Pide un deseo.
Londres, 1828
Arabella salto de su cama en cuanto sintió el primer pequeño rayo de sol. Y con ese abrupto despertar, Zoe salió del sueño dando uno que otro quejido.
—Buenos días dormilona.— canturreo.
Corrió hasta las ventanas, y con un solo movimiento de manos abrió los postigos, dejando entrar así el calor de la mañana. Se quedó en el marco del gran ventanal, y tomo aire muy profundo dando una gran sonrisa.
Zoe, que recién salía de la cama, la vio disfrutar del recién comenzado día, y se acercó ella. Le plantó un suave beso en la mejilla, y le dio un fuerte abrazo, que hizo chillar de la emoción a su novia.
—Feliz vuelta al sol vida mía.— susurró en su oído.
—Si mí día termina ya, sería feliz igual gracias a ti.— dijo Arabella.
Volteó para verla, y la tomo de las mejillas para darle un suave beso.
—¿Cuántos años cumples?— pregunto sin alejarse de sus labios.
—Eso no se le pregunta a una dama, amor mío.— sonrió.—Tampoco es que esté llevando la cuenta.
Zoe se apartó, y fue en busca de algo. Abrió la cajonera del lado suyo de la cama y de allí saco una cajita de color rosa muy suave.
—Ten, tu obsequio por adelantado.— le contó acercándose a ella.—Es por no poder estar hoy contigo y las chicas.
Arabella torció su boca, y frunció un poco el ceño. Le causaba ternura los pequeños gestos que Zoe tenía en momentos como ese.
—No debiste.— sonrió tomando la caja.—Después de diez cumpleaños juntas, no me molesta que te ausentes en uno.
—No importa, el regalo está. Ahora ábrelo.— le ordenó.
Emocionadas desató el lazo de la caja, y le saco la tapa. Dentro había un collar de terciopelo,de color muy similar a un vestido que ya tenía. Tenía algunos bordado en hilos de oro, y en su centro se podía enganchar algo.
—Zoe.— suspiro.
—Veo que te molesta ocultar tu cadena, y nada mejor que un collar para hacer relucir tu joya favorita.— le contó.—Ademas combina con todos tus vestidos.
Arabella salto emocionada, y le pidió que se lo pusiera para comenzar a lucirlo desde temprano. Lista, se alejó unos pasos, y le enseño como le quedaba. Aquella delicada pieza de tela un tanto brillante hacia relucir su cuello.
—¿Cómo queda?— preguntó pasando con suavidad una mano por el collar.
Zoe se acercó a ella, y la tomo de la cintura. Aunque había una clara diferencia de estaturas, se las ingeniaba para sorprenderla.
—Pienso que el desayuno puedo esperar.— susurró y plantó un beso cerca del collar.
—Coincido totalmente señorita Ashildr.— dijo y le dio un beso.
•
Al cabo de unas horas, tras el desayuno, Zoe se marchó. La casona de campo quedó por completo sola para Arabella.
Se dedicó a ordenar la sala, y pidió ayuda para los dormitorios de los invitados. Aún faltaba para que sus amigas llegarán, y pese a ser su cumpleaños, quería recibirlas con la mayor de las comodidades.
Alrededor del mediodía se acercó a la casona, Beatriz, una protegida de Arabella. O al menos hasta que su madre volviera de Escocia. La había acogido cuando la señora se tuvo que marchar para hacerse cargo de su madre enferma.
Beatriz no solo le daba una mano en los quehaceres domésticos, sino que también estudiaba con ella. Le hacía leer, y bordar, hasta le permitía estar en la cocina. Y aunque la muchacha lo negará, Arabella le hacía practicar algunos trucos de magia porque algo de bruja está tenía. Solo la joven y su madre sabía de su procedencia.
Alguien llamo a la puerta, y Beatriz fue de inmediato a ver quién era. El correo le traía un paquete envuelto como un obsequio.
—Señorita Pericles, es un regalo para usted.— avisó Beatriz.
Arabella se acercó y tomo aquel paquete de sus manos.
—¿De quien será?— preguntó intrigada.
Leyó el remitente, y tomo su pecho dando una jocosa sonrisa.
—Es de mí para mí.— respondió.—Un pequeño lujo de delicada seda.
—Ah de ser muy lindo, usted tiene un gusto exquisito.— dijo Beatriz.
—Y lo es niña.— sonrió.—Por cierto en tu cuarto también hay algo para ti.
Beatriz le agradeció el gesto y corrió emocionada al cuarto.
•
Luego de un aperitivo, con puntualidad llamaron a la puerta. Arabella corrió emocionada, tratando de no tropezar con su nueva adquisición de color salmón.
Al llegar, acomodo algunos cabellos que quedaron suelto, y sin dudarlo abrió la puerta. Del otro lado se encontró con una de sus invitadas. Emocionada salto sobre ella para envolverla con un fuerte abrazo.
—Feliz cumpleaños rubia.— saludo Peggy correspondiendo el abrazo.
—Estoy tan feliz de que hayas llegado en una pieza.— dijo, y se apartó.—¿Dónde está el otro? Estoy en mí derecho a estrujarlo.
—Ya va a llegar, por hoy vinimos separado.— respondió.
En cuando Arabella la soltó, Peggy vio a su alrededor. Esa casa era otra, razón por la cual no iba a preguntar su procedencia. Pero lo que más le llamó la atención fue que la construcción se encontraba con los límites de un bosque espeso, y ella no recordaba a su amiga tan amante de la naturaleza.
—Ven pasa.— le indico.—Pronto llegará Circe.
Peggy se sacó su tapado, y lo dejo sobre un sillón. Arabella le ofreció algo para tomar y para que comer en cuanto llegará quienes faltaban.
—No preguntaré de donde salió esta casa, pero debo admitir que es muy linda.
—Ah, un cliente me la dejo por un tiempo en lo que logra pagarme.
La bruja la vio arqueando una ceja, y tomo la copa que le estaban ofreciendo.
—Descuida, eso fue hace un año, estoy de vacaciones.— le aclaro.—Aunque cierto lujos con algo se deben pagar.
—¿Algo mundano no?
—Claro, soy modelo para unos artistas.— sonrió.—Es aburrido pero me distrae.
Y antes que pudieran seguir hablando alguien llamo a la puerta. Arabella, como en un principio, corrió para ver quién era, y Peggy iba por detrás un poco más tranquila.
Al abrir se encontró con el joven hijo de su amiga, quien además traía su maleta.
—¡Qué alegría verte!— saltó y lo cubrió con un abrazo
—Gracias por invitarnos.— agradeció.—Y feliz cumpleaños.
Arabella se apartó, y lo vio de arriba a abajo.
—Has crecido tanto.— señaló.—¿Cuándo fue la última vez que te vi? Eras tan solo un niño.
Marius la vio por encima para encontrarse con la mirada de su madre, y está solo negaba con la cabeza. Al muchacho no le quedaba más que llevarle la corriente como cuando era un niño.
Al igual que Peggy, él se quedó viendo a su alrededor. Y algo llamo su atención. No tanto el bosque oscuro que crecía detrás, sino lo que decoraba la entrada de la antigua casona. Sin embargo no dijo nada pues sintió que un carruaje se acercaba.
Arabella paso a su lado, y quedó quieta esperando a que la otra persona llegará a ella. Al verla bajar, no aguanto quieta, y corrió hasta ella. Se alegraba mucho de verla, pues está le confirmo a último momento que iría a su pequeña reunión.
Sin dejarla siquiera voltear, la abrazó por la espalda.
—Circe.— exclamó.—Pensé que no llegarias más.
Circe la vio por encima del hombro, y no pudo evitar sonrojarse. Aún después de tantos años, y pese a estar casada, Arabella seguía teniendo ese efecto en ella.
—Pero solo fueron diez minutos de retraso.— murmuró.
—Los diez minutos más largos.— dijo.
La soltó, y vio dentro del carruaje. Estaba segura que en su invitación estaba el nombre de alguien más, y parecía que este no la acompañaba.
—¿Baltimore?— pregunto.
Circe la tomo del brazo para alejarla del coche, y le dio un fuerte abrazo.
—Feliz cumpleaños número …— exclamó e hizo una pausa.
—No lo digas.— musitó.
—Si, soy buena para esto.— sonrió.
Sin embargo antes que pudiera decir algo Marius se le adelanto.
—¿725 años?— preguntó.
—Años más años menos.— dijo Arabella agitando una mano en el aire.
—No no.— dijo Circe.—Veintiséis, sos la mayor de todas.
—Y no se me nota ninguno de esos años.— Arabella sonrió.—¿Entramos? Estoy que muero de hambre.
Le pidió a Marius que llevara todo al cuarto para los invitados, y este al notar que eran muchas malestar, no hizo más que quejarse. Arabella rió al verlo hacer gestos. Llamo a Beatriz, y está apareció luciendo su nuevo vestido azul claro.
—Bea, ellas son mis amigas Circe y Peggy.— las señaló, y la más joven hizo una reverencia.—Y este de acá es el hijo de Peggy.
La muchacha lo vio con sorpresa, y luego reparó en todas las invitadas, y como es que cada una parecían tener la misma edad. Confundida se acercó a la rubia para decirle algo al oído.
—¿Cómo es posible? Si tiene la misma edad.— murmuró.
Arabella rió por el comentario.
—Aca todo es posible muchacha.— respondió.—Ahora ayúdalo a llevar las maletas, y baja para almorzar.
Ella asintió, y se acercó a Marius para darle una mano. Este no evitó sonreírle, haciendo que las pálidas mejillas de la joven se encendieran.
—Por cierto, me llamo Marius.— se presentó.
—Un gusto.— dio una leve sonrisa.—Es un lindo nombre.
—Bastante común diría yo, pero si te gusta entonces ya no lo es.— sonrió.
Juntos tomaron las maletas, y enteraron a la casa seguidos por las miradas de las tres amigas.
—¿De dónde has sacado a esa chica?— pregunto Circe.
—Es mí pupila hasta que la madre vuelva de Escocia.
—¿Ella volverá?— pregunto Peggy un tanto confundida.
—Sino vuelve esa niña será por completo mía.— respondió sin tapujos.
Ambas se le quedaron viendo, pues parecía que era algo que venía pensando desde hace bastante tiempo. Sin decir más nada, caminaron a la entrada.
Y como había ocurrido minutos atrás, Circe vio todo a su alrededor. El bosquejo, ni la vieja arquitectura llamo su atención, sino más bien aquello que decoraba la entrada de la casa.
—¿Por qué hay esto en la casa?— señaló.—Se supone que la fecha ya pasó.
—¿Hablas de las lámparas de calabazas?— pregunto Arabella.
—Si eso ¿Por qué todavía siguen acá?— insistió en saber Peggy.
Arabella tomo una de las lámparas, y la vio con intriga. Sus amigas tenía razón, las debió haber quitado al menos unos días después de noviembre. Sin embargo, ella tenía su razón para aún conservarla, y por eso la hizo crecer con algo de magia.
—Espanto a los demonios, y la maldición.— dijo y la dejo en el suelo.—¿Quién tiene hambre?
Al dar un paso más dentro la casa, la voz de un muchacho la detuvo de nuevo. Sus amigas aún no se habían movidos de su lugar, y la seguían viendo con cierta confusión. Y aquel sentimiento creció al un más al escuchar al cartero.
—Busco al señor Pericles.
Arabella se acercó y tomo la carta en nombre de su padre con la excusa de que este le dio permiso para hacerse con la correspondencia.
—No creo que se vuelva más raro ¿O si?— inquirió Peggy.
Circe la vio y alzó una ceja haciéndo que su amiga se retracte de sus palabras.
—Necesito una copa.— dijo la pelirroja.
—Yo dos.
Ambas entraron, y Arabella se quedó afuera leyendo la carta. Pronto su sonrisa festiva cambio. Lento el papel que traía en mano se fue arrugando por la presión y sus ojos llenándose de lágrimas que no debo caer.
—Esta bien, está bien, ésta bien.— repitió en voz baja.
Forzó una sonrisa y guardo aquel sobre en el bolsillo de su vestido.
—Esta bien.— volvió a decir.
•
Durante el almuerzo no se escuchaba más que una charla en susurró por parte de los más jóvenes. Las demás brujas comían en silencio.
Arabella no lo había notado, pero su ceño estaba fruncido, y hacía varios minutos que dejó de llevar lo que sea a su boca.
—¿Te encuentras bien?— preguntó Circe.
—¿Alguna noticia para tu papá?— continuó Peggy.
La rubia alzó la vista, y por un instante no supo de que hablaba. Hasta que le cayó la ficha.
—Ah eso.— sonrió animada.—Perdí una apuesta con Zoe y ahora todo está en nombre de un hombre que no existe.
—Es una buena idea.— dijo Circe.—Creo que lo implementare.
—¿Tu no tienes esposo?
La pelirroja guardo silencio, y al cabo de unos segundos cambio por completo el tema. No sé volvió a hablar de maldiciones, padres que inexistentes ni nada por el estilo.
Tras el almuerzo, el espíritu festivo de la bruja mayor parecía haber vuelto. Invitó postres exquisitos que había mandado hacer, y les propuso hacer un paseo para luego comer el pastel.
Salieron todos a caminar. El pueblo no quedaba muy lejos. Sin embargo no era el sitio más colorido que cualquiera haya visto. Quienes dotaba de eso que al lugar le faltaba era al pequeño grupo.
Delante iban Marius hablando con Beatriz. Y detrás las demás brujas.
Pararon en una florería, y las amigas de la cumpleañera compraron ramos de flores rosas para ella. Era una verdadera sorpresa, y Arabella las recibió con alegría. Aquello olía rico, y se veía demasiado vivo.
—Gracias, no hacia falta.— dijo Arabella.
—Sabemos que eres mala con la jardinería — dijo Peggy.
—Decidimos esto con hace unos días.— añadió Circe.—Tambien mereces regalos coloridos.
Arabella dio un salto en el lugar, y luego brinco a los brazos de sus amigas.
—Son las mejores.— sollozo.
Cuando se apartó, y tomo una flor, de manera espontánea está se marchito.
—¿Qué fue eso?— pregunto indignada.—Es la maldición.
—Arabella.— la llamo Circe.—Debemos volver y nos debes decir de qué se trata.
Pero la rubia no quería. Aún deseaban seguir paseando por ahí, entrar a ver diferentes decoraciones y comprar un nuevo juego de tazas. Era su cumpleaños y lo último que deseaba era volver a la casona.
—Creo que aún podemos quedarnos una poco más.— dijo Peggy.—Luego veremos lo de la maldición.
Circe la vio con dudas, y suspiro agotada. Aún sabiendo de la preocupación de su amiga no entendía porque debía estirar aún más la intriga y el problema.
—Bien, continuemos con el paseo, pero a la vuelta hablas.
—Hecho.— Arabella sonrió y tomo su manos.
El paseo continuó, y ninguna otra flor se quemó en manos de la bruja mayor. Por un rato anduvieron por las calles del creciente pueblo, actuando como las mujeres que aparentaban ser.
•
Al llegar a la casona, las tres se quedaron en el salón mientras que los otros dos más jóvenes salieron al patio de la casona.
Prendieron el fuego, y sirvieron algo de té. Arabella les sirvió algunos bocadillos que estuvo haciendo el día anterior, y se sentaron en silencio.
Arabella veía el jarrón con sus nuevas flores a lo lejos, y trago saliva al recordar como una se quemó en sus manos. Algo le preocupaba pero no quería verse alarmada por eso.
—¿Podemos hablar?— pregunto Circe.—No puedes decir que estás maldita y esperar a que no nos preocupemos.
—Es que pasó hace tantos años, no se porque ahora me molesta.— respondio Arabella.
—¿Qué pasó?— insistió en saber Peggy.
Arabella guardo silencio y vio el fuego por un momento.
—Lo de siempre, moleste a las personas equivocada.— respondio luego de un momento.—Eran romaníes.
Circe cubrió su rostro ante la respuesta, y lento fue estirando las facciones de su cara.
—¿Qué hiciste?
—Bueno, me insistía en que les hiciera una lectura, y yo ya lo había dejado de hacer.— respondio mientras jugaba con el bolado de su vestido.—Puede que les haya dicho una pequeña mentira y no les gustó.
Pronto se hizo un silencio sepulcral, y lo único que se oía era el danzar del fuego.
—Pero.— Peggy susurró, y la vio.—No es eso ¿Cierto?
—¿De que hablas?— pregunto confundida Arabella.—Claro que es eso.
Circe la vio y negó un par de veces.
—Peggy tiene razón, no es eso.— aseguro.—Se que ellos no se molestarian por una tonta broma.
—¿Qué recibiste hoy?
Arabella se puso de pie de inmediato. Sus mejillas ardían enrojecidas, y sus ojos estaban brillantes por las lágrimas. No dijo nada, y se marchó a su cuarto. Pronto las dos amigas quedaron en silencio, viéndose a las caras.
Aquel incómodo momento se vio interrumpida cuando Marius entro corriendo de la mano de Beatriz. Ambos lucían espantandos, y aquello solo significaba algo.
—Las plantas se queman.— dijo el muchacho agitado.
—¿Qué ocurre?— pregunto Beatriz.
Señaló las flores, y estas lento se iban consumiendo por un fuego rosado.
—Es Arabella.— dijeron al unísono las amigas.
Les pidieron a los más jóvenes que se quedarán allí, mientras ellas iban al cuarto de la rubia. Al llegar notaron como una luz rosa intensa pasaba por el umbral. Sin llamar, enteraron de inmediato.
Se encontraron con Arabella cubierta por su magia. De sus ojos caían lágrimas rosas, y en su mano, contra su pecho aplastaba un sobre.
—Esto no es una maldición.— exclamó Circe.
—Son sus emociones.— concluyó Peggy.—¿Qué hay en ese sobre?
Se notaba que era peligroso acercarse a ella, pero debía saber que decía la carta. Y contra todo pronóstico ambas amigas lo hicieron lento.
—No Peggy.— exclamó Circe y detuvo la mano de su amiga.—No la toque, no tu.
—¿Tu si? Es igual de peligroso, y tu magia es más peligrosa aún.
—Pero tú tienes mucho que perder, yo no.— respondio con voz quebrada.
—¿De que hablas?
Circe calló por un instante, y soltó la mano de su amiga.
—Baltimore me abandono hace un año.— respondió.—Y yo, ya no me queda nada. En cambio tú tienes un hijo, no puedes jugar con esto.
Peggy tomo su mano de vuelta, y le dio una sonrisa torcida.
—Mi hijo ya es grande.— dijo la bruja.—No me necesita tanto como tú crees.
Vio a la rubia que cada vez lloraba más y luego a Circe de nuevo.
—Ahora ella nos necesita.— dijo.
Circe asintió, y a la cuenta de tres ambas sacaron el sobre su mano. Se quedaron en silencio leyendo su contenido tan rápido como aquella letra desprolija les permitió.
—Es un patán.— exclamó Peggy.—Lo siento, pero que idiota.
—Oh, por Dios Douxie ¿Dónde dejaste tu tacto?— se cuestionó.—Peggy.— la llamo y está la vio.—¿Piensas que será muy riesgoso si nos acercamos mucho?
La bruja vio a su amiga poseída por sus emociones y luego volvió la vista a Circe.
—¿Y que no es riesgoso estando con ella?— pregunto.
Lento se acercaron, y se sentaron una al lado de la otra, y cada una tomo una de sus manos. Aunque ello era realmente peligroso, no encontraron otra manera de hacer que Arabella se sintiera acompañada.
—Quizas es su dolor hablando, pero se que te quiere y está feliz por ti.— hablo Circe.—No tiene perdón el ausentarse con una excusa barata.
—Quizas él no está, pero nosotras si.— dijo Peggy.—En el día de tu boda también, y cuando hagas a Beatriz una hija …
—Aunque dudo sobre esa decisión.— le interrumpió Circe.—Tambien estaremos ahí.
La luz que cubría a la bruja fue cesando, y luego de unos minutos se podía oír con calma como era que lloraba. Un pequeño choque eléctrico hizo que sus amigas se apartarán y vieran sus manos que de rosas volvían a su color natural.
—Perdón por eso.— musitó Arabella.—No quería que nada de esto pasará, solo darles un lindo cumpleaños.
Otra vez se sentaron y la abrazaron por los hombros.
—Pero es tu cumpleaños.— dijo Circe.—Creo que es momento que nos hagamos cargo nosotras.
Le ayudaron a meterse en la cama, y cuando iban de salida para buscarle algo de comer, Zoe entro al cuarto desesperada.
—¿Qué ocurrío? ¿Esta todo bien?— pregunto acercándose a la cama.—¿Cómo te sientes?
—Ella está bien, solo un poco angustiada.— dijo Circe.
—Pero haremos que se sienta mejor.— añadió Peggy.—Ya regresamos.
•
Faltaban un par de minutos para las doce de la noche, y a nadie le parecía importar mucho. Estaban en el cuarto de las dueñas de la casa, festejando lo que quedaba del día del cumpleaños de la bruja de vasija.
Por un lado se encontraba Beatriz tocando el piano con alegría mientras que Circe entonaba una linda canción. En el centro disfrutando un espectáculo que pocas veces se daba, como oír la dulce voz de la nigromante, estaba Peggy junto con Zoe y Marius.
Y desde la cama, viéndolos con dicha, mientras comía un pedazo de torta, decorada con muchas capas de crema rosa, estaba Arabella.
Lo que veía estaba lejos de ser algo que imagino semanas atrás cuando organizó aquel encuentro. Aunque también esperaba que el capricho del mago por no verla se hubiera esfumado un poco.
Pero nada de eso pasó. Sin embargo ahí estaba, desde la comodidad de su cama, disfrutando los últimos minutos de su cumpleaños.
A su lado se tiro Zoe, y le robo una cucharada de su pastel.
—Feliz cumpleaños.— murmuró, y apoyo su cabeza en el regazo.
Arabella dejo el plato a un lado, y se hundió un poco entre los acolchados. Paso con cariño la mano por la cabellera de su novia, y sonrió sin dejar de ver al frente.
—Ahora si, feliz cumpleaños.— murmuró sin dejar de sonreír.
★★★
Holis ¿Cómo les va mis soles?
Que los cumplas feliz mí bruja favorita.
Casi me voy por las ramas con esto, pero no deje que sucediera. Fue un feliz día, al final. Con tal de que ella esté tranquila todo está bien por mi.
Y sus amigas haciéndole compañía es como la cereza del pastel. Awwww gracias Circe y Peggy fanfictioner67 por arriesgar su magia para sacar del trance a la brujis.
Por cierto, el papel de Beatriz acá es que es parte de las extrañas desiciones de Arabella. Y estoy segura que Zoe no sabe nada sobre *adoptarla" si la madre no vuelve (por las dudas si vuelve)
Va haber otro capítulo, pero más tarde porque estoy corriendo a la facu.
Que la pasen tan bien como ellas y el bb Marius, claro ✨ besitos besitos, chau chau✨
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top