5. Mi origen
Hace más de 1.000 años, durante la era vikinga, una pequeña población vivía en una tierra mística de la cual los habitantes fueron bendecidos con el regalo de la velocidad y de la fuerza.
Hace 1000 años yo tenía 20 años y un tiempo después descubrí ese bendecido regalo.
Yo vivía con mis padres y mi hermana en este tranquilo lugar. Vivíamos con otras familias y nos alimentábamos de lo que íbamos encontrando por la zona y de lo que los hombres cazaban. Como mujer que era, debía cuidar de mi hermana pequeña y atender a las labores como ir a lavar la ropa al río. Me acompañaban más mujeres de mi edad: Talia, Lauren, Susan y Rebekah. En el río, mientras lavábamos la ropa de nuestra familia, nos contábamos cosas las unas a las otras, nos dábamos consejos, etc. Sin embargo, un día Rebekah dejó de asistir. Todas estábamos preocupadas porque, tal vez, su familia se había marchado del pueblo sin decir nada pero ese mismo día descubrimos que los Mikaelson aún seguían allí. Acordamos que iríamos a ver a Rebekah y asegurarnos de que estaba bien. Pero, cuando llegó el momento, todas se acobardaron. Todas le tenían miedo a la familia Mikaelson y sobre todo al padre de familia.
Yo, por mi parte, decidí que sí iría pues Rebekah le caía bien y, tal vez, había enfermado y simplemente se había quedado en casa o había sido atacada por uno de eses lobos que merodeaban por la noche.
El lugar donde los Mikaelson vivían estaba un poco alejado del resto de viviendas. No sé me ocurrió otra idea que entrar en la casa y buscar a Rebekah por mi misma. Antes de que pudiera entrar, un joven de cabello color café y ojos del mismo color interrumpió su paso.
- ¿Buscabas algo? - preguntó con voz fría.
Ya había visto a Elijah en más de una ocasión pero esa era la primera vez que lo veía tan cerca y a la vez tan lejos.
- Solo quería saber si Rebekah estaba bien. No vino al río como todos los días y me preguntaba si...
- Ella está bien - respondió. Su actitud reflejaba que estaba a la defensiva, y yo di un paso atrás inconscientemente.
- Vale. ¿Le dirás que he venido? - le dije
- Claro - dijo Elijah y volvió a entrar en la casa.
- Vale, eso ha sido muy raro - dije en voz alta y volví en busca de mis padres.
Esa semana, vimos a Rebekah en un par de ocasiones pero en ninguna de ellas se acercó a hablar con nosotras. Pensamos que tal vez su padre Mikael le prohibiese estar con nosotras así que volvimos a lo de siempre. Al final de esa semana, todo el pueblo se enteró de la muerte de Tatia, la prometida de Elijah. Nunca llegué a saber por qué hasta muchos años después.
Una tarde, mi padre no estaba en casa y mi madre me encargó ir buscar agua al río ya casi caída la noche. Por aquel entonces, tenia un miedo profundo hacia los lobos por las historias que nos contaban sobre ellos. Así que decidí darme prisa y volver cuanto antes a casa. Tras coger el agua, volví a casa por el mismo sendero pero un gran oso pardo salió a mi encuentro. Asustada, comencé a correr y el oso hizo lo mismo. Ya era casi de noche y no veía por donde pisaba. Para mi mala suerte, tropecé con la rama de un árbol y caí al suelo. Pensé que ese era mi ultimo día y noté como una de las garras del oso se me clavaba en un brazo. No pude gritar, solo cerrar los ojos con fuerte. Después, no escuché nada más. Quería abrir los ojos pero el miedo me paralizó. Cuando note unas manos en mí, me puse rígida y abrí los ojos. Sabía que Elijah me estaba mirando pero su rostro tenia algo diferente. Lo único que sabia era que no tenia miedo. Me dio a beber algo, en ese momento no supe que era, pero si supe que me hizo sentir mejor, mucho mejor. Me llevó a casa. Fue un viaje muy rápido. Solo supe que no había vuelto con el agua y que había perdido el cubo.
Al día siguiente, quise recuperar el cubo pero mis padres me mantuvieron ocupada todo el día con tareas. No pude volver al río hasta tres días después.
Quise agradecerle a Elijah su ayuda pero nunca lo encontraba. Sus hermanos me daban evasivas sobre donde estaba.
Ese día todo el mundo estaba alterado porque coincidía la noche de más movimiento de los lobos. Todo el mundo se encerró antes de la noche. Se oyeron crujidos y después todo fue terror. La gente corría de un lado a otro pero nadie sabía por qué. Nosotros salimos de casa, movidos por los gritos. Habían tirado las antorchas y había prendido fuego en diferentes sitios. No sé cómo ni por qué pero cuando me di cuenta, me había alejado de mi familia.
En ese momento supe que jamás volvería a hacerlo.
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Buenas y feliz navidad a todas.
Solo vengo a deciros que no tardaré tanto en subir el próximo capítulo porque lo tengo en el borrador.
Espero que os guste
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