Capítulo 15: Expuesto
Sola y humillada, Salia se encontraba sentada en la sala de reuniones del primer escuadrón, esperando. Poco después de que la invasión había sido repelida, seguridad había venido a verla por órdenes de Jill. De eso ya habían pasado horas, y Salia seguía esperando para escuchar cuál sería su destino.
Por lo que pareció ser la centésima vez, miró por la ventana hacia el desorden de actividad por todo el hangar. En la bahía de lanzamiento destrozada y quemada, las armeras trabajaban frenéticamente tratando de reparar el equipamiento dañado y de despejar los escombros. Los Para-mails destruidos eran llevados abajo y revisados en busca de cualquier parte rescatable, mientras los cadáveres de los DRAGONS eran arrastrados con tractores, montacargas y buldóceres hacia un pozo que habían cavado en el centro del masivo cráter que el enemigo líder había hecho en el cuarto noroeste de Arzenal. Un grupo en particular estaba usando antorchas de soldadura para tratar de derretir la pared de hielo de cuando Hilda disparó esa bala congeladora al enemigo que se infiltró en la bahía de lanzamiento.
Finalmente, la puerta se abrió, y Salia levantó la mirada al ver que Jill ingresaba a la sala. La Comandante de Arzenal la veía con unos ojos fríos como piedra, y una expresión de furia apenas contenida. Era una forma en la que Salia nunca había visto que aquella a quien alguna vez llamó su mentora le dirigiera la mirada.
– Jill... – trató de decir.
– ¡Párate derecha! – le ordenó, y Salia por poco se salió de su propia piel. Jill dio un paso al frente y de pronto se sintió más asustada de lo que nunca había estado en su vida. – ¿En qué diablos estabas pensando? ¿Tienes alguna idea de lo que has hecho? ¡Villkiss casi fue destruido por culpa de TUS acciones! ¿Qué tienes que decir en tu defensa?
Salia se sentía tan pequeña como una niña asustada, pero de algún modo encontró la fuerza para hablar.
– Yo... sólo quería probar que podía hacerlo. – murmuró. – Quería demostrarte que podía serte de utilidad...
Jill gruñó y sacó un cigarrillo de su cajetilla.
– ¿A mí? ¿O a él? – le preguntó mientras encendía la punta. Los ojos de Salia se ensancharon ante la acusación. – Me di cuenta de cómo lo miras. ¿Creíste que si demostrabas que podías pilotar a Villkiss él se enamoraría de ti? Ya es hora de que despiertes. Esto no es un cuento de hadas. Tu rol es ser la capitana del primer escuadrón. El rol de Ange es pilotar a Villkiss. Pero como elegiste ignorar eso por una simple fantasía, casi terminas costándole todo a Libertus. Te lo dije antes, hay cosas que no puedes hacer. ¡Y si no entiendes eso, no tienes nada que hacer aquí!
Cada una de sus palabras apuñalaba a Salia en el corazón como un cuchillo, y sentía que todo su mundo estaba a punto de colapsar a su alrededor.
– Si no fuera por el hecho de que hemos sufrido demasiadas bajas, te arrojaría a la prisión de inmediato. – continuó Jill. – Pero en este momento, necesito a cada piloto que quede. Así que de momento sólo te voy a degradar de tu rango. Desde este momento, ya no serás capitana del primer escuadrón.
Sin nada más que decirle, Jill se dio la vuelta y Salia sintió algo más aparte de vergüenza y dolor. Una rabia comenzó a arder dentro de ella y apretó sus puños contra sus costados.
– ¿Por qué no me lo dijiste? – preguntó. Jill se giró para verla. – Habías dicho que un anillo de la realeza era todo lo que hacía falta. ¡Pero mentiste! ¡Yo nunca tuve una oportunidad de pilotar a Vilkiss! ¿Por qué? ¿Por qué no me dijiste la verdad?
Jill le lanzó una mirada impasible antes de darle la espalda.
– No necesitabas saberlo.
Jill se marchó y Salia nuevamente se quedó sola. Sentada en su silla, los ojos de Salia finalmente se llenaron de lágrimas de amargura, que comenzaron a chorrear por su rostro y caer sobre su regazo.
– ¿Por qué no me lo dijiste? – repitió.
...
Para el primer escuadrón, la escena frente a ellas en la enfermería les inspiraba una escalofriante sensación de deja vu. En el catre de atrás, el humano al que conocieron como el Capitán Algren, pero que ahora sabían que se llamaba Rio, yacía con la cabeza y el torso amarrados con gasa y vendas. Sin embargo, a diferencia del aire de rabia y tristeza de cuando Ange fue puesta en un estado similar tras la muerte de la capitana Zola, la atmósfera que lo rodeaba era más de curiosidad e incredulidad. Luego de la revelación de la identidad de Rio, la noticia se esparció como el fuego sobre lo que había hecho, por lo que había sido confinado a la enfermería para evitar causar alborotos. Pero incluso entonces, una multitud se había reunido en el pasillo afuera, esperando ver si los rumores eran ciertos.
En el banquillo del examinador junto a él, Hilda permanecía sentada con sus manos sujetando la de él. Tras la retirada de los DRAGONS ella prácticamente se había quedado pegada a su lado, dejándolo únicamente para cambiarse a su uniforme y para que Maggie pudiera examinarle con rayos-X. Era una imagen que ninguna de ellas habría esperado ver jamás. Por lo que podían determinar, casi un tercio de las residentes de Arzenal habían muerto, y el número de lesionadas era demasiado grande para que la enfermería las pudiera manejar. Por lo tanto, el centro comercial de Jasmine había sido convertido en un hospital improvisado. Por todo Arzenal, las Normas sobrevivientes hacían lo que podían; limpiar los escombros, reparar sistemas vitales, y deshacerse de los cadáveres. En aquel momento, Jasmine les estaba explicando a todas, menos a Salia, junto con Ange y Momoka, la razón de su engaño en relación al invitado en Arzenal.
– ¡Espera un minuto! ¡Espera un minuto! – interrumpió Rosalie, frotándose la sien con la mano. – Déjame ver si entiendo. ¿Me estás diciendo que esta tal Network es un montón de humanos a los que LES GUSTAN las Normas?
– Para ser precisa, son un grupo simpatizante con las Normas. – explicó Jasmine. – Ellos consideran que las Normas merecen los mismos derechos que los humanos.
– ¿Y cómo es que nunca hemos oído hablar de ellos hasta ahora? – demandó saber Chris.
– Bueno, es que les gusta mantener un perfil bajo. – continuó la anciana. – Como podrán adivinar, los demás humanos los ven como terroristas. También operan a nivel global, así que se encuentran muy dispersos entre sí.
– Ya veo. – dijo Ersha. – ¿Y él vino hasta aquí para ayudar a la Comandante?
– Exacto. Verán, cuando Ange y Hilda escaparon, causaron un gran alboroto entre los líderes de la humanidad. Tanto así que decidieron enviar a uno de sus oficiales militares de alto rango para investigar Arzenal y asegurarse que no hubiera más problemas en el horizonte. Eso era algo que Jill no podía permitir. No puedo decirles por qué, sólo que está trabajando en algo muy grande, algo que los humanos no pueden saber.
– Así que contactó a la Network en busca de ayuda. – interrumpió alguien. Desde fuera en el pasillo, Maggie venía acercándose entre la multitud y se desplomó en la silla de su escritorio, sosteniendo un sobre manilla en su mano. Desde el final del ataque, había estado corriendo de ida y vuelta entre el centro comercial y la enfermería, y el cansancio se le notaba en su cabello despeinado y expresión desvelada. – Secuestraron al oficial asignado a venir a fisgonear en Arzenal, mientras enviaban a Rio para mantener a la inspectora ocupada.
– Hablando de eso, ¿en dónde está ella ahora, de todos modos? – preguntó Jasmine.
– En la habitación de al lado. – dijo Maggie. – Cuando supo que el Capitán Algren estaba "desaparecido" le dio un ataque de ansiedad. Así que la convencí de dejarme ponerle un tranquilizador y se desmayó en el acto. Creo que le di un sedante por error.
– Ok, pero eso todavía no explica lo de Hilda. – señaló Rosalie. – ¿Por qué está tan preocupada por este tipo?
– Bueno, ¿por qué no iba a estarlo? – respondió Maggie. – Después de todo, los dos son buenos amigos.
– ¿Amigos? – repitió Chris. – Hilda no tiene amigos.
– Te sorprenderías. – le dijo Jasmine. – No conozco todos los detalles, pero cuando Hilda se fue "de vacaciones", fue atacada por un grupo de policías humanos. Afortunadamente, Rio se encontraba cerca. La rescató, trató sus heridas y la mantuvo a salvo de otros humanos.
– No sólo eso. – interrumpió Momoka. – Cuando Lady Angelise y yo fuimos capturadas, él ayudó a Sir Tusk en nuestro rescate. Me da escalofríos pensar lo que habría sucedido si ellos y sus amigos no hubiesen venido a ayudarnos.
– Es cierto. – admitió Ange. – Creo que sí le debo una por eso.
– ¡Whoa! – dijo Vivian. – ¡Es como un superhéroe!
– ¿Quién es Tusk? – preguntó Chris. Rosalie también se preguntaba sobre eso. Todo esto estaba haciéndole dar vueltas a su cabeza.
– Él fue el que rescató a Ange cuando Villkiss tuvo esa falla y se estrelló. – respondió Maggie. – Probablemente lo conocerán muy pronto.
– Bueno, todavía sigo sin entender. – dijo Rosalie, mirando de vuelta al humano inconsciente. – Quiero decir... sólo mírenlo. ¿Por qué iba a pasar por todo esto? ¿Por qué iba cualquier humano a querer pasar por todo esto sólo por las Normas?
Jasmine se encogió de hombros mientras bajaba la mano para acariciarle el lomo a Vulcan.
– ¿Quién sabe? – se preguntó. – Tal vez nació defectuoso. Tal vez algo le sucedió que le hizo cuestionarse todo lo que le habían inculcado. Tal vez alguien importante para él era una Norma. O quizás sólo sienta que está mal descartar a otra persona simplemente por cómo nació. Miren... no espero que todas ustedes cambien cómo se sienten respecto a los humanos. No soy tan ingenua como para pensar que las acciones de un solo hombre compensan el dolor y abuso que ha estado ocurriendo desde antes que cualquiera de ustedes naciera. Pero sí hay una cosa que todas ustedes deberían mantener en mente. Rio podría haberse quedado fuera de ello. Ciertamente habría sido mejor para su misión si lo hiciera. Pero en lugar de eso, eligió salir y arriesgar su vida para pelear junto a ustedes. Puede que eso no merezca su confianza, pero sin dudas merece su respeto.
Todos en la sala se quedaron en silencio hasta que un gruñido muy quedo atrajo las miradas hacia Rio, que lentamente se iba incorporando hasta estar sentado.
– Bueno, nuestro héroe ya despertó. – notó Jasmine. – ¿Cómo te sientes, chico?
– Cómo si me hubiera atropellado un camión. – Rio volvió a gruñir y se frotó los ojos. Echó una mirada alrededor y se dio cuenta que Jasmine no era la única en la habitación con él. Su mirada se desvió hacia el primer escuadrón y luego a la multitud en el corredor y con un suspiro derrotado, les hizo un gesto a todas las presentes mientras deslizaba las piernas sobre el catre. – Adelante. Sáquenlo de sus sistemas.
Las Normas se miraron entre ellas, pero ninguna de ellas tenía la menor idea de lo que se suponía que debían decir. Justo esa misma mañana Rio había sido simplemente otro humano que las veía por encima del hombro. Pero luego las ayudó a pelear contra los DRAGONS, e incluso arriesgó su vida contra aquel Para-mail enemigo. Y ahora, ¿se suponía que sólo estaba fingiendo y en realidad era su aliado? Era demasiado para que muchas de ellas pudieran asimilarlo.
Para sorpresa de nadie, Ange, fue la primera en hablar.
– Entonces... – empezó a decir, mientras Vivian saltaba al frente.
– ¡Hora de una pregunta! – alardeó. – ¡¿Quién es el hombre más rudo de todo Arzenal?! ¿Se rinden? ¡Eres tú!
– Uh... gracias. – le dijo él, claramente sin esperarse esta reacción.
«Pero si es el ÚNICO hombre en Arzenal,» pensó Rosalie.
– ¿Es cierto que peleaste contra esa unidad enemiga usando sólo una pistola? – continuó Vivian.
– Bueno, utilicé mi Mana la mayor parte del tiempo, pero...
– ¡Eso es genial! – chilló la niña. – ¡Tenemos que montarte en un Para-mail! ¡Sólo imagínate cuantos traseros podrías patear!
Detrás de ella, Ersha sujetó a Vivian por los hombros y la alejó un poco.
– Muy bien, démosle algo de espacio para respirar. – le dijo. – Recuerda que está muy malherido.
Rio se llevó una mano al costado, palpándose las vendas y frunció el ceño.
– En realidad no lo estoy.
– Sr. Rio, por favor no intente hacerse el fuerte. – le suplicó Momoka. – La Dra. Maggie dice que tiene dos costillas fracturadas.
– No creo que esté actuando. – dijo Maggie. Mientras observaban, la médica sacó un escaneo de rayos-X del sobre, el cual colgó detrás de una luz en la pared. – ¿Ven esto? Este escaneo fue de hace casi una hora. ¿Notan algo?
El grupo se acercó para mirar más detenidamente, y no podía creer lo que estaban viendo.
– Parece estar bien. – dijo Ange.
– Exacto. – dijo Maggie. – Normalmente, los huesos rotos tardan unas seis semanas en sanar por completo, pero estos ya se ven como si estuvieran en la quinta semana de recuperación. – Se dirigió hacia Rio. – Dime algo, ¿hiciste esto con la Luz de Mana? ¿Fue alguna clase de curación subconsciente?
Rio negó con la cabeza. – Mis reservas quedaron agotadas durante la pelea. E incluso mientras se están reponiendo, la Luz de Mana no puede hacer nada hasta que uno desee que lo haga.
– Oh. – Maggie se encogió de hombros. – Bueno, supongo que podemos considerar que esto fue sólo una recuperación rápida.
Entretanto, Rio finalmente notó lo cerca que Hilda se había sentado junto a él.
– Entonces... ¿ya estás bien? – preguntó ella. Rio se frotó el hombro y le sonrió para tranquilizarla.
– Un poco rígido, pero sí, creo que sí. – le dijo.
– Qué bien. – Hilda le devolvió la sonrisa, y por alguna razón, eso hizo sonar las alarmas de Rosalie.
*¡KANG!*
El impacto de un objeto de metal sobre un cráneo resonó por toda la habitación, mientras las quijadas de todas las presentes se dejaban caer al mismo tiempo. Sobre su catre, Rio se retorció de dolor mientras se agarraba la cabeza en el lugar donde Hilda lo había golpeado.
– ¡Oh cielos! – jadeó Ersha.
– ¡Wow! – dijo Ange. – Y con una bandeja.
– Al menos fue con una limpia. – dijo Momoka tragando en seco. Por su parte, Rosalie sintió que se congelaba por la imagen. Esto era muy malo. Hilda acababa de golpear a un humano, y todas las Normas presentes sabían que eso era una sentencia de muerte instantánea.
– ¡¿Qué diablos?! – gritó Rio. – ¡¿Estás tratando de matarme?!
– ¡Bien podría hacerlo! – le gritó a su vez Hilda. – ¡¿En qué estabas pensando?! ¡¿Tienes deseos de morir o qué?!
– ¡¿Y qué rayos se suponía que hiciera?! ¡¿Dejar que esa cosa las matara a todas?!
– ¡No, se suponía que dejaras que alguien en un Para-mail lo manejara!
– ¡Y lo habría hecho, si tuvieran a alguien, pero no lo tenían así que tuve que hacerlo!
– ¿Por qué haces estas cosas? ¿Es que acaso te encanta recibir palizas hasta quedar medio muerto?
El intercambio entre ambos fue tan increíble que las otras Normas no podían hacer otra cosa que mirar, alternando entre Rio y Hilda mientras se gritaban uno a la otra.
– ¡Qué espectáculo! – comentó Maggie.
– Me hace desear haber traído palomitas. – Jasmine estuvo de acuerdo. Entretanto, Hilda y Rio finalmente terminaron su concurso de gritos una vez que se quedaron sin aire. Temblando de rabia, Hilda le dio la espalda y cruzó los brazos.
– Creí que estabas muerto. – le dijo. La voz de Hilda se quebró, y por un momento, aunque sabía que era imposible, Rosalie podría haber jurado que vio lágrimas asomándose en sus ojos. – Estabas tan malherido que pensé que no había llegado a tiempo.
Rosalie volvió a mirar a Rio, y una mirada de realización cruzó por su rostro. Y entonces, para sorpresa de todos, se puso de pie y le puso la mano en el hombro a Hilda.
– Lo siento. – le dijo. – No quise preocuparte, pero tampoco podía quedarme parado y no hacer nada. No mientras tú y las demás estaban arriesgando sus vidas.
Lentamente, Hilda giró la cabeza, y aunque se podía ver que todavía estaba enojada, Rosalie también notó que su expresión se había suavizado un poco.
– ¿Me prometes que si algo como eso vuelve a pasar al menos no vas a tratar de manejarlo tú solo?
– Lo prometo. – le aseguró Rio levantando una mano. – Nunca más pelearé uno a uno contra un Para-mail enemigo.
«Esperen, ¿qué acaba de suceder aquí?» pensó Rosalie. Hilda le había dado un golpe, y él no sólo no estaba enojado, sino que se disculpó como si la culpa fuera SUYA.
– Al fin despertaste. – La multitud de afuera se abrió y la Comandante Jill ingresó a la enfermería, dispersándolas a todas al instante con una sola mirada. – Me alegra que todas estén aquí. Me ahorra el problema de ir a buscarlas a todas.
– Sé honesta, Jill. – dijo Jasmine. – ¿Qué tan mal estamos?
– Muy mal. – Jill gruñó mientras aspiraba profundamente su cigarrillo. – El segundo escuadrón fue totalmente aniquilado, y el tercero no está mucho mejor. Así que tendré que agrupar a todas las pilotos sobrevivientes en un solo escuadrón. Hilda, tú serás la capitana por el momento. Ersha y Vivian serán vicecapitanas conjuntas.
– ¿Yo? – preguntó Hilda confusa.
– Eres la única líder que sobrevivió.
– ¡Un momento! ¡Hilda nos traicionó y nos abandonó! – argumentó Rosalie.
– ¡Sí! – Chris estaba de acuerdo. – ¿Qué hay de Salia?
Jill frunció el ceño y sopló una nube de humo. – Salia ha sido degradada por insubordinación.
– ¿Alguna de ustedes quiere estar a cargo? – preguntó Hilda. Rosalie de pronto sintió que las miradas de todas caían sobre ella y se rio nerviosa.
– Bueno, – decidió finalmente – si es una orden de la Comandante, supongo que no podemos discutirlo. ¿Verdad, Chris?
Chris hizo una mueca, pero no discutió más.
– Me alegro de escucharlo. – dijo Jill. Le entregó a Hilda el archivo que llevaba bajo el brazo. – Aquí está el roster del escuadrón consolidado. Memorízatelo para mañana. En cuanto al resto de ustedes, descansen un poco, pero permanezcan en espera. No hay forma de saber con qué tendremos que lidiar después. Y mientras tanto, necesito hablar algunas cosas con nuestro invitado. Pueden irse.
El escuadrón hizo el saludo militar y se fue sin decir palabra, aunque Ange se quedó atrás con Momoka ya que necesitaba discutir algo con la Comandante. Mientras Rosalie y las demás seguían a su nueva capitana por el corredor, un millar de pensamientos le asaltaron la mente. En apenas unas cuantas horas toda su visión del mundo había quedado de cabeza.
– Discúlpame, Hilda. – dijo Ersha de repente. – Pero quisiera ir a ver cómo están las niñas. Si no me necesitas para nada...
– ¿Huh? Sí, claro, puedes ir. – le dijo Hilda. Mientras Ersha se iba por otro corredor, Chris se acercó a Rosalie.
– ¿Te encuentras bien, Rosalie? Te ves muy pensativa.
– Sí. – dijo Rosalie. – Es sólo que no puedo creer que existan humanos a los que les agradan las Normas.
– Yo no puedo creer que a Hilda le importe alguien que no sea ella misma. – añadió Chris. – ¿Tú qué opinas, Vivian?
Cuando su compañera más joven no respondió, Rosalie y Chris se dieron la vuelta y vieron que se había quedado atrás.
– ¿Vivian? – repitió Chris, y de repente una sonrisa apareció en el rostro de Vivian.
– ¡No puede ser! – exclamó. – ¡Es increíble!
– ¿Qué cosa? – preguntó Chris.
– Aquí les va una pregunta. ¿Cuál Norma está totalmente enamorada del hombre más súper rudo de todo Arzenal?
– ¿De qué estás...? – Y entonces fue que las golpeó. Rosalie y Chris se giraron hacia Hilda, que acababa de darse la vuelta cuando oyó lo que Vivian había dicho. Sus ojos violetas estaban tan abiertos que casi parecían salir de sus cuencas, y su cara se había puesto incluso más roja que su cabello. Al fin todo tenía sentido.
– ¿Eeeeeeh? – chilló Rosalie.
– ¡Bingo! – sonrió Vivian.
– ¿Hablas en serio? – preguntó Chris. No podía ser. Era de Hilda de quien estaban hablando.
– E... eso... – Hilda empezó a tartamudear – ... ¡no es lo que están pensando, en absoluto!
– ¿Entonces qué? – argumentó Rosalie. – ¡Te volviste loca cuando escuchaste que estaba peleando contra ese Para-mail enemigo! ¡Luego te quedaste a su lado hasta que despertó! ¡Y ahora resulta que tienes historia con él!
Hilda frunció los labios y desvió la mirada.
– Ya oyeron lo que dijo Jasmine. – murmuró ella. – Él me salvó la vida. Quiero pagarle mi deuda, y no estaré en posición de hacerlo si está muerto.
– ¿Oh, en serio? – Rosalie sonrió maliciosamente. – ¿Hay alguna "posición" en particular en la que te gustaría pagarle?
*¡BANG...BANG...BANG!*
Desde el punto en el suelo donde se había caído, Rosalie se quedó sentada, temblando al ver los agujeros de bala donde apenas unos segundos antes había estado parada. Detrás de ella, Chris se encogía de miedo mientras Hilda volvía a enfundar su arma.
– La próxima vez, no voy a fallar. – les advirtió. Hilda se dio la vuelta y las otras observaron cómo se marchaba mientras Vivian sonreía y se frotaba el mentón.
– Oh sí. ¡Está totalmente loca por él!
...
Aunque les había ordenado al primer escuadrón retirarse, Jill vio para su molestia que Ange se había quedado atrás. – ¿Hay algo que tengas que decirme?
– Ya que lo mencionas, sí. – respondió la chica. – Asumo que mi castigo ya ha terminado, ¿verdad? Porque si es así, necesitamos hablar.
Cierto, a Ange le faltaban dos o tres días más por cumplir en su sentencia, pero con sus filas tan disminuidas necesitaban a cada piloto que les quedaba. Fue la misma razón por la que no había arrojado a Salia a la celda de castigo por lo que hizo.
– ¿No crees que tenemos problemas mayores? – preguntó Jill.
– Excepto que si no fuera por ella y por Villkiss estaríamos todos muertos. – señaló Rio. – Creo que al menos le debes eso.
Jill chasqueó la lengua con fastidio, pero decidió que tenía razón.
– Muy bien. – consintió al fin. – Nos veremos en frente de mis cuarteles en dos horas.
Ange le lanzó una mirada asesina, pero pareció aceptarlo.
– De acuerdo, pero no llegues tarde. – Ange le hizo un gesto a Momoka, y la sirvienta, una vez más pudiendo servir a su ama, la siguió felizmente.
– Cuídese, Sr. Rio. – le dijo. En cuanto se marcharon, Jill le echó una mirada a Maggie y Jasmine.
– Lo mismo para ustedes dos. – les dijo. Ambas se miraron con algo de duda, pero obedecieron a su petición, aunque se detuvieron para hablar con Rio primero.
– Toma esto, chico. – dijo Jasmine mientras le entregaba un paquete que cargaba bajo el brazo. – Luego que te desmayaste, Zhao Mei y las armeras recogieron su recompensa y decidieron comprarte algo del centro comercial como agradecimiento por salvarlas. También está el cambio que quedó de sobra por tu compra. Pensé que podrías necesitarlo.
Rio cogió el paquete, y lo colocó en su catre mientras Maggie se le acercaba a continuación.
– Cuando hayas terminado, quisiera hacerte otro chequeo. – le dijo. – Sólo para asegurarme que estás bien.
En cuanto se fueron, Jill miró al joven hombre que se puso de pie frente a ella, y aspiró profundamente su cigarrillo.
– Sólo quiero que sepas que tienes toda mi gratitud. – le dijo. – Ya que fuiste a buscar a Ange, le permitiste llegar a Villkiss antes que Salia lo destrozara. Y al pelear contra ese enemigo lograste evitar que el hangar quedara completamente destruido.
– De nada. – le dijo Rio. – Pero tengo la sensación de que no viniste aquí sólo para decirme eso.
– Es cierto. – continuó Jill. – La verdadera razón por la que viniste aquí fue para mantener a la inspectora ocupada. Y aunque tal vez quede indispuesta por el momento, el hecho es que tu tapadera ya fue volada. Todas las Normas en esta base ahora saben quién eres, y eso significa problemas para mí.
– Con todo respeto, mientras Libertus no sea descubierto, no veo cuál es el problema aquí. – dijo Rio.
– Ese es exactamente el problema. Mientras permanezcas aquí, sigues arriesgándote a toparte con ella. Y si ella descubre quién eres, sus superiores enviarán a sus fuerzas a limpiar el desastre.
– ¿Y no crees que igual harán lo mismo si ella reporta que desaparecí, y luego empiezan a preguntarse dónde está el Coronel Ackerman?
– Con suerte, para entonces Libertus ya estará en marcha. Ahora, llama a tus amigos y has los arreglos para que vengan a recogerte, o usa la Luz de Mana para transportarte sobre el agua. Como sea, tu misión ya terminó, y es hora de que te vayas.
Dándose la vuelta, Jill salió de la enfermería y, para sorpresa de nadie, se encontró con Maggie y Jasmine paradas afuera de la puerta. La primera le dio a Jill una mirada desaprobatoria, antes de volver adentro con su paciente.
– ¿Estás segura de que es una buena idea? – preguntó la mujer mayor cerrando la puerta.
– Él ya sirvió a su propósito. – dijo Jill. – Sin ello, ya no tiene justificación para estar aquí.
– Tal vez, pero creo que estás pasando algo por alto. – contraatacó Jasmine. – Tener a alguien que pueda utilizar la Luz de Mana podría sernos de utilidad. Y Momoka no es exactamente una combatiente. Sin mencionar a nuestra nueva capitana de escuadrón. Tal vez no se haya dado cuenta, pero la forma en como Hilda observa a Rio... bueno, me recuerda mucho a otra joven Norma y cómo miraba a cierto hombre.
Jill le lanzó una mirada asesina a Jasmine y sintió que se le apretaba la mandíbula. Independientemente de su relación, Jasmine estaba picándole en heridas que no necesitaba reabrir ahora.
– Tanto esa mujer como ese hombre murieron durante el primer Libertus. – le dijo. – Y esa es una mayor razón para sacarlo de aquí. No necesito que las distraiga a todas más de lo que ya lo ha hecho.
– ¿Y qué pasa con Ange y Villkiss? ¿No crees que deberíamos decirle cómo ella liberó el último seguro?
– Él no necesita saber eso. – respondió Jill. – Especialmente ya que Ange claramente sigue teniendo problemas con la autoridad. Una vez que sea capaz de seguir las órdenes sin problemas, tal vez decida traer a la Network de vuelta. Hasta entonces, no vas a decirle nada.
Jasmine cruzó los brazos, mientras que abajo junto a su cadera, Vulcan soltó un quejido expresando su propia desaprobación.
– No me gusta, pero supongo que tienes algo de razón al decir que Ange todavía está fuera de control. Por ahora te seguiré el juego. Pero ten esto en mente, Jill: cuando llegue el momento de lanzar nuestro asalto, VAMOS a necesitar a la Network para fortalecer nuestras propias filas.
– Y si ellos valen para algo, se los pediré. Entretanto, tendremos que adelantar nuestro calendario. Estoy segura de que los humanos a estas alturas ya deben saber lo que sucedió, y también Embryo. Él no dudará en utilizar esto para su ventaja. Tráeme un reporte sobre el progreso de Aurora a mi oficina. Y luego, quiero que supervises el desecho de los cadáveres de los DRAGONS.
– Supuse que eso harías. – le dijo Jasmine. – Definitivamente no necesitamos que las chicas averigüen ahora contra qué han estado peleando todo este tiempo.
...
Cerrando la puerta tras de ella, Maggie miró a Rio mientras se apoyaba contra la pared lejana. En serio, ella pensaba que Jill podía ser al menos un poco más agradecida con él.
– No lo tomes personal. – le dijo. – Jill puede parecer algo dura, pero todo lo que hace es para que Libertus tenga éxito. Y no te preocupes por la inspectora. Luego de esa inyección que le puse debería estar fuera de comisión por al menos un día completo, así que por ahora estás a salvo.
Rio levantó la mirada y se las arregló para sonreír. – Eso lo aprecio.
Maggie le devolvió la sonrisa y se sentó en su banquillo de examinador, antes de señalar hacia el catre. – Ahora toma asiento. Quisiera darte un último chequeo antes de que te vayas.
Rio obedeció, y Maggie le removió los vendajes antes de presionarle el estetoscopio contra el pecho. Mentiría si dijera que no estaba disfrutándolo más de lo usual. Había pasado demasiado tiempo desde que Maggie tuvo la oportunidad de ponerle las manos encima al cuerpo de un hombre.
– Tu pulso está un poco acelerado. No le tendrás miedo a los doctores, ¿verdad?
– No realmente. – dijo él. Maggie se inclinó de frente, y tuvo que contener la risa al darse cuenta que él trataba de desviar los ojos para no mirarle el escote.
– No me digas que le tienes miedo a la pobre vieja yo.
– Bueno... – dijo Rio – ... es sólo que la mayoría de doctoras que conozco no son tan atractivas como tú.
Maggie se rio, y le dio la vuelta para escucharle los pulmones.
– Eres un encanto. Dios mío, sí que tienes una colección, ¿verdad? Ni siquiera sabía que los humanos podían conseguir cicatrices con la Luz de Mana.
– Sólo la utilizo para sanarme lo suficiente para funcionar, o mantener mi anonimato. – le explicó. – Además, el Jefe me enseñó que las cicatrices son importantes. Sirven como recordatorio de lo que realmente es importante.
– Oh sí, Blitz. – murmuró ella. – Siempre disfruté de darle una buena mirada cuando venía a visitar a Jasmine. – Satisfecha de que sus pulmones estaban ilesos, Maggie le dio un masaje palpando el costado izquierdo. – ¿Alguna incomodidad?
– No. – respondió él. – Se siente bien.
«Sí, ciertamente se siente bien,» pensó Maggie. – Bueno, parece que estás bien. Aunque tengo curiosidad de cómo pudiste sanar tan rápido sin usar la Luz de Mana.
Rio frunció el ceño y se miró la mano izquierda.
– ¿Sucede algo?
– ¿Quién sabe? Tuve un sueño mientras estuve inconsciente. Estaba tendido en el suelo y respirar me dolía. Pero había una mujer arrodillada junto a mí. No recuerdo su rostro, pero me tomó de la mano y luego sin más el dolor desapareció.
Maggie no pudo evitar sonreír.
– Probablemente haya sido Hilda. Cuando te trajeron aquí, ella casi nunca se separó de tu lado.
– Supongo que eso tiene sentido. – Rio se frotó la mano, y sonrió como si todavía tuviera sensibilidad en ella. – ¿Tienes alguna solución salina que me prestes?
– Allá debajo del mostrador.
Levantándose de la cama, Rio se dirigió hacia el gabinete y se puso a escarbar en él hasta que encontró lo que buscaba. Cogió la botella de solución salina y se fue hacia el lavabo, y tras echarse un poco en la mano, se empezó a frotar su cabello castaño. Ante los ojos de Maggie, el color comenzó a disolverse y desaparecer antes de que Rio se salpicara un poco de agua sobre la cabeza, y su cabello se tornara rubio claro. Luego se sacó los lentes de contacto y sus ojos verdes ahora eran azules como el cielo.
«Usualmente los prefiero más morenos,» pensó ella. «Pero no me quejo.»
Con su maquillaje removido, Rio fue abrir el paquete que Jasmine le había dejado. Adentro había una muda de ropa junto con una pila de billetes.
– Sólo un momento, y con eso terminaremos. – Desapareciendo tras una cortina, Rio emergió poco después con un par de pantalones vaqueros y una camiseta sin mangas verde. Llevaba un par de zapatillas deportivas y una chaqueta de cuero azul sujeta en un brazo mientras con el otro sujetaba los restos hechos jurones de su disfraz de militar, y luego arrojó el segundo en un bote de basura cercano, aunque se quedó con el cinturón para armas y la pistola de 10 mm que tenía en la funda. – Me sorprende que tengan ropa de hombres aquí. Especialmente de mi talla.
– Bueno... algunas de nuestras chicas aquí tienen... hobbies interesantes. – dijo Maggie encogiéndose de hombros.
Rio no hizo más preguntas y simplemente empezó a atarse los zapatos. Luego de meterse el dinero en el bolsillo interior de su chaqueta, Maggie se acercó para ponerle la mano en el hombro.
– ¿Sabes algo? – le susurró al oído. – Si gustas podría hacerte un examen más "exhaustivo".
Rio miró por encima del hombro y sonrió con incomodidad.
– Gracias, pero creo que será mejor hacer un chequeo rápido. Tengo algunas cosas de las que ocuparme.
– ¿Hablas de cierta pelirroja?
– Q... ¿qué? – La cara de Rio se puso roja como tomate, y Maggie sonrió.
– Sólo una pequeña broma. – le dijo. – Aunque si las cosas no funcionan, mi oficina siempre está abierta.
– Lo tendré en mente. – Diciendo esto, Rio se echó encima la chaqueta y prácticamente huyó por la puerta.
– Es muy divertido. – se rio ella.
...
Ya que Chris había usado sus ganancias de la Festa Mermaid para comprarse el cuarto de Zola, Hilda tuvo que encontrarse otro lugar para dormir. Por suerte, el cuarto que le habían asignado no tenía más residentes. Y justo ahora necesitaba la privacidad para darle sentido a su nueva situación.
Sentada en el borde de la cama, Hilda miró el archivo que la Comandante Jill le había entregado. Los cuerpos condensados de Para-mails incluirían a las miembros del primer escuadrón y a las sobrevivientes del tercero. El daño era todavía peor de lo que le habían hecho creer. Las únicas pilotos experimentadas del tercer escuadrón que habían sobrevivido eran Irma y Tanya. Tres reclutas, Mary, Nonna y Marika, habían sido asignadas recientemente al tercer escuadrón, pero todavía no les habían asignado Para-mails propios. Tendría que hablar con Zhao Mei y ver si quedaban algunas unidades rescatables para que las pudieran utilizar. Gruñendo de frustración, Hilda arrojó la carpeta hacia el alféizar de la ventana. Luego se encargaría de eso. En este momento tenía otras cosas en la mente, o más bien, a alguien.
– ¿En qué estaba pensando? – se preguntaba.
En realidad, Hilda entendía perfectamente lo que pasaba por la mente de Rio. La base estaba bajo ataque, y él quería hacer todo lo que pudiera para ayudar. Era el tipo de cosas que él haría. Lo que realmente la confundía era su propia reacción. Cuando supo que él estaba en problemas, lo único que podía pensar era en llegar a él antes que esa unidad enemiga lo matara. Y luego de eso, hizo una escena en frente de las demás, sólo que no tenía idea de cómo se veía hasta después que Vivian dijo eso.
«Las cosas no son así,» pensó. «Ni siquiera me gustan los hombres.»
Fueron hombres quienes la arrancaron de su mamá, quienes la arrojaron en Arzenal, quienes la golpearon sólo por ser una Norma. Hilda se llevó las piernas hacia el pecho al recordar lo insignificante y sola que se sentía aquel día.
«Hasta que Rio me salvó,» recordó con una sonrisa. «Me recogió cuando estaba tirada en el lodo, me trató como una persona, y de pronto me sentí como si tuviera algo de valor.»
E incluso si no se lo merecía, él se había quedado con ella. Rio era una de las pocas personas a quien Hilda podría decir con toda certeza que era genuinamente buena. Pero era mucho más que eso. Por alguna razón, se sentía muy cómoda junto a él, como si se pudiera quitar su máscara y ser ella misma. Como cuando hablaron ayer y ella lo rodeó con los brazos luego de que él vio a esa miembro del segundo escuadrón ser asesinada. Normalmente, ella dudaría en hacer eso incluso cuando estaba sola con alguien, pero con él no le importó. Y se sintió muy bien aliviarle la tensión que llevaba encima, como si se derritiera al abrazarlo.
«Está bien, tal vez Rio sí me gusta a pesar del hecho de que es un hombre,» admitió. «Pero no de esa forma.»
Hilda sólo tenía experiencia con otras mujeres. Eso era a lo que estaba acostumbrada. Era lo que conocía y con lo que estaba cómoda.
«Es cierto,» pensó. «Cuando Ange se sujetó de mí cuando iba en el Para-mail detrás de mí, recuerdo que se sintió muy bien. Aunque no se haya sentido igual que...»
En ese momento, Hilda se detuvo en seco al darse cuenta a dónde la estaba llevando su tren de pensamiento.
– ¿Qué diablos me pasa? No tengo esa clase de sentimientos por él. Eso... no es posible.
E incluso si los tuviera, ¿cómo iba a funcionar? Ella era una Norma y él era un humano. Además, ahora que su tapadera había sido volada, él tendría que irse y ella se quedaría aquí en Arzenal.
«Pero él dijo que me sacaría de aquí,» recordó. Y por experiencia, sabía que Rio no era del tipo que haría una promesa a menos que estuviera preparado para ir hasta las últimas consecuencias para cumplirla. Y no era como que tuviera nada que la tuviera atada a este lugar. Así que ¿por qué dudaba tanto?
Hilda echó un vistazo al archivo de las pilotos de Para-mail que ahora estaban bajo su mando, y suspiró al levantarse de la cama. Quizás algo de comida le ayudara a pensar con más claridad.
...
Aunque esperaba que lo detuvieran a cada paso por el camino, su caminata hacia la casa de invitados resultó sorprendentemente despejada. La mayor parte de las residentes que habían sobrevivido se encontraban en el hospital improvisado del centro comercial, o tratando de limpiar el desastre tras el ataque. Y de las pocas Normas con las que Rio se cruzó, ninguna de ellas estaba exactamente con ganas de iniciar conversación con él. Aun así, todavía lo veían de reojo como si no estuvieran seguras de qué era lo que iba a hacer.
«Supongo que eso es de esperarse,» pensó. «La mayor parte del tiempo que he estado aquí, ellas pensaron que yo era su enemigo, y ahora saben que les estuve mintiendo todo el tiempo.»
Finalmente, salió en la parte superior y caminó por el patio hacia la villa de invitados. En la distancia, el sonido de maquinaria pesada hacía eco desde el cráter de la explosión, junto con el calor de un enorme fuego y el olor de combustible diésel y carne quemándose.
«Ese debe ser el lugar donde se están deshaciendo de los cadáveres de los DRAGONS,» dedujo. Era una buena idea quemarlos, ya que no habría forma de saber qué clase de enfermedades podrían cargar esas cosas. Y había leído suficientes historias de ciencia ficción para saber que los virus alienígenas no eran nada para ponerse a jugar.
Al pararse frente a la puerta delantera, Rio miró hacia arriba y se sorprendió de ver que la casa de invitados parecía relativamente intacta, salvo por algunas ventanas rotas. Los DRAGONS probablemente la habían ignorado al darse cuenta que no había nadie adentro. Luego de entrar, Rio subió hasta el dormitorio de invitados donde había dejado su mochila y sacó su tabla de datos.
– Blue 6. Autorización 0-9-3. – llamó.
– ¿Rio? – respondió la voz del Capellán. – ¿Qué sucede? ¿Qué fue todo ese caos que ocurrió en Arzenal?
– Fue un ataque de los DRAGONS. Una singularidad se abrió justo arriba de la base.
– ¡Dios mío! Esa chica Ange y Villkiss... ¿se encuentran bien?
– Sí, están bien. Pero tenemos una situación.
Rio procedió entonces a contarle al Capellán todo. Cómo los DRAGONS estaban siendo controlados por alguna clase de inteligencia, una que podía hacer Para-mails propios, y cómo había tenido que romper su tapadera para pelear contra esa unidad.
– Cuando me desperté, la pelea ya había terminado. Y ahora todas en Arzenal saben quién soy.
– Ya veo. – dijo el Capellán. – Bueno, supongo que era inevitable. Y a la larga tal vez esto nos beneficie. Las Normas de Arzenal ahora saben de nuestra existencia, así que no hay forma de que Jill nos pueda mantener fuera de Libertas ahora. Aun así, esto es preocupante. Si los DRAGONS no son simples bestias, podríamos estar enfrentándonos a una invasión a nivel mundial. Tenemos que acabar con Embryo tan rápido como sea posible para ocuparnos de ellos. Por cierto, ¿qué sucedió con la Inspectora?
– La doctora de Arzenal logró inyectarle algo que la dejó noqueada, pero no sé por cuanto tiempo. Y Jill ya me dejó claro que ya he estado aquí más tiempo del necesario, así que necesitaré extracción.
– Entendido. Probablemente sea lo mejor. Me temo que de todas maneras tu tapadera ya estaba condenada.
– ¿Por qué? ¿Qué está sucediendo?
– Como precaución, hice que los hackers monitorearan todas las transmisiones en la Guardia Nacional de Rosenblum. – explicó el Capellán. – Y hace aproximadamente unas tres horas, interceptamos una búsqueda de información relacionada a Joseph Algren. Fue iniciada por el Senador Bronson en persona.
– Ya veo. – Rio hizo una mueca. – Ella debe haberse comunicado con su padre a través de un canal de Mana privado.
– Es lo que nosotros suponemos. Sólo intenta permanecer fuera de la vista y te contactaré cuando tengamos vía libre para sacarte de allí.
La conexión se cortó, y Rio se recostó en su cama para pensar. Debería haberle dicho algo al Capellán, pero sin pruebas ¿cuál sería el punto? Jasmine había cerrado la puerta luego de que Jill se fue y, aunque no pudo oír totalmente lo que estaban diciendo, podía darse cuenta por su tono e inflexión que estaban discutiendo sobre algo. Algo que no querían que él escuchara. Y luego estaba el asunto de Salia. Rio seguía sin estar seguro de por qué trató de robar a Villkiss en primer lugar, pero en ese momento esa era la menor de sus preocupaciones. Hilda era la nueva capitana de todos los Para-mails en Arzenal, lo que le haría aún más difícil sacarla de allí. Y Rio no era del tipo que rompía su palabra, jamás, especialmente hacia un amigo. Se preguntó por un momento si los dispositivos de escucha que utilizó Jill para averiguar su conexión con Sarah le habían permitido espiar su "interrogación" con Hilda ayer, y si esta era su manera de desviarlo de eso.
«Ya basta con eso,» se dijo a sí mismo. «Lo hizo porque es el movimiento táctico más inteligente que puede hacer.»
Jill tal vez podría tener problemas con él y la Network, pero dudaba mucho que ella fuese a poner en peligro a Libertus sólo por rencores personales.
Pero había mucho más en juego que sólo su orgullo. El punto principal era que él no QUERÍA abandonar a Hilda. Por muchos dolores de cabeza que le causara, estar junto a ella le hacía sentirse demasiado bien. Y no sólo por el hecho de que Hilda era una de las chicas más hermosas que jamás había conocido. A pesar de que sólo llevaba una semana de conocerla, Rio sentía una conexión con ella. Al igual que él, su vida quedó patas arriba debido al prejuicio del mundo, y entre más tiempo pasaba con ella, más podía ver Rio la persona que realmente era debajo de la superficie. Ese lado triste y solitario que ocultaba bajo su exterior cruel. Incluso podía ser sorprendentemente dulce cuando estaba de buen humor. Podía sentir el calor de sus brazos a su alrededor del día de ayer, y cómo el peso de ver morir a aquella piloto se había disminuido aunque fuese un poco. Le hacía tener deseos de reconfortarla. Protegerla. Incluso cuando ella terminó salvándolo a él más veces que él a ella.
«Esa unidad enemiga me habría matado de no ser por ella,» pensó. «Diablos, la única razón por la que pude pelear hoy en absoluto fue por ella.»
Si no la hubiera escuchado cantar, todavía seguiría devastado por la muerte de Sarah. Pero nada de eso cambiaba la realidad de la situación. Si la Inspectora descubría quién era, entonces todo Libertus se vendría abajo.
En medio de sus pensamientos, Rio sintió que el estómago le gruñía, y decidió que era mejor dejar eso de lado por el momento.
«Tal vez deba poner a buen uso este dinero,» pensó mientras recogía su equipamiento. «De todas maneras pienso mejor con el estómago lleno.»
...
A pesar del daño en otras partes, poner el comedor a funcionar de nuevo había sido uno de los primeros objetivos tras el final de la invasión. Las máquinas expendedoras del centro comercial tenían sus límites, especialmente con todas las heridas. Y la Comandante Jill sabía que las residentes no podrían trabajar si se desplomaban por el hambre. En una de las mesas inferiores, Olivier se sentaba junto al resto del personal del centro de comando. Aunque sabían que debían mantener su fuerza, ninguna de ellas tenía mucho apetito. Una vez que se hizo el conteo oficial de bajas, casi todas las residentes habían perdido a una amiga, amante, y en algunos casos hasta hermanas. Por toda la cafetería, las sobrevivientes recogían su comida o caminaban por la fila del servicio arrastrando los pies como si estos les pesaran por cadenas invisibles.
– Entonces, ¿qué haremos ahora? – preguntó Hikaru. Pamela descansaba su mentón entre sus manos, y suspiró.
– La Comandante Jill dice que hasta que el centro de comando esté de vuelta en línea podemos tomarnos las cosas con calma. Dijo también que autorizará pases para nosotras de modo que no nos penalizarán por no trabajar.
– Supongo que no podemos hacer nuestro trabajo sin equipamiento. – musitó Hikaru. – Uno pensaría que los humanos se darían prisa en venir a darnos algo de ayuda. Después de todo, sin nosotras ellos tendrían que pelear contra los DRAGONS por su cuenta, ¿verdad, Olivier? – La chica peliverde no respondió. – ¿Olivier?
– ¡Oh!¡Sí, estoy totalmente de acuerdo! – exclamó la aludida. Hikaru y Pamela se miraron entre ellas y fruncieron el cejo. – ¿Qué pasa?
– Hablemos de lo que realmente está en nuestras mentes. – decidió Hikaru. – Y no trates de fingir que no estás pensando en él.
Olivier parecía querer decir algo, pero se dio cuenta que no había sentido en negarlo. Ya habían escuchado lo que hizo, igual que todas las demás residentes. Cómo ayudó a las reservas a cazar a los DRAGONS que se habían infiltrado en la base, cómo luchó contra esa unidad enemiga él solo, y luego la verdad sobre quién era realmente.
– Sigo sin poder creerlo. – dijo Pamela. – Un humano al que le agradan las Normas.
– Y aparentemente hay todo un grupo de ellos allá afuera. – añadió Hikaru. – Aunque no lo entiendo. ¿Por qué la Comandante no nos dijo nada?
– Bueno, quizás no podía. – teorizó Olivier. – ¿Recuerdan lo que Jasmine nos dijo? Vino aquí para mantener ocupada a la Inspectora.
– ¿Y qué hay de los otros rumores? – dijo Hikaru. – Aparentemente, él y Hilda del primer escuadrón tienen alguna relación previa. – Inclinándose discretamente, Hikaru les hizo un gesto para que se acercaran. – ¿Creen que lo hayan hecho?
– ¿Qué? – chilló Olivier, y tanto ella como Pamela se sonrojaron. – ¿Hablas en serio?
– Bueno, piénsenlo. – señaló la técnica pelirroja. – Es un humano al que le gustan las Normas. Y todas sabemos que ella se apoderó del pequeño club de Zola luego de que ella murió, así que no es como que fuera a rechazarlo.
– Pero esperen. – dijo Pamela. – Hablé con una de las armeras, y dijo que luego de aterrizar, Hilda prácticamente se le arrojó encima. Estaba echando lágrimas a chorros.
– Entonces, ¿será que están enamorados? – murmuró Olivier. Las otras dos cruzaron sus brazos y fruncieron el ceño. Fantasear era una cosa, pero ¿una Norma realmente teniendo una relación con un humano? La sola idea iba en contra de todo lo que les enseñaron sobre cómo funcionaba el mundo.
De repente, Hikaru vio algo que la hizo abrir los ojos de sorpresa.
– Oh... ¡wow! – dijo. Olivier y Pamela siguieron su mirada y no podían creer lo que estaban viendo. En el pasaje de entrada inferior, el único hombre en Arzenal había aparecido de repente. En lugar de su uniforme, llevaba una chaqueta azul sobre una camiseta verde y pantalones vaqueros. Pero lo más sorprendente de todo era su rostro. Su cabello había cambiado de color, de castaño a rubio claro, y ya no llevaba sus gafas reflectoras, revelando un par de ojos azul cielo que parecían evaluar el comedor de arriba abajo. Las otras se percataron de su presencia también, y el aire de depresión que permeaba en la cafetería se volvió uno de suspicacia. Ajustándose la mochila sobre su hombro, se dirigió hacia el mostrador de servicio, y los ojos de todas las presentes siguieron sus movimientos. Olivier echó un vistazo alrededor, y junto con las miradas de duda que le dieron la mayor parte de las Normas, había algunas que lo veían con desprecio apenas contenido. Ahora él había tomado su lugar en la fila para ordenar y las otras que estaban frente a él inmediatamente se hicieron a un lado. Independientemente de quién era, seguía siendo humano, y eso significaba que le tocaba recibir servicio primero.
– Y bien, ¿vas a ordenar? – preguntó Linda, la jefa de cocineras. – Asumo que traerás dinero.
Él echó un vistazo rápido hacia sus alrededores, vio las expresiones de las Normas y se dio la vuelta.
– Está un poco lleno de gente aquí. – le dijo. – Volveré cuando esté más despejado.
Y se marchó, y con ello las Normas volvieron a sus asuntos como siempre.
«Eso no está bien,» pensó Olivier. «Rio, o el Capitán Algren o como sea que se llame, puede que sea un humano, puede que nos haya engañado sobre quién era, pero le debemos nuestras vidas.»
Olivier pudo recordar lo aterrada que estaba cuando ese Goleta se lanzó hacia ella, con toda la certeza de que iba a morir, hasta que él saltó en frente de ella y usó la Luz de Mana para protegerla. Fue como si un caballero en un cuento de hadas hubiese saltado a rescatarla. Todavía podía sentir la fuerza y calidez de su mano cuando la ayudó a levantarse.
– Chicas. – les dijo. Olivier miró a las otras, y la expresión en sus rostros le dijo todo lo que necesitaba saber. Todas estaban pensando lo mismo.
– Comamos rápido. – dijo Pamela. – Luego iremos al centro comercial.
...
La suspicacia que las Normas le demostraban a Rio mientras pasaba por los corredores ya era bastante mala, pero el sentir las miradas de todas en el comedor fue demasiado para manejarlo. Así que se excusó y fue a buscar una alcoba lejos del resto donde podía tener al menos un momento para pensar qué hacer a continuación. No había comido nada desde el desayuno y se moría de hambre. Rio brevemente consideró ir al centro comercial, pero lo descartó al darse cuenta que ese lugar probablemente estaría más lleno que la cafetería.
«Tal vez pueda atrapar algunos peces en la playa de atrás,» pensó mientras salía al aire libre.
Al hacerlo, algo le golpeó en la cadera y bajó la mirada para encontrarse con la misma niña de coletas que vio ayer. La que lo había golpeado con el balón de fútbol. Ella lo miró con los mismos ojos asustados que cuando Bronson le había ordenado disculparse, y Rio sólo pudo imaginar lo aterrador que debía parecer para ella.
– Lo siento. – le dijo. – Debería fijarme por dónde voy.
Los ojos de la niña miraron al suelo, y Rio siguió su mirada para ver un pequeño peluche de gato yaciendo a sus pies. Dejando su mochila de lado, se arrodilló para recogerlo, y vio que tenía un enorme corte en el cuello. Probablemente había salido dañado durante el ataque.
– ¿Esto es tuyo? – le preguntó. La niña lo miró tímidamente y asintió. – ¿Hay alguien por aquí que pueda arreglártelo?
– Ersha podría, pero no puedo encontrarla. – murmuró la niña.
Ersha. Por lo que podía recordar, ese era el nombre de la mujer de cabello rosa que supervisaba el juego de ayer. Y él estaba seguro de que era una de las que estuvo en la enfermería cuando él despertó. Rio tarareó pensativo, y le entregó el peluche de vuelta mientras se frotaba las manos.
– Bueno, no soy costurero, pero veamos qué puede hacer el Dr. Rio por el paciente.
Se palpó el torso hasta que encontró ese hilo suelto que siempre tenían todas las camisetas. Lo sacó de un tirón, se lo enrolló alrededor del dedo y con la Luz de Mana, lo puso rígido como una aguja, antes de insertarlo en la tela del peluche. Usando la Luz de Mana para controlarlo con el tacto, el hilo se enrolló por todo lo largo del corte hasta que finalmente se cerró. A estas alturas, la pequeña niña parecía menos temerosa, y se acercó para verlo mientras él insertaba el dedo en la costura del medio, y ambos extremos del hilo se enroscaron en pequeños nodos.
– No está mal, aunque podría ser mejor. – Rio levantó la mirada, y señaló a uno de los listones que la niña usaba para amarrarse sus coletas. – ¿Me prestas eso?
Ella asintió, y Rio suavemente se lo desató, dejando caer la coleta izquierda mientras palpaba el listón con el dedo. Otra infusión de Mana, y el listón se puso rígido igual que el hilo mientras lo presionaba contra el cuello del peluche, amarrándolo para hacer una corbata de moño improvisada para cubrir la costura.
– Y bien, ¿cómo te llamas? – preguntó.
– Cynthia. – respondió la niña.
– Ya veo. Bueno, yo me llamo Rio. Gusto en conocerte. Ok, esto debería bastar.
No era perfecto, pero debería mantenerse lo suficiente hasta que encontraran a alguien que pudiera hacer un mejor trabajo.
– Gracias. – le dijo. Rio sonrió y acarició la nariz del peluche como si fuera un gato de verdad.
– Solía tener un gato como este. – murmuró él. – ¿Te gustan los gatos?
– Sí, pero a las Normas no nos dejan tener animales en las barracas.
Rio asintió, con algo de simpatía. Las Normas como Jasmine probablemente fueran la excepción a la regla, ya que ella ostentaba un rango lo bastante alto para salirse con la suya.
– Tal vez algún día podrás. – le dijo. – Quizás no me creas, pero la vida puede cambiar en un instante. Créeme, yo sé de eso. Por eso tienes que seguir adelante sin importar las dificultades. Mientras haya vida, hay esperanza. ¿Puedes recordar eso por mí?
Cynthia lo miró, y Rio no estaba seguro si ella le creería o no.
– Lo intentaré. – Y con eso, ella se dio la vuelta y se fue por el corredor. Rio se quedó observándola hasta que desapareció de vista, y suspiró antes de volver a levantarse del suelo.
– Por favor no te sientas mal. – le dijo alguien. Rio se dio la vuelta y se encontró con la imagen familiar de una joven pelirrosa sonriéndole. – Eres el primer hombre al que conoce. Y el primer humano que le habla con amabilidad.
– No la culpo. – dijo él. – Ersha, ¿verdad? Mira, sobre ayer...
– Está bien. – le aseguró ella. – Jasmine ya nos contó todo sobre por qué viniste, así que lo entiendo. De hecho, soy yo la que debería agradecerte por calmar a la inspectora después de lo que pasó.
El hecho de encontrar finalmente un rostro amigable fue un gran alivio para Rio. Lo cual sólo hizo que fuera más vergonzoso cuando su estómago empezó a gruñir.
– ¡Oh cielos! – dijo ella. – Más te vale conseguir algo para comer.
– A eso iba. – admitió él. – Pero el comedor está demasiado lleno para mi gusto en este momento.
– Oh. Bueno, en realidad estaba sirviendo algunos bocadillos para las niñas de la escuela para ayudarlas a sentirse mejor. Todavía quedan algunos si gustas.
Rio sonrió y asintió. Una comida real sería mejor, pero era un comienzo.
– Claro, eso suena bien.
Poco tiempo después, Rio se encontró en lo que supuso que era un aula de clases. Encima de un librero junto a la pared de atrás, Ersha mezclaba ingredientes de una serie de contenedores que luego vertió en una tetera eléctrica.
– Será sólo un momento. – le aseguró ella, señalando una bandeja de galletas sobre el escritorio de la profesora. – Entretanto, sírvete todas las que gustes.
Rio cogió un puñado y se sentó en una silla baja que estaba apoyada contra la pared. Mientras comía, echó un vistazo del lugar donde las niñas en edad escolar de Arzenal eran educadas. Las aulas aquí ciertamente se veían diferentes a las de las escuelas humanas. Un monitor colgaba del techo en una esquina mientras un pizarrón de tiza había sido colocado en la pared frontal. Dichos dispositivos habían caído en desuso en las aulas hacía tiempo debido a que la Luz de Mana los había dejado obsoletos, aunque la escuela en Neo-Zion todavía los utilizaba, tanto para aquellos que habían nacido allí como para las Normas que la Network había llevado allí.
En medio de sus observaciones, la puerta del aula de repente se abrió y entró una mujer. Rio la miró, notando su cabellera castaña larga, reconociéndola como la que estaba con las niñas durante el ataque de los DRAGONS.
– Oh, Mary. – la saludó Ersha. – ¿Sucede algo?
La otra Norma desvió sus ojos hacia Rio, dándole una mirada de incertidumbre antes de volver a ver a Ersha.
– En realidad – dijo ella – escuché que estabas con el Capitán... er, quiero decir, con el Sr. Rio, así que traje a las niñas para que lo vieran. Pensé que deberían darle las gracias por lo que sucedió antes. Si eso está bien para ti, por supuesto.
– Sí, claro. – dijo Rio. – Adelante.
Mary hizo un gesto en dirección al pasillo, y las niñas entraron para ponerse en fila frente a él, incluyendo a Cynthia, aunque todavía parecían estar algo nerviosos en su presencia.
«Supongo que tendré que romper el hielo,» decidió finalmente. – Me alegra ver que no hayan salido lastimadas.
Finalmente, una niña con el cabello amarrado en una cola de caballo en el lado izquierdo se le acercó.
– Usted... ¿de verdad es un humano? – preguntó tímidamente.
– Es cierto.
– Pero... usted nos salvó. – dijo otra niña.
– Shirley, no seas grosera. – la regañó la profesora, pero Rio levantó una mano.
– Está bien. – le aseguró. – Ya sé todo lo que les han dicho. Pero no todos los humanos somos iguales. Yo pertenezco a un grupo que no está de acuerdo con la forma en como se trata a las Normas. Todo lo que les pido es que me den la oportunidad de ser su amigo.
– Pero las Normas son diferentes a los humanos. – dijo la primera niña.
– Igual que todo el mundo. – dijo mientras les indicaba que se acercaran a él. La niña se acercó con cautela, y Rio señaló entre ambos. – Míranos a ti y a mí. Tenemos ojos diferentes, cabello diferente, cuerpos diferentes, pero seguimos siendo personas. Sentimos lo mismo, nos duele lo mismo, y al final de cuentas sólo queremos ser felices. ¿Realmente importa que uno de nosotros puede usar Mana y el otro no?
Las niñas se miraron entre sí y parecieron entenderlo, mientras comenzaban a reunirse a su alrededor.
– Entonces – interrumpió Ersha – la profesora dice que Rio las ayudó a todas durante el ataque.
– Así es. – respondió una niña. – Fuimos atacados por uno de los monstruos, pero él vino y nos salvó.
– ¡Atravesó la pared y trató de comernos! – dijo otra. – ¡Pero Rio apareció y lo mató a disparos!
– ¿Eso hizo? – preguntó Ersha, y le sonrió. – Bueno, eso fue muy valiente de su parte.
– No fui sólo yo. – dijo él sintiéndose sonrojar. – Las reservas hicieron la mayor parte del trabajo. Especialmente cuando tuve que irme para pelear en el hangar.
– ¿Y el peluche de Cynthia? – preguntó otra. – Ella dice que usaste magia para arreglarlo.
Rio sonrió y se metió la mano entre la mochila para sacar una baraja de naipes.
– En realidad fue gracias a la Luz de Mana. – les explicó mientras revolvía la baraja usando una luz brillante verde. – Y si un humano practica con ella, puede encontrarla bastante útil.
Con un movimiento de su muñeca, hizo volar la baraja fuera de su mano para extenderla en una línea por toda la habitación. Luego la retrajo y agitando la mano abrió la baraja formando un abanico de tres cartas de alto. Cerrándolo, Rio presionó su mano libre sobre la carta superior y comenzó a moverla en círculos, haciendo que todas las cartas salieran una tras otra y colocándolas en una formación en espiral. Todo el rato, las niñas observaban con los ojos muy abiertos los trucos que hacía para ellas.
– Muy bien, niñas. – se rio Ersha. – Démosle a Rio un descanso. Hoy peleó demasiado y estoy segura de que está muy cansado.
Las niñas gimieron con decepción mientras la profesora les indicaba que se agruparan juntas.
– Ersha tiene razón. Dejemos a Rio para que pueda tomar su té. – les dijo. Se llevó a las niñas hacia la puerta, aunque se detuvo para hacer una última reverencia. – Muchas gracias por lo que hiciste antes.
– Adiós, Srta. Ersha. – dijeron las niñas mientras se iban. – Adiós, Sra. Rio.
La profesora les dio una mirada nerviosa y rápidamente cerró la puerta tras de ellas.
– ¿Qué fue eso? – le preguntó a Ersha, que casi se iba para atrás de la risa.
– Deberías sentirte honrado. – le dijo entre risitas. – Que te llamen señora aquí es una señal de que te admiran. Eres su nuevo héroe.
– ¿De verdad? – dijo él. Supuso que debería sentirse halagado, pero esperaba que nadie en el cuartel general fuera a enterarse de esto.
– No te preocupes. Después hablaré con ellas al respecto. – En eso, la tetera empezó a pitar indicando que estaba listo el té. – Eres muy bueno con ellas.
– Tengo que serlo. – dijo él. – Cuando la Network identifica a una Norma antes que el gobierno lo haga, debemos convencer a sus familias de ir a esconderse con ellas. Desafortunadamente, la mayoría de ellos eligen dejarnos a sus hijas a nosotros.
– ¿Por qué no van con ellas? – preguntó ella.
– El precio es demasiado alto para algunos. No sólo se trata de volverse fugitivos. Tienes que aprender a vivir y funcionar sin depender del Mana. Y también, necesitas colocarte uno de estos. – Se apartó su cabello para mostrarle el Bloqueador de Mana implantado en la base de su espina dorsal. – Sirven para cortar tu sistema nervioso central de la Luz de Mana. Eso nos permite movernos sin ser detectados, pero también limita nuestras reservas y el rango de nuestras habilidades. Y el proceso no es muy agradable. La mayoría no están dispuestos a hacer un sacrificio como ese, así que a veces tenemos que transportar a las niñas Normas por nuestra cuenta. Siempre están asustadas, confundidas, y tienes que saber cómo lograr que confíen en ti para llevarlas a un lugar seguro.
– Ya veo. ¿Qué hay de ti? ¿Tienes niños propios?
– No. – Rio negó con su cabeza. – Y no planeo hacerlo en un futuro cercano. Tengo la sensación de que si los tuviera, nacerían Normas.
Demasiado tarde, Rio se dio cuenta de lo mal que eso sonaba.
– ¿Es decir que no quieres tener hijas Normas?
– No es eso. – dijo rápidamente. – Si traigo hijos a este mundo, quiero que sea un mundo que los aceptará y amará por como son. Independientemente de si pueden o no utilizar el Mana. Quiero ser capaz de darle a cualquier hijo que tenga un mundo en el cual merezcan nacer.
Ersha asintió mientras les servía una taza a cada uno.
– Supongo que eso tiene sentido. – dijo ella estando de acuerdo. – Pero yo creo que, mientras un niño tenga al menos una persona que lo ame, eso es todo lo que necesitan.
Rio miró a Ersha, y se dio cuenta que ese era el rol que ella intentaba cumplir para las niñas en Arzenal. Definitivamente tenía la presencia de una madre. Entre eso y su propia belleza, si no hubiese nacido Norma seguramente tendría a muchos hombres peleándose por ella. Entretanto, Ersha terminó de servir el té y se le acercó, entregándole la taza mientras traía una silla para sentarse frente a él.
– Gracias. – dijo Rio. El té ciertamente olía bastante bien, aunque por alguna razón le parecía familiar. Pero no fue sino hasta que tomó un sorbo que entendió por qué; era un té negro mezclado con cáscara de naranja y azúcar de caña pura.
– ¿Sucede algo?
– No... es sólo que... este té sabe igual al que solía preparar la madre de una amiga mía. – Y entonces la realización lo golpeó, y miró a Ersha.
– Entonces tenía razón. – dijo ella. – Tú eres Aaron.
Rio se echó para atrás y miró su té. – ¿Tú conocías a Sarah? ¿Cuándo te diste cuenta?
– No fue de inmediato. Pero ayer, durante el incidente con la Inspectora, alcancé a vislumbrar tus ojos detrás de tus gafas, y no pude evitar notar lo tristes que se veían.
Rio hizo una nota mental de usar anteojeras la próxima vez que se disfrazara.
– Nunca había visto a un humano mirar a una Norma de esa forma. – continuó ella. – No pude sacármelo de la mente, y a raíz de eso, noté otras cosas sobre ti que no parecían encajar. Cosas que me hicieron pensar que te conocía de alguna parte. Y luego, después del ataque, hablé con una de las armeras y me enteré de lo que le dijiste a la unidad enemiga. Y cómo tenías el antiguo brazalete de Sarah contigo. – Ersha se rio ligeramente. – Pensándolo bien, debí haberme dado cuenta en cuanto escuché que tu nombre era Rio. Sarah mencionó lo mucho que solía gustarte un show llamado Rio Starr: Bandido Espacial.
– Bueno, ¿qué puedo decir? Un clásico es un clásico. – Rio tomó otro sorbo del té y la volvió a mirar. – Así que ¿ustedes dos fueron amigas?
– Así es. – asintió Ersha. – Ella me contó todo acerca de ti. Cómo te hiciste su amigo incluso después de que descubriste que era una Norma. Y cómo prometiste protegerla. Sin embargo... – Ersha hizo una ligera pausa mientras se le acercaba – ... no entiendo cómo fue que se equivocó tanto con tu apariencia. Siempre me habló de que tenías unos hermosos ojos castaños.
– Parte del trato cuando te unes a la Network. – le explicó él. – Tienes que dejar atrás tu pasado, tu rostro, e incluso tu nombre.
Ersha asintió y volvió a reclinarse.
– Has dejado atrás muchas cosas. – le dijo. – Y todo para encontrar a Sarah. Después de todo este tiempo nunca te olvidaste de ella. Sigo sin poder creer que hayas mantenido tu promesa.
– Por todo el bien que eso hizo. – murmuró. Rio apretó su mano libre en el regazo hasta que Ersha le puso su propia mano encima. Estaba llena de callos y poseía gran fuerza a pesar de su apariencia delicada, pero había calidez y amabilidad en ella también.
– Por favor no lo pienses así. – le dijo ella. – Tú has hecho lo que yo pensaba que ningún humano sería capaz de hacer. Y por lo que Jasmine me contó, la Network está llena de hombres como tú que desean ayudar a las Normas. Por lo que vale, me alegro de haber tenido la oportunidad de conocerte. Sarah siempre habló de cómo sentía que los humanos y las Normas podían aprender a vivir juntos porque tú te hiciste su amigo. Y ahora, yo también lo creo. Así que no te des por vencido, ¿de acuerdo?
Rio la miró y sintió que podía volver a sonreír. Realmente necesitaba oír eso más de lo que ella se imaginaba.
– No lo haré. – le aseguró. – Y gracias.
Durante la siguiente media hora, Ersha le contó sobre el tiempo que Sarah pasó en Arzenal. Cómo Jasmine le permitió volver a comprar el brazalete que él hizo para ella, cómo trabajó en el centro comercial con la Srta. Penelope, y su rivalidad con Zola en la mesa de hockey. Rio se alegró de saber que el tiempo de Sarah en Arzenal no fue tan duro como podría haber sido. Sólo deseaba haber podido conocer a esta chica Zola y agradecerle por haberla cuidado. Aunque probablemente fuese para mejor. Por la forma en como Ersha describía su reacción tras la muerte de Sarah, quizás le habría dado un golpe en el segundo que lo conociera.
– Bueno, gracias por los bocadillos. – le dijo mientras salía del aula. – Significa mucho hablar con alguien que también conocía a Sarah.
– Yo me siento igual. – Ersha estuvo de acuerdo. – Oh, Rio, una cosa más.
– ¿Qué pasa? – Antes de darse cuenta, Ersha se levantó de puntillas para plantarle un beso en la mejilla.
– Por ayudar a las niñas. – dijo ella sonrojándose. – Realmente lo aprecio.
– Seguro, no hay problema.
Mientras Ersha se iba en su propia dirección, miró por encima de su hombro y pudo ver que también tenía rastros de rojo en su rostro.
– Y si gustas, siempre eres bienvenido para otra taza de té. – Ersha desapareció tras una esquina, y Rio exhaló rápidamente. Había estado consciente desde el primer día que era el único hombre en una isla llena de mujeres, pero las implicaciones de esto no fueron tan aparentes hasta ahora.
«Este escenario sería como un sueño hecho realidad para Spider,» pensó. «Pero para mí, esto parece demasiado.»
– ¿Perdonen? – llamó alguien. Rio se dio la vuelta, y a quién iba a ver sino a las tres chicas del centro de comando. Si recordaba correctamente, Pamela era la rubia, Hikaru la pelirroja, y Olivier la peliverde, la última de las cuales llevaba una bolsa que reconoció del centro comercial en los brazos.
– ¿Sí? – replicó. Hikaru le dio un ligero codazo a Olivier y la chica nerviosamente le alargó la bolsa que llevaba.
– Cap... er, quise decir Rio, ¡por favor acepta esto como agradecimiento por ayudarnos durante el ataque!
Rio les dio una mirada confusa hasta que un aroma muy familiar le llegó desde la bolsa.
– ¿Son hamburguesas? – preguntó.
– Nosotras... vimos cómo las demás te trataron en el comedor. – dijo Pamela. – Pensamos que querrías algo para comer, así que...
– ¡Pero si no tienes hambre lo entendemos! – interrumpió Olivier.
– ¿Están bromeando? ¡Me muero de hambre! – sonrió él. Rio aceptó la bolsa y sacó una de inmediato. Una sola mordida y casi lloró por la explosión de sabor de la carne sazonada. – ¡Gracias! No tienen idea de lo mucho que necesitaba esto.
Había algo más en la bolsa. Algo que se sentía más frío y duro que una hamburguesa. Se puso a escarbar hasta el fondo, y no pudo creer lo que vieron sus ojos.
– ¿Un paquete de cuatro y bien frías? ¡Chicas, son increíbles!
– ¿En serio? – Olivier jugueteó con sus dedos. – ¡No fue nada! ¡Sólo queríamos demostrar nuestra gratitud!
– Bueno, si hay algo que pueda hacer por ustedes, sólo díganlo...
– ¿Nos dejas tocarte el brazo? – preguntó de repente Hikaru.
– ¿Perdón? – preguntó él, viendo como las otras dos se quedaban boquiabiertas por el shock.
– Queremos saber si es verdad que los brazos de un hombre se sienten diferentes a los de una Norma. – le explicó ella.
– Uh, ok, de acuerdo. – accedió. Dejando su mochila por un momento y la orden que le consiguieron en el centro comercial, Rio se sacó el brazo de la chaqueta y se los extendió. Las tres operadoras se quedaron viendo la extremidad con los ojos muy abiertos hasta que finalmente Hikaru alargó su mano y le apretó ligeramente el antebrazo.
– ¡Oh wow! – exclamó. – ¡Chicas, de verdad tienen que sentir esto!
Lentamente, Pamela y Olivier alargaron sus manos también, empezando a explorar los músculos de su brazo.
– Es... ciertamente diferente del de una Norma. – admitió Olivier.
– Bastante... impresionante. – Pamela estuvo de acuerdo.
– ¿En serio? – preguntó Rio. – Debería presentarles a mi amigo Rhino. Es bastante grande como para lanzar a un Goleta con las manos.
Fue entonces que Rio se dio cuenta que una pequeña multitud había empezado a aglomerarse a su alrededor. A diferencia de las Normas en el comedor, estas chicas lo veían con miradas que iban de pura curiosidad hasta parecer hambrientas. Oh cielos, acababa de meterse en un frenesí alimentario.
– ¿Podemos tocarte el brazo también? – preguntó alguien.
– ¿Qué tal los hombros?
– ¿O quizás el pecho?
– ¿Es cierto que peleaste contra ese Para-mail enemigo tú solo?
– Uh, chicas, esperen un minuto. – dijo Rio mientras se echaba contra la pared. – Vamos a calmarnos.
Pero la multitud no parecía escucharlo, y comenzó a acercarse más y más hasta que se le fueron todas encima.
– Vaya, estás siendo muy popular. – comentó alguien. Inmediatamente, Rio y la multitud que lo rodeaba se giraron para ver a Hilda lanzándoles una mirada asesina antes de girarse e irse de allí.
– ¡Hilda! ¡Espera! – la llamó. Cogiendo sus cosas y la bolsa de la comida, Rio se abrió paso entre la multitud. – Disculpen, gracias por la comida. ¡Hilda, espera!
...
Mientras oía los pasos de Rio corriendo detrás de ella, Hilda hizo su mejor esfuerzo por ignorarlo. Cuando llegó al comedor, había oído algunas de las otras Normas hablando sobre cómo había estado allí, pero luego se fue tras la recepción menos que cálida que le dieron. Luego de buscar por la mitad de Arzenal, oyó a una de las del personal de mantenimiento hablando sobre cómo lo vio caminando con Ersha hacia una de las aulas de clase. ¿Y qué vio al encontrarlo? Una pequeña multitud echándole encima las manos. Tuvo suerte que ella había dejado aquella bandeja de vuelta en la enfermería.
– ¡Hilda, detente! – le gritó cuando finalmente la alcanzó. – ¿Qué diablos te pasa? ¿Sigues enojada por lo que pasó durante el ataque?
– No, estoy bien. ¿Qué hay de ti? ¿No deberías atender a tu pequeño club de fans?
– Créeme, no fue ni de cerca tan divertido como parecía.
Hilda se detuvo y le lanzó una mirada dudosa. – ¿Y por eso dejaste que te toquetearan?
– Bueno, está bien, admito que eso se veía mal. – admitió él. – Pamela y las otras dos me trajeron esto como agradecimiento por ayudarlas durante la invasión. Me preguntaron si podían tocarme el brazo y en ese momento sonaba inocente. Y antes de darme cuenta, las cosas se salieron de control.
Hilda lo miró y suspiró.
– Eres demasiado amable para tu propio bien. Ya lo sabes, ¿no?
– ¡Hey! – llamó alguien. Hilda gruñó al darse cuenta lo que venía a continuación, ya que Vivian venía corriendo hacia ellos. – Rio, ¿eres tú?
– Sí, soy yo. – replicó él. Vivian lo miró de pies a cabeza y empezó a chillar de emoción.
– ¡Eso es genial! ¡Te ves aún más guapetón rubio!
– Uh... gracias. – dijo el, claramente incómodo de que le dijera eso alguien de su edad.
«Bueno, al menos ya sé que no es de ese tipo,» pensó Hilda. Vivian entretanto no pareció entender lo que pasaba y comenzó a buscar algo entre su bolsillo.
– Creo que no recuerdo tu nombre.
– Soy Vivian. – dijo ella. – He estado buscándote por todas partes. ¡Ten! – De su bolsillo, Vivian sacó un llavero de Perolina. – ¡Desde ahora eres un miembro honorario del primer escuadrón! ¡Así que necesitarás uno de estos!
Rio miró el llavero con una ceja levantada, pero terminó aceptándolo.
– Yo... lo llevaré con honor. – le dijo él mientras se lo enganchaba en uno de los aros de su cinturón. Vivian entretanto le hizo un gesto a Hilda para que se inclinara junto a ella.
– ¿Qué pasa? – preguntó.
– Ahora mismo nadie está vigilando la playa. – le murmuró Vivian. – Perfecto si quieres algo de tiempo a solas.
– Tú... ¡¿quieres largarte de aquí?! – le gritó, sintiendo la cara como si estuviera en llamas.
– ¡Ooooh, qué miedo! – se rio Vivian mientras salía corriendo.
– ¿Qué sucede? – preguntó Rio.
– ¡Nada! – Agarrándolo del brazo, Hilda lo arrastró por el pasillo. Sin embargo, en cada lugar a donde iban, Hilda tenía la sensación de que los estaban observando. Bastante reacia, Hilda se llevó a Rio hacia los niveles inferiores hasta salir a la playa. Usualmente, a las residentes no se les permitía estar allí excepto para la Mermaid Festa. Pero con todo el trabajo que había por hacer para reparar el daño del ataque, las de seguridad habían tenido que ser reasignadas para ayudar con la limpieza. Para su alivio, a nadie más se le ocurrió venir aquí, así que tenían toda la playa para ellos. El lugar se veía sorprendentemente limpio, ya que los DRAGONS habían concentrado sus esfuerzos en los niveles superiores, por lo que ni siquiera encontraron la entrada a la playa.
– Apenas ha pasado una semana. – le dijo él. – Pero se siente como toda una vida desde la última vez que nos paramos aquí.
– Sí. Muchas cosas han cambiado desde entonces, ¿no? – admitió Hilda. Para su vergüenza, su estómago empezó a gruñir, y en ese momento recordó la verdadera razón por la cual había abandonado la habitación en primer lugar.
– Ten. – dijo Rio alargándole la bolsa que llevaba. – Las chicas me dieron más de lo que puedo comerme solo.
Hilda frunció el ceño, pero su hambre le ganó al orgullo y la aceptó. Realmente lo necesitaba, fue lo que pensó al echar un mordisco. Casi una semana de no comer otra cosa excepto esa asquerosa comida de prisionera la había dejado con muchas ganas de comer algo de verdad. Rio entretanto se quitó la chaqueta y la tendió sobre la arena antes de sentarse junto a ella.
– ¿Qué estás haciendo? – le preguntó Hilda.
– Creí que querrías algo para sentarte. No creo que la arena sea muy cómoda cuando llevas una falda.
Hilda le echó una mirada, y finalmente sonrió antes de sentarse junto a él. El escenario estaba lejos de ser perfecto. Ya estaba cayendo la tarde y las sombras proyectadas desde los riscos contra el sol poniente los estaba bañando a ambos en oscuridad. Estaba también el asunto del rugido constante de la maquinaria pesada y el olor de los cadáveres de DRAGONS siendo quemados. Aun así, finalmente haber salido de esa celda lo hacía algo disfrutable. Especialmente ya que estaba con Rio de nuevo, y de nuevo se veía como él mismo.
No quería admitirlo, pero echaba de menos pasar tiempo con él. La realización le hizo sentirse avergonzada de cómo actuó. Ella sabía que Rio no era ese tipo de persona, pero verlo rodeado por todas esas otras Normas le sacudió algo en su interior de lo que no estaba totalmente segura. Lo más cercano que pudo pensar fue cuando Zola siempre le echaba el ojo a una nueva y potencial candidata para jugar. Pero era más una motivación de interés propio para asegurar la protección de Zola. Con Rio, se sentía más como si le fueran a robar algo muy preciado para ella. Le dolía, y no sabía por qué. Por la esquina del ojo, miró hacia abajo, y notó lo cerca que su mano estaba de la de él. Sólo tendría que moverla un poco hacia la derecha y se estarían tocando.
– ¿Sucede algo? – preguntó él. Hilda lo miró, y vio una expresión de preocupación en su rostro.
– No, no es nada. Sólo... me alegro de que hayas salido bien de eso. – dijo ella. Rio sonrió y para su sorpresa, le colocó la mano sobre la suya.
– Yo también. Y de nuevo, siento mucho haberte preocupado. – dijo él. Hilda tragó y lentamente se relajó al sentir el calor de su mano envolver la suya, hasta que se acordó de algo.
– Tu amiga, Sarah. ¿Qué sucedió con ella? – le preguntó. Rio frunció el ceño, y ella supo la respuesta cuando él apretó ligeramente su agarre alrededor de su mano.
– Está muerta. – le dijo. – Ella fue parte del primer escuadrón antes de que te unieras, y la mataron más o menos al mismo tiempo en que me reclutó la Network.
Por lo que pareció una eternidad, el único sonido fueron las olas golpeando contra la playa.
– Lo siento. – dijo ella. Los ojos de Rio emitieron un pequeño brillo en la luz moribunda, y se los limpió con su mano libre.
– Sí. – respondió él. – Hablé con otra chica que la conoció, tu amiga Ersha. Y me dijo que su tiempo aquí no fue tan malo, así que eso ayudó un poco.
¿Así que eso era lo que estaba haciendo con Ersha? Una vez más, Hilda sintió que esas emociones desconocidas volvían a elevarse en ella. Esas chicas de antes eran una cosa, pero Ersha no sólo era bonita, sino una de las chicas más agradables de todo Arzenal. Y el hecho de que tenía un lazo en común con Rio sólo lo empeoraba.
– En cualquier caso, ahora tenemos que decidir qué vamos a hacer. – continuó él.
– ¿A qué te refieres?
Rio suspiró y se quedó mirándola antes de responderle. – Sobre ti. ¿Aún quieres salir de aquí?
Hilda sintió que su mente quedaba en blanco, mientras observaba las olas.
– No lo sé. – admitió. – Durante años, todo en lo que podía pensar era en escapar de este lugar. Y cuando finalmente lo hice, todo resultó ser por nada. Bueno, excepto por haberte conocido. Fue la única cosa buena que resultó de todo esto.
Rio le sonrió y asintió estando de acuerdo. – Yo me siento igual.
– Pero ahora, estoy a cargo del escuadrón, tanto del mío como de las sobrevivientes del tercero. – continuó ella. – Es gracioso. Siempre solía pelearme con Salia sobre cómo manejaba las cosas, pero ahora no tengo idea de qué hacer. Y con todo este asunto de Libertus a punto de suceder, estoy todavía más confundida. – Miró a Rio fijamente y ni siquiera se esforzó por ocultar la duda e incertidumbre que estaba sintiendo. – ¿Por qué está sucediendo esto ahora? ¿Y qué tienen que ver Ange y su máquina en todo esto?
Rio se quedó tarareando pensativo antes de meter la mano en la bolsa para sacar una lata de cerveza.
– De acuerdo. – le dijo. – Como la situación ha cambiado mucho, y ya no estoy encubierto, te contaré todo lo que sé.
...
Al otro lado del mar, lejos de Arzenal, el resto de la humanidad seguía en sus vidas diarias, totalmente ignorantes de la batalla de vida o muerte que había tenido lugar aquel día. Con la Luz de Mana a su disposición, no tenían problemas o preocupaciones reales. Todo lo que necesitaban era proveído instantáneamente, mientras las habilidades comunicativas de la Luz servían para conectarlas de maneras que sobrepasaban todos los métodos y tecnologías previos. Y además de las telecomunicaciones y navegación por la red tradicionales, el Mana les permitía a los humanos "sumergirse" en la red, proyectando sus propias conciencias a través de largas distancias para interactuar con cualquier número de mundos virtuales donde todo fuera posible. Antes del uso de la Luz de Mana, tales hazañas sólo eran posibles gracias a dispositivos neuro-cibernéticos que no sólo eran costosos, sino que requerían cirugías largas y dolorosas para poder implantarse.
Uno de estos mundos era conocido como "La Gruta", y estaba reservado estrictamente para los gobernantes de la humanidad. Un lugar donde los asuntos de estado podían discutirse con discreción y seguridad. El nombre era bastante engañoso: en lugar de ser una cueva en un bosque, la Gruta en realidad era un claro con vista hacia un mar de agua azul cristalina. Una pagoda blanca se había construido encima del risco, mientras que en la distancia un puñado de islas flotando en el cielo desde las cuales fluían cascadas como ríos de diamantes hacia el mar le daban al entorno una presencia de otro mundo.
Pero este fantástico escenario pasaba desapercibido para los seis humanos que se sentaban alrededor de la mesa de conferencias debajo de la pagoda. En lugar de eso, estaban enfocados en las imágenes capturadas por las cámaras de seguridad colocadas alrededor de Arzenal. Cuando llegaron noticias de la repentina y no autorizada incursión, los líderes de las seis naciones de la humanidad se habían reunido para encontrar una respuesta. Desde su asiento, el Sacro Emperador Julio Misurugi fruncía el ceño mientras sus ojos se movían de una imagen a la otra. Igual que los otros gobernantes, las noticias del ataque sorpresa le causaron una gran preocupación. Especialmente considerando cómo él nunca autorizó dicha ocurrencia. Apenas había empezado a limpiar el nombre de su familia del hedor de la escoria Norma con el que sus padres la habían contaminado, y ahora tenía que lidiar con ESTA humillación.
– Sigo sin poder creer que los DRAGONS hayan podido lanzar un ataque de este nivel. – dijo el Emperador de Galia, un hombre de aspecto gruñón con uniforme marrón. A su lado, el Rey de Rosenblum se enfocaba en la imagen de un Para-mail rojo no identificado.
– Y esta unidad roja parece ser la líder. – dijo. – Como pueden ver en esta imagen, está equipado con Fásers de Discordia.
– La familia de Misurugi es responsable de abrir las singularidades. – les recordó la Reina de la Dinastía de Velda. Vestida en una túnica de seda fina, las gemas que adornaban su cuerpo incrementaban su belleza exótica. – Emperador Julio, nos debe una explicación por este incidente.
Con gran aire de desdén, Julio miró al consejo y pudo ver exactamente lo poco que pensaban de él. Lo veían como un noble joven y sin experiencia que había usurpado el trono en lugar de heredarlo. Claro que, si Angelise no hubiera nacido, eso no habría sido un problema. Aun así, no podía permitir que estas reliquias vivientes antiguas lo intimidaran. A diferencia de ellos, él se había ganado su título, y eso por sí solo lo volvía superior.
– Se los aseguro, he investigado el asunto minuciosamente, y no tenemos evidencia de que el Pilar del Amanecer haya sido activado.
– ¡No me vengas con eso! – ladró el Secretario General de la República de Marmeria, un hombre de baja estatura que intentaba compensar por su tamaño con su voz. – ¡No hay otra forma de que una singularidad haya sido abierta! ¡No mientras tengamos en nuestro poder a Aura!
– Tenemos asuntos más importantes que echar culpas. – interrumpió el Rey de Rosenblum. – Ahora, propongo que enviemos ayuda a las Normas y reconstruyamos Arzenal inmediatamente. Y deberíamos hacerlo antes de que los DRAGONs lancen un segundo ataque.
– No. – dijo el Emperador de Galia. – Eso ya no será posible.
Abriendo una nueva imagen, el Emperador de Galia desplegó la imagen de un Para-mail blanco que se enfrentaba al líder de la invasión. Aunque nunca lo había visto en persona, Julio reconoció la máquina gracias a los archivos de su padre. Y sabía que sólo había una persona que podría estarlo pilotando.
«Así que Angelise sigue con vida,» pensó, mientras su dedo recorría la cicatriz que ella le había hecho en la mejilla.
– No puede ser. – jadeó el Presidente de Enderant, un hombre delgado con traje azul claro. – ¿Ese es Villkiss?
– Pero estaba seguro de que fue destruido en la rebelión de hace años. – dijo el Rey de Rosenblum. Azotando su puño sobre la mesa, el secretario general de Marmeria señaló furioso al anciano.
– ¿Cómo es posible que no hayan notado esto? ¡Su familia es responsable por mantener la seguridad de Arzenal, y ahora están planeando otra revuelta!
– ¡La inspectora residente nunca ha mencionado nada de esto en sus reportes! – gritó el Rey. – ¡Y tampoco lo ha hecho el Coronel Ackerman, que está actualmente investigando Arzenal!
– La situación es mucho más seria de lo que piensan. – dijo el Emperador de Galia. Abriendo otra ventana, los líderes mundiales mostraron otra imagen. Esta había sido tomada dentro del hangar de Arzenal, durante el ataque de la unidad verde enemiga, y en la pantalla frente a ellos, había un hombre joven con el uniforme de la Guardia Nacional de Rosenblum que levantaba un escudo de Mana para protegerse del ataque de la máquina. – Rey Rosenblum, ¿quién es este hombre?
– No tengo idea. Se suponía que Ackerman iría a Arzenal por su cuenta para mantener la confidencialidad.
– La única explicación lógica – intervino la Reina de Velda – es que su Coronel Ackerman nunca llegó a Arzenal. Debe haber sido interceptado en ruta hacia allá por el mismo grupo que perpetró el asalto en el Pilar del Amanecer. Este hombre debe ser uno de sus agentes.
Así que este era uno de los rebeldes que se llevaron a Angelise antes que Julio pudiera corregir el error de su nacimiento. Todavía recordaba la arrogancia de ese en particular que se atrevió a insultarlo luego de que su cara había sido demacrada por esa asquerosa Norma.
– Exactamente lo que estaba pensando yo. – El Emperador de Galia estuvo de acuerdo.
– ¡Inconcebible! – gritó el Secretario de Marmeria. – ¡Primero falla en reconocer a Villkiss, y ahora su propia instalación se ha visto comprometida por un terrorista! ¡No me extraña que su hija haya sido secuestrada tan fácilmente! ¡Por todo lo que sabemos ella bien podría ser una simpatizante!
– ¡¿Cómo se atreve?! – espetó el Rey. – ¡No voy a tolerar ningún insulto hacia el buen nombre de mi hija Misty!
– Caballeros, por favor seamos civilizados. – solicitó el Emperador Julio.
– ¡Silencio, mocoso! – respondió el Rey. – ¡Después de todo, fue tu hermana la que asaltó a mi hija!
Julio sintió la ira elevándose en su interior y con ella, un poderoso deseo de lanzarse sobre la mesa para estrangular al anciano. Sin embargo, sabía que el maestro de la Gruta no aprobaría tales acciones.
– Esa criatura – respondió él – ¡ya no es mi hermana!
– ¡Ahórrate el aliento! – espetó el secretario de Marmeria. – ¡Todo este asunto es culpa de Misurugi! ¡Si tus padres hubieran honrado el acuerdo y ejecutado a su hija como se suponía que deberían, nada de esto estaría sucediendo!
– ¡Ya basta! – interrumpió la Reina de Velda. – Por ahora, debemos trazar una estrategia para asegurar la supervivencia de nuestro mundo.
Fue entonces que el Presidente de Enderant finalmente habló. – Si las Normas ya no pueden pelear, tal vez los humanos debamos tomar las armas.
– ¿Qué fue eso? – espetó el Secretario.
– ¿Está demente? – preguntó la Reina. – Usted sabe igual que el resto de nosotros que los humanos no pueden enfrentarse a las voces de los DRAGONS.
– Y sin embargo, este hombre lo está haciendo. – señaló el Presidente. – ¿Se acuerdan de la Network? ¿Ese grupo que planeaba involucrarse en la rebelión de las Normas? Utilizan tecnología cibernética primitiva para desconectar sus cerebros de la Luz de Mana y moverse sin ser detectados. Todos sabemos por qué las Normas son las únicas que pueden pelear contra los DRAGONS, pero ¿qué tal si ese mismo principio se aplica también a esos individuos? Ya sea que este hombre sea un miembro del grupo que sobrevivió a la purga, o si obtuvo la tecnología por su cuenta, claramente le permite pelear sin ser afectado por los DRAGONS. Si estuviéramos abiertos a negociar con ellos y explicarles la razón de la existencia de Arzenal, tal vez estén dispuestos a compartir esa tecnología con nosotros. Después de todo, también ellos dependen de la Luz de Mana.
– Prepóstero. – dijo el Emperador de Galia. – ¿En serio está sugiriendo que nos rebajemos al mismo nivel que esos radicales?
– E incluso si lo hiciéramos – intervino el Rey de Rosenblum – la única manera en que estarían de acuerdo en ayudarnos es si liberamos a las Normas. Y si el resto de la humanidad descubre la verdad sobre ellas, todo nuestro mundo se vendrá abajo.
Un repentino ruido de papel golpeando papel atrapó su atención, y se giraron hacia un árbol cercano. En su base, un hombre con traje verde y de largo cabello rubio se encontraba sentado rodeado por la vida salvaje virtual de la gruta. A su lado, un hombre imponente con un traje negro y cabello blanco permanecía de pie observando en silencio su debate.
– No tienen remedio. – anunció el Maestro Embryo al ponerse de pie. Mientras el verdadero gobernante del mundo se les aproximaba, incluso Julio se amilanó. El Maestro Embryo rara vez se involucraba en políticas oficiales, pero cuando lo hacía, el asunto era mucho más serio de lo que cualquiera de ellos podría haber imaginado. – Como yo lo veo, tenemos tres opciones. Primera, rendirnos ante los DRAGONS y devolverles a Aura.
– Pero... ¡pero eso sacrificaría la prosperidad de nuestro mundo! – argumentó el Secretario.
– Segunda, – continuó el Maestro Embryo – negociamos la paz con las Normas y los radicales y formamos un frente unido en contra de los DRAGONS.
– Completamente fuera de discusión. – dijo el rey de Rosenblum.
– Tercera... reconstruimos todo el mundo. – Alrededor de la mesa, los ojos de todos los líderes mundiales se abrieron del shock. – Es algo que he estado considerando desde hace algún tiempo. Una especie de reseteo. Deshacernos de las plagas, purificar el suelo, y volver a sembrar la tierra.
– Comenzar todo desde el principio... – Julio lo consideraba. – ¿Pero acaso eso es posible?
Sobre el hombro del Maestro Embryo aterrizó un pájaro, el cual empezó a acariciar con indulgencia.
– Lo es, pero primero necesitamos conseguir algunas cosas. Necesitaremos a los siete Ragna-mails, incluyendo a Villkiss. También necesitaremos al menos a seis Normas para pilotearlos. Ya he compilado una lista de candidatas potenciales.
Un millar de pensamientos asaltaron la mente de Julio al mismo tiempo. Si el plan del Maestro Embryo requería que las Normas pilotearan los Ragna-mails, entonces obviamente tendrían que venir desde Arzenal. Y si ese era el caso, eso significaba que quienquiera que las reuniera tendría la libertad de hacer con ellas lo que quisiera. Julio sonrió al darse cuenta que la oportunidad finalmente había llegado. Al fin podría deshacerse de la vergüenza de su familia, y Rosenblum no tendría ninguna autoridad para intervenir.
– Entonces comencemos. – anunció. – Este mundo ya estaba lleno de fallos de todas maneras. Pero una vez que se reconstruya, ya no necesitaremos más a esas asquerosas Normas. Maestro Embryo, por favor concédame el honor de reunir todo lo que necesita.
– ¡Espera un minuto! – gritó el Secretario. – ¡¿Cómo puedes simplemente tirar por la borda toda nuestra existencia?!
– ¿Alguna de ustedes tiene una mejor idea?
Ninguno de los demás respondió, y Julio supo que había ganado. Entretanto, el Maestro Embryo dio un paso al frente para colocar una llave de activación en su mano.
– En ese caso, permíteme darte acceso a mis herramientas. Mi asistente Dark te contactará en breve con más información.
Aceptando la llave, Julio apenas podía contener su excitación.
– Maestro Embryo, gracias.
Con eso, la Gruta se disolvió, y Julio se encontró de vuelta otra vez en su oficina. Frente a él, su confidente y amante Riza se encontraba esperando por sus órdenes.
– Acércate. – le ordenó. – Tenemos trabajo por hacer.
Mientras caminaba por el palacio, Julio no podía evitar sonreír. «Sólo espera, Angelise,» se juró a sí mismo. «Ya voy por ti.»
...
Dentro del refugio en la alcantarilla subterránea, Tusk escuchaba atentamente todo lo que sucedía en la reunión de Julio con Embryo y los otros líderes mundiales, gracias al micrófono que había colocado oculto en la oficina de Julio. Con su propio equipo, no podía hackear la conversación, pero sí pudo determinar lo que estaba sucediendo a través de lo que Julio había dicho en voz alta.
Destruir al mundo, ¿eh? ¿Y luego reconstruirlo desde cero? No si Tusk tenía algo que decir al respecto.
...
Ahora que la reunión se había terminado, Embryo podía hacerse cargo de asunto más importantes. Sus marionetas habían estado danzando al son de sus hilos tal cual como él esperaba. El ataque en Arzenal había sacudido sus jaulas de oro al punto que cuando propuso su plan, ni siquiera se molestaron en cuestionar lo que implicaba. Por supuesto, todavía tenía que lidiar con la amante de Julio, pero ella podía esperar hasta después. Aun así, le sorprendía un poco que sus "hijos" hubieran podido duplicar su tecnología tan bien. Incluso si todo lo que habían hecho había sido copiar su viejo prototipo.
Una vez que el último miembro del comité se marchó, Embryo y Dark se salieron de la Gruta también, y se encontraron en una enorme cámara subterránea. Lo suficientemente grande como para que un carguero de asalto pudiese caber allí puesto verticalmente, el centro estaba dominado por un enorme campo de contención mantenido por dos anillos de plataformas que colgaban suspendidos en el aire, cortesía de campos anti-gravedad. Arriba del anillo inferior, seis máquinas humanoides se encontraban alineados en una formación parcial de siete puntas, cuya armadura negra les daba una presencia ominosa como si fuesen heraldos de la perdición inminente. Y dentro del campo, un DRAGON mucho más grande que cualquier otro conocido en registros oficiales estaba encerrado en un estado de animación suspendida.
O al menos, eso era lo que creía Embryo. Más temprano ese mismo día, los escáneres de la cámara habían detectado dos picos separados de actividad cerebral. Fueron muy breves y ni de cerca al nivel que indicara que estaba despertando, pero Embryo seguía preocupado. Especialmente ya que ambos sucedieron en proximidad muy cercana a la incursión. Sería mejor no dejar nada a la suerte cuando el tiempo del renacer estaba tan cerca. Abriendo una serie de ventanas de Mana, comenzó a chequear todas las lecturas que había tomado ese día.
– ¿Hay algo que te incomode, Dark? – preguntó de repente. Desde que salió de la Gruta, su vasallo se veía extrañamente preocupado.
– El hombre que se infiltró en Arzenal. Estoy seguro de que era él. – le respondió. Aunque Embryo ya lo había castigado y perdonado por su fracaso, sabía que el orgullo de su vasallo seguía herido por haber fallado en capturar a la Norma escapada y al disidente. – Más todavía, yo no confío en ese niño Julio. ¿Por qué le permite supervisar la adquisición? Especialmente en relación a su hermana.
Embryo tarareó pensativo, mientras continuaba analizando los datos de las prisioneras.
– Es cierto, es impulsivo. Y el que esté tan dispuesto a sacrificar a su propia familia para beneficiarse a sí mismo es muy repelente. Sin embargo, hasta que no haga algo que realmente despierte mi ira, no tengo ninguna razón para buscar retribución. Además, incluso si lo hiciera, tengo la certeza de que puedo usarlo a mi favor. En cualquier caso, tenemos nuestros propios asuntos que atender. Es altamente probable que la Network intente intervenir. No sé cuánto se habrán recuperado sus fuerzas, pero es mejor no arriesgarnos al fracaso. La propia Alektra será bastante obstinada, y dudo mucho que Julio tenga la habilidad táctica para manejar un ataque por dos flancos al mismo tiempo. Dark, confiaré en ti para que los manejes. Usa cada herramienta a tu disposición.
Dark sonrió e hizo una reverencia. – Por supuesto, Maestro Embryo.
Ya con su tarea asignada, Dark se dio la vuelta y se dirigió al elevador aéreo, ascendiendo en una plataforma a la altura de la cámara antes de desaparecer en un pasaje construido en el techo. Embryo mientras tanto abrió otra ventana, mostrando la imagen del intruso en Arzenal. Si Dark estaba en lo correcto, y su instinto usualmente lo estaba, entonces este individuo en particular ameritaba estudio. Se había robado a la primera candidata para los Ragna-mails, ayudó a rescatar a Ange de la horca, y ahora aparentemente se había vuelto parte del círculo interno de Alektra. En los largos años de su investigación, Embryo había llegado a determinar que la causalidad nunca permitía coincidencias, y su mirada nuevamente se giró hacia el DRAGON gigante cautivo.
– ¿Qué es él para ti? – se preguntó en voz alta. – ¿Cuál es su conexión?
...
Encima del elevador aéreo, Dark continuó ascendiendo por el pasaje, hasta que llegó a un nivel justo debajo de la superficie. Desde allí, un panel se abrió, y la plataforma lo llevó por un túnel hacia el hangar secreto. De cierta manera, estaba agradecido con ese chico y sus aliados. Gracias a ellos, una vez más podía entrar en batalla a bordo de la nave que el Maestro Embryo le había otorgado.
Finalmente, el corredor llegó a su final y la plataforma se asentó abajo, antes que una puerta doble de acero se abriera. Dark salió de ella, y con un movimiento de la mano hizo que la puerta se abriera. Sus botas resonaron en el piso de metal mientras las luces arriba de él se encendían, iluminando su camino hasta revelar la máquina humanoide al final del hangar.
Igual que las unidades en la cámara principal, esta era de color negro, y estaba equipada con un par de motores con forma de alas en su espalda. Sin embargo, los motores de esta máquina eran de color rojo brillante, al igual que su cromado y la escotilla de la cabina. También le faltaba la figura decorativa en su frente. En lugar de eso, un par de extensiones con forma de cuerno sobresalían desde detrás de los lados de su cabeza. Y cuando Dark se le aproximó, los escáneres ópticos se encendieron, como si acabara de despertar de un largo sueño.
– Vamos, Bareta. – anunció. – Tenemos trabajo por hacer.
Esta historia continuará...
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