Capítulo 11: Memorias
Como comandante de Arzenal, quedaban muy pocas cosas que inspiraban sentimientos intensos de revulsión en Jasmine. Los años de haber peleado en nombre de los humanos que la habían desechado y aquellos que la trataban como basura, tener que enviar a niñas jóvenes hacia sus muertes siendo despedazadas por las garras de esos monstruos, ya no valía la pena dejarse afectar por ello. Pero una cosa que nunca aprendió a adormecer fue tener que inducir a una nueva Norma recién capturada en cómo eran las cosas en Arzenal.
La mayoría de las Normas enviadas a la instalación de Arzenal eran identificadas inmediatamente tras su nacimiento. Al menos eso les ahorraba el trauma y la pérdida de ser arrancadas de sus familias. Pero ocasionalmente recibían una o dos cuyas identidades hasta ese momento habían permanecido ocultas. La última que habían recibido no hacía más de dos meses, una pequeña niña pelirroja, provino de Enderant. Acorde con la profesora a la que fue asignada, todavía lloraba hasta quedarse dormida cada noche, y seguía sin conectarse con ninguna de las otras niñas Normas. Ahora, estaban a punto de recibir a otra.
Esta última era una niña de once años originaria de Rosenblum. Jasmine tuvo que admitir que fue bastante impresionante que hubiera sido capaz de ocultar su estatus durante todo ese tiempo. Aunque Blitz la había contactado sobre la posibilidad de sacarla de allí, Jasmine declinó. Las preparaciones para Libertus todavía procedían y, aunque los humanos rara vez ponían un pie en Arzenal aparte de la inspección anual, no podía arriesgarse a levantar sospechas por desapariciones que no pudieran explicar. Sólo podían esperar a que Embryo fuese derrotado y entonces, con suerte, podrían reunirlas con sus familias.
Encima de ella, el transporte finalmente llegó, y empezó a sobrevolar Arzenal antes de recibir permiso del centro de comando para aterrizar. Los motores de mana de la nave titilaron mientras descendía sobre la pista de lanzamiento extendida. La puerta de carga trasera se abrió, y una mujer guardia salió arrastrando a una niña de cabello castaño consigo. Tenía ambas muñecas atadas con grilletes y sus ojos verdes estaban muy abiertos del miedo. Qué criatura tan temible, pensó Jasmine mientras se acercaba. Qué bueno que los humanos tomaron la precaución de restringirla.
– Comandante Jasmine. – dijo la guardia. – Hemos venido a entregarle esta niña a usted.
– Entendido. – dijo ella con un saludo militar. – Yo me haré cargo a partir de ahora.
La guardia no le devolvió el gesto, pero Jasmine no esperaba que lo hiciera. En lugar de eso, empujó bruscamente a la niña, casi haciendo que se cayera de cara sobre la pista de aterrizaje antes de darse la vuelta y regresar a su transporte. Una vez que se fue, Jasmine miró a la recién llegada. Firme pero justa, esa era la forma de manejar a mocosas como esta.
– Soy la Comandante Jasmine. – anunció. – A partir de hoy, tú deberás hacer todo lo que te diga. ¿Entendiste?
La niña tragó saliva, pero asintió. Bueno, por lo menos era lo bastante inteligente para no contestarle. Eso le facilitaría un poco esta parte del trabajo.
– Bien. Ahora, acompáñame.
Con la recién llegada siguiéndola, Jasmine la guio todo el camino hacia el elevador, que las llevó hasta la cubierta de mando. Una vez allí, la Comandante escoltó a la pequeña niña hacia el "cuarto de orientación" donde dos guardias las estaban esperando. Una sola mirada a la decoración de la habitación, y la niña se quedó congelada, con toda su cara perdiendo cualquier atisbo de color.
– Relájate. – suspiró Jasmine. – La mayor parte de esto es sólo para presumir. Sólo lo utilizamos si es necesario. Sólo relájate y saldremos de esto rápido.
Con una última mirada nerviosa a su alrededor, la pequeña niña lentamente entró a la celda y se paró junto a la tabla de medición de estatura. Se tomó su fotografía de perfil y luego la llamaron a la mesa en el centro de la habitación para ser informada de su situación.
– Norma #4192-17 Sarah Honister. – leyó Jasmine desde su archivo. – Origen, Rosenblum. Edad once años. Muy bien, vamos con lo básico. Esta es una base militar. Pero ya que estás casi de la edad en la que nuestras niñas entran en rotación de combate, empezaremos contigo como un caso especial. Te pondremos bajo educación básica y te daremos algo de tiempo para adaptarte a cómo funcionan las cosas aquí. ¿Entendiste?
La niña tímidamente miró a Jasmine desde su silla.
– Yo... no quiero ser soldado... – murmuró. Jasmine suspiró y negó con su cabeza.
– Lo siento, niña, pero no tienes opción alguna. – Se puso de pie y le entregó una bandeja antes de señalar hacia la pantalla que había puesto en una esquina. – Ahora toma esto, quítate todas tus pertenencias personales, y cámbiate con el uniforme que te hemos proveído.
– ¿Señora? – preguntó una guardia. – ¿No deberíamos verificar que no tenga nada de contrabando?
Jasmine le lanzó una mirada gélida, y la guardia se echó para atrás.
– ¿EN SERIO crees que una niña conocería ese truco? – le preguntó.
E incluso si lo supiera, la pobre niña había sido traumatizada lo suficiente. La pequeña cogió la bandeja detrás de la pantalla, y salió tras unos minutos con el uniforme escolar de Arzenal. La bandeja sin embargo estaba vacía. Una mirada rápida, y Jasmine vio algo en su muñeca izquierda.
– Entrega eso, niña. – le indicó. La niña le dio una mirada confusa, hasta que se dio cuenta a lo que Jasmine se refería, y se echó contra la pared.
– ¡No! – suplicó ella. – ¡Por favor no me lo quite! ¡Es todo lo que tengo!
Jasmine suspiró. Por lo visto tendría que ser ruda después de todo. Con un chasquido de sus dedos, las guardias vinieron hacia ellas y sujetaron a la niña por las muñecas. La empujaron de cara contra la mesa, y la niña empezó a gritar y forcejear mientras las guardias la sujetaban y Jasmine le quitaba el objeto personalmente.
– ¡Devuélvamelo! – lloriqueó la niña. – ¡Por favor devuélvamelo!
– Reglas de la casa, niña. – dijo Jasmine. – A nadie se le permite traer nada del exterior.
Aunque ahora que lo veía bien, dudaba que pudiera ser algo peligroso. Una especie de brazalete, o al menos, algo que se suponía que fuera. En realidad, no era más que unas cuantas piedras alisadas con un cordón atravesándolas. La curiosidad se apoderó de ella, y Jasmine le indicó a las guardias que la soltaran.
– ¿Quién te dio esto? – le preguntó. La niña se frotó las muñecas mientras las lágrimas corrían por su rostro.
– Aaron... – sollozó. – Él lo hizo para mí. Fue el primer regalo que recibí de un chico.
Así que eso era. Jasmine miró el trozo de joyería barata hecha a mano, y se preguntó qué clase de chico sería este tal Aaron. Con la Luz de Mana, no era que le resultara imposible conseguirle un brazalete real. Así que ¿por qué tener que hacer todo ese esfuerzo? ¿Y por qué parecía tan apegada a él? Seguramente se daría cuenta que a estas alturas él sabía que ella era una Norma y se habría olvidado por completo de ella.
Jasmine le dio otra mirada a la niña que lloraba, y gruñó de fastidio. Seguramente se estaba volviendo suave con la edad, fue lo que pensó.
– Como te dije, – le repitió – a las Normas no se les permite traer nada del exterior. Sin embargo... no hay nada en las reglas que diga que no puedas comprarlo de vuelta. – La niña la miró, y sus ojos llenos de lágrimas comenzaron a brillar de sorpresa y esperanza. – Yo te guardaré esto por el momento. Consíguete un trabajo a tiempo parcial, gánate algo de dinero, y después ven a verme. ¿Trato hecho?
Sarah se limpió los ojos, y de alguna manera logró sonreír.
– ¡Ok!
...
Arzenal (tiempo presente)
Tras limpiar el espejo empañado, Rio se puso sus lentes de contacto para cambiar sus ojos de azul a verde. Un pase ligero del peine con un poco del gel que usaba para teñirse el pelo, y de nuevo se encontró con la imagen de Joseph Algren mirándolo de vuelta. La regla de oro era nunca quitarse el disfraz en territorio hostil, pero Rio nunca pudo acostumbrarse a dormir con los lentes de contacto puestos. Además, a diferencia de la mayoría de escenarios, esta vez tenía a alguien vigilándole las espaldas. Si la Inspectora llegaba sin anunciarse, Momoka podría distraerla el tiempo suficiente para que pudiera volver a meterse en el personaje. Saliendo del baño, se cambió rápidamente en su uniforme, y bajó las escaleras para encontrarse con ella esperándolo en la cocina.
– Buenos días. – le dijo en tono alegre. – ¿Seguro que no quiere que le prepare nada excepto su café?
– No gracias. Iré a desayunar con la Inspectora cada mañana, así que será mejor conservar mi apetito.
Mientras se servía una taza, Rio era demasiado consciente del torbellino emocional que había dentro de él. Emoción, alegría, alivio, e incluso algo de miedo. Después de tanto tiempo, finalmente había encontrado a Sarah. Sólo un día más, y Jasmine podría hacerlos arreglos para poder verla. Se preguntó cuánto habría cambiado desde que los humanos la capturaron. No habría forma de pasar por algo así y luego ser arrojada en un lugar como Arzenal sin salir ilesa. Una parte de él incluso esperaba que su respuesta a su reunión después de tanto tiempo fuera un puñetazo en la cara. Especialmente con lo que tenía que contarle sobre sus padres. Bueno, él podría soportar un poco de dolor físico si eso significaba sacarla de aquí. Pero primero, tenía que ocuparse del itinerario de hoy, comenzando con quien sin duda estaba tocando ahora mismo el timbre de la puerta.
– Parece ser que la Inspectora ya está aquí. – anunció Momoka. Rio dejó su taza, se colocó la media capa en su hombro izquierdo, y se puso la gorra en su cabeza.
– Déjala pasar. ¿Recuerdas tu asignación para hoy? – le preguntó. Luego de que él se marchara, ella tenía que ir al centro comercial para recoger su orden de Jasmine, y luego prepararle algo más para su "interrogación" de Hilda y Ange.
– Sí señor. – respondió ella con un saludo militar.
No le había dado los detalles exactos sobre lo que iba a recoger. De esa forma, bajo la ínfima posibilidad de que Jill tuviera curiosidad sobre lo que estaba ordenando, ella no tendría que mentirle. Con suerte, Jasmine habría podido empacarlo de una manera que evitara levantar sospechas. Sólo tuvo tiempo de tomarse un último sorbo antes que Momoka regresara a la cocina con Bronson.
– Ah, Inspectora. – le saludó. – Buenos días. ¿Puedo ofrecerle un café?
– Oh, no gracias. – dijo la Inspectora. Parecía considerablemente más relajada cerca de él a comparación de cómo estaba ayer, lo cual podría irse a ambos lados para Rio. Probablemente sería más propensa a divulgar información, pero también quería decir que era más probable que captara los indicios de que él no era quien decía ser. – Espero que haya dormido bien, y que todo aquí sea de su agrado.
– En efecto, Momoka es muy buena en las labores domésticas. Es una pena que desperdicie sus talentos sirviendo a una Norma de todas las cosas.
Momoka carraspeó y se levantó la nariz tan alto como le fue posible. – Servir a Lady Angelise está muy lejos de ser un desperdicio.
– Desde tu perspectiva, seguro que lo es. – comentó él. – Ahora, Inspectora, continuemos con esto en el comedor. Mientras comemos, tengo algunos archivos más que quisiera revisar con usted.
...
Debido a la ausencia de actividad en el espacio aéreo de Arzenal, la disciplina en el centro de comando era sorprendentemente laxa. A menos que se declarase un escenario de primer encuentro, Jill les permitía a las tres operadoras pasar sus horas de cambio de turnos como quisieran. Escuchaban música, leían, o chismorreaban sobre cualquiera que fuera el tema más caliente en la base. El día de hoy, sin embargo, la usualmente relajada atmósfera había sido reemplazada por una tensión compartida por cada Norma en Arzenal.
– Entonces, ¿realmente creen que vendrá hoy? – preguntó Hikaru. Igual que con más de la mitad de las Normas en Arzenal, la presencia de un hombre de verdad en Arzenal era lo primero en sus mentes.
– No lo sé. – dijo Pamela. – Pero la Comandante Jill dijo que debemos mantener la compostura, por si las dudas.
Girándose sobre su asiento, Olivier se puso a juguetear y murmuró: – Entonces, uh... ¿ustedes creen que realmente sea tan malo como dicen los rumores?
– Quién sabe. – dijo Hikaru. – Escuché que cuando fue a ver a Ange y Hilda, intentó hacerlas comer veneno.
– Eso no es verdad. – la contradijo Pamela. – Hablé con la guardia que estaba de turno, y dijo que lo único que les llevó fue algo de fruta del centro comercial por alguna razón.
– Bueno, eso fue muy amable, ¿verdad? – dijo Olivier. – Quiero decir, especialmente para dos prisioneras.
– ¿Por qué estás tan interesada? – preguntó Hikaru mientras sonreía diabólicamente. – Estás enamorada de él, ¿verdad?
– ¡¿Qué?! – jadeó Olivier. – ¡No! ¡En realidad no!
– ¡Yo espero que no! – le aconsejó Pamela. – Tengan en cuenta que sigue siendo un humano. No es como que uno de ellos se dignaría a mirar a una Norma, mucho menos enamorarse de ella.
– Sí, bueno, una chica puede soñar, ¿no? – preguntó Hikaru. – Quiero decir, tienen que admitir que su apariencia no es mala. Y no es como que haya una tonelada de hombres Normas corriendo por aquí.
Antes que Pamela pudiera contraatacar, la puerta del centro de comando se abrió, y la Comandante Jill entró con la Inspectora Bronson y el Capitán Algren siguiéndola.
– ¡Atención! – ladró la Comandante, y las tres se pusieron de pie al mismo tiempo. – Chicas, tenemos a un invitado con nosotras hoy para monitorear cómo hacemos nuestro trabajo. Confío en que ya estén listas para mostrarle que nadie en el centro de comando son potenciales disidentes.
– ¡Sí, señora! – dijeron las tres al mismo tiempo. La Comandante se hizo a un lado, y la Srta. Emma gesticuló a cada una de las tres chicas.
– Capitán, le presento al personal del centro de comando. Pamela es la despachadora en jefe y coordinadora de vuelo, Olivier maneja las comunicaciones, y Hikaru el radar.
La mirada del Capitán pasó de una en una entre ellas, y todas tragaron saliva nerviosamente.
– Muy bien. – asintió. Todas regresaron a sus consolas, pero Pamela todavía podía sentir su mirada quemándole en la nuca.
«¿Qué hago?» pensó. «Un hombre está parado detrás de mí.»
– Entonces, ¿aquí es donde se detectan las singularidades? – le oyó preguntar.
– En realidad, la mayor parte del tiempo el comité es quien detecta cuando una singularidad está a punto de abrirse. – explicó la Srta. Emma. – Luego nos llaman para darnos las coordenadas.
– ¿En serio? – preguntó él. – Uno pensaría que la ubicación de Arzenal le permitiría detectar las singularidades primero.
– Yo también solía pensar eso. – La inspectora estuvo de acuerdo. – Pero según parece, los sistemas primitivos de Arzenal no pueden competir con la red de satélites de Mana.
Como si fuera una señal, el teléfono en la estación de la Comandante Jill comenzó a sonar.
– Oh. – dijo la Srta. Emma. – Parece que esta es una de ellas. Espere un minuto.
...
Aparte de mantener a Bronson distraída y sus propias metas personales, Rio había venido a Arzenal con objetivos adicionales, uno de los cuales concernía a los DRAGONS. A pesar de la amenaza que representaban con sus incursiones a la Tierra, el conocimiento sobre ellos era un secreto que sólo era accesible para los más altos niveles del gobierno humano. Desde una perspectiva táctica, esta era una práctica peligrosa. Si las Normas llegaban a fallar, la civilización humana no estaría preparada para la inevitable masacre. Así que, aunque Embryo era el enemigo principal, una vez que él ya no estuviera moviendo los hilos de la humanidad, la Network podría revelar al público la verdad sobre las Normas y cómo sus gobiernos les habían estado mintiendo. Con suerte, la amenaza de un enemigo en común les ayudaría a juntar a las Normas y a los humanos regulares para iniciar una reconciliación.
Con ese fin, aparte de los documentos en relación al personal de Arzenal, Rio había solicitado cualquier archivo que Bronson pudiese proveerle sobre los DRAGONS. Desafortunadamente, los registros en Arzenal no ofrecían mucho más aparte de la clasificación, y que las incursiones ocurrían cada tres o cuatro días. Lo que significaba que tarde o temprano tendría que ver una por sí mismo. Y al ver que Bronson colgaba el teléfono y presionaba un botón que hizo sonar las alarmas por toda la base, supo que ese momento había llegado.
– Confirmando perturbación por singularidad. – anunció Bronson. – Envíen al segundo escuadrón al aire inmediatamente.
– Sí, señora. – respondió la rubia, cuyo nombre Bronson había dicho que era Pamela. – Enviando alerta de primer encuentro. Segundo escuadrón de Para-mails, equípense y prepárense para el lanzamiento.
Desde el hangar debajo de la cubierta de comando, Rio podía escuchar el rechinar de la maquinaria mientras los Para-mails eran cargados sobre las plataformas de rodaje y enviados hacia la cubierta de vuelo.
«Les lleva mucho prepararse para el despegue,» pensó. «Si no nos hubieran dado el aviso, ya esas cosas estarían sobre nosotros antes de tener una oportunidad de parpadear.»
Aunque ahora que lo pensaba, ¿cómo era capaz la red de satélites de Mana de predecir cuándo se abriría una de esas singularidades? Independientemente de qué tan sensible fuera un escáner, no se podía detectar un fenómeno antes de que ocurriera. ¿Y por qué siempre las singularidades se abrían en esta parte específica de la Tierra? Rio supuso que la respuesta tendría que esperar hasta después de Libertus.
– Segundo escuadrón presente, y listo para despegar. – anunció Olivier, la peliverde.
– Para-mails cargados de combustible y listos para el lanzamiento. – confirmó Hikaru, la pelirroja. – Todas las pilotos a sus unidades.
– Carga de cámaras de plebio confirmada. – dijo Pamela. – Esperando sus órdenes, Comandante.
En su propia estación, la Comandante Jill cogió su propio intercomunicador.
– Segundo escuadrón... ¡despeguen!
Los motores cobraron vida con rugidos, y ocho Para-mails, cuatro Hausers, tres Glaives, y un solo Arquebus como líder de la formación, despegaron desde la cubierta de vuelo, y volaron en dirección hacia el oeste.
– Lanzando dron ahora. – dijo Pamela.
Abajo en la cubierta de lanzamiento, una máquina con el aspecto de un Glaive desmantelado hasta el armazón y del tamaño del Skyhook de Tusk, despegó en persecución del segundo escuadrón.
– Entonces ¿monitorean las batallas de manera remota? – preguntó él.
– Sí, señor. – replicó Bronson. – La información recopilada por las cámaras a bordo de los Para-mails a menudo es demasiado distorsionada y caótica como para un análisis preciso. Gracias a los drones, podemos ganar un mayor rango de información sobre los DRAGONS para combatirlos de manera más efectiva. ¿Esta es su primera vez viéndolos?
– He visto metraje documentado antes. – respondió él. – Pero sí, esta es la primera vez que los veo en vivo.
Así que para esto eran encerradas las Normas de Arzenal. ¿Cuántas de ellas saldrían con vida exactamente? Por lo que había revisado, una incursión típica involucraba a varios de clase Goleta, y al menos uno de clase Fragata o mayor.
– Aquí Eleanor. – dijo la voz de una chica por la radio. – Estamos llegando a la zona objetivo.
– Abran transmisión del dron. – ordenó Jill. Arriba de ellos, la pantalla principal cambió para mostrar al segundo escuadrón en vuelo, mientras delante de ellas las nubes comenzaban a retorcerse en espiral mientras traqueteaban con relámpagos rojos. El aire comenzó a doblarse e hincharse hasta que finalmente reventó y se abrió un agujero en el cielo. A través de él, Rio podía ver algo moviéndose, como un enjambre de avispas furiosas, una masa de bestias reptilianas aladas, del mismo tamaño que los Para-mails, emergieron y comenzaron a cargar contra el escuadrón. Detrás de ellos, tres siluetas mucho más grandes se hicieron visibles, y atravesaron el portal para perseguir a sus aliados más pequeños. Apenas lo hicieron, la singularidad se cerró. Rio sintió algo de alivio al ver eso, ya que al menos las cosas no se pondrían peor para el segundo escuadrón.
– Contacto confirmado. – reportó Eleanor. – Treinta de Clase Goleta y tres de Clase Corbeta.
La mente de Rio se puso en marcha al tratar de recordar lo que decían los archivos sobre esta clase de DRAGONS. Los Clase Corbeta eran los segundos más pequeños detrás de los Goleta, midiendo sólo hasta sesenta metros de longitud, pero eso no los hacía menos peligrosos. Lo que les faltaba en fuerza lo compensaban en maniobrabilidad. Siempre peleaban en grupos de tres o más, y mostrando sorprendente habilidad táctica, ya que siempre se cubrían sus puntos ciegos entre ellos contra los ataques. Estos eran de color azul brillante con patas traseras muy largas y cuellos retorcidos que los hacían parecer cigüeñas gigantescas sin plumas.
– Comiencen el asalto ahora. – ordenó Jill por la radio.
– Entendido. – dijo Eleanor. – Todas las unidades, quiten los seguros. Disparen una vez que el enemigo se encuentre en rango.
Los Hausers dispararon primero, lanzando una ráfaga de fuego de artillería en contra del enjambre que venía acercando. Los Goletas recibieron el ataque de frente y varios en el frente volaron en pedazos inmediatamente, pero los que venían detrás siguieron presionando. Los Glaives y el Arquebus se unieron y la ráfaga de los rifles de asaltos que llevaban consigo debilitó aún más a los Goletas hasta que finalmente, los tres Corbetas alcanzaron a sus aliados, haciendo brillar el aire frente a ellos con la luz de un anillo resplandeciente, del cual salió una ráfaga de rayos de energía a toda velocidad.
– ¡Acción evasiva! – avisó Eleanor. El segundo escuadrón se dispersó, pero uno de los Glaives no fue suficientemente rápido, y uno de los rayos le golpeó el ala derecha, haciendo que se fuera dando vueltas fuera de control. – ¡Chelsea!
– ¡Impacto en unidad Chelsea! – anunció Hikaru. Inclinándose hacia adelante, Rio apenas era consciente de la fuerza con la que su mano sujetaba el borde del escritorio de la Comandante.
«¡Vamos, vamos, asciende!» suplicó mentalmente, casi rezando. Por fortuna, la unidad recuperó el control y se enderezó antes de estrellarse en el agua.
– Estoy bien. – dijo una voz. – Me quemé un poco, pero puedo seguir peleando.
– Me alegra escucharlo. – dijo Eleanor. – Escuchen todas, cambien a modo destructor ahora. Los Glaives, vienen conmigo. Mantendremos a los Corbetas ocupados. Hausers, derriben a los Goletas restantes y luego únanse a nosotros.
– Entendido. – respondió el escuadrón al unísono.
En la pantalla sobre ellos, Rio observó cómo los Para-mails comenzaban a cambiar, doblando su fuselaje delantero y retrayendo sus colas hasta que las nueve unidades asumieron una forma más humanoide. Las armas suspendidas bajo sus cuerpos se convirtieron a modo manual, y los Glaives cargaron de frente mientras los Hausers comenzaban a limpiar a los Goletas que quedaban. Las unidades del frente armaron sus rifles, y los lanzadores de granadas propulsadas bajo el barril principal dispararon una ráfaga de misiles que forzaron a los Corbetas a romper formación. Con el Glaive dañado siguiéndole detrás, el Arquebus fue hacia uno de los Corbetas mientras las otras dos iban por uno cada una. Ahora que su formación estaba rota, el segundo escuadrón podía pelear contra los tres Corbetas al mismo nivel, pero la batalla seguía muy lejos de terminar. Los Hausers todavía tenían unos cuantos Goletas a los que eliminar, y las unidades de asalto no podían hacer otra cosa que contener a los más grandes Corbetas.
«Esto es irreal,» pensó. «Y estos son apenas los de nivel bajo.»
– Cargando balas congelantes. – dijo Eleanor. – Chelsea, acabemos con él-.
– Estoy en ello.
Con Eleanor al frente, Chelsea voló hasta ponerse detrás del Corbeta y le disparó en la espina dorsal. El DRAGON lanzó un rugido furioso y desvió su atención del Arquebus, permitiéndole a la unidad líder volar cerca y estampara la palma en el esternón de la criatura. Un destello verde después, la criatura cayó hacia el agua, con fragmentos de hielo brotando de todo su cuerpo. Entretanto, los Hausers finalmente habían acabado con los Goletas, y estaban volando para apoyar a sus camaradas.
– Chelsea, lleva a Lisa y Helen y apoyen a Charlotte. – ordenó Eleanor. – Annie, Carol, ustedes vienen conmigo. Ayudemos a Jen.
El escuadrón se separó en dos grupos, y cada uno voló hacia su oponente designado. A estas alturas, sin embargo, los Corbetas parecían haberse dado cuenta de sus tácticas y parecían haber adoptado una propia. Comenzaron a volar en círculos uno alrededor del otro, constantemente cambiando de posición para cubrir a su compañero, o dispararle al Para-mail que los atacaba.
– Es sorprendente cuan inteligentes parecen ser. – comentó Rio mientras observaba. – Dígame, Comandante, ¿siempre usan tácticas como esta?
– Tantas veces que ya no nos damos cuenta. – dijo mientras encendía un cigarrillo. – Los hemos visto preparar emboscadas, trampas, e incluso usar el entorno para tomar ventaja.
– No hay de qué preocuparse, señor. – le aseguró Bronson. – Las Normas están entrenadas para eliminar a los DRAGONS antes de que tengan oportunidad de abandonar el espacio aéreo restringido de Arzenal. Con ellas, no tenemos que preocuparnos por ninguna pérdida de vidas humanas.
«No, sólo de las vidas de ellas,» pensó. Pero de todos modos se obligó a sí mismo sonreír y asintió. – Excelente. – les dijo. – Si no pueden al menos hacer eso, entonces no sirven para nada.
Girándose hacia la pantalla de nuevo, Rio vio que el segundo escuadrón había cambiado su propia técnica también. Volando alrededor de los Corbetas en un patrón de espiral cruzado, tuvieron éxito en desviar su atención, lo suficiente para que los Hausers les lanzaran una ráfaga de fuego a sus flancos. El repentino ataque sorpresa los forzó a separarse, y los dos Glaives cargaron hacia el DRAGON de la izquierda. Uno de ellos disparó su rifle de asalto, distrayéndolo lo suficiente para que su compañero le lanzara otra granada en toda la cara, incapacitándolo para que el tercer Glaive pudiese plantarle una bala congeladora entre sus omóplatos.
«Eso es,» celebró él en silencio. «Vamos, sólo queda uno.»
Enfurecido por la pérdida de sus compañeros, el último Clase Corbeta cargó contra el escuadrón, manifestando su energía en otro anillo para disparar. Pero algo estaba mal. En lugar de aparecer de manera plana contra su cuerpo, esta vez el anillo se estaba hinchando como una burbuja, hasta que finalmente explotó, dispersando su energía como una escopeta. El repentino e inesperado ataque pilló al segundo escuadrón por sorpresa, y varios de ellos fueron alcanzados. Uno de los Hausers parecía no haber sido impactado en absoluto, sólo para que el Corbeta lo atrapara entre sus fauces cuando se le acercó.
– ¡Lisa! – gritó alguien, mientras el Hauser era lentamente aplastado entre los colmillos de la bestia.
– ¡Ayúdenme! – suplicó la piloto, mientras la armadura del Hauser finalmente cedía, y fue partida a la mitad.
La radio se quedó en silencio, y Rio sintió un choque gélido recorrerlo por completo. Entretanto, los Para-mails supervivientes comenzaron a descargar sus armas sobre el oponente final, dos Glaives se lanzaron para apuñalarlo con sus espadas, mientras los otros lo acribillaban con balas y fuego de cañones hasta que finalmente, el Arquebus líder cargó disparándole una última bala congelante hacia el corazón. Mientras la bestia congelada se desplomaba entre las olas, el segundo escuadrón regresó sus Para-mails a modo vuelo mientras Olivier daba el reporte de daños.
– Daño menor a los cascos de todos los Para-mails sobrevivientes. Unidad Chelsea, daño al ala derecha, en condición de volar. Unidad Annie, daño al cañón izquierdo, en condición de volar. Unidad Charlotte, daño a la pierna derecha, en condición de volar. Unidad Lisa, perdida.
Exhalando una pluma de humo, la Comandante Jill cogió su transmisor. – Buen trabajo, segundo escuadrón. Regresen a la base para reparaciones y reporte.
Sintiéndose vacío y entumecido, los ojos de Rio permanecieron fijos en la pantalla hasta que Bronson de repente le habló.
– ¿Señor? ¿Se encuentra bien?
Rio la miró, y se dio cuenta un poco tarde de lo cerca que estaba de arruinar su tapadera, y se forzó a recuperar la compostura.
– Sí, estoy bien. – le aseguró. – Ese fue un gran despliegue. Supongo que ya usted debe estar acostumbrada este tipo de cosas.
– No es nada de qué avergonzarse. – le dijo ella. – En realidad, cuando vi una incursión de DRAGONS por primera vez casi me desmayo y tuve que sentarme. Pero usted ni siquiera retrocedió, incluso cuando esa chica fue aplastada.
Rio sintió que el estómago se le revolvía de nuevo, y no estaba seguro de cuánto más podría seguir aguantando. Al mirar a Bronson, para su sorpresa, en realidad parecía triste.
– Esa pobre chica. Bueno, al menos dio su vida por una causa noble.
– En efecto. – dijo él aparentando estar de acuerdo. – Ahora, Inspectora, tenemos otros asuntos que atender. Comandante Jill, asegúrese de que el dinero de recompensa que esa chica iba a recibir sea redistribuido a sus compañeras sobrevivientes. Creo que después de lo de hoy, se merecen algo extra.
– Como desee. – asintió ella.
– Eso fue muy generoso de usted, Capitán. – dijo Bronson. Una vez fuera en el pasillo, Rio pasó frente a un baño, y le indicó a Bronson que esperara.
– Inspectora, necesito ocuparme de algo. Por favor, asegúrese que ninguna Norma entre hasta que yo salga.
– Por supuesto, señor.
Una vez en la privacidad del baño, finalmente perdió la batalla. Rio apenas tuvo tiempo de abrir el grifo para cubrir el sonido antes de que su cuerpo convulsionara y vomitara en el lavabo. Una vez que estuvo vacío, intentó recobrar su compostura, y miró el reflejo que realmente no era suyo, y los escuchó de nuevo. Los gritos de esa chica, y el rechinido del metal siendo partido a la mitad.
«Contrólate,» se dijo a sí mismo. «Tienes una misión y no puedes permitirte cometer errores. No puedes hacer nada por esa chica, pero puedes evitar que lo mismo le suceda a Sarah y Hilda. Y después de Libertus, podemos mostrarle al resto del mundo lo que sucede aquí, y trabajar en maneras para evitar que los DRAGONS vuelvan a nuestro mundo nunca más.»
...
Con la Inspectora y el Capitán ya ausentes, las tres operadoras se relajaron, aunque el humor estaba muy lejos de ser feliz. Sin importar cuántas veces sucediera, ver a una de sus colegas Normas siendo despedazada por un DRAGON era algo a lo que nunca se acostumbrarían.
– Pobre Lisa. – dijo Olivier.
– No puedo creer que de verdad ese hombre haya dicho eso. – gruñó Hikaru. – Al menos la Inspectora FINGIÓ estar triste.
– Se los dije. – les recordó Pamela. – Un humano nunca miraría dos veces a una Norma, así que no es como que se iba a sentir mal por ver morir a una.
– ¿Están seguras de eso? – preguntó Olivier. Sus dos compañeras se giraron para verla. – Es sólo que, cuando Lisa fue asesinada, desvié la mirada y vi la cara del Capitán.
– Sí, ¿y qué? – preguntó Hikaru, mientras Olivier echaba un vistazo a la puerta por donde habían desaparecido los dos humanos.
– Todo mundo estaba concentrado viendo la pantalla, así que no creo que lo vieran. – les explicó. – Pero por un momento, podría jurar que el Capitán se veía horrorizado por lo que le pasó.
...
Arzenal (11 años antes)
En la quietud de su oficina, Jasmine iba leyendo el último reporte que había recibido de Vanessa. Istvan y el resto del equipo, el cual les informaba que habían encontrado algunos cuantos grupos aislados de los suyos, pero difícilmente el ejército que esperaban. La buena noticia era que el equipo de Blitz había asegurado un cargamento de Para-mails de un almacén en Galia y estaban llevándoselos para equiparlos en Zion. Con suerte, la milicia de la Network sería suficiente para compensar la diferencia en números una vez que se lanzara Libertus. El resto ya era sólo contándoles cuánto estaba creciendo Tusk, y cómo todas las Normas en Arzenal se estarían peleando por él cuando se hiciera mayor.
Jasmine suspiró y dejó caer la carta en la trituradora junto a su escritorio. Cuando había seleccionado a Vanessa para ser la representante de Arzenal con sus aliados, no tuvo problemas con que ella se casara con uno de los Antiguos Humanos. Especialmente, considerando su propia relación con Blitz. Aparte, Istvan era un buen hombre y un buen soldado. Había una razón por la cual fue elegido para ser el Caballero de Villkiss. Y por la poca interacción que tuvo con él, podía ver que Tusk había heredado el espíritu de ambos. Pero lo que le preocupaba era Alektra. Aunque intentaba ocultarlo, Jasmine había visto la forma en que la antigua princesa observaba al hombre que había jurado protegerla, especialmente cuando su familia estaba cerca. Sólo esperaba que no fuera a causar problemas una vez que Libertus fuese lanzado.
En medio de sus pensamientos, alguien tocó a la puerta de su oficina, y Jasmine se enderezó.
– Adelante. – respondió. La puerta rechinó mientras se abría, y una pequeña cabeza de cabello castaño se asomó. – Oh, eres tú. ¿Te puedo ayudar con algo?
Cerrando la puerta tras de ella, Sarah se acercó nerviosamente hacia el escritorio de Jasmine, y sostenía un fajo de billetes en sus manos.
– Comandante Jasmine. – le dijo. – Hice como usted me dijo, y conseguí un trabajo en el centro comercial con la Srta. Penelope. ¿Esto es suficiente para comprarlo de vuelta?
Jasmine miró a la niña que estaba parada frente a ella, ofreciéndole un fajo de probablemente 100 en efectivo por una pila de rocas pulidas en una cuerda, y no estaba segura si debería considerarla linda o patética. Bueno, de cualquier manera, un trato era un trato. Jasmine cogió el billete que estaba arriba del fajo y abrió la gaveta de su escritorio.
– Sólo dile a las demás que lo encontraste en la basura. – Le arrojó el brazalete hecho a mano, y el rostro de Sarah se iluminó al atraparlo.
– ¡Gracias! ¡Muchísimas gracias!
Si eso le ayudaba en su transición, Jasmine estaba dispuesta a doblar un poco las reglas, aunque le sorprendía lo bien que Sarah se había adaptado a la vida en Arzenal. Sin duda estaba pasándola mucho mejor que su última recién llegada.
– Y dime, – dijo Jasmine – este chico Aaron que mencionaste, ¿quién es? ¿Acaso es tu primer amor?
Sarah negó con la cabeza mientras se ponía el brazalete.
– Es mi amigo. – respondió. – Fue el primer humano del que no sentí miedo.
Bueno, eso explicaba muchas cosas, como el hecho de haber evadido la detección durante tanto tiempo. Usualmente, los padres de las Normas no les decían a sus hijas por qué las mantenían aisladas del resto, pero si los padres de Sarah ya lo sabían, ella tuvo que aprender a cuidarse desde una edad muy temprana.
– Y también – continuó – sé que algún día, de alguna manera, él vendrá para salvarme.
– ¿En serio? – replicó Jasmine. La niña la miró con ojos algo suspicaces.
– Usted cree que soy estúpida, ¿verdad?
– ¿Qué te hace pensar eso?
– Algunas de las otras niñas me dicen que lo soy. Ellas dicen que él ya no es mi amigo, y que si me vuelve a ver tratará de matarme.
Jasmine frunció el ceño y negó con su cabeza. Humanos o Normas, los niños a veces podían ser bastante desalmados.
– Odio decirte esto, pero hay algo de verdad en lo que dicen. – le dijo. – Cuando los humanos descubren que alguien a quien conocen es una Norma, todo se va por la ventana.
– Pero Aaron ya lo sabía.
– ¿Qué dijiste? – preguntó Jasmine. ¿Acaso la escuchó bien?
– Ya lo sabía. – repitió la niña. – Y aun así él quería ser mi amigo. Me dijo que no estaba bien castigar a alguien si no había hecho nada malo. Y por eso es que sé que vendrá a salvarme.
– Bueno, supongo que ya lo veremos. – murmuró Jasmine. – Ahora, necesito volver al trabajo, así que ¿puedes marcharte?
Sarah hizo un saludo militar y se marchó con el brazalete de vuelta en su muñeca. Una vez que estuvo sola, Jasmine se reclinó en su asiento y se preguntó qué clase de chico era este tal Aaron. Ciertamente, era posible que un humano pudiera superar el prejuicio de la sociedad contra las Normas. Después de todo, sus aliados en la Network eran la prueba de eso. Pero para haberlo hecho mientras era tan joven...
Aún si lo había hecho, Jasmine dudaba que se aferrara a ello. La presión del status quo sería demasiado. Pero si llegaba a hacerlo, se dio cuenta, él sería perfecto para la siguiente fase de Libertus. La liberación de las Normas era sólo el primer paso. Después de eso, tenían que encontrar una forma de reconciliarse y coexistir con los humanos. Y tal vez este chico Aaron podría ser una forma de construir ese puente. Jasmine tomó nota de hablar con Blitz más tarde, y ver si la Network podría rastrearlo.
...
Arzenal (tiempo presente)
Mientras el viento soplaba sobre su larga cabellera rosa como si fuera una nube ondeante, Ersha inhaló el aire del mar y sonrió al sentir el sol en su rostro. Ahora que tenían luz verde, podía finalmente llevar a las niñas a tomar algo de aire fresco. Detrás de ella, la Clase A salió de las escaleras que iban hacia el patio en el nivel superior de Arzenal para su clase de educación física matutina.
Aparte de sus deberes de combate en el primer escuadrón, Ersha pasaba tiempo trabajando en el comedor, la lavandería, y la escuela. La última era su favorita, ya que disfrutaba mucho de cuidar de las niñas de Arzenal, para quienes ella era lo más cercano que tendrían a una mamá. Ersha nunca conoció a sus propios padres, y el deseo de tenerlos ya se le había ido hacía algún tiempo. Había aceptado que, como una Norma, ella no tenía lugar en sus vidas, ni ellos en la suya.
– Muy bien, todas. – anunció. – Nos dividiremos en equipos de cinco. Jugaremos al fútbol, así que nada de usar las manos. Y recuerden no hacer mucho ruido o molestarán a la Comandante.
– ¡Sí, Srta. Ersha! – le dijeron todas.
Mientras se separaban en equipos y corrían hacia la cancha, Ersha les arrojó el balón que llevaba y las niñas empezaron su juego. Era importante que les permitieran tener algo de diversión. Algunas de ellas casi tenían la edad donde tendrían que entrar para servir en Arzenal a tiempo completo. Y aunque sabía que era inevitable que algunas de ellas terminarían en uno de los tres escuadrones de Para-mails, Ersha todavía rezaba porque los resultados de sus exámenes las enviaran a mantenimiento, seguridad, la armería, o a cualquier otra cosa que no involucrase combatir a los DRAGONS.
«Bueno, todavía me quedan algunos años antes de preocuparme por eso,» decidió. «Mejor concentrarme en divertirnos hoy.»
Mientras observaba el juego, Ersha vio que las niñas se habían llevado el balón muy cerca del centro de comando, y cuando vio quienes venían saliendo de él, una oleada de miedo la invadió.
– ¡Niñas! – las llamó. – ¡Niñas, tiempo fuera por un segundo!
...
Después que su estómago dejó de revolverse, Rio salió del baño con Bronson detrás de él, y ambos salieron afuera donde ya golpeaba el sol de mediodía. La ironía de que fuese un día tan hermoso a pesar de lo que acababa de presenciar no se le pasaba por alto, pero al menos le daba algo para distraer su mente de los gritos de esa piloto antes de morir.
– ¿Seguro que todo está bien, Capitán? – preguntó Bronson. – No es que quiera ser indiscreta, pero sonaba a que tenía... dificultades en el baño.
– No es nada. – le aseguró. – Sólo me dio un ligero desorden intestinal. Probablemente lo causó lo que el comedor dio para el "desayuno". Espero que me entienda si decido comer en la villa por el resto de mi estadía en este lugar.
– Perfectamente entendible. – dijo ella mientras abría una ventana de Mana. – Ahora, a continuación en el itinerario tenemos la enfermería y...
– Eso puede esperar para después. – decidió él. – Esa incursión llevó más tiempo de lo esperado. Por ahora, quisiera comenzar mis interrogatorios con...
Y de pronto Rio se vio interrumpido cuando algo le golpeó en la pierna, sacándole un gruñido de sorpresa al mirar abajo y ver un balón rodando cerca de sus pies.
«¿Qué diablos?» se preguntó mientras levantaba la mirada. «Oh, sólo es un montón de niñas jugando.»
Bueno, realmente no quería tener que lidiar con esto después de lo que sucedió en el centro de comando, así que decidió ignorarlo. O lo habría hecho, si no fuera por Bronson.
– ¿Quién hizo eso? – demandó saber. – ¿Quién fue?
Las niñas se congelaron de miedo, mientras detrás de ellas, una mujer algo más mayor cercana a la edad de Rio con una larga cabellera rubia venía corriendo para hablar con la Inspectora.
– ¡Lo siento mucho, inspectora! – dijo casi jadeando. – Le juro que sólo fue un accidente.
– ¡Eso no tiene importancia! – la regañó Bronson. – ¡Como oficial, la apariencia del Capitán es vital para su credibilidad! ¡Y ahora, acaba de ser manchada por culpa de sus juegos infantiles!
Rio la miró y no pudo creer que estuviera hablando en serio. ¿Eso no era un poco demasiado extremo? Es decir, no era como que hubieran tratado de asesinarlo o algo así.
– Ahora, quiero saber quién fue la responsable, pero ya. – Las niñas se miraron nerviosas entre ellas, hasta que finalmente, una pequeña cuyo cabello de color naranja brillante estaba amarrado en un par de coletas dio un paso al frente y alzó la mano. – Ven acá ahora mismo, y discúlpate con el capitán.
La pequeña de coletas miró a la mujer mayor, que le dio un pequeño golpecito en el hombro para animarla.
– Está bien, Cynthia. Adelante.
Lentamente, la niña se les acercó, y Rio se quedó muy perturbado de verla temblar tanto. Pero no fue sino hasta que se paró delante de él que vio que estaba totalmente aterrada de él. Sus ojos estaban tan abiertos como platos y todo el color de su cara había desaparecido.
– Bueno, estamos esperando. – dijo Bronson.
«De acuerdo, ya tuve suficiente de esto,» decidió Rio y levantó su mano.
– ¿Capitán?
– No tenemos tiempo para molestias triviales. – le dijo. Se agachó para recoger el balón, y se lo llevó hasta donde estaba la mujer de cabello rosa con las otras niñas. – Debes aplicar más disciplina. – le dijo mientras le entregaba el balón. – Esta es una base militar, y ellas son soldados.
Y otra vez, Rio sintió que iba a vomitar.
– Sí, señor.
Rio se giró, pero alcanzó a ver una mirada de realización cruzando por el rostro de la mujer pelirrosa.
– ¿Sucede algo, soldado? – le preguntó.
– Oh... no. – respondió ella rápidamente. – Nada en absoluto.
– Entonces mantengámoslo así.
...
Mientras observaba a los dos alejándose, Ersha sintió que algo le jalaba la falda, y miró hacia abajo para encontrarse con Cynthia parada junto a ella.
– Srta. Ersha... – murmuraba – ... lo siento.
Con una sonrisa, Ersha se arrodilló y acarició amablemente la mejilla de la niña.
– Está bien, cariño. – le dijo. – Creo que la Srta. Emma estaba más molesta que el Capitán. Y estoy segura de que no era su intención asustarte. Es sólo que está bajo mucho estrés últimamente. Sólo ten más cuidado, ¿sí? Ahora, volvamos al juego.
Mientras las niñas volvían a sus posiciones, Ersha echó una última mirada al Capitán y a la Inspectora.
«¿Acaso me lo imaginé?» se preguntó.
No podía estar segura, pero cuando el Capitán desvió la mirada dándole la espalda, alcanzó a vislumbrar sus ojos por detrás de sus gafas reflectoras. Y lo que vio no era el tipo de mirada que esperaba ver en un humano que estaba frente a una Norma.
En lugar de enojados, casi parecían tristes.
...
Arzenal (11 años antes)
– Aquí tienen. – dijo Sarah mientras entregaba el cambio. Las dos clientas de la división de seguridad se llevaron sus compras, mientras una mujer mayor, que tenía que equilibrarse con un bastón, vino acercándosele.
– Buen trabajo en venderles esos tasers junto con su nueva armadura. – la alabó.
Por lo que Sarah había averiguado de las otras Normas, la Sra. Penelope era una de las residentes originales de Arzenal. En su juventud, fue una de las primeras pilotos de Para-mail, pero una herida que sufrió en batalla la dejó con el corazón muy débil. Los humanos originalmente tenían la intención de transferirla a otra instalación, pero la Sra. Penelope había ofrecido quedarse reorganizando el centro comercial y expandiendo sus servicios para incluir equipamiento para Para-mails y un centro de entretenimiento.
– ¿Por qué no te tomas un descanso? De todos modos ya casi es hora del almuerzo.
– ¿Está segura? – le preguntó. Ya era sábado y todo el centro comercial estaba repleto de gente. Agarrándola con una mano mientras se sentaba, la Sra. Penelope le dio un empujón.
– ¡Vamos, ve! El centro puede sobrevivir sin ti por unos minutos.
Sarah sonrió y se quitó el delantal. Unos minutos más tarde, se sentó en el centro de entretenimiento mientras comía una hamburguesa recién calentada de la máquina expendedora cuando alguien la llamó.
– ¡Hey Sarah! – Levantó la mirada, y vio que venían caminando hacia ella un par de chicas de su edad, una de pelo largo y rosa, y la otra también de pelo largo y dorado.
– Hola, Ersha, Zola.
– ¿Así que la vieja te dio un descanso? – dijo Zola. – ¿Lista para que te patee el trasero en la mesa?
– Zola, eso no es muy agradable. – dijo Ersha. Con una sonrisa, Sarah se terminó su hamburguesa y tiró la envoltura a la basura.
– Hagámoslo.
A pesar de su actitud brusca a veces, Sarah consideraba a Zola una de las mejores amigas que había hecho aquí en Arzenal. Cuando llegó aquí hacía tres meses, su timidez y haber llegado aquí a una edad avanzada la habían marcado como objetivo para las abusonas. Al menos, hasta que Zola la defendió. Junto con Ersha, que se hizo su amiga casi inmediatamente después de que llegó, las dos ayudaron a Sarah a ajustarse a su nueva vida. Especialmente ya que Sarah era una de las pocas que era capaz de darle a Zola un desafío decente jugando al hockey de mesa.
Con Ersha sirviendo de árbitro, las otras dos tomaron sus posiciones y el disco pronto empezó a volar de ida y vuelta entre ambas. No pasó mucho tiempo antes de que una pequeña multitud se hubiese aglomerado para observar, la mayor parte siendo niñas pequeñas que disfrutaban de un día libre de la escuela de Arzenal, incluyendo a dos llamadas Rosalie y Chris, que se contaban entre las más grandes fans de Zola.
– Wow. – dijo Chris. – Zola es asombrosa.
– Seguro que sí. – Rosalie empezó a animarlas. – Hey, ¿puedo jugar con la ganadora?
– ¿Es decir conmigo? – preguntó Zola mientras golpeaba el disco haciéndolo rebotar en un ángulo contra la barrera, y directo a la portería de Sarah. El juego quedó 3/2 y Sarah le entregó la paleta a Rosalie.
– No estuvo mal. – admitió. – Pero a la próxima te venceré.
– Cuando quieras, donde quieras. – la retó Zola. – No te preocupes, enana, seré suave contigo.
Mientras empezaba el siguiente juego, la atención de Sarah se desvió hacia el borde del centro de entretenimiento, donde vio a una niña sentada sola, cuyo largo cabello rojo estaba atado en coletas largas que colgaban por debajo de sus hombros.
– Hey Ersha, ¿quién es ella?
Ersha volteó, y frunció el ceño al ver a quién se refería Sarah.
– Esa es Hilda. Es de quien te conté. Realmente desearía poder hacer algo por ella, pero no estoy segura de cómo llegarle.
Así que esa era Hilda. Según dijo Ersha, igual que ella Hilda había sido una de las que llegó a Arzenal a edad avanzada, y había sido atrapada unos pocos meses antes que Sarah. Pero a diferencia de ella con Ersha y Zola, Hilda todavía no se adaptaba a su nueva vida. Nunca jugaba con nadie y siempre se mantenía al margen, totalmente sola.
– Tal vez pueda intentarlo. – ofreció Sarah. – Dicen que hace falta una para entender a una.
Ersha se encogió de hombros, pero se apartó para que Sarah pudiera hablar con la niña solitaria.
– Hola. ¿No quieres jugar con el resto?
Hilda levantó la mirada, viéndola con un par de ojos violetas que se veían vacíos. Al final, terminó desviándola de nuevo.
– Sólo déjame en paz.
Sarah suspiró, y se sentó junto a ella. – Te llamas Hilda, ¿verdad? Yo soy Sarah. Puede que no me creas, pero entiendo cómo te sientes.
– ¿Cómo? – preguntó Hilda.
– A mí también me arrebataron de mi familia. No hice nada malo. Pero como soy una Norma, los humanos dijeron que no podía vivir entre ellos.
Hilda apretó los puños en su regazo, y cuando habló a continuación, tenía la voz algo ahogada entre sollozos.
– ¡No soy una Norma! Mamá... ¡ella me lo habría dicho si lo fuera!
– Probablemente intentaba protegerte. – le aseguró. – Estoy segura de que te extraña todos los días. Y por eso tienes que resistir, para volver a verla un día de nuevo. – Levantando su muñeca, Sarah le enseñó el brazalete de rocas y cuerda que Aaron le había dado. – ¿Ves esto? Me lo dio un chico. Él sabía que yo era una Norma, pero aun así se convirtió en mi amigo. Cuando vine aquí, me lo quitaron, pero un día, mientras caminaba por los corredores lo encontré tirado en el suelo. Tal vez se salió de la basura. Pero lo tomé como una señal de que él no se ha olvidado de mí y que algún día, vendrá para buscarme y salvarme.
Hilda levantó la mirada de nuevo, y Sarah vio una chispa de esperanza en sus ojos.
– ¿Tú crees que él también me salvará a mí? – le preguntó. – ¿Me ayudará a volver con mamá?
Sarah sonrió y asintió. – Estoy segura de que sí. Pero por ahora, tienes que aprender a vivir con la gente de aquí. Así que ¿qué tal si nos unimos al resto?
Hilda miró pensativamente, pero Sarah la agarró de la mano y la escoltó hasta la mesa de hockey donde Zola acababa de vencer a su última oponente.
– Hey, Zola. – la llamó. – Esta niña también quiere un turno.
Hilda lanzó un gritillo y trató de huir, pero Sarah mantuvo un agarre firme en su hombro.
– Oh, ¿de verdad? – preguntó Zola. – Bueno, ven aquí, niña. Muéstrame lo que tienes.
Nerviosa, Hilda caminó hacia la mesa mientras Sarah se dirigía hacia el lado de Zola para pasarle un mensaje.
– Sé suave con ella. Pero hazlo de manera convincente.
– Por favor. – murmuró Zola. – Puedo hacer mis encuentros contigo convincentes, ¿o no?
Sarah se hizo a un lado, y el juego comenzó mientras Ersha se acercaba a ella.
– Lo lograste. – admitió. – Pero ojalá no hubieras tenido que mentirle.
Sarah miró a Ersha y frunció el ceño. – No le mentí. Todavía creo que Aaron vendrá por mí.
– Desearía poder creerte. – admitió Ersha. – Pero las profesoras dicen que Arzenal existe porque los humanos no quieren a las Normas viviendo entre ellas. ¿Cómo puedes estar segura de que siquiera te recuerda?
Sarah sonrió y miró su brazalete.
– Porque Aaron no es como los otros humanos. – le respondió. – Ya lo verás.
...
Arzenal (tiempo presente)
Otra de las cosas que Ange odiaba del confinamiento solitario era la falta de privacidad. No sería tan malo si al menos tuviera la celda para ella sola, pero tener que escuchar a Hilda quejarse de la comida de la mañana con todo su sistema era casi tan malo como tener que hacerlo ella misma. Finalmente, los gruñidos agonizantes cesaron y la única comodidad de su celda desapareció antes que Hilda volviera a dejarse caer en su catre.
– Quedan tres días más. – gimió. – Extraño la comida de verdad.
– Yo extraño más las duchas. – masculló Ange. – Cuando salga de aquí, tengo ganas de simplemente arrojarme en el océano y nunca salir de él.
Aunque para ser honesta, estaba dispuesta a pelear contra un Clase Galeón con un palito si eso significaba comer algo de la cocina de Momoka. Y hablando de eso...
– Hey. – dijo de repente. – Tu amigo Rio, ahora mismo está viviendo con Momoka, ¿verdad?
– Sí, qué suerte tiene. – Hilda hizo una mueca.
– No va a intentar hacerle nada pervertido, ¿verdad?
Hilda lanzó una carcajada sardónica. – ¿Hablas en serio? Dudo que incluso sepa deletrear esa palabra.
«Eso suena a que se mezclaron algunas uvas amargas entre la comida,» pensó Ange.
– Más le vale que no. – amenazó la rubia. – O de lo contrario, él y yo vamos a tener una conversación muy desagradable.
Desde el corredor, la puerta hacia la prisión rechinó al ser abierta, y unas pisadas acercándose hicieron eco en los oídos de ambos.
– Vaya, hablando del diablo. – dijo Ange. Desde su catre, Hilda gruñó y se cubrió la cara con las manos.
– ¿Por qué me hace esto? – gimoteó desde la esquina de la celda, mientras la inspectora y la guardia aparecían frente a ellas.
– Levántense las dos. – anunció. – El Capitán desea tener unas palabras con ustedes.
– Grandioso. – gruñó Ange. – Justo lo que quería hacer hoy.
Las dos fueron guiadas fuera de la celda y hacia el pasillo hacia una habitación abierta donde Ange no pudo creer lo que vieron sus ojos. Una ducha real. Estaba sucia y en un espacio muy cerrado, pero seguía siendo una ducha.
– Antes de verlas, el Capitán insistió en que hagan algo con su higiene. – dijo la Inspectora, con un pañuelo sobre su nariz. – Aunque va en contra de las reglas del castigo, supongo que no puede hacer bien su trabajo si no puede respirar.
Ange y Hilda intercambiaron miradas, y no pudieron evitar que se les escapara una sonrisa.
– Bueno, si esas son sus órdenes. – Hilda se encogió de hombros.
El agua estaba helada, pero para ambas, era un alivio tremendo. Ange pensaba que podía quedarse debajo de ese chorro helado para siempre. Desafortunadamente, la Inspectora sólo les permitió diez minutos para que se lavaran antes de ordenarles volver a salir. Les proveyeron uniformes limpios, y por supuesto el guardarropa hecho en Arzenal de manera simple se sentía como telas finas luego de casi una semana de llevar el mismo traje. Una vez que estuvieron listas, la Inspectora se las llevó más abajo en la prisión, donde habían dejado dos sillas junto a una puerta sólida de acero.
– Hilda, tú esperarás aquí afuera. – ordenó la Inspectora. – Ange, el Capitán desea hablar contigo primero.
Por la esquina del ojo, Ange podría haber jurado que la pelirroja suspiró de alivio. La puerta se abrió, y Ange fue recibida por la imagen de Rio, o más bien, al Capitán Algren, de pie tras una mesa con dos sillas dispuestas en lados opuestos una de la otra.
– Capitán, he traído a la cabecilla primero cómo me ordenó.
– Excelente. – le respondió. – Inspectora, espere afuera mientras llamo a la otra.
– ¿Afuera? Pero señor, ¿qué tal si...?
De su cinturón, Rio sacó un bastón comprimido que tenía tres puntas en el extremo. Lo extendió y las puntas comenzaron a traquetear con electricidad.
– Puedo manejar sin problemas a una Norma desobediente. – le aseguró. – Pero si mi hospitalidad no es apreciada, prefiero ahorrarle a una dama tener que ver lo que debo hacer.
La Srta. Emma tragó saliva muy nerviosa, y le dio un saludo rápido antes de marcharse y murmurar:
– Si yo fuera tú, cooperaría. – Y cerró la puerta antes de atrancarla, mientras Rio comprimía el bastón de vuelta en su modo de almacenamiento.
– Muy bien. – dijo. – He estado esperando la oportunidad de hablar contigo.
– También yo. – admitió Ange. – Tengo la sensación de que tú tienes las respuestas que necesito.
Rio frunció el ceño mientras cogía un termo que estaba en el suelo.
– ¿Qué tal algo para comer? – le ofreció. – Supuse que luego de cuatro días de comer engrudo de prisión querrías algo de comida real.
Ange no sabía qué quería hacer, pero se estaba hartando de los juegos y de que todo mundo hiciera con ella lo que le daba la gana, incluyendo a la Comandante y este tipo.
– ¡Ya deja la mierda! – le espetó. – ¡Si sólo vas a hacerme perder mi tiempo, entonces mándame de vuelta a la celda! ¡Prefiero quedarme y pudrirme allí que seguir siendo el juguete de los demás!
Rio la miró fijamente, pero no le respondió mientras abría el termo y vertía su contenido en un tazón que había puesto al lado más cerca de ella de la mesa.
– Primero, veamos si puedes aprender algo de paciencia. – le dijo. – Si recuerdas, salir corriendo de manera imprudente y sin saber exactamente en lo que te estabas metiendo fue lo que casi hizo que te mataran allá en Misurugi. Ahora, toma un poco de sopa de pollo y veamos si eso te pone de mejor humor. Después de todo, Momoka la preparó y odiaría decirle que tú hiciste que todo su duro trabajo se desperdició.
Ange miró el tazón humeante, y sintió que el estómago le gruñía. Habían pasado días desde la última vez que comió algo de comida de verdad, y el hecho de que esto vino de Momoka le hizo casi querer tirarse de cabeza en ella. Lanzándole una última mirada asesina a Rio, Ange tomó un asiento y devoró el contenido del tazón a toda prisa. Al terminar, se sentía tan llena y caliente que casi se desmayó, pero logró mantenerse firme y devolverle la mirada a su interrogador.
– Así está mejor. Ahora sí, tengo respuestas para ti, pero desafortunadamente no puedo decirte todo lo que quieres saber. Por el bien de la alianza entre la Network y Arzenal, tengo que seguirles el juego hasta que sea el momento correcto.
– ¿En serio? – preguntó Ange. – No parecía importarte mucho tu alianza cuando estábamos en la isla de Tusk. De hecho, recuerdo que casi te agarras a golpes con ese sujeto llamado Rhino cuando escuchaste que tenías que traernos a mí y a Hilda de vuelta a este lugar.
– Eso fue entonces. – dijo él. – La situación ha cambiado y tuve que adaptarme.
– En otras palabras, sólo eres mi aliado cuando te conviene. – Ella sonrió burlonamente. – Bueno, eso ya es algo a lo que estoy acostumbrada aquí.
Rio frunció el ceño y se acercó más a ella.
– Mira, Princesa, aquí están sucediendo cosas más allá de lo que podrías entender. Así que tendrás que perdonarme si el hecho de que estés algo incómoda no está muy alto en mi lista de preocupaciones.
Ange sintió que hervía de rabia por dentro y se puso de pie para mirarlo a los ojos.
– ¡Cómo te atreves! – le gritó. – ¡Mis padres están muertos! ¡Mis propios hermanos intentaron asesinarme! ¡La gente que creía que eran mis amigos querían verme siendo colgada! ¡Y todo porque soy una Norma!
– ¿Se supone que deba sentir lástima por ti? – dijo él. La rabia se desvaneció dando paso a un shock frío, sólo para volver de un subidón brusco. Ange tiró un puñetazo, pero Rio la agarró de la muñeca y la empujó contra la mesa con fuerza suficiente para sacarle el aire. – ¿En serio crees que eres la primera Norma que es arrancada por la fuerza de la vida que conoció? Ten en cuenta que tus padres estaban entre la élite que mantiene este sistema. Así que, en lo que a mí concierne, lo que les pasó fue justicia poética. Lo único que puedo encontrar remotamente admirable sobre ellos es que amaban a su hija lo suficiente como para utilizar cada método a su disposición para protegerla. Pero viendo cómo permitieron que otros sufrieran por su propio beneficio, eso tiene un límite.
Sintiendo que le dolía la espalda, Ange dolorosamente se obligó a sentarse de nuevo. – ¿Qué diablos sabes tú?
Rio le sonrió antes de lanzarle una foto, que ella atrapó. – ¿La reconoces?
Ange miró la foto, y el aire se le quedó atrapado en la garganta. En ella estaba el rostro de esa madre con la que se encontró el día antes de su bautismo.
– Me parece que las noticias dijeron que tú le dijiste que debería tener a otra bebé para reemplazar a su hija. Y la cosa es, cuando ayudé a los otros a rescatarte de esa turba enfurecida en Misurugi, estoy seguro de haber visto su cara entre la multitud. Los demás podrían haber sido simplemente una turba rabiosa, pero yo diría que ella estaba bastante justificada en querer verte muerta. Y no sólo es ella. El mundo está lleno de personas cuyas vidas fueron desgarradas sólo porque la clase gobernante de la humanidad dice que las Normas no merecen ser tratadas como humanas. Puede que tú seas una de esas víctimas, pero también fuiste parte del sistema que lo causó. Y eso significa que parte de la culpa también recae sobre ti.
Ange miró el rostro vacío y desesperado de la madre en la foto, y dejó caer su mano sobre su regazo. – ¿Qué es lo que quieres de mí?
Rio cruzó los brazos y se reclinó contra la pared. – Quiero saber qué es lo que planeas hacer.
Bueno, él preguntó.
– Es tal como acabas de decir. Este mundo está podrido y corrupto, y mi intención es hacerlo pedazos.
– ¿Y después qué? – preguntó él. Ange parpadeó sorprendida.
– ¿Qué quieres decir con "después qué"?
– ¿Qué viene luego de eso? ¿Qué clase de vida puedes llevar en un mundo que ha sido destruido?
– ¿Acaso eso importa?
– Claro que sí. – le dijo él. – Sin importar cuánto odies al mundo, sin importar cuanto te haya lastimado, al final tendrás que vivir en él. ¿Planeas acaso vengarte de todos los que te hicieron daño? ¿Vas a matar a cualquiera que se meta en tu camino? Y si es así, ¿qué harás cuando todos tus enemigos estén muertos? ¿Buscarás a otros nuevos y seguirás peleando hasta que algún día, uno de ellos logre cobrar venganza contra ti?
Ange sintió que la cabeza le daba vueltas, mientras las preguntas de Rio parecían amenazar con quitarle la alfombra de debajo de los pies.
– ¡Maldición, ¿qué se supone que debo hacer?! – le gritó. – ¡Me han traicionado, torturado y violado de todas las formas posibles! ¡¿Por qué diablos crees que tienes el derecho de decirme cómo se supone que debo sentirme?!
– Porque hasta no hace mucho, yo era igual a ti. – le dijo él.
Ange le lanzó una mirada llena de furia e indignación. ¿Acaso él creía que esa línea iba a funcionar con ella?
– Tenía una amiga. – continuó él. – Ella era una Norma, y yo no pude protegerla de los otros humanos. Me llené tanto de odio que no podía sentir otra cosa. Odiaba a mis padres por despreciarla. Odiaba a los demás humanos por haberla desechado de esa forma. Pero entonces, conocí a un hombre llamado Blitz que fue quien me reclutó en la Network. Y él me enseñó que podía, o dejar que mi rabia me consumiera, o utilizarla para ayudar a otros a evitar sufrir el mismo destino. Tú tienes las mismas opciones. Puedes continuar con la cadena, o puedes romperla. ¿Por qué no piensas en ello por un tiempo? Tal vez así la próxima vez que hablemos... quizás, sólo quizás, podría contarte lo que tengo permitido decir.
Rio le dio la espalda y se preparó para tocar la puerta del cuarto de interrogación, cuando Ange de repente lo dañó.
– Villkiss. ¿Puedes al menos decirme qué tiene que ver con todo esto?
Rio se quedó pensativo mientras la miraba por encima del hombro.
– Lo único que puedo decirte es que Villkiss es una máquina muy especial. Una que puede cambiar al mundo, o destruirlo. Aunque para ser honesto, no estoy seguro de que te la deban confiar.
Ange desvió la mirada al darse cuenta que eso era todo lo que le iba a decir.
– Bastardo santurrón... – murmuró.
...
Mientras la puerta se abría y Ange salía. Hilda pudo ver que, lo que fuera que Rio discutió con ella, no había salido del todo bien.
– ¿Qué pasa? – murmuró, mientras Ange se sentaba al lado de ella.
– Tu novio es un bastardo, eso es lo que pasa. – dijo Ange. Hilda se puso roja y casi gritó que su relación no estaba ni de cerca en ser eso, cuando la inspectora se le acercó.
– Ahora ven tú, es tu turno. – le dijo.
Hilda soltó un ligero gemido antes de ponerse de pie y entrar a la sala de interrogación. Adentro, Rio se encontraba en el proceso de poner un tazón en un lado de la mesa de interrogación. La puerta rechinó al cerrarse detrás de ella, y Rio la miró dándole una sonrisa de bienvenida.
– Me alegra ver que estás bien.
– No me mires. – gimió Hilda mientras desviaba la mirada.
– ¿Por qué?
– ¿Hablas en serio? Me viste como estaba ayer. Apestaba, me veía asquerosa y no me había cambiado la ropa en días.
Rio suspiró, antes de verter el contenido de un termo en el tazón. El aroma de una sopa caliente llegó hasta ella, y sintió que el estómago comenzaba a gruñirle.
– Una vez tuve que esconderme de la policía en una granja de cerdos. Pasé toda la noche en una pocilga hasta el cuello de porquería de cerdos.
«Y ahora va a hacer una broma sobre cómo los cerdos olían mejor,» pensó ella.
Para su sorpresa, en lugar de eso Rio simplemente se sentó al otro lado y se limpió la cara. Algo andaba muy mal, y Hilda sintió que su humillación de ayer se desvanecía mientras se acercaba a la mesa.
– ¿Qué pasó? – le preguntó. Rio se quitó las gafas y la miró fijamente.
– Estuve en el centro de comando cuando se detectó una singularidad. El segundo escuadrón fue enviado para interceptar, y uno de los Hausers fue despedazado. Pude oír los gritos de la piloto mientras moría.
– Creí que ya sabías lo que pasa aquí.
– Lo sabía. – le respondió. – Pero nunca pensé que sucedía de esa forma.
La mirada en sus ojos se veía tan vacía que Hilda podía sentir su dolor también. La inevitabilidad de la muerte era algo que siempre le colgaba encima a ella y a todas las demás pilotos cuando las enviaban a pelear. Con el tiempo, había aprendido a tratar de adormecerlo. Era la única forma en que cualquiera de ellas podía hacer su trabajo. Pero Rio... ella dudaba mucho que siquiera conociera a la Norma que había muerto, y aun así se sentía dolido por su muerte.
«¿Qué se supone que haga?» pensó. «Siento como si tuviera que decir algo, ¿pero qué?»
Lentamente, Hilda caminó alrededor de la mesa y, con un enorme grado de incertidumbre, le rodeó los hombros con sus brazos.
– Al menos a ti te importa. – le dijo. – No creo que ningún otro humano hiciera eso por una Norma.
Rio levantó la mirada y sonrió a medias mientras le ponía su mano sobre la de ella. – Gracias.
– Sí, bueno, si le cuentas a alguien que dije eso, te voy a patear el trasero. – dijo Hilda, soltándolo. Rio soltó una risita mientras ella volvía a sentarse frente a él, y se empezaba a devorar la sopa que le trajo. Se sentía muy bien comer algo de verdad de nuevo. – ¿Quién hizo esto? Es demasiado bueno para ser algo tuyo.
– Momoka. Le di autoridad temporal como agente de la Network y ahora me está ayudando con mi misión.
– ¿Y exactamente cuál es tu misión?
– Primero, – le explicó – necesito mantener a la inspectora distraída el tiempo suficiente para que Jill pueda lanzar Libertus.
– ¿Y eso qué es? – preguntó Hilda. Rio se le acercó más.
– Exactamente lo que suena. Una rebelión. Segundo, el Jefe quería que viera a Ange para evaluarla.
– ¿Para qué exactamente? – volvió a preguntar Hilda. Rio se echó para atrás y cruzó los brazos.
– ¿Recuerdas cuando te dije que Tusk era el Caballero de Villkiss? Bueno, quienquiera que pilotee esa máquina es de quién depende el éxito de Libertus. Pero la cosa es... no estoy seguro de que Ange pueda hacerlo.
– ¿En serio? – preguntó. – Tengo una enorme cuenta bancaria vacía que dice lo contrario.
– No estoy dudando de su habilidad. – admitió él. – Pero cuando hablé con ella, me dijo que quería hacer pedazos todo el mundo.
– Así es, y yo voy a ayudarla. – dijo Hilda estando de acuerdo. – No me mires así, tú mismo dijiste que tú y la Network quieren cambiar al mundo, ¿pero en serio crees que puedes hacerlo sin ensuciarte las manos?
– No tengo ninguna duda de que, si queremos cambiar este mundo, tendremos que hacer cosas muy desagradables. – admitió él. – Pero no queremos destruirlo. Sólo queremos que la gente sepa la verdad. Mira, no te puedo decir todo, pero hay un grupo selecto que controla todo lo que pasa en este mundo. La mayoría de la gente, sólo sabe lo que les han dicho que tienen que creer. Si Libertus tiene éxito, podemos exponer a este grupo y obligarlos a responder por todo lo que han hecho. Porque incluso luego de que las Normas sean libres, eso todavía deja a los DRAGONS y tenemos que encontrar una forma de lidiar con ellos, o de lo contrario matarán a todos. Los humanos y las Normas tendrán que aprender a coexistir si cualquiera de ellos espera sobrevivir.
Hilda miró su ahora vacío tazón y chasqueó la lengua, dejando caer su cuchara en la palangana.
– Por eso odio hablar contigo. – le gruñó. – Creo saber la verdad y luego tú me haces cuestionarla.
Rio sonrió y rodeó la mesa para ponerle la mano en el hombro.
– Esperaba que dijeras eso. – le dijo. – Sólo piénsalo, y luego habla con Ange al respecto. Lo que pasó en el centro de comando me sacudió más de lo que pensaba, y creo que fui más duro de lo que debía con ella. Cambiando de tema, ¿todavía quieres salir de aquí? Aparte de mi misión, tengo razones personales para venir a este lugar.
– ¿Para encontrar a esta chica Sarah que mencionaste? – Hilda sonrió triunfante al ver que Rio levantaba una ceja. – Me suponía que sería eso. ¿Por qué si no ibas a preguntarle a alguien que ha pasado aquí casi toda su vida si la conocía?
– Sí, en realidad sí vine por ella. – admitió. – Pero también vine por ti. Eres mi camarada. Hemos peleado juntos, nos salvamos la vida uno a la otra, y no pienso dejar a alguien atrás si puedo evitarlo.
– ¿Y cómo vas a hacer eso? – le preguntó. – ¿Planeas empezar un tiroteo y sacarnos a la fuerza?
– Si tengo que hacerlo. Con suerte, no tendrá que llegar a eso. Hablé con Jasmine ayer, y me dijo que podía hacer arreglos para ver a Sarah esta noche. Una vez que hable con ella y vea cómo está, intentaré negociar con Jill para que tú y ella sean liberadas bajo la custodia de la Network. Sólo piénsalo mientras trabajo en el exterior.
Hilda desvió la mirada, mientras su mente pensaba en todo lo que Rio le había dicho. La única razón por la que volvió a Arzenal en primer lugar fue para evitar que se metiera en más problemas por el bien de ella. Ella ya estaba en deuda con él por salvarle la vida dos veces, y por ayudarla a rescatar a Ange. ¿Y ahora estaba ofreciéndole sacarla de aquí? ¿Cómo podía alguien ser tan generoso? Simplemente no era natural.
– Voy a tener que enviarte de vuelta a tu celda por el momento. – le dijo. – Pero veré si puedo hacer arreglos para que hablemos mañana.
– Espera un minuto. – le dijo. – Aquella chica en la playa, ¿qué hay entre ustedes?
Rio le dio una mirada perpleja, y luego se sonrojó al darse cuenta de lo que quiso decir.
– Uh... bueno... Kat y yo somos viejos amigos. Ambos pasamos juntos el entrenamiento básico. Eso es todo.
– La forma en que te abrazó me da la impresión de que ustedes dos eran más que sólo amigos.
– ¡Eso sólo es su idea de una broma! – tartamudeó él. – Ahora está con Kamaitachi, así que incluso si hubo algo alguna vez, ya se terminó. Además, ¿por qué te importa?
– No me importa. – respondió ella. – Puedes hacer lo que quieras.
– Es bueno saberlo.
Mientras la Inspectora se las llevaba a ella y Ange de vuelta a su celda, Hilda se sintió arrepentida de lo que hizo.
«¿Por qué hice eso?» se preguntó. «Actué como si fuera una novia celosa.»
La verdad era, que la forma como Rio la trataba la asustaba. No era sólo que no la hubiera rechazado por ser una Norma. Estaba dispuesto a ponerse en la línea de fuego por ella, y no le estaba pidiendo nada a cambio. Y lo hacía incluso sin saber la verdad sobre ella. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que, igual que con Chris y Rosalie, él finalmente la viera por quien realmente era?
– Bueno, – dijo la inspectora una vez que ambas estuvieron encerradas en su celda – espero que su reunión con el capitán las haya inspirado a ser más cooperativas en el futuro.
– Lo que sea. – gruñó Ange tendida sobre su catre.
Una vez que la Inspectora se había ido, Hilda pensó en su propia reunión con Rio y todas las cosas que le había dicho.
– Hey Ange...
– Guárdatelo. – la interrumpió Ange mientras se daba la vuelta. – No estoy de humor para discutir sobre él, o lo que dijo.
Hilda suspiró, y se sentó en su propio catre. Tal vez algo de tiempo para sí mismas sería lo mejor para ambas. Ella misma tenía que lidiar con sus propios problemas. Por ejemplo, ¿cómo iba a ver Rio a esta chica Sarah? ¿Qué clase de persona era de todos modos? ¿Qué aspecto tenía? De una cosa sí estaba segura, Sarah probablemente no sería el tipo de chica que le daría una patada en las bolas a Rio luego de pretender que intentaba seducirlo.
«Maldita sea, ¿por qué me importa?» pensó mientras sacudía su cabeza. «Él puede salir o acostarse con quien le dé la gana. Sólo desearía poder recordar si la conozco.»
Eso era lo que la tenía enloqueciendo. Además de tener que evitar seguir cayendo en deudas con Rio, había vuelto a Arzenal esperando encontrar a Sarah y tal vez pagarle un poco de vuelta. El nombre le sonaba un poco familiar, pero no era como que ella se asociara mucho con nadie fuera del primer escuadrón. Hilda cerró los ojos y se concentró en el nombre. En su mente, sólo podía ver una ligera sombra, pero por alguna razón se solapaba con la imagen de Zola.
«Esperen un minuto,» se dio cuenta de pronto. «Tal vez estoy viendo esto de la manera equivocada.»
¿Sería posible que Zola conociera a Sarah? Zola tenía una cartelera en su habitación llena de fotos de todas quienes eran cercanas a ella; sus juguetes sexuales, compañeras de escuadrón, y amigas. En una esquina, Hilda recordó una foto en particular.
«Pero, si esa chica era Sarah...» fue allí que cayó en cuenta. «Oh no.»
...
Arzenal (siete años antes)
Otro día, otro dólar, era lo que Jasmine pensaba en ese momento. Habían pasado ya tres años desde el fracaso de Libertus y muchas cosas habían cambiado. Alektra, o Jill, como ahora se hacía llamar para evitar que los humanos la identificaran, era la nueva Comandante de Arzenal. Y aunque Jasmine tenía un gran respeto por la joven mujer que seguía dispuesta a pelear pese a todo lo que había perdido, no estaba totalmente de acuerdo con todas las políticas de Jill, particularmente en relación con la Network. A pesar de lo que había pasado, Jasmine no les guardaba ningún rencor, considerando que la mayoría de sus fuerzas fueron aniquiladas cuando cayó Zion, así que incluso si hubieran participado, dudaba que eso hubiera hecho alguna diferencia. Pero Jill seguía firme en su decisión de que las Normas tenían que aprender a valerse por sí solas por su libertad, y cortó todos sus lazos con ellos.
A pesar de sus propias reservas al respecto, Jasmine respetaría la decisión de Jill. Después de todo, fue gracias a Jill que Jasmine no fue arrastrada por los humanos para ser ejecutada. Aunque había cubierto bien sus rastros para convencer a cualquiera que investigara que Arzenal no estaba involucrado en esa rebelión fallida, estaban desesperados por encontrar un chivo expiatorio. Por suerte para ella, el corazón de Penelope finalmente llegó a su límite, y Jill argumentó que Jasmine era la única con el conocimiento de cómo funcionaba Arzenal para tomar su lugar. Así que los humanos hicieron un compromiso, acordando no arrestar a nadie a cambio de que hubiera un supervisor humano estacionado en Arzenal para asegurarse que a las Normas no se les fueran a ocurrir más ideas. Bueno, ser degradada de Comandante estaba bien para Jasmine. Este tipo de vida parecía darle mucha más recompensa.
– ¿Comandante?
Jasmine levantó la mirada, y vio nada más y nada menos que a Sarah, con el uniforme del primer escuadrón adornando su figura delgada.
– Puedes dejar de llamarme Comandante, chica. – le dijo. – Ahora sólo soy Jasmine.
Echándole un vistazo, Jasmine apenas podía creer que esta era la misma niña llorona que llegó a Arzenal hacía cuatro años. En ese tiempo, Sarah se había graduado del entrenamiento básico, pero sus habilidades no eran lo suficientemente buena para la rotación regular, así que fue colocada en las reservas. Pero ahora, luego de que Zola había salido herida, era tiempo de que ella tomara su puesto.
– En verdad siento mucho que tenga que ser así.
– No lo sienta. – Sarah simplemente negó con la cabeza. – Hablé con la Comandante Jill, y me dijo que como me ofrecí de voluntaria antes que eligieran a un reemplazo para Zola, ella no recibiría multas por no cumplir con su deber. Luego de todo lo que Zola ha hecho por mí, no podía quedarme parada y dejar que se endeude.
Fue entonces que Jasmine notó el brazalete de piedras alrededor de su muñeca.
– Todavía llevas esa cosa, ¿eh? Luego de todo este tiempo... sigues creyendo en él.
Sarah frunció el ceño mientras acariciaba el recuerdo de su amigo.
– En realidad, de eso quería hablar con usted. – admitió. – Necesito comprar algo. Y también, necesito que me haga un favor.
Esta historia continuará...
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