21-PrtII, Los locos años '20

Desperte en la cama. No recuerdo como es que llegue hasta aquí, menos recuerdo haberme quedado dormida. Un fuerte dolor de cabeza me invade, era una especie de jaqueca por resaca, pero no una resaca a causa de la bebida, era una resaca mágica.

Se que la noche anterior, luego de lo divertido me invadió la angustia de haberle confesando a Hisirdoux un secreto, sin embargo aquel abrazador sentimiento de tristeza no fue únicamente mio. Era como si la agonía de siento de seres mágicos, brujas, magos, hechiceras, trolles, se hubiesen alineado sobre el triste cielo nocturno al mismo tiempo para descender sobre mi pobre cuerpo.

Era un pozo oscuro de tristeza.

Pensé que estaba sola, ni White estaba a mi lado, pero el suave aroma de un rico desayuno alertó mis sentidos e hizo gruñir mi estomago. Al salir de la cama, voy descalza sobre el frío suelo, me dirijo a la cocina, para ver al menos una agradable escena. No se de que hablaban pero Hisirdoux le decía algo a White que la ponía feliz.

-Con su permiso señorita Pericles.- me sorprendió Archie pasando al lado.-Me alegró que este mejor de lo que me comentó Douxie.

-Buenos días dormilones.- nos saluda Hisirdoux.-¿Quién quiere comer?

Sin esperar a que salieran de la pequeña cocina, me fui hasta la mesa en medio de la salita. En si el departamento era pequeño, con las habitaciones necesarias para vivir bien el tiempo que pasaba ahí. Solo lo tenía para cuando debía salir de entre los trolles para andar un poco con los humanos a pesar que estar bajo la mirada de todos me ponía un poco nerviosa.

Me senté, sonreí a pesar de mis ojos inflamados. Hisirdoux paso a mi lado, me beso la frente y puso frente a mi una taza con té, más un delicioso desayunó americano. El aroma de la comida entro por mis fosas nasales, viajando por mis recuerdo hasta caer al fondo de mi estómago.

-Que delicioso.- dije tras llevar algo de eso a mi boca.

Comimos en silencio, ojala poder decir que era agradable, pero era todo lo contrario. Hisirdoux no dejaba de verme, no se que buscaba. Me imaginó que trataba de encontrar la fuente de aquel truco mágico que me ayudo a borrar momentos de mi vida.

Mi mente divagó en todo lo que él podría estar imaginando con solo verme.

-No hagas mas locuras, tu mente no lo merece.- me dijo tomando mi mano.

Su sonrisa era acogedora, a pesar de la leve angustia que emanaba.

-No, lo juro.- respondí con vaguedad, no le podía prometer mucho.

Jugar con mi mente era inevitable, iba para los novecientos años ¿Cómo una cabeza podía aguantar tanto? En una época se había hecho algo recurrente, no me importaba que era lo que se iba, no sentia miedo, sin embargo no podía hablar de eso. La gente te ve mal cuando hablas sobre limpiar la cabeza de recuerdos.

-No puedo tener hijos.— dije al fin.

Hisirdoux me vio con sorpresa. Eso respondía su pregunta de ayer, y no hizo más ninguna otra. Por dentro me alegré de que no quisiera seguir hablando de esos.

Era medio día, Hisirdoux estaba a punto de irse. No lo iba a retener a pesar de mi ganas de que se quedara conmigo, no podía hacer que se quedé, su vida había avanzado mas de lo uno podía imaginar, y yo me quede muy atrás.

Nos quedamos en la entrada, sin abrir la puerta, sin vernos, sin decir ninguna palabra.

-Si necesitas ayuda, si alguien te sigue, lo que sea.- dijo tomandome las manos.-Me llamas, sabes como comunicarte conmigo o Circe, con cualquiera o ambos.- me abrazó, estaba desprevenida, podía sentir como sus brazos se enroscan sobre mi, pero no tenía fuerza alguna para corresponderle como quería.

Era como si sostuviera en sus brazos una muñeca desprovista de cualquier cosa que podía contener una vida.

La sensación de vacío era el peor hasta momento. Estaba acostumbrada a la falta de algo, pero no siempre era consciente de eso, y cuando lo era, cuando al final del día me daba cuenta de la falta de calidez, cariño o lo que sea, el vacío se hacia mas grande e incontenible.

Sin embargo junte algo de fuerza, para devolverle lo que me daba. Últimamente junto mas fuerza para lo que se.

Cuando me suelta, se enderezó y me volvio a sonreír como en la mañana. Me revitaliza un poco que otros depositen esperanzas sobre mi.

-Lo haré.- esboce una ligera sonrisa.

No lo haré, nunca lo hago.

Abrió la puerta, y salió sin decir mas nada.

Aún sentía que algo faltaba. Porque tenia el presentimiento que si no hacia algo ahora quizás no tendría la oportunidad hasta volver a verlo, y no sabía cuando lo volvería a ver.

Salí del departamento, lo vi al final del corredor esperando al ascensor. Grite su nombre al tiempo que las puertas se abrieron frente a él.

NLos dos caímos dentro.

-¿Qué ocurre?- me pregunto sosteniendome por debajo de la cintura, mientras tratábamos de hallar equilibrio.

No le respondió, a pesar de su cara de susto, la cual tome entre mi manos. Era solo besarlo, un recordatorio de lo que era hacerlo, no se si para mi o para él. Cierro mis ojos, cansados y pesados, y acerqué mi temblorosos labios, sin razón, a los suyos. Hisirdoux corto la distancia que nos separaba con rapidez. Pude sentir el pesar de sus manos en mis caderas, y como la magia de un simple contacto llenaba mi cuerpo. No estaba bien revitalizarme así, pero me hacia sentir viva, y flotar en el aire. El temor sin razón se transformó en intensidad, él lo hizo mas intenso.

Pude confirmar que todo lo que Hisirdoux toca lo vuelve mas intenso, al menos en los últimos tiempo. Qué su deseo por mí era tan mayor como el que yo sentía por él.

El beso duró lo que el duró el viaje en ascensor.

Cuando tocamos el suelo, me separe y el suave aire entro por mi boca de manera innecesaria, no me hacia falta aire, estaba mas viva que antes.

-Si me pides que me quede lo haré.- musitó en mis labios.

No se que era mas egoísta pedirle que se quede para no estar sola, o echarlo solo por querer estar sola.

No me había percatado de nuestro alrededor, mis manos, que aun sostenía su rostro, brillaba con leve luz rosada, y podía percibir una vaporosa luz azul subir por mi cintura. El ascensor estaba iluminado por una luz tenue que mezclaba el color de nuestra magia.

No recordaba la última vez que sucedió algo así.

Quizás si quería que se quedara mas como una necesitadad de mis sentidos mas humanos que aquellos que me aquejaban.

Cuando lo estaba por volver a besar, las puertas del cubículo se abrieron de par en par, dejandonos a la vista de los vecinos. Hisirdoux me soltó con rapidez, poniendose al lado mio, ahuyentando las luces con las manos, como si eso sirviera de algo.

Volvió a ser el mismo Douxie de siempre.

-No hace falta que te quedes.- le dije empujándolo fuera, mientras le sonreía.

Las puertas se cerraron, y lo último que vi fue su rostro riendo, mientras se tomaba la cabeza.

-¡Adios doncella!- se pudo oír a lo lejos mientras subía con una anciana que no me quitaba los ojos de encima.

-Se va a la guerra, no quería hacer mas larga la despedida.- mentí por lo bajo.

-Los guapos son los primeros en irse.- me dijo lo que me provocó una risa nerviosa.

En el departamento deje ir a Archie que lo había encerrado junto con White antes que el familiar pudiera ir tras Hisirdoux.

-Lo siento.- le digo apenada al gato negro que pasaba a mi lado.-Hubieras salido por la ventana.

Archie no dijo nada y corrió por el por el pasillo.

El lugar era silencioso, aun corría cierta adrenalina por mi cuerpo, y podía sentir sobre mi boca el beso de Hisirdoux.

-Esto es una locura.- me dije a mi misma.

Lento me fui deslizando por la puerta hasta que termine sentada en el suelo, me tome la cabeza, como queriendo hundirme entre mis brazos.

Me quede así por cinco minutos, hundida en mi miseria, generada en parte por mi. Nunca me arrepentía de mis actos, pero cuando sus consecuencias eran más grande de lo que imaginaba, esas decisiones me atormentaba demasiado.

No, no me atormentaba mi relación bastante discutible con Hisirdoux, me atormentaba todo lo que le ocultaba, lo me sucedía y nunca le podía decir. Lo que muchas veces me hacia sentir que lo atormentaba a él, o todos los que me rodean.

Pocos tienen el valor de decírmelo en la cara.

Luego de mi auto compasión, me levante del suelo, fui hasta la cocina, estirando mis brazos queriendo alcanzar el techo bajo. Por un instantes sentí que era la de antes, la de mucho antes. Esa inconsciente que dejo de tener una moral, porque se encargaron de destruirla.

No es que quiera culpar a los demas por mis acciones, pero la imagen que muchos tienen de mi, me empujo a ser quien soy. Es una culpa compartida.

De repente estaba frente a un horno anticuado, calentando agua, me imaginó que para un té. Me perdí una parte del trayecto, hasta dudaba si quería té.

-¿En que momento hice esto?- me pregunte.

Me frote la sien un instante, con los ojos cerrados, presionando fuerte la mirada. Era un dolor punzante que invadía mi cabeza. Quizás era una señal de que me detenga, que no haga lo estaba por hacer.

Pero ¿Qué estaba por hacer?

Busque en el mueble algo que estaba escondido en el fondo. Hasta que di con un saquito de terciopelo. Al abrirlo un polvillo brillante salio de este. Obligándome a agitar el aire. Con cierta decisión, y una cucharita puse algo de aquel polvo blanco y brillante en una taza y verti agua dentro.

Impulsada por mi tontería, camine a la par que revolvía el té. Sus aroma era fuerte, generaba mas vapor que una bebida normal.

-Té de hada ¿No?- me sorprendió la voz de White.-¿Ahora que quieres olvidar?

Miró la taza en mis manos, me hundí en aquel líquido turbio ¿Que quiero olvidar ahora? Todo; me recuerdo que no quiero ser feliz a causa de otras personas. Acerque la taza a mi cara, el vapor me daba de llenó, revolviéndome el estómago.

-No seré la voz de tu conciencia, pero sabes que hacer eso no solo borrara tu mente, quizás haga algo mas.- me seguía hablando.-Te puedo proteger de todo, menos de la muerte y lo sabes.

Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, tire la taza, derramando todo su cálido y brillante contenido. Cubrí mi boca espantada, sentia como mis ojos se llenaba de agua, no estaba consciente de lo que había hecho.

-¿Qué intento hacer?- me dije mientras me recostaba sobre el sillón, abrazando mis rodillas.

Una estupidez, obviamente, sin embargo no parecía que era yo quien lo hacia. Estuve un rato meditando sobre mis recientes lagunas mentales, puesto que no recordaba haber conseguido ese té.

-Alguien me esta manipulando, creo.- le dije a White a pesar de que no me iba a responder. -Debo averiguar porque me están haciendo esto ¿Qué quieren?

A decir verdad la idea no era una completa locura, mi mente se había vuelto fácil de controlar, sin embargo faltaba una pieza ¿Qué deseaban de mi? ¿Qué he olvidado?

La noche cayo, mas fría de lo normal. El teléfono habra sonado al menos cincon veces en una hora. Me imagine que podía ser Hisirdoux o Circe. Estaba nerviosa, caminaba de una punta a la otra. Todavía no era la hora en la que salia, sin embargo no espere mas y me marche en busca de respuesta.

Para evitar ser reconocida cambie el color de mi cabello, así como le pedí a White que hiciera lo mismo. Salimos por las escaleras de incendio para evitar ser vistas, lo que nos dejo en un callejón oscuro.

A esa hora muchos brujos y brujas salían, quizás alguno me podía dar la información que buscaba.

—Hay un código.

—Una entrada secreta.

—Un culto.

—Un rezo.

—Una ofrenda.

Era todo lo que me decían, no me daban direcciones, ni nombre, ni materiales. Había todo un mundo oculto bajo el nombre de la gran hechicera, y yo, como su hija, no estaba enterada de nada. Por alguna gracia del destino me cruzo con una joven, se me hacia familiar pero no se de donde.

—Hay un pasadizo en Brooklyn, sobre Grace Court Alley.— dijo la extraña.

—¿Hay alguna palabra clave o algo?

—Una frase "La gran reina nacida del mar." — respondió sin verme a los ojos.—O quizás con tu sola presencia te dejen entrar.

Tras eso último, la joven frente a mi se esfumó tras una nube. Estaba atónita, se que ese truco lo vi antes.

Brooklyn estaba lejos, necesitaba transporte mágico. Como si todos los astros se hubiesen puesto a mi favor, una mensajera me toco el hombro para pedirme un favor.

—Necesito muchas flores, y se me hace que tu eres bruja.— hablo apurada. 

Tenia ganas de decir que era su bruja equivocada, pero debía usar su servicio.

—Conozco un lugar que me debe lo que buscas.— le digo poniendo cara de misterio. 

 A pesar de la hora, y que era plena noche, fuimos a una florería que estaba cerca del edificio donde vivía. Al llegar, toque en una especie de código, para que luego de unos minutos una niña me abriera la puerta. 

—Tu mamá, dale.— le ordene con cierta severidad, la niña pecosa salió corriendo. 

 Al cabo de unos minutos llego una mujer adulta que conocí un tiempo atrás. Quien me miro mal, como gruñéndome con su mirada verde.

—No pases.— me detuvo en la entrada.—¿Qué quieres?— pregunto de mala gana, cruzándose de brazos.  

 Tras diez minutos de discusión, la florista me dio lo que la mensajera buscaba, y la pequeña mensajera me llevo a donde se encontraba un portal, que tras un turbulento viaje, me mando a la calle que buscaba, con la gracia de dejarme parada donde mas necesitaba. 

 Aun me quedaba un par de horas de noches, todavía podía buscar las respuestas a mis lagunas mentales.

Fuimos hasta un mural sospechoso, que tenia un símbolo artúrico. White me quiso detener, mordiendo la manga del pantalón, sus ojos reflejaban preocupación.

—Todo saldrá bien.— le dije a pesar de no estar segura. 

Aclare mi garganta, deje al aire libre mi cabello rubio, y me enderece.

—Soy Arabella de Pericles, hija de Morgana Le Fay.— anuncie, apoyando una mano sobre el muro como si supiera lo que hacia. 

 Mi mano se ilumino, el suelo tembló bajo mis pies, y el muro se abrió ante nosotras.

 La oscuridad de un portal nos absorbió, dejándonos en centro de una gran habitación iluminada por la luz de las velas. Muchas personas nos rodeaban en un circulo, estaban encapuchados, solo podía ver sus bocas, de las que salían palabras en una lengua que solo mi madre usaba, lo que me daba escalofríos.

—Bienvenida hija de Morgana, te esperábamos.— anuncio una voz femenina.—Solo una de las afortunadas hijas podrá traerla  a la vida y terminar con lo que ella inicio, liberar al mundo de la opresión del humano, y que la magia fluya natural por todos lados.

 Era un discurso barato, nunca supe de las intenciones verdaderas de mi madre, pero si de algo estaba segura es que si volvía a la vida esta gente serian los primero en caer por su gracia divina. 

—Oigan, idiotas, lo que vayan hacer les va a salir mal.— les dije tratando de convencerlos de algo.—Además no se como traerla a la vida, ella fue mas una madre que una maestra.— me cruce de brazos.—Lo siento, pero tienen a la hija equivocada. 

 Termine de hablar, y pude sentir que White me tocaba la pierna, le tendría que haber hecho caso en un principio. 

—Cuidado, Arabella.— fue lo ultimo que escuche. 

 Si esas benditas puertas no se hubiesen abierto, Hisirdoux hubiese sido lo suficientemente valiente como para besarme otra vez, quedandose conmigo por el resto del dia, o si no hubiese gritado con orgulloso que una vez supe ser una princesa, estoy segura que todo hubiera terminado diferente esa noche, y las siguientes.

Pero se que por algo tomo las decisiones que tomo.

★★★

¿Como les va, mis corazones? Esperó que bien.

Amo que Arabella clasifique a Hisirdoux según como lo llama:

Douxie –>  bobo lindo.

Hisirdoux –> el macho.

Lo siento, era necesario 😂

Este capítulo es todo un torbellino de emociones... Desalentadoras. Que les digo.

El té de hada es un veneno por muy lindo que suene, creo que todo lo puedan hacer las hadas es malo (igual que las sirenas)

Sin mas que decir, hasta el viernes (no se pierdan el microrrelato) besitos, besitos, chau, chau.

Pd: no es la hora de la siesta, solo que edite esto en la noche porque ✨insomio✨

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