23- Aires de libertad.
1961, bajos los puentes de Brooklyn.
Arabella se encontraba tan tranquila como podía estar cualquiera una mañanas bajo los pies del mundo.
Trabaja un pequeño jardín que ella misma genero, y que con algo de suerte sobrevivió a su desdicha con las plantas. En si era una vegetación fea, de colores raros, y poco aromáticas, pero que servían para hacer pociones o tés que a los trolls le gustaba.
Stella plantae las llamo a pesar de lo feas que podían llegar a ser.
La radio sonaba, no se perdía mucho del mundo exterior gracias a ese artefacto que le regalaron. La musica le hacia mover la cabeza de un lado a otro, haciendo que cabellos rubios cayeran sobre su mirada.
—Arabella.— la llamo un mujer troll desconcentrandola de su labor en la tierra.—Eres libre, ya dieron de baja tu búsqueda.— le informo con cierta alegría en su voz.
—¿Cómo estas tan segura Baaru? El año pasado dijeron que había caducado, sin embargo salí me reconocieron y casi me apresan.— comentó la rubia sin quitar los ojos del suelo.
—Un informante nos dijo que.— se acercó mas a ella como para decirle un secreto.—No encontraron rastros de personas en el lugar del incidente pero si de un culto, ya sabes.— se volvió a erguir para darle una palmada en la espalda.—Una testigo asegura que vio mucha gente encapuchada correr como locos escapando del derrumbe.
—¿Crees que no murió nadie?— preguntó dudando de su capacidad para recordar aquel momento.
Ella estuvo todo ese tiempo dudando sobre lo que era capaz de hacer, pero hubo un lapso de tiempo cuando despertó del trance donde no recordaba lo que paso con exactitud. Quizás físicamente era ella pero en su cabeza alguien mas invocó un encanto de ese tipo.
A ellas se a acercó un troll mas avejentado que quien estaba junto con a la bruja. Era Jerk, el líder y quien tenia acceso a la piedracorazon de ese territorio. Baaru lo vio, hizo una reverencia en silencio, y se retiró dejándolo a solas con Arabella. Había notado su presencia solo que no se levantó a saludarlo; aquel viejo troll no le caía muy bien la idea que una fugitiva viva entre ellos mas aún cuando el trato con la rubia era que al primer problema traído del exterior a causa de esta no volvería bajo tierra a refugiarse.
—¿Quieres té o me seguirá haciendo sombra?
—Tan cortés como siempre.— dijo con cierto sarcasmo en su voz.—Un té esta bien, que sea tan apestoso como todo lo que haces.
—Lo voy a tomar como un cumplido, mas viniendo de una piedra amarga como usted.
La bruja arrancó una planta del suelo, saco sus hojas con cuidado y la hecho sobre agua caliente, como si fuera alguna clase de pocima que a los gigantes de piedra les encantaba.
—Tu favorito.— dijo sonriente pasándole una gran taza de barro bordo.—Dime viejo ¿Qué te trae a tu bruja favorita?
—Es sobre tu libertad.— respondió tomando la taza, para darle un largo sorbo al té.—Te debes marchar y confiar un poco, nadie te persigue.
Sin querer tomo de aquel horrible té que solo a los trolls del lugar le gustaban, ahogándose no solo con las palabras de Jerk sino con ese apestoso brebaje.
—Oh por todos los brujos, esto es un veneno.— dijo mientras tosía para aclarar su voz.—¿Es verdad? ¿Cómo se que nadie me va a perseguir?
—Seria delito, tu eres libre, al menos físicamente.— respondió con vaguedad.
Arabella caminaba de un lado al otro, tomándose el rostro para ocultar su desesperación. Fueron muchos los años oculta bajo la tierra que parecían mas de los que estuvo sobre esta. Volver a sentir la luz del sol sin temor, dormir al aire libre, estar con gente sin sentir que entre tantos alguno iba tras ella.
—Espero no volver a verte.— se despidio el troll anciano, dándole una palmada.—Gracias por el té, creo que lo voy a extrañar.— agregó viendo el interior vacío de la taza de barro.
En su pequeño cuarto, desprovisto de ventanas que dieran al exterior, o una puerta que no sea una cortina de cuero viejo, iba guardando sus pobre pertenencias.
Su maleta lucía como en 1600 con un par de vestido, lo necesario para seguir la carrera. Sin embargo ahora no tenia tantos lujosos textiles porque no tenía donde ir. Con los trolls no debía lucirse en nada. Un par de pantalones de hombre, una camisa manchada con algo imposible de sacar y botas.
Ver aquello, desprovisto de colores y mixturas, le género una gran angustia. No tanto por la falta material, sino por la falta de vida en la que se sumergió. Hasta en su propia magia se podía notar la tristeza de no ser alguien libre. Su típica luminiscencia rosa era opaca, tenue, carente de energía, daba tristeza mas que miedo.
No tardo mucho en irse de allí, se despidió de todos sobre todo de Baaru con un gran abrazo, era su gran amiga de piedra.
Cuando piso el suelo humano, era de noche aun, próximo a salir el sol.
La mañana era fresca, tan así que White dormía acurrucada en sus brazos, para suministrar calor a la bruja. Una suave brisa acarició su rostro, obligadola a tomar aire muy profundo, llenando de frío su pecho.
—Asi se siente la libertad.— suspiro.
Sonrió cuando un tenue rayo de luz, partido por el bosque, dio en su cara a la par que unas lágrimas resbalaba por su mejilla.
Luego de una larga caminata en el bosque, a punto de perderse entre los árboles, pudo salir al parque.
El mundo poso su ojos sobre ella.
Estaba desalineada, con un par de hojas en su cabello, una vieja maleta colgando en su brazo, y una gata malhumorada caminando a un costado.
Camino, llevandose la mirada de todos, mas aún cuando entro a un banco, tan antiguo como ella misma, donde guardaba muchos de los ahorros que fue haciéndose durante varios años.
Solo basto dar su nombré y un numero para que la mujer que la atendió pusiera cara de sorpresa.
—¿Esto sigue sirviendo?— preguntó mostrándole una gran pepita de oro.
—Así no, pero le podemos hacer el cambio a papel moneda.— le informó. —Es mucho, solo tenga cuidado. Por cierto también tenemos correspondencia para usted señorita Pericles.
Le paso un pila de sobres, que fechaban desde inicios del siglo, lo que demostraba que siempre le restaba importancia a todo lo relacionado con la comunicación. Algunas cartas las reconocía, otras no tanto; era encargos de trabajos, noticias de su mundo, un periódico mágico,
—Bueno, algo que leer durante el almuerzo.— dijo chistosa.
—Si señorita Pericles, desde su ausencia a pasado mucho, este mundo no deja de moverse.— avisó la cajera, pasándole un par de sobres mas.
A la salida, primero fue en busca de comida decente, algo que despierte todos los gustos de la vida. Quería salado y dulce al mismo tiempo.
—White este café te despierta con solo olerlo.— le decía a la mantis blanca sobre su hombro.
Mientras comía mas de lo que su boca podía aguantar, leía el periódico de hace un año atrás. El mundo en que vivió, no era mismo que el de ese momento, desde lo sucedido en 1920 todo marchó a gran velocidad, y el encierro no le dejaba ver eso.
—Mentira, esto no puede ser cierto ¿Asi de fácil?— se cuestionaba con la boca llena de comida.—White, dicen que esta muerta, no lo creo, no es posible.— negaba la realidad de los hechos.—Sabes que sin una tumba no hay forma que sepa que esto es cierto. — negaba con la cabeza.
Sin embargo el silencio del familiar, mas las noticias del mundo secreto en que creció, hacia que todo fuera mas cierto de lo que Arabella intentaba negar.
—Bien, llevaremos flores a su tumba, esas blancas, ya sabes.— dijo al fin rendida ante la realidad.—Como su nombre, Margarita merecía mas.
Fue un día largo para la bruja y su familiar, no solo porque iban de un lado a otro, y la ciudad se les hizo muy grande, sino porque constantemente miraban sobre su hombro para asegurase de que nadie las seguía.
En la noche durmieron en un cuarto con un inmenso ventanal que daba a la gran ciudad. Se baño mas tiempo de lo normal, quedándose sumergida en la bañera hasta que su piel no diera mas o el agua se haya enfriado.
Aun con el cabello envuelto en un toallón se tiro sobre la cama, a su lado se acostó White como una gran serpiente, que iba pasando partes de su alargado cuerpo sobre el vientre de la bruja.
—¿Desde cuando usas tu verdadera forma? — preguntó al sentir como se movía sobre ella, sin esperar que le respondiera.
—Desde que tengo miedo a olvidar quien soy.— respondio para luego dormirse.
Al final de la noche ambas compartían el mismo miedo, olvidarse de quienes era realmente. El miedo, el estar oculta, la oscuridad, la post modernidad, un mundo que no dejaba de avanzar, todo eso ayudaba a que poco a poco se borrara de su mente quienes eran, y no deseaban eso.
—No te preocupes, no vamos a tener que volver a ocultarnos.— respondió por lo bajo a la inquietud de su familiar albino.
2003
Nueva York otra vez, la última vez que estuvo ahí nada salio como esperaba. Habían pasado alrededor de treinta años donde gozaba de libertad plena. Sin embargo nunca andaba cien por ciento tranquila, el miedo a la persecución era una moneda corriente en nueva vida.
No solo que era libre, sino que había decido abandonar el oficio que tanto la caracterizó. Las solicitudes le llegaban debes en cuando pero los rechazaba, estaba cansada y aburrida de ese trabajo. Ahora, por cada ciudad a la que iba, trabajaba a medio tiempo en diferentes rubros, casi siempre como mesera. Mientas que el otro medio tiempo trabaja con su magia haciendo pócimas, hechizos, encantos, algunas maldiciones pero nada grave.
Viejas generaciones aprendieron a confiar en ella mientras que nuevas convivían con su nueva versión.
Su nuevo modo de vida era no estar por mucho tiempo en una ciudad, así nadie se aprendía de mas sobre su vida, todos tenían dificultar de seguirle el rastro. Si tenía algo de suerte se cruzaban con una que otra cara conocida, y no debía inventar nada, solo ser ella misma.
Iba de camino a la terminal de ómnibus, con White corriendo a su lado, a buscar a una mensajera que la condujera a su próximo destino. Algo apurada puesto que le habían dicho un horario y en su trabajo no la dejaban marcharse de la despedida que le organizaron.
—¡Cuidado!— gritaba.—¡Disculpé!— decía por cada persona que golpeaba sin querer.
La gente se les quedaba viendo sorprendidos hasta dudoso de ver a una muchacha rubia vestida de rosa de pie a cabeza corriendo por la ciudad con una gata blanca peluda a su lado.
Sin embargo algo, mas bien alguien, la hizo frenar de repente. Pudo oír el llanto de una niña, con un ligero, mas bien pobre, hilo mágico.
Camino detenida siguiendo el llanto desesperado, a su lado iba la gata olfateando las lágrimas, hasta que encontraron en medio de un túmulo, que la ignoraba por completo, a una niña pequeña.
Arabella vio en todas direcciones, buscando a los padres pero no veía a nadie que estuviese preocupado por esta.
—Hola, pequeña brujita.— saludo Arabella, agachándose hasta ella, y la alzó.—¿Cómo te llamas? ¿Tus papis?
La niña de grandes ojos marrones y con su cabello castaño decorado con broches de muchos colores, freno su llanto, y clavo su mirada en los destellantes ojos de la bruja.
—Clara Maria.— respondio la niña, llevándose la mano a la boca.—¿Mamá?
—Vaya, un deja vu.— rió Arabella.—No lo soy, pero vamos a buscarla.
Camino a contramano de su ruta, con la niña en brazos que tiraba y jugaba con su cabello rubio pintado con algunos mechones rosa. Cada tanto la bruja parpadeaba un par de veces para hacer que una mariposa brillante de color rosa volara alrededor de ella.
—Ay por Dios.— gritó una mujer que se acercó a ellas.—Clara, acá estás.
Arabella le paso la niña a la madre, y esta la abrazo muy fuerte, agradeciendo con su mirada a la bruja que se quedó viendo el emotivo momento.
Se dio la vuelta para ir hasta la terminal, pero alguien la detuvo. Al voltear, Clara la sostenía de la manga de su camisa.
—Gracias señorita...— agradeció la madre esperando que la rubia le dijera su nombre.
—Catalina.— mintió para seguir su camino.
Así fue que Arabella vivió un par de años mas viajando de un lado a otro, con su gata al lado, sin involucrarse de mas con las personas, las amistades pasajeras era algo de su día a día. No tenía contacto con gente de su pasado.
Hubo países a los que visitaron mas veces de los esperado, islas que las llenaban de nostalgia como Madeira. Sitios que juró nunca mas volver a pisar como Argentina, otros al que les perdonó su turbulenta estadía como Brasil o Nueva York.
Sin embargo para finales del 2019, la bruja y su familiar se habían agotado de tanto andar, querían vivir en un lugar calmo, sin tanta gente. Por eso, mágicamente, mas bien ayudada por una de las hijas de Calíope, aterrizó donde vivía Circe aislada de todos, y esta la alentó a que viviera en su elección hecha al azar, Arcadia Oaks, cuna de los trolls y otras tantas rarezas.
—¿No le dirás que ahí vive Hisirdoux?— le preguntó su conejo cuando la bruja dejo el hogar de Circe.
—No, que sea una sorpresa.— sonrió Circe al ver a Arabella marcharse.
Luego de la visita inesperada a Circe, volvió en tren a la ciudad, para volver a subirse a un autobús que la llevará a su nuevo destino. Andar de ómnibus en ómnibus las agotaba, pero disfrutaban, sobre todo White, los viajes largos donde no se despegaban de las ventanas.
Cuando al fin piso el suelo de Arcadia, varias ráfagas mágicas le atravesaron, en especial una, que se le hizo rara y a la vez conocida, obligándola a pensar un nombre.
Camino junto con White, siguiendo aquel hilo, y viendo a todos a su alrededor. Estaba pasmada, el lugar era pequeño, parecía aburrido, pero no carecía de su encanto mágico.
Atravesó la plaza, un poco mas apurada, puesto que esa ráfaga mágica se había intensificado, guiándola a un café.
Se freno de golpe frente a este, para ver dentro a través de la ventana; allí lo encontró, tan sombrío y cálido a la vez. Estaba igual, solo que ahora traía teñido de azul mechones de su fleco, y ropa acorde con la época en la que vivían, dotándolo de aquel aspecto de chico malo y misterioso que casi no era.
Entró sin dudar que fuera él.
Hisirdoux levantó la mirada de su tarea como mesero, y la charola que traía en la mano cayo al suelo, provocando un sonoro ruido metálico que retumbó en el silencio del lugar, llevándose la mirada de los comensales.
Ambos caminaron en calma, ocultando lo que verse les provocaba, hasta quedara cara a cara.
—Arabella...— dijo con evidentes nervios.
—...— sonrió antes que su boca pronunciara su nombre, sintiendo algo de calma.—Hisirdoux.— largo el aire que contenía sus pulmones, como un suave suspiro.
A pesar que en los últimos siglos negaban que estaban destinados a reencontrarse, hasta en la peor de las circunstancias, había algo mas grande que el simple destino siempre los juntaba.
★★★
Y bueno, llegamos al final, que en realidad es el comienzo de una linda historia.
Hace dos años que vengo escribiendo sobre Arabella y compañía. No lo puedo creer.
Margarita de fanfictioner67 hizo llorar a Arabella con su falsa muerte, a penas salió de la cueva.
En breve subo el relato y algo mas.
Y como siempre digo, cada vez que llego a un capítulo final, muchas gracias a ustedes, llegue hasta acá y crecí como escritora a causa de su apoyo.
Los quiero mis chikis 🙏
¡Besitos, besitos, chau, chau!
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