Capítulo 12: Canción de ángel
Igual que su predecesora, Jasmine prefería hacer sus negocios en el piso de ventas, donde podía mantener un ojo tanto en la mercancía como en sus clientes. Siendo así, la oficina de manejo de ventas del centro de Arzenal era poco más que un enorme armario dominado por varias filas de gabinetes que contenían copias físicas de registros de ventas, órdenes de compra, y los historiales de sus clientes. La Inspectora a menudo se quejaba de lo mucho que a veces tardaba encontrar algo, pero a Jasmine no le gustaban mucho esos artilugios con forma de tableta que todos usaban estos días. Sus archivos podían ser hackeados o alterados, y nunca lo sabrías. Al menos con un candado sólido podías saber cuándo alguien había irrumpido en el lugar. Aunque ahora, lo que Jasmine estaba buscando no era un rastro de papeles. Entre las cajas de delantales, productos de limpieza y basura esparcida por el suelo, había escondido algo muy importante. Y ahora estaba desesperada por encontrarlo.
«Demonios, ¿en dónde lo metí?» maldijo.
Rio la estaba esperando y ella no podía seguir aplazándolo. Detrás de ella, Vulcan gimió y Jasmine se giró para echarle una mirada enojada.
– ¡No, no lo perdí! – le espetó. – Es sólo que... no recuerdo dónde está. ¡No me mires así!
Jasmine siguió echando un vistazo en el desorden que había en la habitación, y se le ocurrió una idea.
– Vulcan, cariño, – canturreó – ¿podrías hacerle un favor a mamá? – Vulcan se sentó y se rascó la cabeza con su pata trasera. Increíble, pero Jasmine no tenía tiempo para discutir ahora. – Te daré tres hamburguesas, tómalo o déjalo.
Vulcan pareció pensarlo, luego se irguió y movió la cola. Ahora que tenían un acuerdo, Jasmine cogió algo de un estante y extrajo una caja sellada. Era el primer lugar donde había revisado, pero por desgracia no hubo ningún resultado. Pero tal vez algo allí dentro sirviera. Cogiendo el interior, Jasmine cogió una tira de piedras pulidas y se la acercó al hocico de su perro.
– Huele esto. – le dijo. – Ahora encuéntralo.
Vulcan cogió el olor del brazalete y empezó a olfatear por toda la habitación. Con suerte, para cuando ella regresara lo habría encontrado.
...
Afortunadamente, el resto del día había transcurrido sin ningún incidente. Luego de haber "interrogado" a Ange y Hilda, Bronson lo había llevado a la enfermería, donde una de las pilotos del segundo escuadrón, Chelsea, estaba siendo tratada por quemaduras de segundo grado en su brazo. En otra cama, una chica del tercer escuadrón yacía en tracción, ya que su brazo (acorde con su expediente médico) tuvo que serle reinsertado quirúrgicamente luego de que un ataque de un Clase Bergantín perforó el casco de su Glaive. Aunque su brazo recuperase la movilidad suficiente para pilotar un Para-mail, Rio sabía que le llevaría varios meses de rehabilitación para lograrlo. Y en ese tiempo, la administración de Arzenal le pondría una multa de un millón por cada día de servicio que se hubiera perdido.
«Este lugar merece arder en llamas,» pensó.
Pero al menos, Maggie evitaba que su tiempo aquí fuese aburrido. Jasmine tenía razón en que la doctora tenía un talento para meterse debajo de la piel de la gente. Mientras estaba aquí, el olor de whisky en su aliento era tan fuerte que podía olerlo incluso a un metro de distancia, y la Inspectora la regañó por ello. Así que, en represalia, Maggie la llamó para que se acercara, echó una mirada en dirección a él, y murmuró algo que hizo que el rostro de Bronson se pusiera tan rojo como un tomate, antes de que la regañara por decir algo tan descarado, y salir casi corriendo hacia la puerta.
– ¿Qué le dijiste? – le preguntó él. Maggie simplemente se encogió de hombros.
– Sólo le pregunté si le gustaba estar bajo un oficial de tu calibre. O si preferiría estar encima de ti.
Luego de eso, Bronson lo había escoltado a varias de las instalaciones de entrenamiento; los simuladores de vuelo, el curso de obstáculos, y la zona de tiro. La última de éstas estaba siendo utilizada por el primer escuadrón. Con Salia, tuvo que admitir que tenía una puntería impresionante, logrando acertar 98% en modo semiautomático, y hasta 80% en modo automático. El resto del escuadrón dejaba mucho qué desear, sin embargo. Vivian, la más joven del grupo, era la única que disparaba a un nivel cercano a Salia. Dos de las otras, Chris y Rosalie, lo hacían bien en modo semiautomático, pero sus puntuaciones en automático total eran atroces. También se tensaban considerablemente cuando él se paraba detrás de ellas. No era una sorpresa que las hubieran puesto en la banca sin Hilda y Ange. Y luego estaba Ersha, la chica que estaba sirviendo de entrenadora con las niñas en edad escolar antes. Su puntuación era la más baja del escuadrón, aunque Rio asumió que no era totalmente su culpa. Parecía que su centro de balance estaba un poco fuera de lugar a comparación de sus compañeras de escuadrón.
Y también, aunque no estaba del todo seguro, tenía la sensación de que ella parecía mantener un ojo sobre él por alguna razón.
«¿Hice algo para alertarla?» se preguntó. «Eso no puede ser. Ella no sabe quién soy, así que ¿por qué iba a sospechar de mí?»
Decidió que probablemente sólo eran los nervios. El día estaba llegando a su final y casi era hora de ir a encontrarse con Sarah. Una última parada en el embalse de Arzenal, donde se procesaba el agua del mar para la desalinización y descontaminación, y finalmente terminó el itinerario. Con un gran alivio, Rio escoltó a Bronson de vuelta a sus cuarteles, y aunque ella lo invitó a tomar un café, Rio cortésmente la rechazó, diciendo que tenía una llamada importante por hacer. Lo cual era suficientemente verdad.
– ¡Bienvenido! – lo saludó Momoka mientras entraba por la puerta delantera de la villa. – La cena estará lista pronto.
Rio suspiró y la saludó con la mano. Luego del día que tuvo, era agradable ver una cara amigable.
– Suena bien. – le respondió. – Pero me temo que eso tendrá que esperar. Algo muy importante ha surgido.
– Entiendo. – respondió ella. – No se preocupe, me aseguraré de que se mantenga caliente hasta que esté listo para comer. Por cierto, ¿pudo hablar con Lady Angelise? ¿Se encuentra bien?
Rio se dio cuenta que probablemente no sería buena idea decirle que había aplastado a su querida ama contra la mesa. Incluso cuando Ange había lanzado el primer golpe.
– Ahora está mejor. – le aseguré. – Logré que les permitieran a ella y Hilda darse una ducha junto con la sopa que les preparaste. Aunque debo ser honesto, nuestro encuentro podría haber ido... mejor. No es que exactamente tenga mucha experiencia tratando con la realeza, al menos no cuando no involucra que estén tratando de dispararme.
– Lo entiendo. – asintió Momoka. – Si gusta, puedo servirle de tutora en etiqueta apropiada.
– Yo... supongo que eso podría ayudar. – murmuró. – Te diré algo, primero iré a lidiar con esto y luego iré a buscarte. Entretanto, debo entregar mi reporte, pero estaré esperando a alguien, así que mantén un ojo abierto por si hay alguna invitada sorpresa. La inspectora o alguien más.
– ¡Sí señor! – Momoka hizo el saludo militar. – Déjelo todo en mis manos. Oh, y por cierto, recogí su orden de la Sra. Jasmine. Casi todo era una caja de productos de limpieza, pero había una enorme caja sellada oculta en medio de todo. Me imaginé que sería algo importante así que se lo dejé escaleras arriba en su habitación.
– Buen trabajo. – le dijo. – Sólo déjame ocuparme de eso y continuaremos con el resto después.
Una vez subió las escaleras, Rio se encerró en el dormitorio principal y encontró la caja que Momoka había mencionado en su cama. Abrió la tapa, y sonrió al ver su contenido. Jasmine le había conseguido todo lo que le pidió. Con suerte, no tendría que llegar a esto, pero prefería tenerlo y no necesitarlo que encontrarse en una posición vulnerable. Luego de esconderla en el armario, Rio fue hacia su mochila de viaje y sacó su tabla de datos del compartimiento oculto.
– Blue 6, autorización 0-9-3. – llamó. Se abrió un canal y tras un segundo de espera, la voz del Capellán le respondió.
– Rio, ¿cómo va la misión? ¿Algún problema?
– Ninguno hasta ahora. Aunque creo que Bronson se podría estar encariñando demasiado con el Capitán Algren. Hace un rato quiso invitarme un café.
– Ya me anticipé a eso. – respondió el Capellán. – Te enviaré un archivo con detalles sobre una prometida que tienes, intenta colarlo en la conversación. Su perfil sugiere que te respetará por honrar tu compromiso y se echará atrás. ¿Qué hay de la princesa? ¿Has tenido la oportunidad de hablar con ella?
Rio tarareó un poco mientras intentaba encontrar la mejor forma de explicarlo.
– Lo hice. Y no resultó muy bien. Ella ha estado... – Rio hizo una pausa mientras buscaba la palabra correcta – ... muy amargada con todo lo que ha sucedido. Quizás haya sido demasiado duro con ella. ¿Algún consejo?
– Lo importante es que logres construir confianza con ella. – dijo el Capellán. – Recuerda, lo más probable es que Jill tenga su propia agenda, y no dudará en usar esa amargura para su propia ventaja. Recuerda, sólo porque estemos trabajando con ella no significa que sea nuestra aliada. La próxima vez que se vean, dile a Ange la verdad sobre el mundo, pero no le reveles mucho sobre Vilkiss. Con suerte, eso tal vez nos haga ganar algo de crédito con ella.
– Entendido. Lo contactaré mañana con una actualización.
Cortó la transmisión y guardó la tabla de datos antes de dejarse caer en la cama para descansar. Este era un juego peligroso. Si su misión ya no fuera suficientemente riesgosa por sí sola, ahora estaba a punto de exponerse a sí mismo a un agente no autorizado. El incidente de Misurugi todavía seguía fresco en su cabeza y cuando (no era un si acaso) el Jefe o el resto de los líderes de la Network se enteraban, su carrera con ellos habría llegado a su fin.
«Podría esperar,» pensó. «Una vez que comience Libertus, puedo revelarme abiertamente a las Normas, y luego podré encontrarla sin arriesgarme a sufrir consecuencias.»
Pero y si lo hacía ¿después qué? Encontrar a Sarah era toda la razón por la que se había unido a la Network. Era la razón por la que había hecho todas esas cosas desde entonces, buenas y malas. Se había parado frente a las tumbas de sus padres y les prometió que no se detendría hasta encontrarla. Pero ¿realmente valía la pena sacrificar la confianza que el Jefe tenía en él?
En el medio de su debate interno, alguien le tocó la puerta del dormitorio y Rio se puso de pie de inmediato.
– ¿Sí? – respondió.
– ¿Sr. Rio? – le llamó Momoka desde el otro lado. – La Sra. Jasmine está aquí. Dice que todo está listo.
Levantándose de la cama un salto, Rio se tomó un momento para acomodarse en el espejo. Ya era hora por fin.
«Ya he llegado hasta aquí,» decidió. «Lo mejor que puedo hacer es llevarlo hasta el final.»
...
Con un gruñido exhausto, Rosalie cerró la puerta de su casillero. Vaya día. Aparte de no haber hecho nada de dinero, el Capitán había venido a la zona de tiro mientras ella y el resto del escuadrón estaban haciendo sus entrenamientos. Mientras se ajustaba sus calcetas, miró al otro lado de la habitación y vio a Chris sentada con las rodillas apretadas contra el pecho. Le resultaba reconfortante verla actuar con su personalidad tímida usual, y Rosalie fue a sentarse junto a ella.
– ¿Estás bien? – le preguntó. Chris levantó la mirada, y a través de sus mechones logró sonreír débilmente.
– Sí, estoy bien. Sólo me asusté un poco con el Capitán.
– Sí, dímelo a mí. – Mientras él y la Inspectora observaban su entrenamiento, Rosalie podía sentir cómo sus ojos le taladraban desde atrás, y esa sensación casi la hizo desmayarse. El solo hecho de saber que un hombre estaba parado detrás de ella lo bastante cerca como para tocarlo era suficiente para invocar un torbellino de emociones en ella que hacía que le diera vueltas la cabeza de sólo pensar en ella.
De repente, la puerta que llevaba al corredor se abrió, y entraron dos chicas. Una tenía el cabello de un tono similar a Rosalie, pero con peinado diferente que le colgaba lacio hasta los hombros. La segunda tenía cabello color lavanda corto por el frente, pero que le bajaba por el cuello antes de rizarse hacia arriba en las puntas. Rosalie las reconoció a ambas como Irma y Tanya respectivamente del tercer escuadrón.
– Tanya, ¿esto de verdad es necesario? – se quejaba Irma.
– Sí. – respondió Tanya, que se dirigió a ellas. – Hey, ustedes dos, ¿tienen un minuto?
– ¿Qué pasa? – preguntó Rosalie. – ¿Se les estropeó su ducha o algo?
Tanya le hizo un gesto a Irma, que echó un vistazo con cautela afuera antes de cerrar la puerta. Irma asintió y Tanya corrió hacia donde estaban Rosalie y Chris.
– Entonces, ¿es verdad que el Capitán vino a ver sus entrenamientos? – preguntó Irma.
– Uh... – Rosalie se sintió algo incómoda de ver la mirada de éxtasis en sus ojos. – Sí, ¿por qué?
– ¿Consiguieron algunas?
– ¿Algunas qué? – preguntó Chris. Metiendo la mano entre el bolsillo de su cadera, Tanya sacó un manojo de fotos. Rosalie y Chris se acercaron para ver que todas eran del Capitán Algren. Desayunando en el comedor, caminando por el hangar de Para-mails, y caminando por el patio superior.
– Veronica y unas cuantas más se las tomaron mientras no estaba viendo. – les explicó. – Son incluso más populares que Perolina. Todo mundo está intercambiando, comprando o vendiéndolas.
– ¿En serio? – preguntó Rosalie. – Tal vez deba conseguirme una cámara y tomarle yo misma algunas fotos. Necesito ganar dinero de alguna forma.
– ¡Rosalie! – se quejó Chris.
– Realmente no es la gran cosa. – comentó Irma. – No es como que no hayamos visto fotos de hombres antes.
– Sí, pero nunca los hemos visto en vivo. – argumentó Tanya. – Además, tú misma compraste algunas para ti.
Irma dio un respingo y su rostro se puso rojo. – ¡No... no se trata de eso! Yo sólo... ¡necesitaba algunas para practicar dibujar la figura masculina! ¡Eso es todo!
– ¿Con o sin ropa? – sonrió Tanya. – Sigo sin poder creer que un hombre de verdad esté aquí en Arzenal. ¿Se pueden imaginar cómo debe verse en el gimnasio? ¿O en la ducha? ¿O cómo se sentirá en la cama?
Rosalie tuvo que admitir que el pensamiento había cruzado por su mente. Como la mayoría de las otras Normas, había pasado toda su vida en Arzenal rodeada de otras mujeres. Y aunque disfrutaba de su tiempo con Zola, Hilda y Chris, ocasionalmente tenía curiosidad de cómo se sentiría hacerlo con un hombre. ¿De verdad se sentiría tan diferente como decían?
De repente, Chris se levantó de su asiento y salió furiosa del cuarto de casilleros.
– ¡Chris! – la llamó. Se abrió paso entre Irma y Tanya, corrió hacia la puerta y alcanzó a Chris cuando iba por el corredor. – ¡Chris, espera! ¿Qué diablos pasa contigo?
Chris se giró para verla, y Rosalie se sorprendió de ver una mirada gélida en su ojo.
– Tú también lo quieres, ¿verdad? – la acusó.
– ¿De qué hablas?
– ¡Quieres acostarte con él! ¡Igual que las demás! ¡Es un humano, pero lo único que les importa a todas es lo que tiene entre las piernas!
Conmocionada por el repentino arranque de su amante de pelo plateado, Rosalie agarró a Chris por los hombros y la metió en un armario cercano antes que alguien las oyera.
– ¿Quieres controlarte? – le advirtió. – Ok, sí... supongo que el Capitán no tiene mala apariencia. Pero eso no quiere decir que estoy lo bastante loca como para lanzarme a él sin más.
Chris se quedó viéndola fijamente, y su expresión gradualmente se suavizó.
– Entonces ¿no estás cansada de mí?
– ¿Eso es lo que te preocupa? – preguntó Rosalie. – ¿Cuántas veces tendré que decírtelo? Nunca te dejaré sola. Eso fue lo que acordamos cuando Hilda nos abandonó, ¿recuerdas? Que las dos siempre estaríamos aquí una para la otra. Nunca te dejaría. Ni siquiera para hacerlo con un hombre.
Finalmente, Chris se permitió sonreír y sus ojos empezaron a brillar.
– Lo siento, Rosalie. – le dijo. – Es sólo que tener a un hombre tan cerca me da miedo. Y la forma en que algunas de las otras hablan sobre él... ya sé que a veces miras la colección de Zola, así que me da miedo que de una forma u otra él venga y te aleje de mí.
Rosalie sonrió y apartó los mechones de Chris para plantarle un beso en la frente.
– Vamos a cenar. – le dijo. – Luego, volveremos a la habitación y no saldremos hasta que nos llamen mañana en la mañana.
...
– ¡Hey Salia! ¡Hora de comer!
El repentino arrebato hizo que Salia soltara un grito ahogado y saltara de su asiento, mientras se giraba y asegurándose que su laptop quedara bien escondida detrás de ella. Desde la puerta, Vivian y Ersha la miraban con expresiones perplejas.
– ¿Qué te pasa? – preguntó Vivian.
– ¡Nada! – dijo Salia rápidamente, sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho. – Sólo... ¡estaba escribiendo algunos reportes!
– ¿Reportes para qué? – se preguntó Vivian. – Lo único que hemos hecho es entrenar toda la última semana.
– Bueno, ya sabes lo que dicen. – dijo Ersha. – El trabajo de un líder nunca termina. Ahora Vivian, ¿por qué no te adelantas? Necesito preguntarle algo a Salia.
– ¡Muy bien! ¡Nos vemos luego! – La enérgica joven piloto salió corriendo, y Ersha cerró la puerta para asegurar su privacidad.
– ¿Sucede algo? – preguntó Salia. Ersha se giró para encararla, y Salia se sorprendió de ver la expresión tan seria en el rostro de la joven que usualmente era muy amable y gentil.
– Salia... ¿qué opinas sobre el Capitán Algren?
«¿Qué opino sobre el Capitán?» se repitió mentalmente. ¿En qué podría estar pensando Ersha? «Esperen, ¿será posible que ella también esté interesada en Rio?»
Pero eso no tenía ningún sentido. Aun así, Salia se dio cuenta que no debería subestimarla. Hilda ya de por sí era suficiente competencia, aunque Salia tenía la certeza de poder ganar una ventaja con personalidad. Pero si Ersha se involucraba también, ella tendría tanto personalidad como cuerpo a su favor.
– ¿Por qué me lo preguntas? – preguntó Salia. Ersha se frotó el mentón pensativa.
– No estoy totalmente segura. – le respondió. – Pero tengo este extraño presentimiento de que no es exactamente quien dice ser.
– ¿A qué te refieres con eso?
– Bueno, hoy temprano llevé a la Clase A para hacer algo de ejercicio, y hubo un pequeño incidente. Lo golpeó un balón, pero no se enfadó por ello. Al menos, no tanto como la Srta. Emma.
– Bueno, – murmuró Salia – tal vez es que no crea que vale la pena enfadarse por un accidente provocado por niñas jugando.
– Supongo que eso tiene sentido. – admitió Ersha. – Pero es más que eso. Tengo la sensación de que lo conozco.
– ¿Lo conoces?
– No en el sentido de haberlo visto antes. Sólo que me resulta familiar, como si me recordara a alguien. ¿Tú qué opinas?
Salia cuidadosamente sopesó sus opciones. El cómo o porqué Ersha pensaba que conocía a Rio, no podía imaginárselo. Pero más le valía encontrar alguna forma de distraerla para que no pensara demasiado en él.
– Si tuviera que adivinar, diría que es tu imaginación. – le dijo finalmente. – Es el primer hombre que la mayoría de nosotras hemos visto, así que su presencia ya es de por sí muy disruptiva. Tiene sentido que tu mente te esté jugando trucos.
Era una excusa muy débil, pero Ersha pareció tragársela, y asintió estando de acuerdo.
– Supongo que tienes razón. No sé en qué estaba pensando. – le dijo. Salia se relajó un poco mientras Ersha se giraba para abrir la puerta. La tapadera de Rio seguía a salvo, y ella no tenía que preocuparse por más competencia. – Bueno, creo que mejor me voy a cenar. ¿Vienes?
Salia negó con la cabeza, asegurándose de mantenerse entre Ersha y su laptop.
– Iré por algo de las máquinas expendedoras más tarde. Aún tengo mucho trabajo por hacer.
– Ok. No trabajes demasiado duro.
Finalmente, Ersha se marchó y Salia dio un suspiro de alivio. Eso estuvo muy cerca. Aparte de casi volarle la tapadera a Rio, Ersha y Vivian casi habían descubierto su más reciente proyecto. Estando demasiado nerviosa para darse rienda suelta en su usual limpieza espiritual, encontró otra forma de ventilarse a través de escritura creativa. Ahora que ya estaba sola, Salia volvió a su laptop para terminar con su capítulo actual.
Con la ayuda de su guardián, Kamen Rio, la Guerrera Divina Pretty Salia finalmente había triunfado sobre la Reina de la Oscuridad Ange. «Y ahora, celebrarían su victoria. El pulso de Pretty Salia se aceleró mientras los labios de Kamen Rio se presionaban contra los suyos,» pensó mientras tecleaba, «sus manos poco a poco desataban las tiras del vestido, para exponer su angelical cuerpo a su toque.»
...
Rio estornudó, y el ruido hizo eco por todo el túnel de piedra. Frente a él, con una lámpara de aceite en la mano para iluminarse el camino al frente, Jasmine se dio la vuelta para verlo.
– ¿Estás bien?
– Sí. – respondió él. «¿Por qué de pronto me siento como si alguien estuviera espiándome en la ducha?» se preguntó por dentro. – ¿Falta mucho?
– No mucho más.
Hacía unos cinco minutos, Jasmine había aparecido en su puerta en la casa de invitados para llevarle a ver a Sarah. Cuando le preguntó cómo evitó ser vista, Jasmine le mostró la respuesta: una puerta secreta construida en un lado de las montañas que llevaba a un pasadizo que atravesaba los riscos del norte de la isla. Aparentemente, cuando los Humanos Antiguos y la Network llegaron a Arzenal por primera vez, construyeron una serie de túneles y pasadizos ocultos que atravesaban las cavernas submarinas en donde estaba atracado el Aurora. Esto fue antes la presencia de una observadora humana, así que la construcción había pasado desapercibida para las autoridades humanas.
De lo que él podía ver, parecía que se dirigían al oeste, aunque no había nada de ese lado de Arzenal. Bueno, a dondequiera que Jasmine había ocultado a Sarah, Rio esperaba que fuese un lugar con mejor iluminación. Algo del entorno que lo rodeaba le erizaba los nervios. Las paredes de piedra, el eco de las pisadas, el tenue brillo de la lámpara de aceite de Jasmine... todo le daba la impresión de ir caminando por una tumba.
Finalmente, Jasmine se detuvo y jaló una palanca que hizo mover una sección de la pared para volver al exterior. Al asegurarse de que estaba despejado, Jasmine le hizo un gesto para que la siguiera, y Rio se encontró con la imagen de la luz del día a punto de extinguirse a través de un umbral.
– Vamos. – le indicó la mujer.
Rio la siguió afuera, con sus ojos adaptándose poco a poco al repentino brillo y para su shock, se encontró mirando el cementerio.
– ¿Qué está pasando? – preguntó. – ¿Por qué aquí?
– Esta área está aislada del resto. – le respondió ella. – Las colinas ayudan a asegurar la privacidad para quienes lloran a sus caídas. No sólo bloquean la vista sino también el sonido. Me imaginé que tendrías más privacidad aquí.
La sensación de inquietud de Rio comenzó a crecer de nuevo, pero decidió seguirle el juego. Tal vez sólo fuera el ver tantas tumbas luego de ser testigo de la muerte de aquella piloto temprano en la mañana. Jasmine entretanto comenzó a bajar por el camino principal y Rio la siguió. Encima de ellos, el cielo se arremolinaba y el frío en el aire le hacía predecir que venía una tormenta. A su alrededor, se alzaban varias tumbas como una ciudad en miniatura.
– Hay demasiadas. – observó mientras caminaban. – ¿Todas ellas murieron peleando contra los DRAGONS?
– La mayoría. – admitió Jasmine. – Algunas murieron por complicaciones de salud. Otras eventualmente se dieron por vencidas y se suicidaron. Unas cuantas incluso llegaron a morir de viejas. – Se detuvo frente a una tumba, y sonrió con tristeza al verla. – Como Penelope. Ella era quien administraba el centro comercial cuando yo era la comandante.
Siguieron adelante y Rio supo que algo andaba muy mal. ¿A dónde lo llevaba exactamente? ¿Y dónde se estaba ocultando Sarah? La única cobertura que podría ocultar a una persona eran algunos árboles y formaciones rocosas en el borde del cementerio, pero ese no parecía ser el lugar a donde Jasmine lo estaba llevando. De repente, se detuvo una vez más, pero no pareció dar ningún indicio de por qué.
– ¿Jasmine? – le preguntó. Ella se giró para encararlo, y se sorprendió de ver cuán triste era su expresión.
– Lo siento, chico. No podía arriesgarme a decírtelo hasta ahora.
– Qué... ¿qué estás diciendo? – preguntó él. Jasmine miró hacia abajo, y Rio siguió su mirada hacia una de las lápidas.
Y la sangre se le volvió hielo al leer la inscripción.
SARAH HONISTER
– No... – murmuró. – ¡No! Esto... ¡esto tiene que ser una mentira! Tú... ¡me dijiste que estaba aquí!
– Y así es. – dijo una voz. Jasmine se giró y vio que Jill de repente acababa de aparecer detrás de ellos. – Sólo que no te dijo que estaba con vida.
– Jill... ¿cómo es que...? – preguntó Jasmine, y Jill sonrió al levantar un receptor inalámbrico. – ¿Así que nos estabas escuchando?
– Le pedí a Zhao Mei que instalara micrófonos ocultos por todo Arzenal. Es muy útil para mantener un ojo sobre la inspectora, aunque a veces también captan otras cosas que resultan útiles.
Rio apenas estaba registrando su conversación, ya que no podía despegar los ojos de la tumba.
– ¿Cómo murió?
– Rio... – intentó decir Jasmine.
– ¡Dímelo! – exigió, con la voz ahogada de la rabia.
– ¿Tú cómo crees? – respondió Jill. – Fue asignada al primer escuadrón, la envié a enfrentar una incursión de DRAGONS, y la hicieron pedazos. Ni siquiera quedó suficiente de ella para enterrar.
El mundo desapareció en una neblina roja, y Rio de repente se encontró lanzándose hacia Jill. Jasmine lanzó un grito, pero Jill lo esquivó y le hundió su puño artificial en el estómago, sacándole el aire a Rio mientras la neblina desaparecía. Las piernas se le doblaron, y Jill agarró a Rio por el cuello de su uniforme para darle un tirón y ponerlo cara a cara.
– ¿Qué creías que iba a pasar? – le gritó. – ¿En serio creíste que podías entrar aquí volando como si fueras un héroe y llevártela? Tú y tus amigos, dicen que quieren proteger a las Normas, pero no saben ni una maldita cosa. Mira a tu alrededor. Esto es lo que significa ser una Norma. ¿Por qué no te enfureces por sus muertes? ¿Y qué hay de Lisa? ¿Acaso ya te olvidaste de ella? ¿O acaso las Normas sólo te importan si las conoces?
Rio sintió que la furia se le bajaba, mientras la acusación de Jill lo acuchillaba hasta el fondo y ella lo dejaba caer en el suelo. Levantó la mirada y Jill se la devolvió con unos ojos fríos y duros como piedra.
– Toda esa palabrería, y en realidad no te importa una mierda ninguna de ellas. Y ahora, por culpa de tu egoísmo, has puesto en peligro todo Libertus. La Inspectora puede ser ingenua, pero no es estúpida. En el momento en que te ponga los ojos encima, sabrá que algo anda mal. Debí haber sabido que no podía confiar en la Network. Nos fallaron igual que la última vez.
– Jill, ya basta. – la interrumpió Jasmine. – Ya dejaste claro tu punto.
Jill chasqueó la lengua y encendió un cigarrillo. – Sólo sácalo de aquí antes de que alguien lo vea. Y en cuanto a ti, – añadió lanzándole una mirada asesina a Rio – si no puedes cumplir con tu misión, quiero que te largues de mi base. Ya me has causado suficientes problemas.
Jill se alejó, y Rio dejó caer su cabeza derrotado mientras comenzaba a caer. Ni siquiera levantó la mirada cuando Jasmine se arrodilló para ponerle una mano en el hombro.
– Vamos, chico. – le dijo. – Volvamos ahora.
...
A solas en sus cuarteles, Emma yacía tendida en su sofá y escuchaba la lluvia cayendo afuera. La montaña de papeleo en su escritorio apenas había disminuido desde que empezó a trabajar. Usualmente, podía llevar a cabo sus deberes administrativos rápidamente y sin ningún esfuerzo, pero hoy no se sentía con ganas por alguna razón. O más bien, sabía cuál era la razón.
– Oh Perolina. – suspiró mientras acariciaba el pequeño peluche en su regazo. – ¿Acaso fui demasiado atrevida?
Luego de mostrarle al Capitán Algren las instalaciones de entrenamiento y los sistemas operativos de Arzenal, la había acompañado a sus cuarteles, donde Emma lo invitó a tomar una tacita de café. Por desgracia, el Capitán cortésmente la rechazó, aunque por un momento se le notaba ligeramente incómodo.
«Sólo quería hablar con él,» pensó. «Quería saber más sobre él... para facilitarle más trabajar juntos, por supuesto. No era que esperaba que me lanzara a mi cama y luego me...»
Emma se sobresaltó cuando un mensaje de Mana apareció frente a ella. Al ver de quién se trataba, inmediatamente se enderezó, quitando su peluche de Perolina de la vista antes de responder a la llamada.
– Emma. – Era su padre. – Me alegro de por fin poder contactarte.
– Oh, hola, papá. – Ella le sonrió. – ¿Está todo bien?
– Estaba a punto de hacerte la misma pregunta. – le dijo él. – Sabes, en realidad intenté evitar que se hiciera esta inspección. O al menos, de enviar a alguien un poco más sociable que el Coronel Ackerman. Pero me temo que el Rey no quiso que fuera de otro modo. No te han estado tratando mal, ¿verdad? Sé que lo que pasó no fue tu culpa, así que sólo tienes que decírmelo y haré que Ackerman deje de incomodarte.
Emma miró la imagen de su padre sorprendida. Él tenía incluso más nivel de autorización que ella, así que ¿no debería saber sobre el Capitán?
«A no ser que sea parte de la investigación mayor sobre el grupo simpatizante de las Normas,» pensó al entender. Tal vez estarían escuchando de alguna manera. Bueno, en cualquier caso, ella necesitaba preservar la integridad de la misión del Capitán.
– Estoy bien, papá, en serio. – le aseguró ella. – El Coronel Ackerman no es tan malo como decían. De hecho, apenas si he tenido que tratar con él.
– ¿De verdad? – preguntó su padre. – Eso se me hace un poco extraño.
– El Coronel Ackerman trajo consigo a un asistente. – le explicó. – Acompañó al Coronel a Arzenal y es con quien he estado trabajando la mayor parte del tiempo.
– Ya veo. ¿Y cuál es el nombre de este soldado?
– Capitán Joseph Algren. – le dijo, totalmente ignorante de su cara sonrojada. – Papá, es increíble. Un soldado modelo, oficial a la edad de veinticuatro, y cuando habla todas las Normas escuchan. Ni siquiera la Comandante Jill cuestiona sus órdenes. Y también es valiente. Tuvimos un incidente de DRAGONs hoy más temprano, y ni siquiera parpadeó.
En la pantalla, su padre cruzó los brazos y asintió.
– Interesante. – murmuró. – Tal vez deba hacer arreglos para conocer a este Capitán Algren personalmente.
– ¡Papá! – gimió Emma. – ¡Por favor, las cosas no son así! Yo sólo... lo respeto profundamente, Por favor, no hagas algo que pueda avergonzarme.
– Muy bien, como digas, cariño. – se rio él. – Lo dejaré pasar por ahora. Pero si sucede cualquier cosa, insisto en que me lo digas.
– Lo prometo, papá. Ahora, en serio necesito volver al trabajo.
– Por supuesto. Sólo quería asegurarme de que todo estaba bien contigo. Te llamaré de nuevo cuando acabe la inspección.
La transmisión terminó, y Emma gruñó de vergüenza mientras volvía a dejarse caer en el sofá. Ya era humillante que esa mujer borracha y pervertida que decía ser una excusa de doctora en Arzenal la había acusado de tener pensamientos indecentes, pero ahora seguro había hecho creer a su papá que tenía un nuevo novio.
«No se trata de eso,» se dijo a sí misma. «Quiero decir... sí, el Capitán Algren es apuesto, disciplinado, valeroso, fuerte, caballeroso y...»
Los pensamientos de Emma se perdieron mientras comenzaba a imaginarse al Capitán acercándose a ella, con una mano acariciándole la mejilla, mientras con la otra le desabotonaba el cuello antes de bajarle la cremallera de su corpiño para empezar a acariciar sus...
Demasiado tarde, Emma ya se había dado cuenta de a dónde se había ido su mano.
– Yo... – murmuró – ... probablemente debería tomar una ducha fría.
...
Reclinándose en su silla, el Senador Bronson sonrió mientras reflexionaba sobre la conversación con Emma. Desde el incidente con Lady Misty, había hecho todo lo posible por proteger la reputación de su hija. Podría tal vez no tener mucha experiencia, pero trabajaba duro, era disciplinada y muy dedicada con su deber cívico. Bueno, al menos podía relajarse al saber que el Coronel Ackerman no estaba siendo tan duro con ella. Sin embargo, este tal Joseph Algren le preocupaba un poco. Emma tal vez lo hubiese negado, pero un padre era capaz de ver cuando su pequeña estaba enamorada. ¿Qué clase de hombre era realmente? ¿Sus intenciones serían genuinas? ¿Podría darle a Emma la vida que se merecía?
«Tal vez deba pedirle a alguien que lo investigue,» decidió. «Si algo llega a suceder entre él y Emma, me gustaría saber qué podría esperar de un potencial yerno.»
...
Tarareando para sí misma, Momoka levantó la campana de cristal y con la Luz de Mana, recalentó la cena que había hecho. Aunque ella fuese por derecho la sirvienta de Lady Angelise, ciertamente no le molestaba servirle al Sr. Rio. Era lo menos que podía hacer por todo lo que había hecho por ellas. Y con la lluvia que había comenzado a caer, podía suponer que apreciaría una comida caliente una vez que hubiera regresado.
«Me pregunto de qué estarán hablando él y la Sra. Jasmine. Espero que vuelvan pronto. Aún tengo que ayudarle a aprender cómo dirigirse a Lady Angelise.»
Podría ser una tarea muy difícil para quien no estaba preparado. Momoka todavía recordaba lo conmocionada que estuvo al ver cuánto había cambiado su ama en las semanas luego de haber sido expuesta y desterrada. Por suerte, a pesar de toda la adversidad, Lady Angelise seguía siendo la princesa de corazón noble a quien Momoka había servido desde su niñez, incluso sacrificando todo el dinero que había ganado para mantenerla a su lado. Y sin importar si fuese una Norma o una humana, Momoka continuaría sirviendo a Lady Angelise lo mejor posible.
Justo entonces, alguien golpeó la puerta de la cocina. Cautelosamente, Momoka se asomó por la ventana y para su alivio vio que se trataba de la Sra. Jasmine y el Sr. Rio.
– Bienvenidos. – lo saludó al abrir la puerta. Pero en el momento en que les puso los ojos encima, Momoka se dio cuenta que algo andaba muy mal. El uniforme del Sr. Rio estaba manchado de tierra y lluvia, y sus ojos tenían una mirada vacía. Y por la forma en como la Sra. Jasmine le sujetaba la mano, casi parecía que tenía que ayudarlo a caminar.
– Tranquilo, muchacho. – le dijo la Sra. Jasmine. – Vamos adentro. – Rio entró a la cocina dando tumbos, y la Sra. Jasmine lo guio hasta la mesa, donde colapsó en una de las sillas. – Ahora, tengo que ir por algo, pero volveré enseguida, ¿de acuerdo? Sólo espérame aquí.
Rio no le respondió, y ella se dio la vuelta para irse.
– ¿Sra. Jasmine? – preguntó Momoka al verla pasar. La mujer mayor la miró y se le acercó.
– Sin importar lo que pase, quédate con él. – le ordenó. – No abandones su lado hasta que yo vuelva.
Antes que Momoka pudiera preguntar lo que pasó, la Sra. Jasmine ya había atravesado la puerta. Al oír el rechinido de la madera sobre la cerámica, Momoka se giró y vio al Sr. Rio levantarse de su silla.
– ¿Sr. Rio?
No hubo respuesta, pero Momoka recordó el tono severo de la Sra. Jasmine y fue tras él. Subieron las escaleras y atravesaron el pasillo hacia el dormitorio principal. El Sr. Rio iba dando tumbos como un sonámbulo, y no fue sino hasta que ella lo siguió hasta el dormitorio que finalmente habló.
– Fuera. – le dijo. Aunque el deber de una sirvienta era obedecer las órdenes de sus amos, algo le decía a Momoka que hacerlo ahora sería un error.
– No. – le respondió.
– Dije que te fueras. – le repitió.
– No me voy a ir. – le dijo ella. – La Sra. Jasmine me dijo que me quedara con usted, y es lo que planeo hacer.
El Sr. Rio volteó para verla por encima del hombro, y Momoka sintió miedo al ver la furia helada en sus ojos.
– Te lo advertí.
...
A Hilda no le gustaba la lluvia. Siempre parecía que los peores momentos de su vida habían ocurrido cuando estaba lloviendo.
Pero mientras las gotas tamborileaban contra las paredes de piedra de la celda que compartía con Ange, y el viento aullaba a través de la ventana con barrotes, había algo más aparte de la tormenta. Era muy tenue, apenas notable, pero también familiar.
Un sonido lleno de rabia y desesperación, del tipo de cuando sacrificabas todo, sólo para que resultara completamente ser por nada. Sonaba igual que cuando ella había gritado tras la reunión con su mamá.
– Hey. – la llamó Ange desde su catre. – ¿Qué pasa?
Hilda suspiró y le dio la espalda. – No es nada.
Así que ella tenía razón. Esa chica sí había sido Sarah.
...
Qué desastre. Primero, Jasmine no pudo encontrar lo que Sarah le había confiado. Luego, Jill tuvo que venir de aguafiestas, y las cosas dieron un giro para peor. A pesar de su lealtad hacia Jill, a veces Jasmine sentía que llegaba al límite de su paciencia. Si no fuera porque todo lo que Jill hacía era por el bien de Libertus...
Bueno, lo hecho, hecho estaba, y Jasmine ahora sólo podía esperar que Momoka pudiera impedir que Rio hiciera alguna estupidez hasta que ella regresara. Al cruzar el hangar hacia el centro comercial, Jasmine de pronto se dio cuenta de una presencia, y se giró para ver nada más y nada menos que a la Comandante en la puerta que llevaba a las escaleras.
– ¿Te puedo ayudar en algo? – le preguntó.
– ¿En qué diablos estabas pensando? – exigió Jill. – No me importa que le vendas cosas, pero podrías haberle dicho simplemente que ella ya no estaba aquí.
Jasmine frunció el ceño y cruzó los brazos. – Él merecía saber la verdad. Rio vino aquí a ayudarnos, poniéndose a sí mismo en un gran riesgo. Si queremos conservar a nuestros aliados, Jill, tenemos que tratarlos como tales.
– Él no vino aquí por nosotras. – contraatacó Jill. – Puede que se lo hayan ordenado sus superiores, pero su verdadera motivación siempre fue encontrar a esa chica. Y ahora que sabe lo que pasó, se irá con el rabo entre las patas y nos abandonará nuestra suerte. Esto es exactamente por lo que no quería involucrar a la Network en Libertus. Por todo lo que dicen, no saben ni una maldita cosa de lo que significa ser una Norma, o los sacrificios que tenemos que hacer.
– Tal vez. – Jasmine estuvo de acuerdo. – Pero que no se te olvide, Jill. Libertus es mucho más que sólo una rebelión contra nuestros opresores. Es también la oportunidad de una nueva vida. Una donde las Normas puedan esperar algo más que sólo matar o morir. Independientemente de sus razones para estar aquí, Rio pudo superar los prejuicios de la humanidad por su propia voluntad. Necesitaremos hombres como él que sirvan como el puente que ayude a los humanos y a las Normas a trabajar juntos, después de que hayamos sacado a Embryo del juego.
Jill gruñó y se fue mientras agitaba la mano con desdén.
– La palabra clave es "después" de que hayamos sacado a Embryo. Lo que sea que ocurra después de eso ya no me concierne. Si tú y las demás quieren jugar a los amiguitos con los humanos, eso ya es asunto tuyo.
Jasmine observó cómo Jill se alejaba, y sacudió su cabeza. El fracaso del primer Libertus todavía colgaba como un peso muerto sobre sus cabezas, pero a veces parecía que Jill había sido la más afectada por ello.
«Supongo que la única culpable de eso soy yo,» decidió. Haberle puesto todo el peso del mundo entero en los hombros a una sola joven mujer fue un error que debería haber reconocido, pero estaba cegada por su entusiasmo. Jasmine decidió que, cuando Ange fuese liberada de su encarcelamiento, intentaría ser una mejor consejera para ella de lo que fue para Jill.
Entretanto, sin embargo, ella tenía otra joven alma atormentada a la que debía ayudar. Luego de desbloquear la pantalla que sellaba el centro comercial de ladrones potenciales, Jasmine la abrió, y fue recibida por Vulcan sentado frente a ella.
– ¿Y bien? ¿Lo encontraste? – le preguntó. Vulcan ladró y meneó la cola. – Muéstramelo.
Siguiendo a su perro, Jasmine volvió al cuarto de archivos donde Vulcan olfateaba en la gaveta inferior de uno de los gabinetes en la esquina. Lo abrió, y se encontró con un montón de botellas de píldoras expiradas, viejas fotos, y discos de música.
«Los viejos cachivaches de Penelope,» recordó. «Nunca pude echarla a la basura.»
Se puso a escarbar entre el desastre, y en la esquina más al fondo, encontró un sobre.
– Buen trabajo, Vulcan. – lo halagó. – Vamos por tu recompensa.
Luego de calentarle tres hamburguesas de las máquinas expendedoras, Jasmine fue a coger algunas cosas del centro comercial y se apresuró en volver a la casa de invitados a través de los túneles secretos. Emergiendo por la puerta oculta colocada en las colinas junto a la villa, echó un vistazo para asegurarse que el camino estaba libre, y cruzó el patio hasta la puerta de la cocina.
– ¡Hola! – llamó mientras abría la puerta.
No hubo respuesta. Eso no era bueno. Cautelosamente, Jasmine entró a la casa buscando a Rio y a Momoka. No había señal de ellos abajo, así que subió las escaleras al segundo piso. Una luz en el dormitorio principal parecía invitarla, y entró, sólo para encontrarse con una escena de total devastación.
A su alrededor, los muebles estaban rasgados y rotos, las pinturas habían sido arrancadas del muro y desgarradas en pedazos, y los ornamentos de porcelana estaban hechos añicos. En medio de toda la pila, Rio estaba sentado con su uniforme hecho jirones, y los ojos fijos en una pistola que mecía entre sus manos. Junto a la puerta, Momoka se arrinconaba contra la pared, con las manos cubriéndose la boca y sus ojos muy abiertos llenos de terror.
«Así que esto es lo que pasa cuando un humano pierde el control,» pensó. Jasmine le puso una mano en el hombro a Momoka, y la sirvienta dio un respingo antes de darse cuenta de quién era.
– Ah... ¿Sra. Jasmine?
– Lo hiciste bien. – le aseguró. – Ahora ve afuera. Yo me encargaré de todo a partir de aquí.
Momoka le dio a Rio una mirada cautelosa, pero hizo lo que le dijeron. Una vez que se quedaron solos, Jasmine fue hacia el joven hombre que ni siquiera se molestó en reconocerla.
– ¿Tienes un momento? – preguntó.
– Sólo déjame en paz.
– No puedo hacer eso. – dijo Jasmine. – No hasta que te cuente toda la historia.
Rio hizo una mueca, y la miró con ojos vacíos. – Has que sea rápido.
Jasmine frunció el ceño y suspiró.
– Sabes, Sarah siempre hablaba de ti. Y aunque algunas de las otras niñas se burlaban de ella, siempre creyó que tú vendrías a buscarla. Te llevó mucho tiempo, pero finalmente lo hiciste.
– ¿Y qué? – preguntó amargamente. – ¿Cuál es tu punto?
– Mi punto – dijo Jasmine – es que después que Sarah fue asignada al primer escuadrón, vino a mí con dos peticiones. La primera, quiso comprar una cámara de video. Y la segunda, me pidió que, si algo llegaba a sucederle, le guardaría una grabación que hizo para cuando finalmente llegaras. – De la bolsa que llevaba en la mano, Jasmine extrajo un reproductor de discos portátiles que le entregó a Rio. – Quería dártelo después de enseñarte su tumba, pero olvidé dónde lo había escondido. El disco ya está cargado, sólo tienes que reproducirlo.
Rio la miró con duda, pero finalmente cogió el reproductor.
– Mira, chico... tú eres humano. Así que, a diferencia de nosotras, puedes hacer lo que quieras con tu vida. Pero si realmente eres el mismo niño del que ella hablaba todo el tiempo... entonces al menos le debes a Sarah escuchar lo que tiene que decirte.
Con su trabajo hecho, Jasmine se dio la vuelta y se marchó. Afuera en el corredor, Momoka estaba esperándola fuera de la puerta.
– Déjalo en paz. – le indicó. – Lo que tenga que pasar... pasará.
...
Ya finalmente a solas, Rio se quedó mirando el reproductor de discos que Jasmine le había entregado. ¿Era cierto? ¿Sarah realmente le dejó un mensaje? ¿Cómo podía saber que no era un truco? Especialmente cuando le mintieron sobre que ella estaba aquí. E incluso si lo hacía, ¿qué diferencia haría? No era como que escucharlo desharía lo que había pasado. Se le tensó el brazo y casi lo arrojó, pero su mano no fue capaz de soltarlo.
Finalmente, abrió la pantalla y presionó el botón de reproducir. Jasmine tenía razón. Al menos merecía escuchar cualquiera que fuera el mensaje que Sarah le había dejado, para bien o para mal. La pantalla se iluminó para desplegar un patrón de prueba, y luego se aclaró para mostrar a alguien inclinándose frente a la lente de una cámara.
– ¿Está encendido? – preguntó una voz. La persona en pantalla se echó atrás, y Rio fue recibido por la imagen de una chica de unos quince años, con cabello castaño hasta los hombros y unos enormes ojos verdes devolviéndole la mirada. Ya era mayor, pero la reconocería donde fuera.
– Sarah... – murmuró él.
– Ok... – Ella suspiró. – Hola, Aaron. Ya han pasado cuatro años desde que me atraparon. No ha sido nada fácil. Extraño mucho a mamá y papá. Y también te extraño a ti. Pero he intentado ser valiente, y la Sra. Jasmine, la antigua comandante, me enseñó a sobrevivir aquí.
Mientras él seguía observando, Sarah levantó su muñeca y le enseñó el brazalete de piedra que él le había dado poco antes de que se la llevaron.
– Hizo un trato conmigo, y me dejaría conservar esto aunque a las Normas no se les permite traer nada del exterior. Y he hecho algunas amigas también. Por eso estoy grabando este mensaje. Hay una chica aquí llamada Zola. Cuando llegué por primera vez, algunas de las otras Normas se metían conmigo hasta que ella me defendió. Cuando nos hicimos mayores, Zola fue asignada al primer escuadrón y a mí me pusieron en las reservas. Pero hace como una semana, salió herida en un ataque de DRAGONS y perdió su ojo. Maggie, la doctora de aquí, dice que no podrá volver a volar hasta que haya sanado del todo. Y en todo ese tiempo, será multada por no cumplir con su trabajo. No puedo dejar que eso le suceda, así que hablé con la Comandante Jill y me dijo que, si alguien en las reservas se ofrece de voluntaria para tomar su lugar, no será multada.
Sarah hizo una pausa, y se limpió una lágrima del ojo.
– Yo... tengo miedo. Ya he visto lo que le sucede a veces a las pilotos de Para-mails cuando vuelven de una incursión. Aaron, aún creo que vendrás por mí. Pero... no sé si seguiré aquí cuando lo hagas. Así que fui con la Sra. Jasmine y compré esta cámara para pedirte algo. Si algo llega a pasar... por favor no te pongas triste. Y no culpes a nadie por ello. La Comandante Jill, ella sólo está haciendo lo que los humanos le obligan a hacer. Y a pesar de todo, no puedo odiar a los humanos... porque eso significaría que tendría que odiarte a ti también. Tú me enseñaste que no todos los humanos son iguales. Y gracias a eso... sigo creyendo que los humanos y las Normas pueden vivir juntos. Así que, por favor, no pierdas esa parte de ti mismo por mi culpa.
Las lágrimas empezaron a fluir libremente en el rostro de Sarah, aunque de alguna manera se las arregló para sonreír. Mientras tanto, alguien fuera de pantalla golpeó a la puerta.
– Sarah, ¿estás adentro? – preguntó una voz. – Es hora de la patrulla matutina.
– ¡Sí, ya voy! – respondió ella. Limpiándose las lágrimas de los ojos, Sarah volvió a girarse hacia la cámara. – Adiós, Aaron. Por favor, diles a mamá y papá que los amo. Y... gracias.
Se inclinó hacia el frente, y la pantalla se puso blanca.
– Sarah... – murmuró él de nuevo. Su visión estaba borrosa, y el reproductor se le cayó de las manos, mientras sus emociones finalmente lo abrumaban. Las lágrimas chorrearon por su rostro y Rio finalmente enterró su cara entre ellas, mientras lloraba en silencio en medio de todo el desastre que había dejado en su dormitorio.
...
Por más que lo intentaba, Hilda no podía dormir. Y no era sólo por lo duro de su catre o lo frío de su celda. En alguna parte encima de ella, Rio estaba experimentando un dolor que ella conocía demasiado bien. Era el dolor no sólo de una pérdida, sino la realización de que todo lo que habías hecho y todos tus sacrificios habían sido por nada, y nunca lo recuperarías. Así que en lugar de eso se sentó y escuchó a Ange. Su humor parecía haber mejorado un poco desde su encuentro con Rio, y ahora estaba cantando esa canción suya a la luz de la luna, que se transmitía por la ventana. Era una melodía suave y calmante, pero había también algo de tristeza en ella.
– Y dime, ¿quién te enseñó esa canción de todos modos? – preguntó Hilda cuando terminó. Ange suspiró y regresó a su catre.
– Mi madre. – respondió. – Es la canción de la familia real de Misurugi. Cuando era pequeña, ella solía cantármela como canción de cuna.
«Así que no fuiste criada totalmente por sirvientes,» pensó Hilda. – Tienes suerte. Tu mamá te amó hasta el final.
– Sí. – Ange estuvo de acuerdo. – Supongo que tienes razón. Siempre solía cantarla cuando me sentía confusa o insegura. Me hacía sentir como si todavía estuviera conmigo.
Demasiado tarde, Ange se dio cuenta de lo que acababa de decir.
– Hilda... lo siento.
– Olvídalo. Eso ya no importa. – respondió la pelirroja. Las dos se quedaron sentadas en la oscuridad por lo que parecía ser una eternidad, hasta que Hilda finalmente habló. – Había una canción que mi madre solía cantar para mí cuando era pequeña. Cuando no podía dormir o estaba enferma. Era una de las cosas que esperaba encontrar cuando me escapé. Que la volviera a cantar para mí.
Qué estúpida era. Su madre la había reemplazado como si nunca hubiera existido. Hasta incluso maldijo a Hilda por haber nacido. Pero a pesar de la ira y el dolor, una parte de ella todavía la anhelaba. La ironía le hacía sentirse enferma.
– ¿Alguna vez has pensado en cantarla tú misma? – preguntó Ange. Hilda la miró como si estuviera loca.
– ¿Qué diferencia haría?
– Sólo inténtalo. – sugirió Ange.
– No estoy de humor.
– Oh, ya entendí. – dijo Ange. – Tienes miedo.
– ¿Discúlpame? – dijo Hilda. ¿Estaba intentando empezar una pelea con ella?
– Tienes miedo de que la gente te oiga, ¿verdad?
– No me podría importar menos si me oyeran o no.
– Entonces demuéstralo. – la retó Ange. – ¿O es que desafinas?
Hilda fulminó con la mirada a su compañera de celda, y aunque sabía que Ange sólo la estaba provocando, su orgullo no le permitiría ignorarla. Con una gran molestia, se puso de pie y se paró frente al brillo plateado que iluminaba la celda como un foco en un escenario.
– ¿Y bien? – preguntó Ange.
– Sólo dame un minuto. – gruñó Hilda. ¿Por qué estaba haciendo esto? El sólo pensar en su madre era suficiente para hacer que la garganta le doliera como si la estuvieran estrangulando.
– Sabes, si no puedes cantarla por ti, intenta cantarla para alguien más. – sugirió Ange.
Hilda se tomó un momento para pensar en lo que Ange le dijo, y el rostro de su madre se desvaneció de su mente. En su lugar, apareció otra persona, y Hilda se sintió relajada mientras su boca comenzaba a abrirse aparentemente por sí sola.
...
Después de un rato, Rio finalmente logró levantarse del suelo. Al final del corredor superior de la villa, un par de puertas dobles daban acceso a un balcón en el segundo piso. Los abrió para encontrarse con Momoka observando los riscos del lado oeste de Arzenal.
– ¿Sr. Rio? – le preguntó. – Ya... ¿se siente mejor?
Rio suspiró y asintió mientras salía para tomar el aire de la noche.
– Un poco. – respondió él. – Lamento que hayas tenido que ver eso.
– Está bien. – Momoka le sonrió y negó con su cabeza. – La Sra. Jasmine me contó lo que sucedió. Yo... siento mucho lo de su amiga.
– Gracias. – Aunque quería estar solo, Rio no tenía el corazón para decirle a Momoka que volviera adentro. – Y ¿qué estás haciendo aquí afuera?
– Estaba escuchando a Lady Angelise. – le respondió. – Estaba cantando la canción de la familia real. Eso me ayuda a saber que se encuentra bien.
– Ya veo.
Bueno, al menos la canción ya se había detenido antes de salir, él necesitaba toda la quietud posible para poder pensar. Apoyándose sobre la baranda, Rio se frotó las sienes mientras intentaba pensar en su siguiente movimiento. Luego de todo lo que había sucedido, el sólo hecho de tener que seguir haciendo su papel ya era suficiente para enfermarlo. Jill tenía razón. Si no podía cumplir con su misión, entonces no sería más que una carga, un lastre. Pero tampoco podía irse. Desaparecer sin más levantaría las sospechas de Bronson aún más. ¿Y cómo se lo iba a explicar al Jefe? ¿Le diría que necesitaba que lo sacaran porque tenía el corazón roto?
«¿Qué diablos se supone que debo hacer?» se preguntó mientras descansaba su cabeza entre sus manos. «Encontrar a Sarah era toda mi razón para unirme a la Network. Renuncié a todo. A mi nombre, mi rostro, y mi vida. Y al final no pude salvarla. ¿Qué se supone que haga?»
Mientras se ponía de pie y luchaba contra su propia confusión y desesperación, algo llegó a sus oídos acarreado por el viento de la noche.
En esta noche tranquila
Yo estoy aquí contigo.
Así que baja la cabeza
Y aleja todo el miedo.
«Esa voz...» pensó. «¿Acaso es...?»
...
El tiempo pasa
La luz se desvanece
Pero nada de eso puede borrar
El amor que compartimos
La canción hacía eco por las paredes de piedra de Arzenal, eventualmente llegando hasta cada esquina de los riscos del ala oeste. En el lujoso cuarto que antes perteneció a la capitana Zola del primer escuadrón, Rosalie y Chris yacían enredadas entre las extremidades de la otra. Mientras Ange estaba cantando, Rosalie y Chris les costó ignorarla pese a la molestia de tener que escuchar a alguien que era la raíz de todos sus problemas. Pero ahora, mientras la segunda voz comenzaba a cantar, las dos no pudieron evitar sorprenderse. Era un sonido que ninguna de las dos había escuchado, o esperaba escuchar.
– ¿Esa es Hilda? – preguntó Rosalie.
– No puede ser ella. – negó Chris.
Entretanto, en las aguas termales fuera de la ducha del primer escuadrón, Ersha y Vivian estaban a punto de salir cuando oyeron la nueva canción y se quedaron para escuchar un poco más.
– No creo que la haya escuchado cantar antes. – dijo Ersha. – En realidad tiene una voz muy linda.
Junto a ella, Vivian seguía chupándose la paleta en la boca y frunció los labios.
– Creo que me gustaba más la canción de Ange. – decidió ella.
...
Y las estrellas en el cielo
A las cuales rezo
Siempre te protegerán
Y aunque nos separemos
Sé que algún día
Nos volveremos a ver.
Rio se puso de pie y escuchó a Hilda como si estuviera en un trance. Pensó en todo lo que ella había perdido y todo lo que había sufrido. Y aun así a pesar de todo era capaz de cantar de ese modo. No solo eso... ella estaba dispuesta a seguir peleando.
«¿Así fue como Tusk se sintió cuando conoció a Ange?» se preguntó. «¿De verdad soy tan egoísta?»
...
Abrázame ahora
Dentro de tu corazón.
Me encontrarás
Sin importar donde me lleve el viaje.
Y sueña conmigo
Y allí estaré.
Sigue a las estrellas que te guían
Hacia la quietud de la noche.
Al terminar, Hilda suspiró y miró hacia el cielo a través de los barrotes de la ventana. Era difícil decir exactamente cómo se sentía. Aún estaba triste, herida, pero quizás un poco más ligera.
– ¿Mejor? – preguntó Ange.
– Tal vez. – admitió. Exhausta y agotada, Hilda regresó a su catre y pronto se quedó dormida. Y en sus sueños, alguien la estaba cargando por un campo iluminado por el sol. Alguien que la veía con ojos tan cálidos y azules como el cielo del verano.
...
Cuando la canción de la Srta. Hilda llegó a su fin, Momoka observó al Sr. Rio, que todavía estaba de espaldas a él. Cuando lo vio salir, estaba caminando como si un peso invisible lo estuviera aplastando. Pero al escuchar la canción de la Srta. Hilda, dejó de apoyarse contra la baranda del balcón, alzando su postura hasta que una vez más estaba de pie alto y derecho, como cuando interpretaba su papel.
– ¿Sr. Rio? ¿Se encuentra bien?
Él se giró, y ella vio que todavía había lágrimas chorreando silenciosamente por su rostro.
– Sí. Estoy bien. – murmuró. Se dio la vuelta, miró hacia la distancia y hacia el borde del risco donde había salido la canción. – Gracias.
Esta historia continuará...
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