VI - Familia Spencer

Febrero de 2008

A diferencia de los otros niños Anthony no quería ser adoptado. Claro que quería una familia y por supuesto que sabía que la vida en el orfanato no era la ideal, pero después de que Aleska se marchara, él era lo único que le quedaba a Kay. Bueno, él y sus osos, por lo que había decidido firmemente no irse a ninguna parte. Después de todo, la vida con Elena y los demás niños del orfanato no era tan mala.

Y con toda la fuerza que puede poner un niño de seis años en una decisión, Anthony Harper le juro a Teddy que ellos no se irían a ningún lado.

Ese fue su firme pensamiento desde que adoptaron a Aleska. Fue lo que le dijo a Elena una semana después de que se la llevaran, fue lo que le prometió a Kay al mes siguiente y fue su pie de guerra cuando la primera semana de febrero, semana de visita en el orfanato, la familia Spencer mostro interés en él.

Teresa Spencer era una mujer de estatura pequeña, con el cabello largo de un tono castaño y una falda que parecía arrastrar cada vez que caminaba. Se fijó en Anthony en el mismo momento en que entro junto a su marido al orfanato. Era pequeño, pero a diferencia de los otros niños que hacían de todo para llamar la atención de los posibles padres, Anthony parecía que por todos los medios deseaba camuflarse en una esquina para no ser notado.

Tenía el cabello negro, al igual que Luis, al igual que los niños que invadían sus sueños cada vez que pensaba en ser madre.

Sus pies la guiaron sin ella pensarlo a aquella esquina apartada del living y antes que se diera cuenta estaba agachado frente al diminuto humano, que parecía ignorar su presencia.

– ¿Es tu oso?

El niño abrió los ojos aterrado, como si no se hubiera percatado en qué momento ella se había acercado tanto.

Asintió lentamente, dudando en las intenciones de aquella mujer que usaba un suéter de mangas largas pese al anormal calor de ese día.

– ¿Y tiene nombre?

No entendía porque le estaba conversando. Había por lo menos cuatro niños gritando por la intención del que supuso era su marido y otros dos viendo cómo podían acercarse a ella. Aun así contesto.

–Teddy.

–Teddy es un bonito nombre. Yo me llamo Teresa, ¿puedes decirme el tuyo?

– ¿Quiere adoptarme?– Anthony podía ser pequeño, podía ser introvertido, podía temerle a muchas cosas, pero no era tonto. Esa mujer le estaba hablando igual que la señora rubia le hablo a Aleska antes de adoptarla y él no iba a permitir que se lo llevaran. Teresa se asombró de la perspicacia del niño. ¿Qué edad tenia? ¿Cinco, seis años? Y en solo dos frases había logrado entrever sus intenciones. Se parecía mucho al carácter de su marido.

–Eso me gustaría si a ti no te molesta–. ¿Para qué mentir? Sería una ofensa al niño negarle sus intenciones.

–Yo no puedo irme– Anthony abrazo a Teddy mientras intentaba alejarse de aquella mujer en el pequeño espacio que dejaba la pared donde se había intentado camuflar.

Bueno, realmente no es que no pudiera irse, pero no debía. No quería. No podía dejar a Kay solo cuando lo único que tenían en este mundo era el uno al otro.

No podía traicionarlo de esa manera.

La mujer seguía frente a él, observándolo con sus ojos brillantes como si no entendiera porque un huérfano como él no quería ser adoptado.

Era ilógico.

Todo niño deseaba una familia, todos deseaban a la madre que hornea galletas y al padre que juega los fin de semanas hasta que llega la noche. Lo que Teresa no comprendía, y jamás lograría comprender, es que para Anthony su familia se encontraba en ese orfanato. Tal vez no era ideal, tal vez una mujer de casi cincuenta años y un niño de siete no eran la familia que todo niño deseaba, pero tomando en cuenta el pasado del pequeño era más de lo que pensó que tendría.

Teresa podía elegir a cualquier niño para saciar sus ansias de ser madre, él por el contrario solo tenía a un niño rubio, una mujer con apariencia de mamá y dos osos.

Luis buscaba con la mirada a su esposa, preguntándose en qué momento había dejado su lado, hasta que finalmente la encontró frente a una pared arrodillada. Se acercó lentamente para ver qué es lo que había alejado a su mujer de su lado sin siquiera decirle.

Al principio creyó que no era nada, que tal vez a Teresa se le había caído algo, pero solo bastaron unos pasos más para descubrir el objeto de interés de su esposa.

¿Eso era un niño? Parecía un pequeño muñeco por la diminuta figura, además parecía asustado, ¿de Teresa? ¿Quién en su sano juicio puede temerle a su esposa? Su mujer era la cosa más inofensiva del mundo, nada de ella podría representar ninguna amenaza, desde su baja estatura hasta su voz dulce y serena, resaltaban a metros de distancia su crianza bajo el amparo de las monjas.

Se acercó lo más lento posible, intentando escuchar los suaves murmullos en los cuales conversaban.

– ¿Por qué dices eso pequeño? Claro que puedes irte, ¿No te gustaría tener una familia?

Anthony negó moviendo todo su cabello negro que caía desordenadamente sobre su cabeza. –Yo ya tengo una familia.

Se paró suavemente abrazando más fuerte a su oso antes de volver a mirar a la mujer. –Si me disculpa. –Y con eso se marchó dejando a una sorprendida Teresa y a un impresionado Luis que había escuchado las últimas frases.

Elena se acercó viendo la interacción y temiendo el motivo por el cual Anthony, nuevamente, se había ido a encerrar a su cuarto.

– ¿Sucede algo, señor Spencer?

El hombre la miro pero antes de poder decir algo Teresa se adelantó. –Ese niño, el del oso. ¿Tiene familia?

Elena la miro sin comprender pero aun así respondió –Los padres de Anthony fallecieron y eran los únicos familiares vivos que tenía el niño.

– ¿Entonces porque dijo aquello? –Elena no respondió pues la mujer parecía estar hablando consigo misma.

–Queremos adoptarle.

– ¿Disculpe?

–Me ha escuchado, queremos hacer los trámites de adopción para Anthony.

Por alguna razón a Elena no le gustaba el hombre, hablaba fuerte, parecía animal al acecho y su mujer parecía empequeñecerse cada vez que él se acercaba. Pero tal vez influía el apego que tenía con el niño, a lo mejor era solo sicosis suya.

Guio a la pareja a la cocina que hacía de oficina provisional y durante tres horas conversaron sobre todo los tramites que tendrían que hacer para tener la custodia del menor.

Finalmente, y con una extraña sensación en el alma, la familia Spencer se marchó del orfanato con la promesa de volver en los siguientes días para ver a Anthony.

Si Elena creyó que comenzar los trámites para que adoptaran a al niño había sido difícil, no se comparaba con lo que se encontraría esa noche al intentar conversar con él.

– ¡No quiero irme! –y esa era la primera vez que Anthony levantaba la voz desde que había dejado a Luciano.

–Anthony por favor, ¿podemos conversar?

– ¿Por qué quieres mandarme lejos?

Y Elena juro que su corazón se quebró en mil pedazos al escuchar lo pequeña que se volvió la voz del niño.

–Cariño, yo no quiero mandarte lejos. Jamás te alejaría de mi lado si fuera posible. Pero esto es un orfanato. Los orfanatos son para que los niños encuentren familias, no para que vivan en ellos de manera permanente.

Anthony miro el suelo sintiendo como nuevamente su mundo se caía a pedazos. –Pero... ustedes son mi familia.

Elena se agacho frente al niño que había terminado sentado en la cama.

El pequeño era tan independiente, tan maduro y autosuficiente que haberes olvidaba que estaba frente a un niño de seis años.

–Cariño mírame. –Las experimentadas manos tomaron con delicadeza el rostro que en cualquier momento caería en llanto–. Por supuesto que somos tú familia, pero la pareja Spencer necesitan un hijo, tienen mucho amor para dar y tú podrías ser ese pequeño afortunado. Anthony, que te adopten no significa que nos olvidaremos de ti, puedes venir a verme o a jugar con Kay. Además seguirás en la misma escuela. ¿No te gustaría tener una familia solamente para ti y Teddy?

– ¿Teddy?

– ¡Por supuesto! No piensas dejarlo aquí solito, ¿cierto?

–No. –Anthony abrazo a su oso con fuerza. ¿Tendría razón Elena? ¿Sería esta una familia de verdad?– Kay se va a enojar.

Elena sonrió. Y ahí estaba el Anthony que ella conocía, preocupándose por todos antes que por el mismo.

–No se va a enojar. Lo vendrás a visitar y yo misma lo llevare de visita si eso está bien con Luis y Teresa. Son buenas personas cariño, dales una oportunidad.

Y confiando ciegamente en las palabras de Elena, creyendo que por fin la vida le sonreiría y no perdería nuevamente lo poco que tenía, asintió. Le creyó que podía ser feliz y Elena creyó que el niño estaría seguro. Ambos creyendo en lo que esperaban del futuro sin ver realmente la tormenta que se avecinaba entre las tranquilas nubes.

Casi cuatro meses después todos los trámites estaban listos y Anthony comenzaba su nueva vida como hijo adoptivo de Luis y Teresa Spencer.

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