Capítulo II: "Más tempestad y menos calma"
Una mañana de cielo blanco, en el que unas nubes hipócritas reflejaban la luz de los rayos del sol. El frío no era frío, en pleno mar y siendo verano, aquello era un fresco a lo que la mayoría de marineros sabíamos hacer frente. Al día siguiente de la tormenta se buscaron los cuerpos de los pocos que habían sido bruscamente lanzados por la borda, tres días después de la tormenta fue cuando unánimemente desistimos de continuar la búsqueda.
Aquella misma tarde en la cola de la carabela me quedé observando las estáticas aguas que en días pasados habían sido maremotos u olas colosales. Los obenques aún seguían mojados y no había llovido desde entonces. Las sogas hechas de un material igual de robusto que elástico no sufrieron daños a pesar de las violentas lanzadas que dieron. Todo había vuelto a la calma o por lo menos la supuesta calma que creaba un día nublado tras una noche de tormenta.
En la cola, la parte más alta de la carabela, yo me encontraba masticando lyotó. Una fruta redonda de sabor parecido a la manzana pero de menos dulzor y bastante más jugo.
En Argos, los lyotós eran extremadamente frecuentes en las zonas de las montaña. Dando menos espacio a los demás árboles frutales que crecen en la zona. Tan repetitiva era la fruta que uno podría encontrar miles de lyotós antes de dar con una fruta diferente.
Entre mordisco y dentada acabé la fruta para luego deshacerme de ella lanzándola por la borda. Fue mientras masticaba con saña los restos que quedaban en mi boca cuando mi mirada dio con un puerto atestado de muelles de madera.
-¡Tierra! ¡Tierra!-. Exclamé mientras brincaba sobre el poco espacio que proporcionaba la cola.
Con agilidad felina salté de la cola para deslizarme por los obenques. Sin querer choqué con una de las vergas de la vela de gavia pero no causó agravio aparente.
Clavlico, uno de los marineros, mostró una forzada sonrisa al verme. El joven no debía tener más que una década más que yo. Su barba trastocaba las apariencias aunque yo bien le conocía sin aquel matojo de pelos. Un hombre de parecer infantil que había ganado músculo durante el viaje.
Le sonreí de vuelta y pasé al lado suya sin pronunciar palabra para no desconcentrar al muchacho. Claviclo era muy fácil de despistar y las muchas regañinas que había recibido por parte de Kai delataban su gran falta de concentración.
Sin dudarlo dos veces
Cuando llegué a pisar la madera del puerto, ésta empezó a crujir. Mi padre me había hablado de buena manera de este puerto pero incluso a él aquello le parecía un desmadre, pues su cara denotaba tensión, y podía ver que él también estaba un poco amedrentado por aquel ambiente.
En los agujeros de la pútrida madera llegaban a asomar ratas que algunos marineros cazaban sin repudia para después zamparselos. Y es que las caras de aquellos forajidos no mostraban ni en el más recóndito punto de su corazón un poco fiabilidad. Las personas no tenían pinta de estar felices, y es que en el transcurso de minutos que estuve parado observando el puerto pude asistir a tres asesinatos, diez robos y ocho secuestros. Mi padre se mostraba confuso pues no sabía qué hacer en momentos tan violentos como aquel. Roaj, en cambio andó con clase hasta una tienda de caballos que se encontraba frente a donde el barco apostó y con un gesto con la mano nos invitó a acompañarle. Poco antes de llegar me choqué sin querer con un marinero de mirada hostil.
-Mira por dónde vas, coño -masculló aquel fornido hombre empujándome al suelo. Yo me quedé ahi recostado pues me encontraba asustado.
-Tú entonces mira con quién hablas -intervino mi padre haciendo que el musculado hombre se girase. La gente formó un coro en el que al parecer se estaban rifando la muerte de alguien, la mía.
-¿Quien coño te crees que eres? -preguntó el desconocido a mi padre mientras lo encaraba.
-Soy el padre del muchacho al que acabas de empujar- dijo mi padre acercándose.
-¿Y por qué no dejas que el niño se proteja solo? -preguntó divertido aquel fanfarrón agarrándome del cuello firmemente, mientras, yo pataleaba en el aire pues me había colocado sobre su cabeza.
-Le dejo que pelee con hombres -dijo más tenso por ver en la situación en la que me hallaba-. No con putas como tú -gritó mi padre soltando un gran derechazo. Pero justo antes de que su puño llegase a la cara del bandido todos los presentes en el coro, sacaron sus cuchillos, amenazantes. Yo pude ver desde donde estaba que la gente que pasaba por ahí o se unía al coro o seguían con sus asuntos, aquello era una desgracia para todos aquellos que vinieran a hacer su vida en el Imperio Bardo.
-¿Estás seguro de lo que has dicho? -dijo aquel hombre desafiando con la mirada a mi padre quien aguantaba el puño en el mismo punto, sus ojos grises mostraban una ira y confianza imponentes.
-Cierra tus ojos, Liam -ordenó mi padre con pesar.
-Haz caso a tu padre -apretó su agarrón el marinero mientras lo decía, aquel hombre me estaba ahogando, lo último que vi antes de cerrar mis ojos fue la cara de impotencia de mi padre. Cerré mis ojos, tragué saliva y pateé a aquel hombre en la cara, cosa que dejó sorprendido a mi padre y aturdió al marinero.
El coro se abalanzó sobre nosotros pero una cúpula amarillenta se cernió sobre mi padre y yo haciendo que se chocasen con tal fuerte estructura. Yo había caído al suelo pues necesitaba recuperar todo el aire perdido. Jadeaba con persistencia cuando miré hacia atrás donde estaba Roaj con unos orbes rojizos en cada mano.
Él observaba desafiante a los marineros que nos atacaban, que cada vez eran más. Ellos no parecían tan amedrentados como yo. Pero antes de que empezara ninguna pelea, se pudo escuchar a unas palmadas lentas provenientes de cerca. El que palmeaba parecía ser alguien importante pues todos en aquel lugar miraban con temor a aquel hombre, incluso el hombre al que había golpeado.
Aquel hombre vestía un sombrero extraño, su tez morena denotaba que era de Oselor, pues sólo ellos poseían aquel naranja enfermizo en la piel. Su nariz era rugosa, al igual que su piel pero en la nariz tenía grandes verrugas negras. Algo repugnante pues un pus de color cagada se podía ver cada vez que su nariz se movía. Los ojos de aquel pirata, perfilados con unos polvos azabaches, lucían de un color suave, color miel, que no hacían más que asustarme pues parecían no tener pupila.
-Muchacho, la bravuconería es para gente tonta, pero tú no eres tonto. Tú eres realmente valiente, te dejaría escapar a ti y a tu padre simplemente por ello -dijo con orgullo, la voz de aquel hombre era grave como un objeto pesado cayendo-. Pero has golpeado a uno de mi tripulación, a mi familia, le has deshonrado -aclaró subiendo su tono de voz-. Y ahora voy a ser yo quien te deshonre a ti. ¡Matadles!- ordenó al colectivo que estaba tras él.
Todos y cada uno de ellos venían corriendo hacia nosotros y es que aunque aquella estructura amarillenta seguía ahí apostada, todos estaban buscando una manera de abrirlo.
Roaj que estaba escondido tras la gente, gracias al vaivén de la gente pudo mantenernos seguros a todos, incluyéndole a él mismo. Nos tenían rodeados y no podíamos escapar. Aquello era uno de esos rompecabezas que yo odiaba tanto, era aquellos que no podía resolver.
Pero Roaj sí supo, rompió el escudo causando un estallido aturdidor, por tanto se acercó. Los bandidos, que habían caído al suelo por el estallido, se estaban recuperando rápido para atacar a mi padre con sus dagas. Mi padre tenía la ventaja de ser grande, es cierto que ya le había visto pelear pues en Agros las peleas eran algo así como una manera de relacionarse pero jamás le había visto luchar así. Encajaba puños a diestro y siniestro esquivando ágilmente el arma común de los gañanes hasta que le acertaron en un gemelo suyo. Gritó desgarrado por el dolor, tanto que mi corazón casi se partía por tal fuerte sentimiento.
-Huye -repetía mi padre-. Vete con Roaj, por favor -pidió cuando cuatro hombres lo inmovilizaron.
El barrigudo que había ordenado antes a sus secuaces paró aquel dantesco momento justo antes de que me atacasen a mi.
-Dejad al muchacho, él es comida de otros, el mago no me importa, es un viejo -dijo el pirata disfrutando su victoria- Pero mi venganza está servida, degolladle.
En cuanto escuché esas palabras el tiempo ralentizó, miré a mi alrededor, estábamos justo en medio del muelle, y aún así nadie prestaba atención. Me sentí mal, como si varios pesados me hubiesen aplastado bajo sus fuertes piernas, como si el amor por una persona no fuera posible, como si mi mundo tal y como lo conocía dejaba de ser aquel que tanto amaba, me sentí mal.
A mi padre lo golpearon, tanto que se quedó inconsciente, su cara desfigurada no daba abasto para más, sus ojos y labios estaban hinchados y de su nariz salía sangre a borbotones. Yo gritaba y lloraba pero incluso Roaj parecía estar inmóvil, cuando alzaron la daga sobre su cabeza cerré mis ojos pues no quería presenciar aquel horror.
Roaj silbó, creí que era para avisarme de cuando iría a ser la última estocada pero cuando escuché el relinchar me extrañé y me levanté ya que antes estaba postrado por la tristeza.
Roaj estaba montado en un rocín negro acompañado de otros dos sementales del mismo color, la crin de aquellos caballos eran de un castaño suave, contrastando al máximo con el color de piel natural. Roaj me cargó con una fuerza sobrehumana y me acomodó sobre la montura del caballo, golpeó dos veces a mi caballo en el trasero y éste salió disparado, casi cayó en uno de los tablones de madera ya rotos pero con un poco de suerte logró llevarme fuera de aquel horrendo lugar, fuera del muelle.
Dejando el puerto me relajé un poco y mi caballo lo notó pues menguó su velocidad cuando ya estábamos lejos, llevaba días esperandolo, tocar y ver tierra, pero desconocía cual era mi situación, desconocía a donde me dirigía, desconocía si aquello había sido todo una meticulosa y entramada trampa para matar a mi padre, lo único que sabía es que Roaj me había llevado fuera de ahí, y yo iría a volver aquella misma noche a buscarles con esperanzas de que no hubiese pasado nada malo.
Con suerte, si llegaba a encontrar a mi padre le repetiría mil veces más la mala idea que había sido venir. No podía parar de llorar por haber visto a mi padre en tal mal estado pero opaqué mis pensamientos negativos con otros positivos, di media vuelta y me dirigí al puerto.
__________
Si os soy sincero este capítulo no me gusta para nada pero creo que este giro era necesario para la trama. Un poco corto y muy rápido pero prometo esforzarme mucho más para el siguiente capítulo. Por eso haré esto ahora, es un sorteo que consiste en resolver un problema lógico, sin buscar respuestas en Google quiero que lo resolváis y como prueba que me digáis como disteis con la respuesta. Por muy estúpida que sea la manera decidla ya que no sólo tiene que estar correcta. Si la respuesta cumple con las condiciones anteriores más un comentario en la historia se le dedicara los tres capítulos siguientes. El problema lógico de hoy es:
"Un hombre entra en un bar y pide a un barman (el coctelero) un vaso de agua y el coctelero repentinamente saca una pistola y la apunta en la cabeza del señor, el hombre sale del bar contento y agradecido, ¿Como es eso posible?"
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top