20- Té de hadas.

En los pasajes de la catacumbas, mas parecido a un laberinto, Arabella seguía a Pablo que iba delante con su familiar. Un búho, que reposaba tranquilo en el hombro. White iba sobre la bruja, mirando al esponjó pájaro que tenia en frente, con ganas de abalanzarse sobre él.

—No, quieta.— le ordenó la bruja.

—Tranquila señorita Pericles, no dejare que esa cosa me coma.— dijo Lester, el búho, quien giro su cabeza para verla.—Debo decir que me alegro al fin conocerla, Pablo es un ferviente seguidor suyo.

El mas joven dio un brinco ante las palabras del ave, y su rostro se fue tiñiendo de rojo, con calor agónico.

—Por todos los cielos, Lester, deja de hablar.

Arabella no le siguio el juego, pero si le enternecio el corazón, y se arrepintió un poco de haber sido un poco brusca con él.

Siguieron el camino por unos veintes minutos, y llegaron a un paraje donde había dos muchacha, una morena y la otra blanca de cabello castaño.

—Arabella, ella es Maria, nuestras mensajera.— dijo presentado a la hechicera que portaba grandes ojeras de cansancio.—Maria se encarga de mover a la gente mágica, o no, entre territorios.

Sin mas que agregar, el joven aprendiz se dispuso a volver por donde llegaron, sin siquiera atreverse a decirle adiós a la bruja.

Antes que Pablo se marchara, Arabella le dio un fuerte abrazo, a pesar de la corta amistad que entablaron. Las despedidas no eran lo suyo.

—Ten, esto es para ti, y tu magia.— dijo dándole un libro viejo con sus escritos y firmado con sus iniciales A. P.—Para que no me extrañes y mejores, así la próxima no haces de cadete sino de quien rescata. 

El joven mago no pudo evitar emocionarse, y tomo el libro con mucho cariño.

—Algo mas señorita Pericles.— se pausó antes de marcharse.—Yo se que usted no es la bruja despiadada que las historias relatan, espero que nunca olvide quien es realmente.— sonrió y luego se marchó junto con Lester que iba dando pequeños salto a su lado.

El silencio y frío se apoderó de los túneles. La mensajera aun no había habilitado los portales, todavía faltaba unos minutos y Maria no se veía muy entusiasmada en trabajar, su rostro desganado a pesar de su juventud lo indicaba.

—Marina.— se presento la otra chica, extendiéndole la mano a Arabella.

La rubia la vio con un poco de desconfianza. Sabía que ella no era humana, no solo por la magia que trataba de ocultar sino por las raras marcas que escalaban por sus brazos, como símbolos de alguna tribu de la Amazonía. Arabella ya no sabía en quien confiar, cualquiera podría ser parte de aquellos que anhelaban traer a Morgana a la vida.

—Vamos mujer, no muerdo.— medio que insisto la morena.

—Pero yo si.— dijo sonriendo muy raro, como suele hacer cuando se pone nerviosa, y dice frases tontas al azar.—Arabella, y ella es mi gata White.— señalo a la gata que le gruño cuando Marina la vio.—No es muy sociable.

La mensajera anunció que el portal ya estaba activo, y debían decirle a donde ir; ambas dijeron Brasil al mismo tiempo, y Arabella sonrió avergonzada, mas un tanto nerviosa. Ella había aceptado que le gustaba las mujeres tanto como le podía gustar los hombres, sin embargo aún lo sentía raro, sin importar el tiempo que paso con Zoe.

—Genial las dos a Brasil.— dijo con falso entusiasmo Maria.—En ese caso, se paran en el círculo, se toman las manos y procuren no moverse de ahí hasta que el portal las mueva, porque...

—Porque podemos perder extremidades, lo se, estos viajes son peligrosos y convulsos. Hagamoslo rápido.— agrego Arabella nerviosa.

—Gracias señorita Pericles.— dijo fastidiada iniciando el ritual para activar el portal.

Lento una luz naranja las fue cubriendo, impidiendoles ver a la mensajera.

—Buen viaje, y recuerde señorita Pericles cuidado en quien confía.

Un nudo se le hizo en la boca del estómago, incrementado su nerviosismo. Al tocar el suelo en Brasil no puedo evitar que su malestar interior quisiera salir al afuera, como solía pasar cada ver que viajaba de esa forma. Vomito el pobre desayuno de horas atrás que iba mezclado con nervios del viaje y toda la situación en Argentina. Marina le sostenía el cabello rubio, y le daba suave palmadas en la espalda.

—Lo siento.— se disculpó apenada Arabella, mientras iba recobrando el color en la piel.—No me término de acostumbrar a esto.

Marina la había invitado a que pasará un tiempo con ella, lo que se hizo un tanto extraño a Arabella, sin embargo declinó la propuesta alegando de que ya tenia donde quedarse.

—Bueno, entonces ven a visitarme, o mejor aun yo voy a verte.— sonrió Marina.

Se despidieron con un apretón de mano, lo que a Arabella le parecían ridículo y se sintió avergonzada por eso.

Luego de caminar horas bajo el abrazador sol de la zona, llego a la pequeña cabaña de la que tanto le hablo Nomura. Era bastante rustica, con un pórtico que daba la bienvenida, y el patio interno daba paso a la gran selva luego de unos metros de llanura con el pasto cortado a la perfección.

Una cabaña aislado y en puro contactó con la naturaleza era lo que necesitaba.

White corría por el patio como un potrillo alegre que disfrutaba de su libertad, mientras que Arabella la veía desde la galería, con un libro sobre magia de las tribus en una mano y un abanico en la otra.

—Veamos Marina que se de ti.— se dijo a si misma mientras volvía sus ojos café a la lectura.

Sin embargo, a pesar de la paz del lugar, algo la atormentaba. Escuchar una voz susurrar el nombre de su madre no era lo entendía por tranquilidad.

Las noches en Brasil se habían vuelto una pesadilla, no acostumbraba a tanto calor, mas aún sabiendo que si dormía podía escuchar una voz que le costaba identificar. El enterarse que querían traer a la vida a Morgana con su ayuda le estresaba, mas que cualquier otra situación.

Arabella había abandonado su mandato cientos de años atrás cuando ser su hija no causaba tanta impresión como ser ella misma. No es que no la extrañara, porque en si fue su madre y mentora, pero tampoco tenia tantos deseos de verla. Mas aun sabiendo que su humanidad se perdió el día que murió.

En una noche calurosa, cuando al fin pudo dormir, una voz empezó a susurrar en su oído, con un poco mas de esfuerzo la pudo identificar, era ella. En sueño abrió los ojos solo para toparse con una especie de luminiscencia dorada que, poco a poco, iba tomando su forma.

—Morgana.— musitó cuando la gran hechicera se plasmó frente a su tembloroso ser.

—Arabella, mi quería hija, acepta tu destinó, volvamos a unir nuestros caminos.— dijo con voz dulce pero a la vez llena de pena.—Dame la vida como yo te la di.

Sin pedírselo a su mente, su mano se movía en dirección a Moraga que parecía que la esperaba con los brazos abiertos. A centímetros de esta se dio cuenta que estaba siendo manipulada por una magia aun mas fuerte que ella.

Intentaba despertar, pero se le hacia imposible, la sombra oscura de su madre la rodeaba, le quitaba el aire. Quería meterse dentro de ella, apodarse de su cuerpo, de su esencia de su magia. Morgana quería transformar a Arabella en lo que siempre deseo, una vasija mágica capaz de tolerara cualquier magia. En simple palabras, que sea su campeona, para así volverla a la vida.

Arabella se agitó, y resistió, hasta que recordó que eso era un sueño del que podía despertar. Grito tan fuerte que al fin pudo salir de su pesadilla.

Sus manos brillaban con su típica luz rosa, y su rostro estaba bañado en lágrimas de dolor y sudor.

—No, no ¡No!— grito, arrancándose el collar y tirándolo lejos de ahí.—Basta Morgana, ya no me puedes controlar.— dijo abrazándose a sus rodillas, mientras hacia un gran esfuerzo para dejar de llorar.—Ya no mas.

White asustada, fue hasta ella. Froto sus cabeza en sus piernas, y volvió a dormir sobre sus pies, en señal que ella siempre la iba a proteger.

—Todo esta bien, ya lo voy a resolver.— dijo acariciando el lomo del animal.

Al día siguiente Marina cayo de visita. como habían pactado día atrás cuando se vieron en el mercado. Arabella la recibió alegre, a ella le gustaba hacer amigos en el camino, a pesar que estos estaban lejos de superar a la cantidad de personas que no la querían. La morena traía consigo una clase de té que no le específico a la bruja. Lo preparo, lo enfrió con algo de magia y lo llevo en una vieja charola de plata.

—Es hora de la merienda.— dijo alegre la Marina.

Arabella bebió el té helado sin cuestionarse lo que estaba ingiriendo. Si Marina también lo hacia, no había problema en que ella hiciera lo mismo.

La única que no estaba alegre con la visita era White que la observaba a lo lejos, preparara para tirarse sobre ella si hacia falta. 

Luego de beber al menos dos tazas de ese té, la bruja empezó a sentir cierta rareza, como si no pudiera controlar del todo sus acciones.

—Ay Marina, eres muy linda.— dijo desinhibida.

—Gracias Arabella, tu también lo eres.— dijo sonriendo con calidez mientras le tomaba la mano a la bruja.—Me agradas, debes saber que me siento mal por hacer esto.— su rostro cambio por completo, asustando un poco a la rubia que tenía delante.

—¿Qué me ocurre?— preguntaba lento, arrastrado las palabras.—Oye ¿Qué té me diste?— insistió tras tocar su frente al sentirse media afiebrada.

—Es cierto lo que dicen, que tu no ves bien a las personas cuando entras en confianza, no prestas atención. Eso era algo que Morgana te dijo ciento de veces sin embargo nunca le diste importancia.— hablaba con total libertad, como si la conociera.

Arabella se empezó a sentir aun mas mal, veía borroso, y todos los sonidos se hacían estruendosos. Grito el nombre de su familiar que salio de su escondite para ir por ella.

Tocaron la puerta con brusquedad, a pesar de su malestar noto que nadie agradable llamaría así.

Aún con pocas fuerzas tomo a Marina y volvió a preguntar que le dio. de hadas fue lo único que dijo, e hizo temblar a la bruja, la había envenenado.

Seguían tocando la puerta, amenazando con tirarla abajo.

—Perdon por esto, me caes bien pero mejor me cae la idea que Morgana vuelva a la vida y nos libre a todos.— alegó con falsa pena.—¡Bruja, bruja, bruja!

Grito, y unos soldados derribaron la puerta para ir tras ella.

White empujó a Arabella para que empezará a correr en dirección a la espesa selva.

Corrían las dos a la par hasta que Arabella no pudo mas. Su familiar se transformó en un felino mas grande, para poder cargar con ella. Se perdieron entre lo verde del paisaje salvaje. Sin embargo no podían detenerse, a lo lejos aún se podía oír sus voces.

Llegaron hasta la costa de un río, que no era muy profundo, pero traía consigo una leve corriente, que podía arrastrar a cualquiera.

White cayo sobre el arena, y junto a ella Arabella, quien se había desmayado momentos atrás, su respiración era débil, y su fiebre alta. La gata pudo ver del otro lado a una persona que era inevitable no reconocer, su cabellera anaranjada delataba su identidad. Grito su nombre, y pudo notar la desesperación de quien estaba del otro lado del río.

Circe atravesó el agua con cuidado y llegó donde estaba la rubia desmayada y la gata cansada.

—Nos alcanzan.— fue lo último que escuchó de la gata.

Arabella se encontraba en un sueño oscuro. Flotando, su cuerpo era liviano tal cual pluma; sin embargo algo pesado en su pecho la bajo hasta el frío suelo, obligándola a abrir sus ojos solo para encontrarse en la nada misma.

Se puso de pie, para caminar sin un rumbo. De fondo podía escuchar la pieza musical de una orquesta que siempre la atrapaba. La musica se iba haciendo mas intensa, obligándola a correr con miedo. Cientos de hilos dorados empezaron a rodearla hasta que no pudo moverse mas, y cayo al suelo. Frente a ella la figura de una mujer se iba formando al compa de la orquesta, hasta que Morgana La Fey apareció frente a sus ojos. Estaba cubierta con una armadura dorada que nunca antes vio, era imponente y tenebrosa.

¿Acaso su madre era la única que le podía causar temor y admiración al mismo tiempo?

—Deja de huir Arabella, desde que te fuiste de tu querido Camelot que lo haces ¿No estas cansada?— hablaba mientras acariciaba su rostro como cuando era una niña pequeña y asustada.

—¿Por qué me haces esto madre? Si te traigo a la vida todo sera peor para mi, nadie me querrá.— dijo Arabella con voz entrecortada, como queriendo llorar.

—Oh mi dulce niña, el amor te trajo a donde estas ¿No te das cuenta? Si te temen nadie te traicionara.

Arabella se negaba con la cabeza, y no pudo contener mas las lágrimas.

—Pero yo si te amé, madre.— balbuceo.—Y ahora te temo ¿De que sirve eso?

La mirada de Morgana se suavizó, beso su frente, recordándose la mujer que fue durante la infancia de Arabella.

—Nunca te lo dije antes, pero tu eres mi mas perfecta creación, Arabella.— sonrió haciéndole recordar a su hija la hechicera que la adopto a los diez años.—Lo siento hija mía, ya no me debes temer, no puedo obligarte a hacer algo para lo que no fuiste hecha.

Morgana libero a la brujas de los hilos dorados que la apresaban. Arabella desperto con un leve dolor de cabeza y de cuerpo. El té de hada la debilitó a tal punto que casi le quitaba la vida. Miro a un lado, sonrió al ver a Circe dormir junto con White.

A la mañana siguiente hizo el intentó de recordar todo pero en su mente se había hecho una laguna. Lo último que recordaba era que estaba en Brasil porque, como siempre, escapaba de alguien o de algo. Cada tanto saltaba el nombre la de hechicera, pero no le tomaba importancia.

Quizás fue un efecto secundario del té, borrar la memoria para hacer mas fácil una manipulación, o quizás fue un último acto de cariño de su madre para evitar el doloroso recuerdo del lugar de donde proviene.

—¿Estas segura que no recuerdas nada?— indagó Circe luego que Arabella despertara.

—Ella no, pero yo si, esa loca quiso envenenarle.— respondió White por la bruja.—Esta loca, quiere traer de vuelta a la vida a Morgana con ayuda de mi bruja.

Tras la respuesta de la gata, Circe hablo con la cacique del lugar. Esta le dijo que algo sabía, pero que no estaba muy segura. No le daba mucha importancia puesto que creía que un grupo de locos de los que nunca llegan a ningún lado.

—Se a donde puedes ir para refugiarte por un tiempo.— le dijo la cacique una tarde.—Para cuando te vayas.

—Pero ¿Te quedaras un rato mas no?— interrumpió Circe con cierta ilusión en su pregunta y voz.

Arabella con ternura, se veía como la chica que conocio en Camelot, que iba a donde ella iba. Circe siempre le hacia recordar a la calidez de Camelot.

—Aun no me marcho.— respondió con alegría.

★★★

Buenas ¿Como les va? Esperó que bien.

Si, me llamo Maria, es mi primer nombre igual nadie me llama así. Para les compás soy la Agus.

Estamos en el último arco. Y después de esto viene un capítulo en 3 partes y no se si hacer maratón la semana que viene (lunes, miércoles y viernes)

Ahora ya sabemos porque Arabella esta paranoica en un comienzo.

Bueno, hasta el jueves que estreno nuevo capítulo de Mentes difusas.

Besitos, besitos, chau, chau.

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