Capítulo 14: Batalla de un hombre
Al recobrar la conciencia, Ange gimió al sentir el chichón detrás de su cabeza. ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba fue que algo la hizo tropezar en el pasillo y luego...
– ¡Momoka! – gritó, empezando a patear con sus piernas sólo para que sus pies golpearan algo grueso y duro.
Ahora que había abierto los ojos, miró a su alrededor pero todo lo que pudo ver era oscuridad. Ange alargó la mano y sintió otra superficie. Por lo que podía sentir, era como si estuviera atrapada dentro de una especie de caja. Al ponerse de pie, su codo golpeó contra algo duro y largo que cayó contra ella, y maldijo por la sorpresa.
«¡Tengo que salir de aquí! Momoka y Hilda... ¡No puedo dejar que ese DRAGON las mate!» Se puso a golpear los cuatro lados, pero no podía encontrar la forma de abrir su jaula, así que comenzó a gritar. – ¡Hey! ¡Que alguien me saque de aquí!
...
– ¡¿Entonces estás diciendo que los DRAGONS tienen Para-mails?! – preguntó Hilda.
– ¡Exactamente! – respondió Rio. Espiando por una esquina, Rio les hizo un gesto a ella y a Momoka para que lo siguieran, una vez que tuvo la certeza de que no había DRAGONS a la vista. – Y uno de ellos está equipado con un arma de destrucción masiva. Un solo disparo de esa cosa vaporizó un trozo completo de la isla. Cuando salí del centro de comando, el resto del primer escuadrón excepto Salia estaba a punto de salir a enfrentarlos. Pero si no hacemos despegar a Ange y Villkiss antes que esa unidad roja vuelva a disparar, todos estaremos muertos.
– ¿Qué pasó con la Srta. Salia? – preguntó Momoka.
– Jill la envió a soltar a Ange y Hilda. Una vez que encontremos a Ange, saldré a buscarla. – Más adelante, sonaron disparos por otro pasaje y los tres salieron corriendo hacia la fuente. Al girar por la esquina, se encontraron con un escuadrón de las reservas que acababa de derrotar a otro Goleta.
– ¡Capitán, señor! – dijo una al ver a Rio aproximarse.
– ¡Tranquilícense! – les dijo. – ¡Reporte de estatus!
– Los estamos emboscando en cuanto podemos encontrarlos. – dijo la líder. – Por suerte, su tamaño les juega en contra en espacios cerrados, pero siguen metiéndose desde afuera. – Como si quisiera enfatizar su punto, otro chirrido hizo eco por los corredores seguido de un grito y más disparos.
– Entendido. Ahora escuchen todas. Necesitamos encontrar a Ange. Ella y su compañera de celda fueron separadas cuando las atacó un DRAGON. Es imperativo que la encontremos y la hagamos despegar. ¿Alguna de ustedes...?
– ¡Espere un minuto! – interrumpió Momoka. – ¡Escucho algo!
Rio se ahuecó en la oreja, y bajo los sonidos de la batalla que ocurría por todo Arzenal, unos golpes secos que sonaban como alguien pateando una pared se podían oír junto con gritos ahogados.
– ¡Hey! ¡Que alguien me responda!
– ¿Esa no es Ange? – se preguntó Hilda. Siguieron el sonido hasta encontrar un armario de mantenimiento, el cual algo lo golpeaba salvajemente desde adentro. Hilda y Rio intercambiaron miradas confusas mientras Momoka desbloqueaba la manija y Ange cayó frente a ellos, seguida de un montón de escobas y trapeadores. – ¡En serio! ¡¿Nos abandonas para esconderte en un armario?!
– ¡Lady Angelise nunca haría algo tan bajo! – protestó Momoka.
– ¡Por supuesto que no! – jadeó Ange. – ¡Algo me hizo tropezar y luego me noquearon, y cuando desperté estaba allí dentro! No sé por qué, pero... ¡mi anillo! – Ange se quedó lívida al ver su mano vacía y frenéticamente volvió a mirar en el armario, arrojando las escobas y demás productos de limpieza fuera de su camino. – ¡Se llevaron mi anillo!
Mientras Ange buscaba desesperadamente su anillo desaparecido, mil pensamientos comenzaron a correr por la cabeza de Rio al mismo tiempo. No parecía probable que alguien fuese a tomar la oportunidad de robarse una pieza de joyería en medio de un asedio. La única razón lógica que se le ocurría era si supieran la conexión del anillo con Villkiss. ¿Pero quién? Aparte de sí mismo, Rio podía contar a quienes sabían la verdad sobre el anillo con una sola mano. Y ninguna de ellas podría tener algún motivo para robarlo, excepto para...
«Un minuto...» pensó al darse cuenta. «No lo haría...»
– Creo que ya sé quién lo tomó. Pero si tengo razón, estamos en serios problemas. ¿Alguien tiene una radio? – Una de las del escuadrón de reserva le pasó un transmisor que llevaba en su cinturón. – Jill, responde. ¿Puedes oírme? – No hubo respuesta, aunque algunas de las Normas le dieron miradas perplejas. El búnker de comando debía estar en un sistema separado. – ¡Mierda! Ange, creo que Salia fue quien se llevó tu anillo. Quiere usarlo para pilotar ella misma a Villkiss.
– ¿Qué? – gritó Ange. – ¡Pero eso no tiene sentido!
– ¡Sólo confía en mí, ¿de acuerdo?! ¡Muy bien, escuchen! – les dijo mientras se giraba hacia las reservas. – Necesito a dos voluntarias. Una de ustedes que lleve a Ange y Hilda al hangar. La segunda que lleve a Momoka a algún lugar donde los DRAGONS no la puedan alcanzar. El resto de ustedes vengan conmigo.
– Espera. – le dijo Hilda. – ¿Qué planeas hacer?
– Lo único que puedo hacer. – le dijo. – Ir y matar a tantos de ellos como sea posible.
– Vamos. – urgió Ange. – Tenemos que atrapar a Salia. Y en cuanto a ti, – le advirtió a Rio – si algo le llega a pasar a Momoka tendrás que responderme a mí. Pero si la mantienes a salvo... tal vez te escuche lo que tengas que decir.
Rio sonrió, y ahora las Normas estaban todavía más confundidas. El comportamiento del hombre que conocían como el Capitán Algren ya era extraño, pero ahora una Norma lo había amenazado y él actuaba como si no fuese nada.
– Te tomo la palabra por eso. Ahora muévanse.
– Lady Angelise, por favor tenga cuidado. – suplicó Momoka.
– Lo mismo va para ti. – le dijo Rio a Hilda, que sonrió ligeramente.
– Por favor. Como si un puñado de Goletas pudieran matarme.
Una de las otras dio un paso al frente y les indicó a las dos pilotos que la siguieran antes de desaparecer con ellas por las escaleras. Mientras otra de las reservas se llevaba a Momoka por el corredor, Rio se giró a las otras y se dio cuenta que tendría mucho que explicarles después.
– Vamos. Tenemos pestes que exterminar.
...
En los cielos arriba de Arzenal, la batalla seguía en curso mientras la masiva horda de DRAGONS descendía en picada sobre los Para-mails restantes. Aunque sólo tres unidades de artillería enfrentaban el feroz asalto, hicieron una formación triangular para cubrirse sus flancos, formando un muro de balas y fuego de cañones que evitaba que los Goletas se acercaran demasiado.
– ¡Buen trabajo todas! – dijo Ersha. – ¡Sólo tenemos que resistir hasta que las otras logren reabastecerse!
– ¡Hay demasiados! – chilló Chris. – ¡No podemos seguir el paso!
– ¡Tenemos que hacerlo! – argumentó Rosalie. – ¡Sólo piensa en todo el dinero que sumaremos luego de derribar a tantos de los pequeños! ¡No recibiremos nada si morimos!
A poca distancia de allí, el enemigo azul seguía chocando contra Vivian y su Razer, con las dos unidades danzando en un torbellino de cuchillas. Vivian dio un tajo con una de sus cuchillas de boomerang que la unidad bloqueó con la espada de su brazo. Rodando para escapar del contraataque, Vivian giró y trató de apuñalar al enemigo por la espalda, sólo para que la unidad azul girara junto con ella y evitara el impacto. Su rodilla se elevó tratando de golpearla en el casco abdominal, pero Vivian contraatacó con un rodillazo propio, haciendo que ambas salieran despedidas hacia atrás. Dentro de su cabina, con el sudor chorreándole entre las cejas, Vivian jadeaba mientras se preparaba para el siguiente asalto.
«¡Quienquiera que esté en ese Para-mail es realmente increíble!» pensó. «¡No había hecho tanto ejercicio en un largo tiempo!»
Dentro de su propia unidad, Naga sentía que sus habilidades estaban siendo empujadas a su límite. Soryugo había sido construido para velocidad y agilidad para ajustarse a su propio estilo de pelea. Pero este enemigo rosa, entre su movilidad natural y la habilidad de su piloto, era capaz de igualarla movimiento por movimiento.
«Esta no es una enemiga ordinaria,» pensó. «Pelea como si fuera una de nosotros.»
Arriba, Salamandinay observaba a sus fuerzas mientras continuaban su asalto. Los sensores de objetivo ya habían sido calibrados. Ahora sólo tenía que esperar a que el núcleo de poder de Enryugo se estabilizara para poder soportar otro disparo. En ese momento, Naga se enfrentaba a una enemiga en su Soryugo mientras Kaname continuaba tratando de minar las defensas de la base enemiga. Estuvo a punto de llamarlas cuando un movimiento desde la pista de lanzamiento principal de la isla atrapó su atención. Volando hacia ella había otra unidad enemiga. Pero esta era diferente del resto. Era de color blanco y el diseño mostraba elementos muy parecidos a los de sus Ryuu-shin-ki.
«Esa es una de las máquinas de ese hombre,» se dio cuenta al ver el temporizador en su consola. Le quedaban siete minutos antes de tener que cerrar la singularidad para evitar una grieta dimensional.
– Naga, Kaname, continúen con sus partes. – les ordenó por la radio. – Déjenme esa unidad a mí.
...
– ¡Señora! – dijo Olivier. – ¡Acabo de recibir noticias de Zhao Mei! ¡Villkiss acaba de despegar!
– ¡Excelente! – dijo Jill recogiendo el transmisor. – Ange, escúchame. Esa unidad roja es el objetivo de mayor prioridad. Derríbala antes de que vuelva a disparar su arma y...
– ¡Ya lo sé, Jill!
Esa voz... ¡no podía ser!
– ¿Salia? – gritó Jill. – ¿Qué diablos crees que estás haciendo? ¡Trae a Villkiss de vuelta inmediatamente! ¡Es una orden!
– ¡No me importa! ¡Si no me vas a escuchar, entonces te obligaré a hacerlo! – La radio cortó comunicaciones y Jill se quedó mirando la ventana con una mezcla de shock y horror.
– Tú... ¡niña estúpida!
...
Hasta donde Salia podía ver, toda la horda de DRAGONS llenaba elcielo. Y justo frente a ella, la unidad roja que había diezmado casi un tercio de Arzenal se mantenía suspendida en el aire justo debajo de la singularidad. Pero Salia no tenía miedo. Finalmente tenía a Villkiss. Y con el anillo de Ange en su dedo, finalmente podría controlarlo.
«¡Obsérvame, Alektra!» se juró. «Te voy a mostrar que nunca debiste haberle confiado a Villkiss a alguien como Ange.»
Disparó su rifle de asalto, y un trío de Goletas que volaban encima de ella volaron en pedazos.
– ¡Hey, es Ange! – oyó a Rosalie gritar por la radio.
– ¿Qué diablos está haciendo aquí? – exigió saber Chris.
– ¡Ella no está aquí! – respondió Salia. – Ustedes tres, sigan conteniendo a los Goletas. Las otras volverán para relevarlas pronto. Vivian, mantén ocupada a esa unidad azul. Yo voy tras el líder.
Como si percibiera sus intenciones, la unidad roja se lanzó en picada hacia ella. Salia giró el acelerador en respuesta y se preparó para el aumento de velocidad, pero en lugar del rugido de fuego del motor, la velocidad de Villkiss apenas se incrementó en absoluto.
«¿Qué diablos pasa?» se preguntó. «¿Por qué no te mueves?»
...
Si los niveles inferiores eran un campo de batalla, los superiores se habían convertido en un matadero. En cuanto Ange y Hilda llegaron a la parte superior de las escaleras y entraron al comedor, el hedor dulzón de la sangre estaba en todo el aire. Por donde sea que miraran, cadáveres de Normas y DRAGONS llenaban todo el piso mientras detrás de una fila de mesas volcadas, Linda la jefa de cocineras y el resto del personal de la cocina intentaba contener a los Goletas mientras intentaban de nuevo entrar en la base por la ventana principal de la cafetería.
– ¡Hey! – gritó su escolta. – ¡Tengo que llevar a estas dos a su cuarto de casilleros! ¡Cúbrannos!
– ¡Estoy en ello! – respondió Linda. Con la guardia guiándolas, las dos pilotos lograron rodear la barricada y bajar por el pasillo hacia el cuarto de casilleros del primer escuadrón. Se cambiaron rápidamente en sus trajes de piloto, y se apresuraron a ir al hangar principal.
– ¡Ange! ¡Hilda! – gritó Zhao Mei mientras las veía aproximarse, mientras cadáveres de DRAGONS llenaban toda la pista y la cubierta de lanzamiento. Mientras las mecánicas corrían a toda prisa para reabastecer de combustible y munición los Para-mails, las miembros sobrevivientes del primer y segundo escuadrón proveían cobertura y disparaban para derribar a cualquier DRAGON que se acercara a su rango de tiro. En el camino, pudieron oír más disparos y chillidos desde el centro comercial de Jasmine junto con los ladridos de Vulcan. – ¿Qué pasó? Salia me dijo que ustedes dos estaban fuera de comisión.
Así que fue Salia quien la noqueó después de todo. Mientras Ange miraba alrededor, notó que otra cosa suya no estaba.
– Mei, ¿dónde está Villkiss?
– ¡Míralo tú misma!
Ange siguió con la mirada a donde señaló la mecánica, y la quijada se le cayó al ver a Villkiss intentando interceptar a un Para-mail rojo que se lanzaba en picada hacia él. A poca distancia, las unidades de artillería del primer escuadrón intentaban contener a los Goletas mientras la unidad de Vivian se enfrentaba a otro enemigo. Mientras ellas observaban, Villkiss intentó transformarse pero falló, permitiéndole a la unidad roja darle una patada en cuanto le pasó cerca, enviando a Villkiss cayendo en espiral hacia el mar.
– ¡Mei! – gritó otra mecánica. – ¡Estamos listas!
– ¡Bien! Pilotos a sus Para-mails. ¡Todas las demás, cúbranlas!
– ¿Qué hay del mío? – preguntó Hilda.
– Ya está lleno de combustible. – respondió Mei. – Puedes despegar después de las otras.
– ¡Espera un minuto! – dijo Ange. – Mei, lanza primero a Hilda. Hilda, necesito que me hagas un favor.
...
Salia apretó sus dientes mientras el mundo daba vueltas a su alrededor. Luchando contra las fuerzas G, Salia forzó a los motores de Villkiss a ponerla en posición para flotar, logrando recuperar la estabilidad.
– No lo entiendo. – jadeó. – ¿Por qué no funcionas?
Ella tenía el anillo. Igual que Ange cuando lo pilotaba, así que ¿por qué era diferente? ¿Por qué Villkiss no era capaz de igualar al enemigo rojo?
Como si fuese una respuesta, la declaración críptica de Jill de hacía tiempo se repitió en su cabeza: «Hay cosas que no puedes hacer.»
Un repentino rugido arriba de ella le alertó de un grupo de Goletas aproximándose, y Salia descendió para evadir, pero incluso entonces Villkiss continuaba forcejeando como si se resistiera a ella en cada paso del camino. Ahora los DRAGONS se estaban acercando, cuando un repentino estallido de disparos de una ametralladora los cortó.
– ¡¿Quieres dejar de empujarme?! – gritó alguien por la radio.
– ¡Tú fuiste la que me pidió el aventón, así que deja de ser una perra con ello!
Salia se giró para ver a un muy familiar Para-mail rojo volando junto a ella. Y encima de él, Ange iba montada detrás de Hilda.
– ¡Salia! – le gritó Ange. – ¡No sé qué diablos estás haciendo, pero devuélveme mi anillo y a Villkiss, AHORA!
¿Cómo se salió tan rápido? ¿Y por qué Hilda de todas las personas la estaba ayudando? ¿Acaso no odiaba a Ange por la muerte de Zola?
– ¡Olvídalo! – le gritó ella. – ¡Villkiss es mío y no dejaré que te lo lleves!
Como si sintiera su voluntad, los motores de Villkiss de pronto rugieron y salió disparado en persecución del enemigo rojo.
«Puedo hacerlo,» pensó Salia. «Voy a demostrar que puedo pilotear a Villkiss.»
...
Maniobrando entre el fuego antiaéreo, Kaname desenfundó el Zuiun de Hekiryugo y destruyó otra fila de cañones. Para entonces, más de la mitad de las defensas enemigas habían sido neutralizadas, permitiéndole al clan Syphis infiltrarse libremente en la base y enfrentarse a las Normas uno a uno. Mientras se preparaba para moverse hacia la siguiente zona, uno de los Syphis voló hacia ella y en el lenguaje de su gente le alertó de lo que acababa de emerger desde la base.
«Así que tienen una de sus malditas máquinas,» pensó.
Poco después, Lady Salamandinay en persona les ordenó a ella y Naga continuar con sus misiones respectivas mientras ella se encargaba del Ragna-mail solitario. Desde su posición arriba de la base enemiga, Kaname observó cómo Lady Salamandinay recibía la carga de su oponente con facilidad antes de desviarla de un solo golpe.
«Qué raro,» se dijo al verlo. «Un Ragna-mail no debería ser derrotado tan fácilmente.»
Poco después, un Para-mail rojo emergió desde la bahía de lanzamiento y salió volando en persecución de la unidad amarilla. Aunque la mayor parte de la artillería de la base ya había sido eliminada, unos cuantos de los Para-mails de las Normas habían sobrevivido al ataque de Lady Salamandinay. Aunque no tuviera dudas de que la princesa podía arreglárselas por sí misma, cualquier oponente adicional podría ser un obstáculo y sólo le quedaban pocos minutos antes de tener que retirarse.
– Naga, mantén a las unidades de afuera ocupadas. – dijo por el canal de transmisión. – Me encargaré de destruir su hangar.
...
Otra vez, Salia trató de cambiar a Villkiss a modo destructor, pero la transformación volvió a interrumpirse y regresó al modo vuelo.
«Bien, en ese caso usaré esto,» decidió. Salia persiguió a la unidad roja, usando el rifle de asalto que llevaba colgado del brazo para salpicar el aire mientras el enemigo continuaba evitando cada bala.
– ¡Deja de burlarte de mí! – gritó. ¿Por qué? ¿Por qué no lograba acertarle? ¿Por qué seguía Villkiss resistiéndose a ella?
«Porque tú no eres Ange.» La voz de Jill hizo eco en su cabeza.
¿Y qué si Ange tenía un talento natural para volar Para-mails? Ella había volado por mucho más tiempo.
«¡Hay cosas que no puedes hacer!»
«¡Eso no es cierto!» se gritó a sí misma. «¡He trabajado más duro que nadie! ¡¿Por qué siempre tiene que ser Ange?! ¡Ya tengo el anillo, ¿qué más necesito?!»
Como si fuera una respuesta, Salia recordó las palabras de Rio durante la reunión.
«Sólo una Norma de sangre real puede pilotear esa máquina.»
Eso no podía ser verdad. Si eso era todo lo que hacía falta, eso significaba que... que Jill le había mentido. La revelación dejó a Salia totalmente aturdida, al punto que no pudo responder cuando la unidad roja de pronto cambió de dirección y voló pasándola de largo, disparando con su cañón de rayos en el brazo un salvo de proyectiles que hizo caer a Villkiss del cielo.
...
Desde la parte trasera de su Glaive, Hilda observó con horror cómo la unidad enemiga golpeaba a Villkiss enviándolo de nuevo en una espiral descendente.
– Ve tras ella. – le dijo Ange.
– ¿Y después qué?
– Cuando nos acerquemos, saltaré hacia Villkiss. – dijo Ange. La boca de Hilda se quedó abierta y se quedó mirándola como si se hubiera vuelto loca. – ¿Tienes una mejor idea?
– Supongo que no. – reconoció Hilda. Ange tenía un buen punto. – ¡Sujétate!
Ange se aferró alrededor de la cintura de Hilda, que se sonrojó al sentir los enormes pechos de la rubia presionándose contra su espalda. Había pasado un largo tiempo desde que sintió el calor de otro cuerpo. Pero por agradable que se sentían los pechos de Ange, por alguna razón no la excitaban tanto como antes.
...
A través de sus binoculares, Jill observaba con horror cómo Salia era derribada del cielo. Si Villkiss era destruido, todo habría terminado. Libertus se habría perdido por completo. Pero un destello rojo captó su mirada, y al seguirlo Jill vio la unidad de Hilda persiguiendo a Villkiss. Y montada detrás de Hilda iba alguien con cabello dorado.
«Ange,» pensó. «No sé lo que planeas, pero más te vale que sea bueno.»
– Comandante, tenemos un problema. – advirtió Pamela.
– ¿Ahora qué? – demandó Jill. Esto se estaba convirtiendo en un desastre. Si ya no fuera bastante malo que los superaran ampliamente en número, su única esperanza estaba a punto de desplomarse sobre el mar.
– Ese enemigo verde. – le respondió la operadora. – Se está moviendo frente a la base. Parece que se dirige directo hacia el hangar.
Jill maldijo entre dientes y cogió el intercomunicador.
– Todos los cañones restantes apunten al enemigo verde. – anunció. – Atención a todo el personal disponible. Hostil aproximándose al hangar. ¡Jasmine, Zhao Mei, prepárense para tener compañía!
...
Haciendo su mejor esfuerzo por mantener a las niñas calmadas, Mary las llevó hacia una esquina donde con suerte podrían evitar ser vistas. Siendo una de las profesoras asignadas para cuidar a las niñas Normas, su seguridad era su mayor prioridad. Cuando la Comandante había anunciado que una singularidad se había abierto arriba de su base, las llevó abajo hacia el cuarto seguro designado. Pero ahora, siguiendo la explosión, sonaba a que los DRAGONS se habían infiltrado en la base. Desde afuera se podían oír chirridos inhumanos y disparos.
– ¿Srta. Mary? – preguntó una niña. – ¿Acaso los DRAGONS nos van a comer?
– Por supuesto que no. – Mary sonrió y negó con su cabeza. – Sólo tenemos que quedarnos quietas y dejar que las adultas se encarguen de esto.
De repente, el sonido de unas pisadas fuertes en el corredor las alertó de la presencia de algo enorme. Mary se puso un dedo en la boca y todas las niñas se quedaron calladas. Con suerte, la criatura no los notaría y seguiría de largo.
Una sombra oscura pasó por debajo de la rendija de la puerta, y Mary suspiró de alivio cuando de repente el muro se hizo añicos y el DRAGON metió su cabeza por el agujero. Las niñas gritaron, pero Mary cogió el borrador de tiza que se había llevado del salón y se lo arrojó al DRAGON en la cara, cegándolo con una nube de polvo y haciéndolo estornudar y llevarse las garras a los ojos.
– ¡Corran ahora!
Con su agresor distraído, Mary llevó a las niñas hacia la puerta y de repente se encontró cara a cara con el Capitán Algren, que llevaba una escopeta de asalto en las manos. Mary sabía demasiado bien lo que iba a hacer. Seguramente había venido corriendo aquí abajo a esconderse, y ahora las iba a sacrificar a ella y a las niñas obligándolas a servir de carnada para DRAGON. Y luego haría su escape mientras la bestia las mataba.
– ¡Muévete! – le gritó mientras sacaba una subametralladora de su cinturón.
Mary parpadeó sorprendida y luego notó al grupo de Normas que venían con el Capitán, todas las cuales apuntaron con sus rifles de asalto en la misma dirección que él.
– ¡Aléjate ahora! – le repitió. El DRAGON se salió del agujero que había hecho, y Mary empujó a las niñas contra la pared mientras sus salvadores abrían fuego y abatían al DRAGON. Mientras sus orejas seguían zumbando por los disparos, el Capitán se les acercó y Mary se sorprendió de ver una expresión de preocupación en su rostro. – ¿Están todas bien?
– S... sí señor. – tartamudeó ella, mientras la Comandante Jill hacía un anuncio por el intercomunicador.
– Atención a todo el personal disponible. Hostil aproximándose al hangar. ¡Jasmine, Zhao Mei, prepárense para tener compañía!
– ¿Qué significa eso? – preguntó una de las de reserva. Mary miró al Capitán y vio que este fruncía el ceño pensativo antes de que sus ojos se ensancharan ante la realización.
– ¡Mierda! – gritó. – ¡Una de ustedes, llévese a la profesora y a las niñas más adentro de la base! ¡El resto terminen de limpiar a los intrusos!
Antes que nadie pudiera hacer preguntas, el Capitán salió corriendo en la dirección del hangar. Mientras una de las de reserva les indicaba a ella y a las niñas que las siguieran, Mary todavía no podía creer lo que acababa de ver.
A un humano luchando codo a codo con Normas.
...
Para colocarse en posición y lograr que el plan de Ange diera resultado, Hilda no sólo tuvo que igualar la velocidad de descenso de Villkiss, sino también maniobrar su Glaive de tal manera que colgaba de cabeza encima de la otra unidad. Las fuerzas-G casi la hicieron desmayarse, pero luchó contra ellas hasta que tuvo la certeza de que estaba en posición para que Ange pudiera saltar.
– ¡Muy bien, ahora! – le gritó.
Ange se soltó de su cintura y se dejó caer sobre el asiento, dando una voltereta mientras descendía por el aire hasta que se agarró del borde del casco de Villkiss y logró ponerse detrás de Salia.
«Qué presumida,» pensó Hilda. Pero al menos lo consiguió. Un tirón al acelerador después, Hilda sacó su Glaive del descenso antes de volver a ascender hacia las demás. Hora de ganarse algo de dinero.
...
Rosalie jaló el gatillo de su rifle, sólo para encontrarse con una recámara vacía.
– ¡Mierda! – gritó. – ¡Chicas, ya me quedé seca!
Jalando la alabarda de su cañón de estribor, Rosalie abrió la cuchilla y comenzó a agitarla salvajemente para acuchillar a cada Goleta que se metiera en su rango. Cerca de ella, Chris y Ersha también guardaron sus pistolas, luego de agotar su munición y necesitando ambas manos para repeler a cualquier atacante. Esto era malo. La unidad de Rosalie era la única equipada con un arma de combate cuerpo a cuerpo. Los Hausers usados por Chris y Rosalie simplemente no tenían el espacio para almacenar una debido a sus cañones en los hombros.
– ¿Qué vamos a hacer? – gritó Chris. – ¿Dónde están las demás?
– ¡Sólo sigan aguantando! – gritó Ersha. – ¡Ya llegarán!
Alrededor de ellas, los DRAGONS parecieron percibir que ahora estaban desarmadas, y comenzaron a circundarlas como tiburones hambrientos.
– ¡Vivian! – gritó Rosalie. – ¡Realmente necesitamos tu ayuda ahora mismo!
– ¡Aguanten todas! – respondió la piloto más joven.
Atravesando el cielo, Vivian se alejó del enemigo azul y se dirigió hacia sus camaradas. Pero su oponente se rehusó a dejarla ir y la persiguió, disparando su cañón del brazo y desviando la atención de Vivian.
– ¡¿Quieres dejarme en paz de una vez?! – le gritó disparando un salvo de proyectiles con su lanzacohetes contra el perseguidor. Entretanto, el anillo de DRAGONS había cerrado el círculo lo suficiente al punto que los tres Para-mails de artillería estaban pegados entre sí de espaldas. Los Goletas se lanzaron y Rosalie y Ersha tuvieron que forcejear mano a mano con uno cada una, pero Chris fue demasiado lenta para responder y otros dos se sujetaron de ella.
– ¡Chris! – gritó Rosalie.
– ¡Aléjense! – gritaron las chicas mientras los Goletas comenzaban a abrir con sus garras el casco del Hauser verde, sólo para ser repelidos por una lluvia repentina de balas. El ataque sorpresa dispersó a los enemigos que las rodeaban mientras un Para-Mail rojo de repente volaba frente a ellas y cambiaba a modo destructor.
– ¡Hilda! – exclamó Ersha con alegría.
– ¡Recarguen ahora! – les dijo. De cada cadera, el Glaive de Hilda extrajo los dos cargadores que Mei había asegurado con esposas magnéticas y se las arrojó a Rosalie y Chris. – Rosalie, Chris, ustedes dos y yo mantendremos a estos tipos ocupados. Ersha, vuela con Ange. Necesitará tu ayuda con algo.
– ¡Sí, señora! – replicó Ersha.
– ¡Espera un minuto! – protestó Rosalie. – ¿Quién te puso a cargo?
– Sí. – Chris estaba de acuerdo. – ¿Por qué deberíamos escuchar a una traidora como tú?
En respuesta, Hilda le apuntó con el rifle de asalto de su Glaive.
– ¡Espera, detente, está bien, tú ganas!
Hilda disparó, y el Goleta que estaba a punto de descender detrás de Chris explotó en una nube de sangre.
– ¡Si quieren vivir, más les vale hacerme caso! – les ordenó.
...
Vulcan ladró una advertencia, y Jasmine ajustó la mira de su rifle de francotirador.
– ¡Ya lo veo, ya lo veo! – gritó.
Jaló el gatillo y la bala de alta velocidad atravesó al DRAGON que acababa de entrar por el extremo abierto del centro comercial. A su alrededor, el resto del personal del centro mantenía sus posiciones junto a ella. Aunque el número de los que intentaban meterse por aquí había disminuido, Jasmine sabía que probablemente fuese porque encontraron otra entrada.
– ¡Zhao Mei! – llamó por su radio. – ¿Las demás ya están listas para despegar?
– ¡Ya casi! – respondió Mei. – ¡Tuvimos que lanzar primero a Hilda y Ange para que pudieran interceptar a Salia!
Jasmine miró por encima de su hombro y se preguntó qué estaría pasando exactamente en el hangar, cuando una sombra oscura atravesó la entrada exterior hacia el otro lado de la base.
«¿Qué, ese es un Para-mail?» se preguntó. ¿Pero de quién era?
– Atención a todo el personal disponible. – avisó Jill por el comunicador. – Hostil aproximándose al hangar. ¡Jasmine, Zhao Mei, prepárense para tener compañía!
La realización de lo que estaba a punto de suceder golpeó a Jasmine al mismo tiempo que hubo una explosión sobre la pista de lanzamiento.
– ¡Mei! – gritó Jasmine.
...
El océano se acercaba a ella a toda prisa, y Salia supo que ya estaba muerta. Incluso con el anillo, incluso con todo su entrenamiento y disciplina, realmente no podía dominar a Villkiss. Y todo porque ella no era una princesa.
«Alektra,» pensó. «Lo siento...»
Salia se relajó y esperó lo inevitable, cuando algo aterrizó en la cabina detrás de ella. Ange acababa de poner sus manos encima de las de Salia, que todavía sujetaban flácidamente el acelerador.
– ¡Prepárate! – le anunció.
– Ya es muy tarde. – dijo Salia. – Estamos muy abajo, no tenemos suficiente espacio para volver a ascender.
– ¡Oh, sí, claro que lo tenemos!
Ange apretó su agarre, y Salia de repente sintió una sensación cálida proveniente del anillo que le había robado a Ange. Como si reconociera a su piloto, Villkiss rugió cobrando vida, y los motores se dispararon a toda potencia, haciendo que el Para-mail blanco esquiara por encima de las olas, abriendo una trinchera a su paso antes de volver ascender hacia el cielo.
– ¿Lo ves? – se jactó Ange. – Ahora, ¿quieres devolvérmelo de una vez?
Con un suspiro de resignación, Salia se quitó el anillo y se lo devolvió a Ange.
– Tienes suerte de que ahora tengo problemas más grandes, o en serio te daría una buena luego de lo que hiciste. – le dijo. Justo entonces, el Hauser de Ersha vino cerca de ellas en modo vuelo.
– Ange. – dijo Ersha. – Hilda dijo que necesitabas ayuda con algo.
– Sí, espera un poco. – Algo se deslizó bajo el trasero de Salia, y ella lanzó un chillido al sentir la mano de Ange entre sus piernas.
– ¡Hey! ¿Q-qué estás haciendo?
– ¡Piensa rápido!
Con un levantón repentino, Salia gritó al sentir cómo la arrojaban fuera de Villkiss hacia el aire abierto. Ersha gritó sorprendida y descendió para ponerse debajo de ella, estirando un brazo para agarrar a Salia y ponerla detrás de ella.
– ¡Oh cielos! – se rio Ersha. – Eso ciertamente fue excitante.
Salia no respondió. A poca distancia, Villkiss cambió a modo destructor con toda la gracia y fluidez que siempre tenía cuando Ange lo piloteaba, y despegó hacia el enemigo líder. La unidad roja extendió la hoja en su brazo y cargó de frente para aceptar el desafío de Ange, y las dos unidades comenzaron a intercambiar disparos mientras danzaban alrededor una de la otra, ocasionalmente lanzándose para combate cercano con sus espadas.
– Asombroso. – jadeó Ersha.
«Así es,» Salia estuvo de acuerdo. «Ange es asombrosa. Y yo no.»
...
En cuanto Hilda y Ange ya se habían ido, el primer grupo de Para-mails se movió a posición de lanzamiento para volver a despegar.
– ¡Muy bien! – gritó Mei. – ¡Annie, Charlotte, Holly, ustedes primero! ¡Vayan allá fuera y denle al primer escuadrón algo de alivio!
En cuanto las dos pilotos restantes del segundo escuadrón y la vicecapitana del tercero saltaron a sus Para-mails, Zhao Mei hizo un chequeo rápido para ver si el camino estaba despejado. No había Goletas a la vista, así que les dio luz verde para que avanzaran, y las tres unidades salieron hacia la entrada, cuando de repente un rayo de energía las atravesó a las tres.
– ¡NO! – gritó Mei al ver una sombra aparecer entre las llamas y el humo. En medio del infierno, una unidad roja que no se parecía a ninguna que Mei hubiese visto emergió mientras volaba hacia el interior del hangar y cambiaba a modo destructor. Colocando su rifle en el gancho de su espalda, el Para-mail enemigo alzó el arma de su brazo izquierdo y comenzó a lanzar disparos de energía por todo el hangar. Tomó como prioridad a los Para-mails, destrozando sus cascos en un instante. Las armeras y las pilotos restantes gritaron de terror mientras trataban desesperadamente de evacuar, al tiempo que el hangar quedaba hecho ruinas a su alrededor. Algunas cogieron sus armas e intentaron pelear, pero la armadura del enemigo era demasiado gruesa y las balas sólo rebotaron encima de ella. En su brazo derecho, se extendió una cuchilla dorada, y la unidad verde la agitó en dirección al grupo que estaba más cerca, por poco cortándolas a todas a la mitad cuando algo golpeó su armadura con fuerza suficiente para obtener su atención.
– ¡Por aquí! – gritó Jasmine, sacando el cartucho vacío de su rifle de francotirador para meter otra bala en la recámara. Con Vulcan a su lado, la mujer mayor apuntó y volvió a disparar una y otra vez, logrando sacudir a la unidad verde con cada disparo. Al otro lado, dos empleadas del centro comercial estaban colocando una ametralladora pesada y empezaron a acribillar al enemigo con sus balas. – ¡Mei! ¡Saca a todo mundo de aquí, ahora!
– ¡De inmediato!
Agarrando un extinguidor de incendios cerca, Mei abrió un camino entre las llamas y les indicó a las demás que la siguieran. Mientras las sobrevivientes huían hacia los niveles inferiores, Jasmine y sus dos asistentes mantuvieron al enemigo a raya. El Para-mail verde intentó disparar el cañón de su brazo, pero los disparos constantes le impedían fijar un objetivo claro.
– ¡Sigan así, chicas! – le dijo. – ¡Enseñémosle a este bastardo lo que pensamos en Arzenal de los que irrumpen en nuestra casa!
A estas alturas, el enemigo había sido casi arrinconado en el muro más lejano, cuando de repente cogió una espada del estante de la pared, y se las arrojó a sus asaltantes. Jasmine maldijo mientras ella, Vulcan y sus asistentes saltaban fuera del camino, cuando la espada gigante rebotaba justo donde antes estaban paradas. Luego disparó su cañón de rayos, y las empleadas de Jasmine fueron vaporizadas antes de que ella tuviera la oportunidad de gritar sus nombres. Ahora la máquina tenía su atención en ella. Jasmine se arrodilló en el suelo al ver a su alrededor, dándose cuenta que todo había terminado. Casi todos los Para-mails habían sido destruidos, la bahía de lanzamientos era una ruina en llamas, y ahora era su turno.
«Así es como todo termina,» pensó.
Sintiendo algo frotándose detrás de su cuello, se dio la vuelta para ver a Vulcan parado detrás de ella
– Vete. – le dijo. – ¡Huye, lárgate de aquí! – Pero el perro dio un chillido obstinado y se sentó junto a ella. – Está bien. No digas que no te di la oportunidad.
Colocando una mano sobre la espalda de Vulcan para apoyarse, Jasmine se volvió a incorporar, para al menos morir de pie y con dignidad.
– Vamos. – retó al enemigo. – No tengo todo el día.
Como si le respondiera, el enemigo se preparó para disparar cuando de repente alguien arrojó algo frente a él. A través del humo y las llamas, Jasmine alcanzó a distinguir la forma de una granada, y reflexivamente se arrojó encima de Vulcan cuando la explosión hizo dar tumbos a la unidad enemiga. La onda de choque pareció doblarse alrededor de ellos, y Jasmine levantó la mirada para ver a una silueta alta de pie frente a ella y Vulcan, con un escudo de Mana levantado frente a él.
– Parece que llegué justo a tiempo. – Bajando su barrera, Rio sacó un cargador lleno que colocó dentro de su escopeta. – Tú y las demás salgan de aquí. Yo me encargaré de esta cosa.
...
Dentro de la cabina de Hekiryugo, Kaname se quedó mirando estupefacta la escena frente a ella. La inteligencia proveída por Lizardia había revelado que sólo había mujeres en esta base. Lo más impactante era que podía percibir la Luz de Mana dentro de él, lo que significaba que él no era uno de estas llamadas Normas. Pero si ese era el caso ¿cómo evitaba verse afectado por la canción de su gente? ¿Y por qué estaba luchando codo a codo con las Normas que él y los suyos habían esclavizado?
«A menos...» pensó «...que sea uno de esos renegados que mencionó.»
Al parecer, sus enemigos ya habían formado una alianza. Mientras observaba, el hombre le dijo algo a la mujer mayor y tanto ella como su mascota se levantaron del suelo y huyeron hacia donde un grupo de sus compatriotas habían ido a ocultarse durante el ataque inicial. Mientras ella se las llevaba lejos de allí, el hombre apuntó con su arma a Hekiryugo como si la estuviera desafiando, retándola con sus ojos a que hiciera el primer movimiento.
– No puede hablar en serio. – pensó en voz alta.
Aún con su poder robado ¿qué oportunidad podría tener contra su Ryuu-shin-ki? Pero bueno, si estaba dispuesto a morir, ella aceptaría su desafío. Kaname activó los motores y Hekiryugo salió propulsado de frente, extendiendo su hoja Tenrai hacia adelante para acuchillar al humano, que utilizó su Mana para evadirlo. Luego disparó y el casco retumbó con el impacto de los disparos que lograron acertarle encima.
«Es inteligente,» reconoció ella. «Sabe que la armadura de Hekiryugo es demasiado fuerte para los disparos de armas de fuego pequeñas, así que está apuntando a las articulaciones y los motores.»
Girándose para encararlo, y para poner el cuerpo de su unidad entre los motores y su oponente, lo persiguió, disparando el cañón de rayos en el brazo de Hekiryugo mientras el humano esquivaba y se alejaba de ella.
«¿Por qué no levanta de nuevo ese escudo?» pensó.
¿Tal vez tenía limitaciones de cómo podía usarlo? Logrando arrinconarlo contra una pared de llamas, Kaname trató de apuñalarlo de nuevo y como esperaba, levantó un escudo para desviar su golpe. Así que ella tenía razón. Sólo usaría ese escudo si no tenía otra opción. Quizás si abusaba de él, no podría volver a levantarlo. Se echó para atrás para dar otro golpe, cuando el humano de repente agitó su brazo y usó el poder para avivar las llamas que lo habían atrapado y enviarlas hacia la cara de Hekiryugo. Con sus sensores temporalmente cegados, el humano tomó la oportunidad para correr entre las piernas de Hekiryugo y dispararle por la espalda. Kaname lanzó una maldición al girar su máquina para acuchillar al humano, que usó un salto potenciado para lanzarse fuera del camino. Kaname capitalizó en ello y golpeó con el brazo izquierdo de Hekiryugo para mandarlo a volar por los aires, haciendo que se estrellara sobre uno de los Para-mails destrozados.
«Una pena,» pensó ella. «Al menos era valiente.»
Pero ahora, tenía asuntos más importantes que atender. A su izquierda había una especie de elevador. Por lo que había visto desde afuera, el hangar estaba compuesto de múltiples niveles. Seguramente tenía que haber más máquinas enemigas debajo de ella. Marchó hacia la plataforma del elevador, y estaba a punto de usar su hoja Tenrei para abrirla a la fuerza, cuando una ráfaga de fuego rápido golpeó a su unidad por la espalda. Girándose, Kaname vio en shock cómo su oponente emergía de las ruinas, con un aura verde rodeando su cuerpo. Así que, sin tiempo para levantar un escudo utilizó su poder para endurecer su cuerpo. Sin embargo, no había escapado ileso. Sangre chorreaba por su cara debido a un corte en su frente y la túnica de su uniforme había sido rasgada a la mitad. Luego le apuntó con la subametralladora con la que antes le había disparado.
– Todavía no hemos terminado. – le dijo.
...
Con Rio distrayendo al enemigo, Jasmine y Vulcan se apresuraron a donde había un último grupo de sobrevivientes acurrucadas cubriéndose tras un Glaive destrozado.
– ¡Vamos! – les gritó. – ¡Les está dando una oportunidad, ahora huyan!
Con mucha duda, la banda de niñas aterrorizadas emergió de su escondite y siguieron a Jasmine mientras ella y Vulcan les llevaban a la escalera de servicio y hacia el nivel inferior donde Mei las estaba esperando. Alrededor de la cubierta, armeras heridas y asustadas junto con las únicas pilotos sobrevivientes, Irma y Tanya del tercer escuadrón, se estaban abrazando entre ellas mientras por arriba de ellas el techo retumbaba con los sonidos de la batalla que ocurría encima.
– ¡Jasmine! – gritó Mei mientras corría. – ¿Qué está pasando?
– Rio está peleando con ese Para-mail enemigo. ¡Está usando la Luz de Mana para contenerlo, pero no sé por cuánto tiempo podrá aguantar! ¿Hay alguna forma de enviar a Irma y Tanya allá arriba para que le den una mano?
– No es posible. Los controles del elevador primario fueron destruidos durante el alboroto inicial de esa unidad verde. Y en cuanto a despegar desde aquí, bueno...
Jasmine miró afuera, y maldijo al ver a lo que Mei se refería. Aunque las cubiertas inferiores estaban abiertas y, en teoría, se podía hacer despegar un Para-mail con velocidad de crucero, el borde exterior de la cubierta donde estaban se veía obstruido por contenedores de almacenamiento, partes de repuesto y carcasas de Para-mails destruidos.
– Entonces habrá que sacar a una de las unidades afuera para que le den una mano. Irma, Tanya, ¿sus radios funcionan?
– ¿Huh? – respondió Tanya. – Sí, claro.
– Bien. Mei, contacta al primer escuadrón y has que manden a alguien para ayudar al Capitán. Voy a ver si puedo ganarle algo más de tiempo. Vulcan, quédate aquí y mantén a todos a salvo.
El perro chilló, pero obedeció lo que le dijeron mientras Jasmine corría hacia uno de los corredores que llevaban hacia el hangar.
– ¡Pero espera! – gritó Mei. – ¡¿Cómo vas a hacer eso?!
Jasmine se dio la vuelta y le sonrió a la joven mecánica.
– Haciendo lo mismo que él.
...
Tras poner algo de distancia entre ellas, Salamandinay sacó su rifle Seiren y disparó, pero el Ragna-mail blanco era demasiado rápido como para que Enryugo pudiese establecer la mira fija. No podía entenderlo. Apenas un momento antes, apenas parecía funcional, pero ahora estaba peleando al mismo nivel que su Ryuu-shin-ki. Su enemiga cerró la distancia, y Salamandinay extendió la bayoneta Shinden, una personalización propia suya, para apuñalar o acuchillar a su oponente, pero el Ragna-mail desvió cada golpe antes de propulsar su pierna para darle una patada. Alguien lanzó un cohete en su dirección, pero Salamandinay recuperó el balance a tiempo para derribarlo con la pistola de rayos de Enryugo.
«Ya no puedo perder más tiempo,» pensó dándose cuenta.
El portal se iba a cerrar muy pronto y tenían que retirarse. Regresando su rifle de vuelta a su funda en la espalda de Enryugo, Salamandinay retrocedió hasta estar segura de estar a una distancia segura. Aunque su misión de eliminar la base enemiga había fracasado, al menos podía destruir una de esas abominaciones de aquel hombre.
...
Hoshi ni toban El Ragna
Banri o koete kanata e
Cuando el enemigo rojo se retiró fuera de rango, Ange esperó a ver qué planeaba hacer su piloto. Pero nada podría haberla preparado para esto.
«Esa canción, ¿qué está haciendo?» se preguntó. Mientras observaba, la unidad comenzó a brillar con una luz dorada, y luego recordó que Hilda le había dicho que el enemigo líder estaba equipado con un arma de destrucción masiva. «Escuché esa canción justo antes de la explosión que sacudió Arzenal.»
¿Fue así como activó aquella arma? ¿Y por qué la canción sonaba igual que la melodía de la familia real? En ese momento, se acordó de algo más que le había dicho Rio.
«Villkiss es una máquina muy especial. Una que podría salvar al mundo, o destruirlo.»
¿Sería posible? Lo que estaba pensando, no había forma de que funcionara. Pero no era como que tuviera otra opción. El enemigo estaba demasiado lejos para dispararle, e incluso si lograba evadirlo, Arzenal no sobreviviría otro impacto como ese.
«Madre...» Ange comenzó a rezar, «...guíame como siempre lo hiciste.»
Hajimari no hikari
Kirali...kirali
Mientras cantaba, el anillo en su dedo comenzó a pulsar, y algo dentro de Villkiss comenzó a despertar.
...
Cuando Ange había retomado a Villkiss y comenzó la pelea con la unidad roja, los DRAGONS cesaron su ataque y observaban cómo su aliado combatía contra Ange. Aunque ella sabía que debía tomar la oportunidad para salir huyendo, el repentino respiro en la pelea fue un alivio tal para Rosalie y las demás que también se detuvieron para observar. Era como si todo el resultado de la batalla fuese determinado por quién de los dos oponentes cayera primero. Pero ahora, la pelea se había detenido, y por alguna razón tanto Ange como el piloto de la unidad roja estaban cantando.
– ¡Hilda! ¡Chris! ¡Quien sea! – gritó una voz desesperada por la radio.
– Mei, ¿por qué demonios están tardando tanto? – demandó Hilda. – ¿Dónde están las otras?
– ¡No podemos lanzarlas! – gritó Mei. – ¡Una de las unidades enemigas irrumpió en el hangar y destruyó la bahía de lanzamiento! ¡La mayoría de los demás Para-mails están hechos trizas y seguimos bajo ataque! Si no fuera por el Capitán...
– Espera, ¿qué? – gritó Hilda.
– Está peleando contra el enemigo. Hasta ahora, está logrando contenerlo con su Mana, pero no sé cuánto más podrá aguantar. ¡Necesita apoyo ahora mismo!
«¿El Capitán también está peleando?» se preguntó Rosalie. «¿Qué diablos está sucediendo?»
– Ese... ¡idiota! – oyó gritar a Hilda. – ¡Vamos, muévanse!
– ¡Espera un minuto! – chilló Chris. – ¡¿Qué vas a hacer?!
Hilda no les respondió. En lugar de eso, se lanzó en picada de vuelta al hangar a toda velocidad. Aunque seguían confusas, Rosalie y Chris la siguieron mientras algunos de los Goletas comenzaban a perseguirlas. Con Rosalie y Chris proveyendo fuego de cobertura, Hilda cargó de frente cuando al menos un puñado de enemigos se colocaron entre ellas y el hangar.
– ¡Fuera de mi camino! – les gritó. Con una furia como nunca le habían visto, Hilda se lanzó de cabeza entre el enjambre, cortando furiosamente con su alabarda a cada Goleta que se atrevía a interponerse en su camino.
– ¡Whoa! – jadeó Rosalie. – ¿Qué mosca le picó?
...
Entre el calor por el fuego y el humo agrio que llenaba el hangar, Rio sentía como si se fuera a desmayar. Sus pulmones estaban ardiendo y le picaban los ojos, pero canalizó su Mana para mantenerse enfocado y se preparó para el segundo round. Había perdido su escopeta cuando la unidad verde lo arrojó contra el Glaive en ruinas, así que sacó la subametralladora y la pistola de calibre .44 en sus caderas, aunque dudaba que ninguna de las dos pudiera hacer mucho daño, pero era mejor que nada.
El enemigo disparó el cañón de su brazo, y Rio usó su Mana para salir del camino, disparando las dos armas que tenía en las manos mientras intentaba rodearlo para impactar su espalda menos protegida. La hoja gigante en su brazo de repente bajó violentamente frente a él y tuvo que frenar de golpe. Apenas tuvo tiempo de levantar un escudo de Mana cuando la hoja se movió hacia él. Ahora, el enemigo estaba encima, golpeándole incesantemente con la hoja su escudo mientras Rio se arrodillaba para ponerse a cubierto. Mantenerlo levantado de esta forma le estaba drenando sus reservas rápidamente, y sabía que no podía mantenerlas por mucho tiempo. Así que, cuando el enemigo se echó para atrás para dar otro golpe, Rio dio un empujón con su brazo, y el escudo se expandió en una onda de fuerza que hizo retroceder a su oponente, casi haciendo que el Para-mail se fuera de espaldas. Agarrando una granada de su arnés, Rio cogió el seguro con los dientes y contó hasta el último segundo antes de arrojársela a la cara para que le explotara.
«¿Funcionó?» se preguntó.
El humo se dispersó, y para su decepción, vio que el único daño que hizo fue hacia el lado izquierdo de la cabeza de la unidad,
«¡Mierda!» maldijo con rabia. «Sólo me queda una granada. Tengo que destruir su cabina.»
Estas cosas no se veían demasiado diferentes de los Para-mail con los que él estaba familiarizado, y eso significaba que la cabina tenía que estar en la parte superior del pecho. Enfundando sus armas, Rio invocó su Mana y se preparó para su último asalto. Ahora sería a todo o nada,
– Ven entonces. – lo retó. La unidad verde se movió hacia él, y Rio levantó su mano mientras lanzaba una onda de Mana que hizo retroceder a su oponente. Al recuperar su equilibrio, el enemigo cargó de nuevo y le lanzó otra. Una y otra vez, onda tras onda de Mana golpeando el casco del Para-mail enemigo. Juntando ambas manos, Rio enfocó toda su energía en dar un último empujón.
«Esto es todo,» decidió mientras las empujaba ambas al frente, lanzando una onda que hizo caer de espaldas al enemigo. – ¡Te tengo!
Cogiendo su última granada, saltó sobre el estómago del enemigo, y estaba a punto de meterla entre la cabina, cuando algo lo agarró por la cintura, causando que la granada se cayera de su mano, retumbando en el suelo.
El enemigo se puso de pie mientras lo sujetaba y empezó a apretarlo. Rio apretó los dientes al sentir cómo su caja torácica era lentamente aplastada y trató de forzar su mana pata que la mano de metal lo soltara. Pero su última jugada le había agotado todas las reservas y ya no tenía suficiente para utilizar. El mundo comenzaba a oscurecerse y Rio empezaba a sentir que se le iba la vida cuando una explosión repentina sacudió a la unidad enemiga, y se sintió caer en el suelo del hangar. Algo hizo crack en su costado, y la visión de Rio estalló en una neblina de chispas mientras el dolor lo recorría, sabiendo que se había roto una costilla.
– ¡Por aquí! – gritó alguien.
Sintiendo cada aliento como una daga en su costado, Rio levantó la mirada y vio a Jasmine apuntando un lanzador de micro-granadas al Para-mail enemigo. Le dio un tirón al agarradero frontal y disparó otra ronda, logrando agrietar la armadura de la unidad. Detrás de Jasmine, otras Normas aparecieron con armas similares a las suyas y rodearon al enemigo para hacerle llover una granizada de explosivos encima. En su desesperación, la unidad comenzó a disparar salvajemente su cañón del brazo en todas las direcciones, forzando a las Normas a dispersarse mientras corrían para cubrirse.
Mientras él seguía tirado en el suelo, Rio trató de forzarse a levantarse, pero el dolor era demasiado para hacer algo más allá de mantenerse consciente, y con su Mana agotado, ni siquiera podía curarse. Igual que cuando se llevaron a Sarah.
«Demonios, no puedo dejar que esto suceda,» maldijo. Apretando sus dientes para soportar el dolor, Rio se apoyó sobre su brazo para empujarse a sí mismo para levantarse. «No puedo dejarlas morir. ¡No puedo dejar que mueran más de ellas!»
...
Mientras el enemigo tomaba represalias, Jasmine y las armeras que la habían seguido corrieron de nuevo para cubrirse mientras los proyectiles de energía terminaban de derrumbar lo poco que quedaba en pie de la bahía de lanzamiento. Aunque los lanzadores de micro-granadas que cogieron del centro comercial habían agrietado y debilitado la coraza del enemigo, no eran capaces de causar suficiente daño para detenerlo. Y con Rio en la línea de fuego no podían arriesgarse a usar algo más poderoso.
«Maldición, chicas, ¿en dónde están?» se preguntó. «¡No tenemos más tiempo, y Rio se quedó sin energía!»
Jasmine miró desde su escondite tras un Hauser destruido, y vio que el joven yacía indefenso en el suelo en medio de una fila de llamas ardiendo. Si el fuego no lo mataba, tarde o temprano el enemigo lo haría. En ese momento, ella decidió que "tiempos desesperados requieren medidas desesperadas". Recargando su arma, salió de detrás de su escondite.
– ¿Me estás buscando? – le preguntó. El enemigo se giró hacia ella, y ambas levantaron sus armas para disparar, cuando otro proyectil repentino hizo eco por todo el hangar. Por detrás de la unidad, iluminado por los fuegos que lo rodeaban, Rio lentamente se puso de pie, con su pistola de .44 temblando en su mano mientras caminaba hacia el enemigo arrastrando los pies.
...
Incapaz de hacer otra cosa que jadear ligeramente, Rio apuntó su .44 a la unidad enemiga.
– ¡Estás peleando conmigo! – le gritó. – ¡Ahora vuelve aquí!
– ¡Rio, detente! – gritó Jasmine. – ¡Fue suficiente!
– ¡Diablos que no! – dijo él, gruñendo a través de dientes apretados. – Todavía no acabo. ¡No hasta el final!
Girándose hacia él, la unidad enemiga se quedó mirando a Rio, como si tuviera curiosidad. – ¿Por qué haces esto?
Rio parpadeó sorprendido. ¿Una mujer estaba pilotando esa cosa?
– ¿Por qué crees? – le preguntó de vuelta. – ¡Ustedes nos atacaron! ¿En serio creen que me voy a quedar sin hacer absolutamente nada al respecto?
– ¿Aunque no puedas ganar? – preguntó ella. – No tienes ningún arma capaz de dañar a Hekiryugo. Tu energía está agotada, y apenas puedes permanecer de pie. ¿Por qué tirar tu vida por la borda de esa manera? ¿Especialmente por aquellas que tu gente ha esclavizado?
Metiendo la mano en su bolsillo, Rio extrajo su brazalete, y se lo mostró a la máquina que se alzaba sobre él.
– ¿Ves esto? Era de mi amiga. Uno de sus monstruos la mató.
– ¿Así que buscas venganza? – preguntó la piloto. – Qué patético. Desperdiciar tu vida por razones tan inútiles.
Rio apretó su puño alrededor del brazalete y se lo puso en el pecho.
– No pude salvarla. Ni cuando se la llevaron, ni cuando murió. Al final, no pude hacer ni una maldita cosa por ayudarla. – Se empezó a reír con amargura y luego gimió al sentir otra daga de dolor en su costado. – Jill tenía razón, no conozco absolutamente nada, maldición. Había tantas tumbas que no pude ni contarlas, y al resto del mundo ni siquiera le importa, sólo porque son Normas. – Levantando su cabeza, Rio miró desafiante a su enemiga y le apuntó con su arma. – Pero ya no más. No sé quién seas, o qué es lo que quieres, ¡pero tampoco me importa un comino! ¿Me escuchaste? ¡Mientras siga de pie, no dejaré que mates a nadie más!
El Para-mail enemigo miró a su oponente y levantó su arma.
– Muy bien. – dijo ella. – En ese caso, te daré una muerte honorable.
Rio se quedó mirando el barril del arma y sabía que no le quedaba nada. Al parecer, pronto vería a Sarah después de todo. El arma comenzó a zumbar mientras cargaba antes de disparar, cuando algo se abrió paso con un estallido en la entrada de la bahía, y un Glaive rojo embistió al Para-mail enemigo con fuerza suficiente para sacarlo de balance estamparlo contra la pared.
– ¡Hilda! – oyó gritar a Jasmine, mientras el Glaive echaba a tras su brazo izquierdo y cargaba una bala congelante.
La unidad verde intentó escapar por la abertura y se libró del agarre de Hilda, pero no fue lo suficientemente rápido para evitar el impacto. Su brazo izquierdo recibió el ataque, y la pared detrás quedó encasillada en una masa helada. En su desesperación, su brazo de espada tuvo que cortarse el miembro atrapado y salir huyendo hacia el exterior. Pero Hilda no iba a dejarle escapar y lo persiguió, agitando furiosamente su alabarda contra su oponente que sólo podía apenas bloquear cada golpe.
Ahora que la pelea había terminado, el dolor y el cansancio finalmente dominaron a Rio, y sus piernas le fallaron antes de finalmente desmayarse.
«Me salvaste de nuevo,» pensó. «Es como si tuviera mi propio ángel de la guarda.»
...
Una vez que Hilda había ahuyentado al enemigo, Jasmine se giró hacia Rio justo a tiempo para verlo empezar a desplomarse. Con la adrenalina todavía recorriéndola, corrió a toda prisa y lo atrapó antes de que se golpeara en el suelo, colocándole el brazo alrededor de sus hombros mientras lo arrastraba lentamente lejos de allí.
Una de las otras armeras se apresuró para agarrarle del otro brazo y juntas las dos lo llevaron afuera para tenderlo sobre la pista de aterrizaje. Era el único lugar cerca donde todavía no llegaban las llamas. Las otras las siguieron y los rodearon mientras ella chequeaba a Rio. Respiraba lentamente y era claro que se había roto una costilla, pero por lo demás parecía que sobreviviría.
– Hiciste un buen trabajo, chico. – le dijo. – Ahora descansa un poco, te lo has ganado.
...
A través de sus binoculares, Jill sólo podía observar con horror cómo la unidad roja volvía a empezar a cantar, mientras su armadura brillaba con una luz roja.
«¡Demonios!» maldijo entre dientes. «Se nos agota el tiempo. Ange... ¡tienes que derribarlo ahora!»
Pero en cuanto los Fásers de Discordia del enemigo se abrieron, otra canción se podía escuchar junto con la de la unidad roja.
Hajimari no hikari
Kirali...kirali
Owari no hikari
Lulala lila.
– ¡Dios mío! – jadeó Jill. – No puede ser...
Las dos melodías comenzaron a fluir y combinarse en una sola, y ante los ojos de Jill, Villkiss comenzó a brillar y resplandecer con la misma luz dorada de la unidad enemiga. Sus hombros se abrieron, y los fásers de discordia de Villkiss comenzaron a pulsar mientras acumulaban carga.
– No puedo creerlo. ¡Realmente logró despertarlo!
Al fin, las canciones llegaron a su clímax y ambas unidades dispararon, lanzando vórtices gemelos de energía desde sus hombros que se encontraron en el centro, cuyo poder de impacto estalló en una bola de luz que parecía consumir el mundo entero.
...
Sonaba como campanas al viento.
Ange no estaba segura de qué esperaba que sucediera, pero ciertamente no era que Villkiss utilizara el mismo poder que la unidad roja. Tampoco esperaba encontrarse en un lugar como éste. En cuanto la luz de la explosión se desvaneció, fue como si todo el mundo a su alrededor hubiera desaparecido. En su lugar, había un vacío pulsante que chispeaba con cientos de estrellas que llenaban el aire, mientras resonaban tintineos al destellar y parpadear sus luces contra el vacío. Y frente a ella, el Para-mail rojo flotaba en el espacio.
– ¿Cómo? – preguntó una voz femenina. – ¿Cómo es que una humana falsa como tú conoce la canción de la Verdadera estrella?
Mientras Ange observaba, la cabina de su oponente se abrió, y se quedó boquiabierta al ver a la figura que emergió de ella. Aunque sabía que alguien tenía que haber estado piloteando la unidad roja, no se esperaba ver a una humana. Vestida con una toga corta de color rosa que dejaba sus costados expuestos, cabello largo azabache que caía por su espalda contrastando con su piel pálida, y unos ojos más azules de los que Ange jamás había visto. Era delgada, de apariencia casi etérea, pero bien proporcionada de una forma que Ange encontraría difícil negar que era atractiva. Llevaba un par de calcetas blancas a la altura de los muslos, y guantes que le cubrían todo el brazo dejando sus manos al descubierto, los cuales complementaban su toga mientras con su mano sujetaba una espada ligeramente corta. Una especie de cresta decorativa enmarcaba ambos lados de su rostro, dando la apariencia de un par de antenas con una joya roja suspendida en su frente. Desde donde estaba, a Ange le pareció que también sobresalía una cola desde la parte baja de su espalda, aunque ella suponía que debía tratarse del cordón para la cámara del plebio y lo descartó como una ilusión óptica por la luz.
«¿Qué quiere decir con humana falsa?» se preguntó. Abriendo la cabina de Villkiss, Ange también se puso de pie para hablarle a la piloto enemiga cara a cara.
– Dime quién eres. – exigió saber. – ¿Y qué es esa canción?
Antes que la otra chica pudiera responder, el vacío de repente destelló, y un carrusel de imágenes comenzó a desplazarse alrededor de ellas. Ange se vio a sí misma, a las miembros del primer escuadrón, Tusk, Rio, el equipo Wildpack, e incluso a la chica que estaba frente a ella en diferentes escenarios. Vestidos en pieles de animales luchando contra bestias reptilianas, luchando entre sí en un coliseo de gladiadores, como soldados luchando guerras en tiempos ancestrales, como rivales en una escuela, e incluso compañeros de equipo en competiciones deportivas. En cada una, Ange se vio a sí misma interpretando un rol diferente con personajes diferentes. A veces como amigos, a veces como enemigos, ocasionalmente incluso como amantes. Y en el centro de todas las imágenes, una enorme torre oscura servía como el eje alrededor del cual estos diferentes mundos y tiempos parecían orbitar.
De repente, sonó una alarma desde la consola de la unidad roja, y la chica sonrió con resignación.
– Se nos ha agotado el tiempo. – anunció. Se retiró de vuelta a su cabina, y volvió a cerrar la cubierta de su Para-mail antes de empezar a alejarse de Villkiss.
– ¡Hey, espera! – le gritó Ange, pero la máquina ya estaba desapareciendo entre el vacío de estrellas que los rodeaba.
– La verdad se encuentra con Aura. – le respondió ella, y otro destello volvió a cegar a Ange, y el mundo como lo conocía volvió a aparecer a su alrededor. Desde su posición en el cielo, Ange vio cómo la unidad roja, sus dos compañeras, y la horda de Goletas se retiraba de Arzenal y regresaban hacia la singularidad, que luego se cerró detrás de ellos.
«¿La verdad?» se preguntó Ange. «¿Cuál verdad? ¿Y qué se supone que es Aura?»
Ange echó un ojo de vuelta hacia Arzenal. No tenía dudas de que Jill tenía que haber sobrevivido al ataque. Ya era hora de obtener algunas respuestas.
...
La ferocidad del ataque del Para-mail rojo era tan intensa, que Kaname apenas podía montar una defensa contra él. Incluso tras perder un brazo y huir, continuó persiguiéndola como si fuese su enemiga mortal. Y no fue sino hasta el repentino destello de luces arrida de ella que finalmente le dio una pausa lo suficientemente larga para que Kaname pudiera retirarse.
«Eso vino de los Fásers de Discordia,» pensó. ¿Pero qué golpearon? Al mirar arriba, Kaname vio para su shock y horror que la onda de choque temporal había envuelto tanto al Ragna-mail blanco como a Enryugo.
– ¡Princesa! – oyó gritar a Naga por la radio. – ¡Princesa, respóndame!
No podía ser. La única forma en que ocurriera una reacción como esa era si los Fásers de Discordia eran contrarrestados con un disparo igual de tiempo y espacio. Entonces ¿eso qué significaba para la Princesa? En la consola de Hekiryugo, sonó una alarma y Kaname maldijo por lo bajo. Habían fallado en su misión y no les quedaba más opción que retirarse.
– Naga, Kaname, retrocedamos por ahora. – dijo una voz por la radio. Kaname suspiró de alivio ahora que sabía que Lady Salamandinay se encontraba bien, y voló a Hekiryugo hacia la singularidad.
Mientras la base enemiga se hacía pequeña en la distancia, Kaname dio una última mirada por encima del hombro.
«Ese hombre...» se preguntaba, «... ¿quién era realmente?»
...
Por lo que Jasmine podía ver, la batalla se había terminado. Los Goletas y los Para-mails enemigos se estaban retirando, y el último de ellos apenas logró meterse antes que la singularidad se cerrara por completo.
«¡Vaya día!» pensó. Detrás de ella, Zhao Mei y Vulcan se acercaron junto a ella mientras las armeras emergían desde la escalera de mantenimiento con extinguidores de dióxido de carbono en mano, comenzando a apagar las llamas de la bahía de lanzamiento ahora de vuelta bajo su control.
– Esa luz. – dijo Zhao Mei. – Esos fueron los fásers de discordia, ¿verdad?
– Así es. – asintió Jasmine. El último seguro en Villkiss había sido roto. ¿Y quién habría pensado que la llave sería la canción de una chica?
...
Una vez que estuvieron a salvo en su lado de la singularidad, Salamandinay se reclinó hacia atrás en la cabina de Enryugo y suspiró. La Suma Sacerdotisa no estaría nada feliz con esto. Su misión había fallado, y perdieron a la mitad de su fuerza de invasión. Aun así, de cierta manera se sentía extrañamente tranquila, incluso feliz. Esa chica que piloteaba el Ragna-mail blanco. Nunca había conocido a nadie capaz de igualarla en batalla antes, y el hecho de que conociera la canción de la Verdadera Estrella sólo incrementaba aún más su interés.
– Lady Salamandinay. – llamó Naga por la radio. – Me disculpo por fallar en eliminar al enemigo.
– No hay necesidad. – le aseguró a su vasalla. – El enemigo poseía capacidades de las que no éramos conscientes. Tendremos que tomar esto en consideración para nuestro siguiente encuentro. Fue entonces que se dio cuenta de lo severamente dañado que estaba Hekiryugo a comparación de Enryugo y Soryugo. – Kaname, ¿te encuentras bien?
– Sí, Alteza. – respondió Kaname. – Yo misma también me topé con una complicación inesperada.
– Ya veo. Asegúrate de darnos un reporte detallado después. Si volvemos a encontrarnos con algo así de nuevo, tenemos que estar preparados.
Cuando Kaname no le respondió, Salamandinay se dio cuenta de algo que no encajaba. Pero nada podría prepararla para lo que Kaname le preguntó a continuación.
– Su Alteza... los humanos falsos... ¿será posible que nos hayamos equivocado respecto a ellos?
...
Como si hubieran recibido una señal que sólo ellos podían oír, la horda invasora le dio la espalda a Arzenal y se retiró hacia la singularidad.
– ¡Buen trabajo a todas! – dijo la Comandante por la radio. – Sufrimos muchas pérdidas hoy, pero gracias a ustedes hemos salido con vida. Regresen ahora para reparaciones. La bahía está dañada, sin embargo, así que tendrán que aterrizar en la pista de lanzamiento.
Con la crisis ya terminada, Rosalie finalmente se relajó.
«¡Qué día!» pensó. «Definitivamente me merezco un buen baño en las aguas termales después de esto. Sólo espero que no hayan resultado dañadas durante la pelea.»
– Hey Chris. – la llamó. – ¿Lista para recibir tu paga? Puede que hayan sido de los pequeños, pero cuando se suman todos será una fortuna.
– Sí, claro. – Chris estaba jadeando. Sonaba a que ella estaba igual de cansada que Rosalie.
– ¿Qué hay de ti, Hilda? – preguntó Rosalie. Cuando no le respondieron, miró hacia abajo y vio que Hilda ya se dirigía de vuelta a Arzenal. ¿Qué diablos pasaba con ella? Primero llegó disparando a lo loco sus armas contra ese Para-mail enemigo, y ahora actuaba como si volver a la base fuese un asunto de diva o muerte. Bueno, como fuera, no era como que lo que hacía Hilda tuviera sentido de todos modos.
Regresando al modo vuelo, Rosalie piloteó su Glaive hacia la pista de aterrizaje con Chris detrás de ella. Las otras se les unieron, incluyendo a Salia que venía montada en el asiento trasero del Hauser de Ersha. Para cuando tocaron tierra, Hilda ya había aterrizado y estaba corriendo hacia el hangar.
– ¿Para dónde va? – preguntó Chris.
Mientras el resto del primer escuadrón desembarcaba, Rosalie finalmente vio que una multitud se había reunido alrededor de la entrada del hangar. En medio del grupo que incluía a las armeras, a Jasmine y dos a quienes Rosalie reconoció como Irma y Tanya del tercer escuadrón, el Capitán Algren yacía con su uniforme hecho jirones y con aspecto de que apenas acababa de sobrevivir a haberse estrellado en un Para-mail. Y Hilda iba corriendo a toda prisa directo hacia él abriéndose paso.
– ¡Rio! – oyó gritar a Hilda. Empujando a las otras para apartarlas, Hilda cayó de rodillas y frenéticamente comenzó a sacudirle el pecho. – ¡Rio, despierta!
Colocándole una mano sobre el hombro, Jasmine la apartó ligeramente.
– Tranquila. – le dijo. – Él estará bien, pero no si te pones a zarandearlo de esa forma.
Detrás de Hilda, las otras miembros del primer escuadrón se abrieron paso para ver por qué se había puesto tan agitada.
– Hilda, ¿qué estás haciendo? – preguntó Chris. – ¿Por qué estás tan preocupada por él?
– ¿Y por qué lo llamas Rio? – añadió Rosalie.
– ¡Porque ese es su nombre, IDIOTAS! – les gritó. Rosalie y Chris se echaron atrás e intercambiaron miradas confusas.
– Acaso... ¿me perdí de algo? – preguntó Rosalie.
– Nos salvó. – dijo una de las armeras. – Cuando ese Para-mail enemigo atacó el hangar... él distrajo su atención para que pudiéramos escapar. ¿Por qué? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué iba a hacer eso un humano?
Al lado de Jasmine, Vulcan gimió, y la anciana suspiró resignada.
– Bueno, ya no tiene sentido seguir ocultándolo. – les dijo. Parándose tan erguida como podía, Jasmine captó la atención de todas las Normas presentes. Para ellas, era casi como si la tendera del centro comercial hubiera desaparecido, y la antigua Comandante de Arzenal una vez más se encontrase entre ellas. – Este hombre NO es un miembro del Comité de Control de Normas. Su nombre es Rio, y es un aliado de las Normas.
Esta historia continuará...
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