Una sola vez más

INKTOBER NARUTO #23

Palabra: RIP [Descanse en paz]

Personajes: Obito y mención de Rin.

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El lúgubre cielo de tonos grises se expandía por todo el filamento, los ausentes cantos de las aves y lo que parecía ser una ambiente muerto y decadente en toda el área. Se acercó hacia su objetivo mirándolo fijamente.

A su mente vino una risa cantarina melodiosa que en otra época hacía que su simple y mundano musculo cardiaco enloqueciera o se detuviera a su antojo. Ella jamás fue consciente del poder que ejercía en todo su organismo y en su propio humor. Su aroma hacía franquear sus piernas y aquella mirada fija en él podía destruirlo o detener el tiempo a su alrededor.

Un grito desesperado interrumpió aquella magnifico recuerdo y las suplicas ocuparon toda su mente. Su corazón marchito se agitó en su interior. Una sonrisa lamentable se fijó en su rostro. Se inclinó dejando un par de flores en aquella fría losa detallando las letras en él, como siempre que solía ir y quedarse horas mirando. Por qué era lo único que podía hacer ahora.

Porque Obito no pudo salvarla. Él era una escoria.

Le había arrebatado lo más importante de su vida en un segundo por meterse en negocios turbios que ella misma le alertó, suplicando que evitara a aquellas personas que podía acabar todo mal. Su sed de poder lo cegó llevándolo a la perdición. Y cuando no hubo vuelta atrás y cuando todo se desplomó, cuando él fue fichado como el líder que había llevado a la perdición el negocio, tenían que acabarlo. Pero había cosas peores que la muerte.

Le arrebataron a Rin. Y todo su mundo se destruyó. Obito al encontrarla muerta solamente pudo tatuar una palabra en su mente. Venganza. Una venganza dulce y dolorosa que iba a disfrutar de forma lenta.

Fue cazando a cada una de sus presas y una sonrisa maniática se formaba en su rostro cuando la sangre salpicaba en su ropa o en su rostro. Las caras de sufrimiento ante la caída de cada uno de ellos que le habían arrebatado lo único que le importaba.

Por eso de pie ante la tumba de Rin, sonrió satisfecho y acarició las letras con sus dedos en una leve caricia.

―Te he vengado, ahora puedes descansar en paz.

La razón por la cual seguía vivo se acabó y enfrente de su amada el sonar de un arma, la lluvia cayendo a caudales, y la esperanza de un encuentro que sabía que realmente no merecía, pero se sostuvo de la esperanza de verla, aunque sea una sola vez más.

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