Bombardeo de Londres.

El olor a tabaco y pólvora inundaba aquel bar/restaurante llamado el caldero chorreante. Un pequeño puñado de hombres con gabardinas estaban sentado tomando un vaso de lo que parecía cerveza de mantequilla. El color dorado, y la queja del más viejo sobre lo suave que era la bebida, delataba en cierta medida lo que estabaningiriendo.La noche era fría, como lo era usual a inicio de otoño en Londres. 

Aquel día era un siete de septiembre de 1940. Aquel puñado de hombres, que tenía a lo mucho dos mujeres , vestía igual. Gabardinas negras que les llegaban hasta los talones y sombreros de igual color. Se notaban a simple vista que no eran de la misma clase social por como algunos tenían las prendas con pérdida de color y uno que otro agujero, mientras que las de otros parecían nuevas y que les quedaba perfectas, como de diseñador. Pero todos se miraban en silencio

El más viejo de ellos, que, con la poca luz que había en el bar, se le distinguía una descuidada , y vieja, una barba gris carraspeo. Miraba con desespero a los otros esperando que alguno hablara sobre el mal que iba a venir. Estaba tranquilo, sabía que no iban a morir, pero algo le pesaba en la consciencia. Aunque fueran no magos,aquellos que iban a morir seguían siendo una parte, no tan fundamental, de su vida diaria . Algunos incluso eran vecinos o donde compraban los cigarros en la ciudad. 

—Incluso Tom se fue y nos dejó solos. —Se quejó el viejo sobre el administrador de aquel bar. Aunque fuera una guerra mundial, era de los no magos, y ellos se suponía que no debían interferir, pero iban a bombardear su amada patria, pero muchos simplemente huyeron—. Malditos hijos de puta son los nazis. De cosa y los infiltrados le advirtieron al ministerio de magia. Sino incluso muchos de nosotros hubiéramos muerto en el bombardeo que quien sabe cuándo pasará. 

Escupió hacia un lado y maldijo por lo bajo. Una de las mujeres jugaba con un arma de fuego fabricada por los no-magos; un revolver. No tenía ni un solo proyectil adentro,pero hacia que cada uno mirara aquel objeto con asco y algo de miedo. Aunque entre ellos existían hechizos imperdonables que podían acabar la vida de otro mago, los muggles tenían este tipo de armas que usaban para matarse entre ellos por diversión o por ego. Una estupidez completa.

—A media noche pasará. —El de barba pelirroja mencionó con un gran acento irlandés . Haciendo que la pelinegra que tenía aquel revolver dejara de jugar con él y lo mirara con una ceja hacia arriba. Suspiró y habló. 

—¿Deberíamos avisarle a la reina al menos? —El acento de manchester era algo más entendibles que el del irlandés, pero hizo que el viejo gruñera—. No mover un dedo, o varita , nos vuelve igual o peor que ellos. 

—Si quieres terminar estúpidamente en Azkaban, avísale Hannah. —La otra mujer reprochó mientras se terminaba el vaso de cerveza—. No entiendo cómo me gustaba esta bebida hace tantos años; los no-magos tienen mejores tragos. Incluso los escoceses.

—El mejor whiskey es de mi tierra —respondió el más joven de todos, el cual jugaba con su varita entre los dedos—. Pero Nicole tiene razón, no podemos hacer nada por los muggles, van a morir, bebes, niños, adultos y ancianos, todos por igual. Pero,¿sabes? Esto nos facilita las cosas. La reina le pedirá ayuda al ministerio mágico en algún momento, o verá a su pueblo arder. 

—Hannah tiene razón, en ultimas no somos tan diferentes —replicó el irlandés—, pero es su guerra, no la nuestra. 

Un rugido, un temblor advirtió a aquel grupo sobre lo que acaba de pasar. Un ataque.Una bomba, era hora de irse. Todos ellos, a excepción del irlandés y Hannah, usaron de la aparición para irse del lugar dado que no estaban tan borrachos. Por otro lado,aquella pareja, prefirieron irse en escoba voladora, incluso en medio de un bombardeo,pero en la mente de ellos era más seguro que perder algún miembro por hacer mala la aparición . 

Cerraron el local y levantaron un hechizo protector antes de irse. Al estar en el aire vieron y escucharon cosas que hicieron que Hannah vomitara sobre una casa. Fuego,gritos, llantos, y el sonido de las alarmas de Londres a la media noche. No podían hacer nada, incluso si había magos nacidos de no magos, no podían mover ni un dedo por ellos. Hipocresía. Egoísmo. Miedo. Esos eran sus impedimentos. Los magos y familias aledañas ya debían estar a salvo en un lugar alejado o en los centros que el ministerio dijo, pero los niños muggles morían bajo las llamas de la ciudad. 

Ambos dieron la espalda, mientras las bombas caían sobre un pueblo inocente que no tenía nada que ver con la guerra. Al final, ellos eran iguales a aquellos que los muggles llamaban nazis. Eran igual de monstruos.

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A la mañana siguiente miles de magos celebraron estar vivos, mientras el periódico "el profeta", pasaba imágenes sobre la tragedia que había pasado en Londres y como sólo habían muerto un pequeño numero de magos que no lograron salir a tiempo. 

Londres estaba en llamas, bajo fuego, pero el ministerio de magia estaba en pie y en un solo pedazo.

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