8. El color de Eloé

Eloé terminó de colocar la última figura de madera cuando se levantó y resopló con una sonrisa en el rostro, satisfecho por su creación. A su lado, Bitzo miraba al cielo sobre hierba, poniendo atención a sus tenues cambios de tonalidad: de verde claro a verde pastel, de verde pastel a verde chillante... todo con solo sus pensamientos como controladores.

De tanto en tanto, dejaba que el fuego envolviera su mano y la deslizaba frente de sí, creando una cortina de brasas naranjas. Reía sin saber qué le causaba gracia y el cielo reaccionaba queriendo estallar en luminosidad. En esos momentos era donde más sentía vivo y conectado a sus tierras natales. Volteó la vista hacia su padre y le tocó la espalda descubierta.

—¿Terminaste?

—Acabas de preguntarlo; pero sí, ya terminé.

Con el cabello revuelvo, el chico se sentó cruzando las piernas y entrecerró los ojos en cada una de la etapas de una Viglu Yigurú ilustradas con letreros u objetos. Algunos los había creado él sin el propósito de ser protagonista de una lección para Vigilantes y otros su propio padre los había cortado y tallado a mano para ese día. Bitzo prometió para sí esconder las esculturas apenas terminara su explicación, tan solo tenía que saber dónde las esconderlas.

Con los ojos en una turbulenta tormenta amarilla, el chico contempló el complemento de figuras dejándose inclinar hacia atrás para tener una mejor visión de ellas.

—Conozco esa mirada —aseveró su padre tratando de denotar seriedad y fallando en el intento, como era usual—. No sé qué planeas, pero no lo planees.

Bitzo soltó una estruendosa carcajada.

—No lo planeo —jugó con el verbo.

Una sonrisa fugaz apareció en el rostro de Eloé y no se molestó en ocultarla. Acomodándose en la hierba, procedió a explicar su maqueta.

— Empezaremos con esta —señaló la primer hoja de eucalipto con letras quemadas grabadas con algún objeto puntiagudo que le sirvió de lápiz al que podía calentar sin que se derritiera—. «Mislevy» significa «extracción» en el mundo humano y es el inicio, donde el Vigilante del Color debe ir a recoger a su ama, La Dama de Color y estar con ella los primeros días de adaptación... ¡Bitzo!

—Perdón, perdón —espetó dejando caer una de las figuras que ya había tomado entre sus dedos.

—Humm... La etapa se divide en dos apartados: Loron y Veniz. Sabes bien qué significa Loron «inicio» donde todo comienza y Veniz no tiene traducción y tan solo hace referencia a los tres primeros días de adaptación de los que te hablé: el primer día será de reposo, el segundo de confusión y el tercero de memorias; el tercero será en el que recuerde todo.

Loron lo representaba la figura que Bitzo había creado como imagen de sí mismo, su cabeza era una pelota creada por las largas tiras de una Asui (extremidades de un árbol de Sindora creadas a partir de su corteza, como largas cuerdas manipulables). El cuerpo era de palos y una tela negra (arrancada del borde de uno de sus pantalones) estaba sujeta alrededor de su cuello y caía por su espalda como capa. Bitzo nunca deseó aprender el arte de los humanos por construir vestuarios, así que creaba prendas sin otro agujero más que el de la cabeza; como una casulla o simple capa. El muñeco de palo estaba al lado de una figura de madera tallada de su padre: la silueta de una mujer sin facciones con un vestido plano y manos demasiado grandes.

Primeramente, Eloé las tomó con sus yemas de los dedos iluminadas debido a su poder y las unió, simulando que las figuras se tomaban de las manos. Hizo que saltaran para que, a la hora de aterrizar, su piel estuviera en contacto con la tierra y un vapor de colores pasteles saliera de sus poros hacia arriba, como una forma de imitar el cambio de mundo de una Dama de Color que dejaba un vaporoso residuo distintivo.

El poder de su padre se manifestaba con más ímpetu por el contacto con la tierra de Sindora, por tanto no solo sus yemas o el repentino humo se manifestaba de él; debajo suyo había una aureola creada involuntariamente de tenues colores luminiscentes pululando entusiastas. Bitzo no pudo evitar soltar una risita por lo bajo ante el irónico escenario donde no solo él parecía una estrella intentando controlar sus muchas habilidades a la vez, sino su fija concentración y compleja dramatización al mover las figuras; como un niño.

A continuación, su padre tomó el muñeco y lo colocó al lado del cartel «Veniz», luego hizo que la mujer de madera se acostara en la hierba frente a él. Como si estuvieran en el primer día de reposo y el Vigilante está al pendiente de su despertar. A su lado había un tres en letras sindoras haciendo referencia a los días de duración de la etapa.

Satisfecho con su actuación, Eloé se irguió y miró a su hijo.

—¿Preguntas?

Bitzo creó una de lo poco que había escuchado.

—¿Cuándo termina Loron? —preguntó, estirando las piernas.

—Al momento que La Dama de Color pisa Sindora —explicó volviendo a su sitio un cabello rebelde en su frente y suspiró—. Veniz y la última fase de todas son las más difíciles. En el día final de Veniz tendrás que enfrentarte a sus recuerdos y su dolor ante todo lo que abandonaron en el mundo humano y además, Bitzo, tienes que estar preparado para afrontar... hum... el odio y la rabia, algunas de ellas intentan avanzar y estar bien a pesar de todo; pero otras no y te culparán de su encierro hasta ser liberadas. Solo debes mostrarle tu devoción, comprensión y apoyo, si saben valorarlo intentarán dejar su vida pasada de lado. Haz tu trabajo y si desean vivir así, en medio de la culpa; tendrás que dejarlas hacerlo.

Aquello formuló un nuevo pensamiento en el chico que lo hizo despertar de su constante ensoñación. Imaginó la escena de sus pesadillas donde la culpa y el odio le pertenecerían día con día y su padre no estaba con él para entregarle nada más. Las dudas acompañaron sus esquemas mentales e incapaz de reprimirlo, todo su temor explotó en su semblante.

Su padre supo de inmediato que aquello le había generado especial preocupación.

—¿Qué haré si me odian? —preguntó el chico, asustado.

—Aceptarlo y seguir sirviéndolas, es todo lo que puedes hacer para remediarlo.

Él tomó sus mano y apretó, mostrándole su compañía. Conocía a su hijo lo suficiente como para reconocer sus estados perdidos, donde no existía nada más que sus pensamientos.

—A veces, Bitzo, hay que aceptar las cosas tal cual son. No podemos cambiarlas.

Su hijo asintió, mirándolo con los ojos más abiertos de lo normal, pero mucho más tranquilo que antes.

—Sigamos con Sindory, esta etapa se divide en dos partes: Mihari y Florva. Mihari o «sabiduría» alude al conocimiento, el Vigilante del Color... —Atrajo los muñecos y movió la representación de Bitzo de arriba a abajo simulando hablar frente a la mujer de madera—... le enseñará a su ama todo lo que debe saber sobre Sindora: tú, su misión o ella misma si aún tiene preguntas. Usualmente hago esta fase cinco o diez años después de Loron, cuando ellas ya han asimilado este mundo; pero puedes hacerla cuando creas que está lista para escuchar.

—¿Me enseñarás a responder esas preguntas? —lo interrumpió Bitzo.

—Se supone que deberías saber cómo responderlas.

—Oh.

Eloé continuó arrastrando los muñecos a la siguiente etapa.

Florva o «entrenamiento» será solo una etapa de precaución y complemento de Mihari para mostrarle en arcilla húmeda todo lo que puede hacer con sus poderes...

—¿Arcilla húmeda? —interrumpió el chico.

—Denia usa mucho esa expresión, quiere decir que lo pasará a la realidad.

Con un suspiro, Eloé prosiguió:

—Así, además, será más fácil para ella en la Liberación. —Cuidadosamente colocó un pétalo blanco sobre el lugar donde deberían estar los ojos de la mujer, lo calentó con su yema y esta se adhirió a su rostro tornándose de un tono más oscuro. Era una alusión al vendaje o «Zikay» de La Dama de Color—. Deberá usar el vendaje en esta fase de entrenamiento; no es necesario, pero podrá evitar una desgracia en el caso de que pierda el control... ¿Estás poniendo atención?

—Sí, ¿puedo tomar las figuras? —insistió, incapaz de sacárselas de la cabeza.

Eloé soltó una profunda carcajada,.

—Fui muy incrédulo al creer que funcionaría así. Ven, vamos a hacerlo bien. —Le señaló la última etapa: Aloevy que significaba «Liberación», y le pasó las figuras—. Yo te la explico, tú la actuas, ¿vinalora?

—Vinalora —estuvo de acuerdo.

Aloevy se divide en cuatro partes. La primera es Slubilá o «acercamiento» que se da unos dos años antes de la Liberación, lo sabrás por el color de las uñas de tu ama, ya lo has visto —le tomó la mano, viajó hasta la punta de sus dedos y acariciando las uñas dejó un trillo color de un gris oscuro—. Tonos blancos son iguales a más tiempo, este color sería el adecuado para iniciar la fase de Slubilá. Tendrás que notificarle lo cerca que está de ser liberada. La segunda fase...

—¡Espera! ¿No tengo que actuarlo?

—Ya lo hice yo por ti, en la siguiente lo harás —repuso y esperó una replica (porque siempre había una de parte de su hijo); pero esta vez asintió, preparado—. Muraj significa «regreso», llevarás a La Dama de Color devuelta a su mundo justo hacia donde yace su mayor amor viviente o Hereyla-ka...

Bitzo tomó la siguiente figura: un hombre de traje con la cabeza grande y sin facciones, y la presentó frente a la Dama de Color. Su propio muñeco permanecía a unos pasos, escondido detrás de una piedra y observándolos. Su padre soltó una suave risa.

—A partir de esa fase se da inicio la fase Tya o «transpaso de poder». —Le quitó la figura femenina e hizo que ambos se dieran la mano—. La Dama de Color deberá hacer contacto con la piel de su amor viviente y traspasar todo su color...

De la nada, un ávido poder surgió del agarre de su padre y recorrió la figura hasta envolverla. Los pequeños y deformes dedos unidos sucumbieron al color y tocaron con sus yemas a los de la figura masculina aparentando el traspaso.

—Por último... —continuó, haciendo desaparecer todo su poder de la figura—.... Dylú no tiene una traducción exacta, pero hace referencia a la «sanación» o «descanso». La Viglu Yigurú entrará en reposo y olvidará todo lo correspondiente a su tarea como descendiente de Colori. Retomará su vida como humana y al parar el reloj que te heredaré en su momento, deberás buscar a la siguiente. Esta ausencia de Viglu Yigurú durará una semana como mucho, notarás el cambio de clima en el mundo humano, entrarán en un fuerte invierno.

Bitzo actuó un despertar e hizo que la figura de mujer caminara en la dirección contraria de la suya, como si nada hubiera pasado y sus vidas se hubieran reiniciado.

Me olvidarás, pero en mí siempre se hallará la marca indistinguible de tu color y el recuerdo de tu ferviente tez esclarecida por el retrato invisible de un dios airado —recitó Bitzo en un murmullo suave, recordando un fragmento de una de las canciones de su padre.

—La tradujiste —señaló Eloé, sorprendido.

—Me dijiste que lo hiciera.

—Pensé que... ¿las tradujiste todas? No, no importa... hum... ¿preguntas? Repasaremos todo con la nueva Dama de Color así lo verás en acción —Sacó el reloj de su bolsillo y le pegó una rápida ojeada—. Quedan unos dos días para la fase de Loron.

—¿Conseguiste su nombre?

—Se llama Hyla, vive en un pueblo pequeño con su esposo al que le parece prudente hablar casi gritando a todas horas —sonrió, avanzando hacia el árbol más cercano con su hijo siguiéndolo.

—¿Puedo quedarme con las figuras? —preguntó finalmente el chico.

—Claro, ¿quieres que te haga más?

—No, las haces terrible, gander; pero si me enseñas a hacerlas... —insinuó elevando la mirada. Su padre asintió, sonriente. Tomando las figuras, el chico se detuvo a preguntar—: Después de Dylú, la última fase, ¿qué pasa si ellas vuelven con sus familias o conocidos? Y... sé que es prohibido buscarlas luego de la Liberación, pero ¿qué pasa si las vemos?

Respondió despacio, con el semblante cambiado y la voz neutra.

—Colori se encarga de eso.

—¿De sus conocidos y nosotros?

—De todos los que puedan reconocerla, de nosotros nos encargamos nosotros mismos. Por eso he.... por eso cambiábamos tanto de lugar en el mundo humano y por eso solo puedes ir a lugares desérticos cuando estás solo.

—Lo sé, eso lo sé; pero ¿y si pasara? ¿aunque sea por accidente?

—A Colori no le agradará —se resignó a decir, tocando su hombro e intentando tranquilizarlo.

Le sonrió, pero su sonrisa quedó exenta de alegría. Bitzo miró sus ojos, ahora iguales que lo suyos de un tono amarillo escandaloso, tomó su mano y la apretó levemente. Su iris sufrió un repentino tifón oscuro que el chico otorgó a la verdadera respuesta a esa pregunta. Sin embargo, en ese instante no fue capaz de vislumbrar la mentira en sus palabras. Ni tampoco lo hizo cuando la verdad fue revelada.

«De las mentiras se construyen las guerras, Bitzo», le había dicho alguna vez. Lo que ninguno sabía es que una sencilla sonrisa cálida podía empezar una fogosa llamarada infinita de ellas.

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