Capítulo 13: Asalto
En una colina solitaria, bajo un cielo que era de un azul infinito, una figura solitaria estaba de pie frente a tres lápidas. Rio miró hacia abajo, y suspiró al saber que, al final, esto era todo lo que podía hacer por ellos. Y ahora, Sarah estaba descansando junto a sus padres.
– Adiós, Sarah. No sé a dónde iré ahora. Pero te juro que haré lo posible para honrar tu memoria.
Oyendo que alguien se le aproximaba, Rio se dio la vuelta y se encontró con una imagen que jamás creyó ver en su vida. Detrás de él estaba una mujer, pero no se parecía a ninguna que hubiera visto antes. Alta y elegante, su piel era tan pálida que prácticamente brillaba. Cabello como platino brillante que colgaba hasta sus caderas, y un rostro que simultáneamente se veía antiguo y joven, y unos ojos que brillaban como gemas mientras lo observaban fijamente. Ella se paró junto a él, y Rio se encontró sin habla cuando ella se volteó para sonreírle.
– Has sufrido mucho. – le dijo. – Pero veo que has decidido hacerle frente al dolor.
Rio la escuchó, y todavía no podía creerlo. Después de tanto tiempo, finalmente podía verla cara a cara.
– Así que tú eras la voz. ¿Quién eres?
La mujer bajó la mirada, observando la tumba de Sarah, y suspiró. – Alguien que ha visto el sufrimiento causado por ese hombre, durante más tiempo del que imaginas.
¿Ese hombre? ¿Estaba refiriéndose a Embryo?
– He estado observándote a ti, y a otros como tú por un largo tiempo. A pesar de ser su creación, te has liberado de su lógica, y has abrazado la tuya propia. Elegiste rechazar la prosperidad vacía y la falsa paz que él ofrece, a cambio de una vida de sufrimiento y conflicto. Gracias a eso, tú has podido oír mi voz cuando otros no pudieron.
– Entonces, ¿tú también eres su enemiga? – le preguntó. – Pero si es así, ¿por qué no nos ayudas? ¿Por qué no peleas contra él?
La mujer se giró de nuevo hacia él, y Rio se quedó en shock al ver que comenzaba a desvanecerse, su cuerpo se disolvía lentamente en una nube de polvo brillante. A pesar de eso, la mujer sonrió mientras le extendía su mano y le acariciaba la mejilla como si intentara consolar a un niño triste.
– Él me tiene atrapada, así que no puedo hacerlo. – le explicó. – Incluso el sólo hecho de aparecer frente a ti estira los límites de mi poder. Y ahora, mis hijos vienen hacia acá. Cuando lo hagan, asesinarán a todos los que se interpongan en su camino. Tú debes mostrarles la verdad. Que tu especie tiene el potencial de ser algo más que títeres de ese hombre. Que son más grandes de lo que jamás se imaginarían.
Finalmente, su cuerpo se dispersó, y Rio se quedó solo, cuando de repente encima de él, el cielo comenzó a iluminarse con relámpagos. Miró arriba justo a tiempo para ver una singularidad abrirse encima de él, de la cual emergieron docenas de bestias que rugían con furia...
...
Levantándose de golpe, Rio se sentó en su cama y jadeó al sentir el sudor chorreándole por la frente. ¿Qué diablos había sido eso? Mientras se secaba el sudor, pensó en todo lo que recordó del sueño. Embryo, esa mujer, sus "hijos"... ¿qué diablos significaba todo eso?
Poco a poco el sueño se fue desvaneciendo y Rio sacudió sus piernas. Ya que el dormitorio principal estaba hecho trizas, ahora estaba durmiendo en el cuarto para invitados. Acercándose a la ventana, Rio apartó las cortinas y observó el patio superior de Arzenal. Incluso con todo lo que había pasado, el cielo seguía siendo azul, el sol brillaba, y el mundo seguía girando. En la distancia, podía ver a Salia recogiendo flores cerca del centro de comando. Un grupo de niñas en edad escolar se detuvieron para saludarla y él sonrió al ver que ella les devolvía el saludo.
«Aún tengo un trabajo que hacer,» se recordó al cerrar de nuevo las cortinas. «Sarah se ha ido, pero todavía tengo mi misión. Cuando Embryo esté derrotado y las niñas como ellas ya no se vean forzadas a tirar sus vidas por la borda sólo por pura conveniencia de otros, entonces me tomaré mi tiempo de llorarla.»
Entretanto, tenía que darse una ducha y vestirse. Era una suerte haberse traído un uniforme de reserva.
...
Mientras estaba se encontraba de pie junto a las miembros del segundo escuadrón, Ersha apretaba con fuerza el ramo de flores que había reunido para el funeral de Lisa. Aunque ella misma no fuese miembro, si era posible Ersha trataba de asistir a cada funeral que ocurría en Arzenal. Independientemente de su posición en la jerarquía de la base, Lisa era una Norma igual que el resto de ellas. Si ellas no lloraban a las suyas, nadie lo haría. Junto a ella se encontraba Chelsea, todavía con el brazo envuelto en las vendas que Maggie le había aplicado a la quemadura de su bíceps derecho.
– Gracias por venir, Ersha. – le dijo. – Sé que tú y el primer escuadrón ya tienen muchos problemas propios en este momento.
– No hay problema. – Ersha le sonrió y negó con su cabeza. – Sólo desearía poder permitirme algo mejor para Lisa. Pero con el primer escuadrón todavía suspendido, tuve que reunir estas flores de los setos que hay en el patio.
Y Ersha no era la única que sentía el dolor. Cuando llegó al cementerio, Salia y Mei ya estaban de pie frente a la tumba de la hermana de Mei, Fei-ling. Mei había colocado un ramo del centro comercial sobre la lápida, pero Salia, igual que Ersha, había hecho uno con las que recogió ella misma.
– Estoy segura que no le habría importado. – le aseguró Chelsea. Reflexivamente, se frotó el brazo vendado. – Esa bien podría haber sido yo ayer. Si el ataque de ese Clase Corbeta hubiese virado un solo metro hacia la izquierda, me habría cocinado viva.
– Intenta no pensar en eso. – sugirió Ersha. – Si lo haces, no podrás volar como debes.
– Sí, tienes razón. – Chelsea estuvo de acuerdo, y una lágrima le bajó por la mejilla. – Lisa está muerta, y todo lo que puedo pensar es que me alegro de no haber sido yo. Vaya amiga que soy, ¿eh?
Ersha no le respondió. La amenaza de muerte era algo con la que todas las pilotos tenían que vivir. De una forma u otra, este era el final que les aguardaba. Al terminar el funeral y cuando el segundo escuadrón se fue, Ersha colocó su ramo entre los demás, pero no las siguió. En lugar de eso, siguió más adelante hasta que se detuvo junto a una cierta tumba específica.
– Hola, Capitana. – dijo. – O tal vez deba llamarte Zola, como cuando éramos niñas. No ha sido fácil, pero el primer escuadrón ha hecho lo mejor posible para honrar tu memoria. Salia, ella realmente se ha esforzado, y aunque su estilo de liderazgo es un poco diferente, sé que nos hará el escuadrón número uno. Chris y Rosalie todavía te echan de menos, por supuesto, pero han encontrado confort entre ellas, así que están bien. Y Vivian sigue siendo esa alegre bolita llena de energía que siempre ha sido. Supongo que se podría esperar de ella, ¿verdad? Hemos tenido algunos problemas, por supuesto. Estoy segura de que habrás oído cómo Ange y Hilda trataron de escapar no hace mucho. Entiendo que a diferencia de nosotras ellas tuvieron una vida antes de Arzenal. Pero ¿cómo pudieron creer que habría algo para ellas allá afuera?
Ersha giró su mirada un poco más tras, hasta que sus ojos se fijaron en otra tumba. Sarah había pasado todo su tiempo soñando que su amigo vendría a salvarla. Y al final, la había decepcionado...
...
– ¿Zola? – preguntó Ersha. La chica rubia se giró, y Ersha vio que la cuenca de su ojo derecho todavía seguía vendado. Acorde con Maggie, la prótesis ya había sido enviada, pero las conexiones neurales implantadas todavía necesitaban sanar antes que Zola pudiera utilizarla.
– Ersha. – respondió ella. Su tono era monocorde, sin emociones. Ersha no podía culparla. Por lo que había escuchado, cuando le contaron sobre la muerte de Sarah, la joven piloto que usualmente siempre mantenía la compostura había tenido un colapso y se puso a gritar como una histérica. – ¿Por qué estás aquí?
– Sólo vine para ver a Sarah. – le respondió. Zola hizo una mueca mientras se volteaba para ver la lápida que tenían frente a ellos.
– ¿Para qué? Ella no irá a ninguna parte.
– Zola...
– No quiero escucharlo. – le advirtió Zola. – ¿Por qué lo hizo? Le dije que no se le ocurriera jugar a la heroína. Me prometió que se cuidaría así misma. Así que ¿por qué?
– Zola, no puedes culparte.
– ¿Por qué no? – se rio con amargura. – Ella decidió tomar mi lugar porque me lastimé. Ya sabes que siempre había sido una niña llorona. Nunca debió haber estado allá afuera en primer lugar.
Ersha frunció el ceño y empezó a juguetear con el objeto que llevaba en las manos. Zola lo vio, y sus ojos se ensancharon del shock.
– ¿Eso es...?
– El brazalete de Sarah. – dijo Ersha. – Fui a su habitación antes que llegara el personal de limpieza y lo salvé. Significaba mucho para ella y... – En un borrón de movimiento, Zola corrió hacia Ersha, le arrebató bruscamente el brazalete de la mano, y lo arrojó lejos. – ¡Zola!
– ¡Sólo cállate! – gritó Zola. – ¡Sarah siempre se la pasaba parloteando sobre cómo el niño que le dio ese pedazo de basura vendría por ella! ¡Y ahora está muerta y a él no le importa! Si así fuera ¿por qué no está aquí?
Asustada por el arranque de su amiga, Ersha fue incapaz de responder, y vio que los ojos de Zola soltaban lágrimas furiosas a borbotones.
– ¡Enfréntalo! A nadie allá afuera le importa lo que nos suceda. Esto es todo lo que podemos esperar.
Ersha observó cómo Zola se alejó caminando, y se dio cuenta de que era inútil seguir discutiendo. Alguien le puso la mano en el hombro, y Ersha se giró para ver a su antigua comandante detrás de ella.
– Com... quiero decir... ¿Sra. Jasmine?
Jasmine le sonrió con tristeza, y le extendió la mano, en la cual sostenía el brazalete de Sarah.
– Sólo déjala en paz por ahora. – le aconsejó. Ersha miró el brazalete de Sarah, pero no se molestó en recuperarlo.
– Zola tiene razón, ¿verdad? – le preguntó. – Él se olvidó de ella. Nadie allá afuera se preocupa si vivimos o morimos, ¿verdad?
– Ersha...
– Está bien. – dijo mientras se alejaba caminando. – Así es como son las cosas.
...
Luego de eso, Zola cambió. Tanto que cuando Ersha se transfirió de las reservas al primer escuadrón, apenas podía reconocerla. La mayoría pensaba que el comportamiento de Zola no era más que hedonismo indulgente, pero Ersha podía ver lo que realmente era. Un escape desesperado del dolor. Y ahora, de todas las de su clase, Ersha era la única que quedaba. ¿Cuánto más le duraría su suerte? ¿Y qué sucedería con las niñas en edad escolar? Tarde o temprano ese también sería su destino.
«No le tengo miedo a la muerte,» pensó Ersha. «Pero no quiero que mi muerte sea en vano.»
...
Tarareando para sí misma, Momoka se mantenía ocupada preparándole el desayuno al Sr. Rio. Anoche había sido todo un desastre, pero por suerte el Sr. Rio se las había arreglado.
Mientras colocaba un plato con huevos fritos y tostadas en la mesa, alguien le tocó a la puerta trasera. Un vistazo rápido por la ventana, y Momoka vio para su gran alivio que era la Sra. Jasmine.
– ¿Asumo que ya todo está bien? – preguntó la mujer en cuanto Momoka abrió la puerta.
– Lo está. – asintió la sirvienta mientras le vertía una taza de café. – El Sr. Rio debería bajar pronto.
– Bien. Aún quedan algunas cosas que necesito arreglar con él. – Y como si lo hubieran llamado, la puerta de la sala se abrió y Rio ingresó a la cocina. – Y bien, ¿cómo estás?
Rio se las arregló para darle una sonrisa forzada y asentir.
– Viviré. – le respondió. – Gracias por haber sido honesta conmigo.
– Bueno, Sarah me confió su último deseo, así que si no lo hubiera hecho probablemente su fantasma habría vuelto para espantarme. – Se metió la mano en el bolsillo, y sacó un cordón con piedras. – Ten, supuse que querrías tener esto de vuelta.
Rio se quedó viendo el objeto y lo tomó, aunque a Momoka le pareció que quería volver a llorar.
– Gracias.
– Sabes, si realmente sirve de algo, su muerte no fue en vano. – le dijo Jasmine. – Sarah nunca acumuló muchas bajas, pero siempre ayudaba a sus compañeras. En su quinto despliegue, la capitana de ese entonces salió dañada durante el ataque de un Clase Fragata. Ese DRAGON se lanzó directo hacia ella, y Sarah la sacó del camino. Perdió su vida, pero salvó la de su camarada. Se volvió una leyenda entre los escuadrones por un largo tiempo después de eso.
– Ya veo. – dijo Rio mientras se limpiaba el ojo y guardaba el brazalete en su bolsillo. – Aprecio que me hayas guardado esto.
Jasmine sonrió y le restó importancia con la mano mientras marchaba hacia la puerta.
– No me agradezcas tan rápido. He estado guardando eso para ti por un largo tiempo. Me debes una fortuna en cuotas de almacenamiento.
...
Luego de que Jasmine se marchó, Rio se rio suavemente antes de sentarse a desayunar.
– ¿Seguro que no quiere algo más? – preguntó Momoka.
– No tengo mucho apetito hoy. – le aseguró él. – Además, necesito hablar con la Comandante Jill antes de reunirme con la Inspectora, así que no puedo perder el tiempo.
– Entiendo. ¿Va a ver de nuevo a Lady Angelise y a la Srta. Hilda?
– Sí. Y necesitaré algo que pueda cargar y sea fácil de ocultar. ¿Tal vez algunos sándwiches? Puedo esconderlos fácilmente en mi capa.
– Lo haré de inmediato. Después mientras usted va con la inspectora, me ocuparé de reparar el dormitorio principal.
– No te preocupes por eso. – le dijo él. – Incluso con la Luz de Mana no le pediría a una chica hacer eso por sí sola.
– Oh, no es ningún problema. – le aseguró Momoka. – Después de todo, no será ni de cerca tan difícil como rediseñar el cuarto de casilleros del primer escuadrón para que se vea igual que el guardarropa de Lady Angelise.
«Ni siquiera voy a preguntar cómo te las arreglaste para hacer eso,» pensó él.
– Por cierto, ¿hay algo en especial que quiera que le prepare a la Srta. Hilda?
– ¿Por qué me lo preguntas?
– Pensé que tal vez usted querría mostrarle su aprecio por esa canción. Después de todo, usted es su caballero, ¿no? Igual que Sir Tusk es el caballero de Lady Angelise.
Rio se quedó mirando a Momoka, sin estar segura de si estaba bromeando o no.
«¿Yo soy el caballero de Hilda?» pensó. Ciertamente, la única razón por la que fue capaz de continuar con su misión fue por ella. Al escucharla cantar, fue como si un ángel hubiese descendido del cielo para mostrarle el camino. Eso era lo que la voz le decía. ¿Significaba eso que de alguna forma él y Hilda estaban conectados entre sí?
«Concéntrate,» se dijo a sí mismo, sacudiendo su cabeza y tratando de ahuyentar esa idea de su mente. «No tienes tiempo para distraerte con un romance imaginario.»
Decir que él y Hilda compartían un destino no era diferente que reducirla a ser un reemplazo de Sarah.
– Creo que me estás dando demasiado crédito. – le dijo. – Confía en mí, soy muchas cosas, pero un caballero no es una de ellas.
Una vez que el desayuno se terminó, Rio salió y se tomó un momento para sentir el sol en su rostro antes de dirigirse hacia el centro de comando. El patio estaba vacío salvo por un grupo que hacía ejercicios de combate mano a mano en el campo de entrenamiento. Se detuvo para observar y el escuadrón detuvo sus ejercicios para saludarlo. Él respondió con un asentimiento, lo más que podía hacer para reconocerlas sin romper su tapadera, y siguió adelante cuando una voz familiar lo llamó.
– ¡Capitán! – Detrás de sus gafas, Rio rodó sus ojos al darse la vuelta para ver a Bronson corriendo a toda prisa hacia él, con una carpeta de archivos bajo el brazo. – Buen día, señor. ¿Puedo preguntarle hacia dónde se dirige?
– Al centro de comando. Necesito hablar con la Comandante Jill.
– Oh, eso es excelente. Estaba a punto de ir a dejarle estos reportes, así que lo acompañaré.
– Sí, por supuesto.
Mientras ella caminaba junto a él, Rio notó que se notaba considerablemente más arreglada que antes. Llevaba un lápiz labial con un tono más brillante de lo usual, y sus mejillas parecían resaltar más. Demasiado tarde, Rio se dio cuenta que no había leído el archivo que el Capellán le había preparado sobre la prometida del Capitán Algren. Tendría que cuidarse a sí mismo y mantener su interacción con ella al mínimo para evitar motivarla más de la cuenta.
– Es un día hermoso, ¿no le parece? – preguntó ella.
– Lo es. – replicó él. Aunque era improbable que Bronson supiera quién era Sarah, lo último que Rio quería en ese momento era entablar charla con el enemigo.
– Y ya que tuvimos esa incursión ayer, deberíamos poder proceder hoy sin ninguna interrupción.
– Muy bien. – Ya casi habían llegado al centro de comando cuando Rio se dio cuenta que la inspectora lo miraba de manera muy extraña. – ¿Inspectora?
– Capitán, ¿sucede algo malo? – le preguntó ella. – Parece un poco distante.
Eso no era bueno. Entre todo lo que sucedió ayer, ver cómo moría esa Norma, el incidente con las niñas y averiguar la verdad sobre Sarah, Rio se había descuidado demasiado. Tenía que encontrar una forma de desviar su atención.
– Me disculpo. – le dijo. – Anoche recibí un mensaje privado desde casa. Un querido amigo mío acaba de morir.
En parte era verdad, al menos lo suficiente.
– Oh. – dijo Bronson. – Lamento mucho oír eso.
– Gracias. – le dijo él. – Así que si no le molesta, quisiera ocuparme del trabajo en este momento.
...
Sintiéndose avergonzada y algo apenada, Emma inmediatamente cesó su intento de entablar conversación con el Capitán. Debería haber sabido que algo sucedía por la forma en como actuaba. Usualmente actuaba siempre con dignidad y encantador. Debía haber sido muy cercano con ese amigo suyo, pero a pesar de su dolor, estaba determinado a cumplir con su deber como oficial. Era realmente inspirador, y heroico también.
Mientras lo seguía hacia el centro de comando, Emma frunció el ceño al ver quién los estaba esperando en frente de la oficina de la Comandante Jill.
– Oh, Inspectora. – dijo Maggie. – Justo la persona que necesitaba. Tengo que hablar con usted sobre una orden de suministros para la enfermería.
La médica actuaba como si aquel comentario reprehensible que hizo ayer nunca hubiera sucedido, pero Emma supuso que no debería esperar menos de una Norma. Tenía suerte de que el Capitán Algren fuese más paciente de lo que habrían sido otros oficiales.
– Eso tendrá que esperar. – dijo Emma. – Tengo que entregarle unos documentos a la Comandante Jill, y luego...
– De hecho, necesito hablar con la Comandante en privado. – interrumpió el Capitán – Por favor espéreme aquí y encárguese de las órdenes de la doctora.
– Oh... uh... sí, señor.
¿De qué se trataba eso? Supuso que tal vez habría notado algo durante su inspección y tenía que discutirlo con la Comandante. Mientras el Capitán abría la puerta y desaparecía dentro de la oficina, Emma lo observó con algo más que una ligera decepción, hasta que Maggie de repente comenzó a susurrarle al oído.
– Bueno, hoy ciertamente te pusiste bonita.
Las implicaciones en su tono sacaron a Emma de su trance, mientras se sobresaltaba.
– No es nada especial. – dijo apresuradamente. – Sólo sentí ganas de probar algo diferente, empezando por un nuevo look.
– ¿En serio? ¿Y al Capitán le gustó? – preguntó Maggie. Emma miró a la doctora que claramente tenía una mente sucia y frunció el ceño.
– Contrario a lo que intentas implicar, yo jamás me involucraría en actos inapropiados con un oficial superior. Y si fuera tú, no empezaría con el Capitán Algren hoy. Acaba de enterarse que un amigo suyo murió y no está de humor para bromas de mal gusto.
– Oh, ¿así que está triste?
– ¡Por supuesto que está triste! – gritó Emma, dándose cuenta muy tarde que había gritado lo suficientemente alto como para que el Capitán pudiera oírla. – Cualquier persona se sentiría triste por la muerte de un amigo.
En serio. Incluso para una Norma, eso era demasiado insensible. Maggie por su parte simplemente cruzó los brazos y asintió.
– Bien, entonces... – murmuró – ... supongo que tendré que animarlo un poco.
– ¿Discúlpame?
– Bueno, piénsalo. – explicó Maggie. – Él es un hombre, totalmente solo en una isla llena de Normas. Debe estar hambriento de algo de afecto femenino. Y estoy seguro de que no querrás que sea Momoka quien se lo dé.
Emma sintió que su corazón daba un vuelco ante semejante pensamiento. Momoka era sólo una empleada doméstica. No habría forma de que el Capitán Algren se rebajara a tener un idilio con una sirvienta. Pero de nuevo, en su estado actual tan frágil quizás estaría desesperado por cualquier clase de confort. Y si lo pensaba ¿qué tal si Momoka resultaba albergar su propio enamoramiento por él...?
...
– Oh, Capitán... – dijo Momoka en un arrullo mientras la cargaba hacia el transporte. – He soñado con esto desde el momento en que le serví por primera vez.
– Sabes cocinar. Sabes limpiar. Eres material de esposa perfecta. – le dijo. – Te mereces una vida mejor que la de servir a una a Norma. Es lo menos que puedo hacer por cómo me reconfortaste en mi momento de pérdida.
Detrás de ellos, Emma se arrodillaba en la desesperación, sobre la base de la pista de aterrizaje.
– ¡Capitán, por favor! – le suplicaba. – ¡Deme otra oportunidad de sanar su corazón herido! ¡Capitán!
...
Emma sacudió violentamente la cabeza y ahuyentó esa imagen de su mente. El simple pensamiento era tan ridículo que debería avergonzarse de siquiera considerarlo. Era igual de improbable que el Capitán fuese a meterse en un idilio con ella.
«Pero pensándolo bien, sí estamos en una isla lejos de los ojos de los militares. Y no es como que él pudiera decirle a nadie ya que también sufriría acciones disciplinarias.»
– Sólo por discutir un poco, digamos que ocurriera un escenario como ese. – dijo en voz alta. – ¿Cómo exactamente lo haría?
Maggie se detuvo a pensar mientras se tocaba la barbilla con el dedo.
– Bueno, si fuera yo, le cocinaría un buen filete. He leído que a los hombres les encanta cuando las mujeres hacen eso.
«Cocinarle un filete,» pensó Bronson. «Eso podría funcionar...»
...
Llevando únicamente su delantal de Perolina, Bronson movía sus pies en pantuflas por todo el piso de la cocina. Detrás de ella, el Capitán Algren estaba sentado a la mesa mientras observaba intensamente cómo ella le daba vuelta al trozo de carne de primera, que siseaba en el aceite sobre la sartén en la estufa.
– Ya casi está listo, Capitán. – canturreó ella.
– Huele exquisito. – dijo él. – Gracias por aliviar mi dolor. Tal vez deba recompensarte por ello.
Poniéndose de pie, el capitán caminó hacia ella y deslizó sus manos debajo de su delantal, para acariciar sus pechos.
– C... ¡Capitán! ¡El filete...!
– Olvídate del filete... – le murmuró al oído. – ¡Tú te ves mucho más deliciosa!
Sus labios comenzaron a asaltar su cuello y hombros desnudos, y Emma comenzó a gemir totalmente rendida bajo su toque.
– ¡Oh, Capitán! – exclamó jadeando. – Usted... es un hombre muy travieso...
...
Mientras se reía y se sonrojaba, Emma estaba tan abrumada por la posibilidad que no escuchó cuando se abrió la puerta detrás de ella.
...
Al oír la puerta abrirse, Jill levantó la cabeza de su escritorio sorprendida. Estaba a sólo un soplido de regañar violentamente a quienquiera que había tenido el descaro de interrumpirla sin tocar, hasta que vio de quién se trataba.
– Capitán. – le dijo.
– Comandante. – dijo Rio. – Necesito tener unas palabras con usted.
Jill echó una mirada detrás de él luego de que cerró la puerta, y vio las siluetas tanto de la Inspectora como de Maggie paradas en el corredor. Con suerte, Maggie mantendría ocupada a Bronson lo suficiente hasta que ella pudiese lidiar con lo que fuera que él quería con ella.
– Y bien, ¿qué es lo que quieres?
– Ponte de pie. – le dijo Rio, acercándose a su escritorio y mirándola fijamente.
– ¿Discúlpame?
– Quiero poder verte a los ojos cuando te diga esto.
Jill gruñó y se acabó su cigarrillo antes de levantarse de su silla. – Adelante.
Rio frunció el ceño mientras se ponía cara a cara con ella.
– Nunca te voy a perdonar por la muerte de Sarah. – le dijo. – Y tienes razón, eso me hace un egoísta. Ella era mi amiga, y desearía que cualquier otra hubiese muerto en su lugar.
– Aprecio tu honestidad. – respondió Jill. – Pero no me podría importar menos si me perdonas o no.
– Todavía no termino. – le dijo Rio. – Salvar a Sarah no fue la única razón por la que me uní a la Network. Yo creo en la causa por la que luchan. En tratar de crear un mundo donde una niña no tenga que ser arrancada de su familia y desechada sólo por cómo nació. El tipo de mundo en el que Sarah merecía vivir. Y anoche, alguien me recordó lo que todavía tengo que hacer. Así que vine para decirte que, independientemente de lo que suceda, estoy dentro. Tengo la intención de ver Libertus hasta el final y acabar con Embryo, aunque eso signifique desobedecer las órdenes del Jefe en el proceso.
– Muy bien. – dijo ella. – Entonces ya lo veremos, ¿no? Ahora, si yo fuera tú, no dejaría a la Inspectora esperando más tiempo.
Rio se dio la vuelta y se alejó, aunque se detuvo antes de abrir la puerta.
– Sólo una cosa más. – le dijo. – Aunque el Jefe me advirtió sobre ti, lo que sea que haya pasado entre ustedes dos es asunto suyo. Así que no te voy a recriminar sus problemas contigo, si tú no lo haces con los tuyos conmigo. Pero si sospecho que tus planes no van acorde con los mejores intereses de Libertus, o si planeas utilizarnos para tu propia agenda, no dudaré en acabar contigo.
Hecha esta advertencia, Rio abrió la puerta de un empujón y oyó a alguien lanzar un chillido en el corredor.
– ¿Inspectora? – preguntó al reconocerla.
– Oh, Capitán, discúlpeme. – dijo Bronson nerviosamente. – Vi una araña y me asusté.
– Ya veo. – dijo Rio. Jill por su parte se encontró preguntándose exactamente qué le habría dicho Maggie. – Bueno, comencemos de una vez con la agenda para hoy.
– Todavía necesito su firma. – le recordó Maggie a la Inspectora. Bronson tomó la tabla de las manos de Maggie con mucha prisa y escribió su nombre antes de devolvérsela bruscamente junto con el archivo que llevaba en las manos.
– Dale esto a la Comandante mientras estás en ello. – le ordenó mientras se iba a toda prisa detrás de Rio. Con una risa satisfecha, Maggie cargó los documentos hasta el escritorio de Jill y los dejó encima del escritorio.
– Tres pájaros de un solo tiro. – dijo con una sonrisa. – Ayudé a Rio, pude jugar con la Inspectora, y logré obtener la aprobación para algunos suministros médicos muy necesarios.
Jill leyó la orden con curiosidad, y luego miró a Maggie con una ceja levantada.
– Recuérdame de nuevo cómo es que el Vodka de Rosenblum cualifica como necesidad médica.
– Calma los nervios agitados, para empezar. – dijo Maggie. – Y también sirve como desinfectante improvisado en una emergencia. Ahora, ¿de qué quería hablar nuestro invitado? No me digas que, a pesar de todas las chicas jóvenes que podría elegir, prefiere a las mujeres maduras.
Jill se giró y le lanzó una mirada fulminante. Dejando la amistad de lado, ahora mismo no se sentía de humor para los juegos de Maggie.
– ¿No tienes pacientes a los que traumatizar? – le sugirió.
Maggie se encogió de hombros y la dejó a solas con su mal humor. Al inclinarse de nuevo en su silla, Jill encendió un cigarrillo y siguió meditando sobre la situación actual. Sabía que volver a involucrar a la Network en Libertas era un riesgo, pero Rio representaba una amenaza de maneras que no podría haber anticipado. Con sus años, Jill había desarrollado un disgusto por los idealistas que siempre predicaban sobre cómo podía ser el mundo, pero que estaban ciegos a cómo era realmente. Especialmente ya que no tenían el estómago para hacer lo que fuera necesario. El problema con Rio, sin embargo, no era sólo que fuera un idealista, sino que creía firmemente en todo lo que decía y estaba dispuesto a respaldarlo. Jill era plenamente consciente de sus reuniones con Ange y Hilda. Hilda era prescindible, pero Ange, entre la influencia de Rio y su contacto previo con Tusk, eso era algo a lo que Jill no se podría arriesgar a comprometer. No si esperaba que Libertus tuviera éxito.
De repente, la puerta de la oficina se volvió a abrir de golpe, y Hikaru entró corriendo casi provocando que Jill se fuera de espaldas con todo y silla.
– ¡Maldición! ¿Qué diablos crees que...? – le gritó, pero la rabia se desvaneció en cuanto Jill vio la mirada de pánico en el rostro de la joven técnica. – ¿Qué pasa?
– ¡Comandante! – jadeó Hikaru. – ¡Tenemos un problema!
...
Emma se sentía tan humillada que quería morirse. No sólo permitió que Maggie la hiciera quedar como tonta en frente del Capitán de nuevo, sino que se dio cuenta demasiado tarde que había firmado la orden sin siquiera revisarla. ¿Quién sabría qué cosas ilícitas habría listado Maggie en ella? Bueno, era su propia culpa por dejar que una Norma la descontrolara.
«En serio necesito aprender a seguir el ejemplo del Capitán Algren,» decidió. «Él jamás permite que las Normas le afecten sin importar lo que dicen o hagan.»
– Y bien, Inspectora, ¿cuál es la agenda para hoy? – le preguntó. Asumiendo rápidamente su cara profesional, Emma abrió una ventana de mana y encendió su aplicación de horario.
– Tenemos programado inspeccionar los dormitorios 1 y 2, – leyó ella. – Luego, después del almuerzo, usted dijo que quería volver a interrogar a las prisioneras. Y después vamos a... – Mientras hablaba, Emma se dio cuenta que por alguna razón el Capitán Algren se había quedado atrás y ahora estaba mirando hacia el cielo. – ¿Capitán?
– Inspectora... ¿eso es normal?
Emma miró también al cielo, y notó que las nubes no estaban siguiendo la dirección del viento. En su lugar, estaban girando y arremolinándose sobre ellos, como si se estuviera formando un tifón. Lo más peculiar todavía, empezaban a generarse relámpagos traqueteando y en la misma forma circular que las nubes.
– No. – respondió ella. – La única vez que he visto algo como eso es...
Emma se quedó congelada al darse cuenta de lo que estaba viendo. No. Esto no podía ser. ¡Nunca sucedían dos días consecutivos! Y aunque así fuera, el comité tendría que haber llamado, ¡tendrían que haber sonado la alarma!
Mientras observaban, los relámpagos comenzaron a tomar un tinte rojizo, mientras un trozo del cielo comenzaba a hincharse y a pulsar.
– ¡Adentro! – le ordenó el Capitán. – ¡Vuelva adentro de inmediato!
Sacada de golpe de su shock, Emma se dio la vuelta y volvió a huir al centro de comando como le ordenaron. Estaba tan concentrada en ir a ponerse a cubierto que no se dio cuenta que el Capitán iba corriendo en la dirección opuesta.
...
– ¡Momoka! – llamaba Rio por el transmisor de su muñeca. – ¡Momoka, respóndeme!
La singularidad se abriría en cualquier segundo, pero tenía primero que ponerla a ella a salvo.
– ¿Sr. Rio? – respondió Momoka. – ¿Sucede algo?
– No hay tiempo. ¡Sólo ve arriba, coge la caja de Jasmine y nos vemos afuera!
– ¡Atención a todo el personal! – anunció la voz de la Comandante por el intercomunicador. – Una singularidad se está abriendo encima de nosotros. Todas las pilotos de Para-mail vayan a sus unidades. Artilleras a sus estaciones. Se autoriza el uso libre de munición para todas las residentes. Quiero que les demos a estos intrusos con todo lo que tengamos.
Finalmente, Rio llegó a la casa de invitados, justo cuando Momoka salía por la puerta, con la caja sellada flotando detrás de ella gracias a su Mana.
– ¿Sr. Rio? – exclamó. – ¿Qué está sucediendo?
– Una singularidad, ¡ahora corre! – Agarrándole la mano, Rio se la llevó hasta que llegaron a las escaleras. – Ahora baja por allí, lo más que puedas y escóndete. Vendré a buscarte cuando todo haya terminado.
– Entendido. – dijo Momoka.
La chica desapareció bajando las escaleras mientras Rio cogía la caja y se la colgaba del hombro. Había empezado a correr de vuelta al centro de comando cuando la singularidad finalmente se abrió, y un enjambre de Clases Goleta emergió del agujero comenzando a circundar sobre el cielo encima de Arzenal.
«¡Mierda!» maldijo internamente. «Si lo que el Jefe me dijo es cierto, ahora mismo estoy en serios problemas...»
...
Mientras estaba sentado en la cueva de Tusk y aguardaba la llegada del Blue 6, Rio escuchaba atentamente al Jefe contándole algunos detalles de último minuto vía transmisión de radio.
– Escucha bien, Rio, las posibilidades de que suceda son muy escasas. – le ordenó el Jefe. – Pero si de alguna manera un DRAGON logra llegar a Arzenal, no debes involucrarte.
– Bueno, no es que espere que me den un Para-mail, así que tampoco podría pelear contra uno de todos modos. – dijo Rio.
– ¡Hablo en serio! – le advirtió el Jefe. – Sé muy bien cómo piensas, pero si un DRAGON llega a atacar Arzenal, tienes que dejar que las Normas lo manejen.
– ¿Por qué? – preguntó Rio. – ¿No se supone que nuestro objetivo es unir a los humanos y a las Normas?
El Jefe suspiró, y Rio supo que no iba a gustarle la respuesta.
– Rio, ¿sabes por qué utilizan a las Normas para luchar contra los DRAGONS? No es sólo porque las consideran desechables.
– Jefe, ¿qué es lo que me intenta decir?
– Hay algo con los DRAGONS que les permite deshacer la Luz de Mana.
– ¿Quiere decir igual que las Normas?
– Es más como lo que hacemos nosotros. – le respondió el Jefe. – Usan el Mana para contrarrestarlo. Hace unos años, uno de nuestros equipos de reconocimiento se topó con un Clase Goleta que se separó de su grupo. Algo en su rugido provocó una reacción en el escuadrón que les causó dolor y pérdida del control de su Mana. Terminó matando a la mitad del escuadrón antes de que finalmente lograran acabar con él.
Rio se puso a pensar en ello, y se preguntó si los DRAGONS de algún modo habían evolucionado para usar la Luz de Mana de manera natural, sin usar un medio como el Pilar del Amanecer. ¿Acaso era eso de dónde venían sus habilidades?
– Y por lo que sabemos del Libertus original, algunos humanos tienen reacciones mucho más extremas, desde desmayarse hasta incluso enloquecer. Pero ya que las Normas no tienen Mana...
– Entonces no se ven afectadas. – interrumpió Rio. Bueno, eso ciertamente explicaba muchas cosas.
– Exacto. – asintió el Jefe. – Con suerte, una vez que Embryo haya caído, podremos encontrar una forma de mantenerlos fuera de nuestro mundo. Pero mientras tanto, en caso de que ocurra, no te involucres. En el mejor de los casos, te convertirás en una carga extra para las Normas, y en el peor, serás una amenaza para ellas...
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Bueno, todo eso sonaba bien y bonito, pero mientras la horda continuaba creciendo, y más y más Goletas seguían saliendo por la singularidad, Rio no estaba seguro de que evitarlos fuera posible. Alrededor del perímetro de la isla, varios paneles se abrían tanto en el suelo y en los riscos, desde donde comenzaban a salir cañones antiaéreos que apuntaban hacia arriba.
«Esto se convertirá en un baño de sangre,» fue lo que predijo mientras corría dentro y bajaba por el corredor hacia la sala de control, donde las tres técnicas se encontraban en medio de prepararse con unos rifles de asalto estándares. A la propia Bronson también le habían dado uno, pero en contraste con las otras, estaba temblando mientras lo sujetaba. Le dio la impresión de que nunca en su vida habría disparado un arma.
– ¡Capitán! – dijo Pamela mientras se preparaba para lanzarle una pistola. Rio levantó la mano mientras dejaba la caja en el suelo.
– Usaré la mía, si no les molesta. – Abrió la tapa, y sacó una escopeta bullpup, lo que provocó que las tres operadoras se quedaran con los ojos muy abiertos mientras metía un cargador en ella.
– Denme actualización. – ordenó la Comandante mientras las chicas volvían a sus estaciones.
– Confirmados cincuenta de Clase Goleta. – respondió Pamela. – No, que sean setenta. No, cien... Dios mío, sus números siguen aumentando.
– ¿Cuál es su posición? – preguntó Jill.
– Todos los DRAGONS están manteniendo posiciones a 5.000 metros. – dijo Hikaru. – Están circundando la singularidad.
– ¿Qué están esperando? – protestó Bronson. – ¡Hagan que las artilleras abran fuego!
– ¡Cálmese! – le dijo Rio. – Los cañones antiaéreos sólo tienen un rango máximo de 3.000 metros. Tendremos que esperar a que se acerquen.
– Comandante, el Escuadrón Eleanor está listo para despegar. – dijo una voz familiar por el intercomunicador.
– Háganlo. – respondió Jill. – Zhao Mei, prepara al siguiente escuadrón para el despliegue. Escuadrón Eleanor, tomen posiciones a 3.500 metros y esperen los refuerzos. No hagan movimientos hasta que el enemigo lo haga primero.
Desde la pista de lanzamiento, el segundo escuadrón despegó para encontrarse con el enemigo, mientras Rio se paraba junto a Jill.
– También lo viste, ¿verdad? – le preguntó.
– Esto no es un ataque al azar. – asintió Jill. – Están esperando por algo.
– Sí, ¿pero qué? – se preguntó él.
– Comandante. – dijo la voz de Salia por el intercomunicador. – El primer escuadrón ya está reunido. Podemos despegar inmediatamente después del tercer escuadrón.
– Escucha, Salia. – dijo Jill. – Necesito que bajes a la prisión y liberes a Ange y Hilda. Necesitaremos toda la ayuda que podamos conseguir. Quiero ver a Ange y a Villkiss en el cielo dentro de los próximos cinco minutos.
Rio le lanzó una mirada de reojo. El pensamiento de que pusieran a Hilda en peligro no era algo que le gustara, pero Jill tenía razón al decir que necesitarían a cada piloto disponible. Lo único que podía hacer era confiar en las habilidades de Hilda y esperar que eso fuera suficiente para mantenerla a salvo.
– ¿Ange y Villkiss? – repitió Salia. – Pero señora...
– Esa fue una orden, Salia. – la regañó Jill. – ¡Ahora hazlo!
...
Salia se quedó mirando el transmisor en su mano. ¿Por qué? ¿Por qué siempre tenía que ser Ange? Todo lo que Salia siempre quiso fue serle de utilidad a Jill. Ser igual a ella. Se esforzaba más que nadie y aun así todo siempre le caía en el regazo a Ange. Incluso después de que las había traicionado y abandonado, Jill todavía le daba a Ange toda su atención.
– ¡Hey Salia! – llamó Vivian. – ¿Qué estamos esperando?
Salia miró a su escuadrón mientras aguardaban sus órdenes. Jill le había confiado el liderazgo del primer escuadrón. La trajo consigo a Libertus. Entonces ¿por qué no podía confiarle a Villkiss? Si todo lo que necesitaba era ese anillo, ¿por qué no podía confiárselo a ella también?
– ¡Todas a sus unidades! – les ordenó. – ¡Despeguen inmediatamente después del tercer escuadrón, yo me uniré a ustedes después!
– ¡Espera un minuto! – gritó Rosalie. – ¿A dónde vas?
– ¡Hay algo que necesito!
Antes de que pudieran hacerle más preguntas, Salia ya había desaparecido por el corredor. Si Jill no la iba a reconocer libremente, entonces Salia tendría que obligarla a hacerlo.
...
– El tercer escuadrón ya ha alcanzado el perímetro. – anunció Olivier. – Aún no hay señal de ataques del enemigo.
– Que mantengan posiciones. – repitió Jill. – Nadie debe disparar hasta que el enemigo ataque.
– ¡No puedes hablar en serio! – chilló Bronson. – Cancela esa orden. Todas las unidades de Para-mail abran fuego ahora...
– ¡¿Quiere callarse?! – rugió Rio. – ¡Si no tiene idea de lo que está pasando, no meta las narices!
Emma retrocedió ante el repentino arrebato, y tímidamente se echó para atrás.
– Eso estuvo fuera de personaje. – comentó Jill.
– Ese es el menor de mis problemas ahora mismo. – replicó él. Y justo entonces notó algo: el chirrido de los DRAGONS se había detenido. Y en su lugar estaba sonando algo más.
Hoshi ni toban El Ragna
Banri o koete kanata e
...
La canción llegaba hasta cada esquina de Arzenal, eventualmente encontrando su camino hasta la celda donde Ange y Hilda estaban encarceladas. A través de la pequeña ventana ninguna de ellas podía ver lo que pasaba, pero aparentemente, y acorde con el anunció de Jill por el intercomunicador, una singularidad se había abierto justo arriba de Arzenal. En el caos resultante, la guardia había salido corriendo para ayudar en la defensa, dejando a las dos sin más que esperar más noticias.
Hoshi ni yukan El Ragna
Setsuna yuukyuu o
– ¿Oyes eso? – preguntó Hilda.
– Sí, lo oigo. – dijo Ange. ¿Qué era eso? El lenguaje era diferente, y también el ritmo, pero la melodía definitivamente era la misma que la de la canción de la familia imperial.
...
Nagare nagare itsukushimu
Mata seishi no yurikago de
Yaraku awadatsu
Una vez que el tercer escuadrón había despegado, las miembros restantes del primer escuadrón esperaron a que sus propias unidades fueran traídas al elevador principal. Igual que las otras, habían escuchado la extraña melodía que interrumpió la invasión de los DRAGONS.
– ¿Qué diablos? – preguntó Rosalie. Junto a ella, Chris movía la cabeza de izquierda a derecha mientras miraba arriba para ver cuál era la fuente.
– ¡Hey! – dijo Vivian. – Eso suena como la canción de Ange.
– Tienes razón. – Ersha estuvo de acuerdo. – ¿Pero quién la está cantando?
...
– Comandante, tengo tres señales más en el radar. – dijo Pamela.
– ¿Más DRAGONS? – preguntó Jill.
– Negativo – repitió Olivier. – Estoy detectando una especie de señal de radio.
– Ponla en pantalla ahora mismo. – ordenó Jill. Encima de ellos, la pantalla principal reveló al cielo arriba de Arzenal y el anillo de Clases Goleta que se arremolinaba alrededor de la singularidad abierta. En la abertura, se podía ver movimiento mientras tres figuras descendían haciéndose visibles.
– No puede ser... – jadeó Emma.
En la pantalla había tres máquinas humanoides con alas. Una roja, la segunda verde, y la tercera azul. En la armadura de su retaguardia tenían una especie de arma de fuego, casi el doble de larga que el rifle de asalto estándar de un Para-mail, mientras una espada corta estaba montada en cada brazo de cada unidad. La roja, presumiblemente su líder, tenía dos cuernos, mientras que sus compañeras tenían solo uno cada una.
– Esos son... ¿Para-mails? – preguntó Emma.
Rio lo veía con sus propios ojos, pero seguía sin poder creerlo. Todo lo que los datos limitados de la Network que habían reunido decía que las singularidades eran ocurrencias aleatorias y que los DRAGONS eran animales salvajes. Pero ¿y si no lo fueran? ¿Qué tal si los DRAGONS eran controlados por alguna inteligencia, y las incursiones en realidad fuesen algún tipo de invasión militar?
– Así que eso era lo que estaban esperando. – entendió Jill mientras recogía el transmisor. – Todas las unidades, esos tres Para-Mails desconocidos son nuestro enemigo. Serán objetivos prioritarios y se considerarán recompensas de primer encuentro. Ataquen y elimínenlos de una vez.
– Espera un minuto. – dijo Rio. – Algo aquí no anda bien.
Nadie hacía una entrada como esa a menos que quisiera hacerse notar. Y eso significaba que quienquiera que estuviera piloteando esas unidades estaba planeando algo.
Aah, sen no toki no rinne no tabi
Tsunagi au te to te sagashi motome
El segundo y tercer escuadrones cambiaron sus Para-mails a modo Destructor y comenzaron a ascender en altitud hacia las unidades enemigas. Al cerrar la distancia, las tres unidades desconocidas no hicieron ningún esfuerzo por contraatacar. En lugar de eso, la unidad roja de repente comenzó a brillar con una luz dorada, y sus hombros se abrieron para revelar un par de aberturas brillantes.
– ¡Retrocedan! – les advirtió. – ¡Hagan que vuelvan ahora!
Kokoro kawashi ibuku kaze yo
Aratana sekai o tobe
– ¡Todas las unidades dispérsense! – ordenó Jill. – ¡Cancelen el ataque!
Las unidades rompieron la formación, pero fue demasiado tarde para evitar por completo los vórtices gemelos de energía en espiral que el enemigo líder les disparó, vaporizando todo a su paso.
– ¡Al suelo! – gritó Rio. Jill y las operadoras se arrojaron al piso mientras Rio agarraba a Bronson y se tiraba junto con ella, mientras el rugido del ataque pasaba por encima de sus cabezas, haciendo añicos las ventanas del centro de control, mientras pasaba por encima de ellos para impactar la isla.
...
Dentro de la cabina de Enryugo, Salamandinay observaba con su corazón sobrecogido cómo la canción de la Verdadera Estrella concluía, y los Fásers de Discordia disparaban, borrando todo a su paso de la existencia. Varias unidades enemigas lograron evadirlo, pero algunas quedaron atrapadas en el disparo, y sus siluetas desaparecieron como neblina en el sol. Ella quiso evitar esto, pero el sufrimiento de su gente había requerido una decisión difícil.
«Perdónenme,» dijo rezando. «Sólo estoy haciendo lo que debo hacer.»
El disparo continuó hacia la isla base de las Normas, impactando en un destello que llenó toda su visión. Cuando se desvaneció, Salamandinay vio que toda la cuarta parte noroeste de la meseta, junto con las islas adyacentes del perímetro habían sido destruidas, dejando un enorme agujero tanto en tierra como en el mar.
– Lady Salamandinay. – llamó Kaname desde el Hekiryugo. – ¿Qué pasó?
– Parece ser que los sensores de Enryugo causaron una anomalía con los Fásers de Discordia que salvamos del Susano'o. – respondió ella.
– ¿Cuáles son sus órdenes entonces? – preguntó Naga.
– Tendremos que continuar con el ataque directamente. Naga, elimina a los Para-mails restantes. Kaname, toma a un contingente y ataca la base. Yo intentaré calibrar los sensores de objetivo antes de volver a disparar.
...
Mientras la luz se desvanecía y el pitido en sus oídos cesaba, Jill se levantó del suelo de la sala de control y miró a su alrededor. Por algún milagro, el ataque de la unidad enemiga líder los había fallado. Abajo en la cubierta inferior, Pamela y las otras lentamente se ponían de pie, mientras junto a ella Rio y la Inspectora hacían lo mismo.
– ¿Ya pasó? – preguntó Bronson con la voz temblorosa.
– ¡Denme reporte de daños ahora mismo! – ordenó Jill. Pamela intentó teclear en su consola, pero negó con la cabeza.
– Esto no es bueno. Radar, comunicaciones, sensores... todo está muerto.
– ¡Miren! – gritó Hikaru. El grupo miró hacia arriba a través de las ventanas de observación destruidas, y vieron que los Para-mails que habían sobrevivido ahora estaban enfrentándose al enemigo. La unidad azul lideraba a los Goletas en combate, sacando el arma de su espalda para disparar un rayo de energía que atravesó a un Glaive y a un Hauser, destruyéndolos a ambos de un solo disparo. Entretanto, la unidad roja permanecía atrás, como si sólo estuviera observando.
«Debe estar preparando otro disparo,» dedujo Jill. «Tenemos que derribarlo antes que vuelva a disparar. No creo que vuelva a fallar por segunda vez.»
– ¿Dónde está el tercero? – se preguntó Olivier. Como si fuese una respuesta, la unidad en cuestión apareció arriba de ellos, liderando un enjambre de Goletas descendiendo en picada hacia Arzenal. Los cañones de la base comenzaron a disparar, y varios de los Goletas fueron derribados antes que la unidad verde disparara con su rifle, cuyo rayo acuchilló por toda la cara del risco al este de la pista de lanzamiento, diezmando a una fila completa de cañones.
– ¡Evacúen el centro de comando ahora! – ordenó Jill. – ¡Tendremos que reanudar las operaciones desde la sala de emergencia!
– ¿Quieres decir que tenemos que salir? – exclamó Bronson en pánico. – ¿Te has vuelto loca?
Antes de que pudieran responderle, una sombra cayó sobre el centro de comando, y un Goleta descendió para posarse sobre los restos destrozados de la cubierta superior. Olivier lanzó un grito de shock y casi se desmayó cuando vio a la bestia meter su cabeza y lanzar sus mandíbulas hacia ella. La chica chilló mientras Jill sacaba su revólver cuando algo saltó al lado de ella por encima del escritorio. Extendiendo su brazo mientras aterrizaba, Rio levantó un escudo de Mana y bloqueó a la criatura antes de que pudiera agarrar a Olivier y le disparó con su escopeta, volándole un trozo de la cabeza y haciendo que la bestia se tambaleara y se desplomara, cayendo sobre la pista de aterrizaje de abajo.
– Vamos. – le dijo Rio mientras le extendía la mano. Olivier le lanzó una mirada confusa, pero aceptó la mano y él la ayudó a levantarse, justo cuando otro Goleta descendió e intentó meterse por la ventana frontal de la sala de control, antes de abrir su boca para rugir.
...
Rio levantó otro escudo cuando el segundo Goleta se lanzó hacia ellos, cuando de repente rugió y una sensación como de agujas ardiendo clavándosele le invadió todo el cuerpo. Su visión empezó a hacerse borrosa por el dolor y se tambaleó, pero Olivier lo atrapó y lo sacó del camino.
– ¿Se encuentra bien, señor? – le preguntó. Una vez que se salió del rango de las voces de los DRAGONS, el dolor se fue y recuperó su equilibrio.
– Sí, gracias. – respondió él, justo antes que alguien gritara de furia. Arriba en el puesto de mando, con los ojos brillándole como si estuviera drogada, Bronson abrió fuego y empezó a tirotear por toda la sala, mientras Rio y las chicas se agachaban para ponerse a cubierto hasta que Jill se ocupó de noquear a Bronson. Una vez que la amenaza inmediata fue eliminada, Jill disparó su propia pistola y le dio al Goleta justo en medio de los ojos.
– ¡Todos muévanse! – ordenó Jill. Mientras el grupo se dirigía hacia la salida, Rio se tomó un momento para echarse a la inconsciente Bronson encima del hombro.
– Ustedes dos. – dijo señalando a Hikaru a Pamela. – Tenemos que llevarnos mi caja.
Las dos chicas asintieron y cada una cogió uno de los agarraderos, levantándola y saliendo detrás del resto.
– ¡Diablos, esta cosa está pesada! – gruñó Hikaru. – ¿Cuántas armas tiene aquí adentro de todos modos?
– ¡Con suerte las suficientes! – respondió Rio. En la puerta, Jill se tomó un momento para chequear y vio que el camino estaba despejado. Hizo un gesto rápido a los otros y las guio hacia afuera en el patio, en dirección hacia el búnker de comando de emergencia. Una vez afuera, la devastación se hizo muy clara, ya que una cuarta parte al noroeste de Arzenal había desaparecido por completo.
«El cementerio. La tumba de Sarah. Se ha ido,» pensó.
Un chirrido arriba de sus cabezas hizo voltear a Rio, que vio un tercer Goleta descendiendo hacia ellos.
– ¡Malditos! – gritó mientras levantaba el arma y le vaciaba todo el cargador.
...
Ange no sabía qué acababa de suceder, pero fuera lo que fuera, había sacudido a toda la isla, haciéndolas caerse de sus catres a ella y a Hilda.
– ¡Ay! – se quejó. – ¿Estás bien?
– Creo que sí. – dijo Hilda. Trepándose encima del retrete de la celda, Hilda se levantó de puntillas para asomarse por la ventana, sólo para lanzar un grito y saltar cuando algo derribó la pared y continuó a través de los barrotes. En cuanto el polvo se disipó y las dos chicas se levantaron, se quedaron en shock al ver el cadáver de un DRAGON clase Goleta, con todo el cuerpo agujereado de balas.
– ¡Hola! – gritó una voz. – ¡¿Hay alguien aquí?!
– ¡Momoka! – llamó Ange. – ¡Momoka, aquí abajo!
Ella y Hilda salieron de su celda y bajaron por el corredor hacia la entrada de la cárcel de la base, donde Momoka ya las estaba esperando.
– ¡Lady Angelise! – exclamó Momoka con alegría. – ¡Gracias al cielo usted y la Srta. Hilda están a salvo!
Iluminando su mano con la Luz de Mana, Momoka le hizo un gesto a la puerta para que se desbloqueara y se abriera.
– Momoka, ¿qué está sucediendo?
– ¡Arzenal está bajo ataque! Dijeron algo sobre Para-mails enemigos y esa explosión, y... ¡lo siento, pero no lo sé!
¿Para-mails enemigos? ¿Acaso Ange lo escuchó bien?
– ¿Qué hay de Rio? – preguntó Hilda. – ¿Dónde está?
– No estoy segura. – respondió Momoka. – Cuando la singularidad se abrió, me sacó de la casa de invitados y me envió aquí para esconderme. Pero entonces me perdí hasta que encontré el camino hasta acá.
– Mira, estoy segura de que Rio puede cuidarse bien por su cuenta. – le aseguró Ange. – Vámonos al hangar y veamos qué está sucediendo.
...
Dejando a la inspectora en el suelo, Rio echó un vistazo mientras Jill observaba la batalla a través de un par de binoculares y las otras comenzaban a colocar el centro de comando de emergencia. Un búnker fortificado cuya defensa era suplementada por la fisura de rocas en la que había sido construida, la cual el ataque de la unidad roja apenas había fallado. De nuevo, tenían suerte de que cualquiera de ellos estuviese vivo. Rio había recibido información de ellos en su misión, pero seguía sin poder creer lo que acababa de ver.
Esos eran Fásers de Discordia. Las mismas armas que Embryo había instalado en los Ragna-mails. Así que ¿de dónde habían sacado estas unidades los suyos? No creía que las otras dos los tuvieran, ya que seguramente los habrían disparado luego de que la primera unidad había fallado.
– Señora, ya tenemos conexión. – dijo Olivier.
– ¡Denme el estatus ahora! – ordenó Jill.
– No es nada bueno. – respondió Pamela. – Casi todo el segundo escuadrón ha sido aniquilado junto con la mitad del tercero.
– ¡Contáctenme al hangar! – gritó Jill, y Hikaru le arrojó un transmisor. – Zhao Mei, responde. ¿Me oyes?
– Aquí estoy, Comandante. – respondió Zhao Mei.
– ¿Cuál es el estatus del despegue del primer escuadrón?
– Cuatro de las unidades ya están listas para salir. Pero Salia todavía no vuelve.
– Regresará pronto. – explicó Jill. – Por ahora, lanza lo que tenemos. Luego prepárate para hacer un reabastecimiento para las sobrevivientes de los escuadrones dos y tres.
– Sí, señora.
Desde su lugar en el fondo, Rio observaba a las otras y se sintió asqueado por lo inútil que estaba siendo. No era un experto en tecnología, así que no podía ayudar a conectar el búnker con el mundo exterior, ni tampoco tenía un Para-mail, por lo que no podía salir a ayudar en la pelea. Y aunque lo hiciera, no estaba seguro de si sería de utilidad. Si los DRAGONS realmente podían neutralizar el Mana, ¿cómo se suponía que les ayudara a pelear? Aunque no se había vuelto loco como Bronson, cuando ese Clase Goleta le había rugido se sintió como si se fuera a desmayar del dolor. El Jefe tenía razón, no se podía involucrar en esta pelea. Todo lo que podía hacer era sentarse y observar, igual que el día que se llevaron a Sarah.
«Diablos, ¿qué estoy haciendo?» maldijo. «¿Para qué vine aquí si no puedo hacer nada para ayudar?»
– Comandante, responda. – dijo alguien por el intercomunicador. – ¡Maldita sea, Jill, respóndeme!
Aparte de la voz, se oían disparos, ladridos, y el chirrido de DRAGONS.
– Te oigo, Jasmine, ¿qué está pasando?
– Los DRAGONS están empezando a abrirse paso. Yo y mis chicas estamos tratando de evitar que entren por el centro comercial, y Zhao Mei y las suyas tienen cubierto el hangar, pero cualquier agujero lo bastante grande para que se metan servirá como vía de entrada.
– Entendido. Sigue conteniéndolos en tu zona. – respondió Jill. – Atención a todas las residentes. El enemigo ha entrado en la base. Prepárense para combate directo.
¿Así que los DRAGONS ya estaban adentro? Ange y Hilda probablemente seguían en su celda. ¿Qué pasaría si un DRAGON se abría paso hasta la prisión? Estarían atrapadas sin forma de escapar. Luego estaba Momoka. Si los DRAGONS no la hacían pedazos cuando la encontraran, usarían ese rugido suyo el cual sabría quién lo que podría hacerle. Rio intercambió miradas entre Jill y el personal centro de comando, la puerta, y luego el casillero lleno con todo el equipo que le compró a Jasmine. ¿Qué otra opción tenía?
...
Con Zhao Mei y las armeras proveyendo fuego de cobertura, las cuatro miembros del primer escuadrón esperaron hasta que se presentara una brecha en el ataque, andes de despegar en sus Para-mails y salir hacia el cielo. Un grupo de Goletas se lanzó hacia ellas, pero les dispararon con sus cañones y los derribaron antes de que pudieran acercarse. Luego concentraron su fuego en los DRAGONS que atacaban a sus camaradas y lograron abrir un hueco en el avance del enemigo.
– ¡Chicas! – dijo Ersha por la radio. – ¡Regresen y vuelvan a reponer su munición! ¡Los mantendremos ocupados mientras ustedes se reabastecen!
– ¡Sí, déjenlo en nuestras manos! – añadió Vivian. Las sobrevivientes de los segundo y tercer escuadrones pasaron volando junto a ellas, y la primera compañía cambió a modo Destructor.
– Chicas, escuchen. – ordenó Ersha. Al ser la miembro de mayor edad, había asumido liderazgo temporal hasta que Salia pudiese unirse a ellas. – Concentren todo el fuego en los Goletas. No se enfrenten a los Para-mails enemigos hasta que lleguen los refuerzos.
Con Vivian protegiendo sus flancos, las tres unidades de artillería apuntaban con sus cañones y dispararon una ráfaga hacia la horda invasora. Al ver a sus camaradas siendo diezmados por la repentina ofensiva, la unidad enemiga azul hizo una señal a los DRAGONS para retirarse antes de cargar hacia la primera compañía, disparando rayos de energía desde el arma en su antebrazo izquierdo.
– ¡Cuidado! – advirtió Chris.
La primera compañía se dispersó, pero Rosalie, cuyo Glaive sufría de movilidad comprometida debido a los cañones que tenía montados, no pudo moverse lo suficientemente rápido y fue rozada en el flanco izquierdo. El disparo la sacó de curso y la envió descendiendo en espiral hacia el mar.
– ¡Rosalie! – gritó Chris antes de lanzarse y agarrar al Glaive amarillo por el brazo. – ¡Tranquila, ya te tengo!
El enemigo azul, sin embargo, se lanzó hacia ellas cuando una cuchilla giratoria le pasó volando y casi lo cortó en dos. En cuanto el enemigo interrumpió su ataque, Vivian atrapó el boomerang de su unidad y le incitó a que viniera por ella.
– ¡Aléjate de mis amigas! – le advirtió.
Detrás de la unidad azul, dos Goletas aparecieron y se prepararon para atacar cuando el enemigo azul alzó su mano y les hizo detenerse. Levantando su otro brazo, la cuchilla corta en la extremidad derecha se extendió hasta convertirse en una espada, que le apuntó hacia el Razor rosa.
– ¿Oh, conque quieres pelear? – la retó Vivian. Enfundando su rifle de asalto en el faldón de su armadura, Vivian sujetó el boomerang con ambas manos, y lo separó para formar un par de cuchillos de combate. – ¡Muy bien, ven por mí!
...
El olor de la pólvora era tan intenso que era difícil respirar. Desde todas las direcciones, ecos de disparos, gritos de dolor, y rugidos inhumanos resonaban por toda la base. Grietas corrían por las paredes y los escombros se esparcían por todo el suelo. Sin duda había sido causado por lo que hubiera sido aquella explosión.
– ¿Segura de que es por aquí? – preguntó Ange.
– Confía en mí. – dijo Hilda. – En todo el tiempo que pasé planeando mi escape, memoricé hasta el último pasadizo de este lugar.
Detrás de Ange, Momoka de pronto se quedó atrás y se agarró la cabeza.
– ¿Estás bien? – preguntó Ange. Momoka asintió y le sonrió para tranquilizarla.
– Sí, estoy bien, milady. Debe ser por toda esta emoción.
Adelante, una puerta hacia las escaleras se hizo visibles y Hilda señaló al frente.
– Por aquí. – dijo mientras abría la puerta. – Esto lleva directamente al comedor. Desde allí podremos...
Un chirrido furioso fue la única otra advertencia que recibieron antes que un Goleta descendiera por las escaleras hacia ellas. Hilda cerró con un portazo, pero la furiosa bestia la rompió como si fuera de papel, empujándolas a las tres. Ange aterrizó de un lado mientras Hilda y Momoka caían en el otro. Mientras la bestia recuperaba el sentido y trataba de decidir a quién debía atacar primero, Ange cogió una piedra que había caído del techo y se la arrojó en la cabeza al DRAGON.
– ¡Hey! – le gritó. – ¡Por aquí, lagartija sobrealimentada!
Tal como esperaba, el Goleta se giró hacia ella y se tensó para atacar, cuando Momoka levantó su mano y lo atrapó en una barrera de Mana.
– ¡Grandioso! – la alabó Ange. – Ahora déjalo inmóvil. Veré si encuentro una pistola para terminarlo.
Con el DRAGON atrapado, Ange salió corriendo por el pasillo hacia donde escuchó los disparos, con suerte para pedirle a alguien un rifle de asalto. O al menos, eso era lo que planeaba hacer, antes de que alguien la hiciera tropezar mientras corría, causando que se cayera mientras algo la golpeaba detrás de la cabeza dejándola noqueada.
...
– ¿Lo tienes? – preguntó Hilda. Con suerte, Ange volvería pronto con algo para matarlo.
– ¡No te preocupes! – le aseguró Momoka. – ¡No va a salir de allí!
Como si oyera su comentario, el DRAGON se giró hacia ellas, con los ojos brillando mientras rugía, y la barrera se hizo añicos como si Hilda la hubiese tocado.
– ¿Qué diablos? – gritó. De repente oyó un golpe seco, y se giró para ver que Momoka había colapsado en el suelo. – ¡Momoka!
¿Qué diablos le hizo esa cosa? Un repentino gruñido y una sombra cubriéndola desde atrás causó que Hilda se diera la vuelta para ver al Goleta alzándose sobre ellas, con las mandíbulas abiertas para revelar una mandíbula llena de dientes afilados.
...
– Los escuadrones dos y tres han llegado al hangar. – anunció Olivier. – Zhao Mei reporta que las unidades sobrevivientes tardarán unos diez minutos en reabastecerse.
– Dile que tiene cinco. – respondió Jill.
Por supuesto, incluso eso podría no ser suficiente. Por lo que ella podía ver, las unidades enemigas no sólo eran increíblemente avanzadas, sino también poderosas. Casi al mismo nivel que Villkiss. De hecho, Jill sospechaba que probablemente estarían en el mismo nivel que un Ragna-mail. Esa unidad roja estaba equipada con Fásers de Discordia y parecía poseer un sistema Archangel. Esa era la única razón por la cual podría haber brillado de la forma en que lo hacía.
«Maldición, Salia, ¿por qué tardas tanto?» se preguntaba Jill. Villkiss era la única arma que tenía una posibilidad de igualar a estas tres unidades. Si no la enviaban al aire antes que la unidad roja lanzara otro ataque, todos estarían muertos.
– El primer escuadrón está logrando contener al enemigo. – anunció Pamela. – Sin bajas por el momento. La Unidad Vivian se encuentra actualmente enfrentándose a la unidad azul enemiga. La unidad verde sin embargo está diezmando los puestos de los cañones de la base. Sólo un 30% de ellos siguen operables.
– ¡Hey, espera un minuto! – dijo de repente Hikaru. – ¿A dónde se fue el Capitán?
Todos los ojos se volvieron hacia la parte trasera del búnker, pero en lugar del Capitán Algren, todo lo que vieron fue una puerta abierta y una caja sellada abierta.
...
Hilda estaba tan aterrada que no podía moverse. La masa corporal del Goleta abarcaba toda la anchura y altura del pasillo, pero incluso estando encorvado podía moverse con facilidad. Aunque corriera, aunque dejara atrás a Momoka, el DRAGON la atraparía antes de que pudiera dar dos pasos.
«¡Auxilio!» suplicó. «¡Que alguien me ayude!»
El Goleta finalmente se lanzó y Hilda se cubrió con los brazos, cuando un sonido como un par de estallidos secos resonó detrás del DRAGON y este se desplomó muerto. Mientras su corazón se sentía como si estuviera a punto de explotarle en el pecho, Hilda miró para ver a una figura salir de entre el pasaje de escaleras arruinadas.
– Parece que llegué a tiempo.
En el arnés que se había puesto encima de su uniforme, Rio tenía suficiente poder de fuego para enfrentar a todo un ejército por su cuenta. Entre las granadas y cargadores de reserva colgándole del cinturón y de la tira sobre el hombro, una magnum semiautomática de 0.44 y una subametralladora helicoidal le colgaban de las caderas, y llevaba también una cuchilla corta por la espalda. En sus manos, la boca de una escopeta bullup echaba humo, luego de haberle vaciado dos proyectiles al DRAGON en la espalda.
– ¿Estás bien? – le preguntó. Hilda lo miró y se encontró sin habla. Algo dentro de ella le hizo agitarse, algo que no entendía y que nunca le había dado por causa de un hombre antes.
– Uh, sí, gracias. ¡Oh, no, Momoka! – Hilda se arrodilló junto a la sirvienta mientras Rio se les acercaba. – El DRAGON, le hizo algo con su rugido. Destruyó su Mana y...
– Sí, ya lo sé. – interrumpió él. – Algo en su rugido afecta a los humanos. La Inspectora se volvió loca cuando uno de ellos irrumpió en el centro de comando y nos rugió.
– ¿Y por qué a ti no te afecta?
– Sí me afecta, pero no tanto. Sólo me da dolor, pero no es nada que no pueda manejar. Creo que mi Bloqueador de Mana debe estar protegiéndome de la peor parte. – le explicó.
Justo entonces, con un gruñido Momoka recuperó la conciencia e intentó levantarse.
– ¿Cómo te sientes? – preguntó él, mientras Hilda la ayudaba a ponerse de pie.
– Bien, eso creo. ¡Esperen! ¿Dónde está Lady Angelise?
– Estaba a punto de preguntarles lo mismo.
– Cuando el Goleta nos atacó, ella salió corriendo para buscar un arma con la que matarlo. – explicó Hilda. – Ya debería haber vuelto.
– Tenemos que encontrarla antes de que algo más lo haga. – le dijo Rio. – Les explicaré lo que pueda, pero primero tenemos que encontrarla y subirla a Villkiss si queremos salir de esto con vida.
...
Había sido un golpe de suerte encontrarse con Ange en el corredor. Le ahorró a Salia los problemas de tener que ir y quitarle el anillo a punta de pistola. El cómo se escapó o qué le sucedió a Hilda, no lo sabía, pero Salia tenía cosas más importantes de las que ocuparse. Arrastrando el cuerpo inconsciente de Ange hacia un closet cercano, Salia la arrojó adentro y le quitó el anillo.
¿Así que este anillo era la clave de Villkiss? Todo lo que necesitaba era esto, y finalmente podría reclamar todo lo que Ange le había robado. Con una sonrisa satisfecha, Salia se puso el anillo en su propio dedo y cerró la puerta. Mientras Ange no hiciera ningún ruido estaría a salvo. E incluso si la encontraban, mientras Salia tuviera el anillo entonces Libertus podría seguir como estaba planeado. Jill no tendría más opción que confiarle todo a ella.
Esta historia continuará...
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