Episodio 3: Segunda misión a Hécate

Fiammetta Diamante, la segunda mejor Capitana del Sistema Solar, sólo superada por el Capitán Mckiss, fue encomendada en la segunda misión de exploración al nuevo planeta, Hécate, a realizar el trabajo que aquél no pudo terminar.

Luego de rescatar al único sobreviviente de la primera misión, el propio Mckiss, la Capitana se prepara para partir nuevamente. Pero sus preparativos no son los usuales, ya que los resultados de la primera misión le inquietan. ¿Qué pasó con la tripulación, con los científicos y con los militares a bordo del Ajedrez-25? ¿Pudo un sólo hombre matar a todos sus compañeros y doblegar a los militares sin uso de armas?

Lamentablemente esas y otras preguntas quedarán sin repuesta hasta que el Capitán reaccione y pueda relatar su versión de los hechos. Mientras tanto, permanece bajo vigilancia constante en el hospital militar por considerársele sospechoso de motín y genocidio, de acuerdo con sus últimas declaraciones en la bitácora de su nave, recuperada de la caja negra. Lo único que se conoce del hecho es el estado en que el hombre se encontraba cuando un equipo de rescate, que partió de la estación en Phattie a bordo de la nave espacial Ajedrez-26, llegara al nuevo planeta. Él se hallaba dentro de la nave, en ropa interior y con escasa higiene, escondido en un rincón oscuro de la sala de comunicaciones, con la barba crecida, malnutrido y deshidratado. En completo estado de shock. De Hécate fue trasladado a la base militar de Ganímedes, luna de Júpiter, a bordo del Ajedrez-26 en estado catatónico, y permanece allí esperando a ser interrogado. Llevarlo a la Tierra no era una opción, pues no puede trascender la sospecha de que Hécate sea un lugar hostil.

Como condición para llevar a cabo su misión, la Capitana Diamante pidió que se le permitiera ver a Mckiss cuando reaccionase y, como era conocido por todos de su admiración hacia el Capitán, se lo permitieron. Pero Fiammetta guardaba bajo su fachada de inmaculada admiración un profundo amor hacia su colega y tutor, que su gran sentido de profesionalismo no le permitía revelar en público. Aún así, hacía todo lo que estuviese en su poder para verlo y hablar con él cada vez que coincidían en un planeta o misión.

La Capitana siguió la vida y obra de su ídolo desde que lo vio por primera vez en televisión, cuando fuera el despegue de su primera misión. Él tenía veintiséis años y era famoso por convertirse en el astronauta más joven de la historia. Ella sólo tenía quince años, pero fue suficiente para quedar enamorada del hombre y de su sueño de tender puentes entre los planetas del Sistema Solar. Desde entonces supo que dedicaría su vida al espacio exterior y que no se conformaría con las expectativas que le aguardaban en suelo terrícola. Seguiría los pasos de su amado, y quizás un día cumpliría su mayor anhelo, estar con él.

Sus sentimientos la convertían en la única que creía ciegamente en la inocencia de Mckiss, mientras que al resto poco les faltaba para condenarlo sin juicio previo. Y por eso pidió verlo antes de partir nuevamente en la segunda misión a Hécate, porque tenía la esperanza de ser ella quien pudiera lograr que hablase.

El Capitán Mckiss despierta a principios del año 2102, y sin embrago, nadie puede sacarle una palabra; se comporta como de costumbre, es muy amable pero admite que no reconoce a nadie y que no recuerda nada de los últimos cuatro años. Entonces llega el turno del interrogatorio de la Capitana, y todos los superiores observan y esperan a que ella obtenga resultados.

La Capitana se acerca con confianza, se sienta frente a él y comienza a hablarle en tono amistoso. Hace casi las mismas preguntas que los médicos y los militares, y las respuestas del hombre son idénticas.

Viendo que ella se molesta al no conseguir respuestas satisfactorias, Mckiss la toma de las manos y le habla en el mismo tono amistoso que ella emplea.

―Por favor, Fiamma ―le dice con confianza―, eres mi amiga y me conoces, debes creer en lo que te digo. No sé nada más de lo que ya dije y no puedo dar cuenta de lo que me piden. Necesito que abogues por mi causa.

―Lo siento ―replica Fiammetta―, pero tu caso es muy complicado. Una tripulación desapareció y tu última bitácora dice que planeabas rebelarte ante el mando de Stauts.

―No recuerdo haber hecho eso. Y sabes que no sería propio de mí.

―Te conozco de sobra y sé que serías incapaz de matar a tus compañeros, pero mientras no haya cuerpos qué investigar ni pruebas que apunten a tu inocencia, yo no puedo hacer nada más ―dice Fiammetta angustiada.

―¿No hay cuerpos? ―pregunta Mckiss, más para sí mismo que para ella.

Fiammetta presiona más las manos de él.

―Capitán, necesito saber qué es lo que pasó en el nuevo planeta para poder ayudarte. Debes hacer un intento por recordar, porque no disponemos de mucho tiempo.

Mckiss aparta sus manos y su vista sin importarle que ella continúe hablando, y así permanece un rato largo.

La Capitana, al ver que no consigue respuestas, y que su estadía en Ganímedes está llegando a su fin, decide irse para dejar que los médicos continúen con su trabajo. Lo más sensato, le parece, es esperar en su puesto de trabajo a que le lleven noticias.

Se despide del Capitán con una frase que ambos suelen decirse antes de partir a una nueva misión, a la que siempre le agregan el lugar a donde deben viajar.

―Deséame suerte en Hécate ―dice.

El Capitán reacciona ante la noticia de la designación de Fiammetta a Hécate, la toma de la muñeca sin previo aviso y, sin movimientos bruscos, la tironea hacia sí para hablarle bajito y que nadie más pueda oírlos. Los médicos fingen hacer su trabajo de rutina dentro de la habitación, mientras los oficiales que se ocultan detrás de un vidrio polarizado se emocionan creyendo que por fin sabrán qué pasó.

―¡Por favor, no vayas! ―suplica Mckiss.

La Capitana se alerta por su tono de voz y en seguida lo abraza para disimular.

―¿Qué pasó en Hécate? ―le susurra.

―Se llama Eramthgin ―contesta él y la abraza aún más fuerte―. Y si vas, será tu tumba. Por lo que más quieras, no vayas ―suplica y las lágrimas comienzan a brotarle de los ojos.

Fiammetta también se conmueve, ¡si él supiera qué es lo que más quiere! Pero sus sentimientos no opacan el hecho de que él le mintiera sobre su pérdida de memoria.

―Si no me dices qué pasó, me enviarán a averiguarlo.

―No vayas... por mí. Quédate hasta que me recupere y pueda entender todo lo que pasó.

Fiammetta Diamante ve todo su esfuerzo por lograr el rango de Capitana y considera que cualquier tipo de ayuda que pueda brindarle a Mckiss la arruinará. Pero no quiere dejarlo solo y lo conoce de sobra como para saber que no es un niño caprichoso que hace las cosas sin tener una razón.

―Quédate conmigo ―vuelve a repetir Mckiss, palabras a las que la mujer no se puede resistir.

―Si no voy yo, enviarán a otro, si vas a decir lo que ocurrió en Hécate será mejor que empieces ahora ―dice ella con pesar.

―Quédate y no dejes que envíen a otro y yo te contaré todo, pero solo a ti.

Fiammetta rompe el abrazo, sabe que la están observando y que no puede fingir que no escuchó algo que la perturbó. Su razón le advierte que Mckiss es culpable, pero su corazón le ruega que no deje pasar la oportunidad que esperó durante tanto tiempo. Si se queda, tendrá a Mckiss y la posibilidad de saber la verdad, pero si se va, perderá a ambos.

Alertados por su comportamiento y su silencio, dos guardias entran a la habitación para llevar a la Capitana ante sus superiores.

―¡Claro que sí! ―grita efusivamente la Capitana al verlos― ¡Acepto casarme contigo! Que envíen a otro a Hécate, yo me quedaré aquí hasta que te recuperes.

Finalizado su discurso, abraza al hombre que no sale de su asombro, ante la mirada atónita de los guardias, de los médicos y de los oficiales. Y, advirtiendo que Mckiss no entiende nada, lo anima a que finja que era de casamiento de lo que hablaban y le asegura que ella se encargará de que no haya una segunda misión a Hécate.

Hecho científico real:

En 2011 se empezó a incluir una caja negra en las naves espaciales de la NASA. La diferencia con la de los aviones es que retransmite la información directamente a un satélite.

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