Capítulo 15

"Sobreprotector"

La preocupación y la necesidad de llegar a tiempo hasta el eje central del reino era primordial para mantener a salvo a Gauche. La amarra que le había hecho de improvisación Aurora, se había aflojado en el momento en que Gauche se unió a la batalla.

Junto a Grey y Gordon iban lo más velozmente que la magia les permitía, olvidando por un momento sus dolores físicos y sus propias heridas.

Aurora imaginó que la misión consistía en averiguar alguna extraña perturbación mágica que estaba ocurriendo en la playa de Qareen, pero no creyó posible que se enfrentaran a un peligro más grande que eso, que llegara a amenazar sus vidas. Si Jeremy no hubiese desaparecido ¿habrían tenido la posibilidad de vencer?

Faltaban horas para que se hiciera de día y el cielo nocturno los ayudaba para no levantar sospechas y pasar desapercibidos entre algunos pueblos, aunque evitaban pasar tan cerca de ellos. Aurora sentía tensos todos sus músculos y no se permitía perder la absoluta concentración que tenía puesta sobre su magia. La estaba agotando, pero resistiría por el bien de Gauche. El chico de cabellera castaña respiraba pausadamente. Se había desmayado y de vez en cuando Aurora lo movía un poco para intentar despertarlo. Al menos respiraba, no había muerto por la pérdida de sangre.

Apretó sus labios conteniendo un sollozo, no había sido capaz de protegerlos a todos. ¿Y si el líder no hubiese matado a esos hombres? ¿Seguirían con vida?

No dejaba de hacerse esas preguntas y se maldecía por su debilitada mente. Pronto llegarían a la base de los Toros Negros y rezaba para que todos sus compañeros de escuadrón, incluido el capitán Yami, se encontraran.

—Ya casi llegamos, Gauche —susurró en medio de la noche. La suave brisa movió sus mechones más débiles.

De haberse ido de la Ciudad Real hasta la playa de Qareen sin descanso, no habrían podido luchar tanto rato como lo hicieron, por eso necesitaron descansar en una posada. Pero ahora, ya no se dirigían hacia una batalla y eran necesarias estas horas de vuelo sin descanso para poder llegar a salvo.

Desvió su mirada hacia sus otros amigos para comprobar que todo se mantuviera en orden. Grey tenía su mirada perdida en los extensos árboles que se encontraban por debajo, y Gordon tenía sus labios juntos en una fina línea sin realizar ninguna otra expresión. Su sombrero lo había perdido, por lo que el cabello lo tenía desordenado y con algunas piedrecillas de la arena de playa.

Y ella, ni siquiera quería verse a un espejo. Bastaba con cerrar los ojos y sentir cada suciedad, cada sangre seca, cada golpe y moretón de su cuerpo para saber el aspecto que tenía. Casi soltó un gritito de alivio cuando de lejos comenzó a ver la casa de los Toros Negros. La luz estaba encendida. Miró a Gauche y justo en ese momento se quejaba entre sueños. 

A medida que se iban acercando, podían escuchar los murmullos de algunos de sus compañeros. Quiso gritar por ayuda, pero la voz no le salía, se había paralizado de repente, cayendo sobre sus hombros todo el peso anterior del combate con las sombras.

Como si pudiesen sentirlos, la puerta de la casa se abrió abruptamente y el capitán Yami junto a los demás salieron con una mirada de preocupación. Aurora sollozó y cuando estuvo llegando al suelo, se dejó caer de rodillas con Gauche sobre sus brazos. Supuso que todos se imaginaron lo peor.

—Gauche está dormido, tiene una herida en la pierna que no dejaba de sangrar —murmuró.

Entonces el capitán Yami se acercó hacia ella y la abrazó, como brindándole la seguridad que ella necesitaba.

—¿Qué pasó en esa misión?

Aurora escondió su rostro entre el pecho de su capitán.

—Te fallé capitán, no protegí lo suficiente a Gauche, ni a Grey ni Gordon.

Los demás no dijeron nada, se les podía ver su preocupación al ver a cuatro de sus compañeros de escuadrón volver en tales condiciones, de una misión que se suponía, no era de alto riesgo.

—Finral, vamos a ver Owen.

El capitán Yami cargó a Gauche, y Aurora se levantó con la ayuda de Vanessa y Magna. Los demás ayudaban a Grey y Gordon. De repente, sintió sus rodillas debilitadas, pero se obligó a seguir caminando hasta entrar al portal que Finral abrió. Sabía que todos se estaban conteniendo para hacer sus preguntas, porque primero necesitaban llevarlos con Owen para que pudiese curarlos con su magia de agua.

No se sorprendió cuando llegaron directamente hasta la sala en donde Owen trataba a sus pacientes. Inmediatamente el hombre de pelo claro y gafas apareció, preguntando sobre lo que había pasado. Aurora le dijo lo que le había pasado a Gauche.

—Acuéstate Aurora, también estás herida —le dijo suavemente Vanessa.

—Que revise a los chicos primero, yo puedo esperar.

Ella no se había atrevido a pensar en Julius todavía, porque entonces perdería todas las fuerzas que la mantenían en pie y caería sin cesar envuelta en llanto. Verlo significaba evocar las imágenes de él herido y recordar lo que Jeremy le había dicho acerca de su mayor miedo. ¿Ese era el mayor miedo de ella? Claro que sí, Julius se había colado en cada parte de su ser y ya había admitido estar enamorada de él, por eso... le daba miedo verlo. Rezaba para que estuviese ocupado o durmiendo y que no la viera en tales condiciones.

Owen formó unas medusas de agua y comenzó a tratar a Gauche, éste se retorcía entre sueños. Había logrado detener el sangrado y el color parecía cobrar vida en su pálido rostro de antes. Mientras tanto, Owen también envolvía en una burbuja de agua a Gordon y Grey. Por un momento, el médico se giró a verla extrañado.

—Acuéstate, Aurora, estás muy malherida —dijo Owen.

—Estoy bien —respondió ella.

—Mocosa... —le advirtió el capitán Yami.

—Puede que Aurora esté experimentando un shock leve después del combate, no deja de observar la herida de Gauche —les dijo Owen a los demás.

Alguien posó sus manos sobre los hombros de Aurora y la obligó a reaccionar.

—Señorita Aurora, ¿se encuentra bien? —preguntó la suave voz de Asta.

Aurora parpadeó, tomando consciencia de su entorno. La sala de tratamiento de Owen estaba iluminada por la tenue luz de las medusas de agua que danzaban alrededor de sus pacientes. El capitán Yami y los demás miraban con preocupación.

—Sí, estoy bien —respondió Aurora con la voz entrecortada.

—Me tomé la libertad de informarle al Rey Mago de la situación, debería llegar en breves minutos. —Dijo Owen, concentrado en su tarea.

Aurora se tambaleó.

—¿Hay algún baño donde pueda lavarme la sangre? Prometo que vendré para que me revise las heridas, pero necesito quitarme la sangre —pidió con urgencia.

Owen respondió:

—Sí, tenemos duchas y tinas allá al fondo.

—Te acompaño —dijo Vanessa sosteniéndola aún.

Aurora negó con la cabeza.

—Puedo ir sola.

Entonces, las puertas fueron abiertas bruscamente y dos pares de zapatos resonaron sobre las baldosas.

—Mi señor Julius, no vaya tan rápido.

La bilis se subió por la garganta de Aurora y se fue casi corriendo a las duchas. No quería que Julius la viera así.

Sin mirar atrás, cerró la puerta detrás de ella y se dejó caer sobre una gran tina cuadrada que cubría el centro del baño. Vomitó sobre el piso y su frente se posó sobre la fría superficie de la tina. Su cuerpo tembló debido al cansancio acumulado y a sus heridas. No tuvo la energía suficiente para levantarse y lavarse como lo tenía planeado. El baño no se encontraba tan lejos de la sala, por lo que podía escuchar todo si hablaban fuerte.

—¿Qué pasó Yami? —preguntó Julius, conteniendo su impulso de ir por Aurora.

—No lo sé, acaban de llegar y los trajimos hasta aquí inmediatamente.

—Marx, revisa sus recuerdos —le ordenó Julius.

—Sí, Rey Mago.

Aurora supuso que estaban viendo todo lo que experimentaron en la playa de Qareen. Agradeció al cielo porque Marx no haya visto sus recuerdos, habría quedado en evidencia lo que vio acerca de Julius. Cuando se recuperara les daría más detalles acerca del hombre de traje negro. Mientras tanto, sólo quería dormir durante un pequeño momento.

—No creí que alguien les tendería una trampa —murmuró el capitán Yami.

—Ese hombre usa magia de sombras —comentó alguien—, pero también algo más.

—A-Aurora se enfrentó directamente a él —les dijo Grey.

—Entonces tenemos que ver sus recuerdos —dijo Marx—. Ella debe de tener más información.

Julius pareció detenerlo.

—Después.

—Pero mi señor Julius.

Julius lo detuvo y luego se dirigió hacia los demás.

—Bien, volveré más tarde —dijo Julius—. Espero que se recuperen pronto, los informes pueden esperar. Hablamos al medio día, Yami.

Aurora escuchó que se despedían de él. Suspiró de alivio por estar entre tantas personas y evitar que Julius fuera a buscarla hasta el baño. Deseaba verlo, pero le daba miedo mirarlo.

Cerró los ojos un rato más, hasta que una puerta, que no era por la que ella entró, sonó al abrirse por detrás. A duras penas intentó levantarse para fingir que no se sentía tan a como se veía, pero no pudo.

Frente a ella, aparecieron unas botas de color café. Subió su mirada y tembló al encontrarse con los ojos preocupados de Julius. La miraba detenidamente, desde el enredo que tenía en su cabellera hasta el pantalón manchado con vomito. La ira apareció en su mirada. ¿Estaba enojado con ella?

—Qué haces aquí, alguien podría verte —susurró conteniendo la respiración.

—Cuando dije que esperaría tu regreso, no imaginé que regresarías así.

Ella le dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—Estoy bien.

—Basta Aurora, vi como corrías para esconderte de mí en el baño. ¿De qué tenías miedo?

A ella le tembló la voz.

—Vi cosas horribles.

Julius se agachó hasta quedar a su altura y la abrazó fuerte, no la soltó en ningún momento, ni cuando comenzó a hablar de nuevo.

—Nunca había sentido tanto miedo, sabía que algo iba mal en esa misión —susurró él.

Afuera del baño, aún se escuchan las voces de sus compañeros.

Aurora obligó a sus brazos a levantarse y rodeó a Julius con ellos. Sollozó bajito envolvió sus piernas en su cintura. Julius comenzó a acariciar su cabeza.

—Ya pasó, estás a salvo.

Pero él no sabía que Aurora lo abrazaba así para sentir que era real y no producto de alguna ilusión.

A pesar de estar vomitada y sucia, él no hizo ninguna expresión de desagrado. La cargó con suavidad y comenzó a caminar con ella en brazos. Se sentía segura con Julius.

—¿A dónde me llevas?

—No te dejaré aquí, te llevaré hasta mi habitación.

—Pero se darán cuenta que me tardo mucho dentro del baño y abrirán para comprobar que sigo bien.

—Ya hablé con Owen, los enviará a su base y luego él vendrá a curarte a mi habitación.

Aurora echó un poco hacia atrás su cabeza y lo miró confusa.

—¿Owen sabe que estaré en tu habitación, contigo?

Julius le devolvió la mirada. Sabía que evitaba mirar los rasguños y la sangre seca que había en su cara, porque cuando lo hacía le era difícil no darse cuenta de que apretaba los labios y se tensaba de pies a cabeza conteniendo su ira.

—Owen es mi mejor amigo, eventualmente tuve que contarle sobre lo nuestro.

¿Eventualmente? Ella quería que le contase todo acerca de cómo Owen terminó enterándose. Por eso la observaba con tanta curiosidad...

—Vanessa es mi mejor amiga y también lo sabe —le confesó ella.

—Supongo que estamos a mano —le sonrió, pero seguía estando algo tenso.

—Estoy bien Julius, me doy cuenta de que sigues furioso.

Julius se detuvo un momento. Aurora no se había fijado que caminaban por un pasillo.

—Estoy tan furioso, Aurora... Quiero matar al hombre que te hizo esto y no sé si soportaría observar en tus recuerdos el cómo te golpeaba. Con lo que pude ver hace un rato atrás me quedó bastante claro.

Julius retomó la marcha.

—Pero soy un caballero mágico, ya te lo he dicho antes.

—A veces me gustaría que no lo fueras —confesó. Sus hombros cayeron.

Julius no la miraba, sus ojos brillaron de repente como conteniendo las lágrimas.

—Julius... —susurró ella.

No encontraba las palabras para describir lo que estaba sintiendo en ese preciso momento, al verlo así por ella. Lo haría, le confesaría sus sentimientos, porque si se preocupaba así por ella era porque debía sentir lo mismo, ¿cierto?
Abrió la boca para soltar sus palabras, pero Julius la interrumpió.

—Ya llegamos.

Julius abrió una gran puerta de color oscura y entró con ella en brazos. Parte del diseño se parecía a su casa secreta del Bosque Estelares. La cama era bastante grande como para él solo. Había un escritorio al frente y una estantería con muchos libros antiguos a la derecha. Habían dos puertas más que supuso que eran para ir al baño o a su guardarropa. La cama estaba perfectamente estirada y sobre una mesita de noche había un jarro con agua y tres vasos. Julius no se detuvo en la habitación principal y la llevó directamente al baño. La dejó suavemente en el suelo y comenzó a llenar la tina con agua. Mientras tanto, se acercó hacia ella y empezó a quitarle la ropa.

—Owen no tardará en venir, te lavaré antes de que llegue.

—Está bien.

Julius fue delicado al desprender cada prenda de ella. Una arruga se formó en su frente al ver su torso desnudo. Contuvo el aliento y Aurora se quejó un poco cuando Julius la tocó por encima de sus costillas.

—Definitivamente lo mataré.

Ella no le quiso discutir eso, porque también quería asesinar al hombre de traje negro.

Julius se hincó sobre una rodilla para poder quitarle las botas. Alzó una ceja cuando algunas de sus cuchillas cayeron contra la fría baldosa. Aurora le sonrió y se encogió de hombros. Posteriormente, le deslizó el pantalón de entre las piernas y ella se apoyó en su espalda para levantar una pierna y luego otra. Aurora vio que tenía dos raspones sobre sus rodillas. Finalmente, quedó desnuda frente a Julius.

Él fue a cortar el agua y le indicó que se metiera. La ayudó a entrar y volvió a maldecir al ver su espalda desnuda. ¿Tal mal estaba? Recordó que había caído unas tres veces de espalda. Murmuró de alivio al sentir el agua tibia. Cerró los ojos y dejó que Julius lavara todo su cuerpo, porque el cansancio ya le había caído encima.

Él fue a buscar unos artículos para asearla y comenzó a lavar su cabello. Aurora no pudo evitar quejarse en cada momento en el que Julius accidentalmente tocaba una de sus heridas más profundas.

—Te prohíbo ir a misiones hasta que te recuperes. Es una orden como Rey Mago.

Ella abrió los ojos y lo observó al revés, puesto que él estaba detrás de ella.

—Estaré bien, cariño.

—Aurora, por favor...

—No dejaré de apoyar a mis amigos —respondió ella sin titubear.

—No me refiero a eso, sólo será un breve tiempo mientras te recuperas. Además, necesitamos pensar con la mente fría acerca de lo que está pasando en el reino —ella lo observó dudosa—. Te tendré a mi lado hasta que te recuperes —le besó la frente.

—Estás siendo muy sobreprotector —no podía negar que eso le encantaba.

Julius siguió enjuagando el cuerpo de ella.

—No quisieras saber las cosas que tengo en mente para retenerte a mi lado todo el tiempo que sea necesario.

—Humm —sonrió ella imaginándose las cosas que él podría hacerle.

—No me refería a eso —le dió un golpecito en la frente—. Que mente más sucia tienes —la besó en los labios.

Cuando Julius terminó de lavarla, se levantó para ir a buscar una toalla y así poder secarla. Aprovechó también para quitarse la capa roja que se había mojado un poco, quedando sólo con su traje blanco de Rey Mago.

Mientras él la secaba, Aurora pudo ver su propio reflejo en un espejo redondo cerca de la pared. El aire abandonó sus pulmones y casi cae de rodillas, pero Julius la sujetó.

Un cardenal que se estaba poniendo negro cubría casi la mitad de su abdomen. Se dio la vuelta y en su espalda pudo ver algo similar. Además, tenía un corte en su costado y no estaba del todo cicatrizado.

—No llores Shiny, odio verte así. —Julius tomó su rostro con ambas manos y secó sus lágrimas con sus labios.

Julius estaba siendo demasiado tierno con ella y eso le enriquecía el corazón. Algo bueno que haya salido de todo ese desastre. Ella era un desastre. Se comenzó a calmar y Julius fue por ropa nueva. Le prestó un conjunto para dormir, que consistía en un short corto y una camiseta sin mangas. Le quedaba bastante grande, ella era mucho más pequeña que Julius. El olor de él cubría la ropa y toda la habitación.

—Owen se acerca —le advirtió él.

La tomó entre sus brazos y fue hasta la habitación para dejarla sobre la cama. Aurora aún tenía el pelo húmedo, así que le pidió a Julius que le trajera una toalla. Cuando desapareció de nuevo, Owen tocó dos veces y Aurora le dijo que pasara. Ya que sabía que ella y Julius mantenían una relación, no le importaba seguir ocultándolo.

—Hola Aurora —la saludó—. Me alegra ver que ya tienes mejor aspecto.

Aurora asintió, pero no dijo nada más. Julius reapareció y ayudó a secarle el cabello con la toalla. A ella le pareció un gesto tan intimo, que frente a Owen se le cubrieron las mejillas de un rojo intenso. Miró un punto fijo en el techo y Julius soltó una risita por lo bajo.

—No creo que tenga algún hueso roto —le dijo Julius a Owen—. Tiene cortes en sus piernas y sus brazos, la golpearon fuerte en el abdomen y también tiene golpes en la espalda baja. Tiene un corte más profundo en sus costillas.

Ella se ruborizó más al escuchar la naturalidad con la que le decía todo aquello a su médico personal.

—La revisaré entonces —le respondió Owen.

El médico formó una medusa con su magia de agua y ella sintió que algo entraba en su sistema sutilmente. Cerró los ojos por la sensación de relajación que sentía cuando Julius tocaba su cabello.

—No tiene ningún hueso roto, pero esa herida se ve bastante mal. —Owen comenzó a hurgar dentro del maletín que trajo y sacó unas vendas bastante anchas y gruesas—. Te levantaré la camiseta para vendarte el abdomen, ¿te parece bien?

Ella asintió y Julius la ayudó a incorporarse hasta quedar sentada. Aurora se subió un poco la camiseta. Owen le echó un ungüento sobre la herida y comenzó a vendarla. Luego, le cubrió algunos de los cortes de la mejilla con la misma crema.

—Esto evitará que te quede cicatriz.

Ella asintió agradecida.

—Gracias, amigo —dijo Julius.

—Es mi deber como médico —le sonrió. Pero Aurora pudo sentir el cariño que se tenían al ser cercanos. Nunca lo hubiese imaginado.

—¿Cómo están mis compañeros? —preguntó ella.

—Se encuentran bien, se quedarán a dormir toda la noche para poder revisarlos nuevamente por la mañana. La herida de Gauche ya cerró, pero de todas formas tuve que vendarlo.

Ella se alivió al escuchar eso y le agradeció.

Owen se despidió de ellos y le dedicó una sonrisa tranquilizadora a Aurora. Cuando cerró la puerta tras él, ella bostezó debido al cansancio.

—Pediré algo de comer antes de que te duermas.

Aurora escuchó que salía de la habitación. Se había preguntado antes de ir a la misión si volverían a dormir juntos, sin sexo de por medio, pero nunca imaginó que fuera debido a sus heridas. Aún así, la idea le seguía emocionando, porque eso significaba que poco a poco atravesaba la coraza de Julius y le permitía acercarse más íntimamente.

—No te duermas todavía, Shiny —le susurró él.

Aurora abrió los ojos adormilados y Julius comenzó a alimentarla con una sopa de verduras. Ella dudó antes de aceptar la cuchara, ya que había vomitado en el baño de la sala médica.

—No tengo hambre.

—Come un poco —le pidió Julius con preocupación.

Lo haría por él.

Cuando ya estuvo satisfecha, se dejó caer nuevamente sobre la cama. Las almohadas olían a tonos amaderados y cítricos, su aroma favorito.

Julius volvió al baño y después salió vestido únicamente con calzoncillos. Aurora sintió el colchón hundirse del otro lado y entreabrió los ojos. Julius apagó la  única luz que quedaba en la habitación y la abrazó, atrayéndola hacia ella con mucho cuidado de no causarle daño. Él besó su coronilla y ella puso su oreja sobre su pecho, sintiendo los calmados latidos de su corazón.

—Buenas noches, Shiny. Descansa.

Ella le sonrió, a pesar de que no pudiese verla debido a la oscuridad.

—Buenas noches —le respondió.

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