16. El color de una Dama de Color [Parte 2]

Dejando mucha distancia entre ellos, Bitzo se sacudió los pantalones y con las manos extendidas le preguntó qué le gustaría saber primero.

—¿Qué hago aquí?

—¿Y si dejamos esas preguntas para el final? Puedo enseñarle el lago Quitbo, explicarle por qué los árboles son tan grandes aquí...

Su mirada fue suficiente para acallarlo y lo hizo expulsar un profundo suspiro.

—Prométame que no se irá —añadió, recordando los diversos rechazos que recibió con sus palabras.

Ella asintió, pero en realidad no estaba segura en si lo cumpliría. El chico seguía transmitiéndole un sentimiento de nudo en su pecho, pero no de odio ni remordimiento. Al fin y al cabo, solo era un chico, no podía ser su enemiga ni tenía la culpa de lo sucedido, o eso parecía. Sin embargo, no quería decir que sus recuerdos no seguían atormentándola por sí solos.

Comenzaron a caminar a la dirección del lago y Dama no pudo evitar preguntarse por qué sus pies seguían temblando, los miró y Bitzo le dio la respuesta.

—El suelo serpentea, es normal aquí.

Incrédula, decidió dejarlo hablar.

—Fue escogida por Colori. —Su mirada denotó aún más confusión—. Colori es el dios del color y Furú el dios del fuego, ambos trabajaban juntos para dar vida. El color necesita al fuego para ser visible y sin color, ninguno de nosotros existiría; ni siquiera el fuego. Se necesitan mutuamente.

» Pero... hum, hace mucho tiempo sucedió una guerra. Furú se cansó de los juegos de Colori y creó un plan perfecto que salió como él lo deseó, pero nunca contó con que Colori no le importa vivir; solo quería sentirse poderoso y si no lo era, quitaría todo el color antes de ser esclavizado con él. Y todo dio un giro, terminando Furú a los pies de Colori.

» Desde ahí la población de Sindora se dividió y se crearon ViColori y ViFurú; pueblo de Colori y pueblo de Furú, separados por esta... humm... este ¿límite? Mitad, por esta mitad llamada Sirany, donde estamos ahora; totalmente impenetrable por las barreras.

Sus palabras eran indecisas y su pronunciación se entremezclaba con la de su idioma, creando una combinación extraña de ambas y a su vez, complicándole la comprensión a su contraparte. El chico sonrió sin saber la razón, mientras observaba la incredulidad emergiendo del rostro de su acompañante.

—Mientes, creí que me tomarías en serio.

La sonrisa se borró del rostro Bitzo en un segundo y negó rápido con la cabeza.

—No, no, no miento. —Tocó su pecho—. Soy descendiente de ambos, Colori entregó la mayor parte de su poder a mi padre y Furú dio lo suficiente para darnos nuestros poderes. Luego, como parte de su juego y un castigo, creó una figura llamada Viglú Yigurú que cargaría con todo su color cada cincuenta años humano, esa es usted.

Al notar que su discurso no la estaba convenciendo y que, al contrario, estaba empezando a desesperarla, Bitzo alzó sus manos y creó una bola de fuego que voló por el cielo hasta caer de nuevo en su palma, luego creó otra y comenzó a jugar con ellas, tal y como su padre le enseñó después de aprenderlo en el mundo humano. Un rostro anonadado y paralizado observó el espectáculo con los ojos brillantes, los cuales hicieron perder total concentración y provocaron que las pelotas se desvanecieran en el aire.

—Tengo muy poco poder de Colori, por eso no puedo mostrarle. Mi padre podría, él... —Su rostro se congestionó y sacudió la cabeza—. ¿Ahora me cree?

Ella observó su entorno, miró sus manos brillantes, recordó la extraña aparición del chico de la nada, las paredes de fuego y lo sucedido en Melsian, su pueblo...

—No puede ser —susurró, siendo impactada por la realidad que tanto tiempo había evitado.

—Las Viglu Yigurú o Damas de Color fueron creadas para cargar con el color durante un periodo de tiempo y usted, Dama, fue la siguiente. Colori tiene un gran sentido del humor, es una de sus más destacadas características, todo lo hace para divertirse y demostrar su poder. —Alzó los hombros y se adelantó, caminando de espaldas para mirar a Dama con más claridad y notó que incluso en aquel estado de confusión su forma de caminar era igual de diplomática.

Fruto de sus recuerdos, ella preguntó:

—Oman, ¿lo conoces?

—Oman... hum... un dios de los humanos, ¿no?

—¿Él está con ustedes?

—No existe, solo Colori y Furú —dudó—. O eso al menos eso es lo que sé.

Asintió, cabizbaja.

—Entonces, ¿estaré aquí por cincuenta años?

—Ciento cincuenta sindoros o cincuenta humanos, al final son lo mismo —contestó con naturalidad.

—¿Sin salir de aquí? ¿Sin envejecer? No puedo creerlo.

Se detuvo y torció los labios. Con cada pregunta temía provocar que se fuera o alterarla hasta el punto de no encontrar retorno. Hasta ahora su compañía estaba siendo como agua caliente sobre su cuerpo y estaba seguro, que para ella también.

—Así es, volverá al mundo humano tal y como llegó a Sindora después de pasar los correspondientes años, lo lamento mucho. Aunque creo que Sirany le gustará, es grande y hay muchas cosas que ver o hacer, yo la acompañaré.

—¿Qué haces aquí?

—Ya se lo expliqué, cuidaré de usted hasta que se vaya y vuelva con su gente. Es mi trabajo, para eso fui creado.

Más que estar alterada, estaba tranquila y eso a ambos les sorprendió por igual; Dama sintió una culpa interna por ello. Bitzo pareció leer sus pensamientos.

—Nada de lo que hizo fue su culpa, ama. Una Dama de Color debe buscar color y hasta que lo consigue no recupera su consciencia.

—Pude salvar a mi hija —murmuró con los ojos fríos.

Y él enmudeció.

«No, no es cierto, ese era su irremediable destino», quiso decir el chico, pero era tan cruel que su lengua se revolvió nerviosa. Más tarde, se enorgulleció de haber detenido el impulso, la mayoría salía sin consultar.

—¿Moriré?

—No puede morir.

—¿Y tú?

—Solo si usted lo provoca.

Entreabrió los labios y los cerró de golpe. Inconscientemente, miró sus manos y temió de sí misma. No podía creer todo lo que le chico le decía, su cabeza había comenzado a dar vueltas.

—No se preocupe, puede curarme también y yo a usted. No me hará daño, lo sé.

Se mantuvieron en silencio hasta llegar al lago que, según el chico, se llamaba Quitbo. Era de aguas aromáticas y venenosas (inofensivas para ambos) con grandes árboles torcidos rodeándolo.

—¿Por qué los árboles son tan grandes? —le dio el gusto cuando el silencio amenazó con perturbarla.

Bitzo expulsó una risita divertida y sacó las manos de sus bolsillos sin dejar de moverse sobre sus pies. Dama ya había notado su hiperactividad y aquello solo la hizo acordarse más a Zalí, pero debió ejercer gran esfuerzo para quitarla de su mente por un instante.

—La tierra es especial y los árboles son hylará... ¿descienden? de los de ViFurú, en el pueblo de Furú no llueve por eso tienen raíces tan grandes y fuertes.

De pronto, en una de las ráfagas de viento el cabello de Bitzo fue tirado hacia atrás revelando unas pequeñas extremidades blancas ondearse en el aire y saliendo detrás de su oreja. El grito que se profirió desde la garganta de la Dama de Color hizo al chico sobresaltarse.

Parecían tan pegajosas y escurridizas como colas de un pez.

—¡Tiene algo en la oreja!

Bitzo se asustó y envolvió su cuerpo en fuego, el primer instinto que tenía para el peligro. A los animales de Sindora no los hería, pero era lo suficiente para asustarlos. Apagándose, se llevó la mano a la zona señalada y comprendió a qué se refería. Dama ya se había alejado al menos diez pies de él.

—¡Tranquila! Son mis estambres —gritó, acercándose despacio y al estar lo suficientemente cerca para que fuera escuchado, prosiguió—: En Sindora estamos anclados a nuestra naturaleza, todos tienen algo de ella. Yo tengo estambres de una guia, una flor de Sindora.

Se encogió de hombros y, alejando el cabello, le enseñó a lo que se refería consiguiendo que ella retrocediera dos pasos.

—Tiene vida propia, no lo controlo. Pronto será una flor —explicó y siguió sin comprender su sorpresa—. Puede tocarlo, no le hará daño.

—No —pronunció ella con rapidez—. No... lo quiero ver.

Él comprendió y dejó a su cabello volver a ocultarlo. Era irónica su creación; una guia no crecía a partir de sus estambres; como la mayoría de las flores, creaba una raíz y se extendía como tallo para dar vida al capullo, mas siendo una creación de Colori no había espacio para lo imposible. Para él no había leyes que seguir.

Animado por borrar gran parte demacrada del rostro de su ama, Bitzo olvidó sus modales al caminar y corrió hacia ella dando saltos con cada paso. Eran naturales y energéticos, para nada voluntarios. Su espalda también se relajó y el chico no pudo sentirse más aliviado, fingir tanto tiempo lo estaba matando.

«De todos modos, sé qué harás lo que deseas, que es justo lo que yo haría si fuera tú», escuchó a su padre recitar la vez que le enseñó a caminar como era debido para presentarse a una Dama de Color.

Un nudo estrechó su pecho y trató de disimuló volviéndose hacia el lago y señalando su extremo más lejano, haciendo de guía. Murmuró unas palabras rápidas hacia sus dioses y enfrentó la situación con una fortaleza que no creía venir de él.

Iua seydi, uutama.

«Te cumpliré, lo prometo».

Una fortaleza que solo venía del recuerdo de su padre.

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