Capítulo VI: "El Campo de las Espigas Muertas"

Dudé sobre si debía apartarme de Roaj para atrapar al ladrón o debía quedarme junto a él y Sierra. La duda se disipó en cuanto el olor se hizo más fuerte. La muralla de la ciudad estaba derruida en esa zona, era la separación de una flora silvestre a una un poco más campestre. Tras el hueco de muralla destruida había unos finos troncos amarillentos que se erguían hacia el cielo como los gigantes de Agros. Supuse que eran mazorcas, en el centro de la isla de Agros se cultivaban bastante, tenían altura parecida, un final de tallo parecido, al fin y al cabo muchas características coincidían. El campo en sí era extraño, era tiempo de cosecha y siembra pero el terreno erial que tanto se veía en aquellas estaciones había desaparecido y seguía ocupado.

El único problema era que al entrar en aquel campo había perdido todo rastro de olor. Salí tal como había entrado y me quedé parado frente a la muralla derribada, ya que Roaj y Sierra me vieron y venían hacía mí.

—¿Qué haces aquí parado?— preguntó Roaj entre jadeos. No pude evitar mirar a Sierra quién aunque no había dicho nada en todo el camino, me había estado correspondiendo mis miradas de reojo.

—Perdí el rastro del ladrón, su tufo se perdió entre la plantación esta, tras la muralla— respondí rápido.

—Eres aprendiz de mago, tú no pierdes el rastro, tú lo creas— dijo cuando se hubo recuperado.

Acto seguido abrió sus brazos con fuerza creando una brisa que gradualmente aumentaba, tanto hasta el punto que creó un gran surco entre las plantas tras el muro, parecía un pequeño pasillo natural, hecho de barro y piedras sueltas. Como si nada hubiese estado allí antes.

—Vamos, tenemos una bolsa que buscar— dijo esta vez mientras se  ponía a marchar en el camino que él mismo acababa de crear. Sierra lo siguió de cerca mientras que yo simplemente me quedé atrás quejándome sobre lo de su "aprendiz", ni siquiera me había enseñado qué era la magia.

—¿A donde lleva este camino?— pregunté cuando los hube alcanzado.

—El camino es una ilusión, me sorprende que lo veas ya que solo el que crea la ilusión es capaz de verlo pero ya que ves, el camino es una reflexión de la esencia de la persona que estamos buscando. Estamos siguiendo los pasos del ladrón.

Sus palabras sonaron profundas, la magia era más complicada de lo que creía.

—¿Qué es una ilusión?— pregunté confundido.

—Una ilusión es una magia que empatiza con la mente de los que lo ven y la imagen que el mago proyecta— entonces mirándome de reojo puede apreciar un pequeño brillo en los ojos mientras me explicaba, él seguía delante osea que solo podía ver aquel orbe rojo entre los párpados— Que no sea real no quiere decir que no pueda dañarte.

Asentí lentamente cuando hubo acabado y después me uní al silencio que Sierra había estado manteniendo en todo el viaje, la magia era impresionante y necesitaba meditar y recordar todo lo que decía. A partir de ahora era yo su aprendiz, tal y como él había mencionado anteriormente.

El camino no fue extenso pero la cosecha no cambió en ningún momento, algo extraño pues los campesinos agreses cambiaban sus plantaciones cada hectárea, a diferencia de estos que parecían especializarse en este tipo de vegetal.

—Venid aquí muchachos, esta de aquí debe ser su casa— anunció Roaj extrañamente alegre.

Al estar frente a mí tuve que dar un par de zancadas entre aquel laberinto vegetal para dar paso a un gran espacio donde un galpón viejo y destartalado residía. La vivienda poseía enredaderas enzarzadas a sus paredes, los cristales de sus ventanas estaban desaparecidos. A pesar de ser una casa alta gracias a sus cimientos, su ancho era lo más imponente de todo, parecía una de las casas que los señores de Agros solían acostumbrar a tener y a mí no me importaba su mal estado pues era señal del tiempo que aquella casa era vetusta. Asombrado y a la vez asqueado por el aura apestoso que aquella casa transmitía, me acerqué, incluso más que Roaj para admirar aquel domicilio hecho monumento.

Repentinamente, tres hombres robustos salieron de diferentes puntos de la casa armados con azadas y haces campesinas, dudé que funcionaran pues aquella infantería vegetal no se hubiera levantado tanto. Los tres hombres, a pesar de estar armados, eran de faz afable y bonachona, sus figuras eran rechonchas y sus ropajes eran de colores pardos; algunas telas del mismo color estaban parchadas a los mismos ropajes.

—¿Quien eres tú? No necesitamos ayuda de ningún mago más— preguntó el que estaba en el medio, hostil.

Fue entonces cuando Roaj dio cara en la escena junto a Sierra, quien muda no se separaba de su lado.

—¿Quién dijo que veníamos a ayudaros?— preguntó retóricamente el anciano hechicero mientras observaba sus "armas"— Vengo a por un ladrón de mediana estatura, joven, de rostro zafio y de perfume ahuyentador. Estábamos antes mis aprendices y yo buscando manera de entrar a la ciudad y vimos al muchacho que ahora estamos buscando, nos dijo que había manera pero que nos debía cobrar una gran cantidad de dinero. Yo me negué a pagarlo y es que, aunque es cierto que me robó no hizo uso de fuerza bruta para ello, por tanto, quisiera hablar con los padres del muchacho si los conocéis.

El mensaje de Roaj se descargó sobre los campesinos súbitamente, quienes ya no poseían aquellas miradas tan desagradables, sus músculos se relajaron al instante y su rostro ya no mostraba hostilidad. Quizá en un recóndito de su corazón lo mantenían pues sus rostros ahora se mostraban tristes y decepcionados. Yo en cambio miré a Roaj sorprendido por su resolución, aquello no me lo esperaba.

Mantuvimos silencio hasta que entre los campesinos, el de facciones más duras, el del lado izquierdo decidió hablar.

—Perdón— se disculpó con pesar— Estos años han estado viniendo tantos magos a ayudar aquí que nuestra esperanza de recuperar los campos creció, hasta que hace tres años hizo aparición el último. Todos se han rendido y con ellos nosotros. Si me permites, mi nombre es Irvin, este es Trabock— señaló al muchacho que estaba en el medio— Y este es Brew, el menor de los trillizos— señaló con un poco más de esfuerzo al de la derecha— Vuestro ladrón es nuestro hermano pequeño, Reo. Él se suele acostumbrar a no ayudar en las tareas de casa y siempre suele centrar sus energías en robar. Siempre lo hace aunque después lo devuelve, siempre. Y bueno, respecto a tu pregunta no sé qué decir, puedes hablar con mi padre de ese asunto. Os invito a pasar a la casa— finalizó con ofrecimiento.

Él se fue mientras que sus hermanos se quedaron hasta guiarnos hasta la puerta principal del domicilio.

La puerta principal consistía en un solo portón, de una madera ya gastada en unas partes, su pomo había desaparecido y el musgo comenzaba en pequeñas hileras a conquistarla. Cuando pasamos por la puerta pudimos escuchar todos un ruidoso chirrido proveniente del portón al que la vejez estaba consumiendo.

La recepción era una sala lujosamente acomodada aunque el polvo reinaba en toda vasija de contemplación y los trajes ornamentados parecían estar decolorándose incluso si estaban guardados bajo los fuertes vidrios de sus urnas. De estas urnas, cinco se esparcían en las dos paredes opuestas, embelleciendo el amplio espacio entre ellas.

El salón a diferencia de la recepción estaba prevista de una chimenea, que aún estando en desuso, daba un calor imaginario, un sentimiento agradable a la vez que irresistible. Había botellas de garnacha guardadas junto a los trajes y varios bidentes apoyados en la pared. Debido al fuerte pestazo que aquellos campesinos emitían tuve que evitar dormirme, y con más maña, que evitar investigar el resto de la casa.

Roaj solo necesitó hacer contacto visual con Reo para que así le devolviera su bolsa. Poco tiempo después Irvin con una mujer cuarentona y con gran parecido a él mismo. Su cabello era oscuro, de un caoba negruzco. Sus ojos, ya cansados debido a la reciente aparición de bolsas y arrugas. Sus labios estaban secos y eran finos. Poseía unos pequeños hoyuelos en ambas mejillas. La mujer era bajita, un poco rechoncha y vestía un vestido largo adornado de flores, aunque al igual que sus hijos también se encontraba haraposo.

— Siento mucho que mi marido no esté presente ahora mismo, mi nombre es Hera— dijo la mujer antes de estrecharle firmemente la mano a Roaj— Para remendar lo ocurrido con Reo os ofrezco una cena, llegar hasta aquí no creo que haya sido fácil para tus polluelos— sonrió la señora hacia nosotros— Además así también podrás hablar con mi esposo— Roaj no hizo más que asentir lentamente, comprendiendo la situación.

— Quisiera irme lo más pronto posible, ¿por qué no abarcar este tema ahora?

— No estamos en condición de entregar nuestros hijos, ni siquiera sabes lo que está pasando aquí— dijo antes de un largo suspiró la madre de los muchachos— Pero qué le vamos a hacer, esta situación no mejorará y ser el más pequeño de los muchachos no le va a ayudar— Reo se acomodó en el suelo y comenzó a observar a su madre mientras hablaba— Puedes llevártelo a que sea un brujo o mago, después de todo está es una oportunidad irrechazable— accedió Hera con pesar— Pero mi marido no ha dicho nada sobre esto osea que no podría darte total permiso como para llevártelo.

— Yo no me quiero ir— musitó Reo con fastidio— No sin haber arreglado lo que pasa aquí, en los campos— dijo con un tono más decidido.

Roaj suspiró, el padre de los muchachos estaba ausente, había conseguido el permiso de la madre pero aún faltaba el padre. Para colmo, mi próximo compañero de hacer nada se negaba a marcharse.

— Estos campos llevan décadas de esta manera, ¿y tú esperas que lo arreglen de la noche a la mañana?— contestó Trabock, el hermano mediano entre los trillizos. Él era uno de los hermanos que nos había escoltado hacia la casa, con seriedad, verlo ahora así de calmo me daba la impresión de empezar a conocerlo.

— Desgraciado sin esperanza— escupió Reo de mala gana.

Trabock empezó a correr tras su hermano menor mientras alzaba uno de sus puños, Hera al ver la situación sonrió levemente, yo hice lo mismo. Aquella escena me recordaba a los gemelos Gen en Agros.

— ¡Ven aquí que te voy a zurrar la badana!— amenazó Trabock mientras se acercaba a Reo.

— Parad— imperó cuando pasaron peligrosamente delante de ella, aunque parecía disfrutar de aquella peculiar escena.

Agarrando Trabock a su hermano menor lo hizo suplicar poniendolo de rodillas.

— Puedes pegarme pero, ¿acaso tú te irías dejándolo tal y como está ahora?— respondió descaradamente Reo, su hermano no llegó a poner ni un dedo en su pelo, se quedó ahí sujetándolo mientras que con su puño alzado, meditaba.

—¿Qué es lo que pasa?¿Qué es eso que quieres arreglar con tanto ímpetu?— interrogó Roaj, su cara era todo un poema por la recién confusión de la escena. La exasperación e irritación parecían poseerlo completamente.

— En la cena mi marido os contará— cortó Hera justo antes de que el menor de los trillizos dijera algo; aquella mujer se las estaba apañando para mantener a Roaj en vilo.

La tarde transcurrió lenta pero divertida, Brew y Sierra habían mantenido su silencio mientras que yo opté por socializar con Trebock e Irvin quienes se mostraban curiosos ante mis vivencias en Agros y compartían todo tipo de conocimiento que ellos tenían. Reo terció por hablar con Roaj, ellos parecían un tipo de discusión que nadie, excepto yo, prestaba un poco de atención.

— Los pegasos a pesar de su gran fama por su estilo son bastante sucios e irrespetuosos; en los valles de Agros se dedican a defecar sobre la gente— recordé con añoranza, los hermanos arrugaron sus caras, de asco, mientras intententaban imaginar lo que los acababa de contar.

—Yo sólo he visto pegasos una vez en mi vida, estábamos visitando la zona comercial yo y mi padre y entonces un carromato con tres pegasos blancos guiados por toda una milicia pasaron— dijo Irvin con la misma añoranza que yo.

—Yo no he visto pegasos nunca— confesó Trabock avergonzado— Pero sí he llegado a ver un *shaed — contó finalmente con gran orgullo.

Irvin entonces con su codo más cercano golpeó en el hombro a Trabock y negó tres veces con la cabeza, dándole reprimenda por haber dicho algo que no debía. Yo no sabía qué era un shaed por tanto no me preocupé mucho por el tema, aunque me causó curiosidad y directamente lo conecté con los sucesos que tanto disturbaban a la familia. Sonreí al avergonzado Trabock quien ahora miraba el suelo sin detención.

Entonces por la puerta que daba a la recepción de la casa entró el que supuse que era el padre de familia junto con dos niñas de gran parecido. Todos los muchachos observaron al señor entrar, con impaciencia.

—Parece que tendremos que recurrir al vademécum de "Mandrágoras y bestias parecidas"—  anunció con una amplia sonrisa.

El señor a diferencia de los muchachos poseía un blanco febril por piel y un marrón oscuro por iris, su pelo era menos oscuro que el de su mujer, de un miel amarronado. A diferencia de toda su familia excepto las chicas que estaban a su lado, él era enjuto y un poco alto. Su barba había sido recientemente cortada pero aun así parecía incipiente a crecer. Sus rasgos eran tan afables como los de un anciano sabio, su sonrisa era la luz del sol al amanecer, cálida y fuerte. A pesar de ser más mayor, Reo y él eran como gotas de agua, fácilmente te podrías confundir con los dos.

Las niñas, gemelas, poseían rasgos completamente diferentes al resto de la familia; lo único comparable era la sonrisa. Sus ojos eran azules, como el mar que tan poco aguantaba. Su pelo era incluso más claro que el de su padre, un dorado oscuro que caía en cascada. Ellas eran las más jóvenes de la casa; no aparentaban más de doce años.

El padre vestía una camisa blanca que se había manchado de barro junto un pantalón de material libre peor embarronado. Sus botas casi eran invisibles por el barro y el bidente que sujetaba tenía las puntas igual. Las niñas vestían un vestido igual que el de su madre, lo única que los diferenciaba era el barro que impregnaba al completo la vestidura.

— Estábamos esperandoos, ¿qué es lo que dices que necesitamos?

— Un libro antiguo, niñas iros a cambiar de vestido. Supongo que hoy ha ocurrido un milagro—. ordenó de manera eficiente, las niñas se perdieron de vista al entrar al pasillo contiguo al salón, el padre en cambio otorgó una mirada erizada a Roaj.

La luz de las ventanas era escasa, como la jovialidad en aquel momento. Sobre la mesa de cena del comedor una turbulenta discusión era la que llenaba el lugar, Román, el padre de familia sostenía la opinión de que Reo debía permanecer allá. Impasible y finalmente invicto Román remató con una simple pregunta.

—¿Acaso tú tienes suficiente poder para deshacer leyendas?— preguntó a voces el cabeza de familia mientras observaba a Roaj meticulosamente. Nadie se atrevería a decirlo pero juro que sus ojos realmente rogaban una respuesta pero no hubo alguna.

Roaj tomó nerviosamente del vino por quinta vez del vaso que se le había proporcionado, la comisura de sus labios estaba ya manchada de aquel rosa tan oscuro que se presentaba en el vino y su respiración se estaba agitando por momentos, aquello no le estaba yendo tan bien como él esperaba.

Tomó aire y respondió con tranquilidad como si la ansiedad anterior nunca hubiera existido.

—Ahora sí, en el nombre de todos y cada uno de los dioses menores—  depositó de vuelta el vaso sobre la mesa— ¿Qué es eso de lo que tanto hablas pero pareces temer? Si tú me cuentas estoy dispuesto a deshacer tu leyenda y millones más por ese ladrón al que llamas hijo.

El padre relajó sus músculos faciales, cuales anteriormente habían estado tensados. Pasó una mano por su rasposa barbilla, frotó sus manos contra la papada y finalmente habló.

—Por favor muchachos, marcharos un poco, dejadme hablar con el buen señor, necesito aclarar con él algunas cosas. Dulce mío, por favor  ve acomodando a nuestros invitados. Escoge las mejores habitaciones para ellos, es cierto que no han venido por las mejores razones— reprochó el cabeza a su hijo menor— Pero invitados son al fin y al cabo.

Yo iba a acompañar a los trillizos pero Roaj me detuvo a mí con la mano, en cambio Sierra, de belleza indescriptible, seguía muda y sentada justo frente a mí. Reo no hizo más que murmurar mientras se iba, a juzgar por su rostro asumí que lo que estaba soltando no era simple trapo.

Cuando se hubieron marchado todos los demás miembros de la familia, Román apartó el plato vacío en el que previamente había sido puesto arroz con carne de liebre. Puso sus codos sobre la mesa y nos miró muy fijamente a cada uno de nosotros.

—¿Quieres leyenda?— preguntó retóricamente a Roaj— Pues de mí no la vas a tener, todo lo que yo vaya a decir ahora mismo no es algo que algún calderero cualquiera cuenta para entretener a los niños de patio. Todo lo que estoy a punto de contar son hechos que pueden confirmados por la gente de Pointia, por mi propia vida y por los mismos campos de los que la gente trata como malditos, estos campos, los "Campos de Espigas Muertas"— su voz, grave como la de un tenor, sonó profunda en toda la sala, atrayendo la atención de aquellos que escuchábamos.

»Dos siglos atrás, en estos mismos campos se encontraban los pastos de los que este Imperio durante años se había abastecido. Dos siglos atrás, los primeros pioneros en magia se paseaban de aquí por acá dando su conocimiento a luz o creaban cosas excepcionales e inalcanzables mentalmente para el hombre de ayer o imposibles de crear físicamente para el hombre de hoy. El nombre del único que se atrevió a pasar por aquí era Tantos. Un genio andante venido de las montañas de Lovra que alcanzó el titulo de arcanista a su primera veintena de años.

Muchos incultos negarían su existencia, incluso los ancianos en los poblados pequeños que se hacen llamar eruditos. Pero yo no. Ni yo, ni mi familia ni aquellas gentes que una vez vivieron aquí y fueron criados bajo el nombre de agricultores.

Él pasó sus mejores años aquí, él pasó también aquí sus peores. Su vejez con el tiempo lo llevó a la muerte pero su inteligencia y poder antes de tan dichoso final lo llevaron al estrellato. Él en uno de sus viajes fundó junto a seis magos más una constitución bajo la que actualmente se rigen todos los hechiceros de este mundo, Univérsita.

En aquel momento pude incluso notar como mis pupilas se dilataban, aquello era fascinante.

»El punto está en que a sus últimos años de vida, dio razón y corazón a una máquina que llevaba tiempo siendo un mero proyecto. La máquina fue legitimada con el nombre de 'Ytreoq' que en la lengua Larvíta se traduce por 'Mente de Acero'. Su propósito era destruir todo tipo de shaed que intentara cruzar estos campos pero veinte años después de la muerte de su creador adquirió conocimiento suficiente como para conocer la hechicería y arcanía, suficiente poder como para destruir este mundo y más. Suficiente sabiduría como para adquirir más y más poder.

Nadie sabe por qué pero un día se metió más adentro en los campos, campos a los que solo se acercaban los campesinos en tiempos de cosecha y siembra. Nadie sabe si esa máquina consiguió sobrevivir a los shaed pero la leyenda mantiene que cada luna llena los shaed aparecen por allá, las luciérnagas a pesar de no haber fango guían a un camino, un camino incierto del que ningún mago ha vuelto«

—Gran historia— apuntó Roaj con aplausos sarcásticos nada más que el padre terminó— Pero, ¿cual es el problema entonces si aquella máquina tan temible ya no está aquí?— preguntó Roaj quien seguía sin comprender la situación.

—Incrédulo— sonrió Román— Los seres mágicos del lugar llevan tiempo impidiendo cosecha para que nadie encuentre el camino, sin cosecha no hay dinero y sin dinero no hay comida. Esta misma noche hemos agotado la comida de todo un mes simplemente porque había visita.

—¿Y no crees que es mejor que lo lleve para que viva mejor de lo que ha estado viviendo?

—Un acuerdo es un acuerdo— dijo el cabeza de familia mientras observaba fijamente a Roaj, quien ahora estaba enfadado— Yo conté mi leyenda hechicero, por el nombre de todos y cada uno de los dioses menores, ahora, deshazla.

_______________________________

Un capítulo extraño y lleno de faltas, si veis alguna por la lectura citarlas y decidme...

Gracias por leer, Jacksino2.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top