Atrapado en la Noche, Parte 1
El viaje de vuelta a la fortaleza fue un caos. Apenas logramos acomodar el Henrik en el vagón plataforma y que todos estuvieran en sus respectivos lugares cuando Bullet nos sacó de allí.
Parecía sumamente preocupado, y por algún motivo eso me daba miedo. Aunque no nos lleváramos bien y mantuviéramos esa extraña relación de aparente odio mutuo, Bullet siempre había mostrado una arrogante tranquilidad. Sin embargo, ahora, esa calma infinita parecía haber desaparecido.
Aunque su rostro continuaba denotando arrogancia, sus acciones apresuradas y su constante vigilancia de una misteriosa luz en el horizonte nos preocupaban a todos. Incluso, no se inmutó cuando la tormenta, que hasta ahora había permanecido lejana, nos absorbió con sus ventiscas y neblina. Durante todo el viaje, Bullet no dejó de mirar en dirección a lo que asumimos serían aquellos regimientos de los que habló...
— ¿Qué crees que le esté pasando, Law...? —me preguntó Lars, sentado a mi lado y mirando hacia el pasillo, donde Bullet hacía malabares con la infernal caldera.
— Realmente me gustaría tener una respuesta, pero él es más cerrado que la caja del tesoro de Eichernberg ¿Me explico? —bromeé, intentando aliviar la tensión que nos rodeaba.
A nuestro alrededor, todos estaban temerosos, aún más que cuando salimos de la fortaleza. Murmullos fatídicos y teorías se esparcían entre los muchachos, en su mayoría novatos.
Esta pequeña operación había encendido una chispa de inseguridad y miedo en sus corazones. Tal vez, traerlos aquí fue un error; había hecho más daño que bien. Pero, al menos, una parte de mí se sentía conforme con el hecho de que habían tenido una experiencia mínima en combate...
— Todo está sucediendo demasiado rápido... —suspiré, mirando a la nada a través de la ventana—. Quiero tener la capacidad de adaptarme ¿Sabes? Pero no lo estoy logrando. Cada cosa que hacemos, cada intento... los Imperiales nos ganan por dos o tres pasos... ¡Es frustrante! —grité, golpeando la ventana con rabia.
— Te entiendo completamente —murmuró Lars, mirando con pena a su alrededor—. Pero te conozco lo suficiente para saber que no te quieres rendir. No te rendiste antes; menos lo harás ahora...
— Jeje... Sí. No quiero hacerlo, pero la situación parece ameritarlo. Veremos cuántos lo hacen una vez lleguemos a la fortaleza y se lo comuniquemos a la Mayor... Yo no seré uno de ellos, te lo aseguro, y más te vale que tú tampoco lo hagas.
— ¡Nunca te dejaría solo! —afirmó con lo que percibí era una sonrisa bajo su máscara—. A todo esto... —dijo, echando un rápido vistazo al vagón y acercándose un poco más a mí para que no nos escucharan—. ¿Qué sucedió entre Ludmilla y tú? Cuando fui a buscarte dentro del Henrik, la vi salir corriendo. No la habrás "toqueteado" ¿Verdad? —insinuó, levantando una ceja.
Qué no pasó sería la verdadera pregunta aquí... Y qué difícil es responderla.
— Te diría que fueras con Amaia y le preguntaras a ella, pero dudo que Ludmilla se atreviera a contarle algo —respondí en tono burlesco, recordando su cara enrojecida y llena de vergüenza antes de salir huyendo de mí—. Si te soy sincero, ni yo tengo la más remota idea. Fue un impulso —dije, con una sonrisa—. Fue... el clímax de algo que ha venido creciendo desde hace un tiempo.
— O sea que tú y ella... —dijo, haciendo unos gestos un tanto... provocativos con las manos—. Eres mi ídolo, Lawrence. Con una Princesa...
— Ya quisieras —murmuré con amargura, pensando en todas las posibilidades que podrían haber ocurrido en ese espacio casi oscuro—. Pero no llegó a nada... y no sé si realmente quería que pasara algo.
Ella es una Princesa, y yo un mero Comandante. Más allá de un encuentro casual, no creo que sea prudente entablar algo con ella; podría ser peligroso, sobre todo para su estatus.
No conozco la situación familiar de Ludmilla al detalle, pero no me parece que tener un amorío con su superior en el ejército, ahora mismo no es la mejor idea. Más allá de lo que ella o yo podamos sentir, hay barreras que preferiría no cruzar. Además, ahora mismo tenemos problemas mayores que preocuparnos por un romance...
Por mucho que mi corazón se confunda ante la idea de estar con Ludmilla, mi cabeza debe centrarse en el futuro inmediato; hay más en juego que una relación amorosa. Una vez que todo se calme, tal vez tome el tiempo de ahondar en mis sentimientos hacia ella. Pero, por ahora, tengo que saber cuáles son mis prioridades, y esa resplandeciente luz al final de la vía es una de ellas.
Los minutos pasaron y, con ellos, el tren aumentó drásticamente su velocidad en nuestra carrera hacia la fortaleza. Podíamos sentir cómo los amortiguadores de los vagones sufrían con cada kilómetro por hora que ganábamos; lo que comenzó como un ligero chirrido y algunos movimientos bruscos se convirtió en vibraciones constantes y traqueteos.
La mayoría de los muchachos no parecía notarlo, más concentrados en la idea de los regimientos Imperiales que en la peligrosa situación que hacía que los vagones se movieran peligrosamente de un lado a otro. Al principio, preferí no prestarle atención y simplemente aferrarme al asiento, pero luego de las primeras sacudidas, decidí hacer algo.
— Voy a ver qué demonios está haciendo Bullet en la cabina —le comenté a Lars, parándome con cuidado del asiento.
— Como gustes... —asintió él, clavando sus uñas en el asiento y dándome el visto bueno con la cabeza.
Agarre los respaldos de los asientos y comencé a atravesar los angostos pasillos llenos de soldados temerosos vestidos de negro. De pie, me fue más fácil mantenerme sin caerme al poder sostenerme de varios lugares, incluso previniendo algunos saltos extendiendo mis piernas hacia los lados.
Sin tanta dificultad como había anticipado, logré cruzar el vagón y abrir la pesada puerta, saliendo al mortal frío exterior de la noche e ingresando a un pequeño pasillo lleno de carbón apilado.
Adelante, detrás de la puerta de la cabina, estaba Bullet, paleando carbón en la caldera con una enorme pala negra. Intentando no tocar nada para no lastimarme las manos con el frío, atravesé el gélido pasillo a pequeños pasos, cuidando no caerme. Finalmente, al llegar a la cabina, abrí la puerta y al instante me golpeó un abrumador calor, provocándome una extraña sensación de satisfacción al contrastar la calidez con el frío exterior.
— ¡Deja de quedarte parado ahí como un idiota! —me gritó Bullet, terminando de palear los últimos restos de carbón de una caja y empujándola luego con el pie.
— ¿Qué te sucede? —le pregunté al instante, entrando a la cabina y forcejeando para cerrar la puerta—. Es incómodo verte así de ansioso...
Bullet solo entornó los ojos ante mi comentario y, molesto, se acercó para empujar la puerta de metal con una sola mano, cerrándola con suma facilidad.
— ¿Tú no estás nervioso? —me devolvió la pregunta, algo irritado—. Seis regimientos se acercan, ¿Y no estás nervioso? Yo tengo mis razones... —explicó, volviendo a la caldera y cerrando la puerta metálica—, pero creería que tú eres el que debería estarlo.
— Estoy nervioso, sí, pero intento no mostrarlo. Ya sabes... no es bueno para ellos —dije, señalando con la cabeza los vagones detrás de nosotros—. Pero vine aquí para saber por qué aumentaste tanto la velocidad. Los vagones poco más y bailan con el traqueteo.
Por suerte, ninguno de los muchachos se había quejado ni lo encontró demasiado incómodo. Si lo hubieran hecho, ahí sí habría habido un problema real.
— Quiero llegar cuanto antes a la fortaleza; no tengo intenciones de luchar contra miles de soldados, asumo que tú tampoco... —dijo, recostándose contra una de las paredes de la cabina y observando el trayecto que hacía el convoy iluminado de vagones a través de una ventanilla.
— ¿No estás exagerando? —le cuestioné, asomándome también por la otra ventanilla y viendo a duras penas los vagones moverse en la oscuridad sobre las vías, balanceándose cada vez que tomábamos una curva, por más leve que fuera.
A leguas se notaba cómo la ventisca azotaba con fuerza, moviendo toneladas de nieve de un lado a otro; incluso se podía percibir el cambio de dirección del viento. Eso, sumado a la noche, me hacía cuestionarme cómo Bullet lograba controlar el tren a esta velocidad.
— Mi trabajo es llevarlos y traerlos, ya te lo dije... —murmuró, centrando su atención en la ventanilla, frunciendo el ceño y extendiendo un brazo hacia una gran palanca gris que sobresalía del piso de la cabina.
Antes de que pudiera reaccionar, Bullet jaló la palanca con una fuerza descomunal.
"¡¡¡Plack-Plack!!!" resonó el mecanismo, y al instante un horrible chirrido, seguido de un fuerte frenazo en seco, sacudió el tren. Todos los que estábamos dentro fuimos empujados hacia atrás; apenas logré sujetarme de los salientes metálicos de la caldera, pero terminé cayendo sobre un montón de carbón negruzco.
Aturdido, me levanté, mirando de reojo por la ventanilla y viendo una lluvia de chispas que emergía de las ruedas del tren. Bullet, por su parte, parecía inmutable, aún sosteniendo la palanca con una molesta sonrisa de oreja a oreja.
— Estate feliz, Comandante. Estamos por llegar... —avisó, tornando su sonrisa burlesca en una expresión más seria—. Una vez allí, nuestros caminos se separan. Cuando entres en la fortaleza, seguramente seas recibido por la Mayor; te recomiendo que le cuentes todo. La ayudará bastante; ya está sobrepasada con la posible guerra.
¿Bullet... preocupándose por alguien? Eso sí era nuevo. No me hacía una imagen así de él...
— ¿Desde cuándo te preocupas por los demás? —pregunté, incrédulo—. No pareces ser alguien que lo haga, no por cómo nos tratas a todos...
— Porque no lo hago por ustedes; me preocupo por alguien más... —respondió, mirándome fijamente—. Me preocupo por alguien, y si ustedes están bien, ella estará bien.
¿Ella? ¿Bullet tiene a alguien? Eso sí que era un milagro. Aunque, en realidad, tenía sentido. Todos podemos tener a alguien...
Lars, por ejemplo, tiene a Amaia, aunque no son particularmente expresivos al respecto. Bullet, por su parte, no parece llevarse mal con el mundo entero, solo con los militares...
— ¿Así que tienes a alguien? Ya veo... —asentí, dándole una burlesca "cara de respeto".
— ¿Qué? ¿Acaso no puedo tener a nadie? —reaccionó furioso, mirándome con una mirada asesina y dando un paso hacia mí.
De repente, esa "aura" volvió.
Bullet realmente se había enojado. Sus ojos rojos se clavaron en los míos y su respiración, al igual que su postura, parecían haber cambiado en un segundo. Parecía una bomba de relojería; sus respiraciones se asemejaban al "tic-tac" de un reloj y su postura, encorvada y con las manos a medio cerrar, era una advertencia clara...
Empecé a sentir un peso opresivo en los hombros, y mis pulmones comenzaron a vaciarse.
Podía sentirlo... Bullet iba a atacarme, y algo me impedía moverme. Las alarmas de mi cuerpo saltaron cuando su boca comenzó a abrirse lentamente, dejando ver unos dientes enormes y blancos.
— Ehhh... ¡Bullet, relájate! —le pedí, mientras intentaba alcanzar alguna de mis armas—. Lo siento, no era mi intención tocar una fibra que no debía ¡Pero no lo hagas!
—¡Tú...! —gritó —. ¡No me cuestiones! ¡No querrás ver de lo que soy capaz! ¿O sí? —sugirió, girando lentamente la cabeza.
Realmente había atizado a una bestia que no debía ser molestada.
— Tranquilo... no quiero problemas —afirmé al instante, sacando mis manos de mi espada y escopeta, mostrándoselas—. Te pido disculpas, en serio; me metí en un tema que no debía y me arrepiento.
Bullet solo respondió con un silencio sepulcral, mirándome de arriba abajo mientras mantenía esa aura opresiva a su alrededor. Sus ojos rojos evaluaban mis intenciones, reaccionando ante mis más leves movimientos. Él era la bestia, y yo la posible presa...
El mundo pareció congelarse. Era incapaz de oír nada salvo los latidos de mi corazón y el insistente mensaje de mi subconsciente de que huyera. Esta era la primera vez que sentía estar enfrentando algo que escapaba a mi entendimiento, y me estaba asustando... nunca pensé enfrentarme a algo como Bullet. Él no era humano...
— Te diré una cosa, Lawrence. —Se acercó, impidiéndome respirar y obligándome a mirarlo a los ojos—. Podrás cuestionarme todo, ¡TODO! Pero eso... eso jamás. No sabes nada de mí... y no sabes nada de ella...
— Te dije que lo siento... —murmuré, cerrando los ojos a la espera de lo peor—. Tengo la cabeza llena de cosas, ¡Y fui un idiota! No era mi intención atacarte de esta forma. ¡Es solo...!
— ¿Es solo qué? —exigió, escupiendo grandes gotas de saliva y acercando una mano a mi abdomen.
— ¡Solo quiero respuestas! —respondí, dejándome llevar por mis emociones—. ¡Quiero saber qué está pasando! ¡Estoy harto de no saber nada y ver morir a los demás! Solo quiero respuestas... solo quiero respuestas... —confesé, asumiendo mi destino.
De repente, un espasmo recorrió el rostro de Bullet y, de alguna manera, formó una ligera sonrisa mientras se alejaba un poco de mí ¿Había dicho algo gracioso?
Cuando lo vi retroceder, sentí cómo esa aura regresaba a Bullet, absorbiéndose en él y permitiéndome respirar con normalidad.
— Ja... ja... ja... —Bullet parecía incapaz de contener la risa, meciendo la cabeza de un lado a otro mientras me daba la espalda—. ¿De verdad crees que estás harto de ver a los demás morir? —volteó incrédulo hacia mí.
Mi cerebro me decía que estuviera alerta, que esto no había terminado.
— ¿Es eso gracioso? —pregunté, aún con el corazón en la boca.
— No... no, para nada... —murmuró, resoplando mientras se pasaba una mano por la blanca cabellera, despeinándola—. Tú no estás harto... —dijo, con una sonrisa incrédula—. No tienes idea de lo que es ver morir a la gente.
— ¿Y qué sabes tú de eso? —respondí, sintiéndome atacado.
— Más que tú, eso seguro, niño rico. —Escupió a mis pies—. Pero no te culpo; no es fácil adaptarse a una guerra...
Aparentando que no había pasado nada, Bullet se alejó de mí, acercándose nuevamente a la inmensa caldera y manipulando algunas válvulas y palancas antes de recostarse contra la ventanilla. Su actitud cambió nuevamente, como si no hubiera estado a un paso de matarme; ahora, solo guardaba silencio, mirándome de arriba abajo, pensativo.
— Estamos llegando... —murmuró, relamiéndose ligeramente los labios y asintiendo mientras tiraba de la misma palanca de antes, frenando esta vez con más cuidado.
En el corto trayecto entre la entrada de la fortaleza y el andén, Bullet no volvió a dirigirme la palabra. Se limitó a analizarme en silencio mientras, con habilidad, continuaba conduciendo el tren...
Cuando finalmente nos detuvimos y las edificaciones de piedra nos rodearon, abandoné la cabina en silencio, sintiéndome, por algún motivo, "vivo". Este último encuentro con Bullet me había hecho reflexionar.
— Quizás solo necesitaba desahogarme... —pensé en voz alta, atravesando el pasillo lleno de carbón y volviendo al vagón donde estaban los muchachos.
Al poner un pie en el vagón, todos me miraron con temor, incluso antes de que terminara de cerrar la puerta. Sus miradas denotaban verdadero pavor.
— Comandante... —susurró un joven de apariencia demacrada, sentado en la segunda fila de asientos—. Usted está bien... ¿Verdad?
La cara de horror con la que me hizo la pregunta me dejó mudo. Podía notar en sus ojos y en su temblorosa voz el miedo que sentía en estos momentos. Ante su pregunta, no fui capaz de responder; solo pude mirarlo a él y a los demás, que también rogaban en silencio por una respuesta mía.
¿Realmente estoy bien?
Esa pregunta resonó en mi cabeza, profundizando aún más la incertidumbre ¿Estaba en condiciones para responderle?
Mi silencio fue tomado como lo que era: una rotunda y sincera negativa. Yo no estaba bien, y ellos lo notaron. Mis gestos, seguramente, lo dejaban en claro, y ellos, carentes del ánimo de su superior, se pusieron de pie y abandonaron el vagón en orden. Los demás en otros vagones también hicieron lo mismo, dirigiéndose sin energías hacia nuestro dormitorio, dentro de la fortaleza.
—No estoy bien... —confesé al vacío vagón, sin saber qué hacer.
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Sin más que decir, agradezco que hayas llegado hasta aquí, te invito a comentar si te gustó, y si no te gustó también, siempre hay lugar para mejorar. Recuerda votar el capitulo, eso siempre ayuda a seguir adelante y ahora sí, sin más que decir, me despido. Espero verte/leerte en los siguientes capítulos.
Se despide, Bullet...
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