arrebato de disgusto, se quedó en shock al ver una sonrisa triste en el rostro de Lady Angelise.
– Pero aun así, me gustaba aquí. Fue el primer lugar donde la gente era completamente honesta conmigo. Ya fuera que me odiaran o me quisieran, sabía que lo decían en serio. – La sonrisa se desvaneció, y en su lugar había una mirada de rabia mientras apuntaba con su pistola al Sr. Rio. – Pero ahora se ha ido. Y todo es por culpa de él. Y las personas de aquí, las están matando sólo porque YO estaba aquí. No me voy a esconder mientras eso sucede. No me importa lo que Jill haya planeado. Y no me importa lo que tú pienses sobre cuáles deberían ser mis prioridades. Julio tiene que pagar por lo que ha hecho, ¡y si te metes en mi camino, también serás hombre muerto!
Momoka se cubrió la boca de horror mientras los miraba a ambos. ¿Qué tal si el Sr. Rio realmente obligaba a Lady Angelise a volver? ¿Realmente ella le iba a disparar? Mientras esperaba a ver qué sucedía, un retumbe en el panel de datos en el cinturón del Sr. Rio rompió la tensión. Al verificarlo, sus ojos se abrieron de sorpresa ante lo que vio. Su mirada volvió hacia Lady Angelise y pareció pensar un poco antes de tocar la superficie de su dispositivo.
– Hay Pyrethroides rodeando Arzenal. – habló por el micrófono. – Las pilotos están atrapadas en el hangar. Necesitarán cobertura para escapar. – Guardándose su dispositivo, Rio se giró hacia Lady Angelise de nuevo. – ¿Recuerdas lo que te dije anoche?
– ¿Sobre esa cosa, "Archangel"? Sí, ¿qué con eso? – respondió ella. El Sr. Rio asintió y miró a las Normas que le acompañaban.
– Contacten a todos en este piso. Díganles que se retiren y huyan hacia el Aurora. – les dijo. Las Normas hicieron un saludo, y sacaron sus comunicadores para retransmitir el mensaje mientras Rio le hacía un gesto a Lady Angelise. – De acuerdo. Si te vas a poner tan malditamente terca, pongámoslo a buen uso.
...
– ¡Denme un reporte de estatus! – ordenó Jill.
Por lo que podía deducir, el grupo de la Network que había acompañado a Tusk se encontraba corriendo interferencia para ayudar a evacuar a las residentes. Uno de ellos había asumido posición en la entrada de la bahía oculta del Aurora, abatiendo a cualquier soldado humano que lograra llegar aquí abajo. Dos más estaban corriendo como salvajes en los niveles intermedios, mientras un tercero estaba escoltando a Maggie y a la inspectora desde la enfermería.
«Habría sido mucho más fácil dejarla allí,» pensó Jill. Pero a pesar de sus peculiaridades, Maggie tomaba su responsabilidad como doctora de manera mucho más seria de lo que la mayoría pensaba, y Jill sabía que no se atrevería a dejar atrás a una persona si podía ayudarla. El verdadero problema eran Ange y Villkiss. No sólo Salia había fallado en volver a asegurar a Ange, sino que Villkiss todavía seguía atrapado en el hangar. Y mientras los dos permanecieran fuera de la nave, no podían zarpar.
– Señora, otro grupo acaba de llegar a bordo. – dijo Pamela. – Aún no hay señales de Ange.
– Comandante, acabo de recibir una transmisión de los defensores. – dijo Olivier. – Rio acaba de dar una orden de retirada.
– ¡¿Hizo qué?! – gritó Jill. – ¡Diles que mantengan la línea! ¡Esa orden NO está autorizada!
Desde su estación, Hikaru de repente se sobresaltó en su asiento. – Comandante, los sensores exteriores están detectando nuevos contactos. Creo que son Para-mails, y se están enfrentando a los enemigos sobre la base.
– ¿Quién les dio la orden de despegar?
– Señora, no me entendió. – dijo la operadora pelirroja. – No despegaron desde el hangar, llegaron desde afuera de Arzenal.
...
La paciencia del Emperador Julio se estaba agotando muy rápidamente. A estas alturas, el asalto en Arzenal había estado transcurriendo por casi veinte minutos, y hasta ahora, no sólo Angelise había evadido la captura, sino que los grupos de invasión apenas habían capturado a una de las otras pilotos. Y sólo fue porque estaba en la enfermería en lugar del hangar.
– Almirante, ¿cuál es el problema? ¿Por qué sus soldados no están haciendo ningún progreso?
En la estación de mando, el oficial a cargo del Libra dividía su atención entre las diferentes pantallas de Mana mientras monitoreaba el progreso del ataque.
– Su Majestad, las Normas están montando una defensa más fuerte de lo que originalmente anticipamos. Están usando tácticas que parecen especialmente diseñadas para contrarrestar la Luz de Mana.
– ¡Quiero resultados, no excusas! – le gritó. – ¡¿Cómo es posible que sus soldados estén cayendo ante un grupo de Normas?! ¡No son más que animales sin cerebro!
– Tenemos tropas infiltradas en los niveles inferiores. – señaló el oficial ejecutivo. – Si las redirigimos podemos atacar el hangar desde atrás y flanquear a las pilotos.
– ¡Absolutamente no! Angelise está en alguna parte de esa isla. Quiero que la encuentren y la traigan ante mí. No se van a desviar de la estrategia, ¿les quedó claro?
A su lado, Riza le apoyó la mano sobre el hombro y le susurró al oído.
– Cálmate, Julio. No hay forma de que las Normas puedan evacuar sin que las veamos, y los pyrethroides capturarán a cualquier Para-mail que intente despegar. – Su suave toque era como un bálsamo para Julio, que le permitió relajarse.
– Tienes razón, Riza. Sólo tenemos que ser pacientes, y eventualmente ella caerá en nuestras manos.
Julio había esperado años por esta oportunidad, así que ¿qué más daban algunos minutos más?
– Señor. – dijo un operador de repente. – Estoy oyendo algo debajo del agua.
– ¿Es una ballena? – preguntó el almirante.
– No, señor. Puedo oír un motor. Creo que podría ser un submarino.
– ¿Acaso las Normas están tratando de escurrirse por debajo del agua? – preguntó el Almirante.
– ¡Eso es imposible! – espetó Julio. – ¡Arzenal no tiene una bahía para submarinos!
– No viene de la isla, Emperador. Suena a que viene detrás de nosotros. – Ajustándose los auriculares, el operador de repente dio un salto en su asiendo. – ¡Señor, nuevos contactos! ¡Suenan como torpedos!
Antes que nadie en el puente pudiera reaccionar, dos de las naves en la retaguardia de la armada fueron envueltas en geiseres de agua, y comenzaron a hundirse.
– ¡Impacto en la nave a las seis en punto! – gritó el radar.
...
Por todo el Noa, los cláxones de alarma hacían eco por los corredores, mientras la nave comenzaba su ascenso hacia la superficie. Desde los cuartos de casilleros que flanqueaban la bahía de lanzamiento, pilotos corrían mientras sus máquinas eran desplazadas de las bahías de atraque hacia la cubierta de vuelo. Con su casco bajo el brazo, el Jefe supervisaba a las tropas que se enfilaron en posición frente a él. La mayoría eran humanos, junto con algunas Normas, y lo que más destacaba para el Jefe sobre ellos era su edad. El mayor no podía tener más de 23 años, y aunque algunos de ellos ya habían participado en misiones de incursión e intercepción, esta sería su primera vez que hacían un despliegue militar, y los nervios eran visibles en sus rostros. Apenas unos minutos antes, el Noa finalmente había logrado romper el bloqueo de comunicaciones en Arzenal y envió una transmisión a los agentes que ya habían aterrizado. En respuesta, Rio había enviado una transmisión propia, solicitando que la Network proveyera una salida para que los Para-mails de Arzenal pudieran escapar. Con suerte, los pilotos que había reunido serían capaces de lograrlo.
– Escúchenme todos, ya saben lo que está en riesgo. – anunció. – En menos de cinco minutos, vamos a despegar y proveeremos ayuda a las Normas de Arzenal. Entre ellas y nosotros hay una pequeña flota de naves de batalla, junto con un enjambre masivo de drones de Embryo. Ya todos han leído el reporte sobre el éxodo de Zion, así que ya saben de lo que son capaces los pyrethroides. Una vez que nos pongan en la mira, no se detendrán hasta que todos hayan sido destruidos, o nosotros lo seamos. Pero por toda su persistencia no son más que máquinas sin conciencia alguna. No tienen sentido alguno del miedo, pero tampoco de orgullo. Ese orgullo es la razón por la que nos embarcamos en esta misión. Hace diez años les fallamos a nuestros aliados, y yo por mi parte no pienso dejar que la historia se vuelva a repetir. Vamos a derribar las puertas de Arzenal y abriremos un camino para que las Normas puedan evacuar. ¡Ahora, todos a sus máquinas! ¡Demuéstrenle a esos bastardos lo que realmente significa ser humanos!
Todos los pilotos gritaron vítores y alzaron sus puños en alto, antes de romper filas y abordar sus máquinas. Colocándose su casco en su cabeza, el Jefe corrió hacia su propia máquina que lo estaba esperando al frente de la formación. Como líder de la Network, podría haber ido en contra del protocolo que el Jefe saliera a pelear en las líneas frontales, especialmente ahora que midiendo un metro noventa ya llegaba al límite para caber en la cabina de un Para-mail, y la Mayor tenía sus propios problemas con su decisión, pero esta era una pelea que el Jefe había esperado durante años. Con ese fin, no sólo mantuvo su físico y habilidades en plena forma, sino también su máquina. Un viejo amigo de sus días como agente, el Blitz Arquebus Custom con armadura azul estaba diseñado para asalto pesado, construido para soportar e infligir castigo en igual medida. Su arma primaria era el cañón rotatorio montado debajo de la cabina, el cual en modo destructor se transfería a debajo del escudo del brazo izquierdo. Armas adicionales incluían el rifle de asalto estándar montado en el punto duro del ala derecha para cuando el cañón rotatorio se quedase sin munición, y una espada curva en el ala izquierda, junto con algo especial en el antebrazo, un lanzagranadas de tres tubos que el Jefe había diseñado personalmente. Cada tubo tenía una recámara para dos disparos, para un total de seis granadas, mientras un sensor de objetivo recorría al ras toda la extremidad, dándole al mecanismo la apariencia de una mano enorme. Insertando el cable de Plenum en su ranura, el Jefe sintió que el viejo Arquebus zumbaba cobrando vida, como si estuviese impaciente por despegar.
«Sólo un poco más, viejo amigo,» prometió el Jefe antes de contactar al puente. – Mayor, reporte de estatus.
– Saldremos en dos minutos. – respondió la Mayor. – Dispararemos una ráfaga a las naves de la retaguardia para atraer su atención y desviarlos de Arzenal. Jefe, realmente desearía que lo reconsideraras.
– Ya lo sé. Pero esto es algo que tengo que hacer. – Después de todo, Rio estaba en esa isla, y también Jasmine. Dos personas que significaban mucho para él, y el Jefe no quería quedarse sin hacer nada mientras estaban en peligro.
– ¡Disparen torpedos! – ordenó la Mayor. Un zumbido debajo de la bahía les indicó que habían sido lanzados, cinco segundos después, el Noa de repente se sacudió de arriba abajo mientras rompía las olas en la superficie. – ¡Abran las puertas de la bahía!
Las compuertas se abrieron, y el sol de la mañana comenzó a brillar sobre todos ellos.
– ¡Para-mails, despeguen! – ordenó el Jefe. Los motores rugieron y los escuadrones de Para-mails del Noa despegaron del transporte submarino como un enjambre de avispas enfurecidas. Tras pasar a través del humo de los dos cruceros que se hundían, la flota de Julio Misurugi apareció delante de ellos. – ¡Ignoren a las naves! ¡El Noa se hará cargo de ellas! ¡Ábranse paso y derriben esos drones!
Los escuadrones pasaron volando sobre las naves, y aunque una o dos unidades recibieron impactos del fuego enemigo, los Para-mail se movían demasiado rápido para establecer un objetivo claro. Adelante, la isla en ruinas de Arzenal se hizo visible, y arriba de ella un enjambre de pyrethroides tan denso que casi bloqueaba el sol.
– ¡Apunten y disparen a discreción!
Debajo de la cabina de su unidad, el cañón rotatorio soltó una tormenta de plomo ardiente que abrió una brecha entre la horda. Alrededor del Jefe, las otras unidades se unieron y una ráfaga de fuego de ametralladoras y cañones comenzó a hacer estragos en los bordes externos. Varios pyrethroides cayeron del cielo, pero apenas habían hecho mella en sus números totales, y los automatones giratorios giraron su atención a sus nuevos agresores.
– Cambien a modo destructor. Artillería, continúen proveyendo fuego de apoyo. Todos los demás, síganme y enfrenten al enemigo a quemarropa. Recuerden, que nadie pelee solo. Mantengan sus grupos y cuídense los flancos entre ustedes.
El Arquebus del Jefe cambió y se cerró a su alrededor asumiendo su forma humanoide, mientras el cañón rotatorio se transfería al escudo en el brazo izquierdo, y luego sacaba su espada para encabezar el ataque. Los escuadrones de Para-mails se encontraron frente a frente con el enjambre, y el impacto dispersó a los drones mientras se abrían paso y comenzaban a cortar en dos a la horda desde adentro.
...
– ¡Preparen el campo cuántico! ¡Todas las armas en línea ahora! – ordenó la Mayor.
Una vez que el shock inicial se desvaneciera y el enemigo recuperase la compostura, no pasaría mucho tiempo antes que las naves restantes lanzaran el contraataque. Por suerte, el humo de los dos barcos hundiéndose les dio algo de cobertura. Apenas se abrieron las puertas de la bahía de lanzamiento y los Para-mails despegaron, el aire que rodeaba al Noa brilló en cuanto el campo de energía cuántica se levantó justo a tiempo para bloquear la primera ráfaga del enemigo. Los paneles que sellaban el armamento del Noa se abrieron y el cañón de rayos de la proa apuntó, al mismo tiempo que los cañones de riel en las "alas" a la izquierda y derecha se extendieron, y las torretas defensivas salieron del casco para cubrir a sus unidades.
– Abran con un salvo frontal. Esperen a que los Para-mails se hayan alejado para disparar misiles.
Rayos de energía verdes y proyectiles dorados en los cañones de riel salieron disparados, atravesando los pilares de humo. En cuanto la visión se aclaró, la Mayor vio que las naves habían levantado escudos de Mana para bloquear el bombardeo inicial. Sin embargo, los Para-mails habían logrado pasar con daños mínimos, y el puente estalló en vítores al verlos empezar a pelear contra los pyrethroides.
– ¡Basta! – los regañó. – Guarden su celebración hasta que la pelea haya terminado. Ahora, disparen todos nuestros misiles.
Detrás de la torre de comando, la pista de aterrizaje externa se abrió para revelar la batería de misiles, antes de que los 34 tubos soltasen su carga. Los misiles llovieron sobre el enemigo, pero la flota alteró la posición de sus escudos de Mana hacia arriba, y la ráfaga impactó sin causarles ningún daño. Pero eso era exactamente lo que la Mayor esperaba. A diferencia del campo cuántico, los Escudos de Mana sólo se podían posicionar en una dirección a la vez, y al contrarrestar el bombardeo desde arriba, el enemigo tenía su retaguardia totalmente expuesta.
– ¡Fuego de artillería, de frente! – ordenó la Mayor. Una segunda ráfaga atravesó el agua, y una de las naves que flanqueaba el carguero no pudo ajustar sus escudos a tiempo. La flota contraatacó con sus propios misiles, y los cañones defensivos del Noa inmediatamente levantaron un muro de fuego defensivo. Unos cuantos misiles lograron pasar de largo, y el Noa se sacudió en cuanto estos impactaron en el campo cuántico. – Mantengan el fuego y preparen otra ráfaga. No caerán dos veces en ese truco, pero mientras los golpeemos en la retaguardia no podrán cambiar sus escudos para interceptar.
El enemigo tendría que confiar en su propia artillería antimisiles a partir de ahora, y la ley de promedios dictaba que no serían capaces de escapar de todo el daño.
...
El martillo en el rifle de asalto de Hilda hizo click con un cargador vacío, y tuvo que agacharse para cubrirse. No sabía cuanta munición le quedaba a las demás, pero a ella sólo le quedaba un cargador. En cuanto recargó, un movimiento repentino captó su mirada y al ver arriba vio un objeto esférico siendo lanzado encima de ellas.
– ¡Granada! – gritó. Las otras se agacharon para cubrirse en cuanto la granada explotó y una ola de calor y choque resonó encima de ellas.
– ¡El elevador! – gritó Mei. – ¡Lo destruyeron!
Hilda se levantó y vio que uno de los puntales principales había sido arrancado de la esquina, dejando la plataforma del elevador colgando en un ángulo.
– Hilda, ¿qué vamos a hacer? – preguntó Rosalie. – Sólo me queda medo cargador.
– ¡Estoy pensando, sólo dame un minuto!
Aunque incluso si tuviera una hora, Hilda dudaba poder pensar en algo. Con el elevador destruido, la única otra opción era despegar en los Para-mails, pero con el hangar todavía bloqueado y un pequeño pelotón de soldados en su camino, esa tampoco era una opción. Y los soldados ya empezaban a ganar terreno, formando con sus escudos de Mana una barrera impenetrable al mantenerlos juntos, hasta que el destello de una granada aturdidora rompió su formación lo suficiente como para que una ráfaga de fuego automático abatiera a tres de ellos antes de que pudieran recuperarse.
– ¡Todo mundo prepárese!
«¡Esa voz!» Hilda la reconoció al instante. Desde un corredor a su izquierda, Rio apareció con un rifle de asalto, acribillando a los soldados a balazos. Pero se quedó aún más en shock al ver quién lo acompañaba. Junto a él, Ange venía en su traje de piloto con un rifle propio y también disparaba, mientras que frente a ellos Momoka erigía un escudo de Mana para bloquear el fuego enemigo, mientras se iban abriendo paso entre ellas.
– ¿Qué diablos están haciendo ustedes? – exigió saber. – ¿Por qué Ange no está abajo en la nave?
– ¡Cambio de planes! – gritó Rio mientras disparaba a los enemigos. – ¿Cómo está el elevador?
– Destruido, ya no podemos hacerlo bajar. – dijo Mei. Rio suspiró antes de recargar.
– Entonces será todo o nada. ¡Ange, adelante!
Con Rio proveyendo fuego de cobertura, Ange corrió hacia Villkiss, esquivando las balas que volaban a su alrededor.
– ¡Hey! – gritó Marika. – ¡Miren allá arriba!
Hilda y las otras siguieron la mirada de Marika, pero nada podría haberlas preparado para lo que vieron. En los cielos sobre Arzenal, las máquinas con forma de disco habían caído en un estado de desorden cuando un escuadrón de Para-mails de repente apareció entre el enjambre y empezó a hacerlos pedazos. En particular, un Arquebus azul con un arma pesada estaba infligiendo una enorme cantidad de daño, y el cielo se iluminaba con incontables explosiones a medida que hacía trizas los discos.
– ¿Qué está pasando? – susurró Chris.
– ¡Llegó la caballería, es lo que está pasando! – celebró Rio mientras cogía su tabla de datos. – Que despeguen los Para-mails. Díganle al jefe y al resto que mantengan a los pyrethroides lejos de ellas. ¡Ange, date prisa y despega!
– ¡Espera! – gritó Hilda. – ¡¿Cómo se supone que despegará cuando la pista está colapsada?!
Rio le lanzó una mirada divertida, y Hilda se dio cuenta exactamente lo que estaban planeando. Una vez más, Hilda se tuvo que agachar para cubrirse ya que Villkiss despegó y lanzó un salvo desde el cañón inferior del rifle de asalto. Una ronda de explosiones volvió a sacudir el hangar, volando los escombros y a los soldados enemigos por los aires. Cuando el humo se aclaró, el camino estaba despejado de nuevo.
– ¡¿Se han vuelto locos ustedes dos?! – gritó Hilda mientras Ange encendía sus motores y salía disparada hacia el aire.
– ¡Hey, basta con que sirva! – Rio se encogió de hombros. – ¡Ahora, tenemos que sacarlas a todas de aquí! ¡El enemigo llegará en cualquier segundo!
...
Con los ojos y la nariz todavía ardiéndole por el ataque sorpresa de Momoka, Salia finalmente llegó dando tumbos al hangar. Después de perder a Ange se dio cuenta que la bahía de lanzamiento sería el lugar más probable para encontrarla. Después de todo, allí era donde estaba Villkiss, y con suerte podría llevárselos a ambos al mismo tiempo y recuperar algo de fe con Jill. Pero en el minuto en que llegó, se dio cuenta de cuan seria era la situación. El elevador estaba completamente destruido, y Villkiss no se veía por ninguna parte.
«¿Qué pasó aquí? ¿En dónde está?» Al otro lado del hangar, Salia vio a Rio, Momoka y Mei ayudando a Hilda y a las otras a prepararse para despegar. «No, no es posible que lo haya hecho.»
Pero se dio cuenta que sí lo era, cuando miró hacia arriba. En medio del caos que sacudía todo el cielo de Arzenal, un solitario Para-mail azul y blanco se iba alejando en la distancia.
– No... ¡no dejaré que termine así! – se juró a sí misma. Su unidad estaba en almacenamiento en la bahía inferior. Si Salia podía hacerla funcionar, tal vez todavía podría alcanzar a Ange.
...
Detrás de su cobertura en los escombros que una vez fueron la casa de invitados, Tusk se mantenía agazapado en espera. Aproximadamente a unos doce metros se encontraba uno de los transportes de Mana. Según la transmisión de Vulture, este era el más cercano a los riscos donde el escuadrón que había capturado a la piloto estaba escalando.
«Diablos, ¿qué estoy haciendo?» se preguntó. «Ange podría estar en peligro ahora, ¿qué hago aquí perdiendo mi tiempo?»
La respuesta se presentó cuando un grupo de soldados de repente salió del borde, cargando a una niña inconsciente. Ange podía cuidar de sí misma, pero esa niña estaba en peligro ahora. Sacando el detonador de su chaleco, Tusk aguardó hasta que estuvieron a la distancia apropiada del transporte, antes de detonar la carga de C-4 que había plantado a bordo. Con el escuadrón distraído por la explosión, Tusk lanzó su ataque, y antes que ninguno de ellos pudiese responderle ya había abatido a tres de ellos antes de saltar sobre la cabeza del que cargaba a la niña, le hundió el cuchillo en la garganta a un cuarto y finalmente abatió de un disparo al último enemigo.
– Y una bolsa de patatas fritas... – murmuró la niña mientras Tusk se la echaba encima del hombro. Arriba, la Network ya había llegado y se encontraba peleando contra los pyrethroides. Un Arquebus azul en particular se encontraba cortando a través de los drones con forma de disco como si fueran papel mojado.
«Esa es la unidad del Jefe,» pensó al reconocerla. «Papá siempre dijo que él era uno de los mejores pilotos que jamás conoció.»
Corriendo hacia el risco estrecho donde había escondido su skyhook, Tusk colocó a la niña sobre el asiento.
– Sólo quédate allí. Estarás a salvo. – le dijo. Con suerte, lo que fuera con que la habían drogado la mantendría allí hasta que volviera. De inmediato procedió a llamar por su radio. – Jill, tuve que tomar un pequeño desvío. ¿Dónde está Ange?
En ese minuto, el rugido de un motor de Para-mail captó su atención y miró arriba para divisar una unidad familiar de color blanco y azul despegando hacia el cielo.
– No importa, ya la encontré. «Y supongo que tendré que perseguirla.»
Luego de sujetar a la joven Norma a su espalda, Tusk montó sobre su skyhook y estuvo a punto de salir a perseguir a Ange, cuando una repentina explosión hizo eco en la distancia. Sacando sus binoculares, Tusk miró hacia la distancia y vio una columna de humo saliendo del agua, justo detrás de la flota agresora.
«¿Esa era la nave de la Network?» se preguntó. «¿Qué acaba de suceder?»
...
Al mismo tiempo los misiles continuaban lloviendo sobre la flota, Julio se agarraba de la silla mientras las explosiones sacudían el cielo y el mar. Aunque no habían perdido más naves, el sólo hecho de que una sola nave con tecnología obsoleta tripulada por un grupo de terroristas degenerados pudiese causarle problemas a su armada a este punto le ponía furioso, de una manera que sólo ocurría con la abominación de su hermana.
– ¡Maldita sea! – gritaba Julio. – ¿Qué están haciendo, idiotas? ¡Hundan esa maldita nave de una vez!
– ¡Señor, lo estamos intentando, pero su campo defensivo es demasiado fuerte! – respondió el Almirante.
Antes que Julio pudiera responder, alguien lo contactaba por un canal privado. Era la línea del Maestro Embryo, y al darse cuenta de ello se levantó de su silla.
– ¿Su Majestad? – preguntó Riza.
– Necesito un momento. Quédate aquí. – le dijo. Saliendo del puente, Julio abrió una ventana de Mana, y para su alivio se dio cuenta que solamente era el sirviente del Maestro Embryo.
– Su Majestad. – dijo el hombre de cabellos blancos. – Veo que está teniendo algunas dificultades.
– Ahórrame tus pobres intentos de humor. – siseó Julio. – ¿Por qué nadie me advirtió que esos simpatizantes de las Normas tratarían de intervenir?
– El hecho de que lo hicieron antes debería haber sido suficiente advertencia. Por suerte, el Maestro Embryo no es tan descuidado. Ordénele a todas las naves lanzar una ráfaga total a la nave de los renegados.
– ¿Para hacer qué exactamente? – demandó él. – ¿Y qué hay de los Para-mails que están peleando contra los Pyrethroides?
– Déjeme eso a mí. – dijo el sirviente. – Después de todo, es por eso que el Maestro Embryo me ordenó venir aquí.
...
– ¡Estado del campo cuántico! – ordenó la Mayor. La artillería de rayos y los misiles continuaban lloviendo sobre el Noa, pero el viejo crucero Clase Crueset era capaz de devolver tanto como recibía. Aunque sus armas no podían penetrar los escudos de Mana, y la defensa antimisil de la armada era suficiente para contener el bombardeo desde arriba, derrotar a la flota del gobierno nunca fue el objetivo. Era simplemente mantenerlos ocupados hasta que las Normas pudieran evacuar.
– El campo se mantiene. – anunció Fixer. – Mayor, tenemos una transmisión de Rio. Dice que los Para-mails están a punto de despegar.
– Entendido. Dile a nuestros pilotos que mantengan a los pyrethroides ocupados hasta que hayan salido y luego se retiren.
– Mayor, algo acaba de despegar desde Arzenal. – dijo el operador del radar. – ¡Es el Villkiss! ¡Parece que se dirige directo hacia la armada!
– ¡¿Está haciendo qué?! – exclamó la mujer. Si esa unidad era capturada, todo estaría perdido. – Contacta al Jefe y a los otros. ¡Diles que rompan filas y atrapen a esa máquina!
– Señora, algo viene hacia nosotros. – le advirtió Fixer. – ¡Son más pyrethroides!
Toda la tripulación del puente miró hacia la pantalla superior, y lanzaron un grito ahogado al ver que otro enjambre de pyrethroides se movía hacia Arzenal desde el sureste.
– ¡Lancen otra ronda! – advirtió la mayor. – ¡Utilicen los cañones defensivos! ¡No podemos dejar que pasen!
– ¡Señora, la trayectoria no es Arzenal! – gritó Fixer. – ¡Vienen hacia nosotros!
Apenas hizo el anuncio, la segunda ola de pyrethroides extendió sus cuchillas y comenzó a girar sobre el campo cuántico. El impacto de los drones y el bombardeo de la armada pronto empezó a sentirse demasiado para el campo de fuerza y este comenzó a fallar.
– ¡Desactiven el campo inferior! – ordenó la Mayor. – ¡Redirijan todo el poder no esencial a los proyectores superiores! ¡Preparen los lanzatorpedos delanteros! ¡Si disparan algo bajo el agua, quiero que lo vuelen antes que se nos acerque!
Con la energía incrementada en el escudo superior, el campo cuántico volvió a estabilizarse, aunque la Mayor sabía que sólo era un alivio temporal.
– ¡Mayor, tenemos contacto bajo el agua! – anunció el radar.
– ¿Es un salvo de torpedos?
– Negativo, no tiene esa forma. Y se aproxima por estribor.
– ¡Lancen una carga de profundidad! ¡Lo que quiera que sea, no dejen que se acerque a nosotros! – ordenó. Y unos segundos después, una explosión submarina señaló que la carga había detonado. – ¿Le dimos?
– ¡Negativo! ¡Está cambiando de dirección! ¡Viene directo por debajo de nosotros!
Antes que pudieran tomar cualquier contramedida, un repentino estruendo por el casco ventral alertó del contacto, antes que una explosión masiva partiera la nave a la mitad.
...
Revisando la munición en su cañón rotatorio, el Jefe vio que ya había gastado la mitad. Y aunque incontables pyrethroides habían sido derribados, el cielo seguía cubierto de los discos de metal voladores. A su alrededor, los demás se agrupaban juntos para evitar que el enemigo los sobrepasara, mientras que en los bordes las unidades de artillería hacían llover fuego sobre la horda.
– ¡Sigan así! – rugió el Jefe mientras giraba, dispersando un círculo de plomo ardiente que iluminó el cielo con los drones. – ¡Las Normas no podrán despegar mientras estas cosas sigan en el aire!
– ¡Jefe, mire por allá! – gritó uno. Volteando la mirada, el Jefe vio una unidad azul y blanca despegando repentinamente desde el hangar de la base. ¿Ese era el Villkiss? ¿Qué diablos estaba haciendo?
Pero antes de poder ordenar a ninguno de sus pilotos que lo persiguiera, el radar del Arquebus Blitz detectó de repente una nueva horda de contactos. En el cielo sobre la flota enemiga, un nuevo enjambre de pyrethroides de repente apareció y voló hacia el Villkiss, que se transformó en su modo destructor para hacerles frente directamente. Y a pesar de los abrumadores números que enfrentaba, la piloto hizo que Villkiss se lanzara hacia la batalla con la ferocidad de un tornado, usando su espada para cortar a sus agresores mientras que el fuego de sus ametralladoras despedazaban a cualquiera que intentara acercársele.
«Increíble, no había visto a una piloto tan feroz desde Alektra,» pensó. De alguna forma, el Jefe supo que Rio tuvo una mano en esto. «Seguramente tiene algo planeado. Puede que a veces sea imprudente, pero no es estúpido. Le seguiré el juego por ahora e intervendré sólo si tengo que hacerlo.»
Pero algo le preocupaba. ¿De dónde vino la segunda oleada de drones? ¿Y cómo lograron pasar de largo al Noa? La respuesta le vino cuando el Jefe vio una columna de humo saliendo del agua detrás de la flota.
«¡El Noa!» pensó al darse cuenta. «¡Mayor, no!»
– Jefe, ¿qué sucede?
– ¡Mantengan posiciones! – les ordenó. – ¡No persigan al Villkiss ni regresen al Noa! ¡Tenemos que contener a estas cosas hasta que las Normas escapen!
Un repentino destello de luz desde las aguas cerca del risco de Arsenal captó la atención del Jefe, antes que una repentina ráfaga de rayos de energía saliera desde las olas, derribando a tres Hausers en el borde del enjambre.
– ¡¿Qué diablos fue eso?! – gritó alguien.
El Jefe reconoció la maniobra. Había visto un ataque sorpresa como ese hacía años, durante la caída del primer Zion. E igual que entonces, una silueta brillando con la Luz de Mana emergió del agua y se elevó en el aire, con una cuchilla destellando en el sol antes de cortar a dos Glaives con ella. Una tercera unidad junto a ellos logró evitar el ataque sorpresa, pero ahora que estaba solo, los pyrethroides se le fueron encima desde todos los lados, y sus dientes chirriantes lo cortaron en pedazos. El resplandor desapareció del recién llegado, revelando un Para-mail negro con motores rojos y dos extensiones con forma de cuerno detrás de su cabeza.
La Pesadilla de Zion. La misma unidad que lideró el ataque a su antigua base y hogar. Como si percibieran a un aliado, los pyrethroides de repente se apartaron de su camino cuando levantó su rifle de doble barril, antes de soltar una ráfaga de disparos de energía.
– ¡Muévanse! – gritó el Jefe. El Arquebus Blitz salió disparado hacia el cielo, usando su cañón rotatorio para abrir un camino a través del enjambre. Los otros trataron de seguirlo, pero los drones formaron una barrera y otros dos Glaives fueron derribados antes de poder alejarse. Desde afuera del enjambre los Hausers trataron de dispararle al Para-mail negro, pero los pyrethroides formaron una barrera contra todo el fuego mientras el enemigo cargaba de frente. Dos Glaives abrieron fuego con sus rifles de asalto cuando la unidad negra levantó un escudo de Mana, y se abrió paso a través de la ráfaga. Los Glaives lograron esquivarla, pero la unidad negra se giró, cortando a uno de los Glaives a la mitad antes de dispararle con su rifle gemelo a quemarropa directo a la cabina del otro. El enemigo ya había elegido a su siguiente objetivo cuando una ráfaga de plomo ardiente le llovió desde arriba, deteniéndolo en seco mientras levantaba otro escudo.
– ¡Bastardo! – gritó el Jefe lanzándose hacia él.
La unidad negra retrocedió, pero mantuvo su escudo de cara al Arquebus Blitz mientras el Jefe volaba pasándolo de largo antes de volver a girar en un arco. El cañón rotatorio falló en penetrar el escudo de Mana, pero mientras lo tenía levantado no podía devolver el fuego. Los dos Para-mails se circundaban uno alrededor del otro mientras el Jefe cerraba la distancia, hasta que la boca del cañón rotatorio ya casi estaba rozando la barrera.
«Eres mío,» juró el Jefe antes de soltar el gatillo, y giró alrededor de la defensa de su oponente.
Su espada iba directo hacia el cuello del Para-mail negro, pero su oponente la bloqueó con su propia espada mientras enganchaba su rifle en el sujetador de su retaguardia. Un pico naranja se extendió desde su antebrazo mientras agarraba el barril del cañón rotatorio del Jefe, lanzando una bala incendiaria a quemarropa directo en el arma. Presionando un botón, el Jefe desacopló toda el arma, expulsando el cañón antes que explotase en medio del aire.
– ¡Jefe, resista! – gritó alguien. El Jefe miró hacia arriba desde donde su unidad estaba luchando espada contra espada con el enemigo, y vio que los dos Glaives que quedaban venían volando hacia él mientras un tercero proveía fuego de cobertura contra los pyrethroides.
– ¡No, aléjense! – les advirtió.
Con una patada hacia la sección media del Arquebus Blitz, el Para-mail negro lo alejó antes de redirigir su rifle de rayos dual y abrió fuego con ambos barriles. El disparo combinado atravesó a una de las unidades mientras rozaba la pierna de la segunda. Sin su arma primaria, el Jefe sacó el rodearlo. Por el borde de su pantalla de visión, el Jefe observó cómo dos Glaives trataban de flanquear a su oponente por ambos lados. En respuesta, la unidad negra descendió y de pronto se encontró siendo abrumada por los tres Hausers restantes.
Soportando el fuego desde ambos lados simultáneamente, la unidad negra invocó a los pyrethroides para escudarse de los Glaives y cargó hacia los Hausers, levantando un escudo de Mana para bloquear el fuego de artillería. Los Hausers más lentos intentaron moverse fuera del camino, pero el Para-mail con cuernos rápidamente los alcanzó, cortando a uno a la mitad antes de lanzar otro disparo combinado contra los últimos dos.
Con el apoyo de artillería destruido, el Para-mail negro invirtió sus motores y voló hacia los Glaives sobrevivientes, cuando una explosión lo desvió de curso. Al recuperar el control, la unidad enemiga miró arriba a tiempo para ver al Arquebus Blitz cargando hacia él, con el rifle de asalto y el lanzagranadas montado en el brazo disparando simultáneamente. Un escudo se levantó para defenderse antes de cargar de frente nuevamente para volver a chocar espadas con el Jefe.
– ¡Déjenme a mí a este tipo! – les ordenó. – ¡Las Normas están despegando, vayan a cubrirlas!
...
– ¡Aquí vienen! – gritó Rio, mientras Hilda abría fuego. Desde el mismo corredor donde él, Ange y Momoka habían salido, un escuadrón de soldados apareció y tuvo que agacharse bajo la ráfaga de fuego de Rio y las armeras sobrevivientes. Junto a él, Momoka levantó un escudo de Mana para proveerles de defensa contra cualquier fuego retornado que los enemigos les lanzaran. – ¡Deprisa, salgan de aquí!
– ¡¿Pero qué pasará contigo?! – gritó Hilda.
– ¡Saldré con Momoka y Mei, ahora muévanse!
– ¡Él tiene razón, ya tenemos que irnos! – gritó Rosalie.
Hilda echó una mirada a donde Rio y las otras intentaban contener la línea contra el enemigo y adoptó una mueca sombría al darse cuenta que no tenía opción.
– ¡Estaremos bien! – le aseguró Mei. – ¡Asegúrate de llevar a todas al punto de reunión, ya lo programé en sus computadoras de navegación!
– De acuerdo. – Hilda asintió. – Buena suerte. ¿Están todas listas?
– Estamos listas... Capitana. – respondió Chris. Rosalie asintió estando de acuerdo, y el resto preparó sus máquinas para seguirla.
– ¡Entonces vámonos! – anunció Hilda. – ¡Escuadrón Hilda, despeguen ahora!
Uno a uno, los Para-mails despegaron del suelo y lentamente se dirigieron hacia los extremos abiertos del hangar. En cuanto llegó a la entrada, un repentino movimiento por la esquina de su ojo captó su atención.
– ¡Cuidado! – gritó, cuando el soldado herido lanzó una ráfaga rápida.
La mayor parte de las balas fallaron, pero una golpeó a Chris en la cabeza, y su Hauser se desplomó sobre la cubierta, deslizándose a todo lo largo antes de estrellarse contra la pared al fondo del hangar.
– ¡Chris, no!
...
Rio oyó los disparos desde atrás, y se giró apenas para ver al soldado oculto lanzar una ráfaga dispersa que golpeó a la piloto del Hauser verde, enviándola a estrellarse al fondo del hangar.
– ¡Chris! – gritó Mei. Tras lanzar un salvo para acabar con el francotirador, Rio cogió su comunicador para contactar a Hilda.
– ¡Rio, le dieron a Chris!
– ¡Lo sé! ¡Sigue adelante, yo iré por ella! – le dijo. Haciéndole un gesto a las armeras para que lo cubrieran, Rio saltó fuera de su escondite y corrió hacia la unidad estrellada. – ¡Chris! ¡Resiste, ya voy a sacarte!
A medio camino, una chispa repentina fue la única advertencia que Rio tuvo para levantar un escudo, antes que el Hauser explotara y todo el borde del hangar colapsara hacia el piso de abajo.
...
Desde arriba en el aire, Rosalie sintió que todo el cuerpo se le entumía al ver la bola de fuego arder desde los lados del hangar.
«No,» rogó mentalmente. «No puede ser. ¡Chris no puede estar muerta!»
– Lo siento. – habló la voz de Rio por la radio. – No pude sacarla a tiempo, se ha ido.
Rosalie sintió que el corazón le golpeaba más y más fuerte en el pecho mientras empezaba a jadear, hasta que sintió como si la estrujaron.
– ¡Chris! – gritó. Girando su Glaive para cambiar a modo destructor, Rosalie volvió a descender hacia la bahía de lanzamiento cuando algo la agarró. Junto a ella, el Glaive de Hilda también había cambiado a modo destructor y la agarró del torso.
– ¡Rosalie, contrólate!
– ¡Hilda, suéltame! – le gritó. – ¡Chris!
– ¡Está muerta! – le gritó. – ¡Ahora es mejor que nos vayamos o seremos las siguientes!
– ¡Capitana! – gritó Irma por la radio. – ¡Tenemos compañía!
La mirada de Rosalie se volteó hacia arriba, y para su shock vio que los Para-mails que habían atacado a los discos estaban siendo devastados por un extraño Para-mail negro y rojo. Y los discos, ahora que ya no estaban bajo ataque, venían directo hacia ellas.
– ¡Bastardos! – dijo medio llorando. – ¡Los haré pagar!
...
Estaba frío y oscuro, mientras se iba hundiendo en el vacío. Chris podía sentir que su cuerpo se quedaba dormido.
«¿Qué me está pasando?» se preguntó. «¿Dónde están todos?»
Lo último que recordaba fue un choque en su cerebro, luego un destello de luz y calor, y después nada. Mientras intentaba levantarse, Chris apenas lograba tomar conciencia del sonido de los Para-mails alejándose volando.
«¿Hilda? ¿Rosalie? Por favor, no me dejen aquí. ¡Vuelvan!» Pero nadie le respondió. «Me abandonaron. Rosalie, rompiste tu promesa. Hilda, me traicionaste de nuevo.»
La habían abandonado a su muerte. La habían olvidado. Y ahora estaba totalmente sola.
De repente, el vacío se iluminó, y sus sentidos lentamente volvieron a fluir hacia ella. Chris miró hacia arriba, y vio a un hombre parado frente a la luz.
– Pobre Chris. – dijo. – Luego de todo lo que hiciste por tus amigas, y ni siquiera se preocuparon lo suficiente para volver por ti.
...
Rio pudo oír el grito agonizante de Rosalie por su comunicador, pero sabía que no había nada que ninguno de ellos pudiera hacer. Por ahora, cualquier dolor y sufrimiento tendría que esperar hasta que estuvieran lejos de aquí.
De repente, el sonido de unos disparos atrajo su atención hacia el cielo, donde vio a Hilda y a las otras de repente siendo asediadas por los pyrethroides. Una mirada rápida hacia arriba le mostró cuál era la razón. Un Para-mail negro con cabeza cornuda había atacado a las unidades de la Network y en ese momento estaba enfrentándose al Arquebus del Jefe en combate mano a mano. Lo más impactante era que estaba canalizando la Luz de Mana para defenderse.
«Así que esa es la Pesadilla de Zion,» pensó. Había oído historias de la unidad negra de los sobrevivientes de Zion, pero siempre había asumido que era una leyenda.
Mientras lo observaba luchar contra el Arquebus del Jefe, notó que había algo familiar en la forma en que peleaba, pero no lograba determinar que era. Bueno, si alguien podía vencer a esa cosa, era el Jefe. Por ahora, tenía que concentrarse en salvarse a sí mismo. Hilda y las otras podrían lograr mantener a raya a los pyrethroides y el resto de las unidades de la Network que quedaban se estaban moviendo para proveer apoyo, así que todo lo que podía hacer era confiar en que lograrían llegar a donde fuera que Mei las envió.
– ¡Sr. Rio! – llamó Momoka. Rio se dio la vuelta, y vio a la sirvienta usando su Mana para proteger a Mei, y a las armeras sobrevivientes de los soldados mientras se dirigieron hacia un corredor despejado. Hora de irse.
O al menos, eso intentó antes de oír cómo el techo arriba de ellos comenzaba a agrietarse y a desplomarse. El tiempo pareció ralentizarse cuando una de las vigas de soporte cedió ante el daño combinado, apenas dándole tiempo a Rio para esquivar justo cuando otra sección de la pista colapsaba frente a él.
– ¡Rio! – gritó Mei desde el otro lado.
– ¡Sigan adelante! – gritó él sobre la pila de escombros. – ¡Encontraré mi propio camino, sólo salgan de aquí!
El sonido de los disparos se apagó rápidamente, y en su lugar Rio pudo escuchar las pisadas y voces de varios hombres.
– Señor, creo que hay alguien del otro lado. ¡Estoy seguro que es un humano!
– ¡Llévate a dos hombres y persigue a esas Normas! ¡El resto de ustedes, escalen por aquí y capturen a quienquiera que sea!
Mirando de izquierda a derecha, Rio fijó los ojos en una escalera de servicio al otro lado del hangar, y corrió hacia ella para volver a trepar por encima de la cubierta de lanzamiento.
– ¡Allí está! ¡Mátenlo!
Rio apenas pudo levantar un escudo de Mana antes que otra ráfaga de balas empezara a impactar a su alrededor, dejándolo con solo una mano para escalar mientras intentaba recorrer a trompicones la distancia restante hacia la seguridad.
...
Con su rifle de asalto ardiendo, Salia maniobró en medio de la horda de sierras giratorias voladoras que intentaban acercarse a ella por todos lados. Finalmente, en medio del enjambre delante de ella, Villkiss finalmente se hizo visible, con su espada y cañón haciendo trizas a los drones como si fueran simples mosquitos. Un puñado logró colarse por detrás, pero Salia los derribó antes que se pudieran acercar.
– ¡Ange, regresa aquí! – le gritó. – ¡No dejaré que escapes de tu misión!
– ¡¿Quieres ya dejarlo?! – le gritó Ange también. – ¡¿Qué tan terca puedes ser?!
Los drones las rodearon, forzando a ambas, Salia y Ange a cubrirse los flancos una a la otra mientras sus pistolas lograban mantener al enjambre a raya. Cuando el camino quedó despejado, Ange trató de irse volando pero Salia la persiguió, chocando su espada contra la de Ange.
– ¡Cómo te atreves! – chilló. – ¡Lo arruinaste todo! ¡Le he dedicado toda mi vida a Alektra, a Libertus! ¡Pero tú me quitaste todo lo que debería haber sido mío! ¡Mi deber es todo lo que me queda! ¡No dejaré que me quites eso también...!
– ¡Oh, ya basta! ¡Yo nunca pedí nada de esto! ¡Si a Alektra le importaras un bledo, ¿crees que realmente te dejaría salir en medio de todo esto?! ¡No eres más que su herramienta, y ni siquiera te das cuenta de ello!
Salia se quedó congelada ante la repentina acusación, y Ange aprovechó la oportunidad. Con un destello de su espada, Ange cortó tanto el brazo como el motor, causando que el Arquebus de Salia se fuese dando vueltas hacia el mar debajo de ellas.
– ¡Ahora, fuera de mi camino! ¡No tengo por qué perder mi tiempo con alguien como tú! – Los motores de Villkiss rugieron y Ange salió a máxima velocidad hacia la flota enemiga.
– ¡Ange no! – gritó Salia. – ¡Jamás te perdonaré por escapar! ¡Vuelve! – El altímetro de su unidad le indicaba que el mar se aproximaba rápidamente, y Salia apenas tuvo tiempo de lanzar un último insulto. – ¡Tu trasero tiene forma de pera!
Lo último que Salia vio antes de golpear el agua fue cómo la flota descargaba otra ráfaga de misiles mientras Villkiss volaba hacia ellos. El agua de mar comenzó a llenar la cabina mientras su Para-mail comenzaba a hundirse, pero Salia ni se molestó en tratar de escapar. ¿Cuál sería el punto?
«Primero Jill me traiciona,» pensó. «Luego Rio me rechaza. Ahora Ange me derrota. Siempre estoy destinada a perder.»
El cuerpo de Salia comenzó a entumecerse por el agua fría, así que cerró sus ojos y esperó lo inevitable.
– Eso no es cierto, Salia.
Salia abrió sus ojos, y en lugar de la cabina inundada de agua de su máquina, se encontró a sí misma bañada en una luz. Y dentro de la luz, alguien la estaba cargando como una princesa de cuento de hadas.
«¿Esto es un sueño?» se preguntó. «¿O acaso estoy muerto?»
– Pobre pequeña. – dijo una voz calmante mientras ella se dejaba llevar por su cansancio. – Todos aquellos que te decepcionaron... simplemente no pueden apreciar lo especial que realmente eres.
...
Dentro de la cabina de Baretta, Dark maldijo ante la terca tenacidad de su oponente que piloteaba el Arquebus azul personalizado. Incluso tras perder su arma primaria, su oponente se rehusó a rendirse. Su rifle de asalto derribaba a cualquiera de los pyrethroides que trataban de atacarlo desde atrás al tiempo que lograba repeler a Baretta en combate cercano, y a la vez se mantenía suficientemente cerca para que Dark no pudiese usar su rifle de rayos dual.
«Ha pasado un largo tiempo desde que alguien me ha hecho esforzarme tanto,» pensó. Diez años atrás, cuando el Maestro Embryo finalmente había localizado el cuartel general de la Network y le envió a ayudar a las fuerzas del gobierno a exterminarlos, se enfrentó a un oponente de habilidad similar en los cielos sobre la antigua base militar que los renegados habían hecho su hogar. Si se trataba del mismo oponente o su sucesor, Dark no lo sabía, pero ya había perdido suficiente tiempo con él. Las Normas habían despegado y estaban a mitad de hacer su escape, y lo más urgente, la antigua princesa de Misurugi había logrado tomar vuelo en Villkiss. Afortunadamente, parecía que su objetivo no era escapar, sino que se dirigía directo hacia la flota de Julio Misurugi. Y si realmente había aprendido a utilizar el poder total de un Ragna-mail, entonces ese príncipe mimado no sería amenaza para ella. Aun así, más le valía ponerle fin a su oponente ahora mismo. Hora de ver si el piloto del Arquebus azul realmente habría aprendido algo de su última pelea.
Canalizando la Luz de Mana a través de Baretta, Dark cargó la energía en su espada y dio un tajo. El piloto enemigo, sintiendo el peligro, se retiró a distancia segura, y el lanzagranadas en el brazo derecho de su unidad disparó otras tres rondas.
«Igual que en nuestra última batalla,» recordó Dark. E igual que entonces, Dark levantó un escudo de Mana, y la explosión de las granadas contra la barrera dejó ciegos sus sensores. Durante la batalla en la base de los renegados, el enemigo había utilizado el destello y el humo para distraerlo mientras maniobraba detrás de Baretta y logró inhabilitarle uno de sus motores, dejando a Dark incapaz de perseguirlo cuando escapó. Al parecer, estaba repitiendo la misma táctica. Y tal como esperaba, algo voló pasándolo de largo, y Dark hizo girar a Baretta para dispararle, cuando para su shock vio que se trataba del rifle de asalto de la unidad enemiga. Dándose cuenta que le había dejado la espalda expuesta a su enemigo, Dark dejó caer su rifle de rayos duales y se giró para atrapar el puño del Arquebus azul mientras intentaba dispararle su última granada a quemarropa. Pero gracias a la Luz de Mana, el tiempo de reacción de Baretta era el mismo que el de un Ragna-mail. Disparó una bala incendiaria desde el brazo izquierdo de Baretta y el Arquebus azul se prendió en llamas al instante, y el impacto lo desequilibró mientras Dark apuñalaba el torso de la unidad justo debajo de la cabina. Chispas volaron del casco y la unidad se quedó inerte antes de caer fuera de la espada de Baretta directo en el mar, cerca del risco al este de Arzenal.
– Peleaste bien. – admitió Dark. – Pero yo jamás permitiría que un degenerado como tú me superase.
Ahora había asuntos más urgentes que atender. En cuanto Dark se giró hacia las Normas que iban huyendo, una transmisión repentina del Maestro Embryo en persona lo detuvo antes de que pudiera perseguirlas.
– Ya fue suficiente, Dark. Tu misión ha terminado.
– Pero maestro, ¿qué pasará con la Princesa y las otras Normas?
– Déjalas que se vayan por ahora. Ya tengo lo que vine a buscar. Y me encargaré personalmente de Angelise. Antes de eso, sin embargo, hay una cosa más de la que debes ocuparte. Si miras abajo podrás verla por ti mismo.
Girando los sensores ópticos de Baretta hacia abajo, Dark entrecerró los ojos al ver una figura familiar de pie al borde de la cubierta de lanzamiento.
– Creo que es tiempo de que nos ocupemos de esa peste en particular, ¿no estás de acuerdo?
Dark sonrió antes de hacer descender a Baretta. Había estado esperando mucho tiempo por esto.
– Por supuesto, maestro.
...
Acorde con la computadora de navegación, el destino que Mei había programado en los Para-mails era una isla que Hilda ya conocía. Era la misma isla donde vivía ese chico Tusk, pero primero tenían que llegar allí en una pieza. Hilda no sabía cuál era el problema con ese Para-mail negro, o por qué atacaba a las unidades de la Network, pero si podía acabar con todas esas máquinas tan fácilmente como si fuesen sólo un puñado de Goletas, entonces ellas no durarían mucho. Afortunadamente, hasta ahora sólo los drones las habían perseguido, pero incluso entinces se habían amontonado tanto a su alrededor que no podían cambiar a modo vuelo. En ese momento, Hilda y Rosalie habían tomado la punta mientras Irma y Tanya vigilaban la retaguardia, y las tres novatas proveían apoyo desde el medio.
– ¡Manténganse juntas! – gritó Hilda, disparando con su rifle de asalto al enjambre enemigo. – ¡Si se separan, estas cosas se les echarán encima!
A su derecha, Rosalie bombardeaba los discos voladores con el cañón que le quedaba.
– ¡Vamos! – la oyó gritar Hilda. – ¡¿Quieren un pedazo de mí?! ¡Vengan por él!
La pérdida de Chris había desatado una intensidad dentro de Rosalie que Hilda jamás le había visto antes, pero no tenía tiempo de ofrecer simpatía. Una repentina alarma en su consola le alertó de un ataque desde arriba, y Hilda miró arriba para encontrarse con docenas de los drones lanzándose en picada hacia ellas.
– ¡Sepárense! – ordenó. Ella, Rosalie y Marika viraron hacia un lado mientras las demás se iban en la dirección opuesta. Sin embargo, Irma había pasado de largo a las demás y ahora estaba fuera del grupo. Antes de poder volver a unirse, dos de los drones la impactaron, y sus cuchillas perforaron la pierna izquierda y el motor derecho de su Glaive. La unidad incapacitada comenzó a caer, pero un montón de otros drones empezaron a lanzarle cables, atrapándolo en un enredo.
– ¡Ayúdenme! – gritó Irma mientras los drones tiraban de los cables y se adherían a la superficie de su unidad, antes de irse volando con ella.
– ¡Irma no! – gritó Tanya saliendo a perseguirlos.
– ¡Tanya no, no rompas la formación! – gritó Hilda, pero fue demasiado tarde. Igual que Irma, los drones atraparon al Para-mail de Tanya y se la llevaron también.
– Capitana, ¿qué hacemos? – preguntó Nonna. Hilda tuvo que tragarse la amarga realidad, y tuvo que apuntar con su rifle a otro grupo de drones.
– ¡No podemos hacer nada! Ahora, todas ustedes fórmense alrededor de mí y Rosalie y no se separen.
– ¡Hilda, aquí vienen otra vez! – le advirtió Rosalie. Hilda maldijo por lo bajo, y miró hacia donde Rosalie apuntaba para ver que un nuevo enjambre se dirigía hacia ellas, cuando de repente una ráfaga de fuego de ametralladora los derribó. Desde atrás, dos de los Glaives que habían atacado al enjambre sobre Arzenal se estaban aproximando, abriendo un camino con sus disparos a través de la horda.
– ¿Capitana? – preguntó Mary.
– Mantengan posiciones. – dijo Hilda antes de contactar a los dos recién llegados. – ¡Hey! ¿Están con la Network?
– ¡Así es! – respondió una voz de hombre.
– ¡Prepárense para huir! – agregó una mujer desde la segunda unidad. – Les despejaremos la ruta.
– ¡Entendido! Todas, prepárense para cambiar a modo vuelo. – dijo Hilda. Desde sus rifles de asalto, los dos Glaives de la Network dispararon un salvo completo desde sus lanzagranadas inferiores, y las explosiones abrieron un enorme agujero en medio del enjambre. – ¡Ahora!
Cambiando sus unidades a modo vuelo, las pilotos sobrevivientes de Arzenal se lanzaron a toda velocidad para atravesar la abertura. Detrás de ellas, los Para-mails de la Network las siguieron, con sus rifles de asalto derribando a cualquier unidad que buscara perseguirlas.
– ¡Hilda! – gritó Rosalie. Girándose, los ojos de Hilda se ensancharon de shock al ver al Para-mail negro flotando sobre el hangar de Arzenal. Desde su palma, un estallido de energía naranja, similar a una bala congeladora, salió disparado hacia los riscos encima del hangar. Pero en vez de congelarlos, una explosión arrancó un trozo del risco enviando una avalancha de escombros a desplomarse sobre la pista de lanzamiento.
¿Por qué haría eso? A no ser que intentara atrapar algo, o a alguien. Forzándose a sí misma a dar la vuelta, Hilda apretó los dientes e intentó sacar esa idea de su mente. El hecho de que la unidad negra iba tras Rio.
– ¡No miren atrás! – ordenó, sintiendo como si le estrangularan la garganta. – ¡Tenemos que seguir adelante sin importar nada!
...
Finalmente, Rio llegó a la compuerta y logró subir a la cubierta de vuelo. Una mirada breve hacia abajo le permitió ver que los soldados que antes le estaban disparando comenzaban a retirarse. No parecía que se dirigieran al mismo corredor por donde se habían ido Momoka y las otras, así que eso era un alivio. Por otro lado, también significaba que probablemente se dirigían a las escaleras para tratar de perseguirlo, así que tenía que moverse rápido si esperaba escaparse.
Por su estimación, el borde del risco sobre él debía ser de unos cuarenta metros. La pistola de gancho en su cinturón sólo tenía aproximadamente la mitad de esa longitud, pero si enfocaba su Mana para dar un salto, podría compensar la diferencia. Acababa de sacar su gancho cuando un destello repentino desde arriba captó su atención y logró ver justo a tiempo cómo el brazo de la unidad del Jefe era incinerado por un estallido de llamas antes que el Para-mail de cuernos le hundiera la espada en el torso al Arquebus Blitz y lo arrojara hacia el mar.
– ¡Jefe! – gritó Rio. Olvidándose de su escape, Rio corrió hacia el borde de la pista de despegue justo a tiempo para ver el Arquebus azul desaparecer bajo el agua. – No... no es posible. El Jefe no puede estar muerto. ¡Vamos, Jefe, salga a la superficie!
Pero sus plegarias no fueron respondidas, ya que no apareció ninguna señal del hombre que lo trajo a la Network. Una sombra de repente se movió en su rostro, y Rio miró arriba para ver que los pyrethroides se iban alejando. La mayoría estaban regresando hacia la flota, pero un número de ellos se iba moviendo en la misma dirección que Hilda y las otras. El pensamiento de que Hilda estuviera en peligro sacudió a Rio del shock, y apretó los dientes para forzar el dolor a apagarse. El Jefe querría que él siguiera peleando, no que se quedara parado sin hacer nada mientras otros eran asesinados. Apenas acababa de desviar su atención de vuelta al risco cuando los soldados de abajo emergieron desde las escaleras dentro de la bahía de lanzamiento.
– ¡Alto! – gritó uno. Levantando un escudo de Mana para defenderse, Rio sacó su subametralladora y se preparó para disparar, cuando de repente otro destello naranja explotó arriba de ellos. Lo siguió un retumbar de la piedra, y Rio tuvo que saltar hacia atrás cuando el borde del risco encima de él colapsó y de repente el borde del risco colapsó encima de donde antes estaba parado, enterrando a los soldados bajo una pila de escombros.
«¿Qué diablos?» se preguntó, mientras el rugido de un motor de Para-mail resonó detrás de él. Se dio la vuelta y a quién vio sino al Para-mail de cuernos, cuya forma de armadura negra se alzaba frente a él igual que la unidad verde de ayer. Y mientras observaba, la escotilla roja de la cabina se deslizó hacia el frente, emergiendo una figura.
– No... – murmuró en voz alta. – ¡No es posible!
La figura bajó de un salto tan fácilmente como si se desmontara de un banquillo y se puso frente a Rio, con su cabello blanco agitándose en el viento contrastando con su ropa negra.
– He estado esperando esta oportunidad. – dijo Dark. – Tú y yo tenemos asuntos pendientes.
– ¿Cómo diablos sigues vivo? – demandó saber Rio. Dark simplemente sonrió y dio un paso al frente hacia él.
– Deberías preocuparte más por ti mismo.
Agachándose, Rio sacó un cuchillo de combate de su bota para respaldar su subametralladora. – Ya te maté antes una vez. Puedo volver a hacerlo si es necesario.
Dark levantó sus puños y asumió una postura de combate, mientras Rio tensaba sus piernas para saltar hacia él, cuando de repente, el brazo con el que sujetaba el cuchillo fue jalado violentamente hacia atrás.
«¿Qué diablos?» pensó mientras algo le jalaba también el otro brazo. Le retorcieron ambas manos forzándolas a abrirse, y sus armas cayeron sobre la pista. Y luego, sus piernas comenzaron a enderezarse hasta que colocarlo en una posición erguida. Lo que fuera que estuviera pasando, sentía como si algo dentro de su cuerpo lo estuviera controlando. Pero no fue sino hasta que la fuerza invisible le hizo doblarse hacia atrás que vio con horror lo que era.
– He querido conocerte desde hace un tiempo. – le dijo Embryo, desde donde estaba parado sobre un trozo de roca. – Eres un espécimen muy interesante. No creo que nadie en tu grupo haya captado mi interés tanto como tú.
Rio forcejeó para liberarse, pero Embryo apretó su mano, y la tensión de su agarre se incrementó al punto que Rio sentía como si se fuese a romper como una ramita.
– ¿Cómo... es que...? – intentó hablar.
– Oh, vamos. – respondió Embryo antes de saltar fuera de la roca. – Yo te creé, y te di la Luz de Mana. Puede que hayas aislado tu mente de ella, pero tu cuerpo es otro asunto.
Desde donde había quedado inmovilizado, Rio observó cómo Embryo caminaba casualmente a su alrededor, lanzándole una mirada condescendiente que parecía una mezcla de molestia y decepción.
– Me has causado una cantidad substancial de problemas. Primero, me impediste obtener a quien debería haber sido mi primera candidata. Luego lastimaste a mi subordinado. Y eso sin incluir todo el caos y muerte que tú y tus aliados han causado, en esa exageradamente miope persecución de lo que creen que es justicia. Pero lo que más me perturba, es tu conexión con Aura. – Arrodillándose, Embryo apoyó una mano sobre el hombro de Rio mientras se le acercaba. – Dime, ¿qué es ella para ti? ¿Por qué te ha hablado a ti, de todas las personas? ¿Qué te hace único?
– ¡No sé de qué diablos estás hablando! – siseó Rio en medio del forcejeo. – ¡Y aun si lo supiera, jamás te diría nada, así que vete al infierno!
Embryo tarareó pensativo antes de ponerse de pie de nuevo. – Ya veo. Pero eso no resuelve mi actual dilema. Ya que de manera irónica, estoy en deuda contigo, pues salvaste la vida de la mujer destinada a ser mi esposa.
¿Esposa? ¿De qué diablos estaba hablando?
– Sin embargo, no puedo dejar que te quedes sin castigo, ni tampoco puedo permitirte que hagas lo que te plazca. Eres una variable desconocida que debe ser neutralizada. Pero ¿cómo hacerlo mientras honro mi deuda? Supongo que sólo hay una forma.
Rio sintió que su cuerpo se doblaba hacia el frente y era levantado hacia el aire, mientras Embryo le colocaba una mano en el pecho. Una sensación repentina de ardor se esparció por su cuerpo, y Rio gritó mientras el dolor fluía y Rio comenzó a gritar mientras el dolor fluía y se concentraba en el centro de su esternón, hasta que finalmente Embyro levantó su mano y Rio sintió como si le arrancaran algo, y colapsó sobre la cubierta de vuelo. Algo desorientado, se palpó el pecho y se dio cuenta de que, aunque no había rastros de una herida, algo DEFINITIVAMENTE se había ido.
– ¿Maestro? – oyó preguntar a Dark.
– Sólo déjalo. Sé que querías utilizarlo como tu propio saco de golpear, pero este es un castigo mucho peor. Déjalo que pase el resto de su vida sabiendo lo impotente que realmente es.
La forma en como Embryo eligió sus palabras activó las alarmas en la cabeza de Rio, y tuvo que hacer un esfuerzo para levantarse. Junto a él, su subametralladora yacía tirada sobre la pista, y Rio trató de atraerla, pero no pasó nada. Lo intentó de nuevo una y otra vez, pero para su shock y horror, la Luz de Mana se rehusó a responder a sus órdenes.
– Ya que no sabes apreciar mis dones, he decidido quitártelos. – dijo Embryo. – Ahora eres igual que las Normas y esos primitivos a los que tanto admiras.
El shock dio paso a rabia, y Rio desenfundó su pistola, Pero Dark se movió antes que pudiera dispararles, dándole una patada en el brazo derecho a Rio para rompérselo como una ramita una vez más. El grito de Rio hizo eco por todos los riscos de Arzenal.
– Esta vez... se quedará roto. – dijo el asesino de pelos blancos.
– Ya fue suficiente, Dark. – señaló Embryo. – Tenemos otros asuntos que atender. Ve a Misurugi y asegura el palacio. Necesitaremos un lugar para que mis nuevas discípulas residan ahora que Arzenal ya no es habitable. Estaré allá pronto, en cuanto me haya ocupado de un último asunto.
Levantando su cabeza, Rio observó cómo Embryo desaparecía en el aire, mientras que Dark le hacía un gesto al Para-mail blanco, convirtiéndolo de vuelta en modo vuelo antes de subirse a él y salir disparado hacia el cielo.
«¿A qué se refiere con discípulas?» pensó Rio. «¿Significa eso que ha capturado Normas para los Ragna-mails?»
El sonido de piedra desplomándose detrás de Rio lo sacó de su estupor y confusión, y al mirar sobre su hombro vio otro grupo de soldados corriendo sobre una abertura en los escombros.
– ¡Alto! – ordenó uno de ellos. Un subidón de adrenalina sirvió para atenuar el dolor mientras Rio se lanzaba hacia la izquierda y cogía su subametralladora, antes de saltar cerca de un trozo caído cercano. Las balas rebotaron en los escombros cuando los soldados abrieron fuego.
...
Mientras volaba en posición detrás de Hilda, Rosalie volvió a mirar atrás hacia Arzenal, viendo cómo se alejaba en el horizonte. Ella también vio la unidad negra atacar el hangar, e igual que Hilda tuvo una idea de por qué. Pero aun así, Hilda siguió adelante mientras continuaba guiándolas hacia el escondite donde Mei las había enviado. Y ahora, parecía que los drones se estaban retirando, ya que interrumpieron su persecución, y los dos Para-mails de la Network que habían sobrevivido cambiaron a modo vuelo para seguirlas.
– ¡Hilda! – le dijo. – ¡Vuelve!
– ¿Qué?
– ¡Tienes que volver! ¡Rio está atrapado allá! ¡Ambas lo sabemos!
– ¡No puedo! – exclamó ella. – ¡Tengo que llevar a las novatas a...!
– ¡Yo me ocuparé de ellas! – gritó Rosalie. – Tú regresa. Rio está vivo. Es demasiado inteligente para que lo maten tan fácilmente. ¡Pero con esa cosa atacándolo no resistirá mucho más! – La imagen del Hauser de Chris explotando volvió a reproducirse en su mente, y Rosalie sintió como si la partieran a la mitad. – ¡Confía en mí! ¡No te va a gustar cómo se siente eso!
La línea se quedó en silencio, y Rosalie se preparó para gritarle que dejara de ser tan terca, cuando Hilda finalmente cedió.
– ¡Está bien! ¡Sólo ten cuidado, ¿de acuerdo?!
– ¡Ya nos vamos!
El Glaive de Hilda desaceleró, hasta que la unidad de Rosalie la alcanzó y se puso junto a ella. Desde atrás de su Para-mail, Hilda echó una mirada, y Rosalie se quedó en shock al verla sonreír. No era su sonrisa usual arrogante y de suficiencia, sino una que se veía genuinamente cálida aunque también algo triste.
– Rosalie, gracias... y lo siento. – Con eso, Hilda de repente giró hacia la derecha y volvió a dirigirse hacia Arzenal, dejando a Rosalie en un estado se shock. ¿Acaso la escuchó bien? ¿Hilda realmente acababa de disculparse?
– ¿Qué está pasando? – preguntó una de las novatas. – ¿A dónde va?
Sacudiéndose la cabeza para aclarar su mente, Rosalie se endureció tanto como pudo. Le gustase o no, ahora estaba a cargo.
– Hilda tiene un asunto que arreglar. – anunció por la radio. – Ahora, todas fórmense alrededor de mí. Manténganse cerca y no miren atrás.
– ¡Sí, señora! – replicaron las novatas, mientras los dos Glaives de la Network las alcanzaron.
– ¿Qué hay de ustedes dos? – les preguntó. – ¿Quieren venir con nosotros por un tiempo?
– Bueno, nuestra nave se hundió. – dijo el piloto masculino. – Supongo que podemos quedarnos hasta que podamos contactar al resto.
– Gusto de oírlo. Ahora, ¡en marcha!
Adoptando una formación de diamante con Rosalie al frente, las cuatro sobrevivientes de los cuerpos de Para-mail de Arzenal y sus dos escoltas se dirigieron hacia el punto de reunión. Detrás de ellos, la isla que alguna vez había sido su prisión y su hogar continuaba ardiendo mientras se perdía en la distancia, hasta que finalmente se convirtió en una delgada columna de humo en el horizonte.
...
La armada de Julio estaba tan cerca que Ange prácticamente podía oler el hedor de su maldito hermano. Ese enorme carguero del centro de la formación, seguramente era su nave. Sería muy típico de su hermano elegir la nave más grande. Luego de todos estos años, ¿cómo fue que nunca se dio cuenta de lo insanamente grande que era el ego de su hermano? ¿O que la crueldad le resultaba tan fácil como respirar?
Los sensores de Villkiss captaron varios objetos moviéndose desde atrás y Ange maldijo mientras convertía su unidad a modo vuelo, y usaba el incremento de velocidad para circundar alrededor y derribar a los drones que seguían persiguiéndolo.
– ¡¿Quieren ya dejar de fastidiar?! – gritó. Otra alerta sonó, y Ange miró arriba para ver una oleada de misiles lanzados desde la flota acercándose a Villkiss. Cambiando de vuelta a modo destructor, Ange se zambulló de frente, usando su rifle de asalto para despejar un camino a través del bombardeo cuando algo le agarró el brazo por detrás. Ange volteó a ver, y uno de los drones había lanzado un cable alrededor del brazo de espada de Villkiss, y estaba retrayéndolo para engancharla. – ¡Suéltame!
Ange trató de sacar su pistola para derribarlo, pero otro dron también la sujetó. Otros drones siguieron el ejemplo de sus congéneres, amarrando las extremidades de Villkiss y dejándola inmóvil en medio del aire.
...
Julio apenas podía creer su suerte. Cuando parecía que Angelise de alguna manera se había escapado de sus garras, se estaba prácticamente sirviendo a sí misma en bandeja de plata.
«Esperaba tener el placer de matarte con mis propias manos,» pensó sonriendo. «Pero supongo que esto será suficiente.»
– ¡Su majestad! – anunció el Almirante. – ¡Los objetivos de prioridad uno y dos han sido capturados!
– ¡Disparen otro salvo! – ordenó Julio. – ¡Háganlos volar fuera del cielo!
– ¡Pero Emperador! – dijo el Almirante. – Creí que nuestra misión era capturarlos.
Gruñendo de rabia, Julio saltó fuera de su trono y agarró al insolente plebeyo del cuello de su uniforme.
– ¡La misión es lo que yo diga que es, así que derríbenlos ahora!
...
Mientras Ange desesperadamente forcejeaba para liberarse, otra alarma en la consola de Villkiss le indicó que se aproximaba otra ráfaga de misiles. El tiempo pareció ralentizarse a medida que los proyectiles se acercaban a la unidad inmovilizada, y Ange sintió que su desesperación se tornaba en rabia.
«No... Julio me arrebató todo lo que tenía. Mi hogar. Mi madre. Mi padre. Y ahora incluso Arzenal. No dejaré que también me quite la vida,» se juró a sí misma. «¡Maldita sea, Villkiss, haz algo! ¡No me importa lo que sea, pero si realmente eres un arma de los dioses, mueve tu maldito trasero y haz algo ya!»
Una repentina sensación de cosquilleo vino desde el anillo en su dedo, y por instinto, Ange tiró de los controles, y los drones sujetándola a su alrededor fueron aniquilados. Algo se sacudió frente a ella, y los misiles también fueron destruidos. Una vez que estuvo libre, Ange miró a Villkiss y no dio crédito a lo que estaba viendo. Así que este era el poder de un Ragna-mail...
...
– Primero que nada, ¿qué es lo que distingue a un Ragna-mail de un Para-mail? – preguntó Rio.
– ¿Y cómo se supone que lo sepa? – replicó Ange. – Sólo ve directo al grano.
Rio suspiró y se rascó la cabeza. – Y yo que pensaba que las princesas eran pacientes. Bueno, hay dos diferencias. La primera, es su fuente de poder. Los Para-mails son impulsados por una batería interna.
– ¿Y los Ragna-mails?
– Los Ragna-mails son impulsados por algo llamado motor cuántico espacial. Esto no sólo le da a los Ragna-mails energía ilimitada, sino la habilidad de manipular el espacio como si fuese una substancia física.
– Eso es increíble. – jadeó Momoka.
– ¿Y cómo hace eso? – preguntó Ange.
– Esa es la segunda diferencia. – continuó Rio. – Los Ragna-mails tienen un sistema operativo conocido como el Sistema Archangel. Es un sistema reactivo que está codificado al estado emocional de su piloto. Ese anillo que tienes actúa como una especie de transmisor, conectándote a Villkiss para convertirlo en una extensión de tu propia voluntad, lo que le otorga un mejor tiempo de reacción que el de cualquier Para-mail. No sólo eso, sino que en teoría puedes enfocar tu estado mental para manipular a Villkiss y su energía como veas conveniente.
Ange miró el anillo, y recordó cuando Villkiss de repente se regeneró durante su primera batalla con él. Al enfrentarse al prospecto de morir de la misma forma que lo habían hecho Zola, Miranda y Coco, Ange se había entregado a su instinto básico y recuperó sus deseos de vivir. ¿Eso que sucedió era de lo que Rio estaba hablando? ¿En serio ella fue quien lo provocó? ¿Su madre también sabría sobre esto?
...
Ange no estaba segura si creer en lo que Rio le había dicho. Por todo lo que sabía, él estaba tratando de manipularla para que pelease por su causa. Pero ahora, al mirar a Villkiss, se dio cuenta que tal vez él estaba diciéndole la verdad. Donde alguna vez fue blanca, la armadura de Villkiss se había vuelto de un rojo ardiente. Pero lo más increíble era que estaba rodeado de un aura de energía roja llameante que se intensificaba alrededor de su espada, creando una hoja luminosa que se extendía tres veces más allá de la longitud física del arma.
Debajo de ella, la armada abrió fuego con los cañones de rayos y balísticos, pero la ráfaga impactó sin causar daños contra el campo, sin dejarle ni un solo rasguño.
«Concéntrate,» se dijo a sí misma. «Recuerda, aún tienes que matar a Julio.»
Cambiando a Villkiss de vuelta a modo destructor, Ange se lanzó en picada hacia la primera nave, sin molestarse en evadir sus disparos gracias al campo de fuerza que la envolvía, y perforó su casco como si fuera papel mojado. La nave explotó mientras ella salía desde el otro lado, fijando la mirada en la siguiente.
«Obsérvame bien, Julio,» pensó. «Voy a hundir tus juguetitos uno por uno, y luego, cuando estés haciéndote encima de los pantalones por el miedo, iré por ti.»
...
– ¡Spider! – dijo Rhino llamando por la línea. – El último grupo acaba de abordar. Nos iremos junto con las Normas. Retírense y los contactaremos en el punto de reunión después.
– No hay problema. Mantente a salvo, Rhino.
Corriendo de vuelta a su skyhook, Spider arrojó su equipamiento en el contenedor de carga cuando el ruido de un salpicón y escupidera de agua captó su atención. Sacando su pistola, Spider se dio la vuelta en caso de que un soldado del gobierno estuviera tratando de emboscarlo, pero para su sorpresa vio a un hombre con traje de piloto arrastrándose hacia la playa, con agua salada chorreando de su cabello y barba grisáceos.
– ¡Jefe! – Rápidamente corrió a auxiliar al líder de la Network, y le ayudó a levantarse antes de notar que arrastraba su pie izquierdo en un ángulo extraño. – Jefe, su pierna.
– He soportado cosas peores. Sólo consígueme un asiento. – gruñó el Jefe apretando sus dientes. Apoyándolo sobre su cuerpo delgado, Spider le ayudó a llegar a una roca cercana para sentarse e inspeccionar el daño. – Ese maldito Para-mail negro. Destruyó el Noa, y luego aniquiló a casi toda la fuerza de ataque. ¿Qué hay de las pilotos? ¿Lograron escapar?
– Creo que sí. Se me hizo un poco difícil ver desde aquí. Pero lo que sí sé es que el Aurora logró escapar. Y estoy seguro de que Jasmine logró llegar a bordo, así que debe estar a salvo.
El Jefe sonrió, y asintió mientras enfocaba el Mana en su pierna rota. Luego preguntó: – ¿Qué hay del resto de tu equipo?
– A bordo con las Normas.
– ¿Y Rio?
Spider frunció el ceño y sacudió su cabeza. – No logró bajar. Lo último que oí de él es que estaba atrapado en los niveles superiores. Kat, Kamaitachi y Vulture ocultaron sus skyhooks allá arriba, así que si puede llegar al patio superior tendrá una oportunidad.
– Entonces, tendremos que confiar en que Rio pueda cuidar de sí mismo. Ahora, tenemos que salir antes de que el enemigo nos encuentre. En cuanto me haya sanado, nos iremos a la isla de Tusk. Es el lugar más cercano a donde pueden ir las pilotos donde pueden estar a salvo, así que no tengo dudas que Alektra los habrá enviado allá para esconderse.
...
Entre el dolor ardiente en su brazo y su cuerpo todavía drenado por lo que fuera que Embryo le había hecho, Rio no podía hacer más que ocultarse tras la pila de rocas, mientras las balas continuaban rebotando en los escombros que lo rodeaban. Cuando había un cese en los disparos, Rio saldría por un momento para disparar por encima de su hombro, hasta que su cargador se agotó.
«Esto es todo,» pensó. «Supongo que mi suerte tendría que acabarse tarde o temprano.>»
Al revisarse rápidamente encontró que le quedaba una última granada aturdidora y su revólver de respaldo. Considerando todas las cosas, había hecho un buen trabajo. Tal vez le habría fallado a Sarah, pero logró salvar a muchas otras Normas de su destino, incluyendo a Hilda.
La imagen de Hilda apareció en su mente, mientras se apoyaba de espaldas y suspiraba. Esos ojos violetas, esa cabellera larga y roja. Sólo una vez le habría gustado pasar sus dedos por ella para averiguar si era tan suave como se veía.
«Lo siento, Hilda,» pensó. «Desearía haber podido explicártelo todo.»
El sonido de unas botas rechinando sobre la grava resonaba detrás de él, y Rio supo que era el momento. Arrojó su última granada, y como lo esperaba, los soldados gritaron de alarma intentando levantar sus escudos, sólo para ser bombardeados con un destello cegador y una explosión sonora. Respirando profundo, Rio salió de su escondite y les apuntó con su pistola. Tres de los soldados estaban dando tumbos mareados, pero otros tres se habían puesto a cubierto detrás de los escombros igual que él, y le apuntaban con sus propias armas. Rio apuntó y se preparó para dispararles, cuando de repente, una ráfaga de disparos les llovió a los soldados desde arriba. Rio tuvo que cubrirse los ojos de la nube de arena y sangre que se levantó, antes de que un Para-mail rojo apareciera zumbando encima de él.
– No puedo creerlo. – dijo en voz alta. – ¡Ella realmente es un ángel!
Hubo gritos desde los escombros dentro de la bahía de lanzamiento, y Rio sintió que la energía se le subía para dar un último esfuerzo. Apuntando su pistola, disparó detrás de sí antes de correr hacia el borde de la pista.
«Vamos, Hilda,» rezó mentalmente. «¡Obsérvame y date cuenta!»
...
Afortunadamente, tanto los drones encima de Arzenal como el Para-mail negro ya se habían ido para cuando ella llegó. Sobrevolando la isla, Hilda inclinó su Glaive para tener una mejor vista de Arzenal, para encontrar un lugar seguro dónde aterrizar. El sonido de unos disparos desde abajo en la bahía de lanzamiento captó su atención, y Hilda miró abajo viendo a Rio cubriéndose tras una pila de escombros caídos. Y acercándose a él, un escuadrón de soldados humanos.
– ¡Aléjense de él, bastardos! – gritó antes de abrirles fuego, vaciándoles el ultimo cargador de su rifle a los soldados.
Volando sobre el patio, Hilda giró hacia la derecha y se preparó para descender en lo que quedaba de la pista de lanzamiento, cuando vio a Rio corriendo hacia el borde.
«¿Qué diablos está haciendo?» se preguntó. «¿Acaso planea...? No... no sería capaz.»
Pero de nuevo, se dio cuenta que estaría dentro de su carácter hacer eso. Girando el acelerador a fondo, Hilda descendió hacia el borde de la pista, juzgando por su dirección hacia dónde planeaba dirigirse Rio. A estas alturas, otro grupo de soldados estaba arrastrándose a través de los escombros y estaban preparando sus armas, y las balas acribillaron la pista rozando los talones de Rio antes de que él llegara a su destino y saltara. Por un breve segundo, Rio pareció suspenderse en el aire, antes que Hilda frenara violentamente y casi saliera despedida fuera de su Glaive, que logró detenerse justo debajo para atraparlo en el asiento trasero.
– Realmente estás loco, ¿lo sabías? – le gritó, antes de notar el ángulo doblado en que colgaba el brazo de Rio.
– Sólo un poco. – bromeó él, intentando forzar una sonrisa. Una vez que él le pasó el otro brazo alrededor de su cintura, Hilda giró el acelerador y la unidad salió disparada, alejándose con ambos.
– ¿Qué le pasó a tu brazo? – preguntó ella.
– Dark... – dijo Rio jadeando. – Embryo... de alguna forma lo revivió. Me quitó mi Mana... no puedo sanarme...
Nada de lo que decía Rio tenía sentido, pero Hilda decidió que podía esperar hasta después.
– Tómalo con calma. – le dijo. – Ya estamos a salvo, ahora vamos a reunirnos con el resto. Sólo aguanta, ¿de acuerdo?
Rio apretó su agarre, y Hilda se sonrojó al sentir su brazo abrazándole el estómago, y también sus duros pectorales contra su espalda.
«Lo admito,» pensó Hilda. «Un hombre de verdad se siente diferente.»
...
– ¿Qué están haciendo, idiotas? – chillaba Julio. – ¡Derríbenla de una vez!
A su alrededor, Angelise y su máquina infernal estaban destruyendo su flota. Dos de sus naves habían sido hundidas al haber sido atravesadas violentamente por Villkiss. Ahora, estaba cambiando de vuelta a su forma humanoide, con una hoja de energía extendiéndose desde su espada. El rayo cortó una nave en dos verticalmente antes de moverse hacia la siguiente, donde pasó haciendo un corte ardiente por toda la longitud del casco.
– ¡Su Majestad, tenemos que retirarnos! – gritó el Almirante, mientras Angelise continuaba volando de una nave a la siguiente. – ¡No podemos repeler poder de tal magnitud!
Con una mueca de disgusto, Julio extrajo su pistola diseñada ornamentalmente, y disparó al oficial al mando del Libra en el pecho a quemarropa.
– ¡Almirante! – gritó el oficial ejecutivo, mientras Julio comenzaba a mover su pistola por todo el puente.
– ¿Alguien más aquí tiene ganas de ser insolentes? ¡Entonces hagan su trabajo y destruyan esa máquina!
Apenas dio esa orden, una línea de energía carmesí cortó a través del puente, enviando a todo el personal de comando a lanzarse a la cubierta de lanzamiento debajo de ellos, mientras Julio caía hacia atrás, viendo como el Ragna-mail se alzaba imponente frente a él.
– ¡Riza! ¡Riza, ayúdame! – gritó. Cuando su confidente no le respondió, Julio miró atrás, justo a tiempo para verla correr hacia la cubierta exterior. Empezó a gritar frenéticamente: – ¡Riza, espera! ¡No me dejes!
– ¡Julio! – gritó una voz familiar. Temblando, Julio se giró justo a tiempo para ver a Ange salir de su cabina. Un repentino estallido después, Julio colapsó gritando sobre la cubierta, con un agujero de bala sangrándole en la rodilla derecha. – ¡Has que se detengan! ¡Ahora mismo! ¡O de lo contrario la siguiente irá debajo de tu cinturón!
Lloriqueando de miedo y dolor, Julio abrió una ventana de Mana y contactó a todas las tropas que seguían adentro de Arzenal.
– ¡Todos los soldados! – exclamó jadeando. – ¡Les habla el Sacro Emperador Julio I! ¡Todas las fuerzas, cesen el fuego y retírense en el acto!
– ¿Retirarnos? – preguntó un soldado. – Pero señor, acabamos de encontrar...
– ¡Sólo háganlo! – chilló Julio cerrando la ventana. – ¡Ahí tienes! ¿Estás feliz ahora?
– ¡Todavía no! – Ange sonrió malévolamente. Retirándose de vuelta a su cabina, Ange echó atrás el brazo de espada de Villkiss y se preparó para atacar.
– ¡No, no lo hagas! – empezó a suplicar arrastrándose hacia atrás. – ¡No puedes hacer esto! ¡Angelise, soy tu hermano! ¡Ya hice lo que me dijiste, ¿qué más quieres?! Espera, ¿qué tal si te reinstauro como Princesa Imperial? ¡Todo podrá volver a ser como antes! ¡Incluso abdicaré al trono y te lo entregaré! ¡Angelise, tienes que entenderlo, no tuve opción! ¡Fueron las leyes de la nación las que me obligaron a exiliarte! ¡Nunca quise hacerle eso a mi propia hermana! ¡Me has conocido toda tu vida, ¿no significa eso nada para ti?!
Por lo que pareció una eternidad, el Ragna-mail ardiendo lo observó como si él no fuese más que un simple insecto.
– Una vez creí que sí. – dijo finalmente Ange. – Pero ahora, puedo ver la sucia escoria que realmente eres. ¡Ahora MUERE!
La espada de Villkiss comenzó a descender hacia él, y Julio gritó de terror hasta que una silueta negra de repente se interpuso entre él y la muerte.
...
Con la chica a la que había rescatado bien asegurada y atada a su espalda, Tusk avanzó a ras de la superficie del agua persiguiendo a Ange. Acorde con la transmisión de Alektra, el Aurora estaba a punto de despegar, y el punto de reunión era su isla. Ahora, sólo tenía que alcanzar a Ange y lograr que ella lo siguiera antes que terminara matándose.
O al menos eso pensaba, hasta que vio un repentino destello de luz roja. De alguna forma, Ange había logrado activar el sistema Archangel de Villkiss y ahora se encontraba haciendo estragos en la armada, como si estuvieran hechos de cerillos.
«Increíble,» pensó. «Incluso Alektra nunca pudo dominarlo hasta ese nivel.»
– La canción de Ange... – murmuró la niña detrás de él. – Puedo oírla...
¿Qué acababa de decir? Justo entonces, Tusk pudo escuchar algo. Pero en lugar de Ange, era una voz masculina la que cantaba.
«He escuchado antes esa voz...» Y entonces, la reconoció. «¡Oh no!»
...
El repentino campo de energía que había aparecido delante de Ange se encontró de frente con la hoja de Villkiss, haciendo que cayeran sobre ella y el intruso una explosión de chispas.
«¿Qué diablos?» se preguntó antes de retroceder.
Frente a ella estaba un Para-mail negro, cuyo casco estaba bordeado con rayas púrpuras. Unas antenas espirales brotaban desde su frente mientras un par de alas sobresalían de cada uno de sus motores. Desde su brazo izquierdo irradiaba un escudo de energía en forma de diamante, y detrás de su cintura había un rifle de un tipo que jamás había visto. Pero lo más sorprendente de todo, sobre su hombro se encontraba parado el hombre que había aparecido delante de ella en el almacén.
– ¿Tú de nuevo? – dijo en voz alta. El shock de verlo le hizo perder la concentración y devolvió a Villkiss a su estado original.
– Ange... eres una chica preciosa. – le dijo. – Una rareza entre toda la humanidad. Esa furia blanca tan ardiente brilla más pura que ninguna otra cosa. Como un fuego que extingue la injusticia y la ignorancia. Pero esa llama no debe ser manchada por semejante escoria. No temas, yo con gusto cargaré con tus pecados por ti.
¿Iba a hacer qué cosa? ¿Quién era este sujeto?
– ¡Maestro Embryo! – gritó Julio. – ¡Sálveme! ¡Destruya a ese monstruo antes de que me mate!
– Em...bryo... – repitió Ange. ¿No era ese el nombre del supuesto dios en la historia de Jill? Antes de poder hacer ninguna pregunta, la figura se giró hacia Julio para dirigirse a él personalmente.
– Dime algo, Julio. Cuando te envié a cumplir con esta tarea, ¿en qué parte de mis instrucciones te dije que mataras a quienes no se resistieran?
– Pero... pero Maestro Embryo... – Julio hablaba suplicando. – Usted mismo lo dijo. Que ya no necesitaremos más a las Normas...
– Aunque haya dicho eso, nunca te dije que podías llegar a este extremo. Y ahora, ya no te necesito más. – Expandiendo sus alas, el Para-mail negro se elevó en el cielo, y el hombre sobre su hombro comenzó a cantar.
Ikuoku amata no
inochi no honoo
...
Sururi ochite wa
hoshi ni
Estupefacto por ver la evidente decepción del Maestro Embryo con él, el shock de Julio se tornó en horror al darse cuenta de lo que planeaba hacer ahora.
– Esa es... Historia Eterna. ¡Maestro Embryo, no!
Con su rodilla destrozada por el disparo de Angelise, Julio tuvo que arrastrarse a gatas intentando huir hacia la misma compuerta por donde Riza había desaparecido antes. Como si percibiera lo que estaba a punto de suceder, Angelise voló hacia el cielo rodeando a Villkiss mientras los hombros y alas inferiores de Hysterica se abrían para revelar los fásers de Discordia.
– ¡No! – gimió mientras intentaba arrastrarse hacia la compuerta. – ¡Alguien sálveme! ¡Riza! ¡Padre! ¡Mamá!
Y entonces, Hysterica disparó.
...
En el instante en que el hombre sobre la unidad negra comenzó a cantar, Ange supo lo que iba a suceder, así que se elevó a distancia segura justo cuando la unidad negra disparó el mismo ataque que Villkiss y la unidad roja. Sólo que esta vez, cuatro disparos espirales de energía salieron para impactar la nave de Julio. Cuando la luz se aclaró, Ange se quedó en shock al ver el enorme agujero que el ataque había abierto en el océano.
«Tiene las mismas armas que Villkiss,» pensó al darse cuenta. «¿Cómo fue que Rio los llamó? ¿Fásers de Discordia?»
¿Significaba eso que también era un Ragna-mail? De pronto, la unidad negra flotó frente a ella, y Ange decidió contactar al piloto.
– ¿Quién demonios eres? – exigió saber. – ¡Dime qué es lo que buscas!
La figura sonrió de la misma forma condescendiente, cuando de repente una ráfaga de metralla atravesó el aire entre ambos. Abajo en el agua, un vehículo familiar venía a toda prisa hacia ellos, y con una ametralladora bajo su cabina disparando salvajemente,
– ¿Tusk? – se preguntó en voz alta.
– ¡Cuidado! – le oyó gritar. – ¡Ese sujeto es peligroso, aléjate de él!
Ange volvió a mirar a la figura sobre el Ragna-mail negro, justo a tiempo para verlo hacer una mueca de desdén.
– ¡Insecto! – murmuró antes de girar su unidad para encarar a Tusk.
Utae utae
Ima futatsu no negai wa
«¡No! ¡Va a matarlo!» pensó Ange al darse cuenta. Girando el acelerador, Ange descendió hacia el skyhook de Tusk. Tenía que sacarlo de allí antes de que la unidad negra volviera a disparar.
– ¡Tusk, detente! – le gritó. – ¡Aléjate!
En su desesperación, Ange apenas fue vagamente consciente de que el anillo alrededor de su dedo comenzaba a brillar de nuevo.
...
El repentino destello de luz eclipsó incluso el sol, y tanto Rio como Hilda tuvieron que cubrirse sus ojos para no quedar ciegos.
– ¿Eso fue...? – empezó a preguntar Hilda.
– No lo sé. – respondió Rio. – Da la vuelta y veamos si Ange está allí.
El Glaive rojo viró hacia la derecha y circundó alrededor del perímetro de Arzenal. En la distancia había dos unidades; Villkiss y una negra. Al principio, Rio creyó que Dark habría intentado interceptar a Ange, pero cuando vio las cuatro alas y las antenas en espiral, se dio cuenta de la magnitud del problema en que estaban.
– ¿Qué es eso? – preguntó Hilda.
– Es el Hysterica. – respondió Rio. – ¡Es la máquina de Embryo! ¡Tenemos que alejarla de él!
Hilda lo miró con expresión confundida, pero no se atrevió a cuestionarlo. Girando el acelerador, Hilda propulsó su Glaive tan rápido como podía ir, y se dirigió hacia donde estaba Ange, que ahora se estaba lanzando en picada hacia el mar.
– ¿Qué está haciendo ahora? – preguntó ella. Rio siguió su trayectoria, y sus ojos se fijaron en un skyhook familiar.
«¿Ese es Tusk?» pensó. «¿Por qué va hacia él?»
Al volver a mirar hacia arriba donde estaban los dos Ragna-mails, encontró su respuesta. El Hysterica había abierto sus fásers de Discordia y se preparaba para disparar.
– ¡Detenla! – le dijo a Hilda. – ¡Si ella se muere será el fin de todo!
– ¡Ya entendí! – gritó Hilda, inclinándose de frente y bajando la trayectoria para interceptar a Ange.
Ahora que estaban lo suficientemente cerca, Rio podía escuchar la canción de Embryo resonando sobre el agua. Era sólo cuestión de segundos antes que los Fásers de Discordia alcanzaran su máxima carga. Villkiss entretanto continuaba en picada hacia Tusk, cuando de repente comenzó a brillar y a cambiar de nuevo, su armadura tornándose de blanca a azul. En cuanto el skyhook de Tusk frenó violentamente, el Hysterica disparó justo cuando tanto Villkiss como el Glaive de Hilda llegaron a él, y el mundo entero desapareció en un destello de estrellas brillantes e iridiscentes.
...
– La cámara está completamente llena, señora. – anunció Pamela. – Desacoplando seguros ahora.
– Motor a máxima potencia. – dijo Olivier. – Abriendo las puertas de la bahía ahora.
– Pongan en marcha el Aurora. – ordenó Jill. – Sáquennos de aquí.
Un retumbe de los motores, y la nave conocida como Aurora comenzó a salir hacia el mar abierto. Inclinándose en su silla, Jill finalmente se premitió relajarse. Según los escáneres exteriores, la flota en ese momento se encontraba en la costa noroeste de Arzenal. Ya que la bahía secreta del submarino estaba debajo del hangar, podrían escurrirse sin mucho problema.
– ¡Lo logramos! – jadeó Hikaru. – ¡No puedo creer que de verdad lo hicimos!
– ¿Y qué pasará ahora? – preguntó Pamela. – Quiero decir, no hay forma de que los humanos simplemente nos dejen andar por allí sin más.
Levantándose de su silla, Jill sacó un dispositivo de su bolsillo que parecía un tubo de metal con una pieza bucal que parecía un silbato en un extremo. Presionando un botón lateral, Jill encendió el depósito interior de tabaco e inhaló antes de soplar en el reservorio de humo. El dispositivo había sido personalizado por Mei, de modo que Jill podría seguir fumando sin contaminar el entorno sellado del Aurora. Aunque como era de esperarse, el dispositivo era muy inferior a un cigarrillo real.
– Iré a ver a los sobrevivientes. – anunció Jill, mientras tecleaba en un panel sobre el reposabrazos de la silla. – Pamela, te quedas a cargo del puente. Navega hacia estas coordenadas. Allí es donde nos reuniremos con los Para-mails que hayan logrado escapar.
Con algo de suerte, Ange y Villkiss estarían entre ellos. Antes de que el grupo final llegase a bordo, Tusk le reportó que había visto a Ange y se había ido a perseguirla, así que mientras él la encontrase estaría en buenas manos.
Al salir del puente, Jill se dirigió hacia la cubierta de vuelo, donde se habían reunido la mayor parte de los sobrevivientes. Un buen número estaban heridos, e incluso los que no lo estaban tenían una mirada de horror en sus ojos. Cuatro personas en captaron su interés: a lo largo de una pared, un hombre gigantesco usaba la Luz de Mana para curarse una herida superficial en el bíceps derecho, y junto a él estaba una de las niñas en edad escolar a pesar de que otro grupo de ellas se había establecido al otro lado de la cubierta con una de las profesoras. Otra pareja, un hombre con dos espadas colgando de su espalda y una chica de cabello negro corto, estaban sentados juntos cerca de la puerta. Y por la forma en que la chica apoyaba su cabeza en el hombro de él era suficiente para decirle a Jill que esa chica NO era una residente de Arzenal. Otro hombre, flaco como un espantapájaros con un rifle de alta potencia en su espalda, se apoyaba contra una pila de cajas y fumaba un cigarrillo. Y cerca de allí, la inspectora yacía agazapada en el suelo, casi en posición fetal.
«Bueno, lástima no haber podido deshacerme de ella,» gruñó internamente Jill. Para su alivio, el personal de comando había logrado escapar. En ese momento, Maggie estaba atendiendo a los heridos con ayuda de Momoka, mientras Mei estaba ocupada tratando de reunir a las pocas armeras que lograron sobrevivir. Desde el medio de la cubierta, un repentino ladrido atrajo su atención hacia Jasmine, y Vulcan vino corriendo a través de la multitud hacia ella.
– Bueno, lo logramos. – suspiró Jill.
– Pero no sin costos. – dijo la mujer mayor. – Perdimos a muchas chicas, Jill. Aunque supongo que nuestras bajas habrían sido peores de no ser por Rio y sus amigos.
Jill gruñó, y aspiró de nuevo en su dispositivo para fumar.
– Hablando de eso, no lo encuentro por ninguna parte.
– Es posible que no haya logrado salir. – dijo Jill. – Y para ser honesta, no me podría importar menos. Él dejo que Ange escapara, si llega a morir, será su culpa.
Jasmine estaba a punto de decir algo cuando un alboroto rompió el silencio del hangar.
– ¿Qué diablos crees que estás haciendo?
Jill y Jasmine miraron al frente, y vieron que Maggie le había arrancado el cigarrillo al hombre flacucho y ahora lo estaba aplastando bajo su zapato.
– ¿Te importa? – le gritó Maggie. – ¡Estamos atrapados en un entorno cerrado, y no necesitamos que estés contaminando el aire!
– ¡Señorita, acabo de salvar tu trasero! ¡Creo que me merezco un cigarrillo después de eso!
A estas alturas, los demás ya habían oído todo el argumento y estaban mirando el intercambio entre ambos.
– Por ahora, concentrémonos en sobrevivir. – sugirió Jasmine. – ¿Alguna idea de dónde podemos recoger a nuestras pilotos?
– Las envié a la isla de Tusk. – respondió Jill. – Nos quedaremos sumergidos durante 24 horas, y luego iremos a verlos. También dejaremos a nuestros invitados para que la Network los recoja.
– Yo no haría eso si fuera tú. – le aconsejó Jasmine. – Jill, muchas de nuestras chicas están heridas, y está también el hecho de que la mayoría de ellas no sabe nada sobre esta nave. Vamos a necesitar toda la ayuda que podamos conseguir.
Antes de que Jill pudiera contraatacar, su comunicador comenzó a zumbar. – ¿Sí, qué pasa?
– Comandante, estamos recibiendo una señal. – dijo Olivier. – Es una transmisión de radio. Viene de una cápsula de escape de algo llamado... ¿el Noa?
– ¿El Noa? – repitió Jasmine. – Esa era su nave de comando. ¡Jill, tenemos que recogerlos! ¡Esas personas arriesgaron sus vidas para ayudarnos, se lo debemos!
Jill miró alrededor del hangar, y a las golpeadas sobrevivientes. No podía negar que Jasmine tenía razón. Sólo una fracción de las graduadas de reserva había sobrevivido, y la mayoría de las que lograron llegar a bordo seguían estando muy verdes. Sin mencionar el hecho de que no sabía cuántas pilotos habrían logrado escapar. Si Embryo le había echado las garras aunque fuese a una de ellas, estarían en severa desventaja. Aspirando de nuevo su dispositivo, Jill sopesó sus opciones.
– De acuerdo. – dijo. – Ya tomé mi decisión.
Esta historia continuará...
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