19- Cuidado con White.
1891, Argentina.
Al parecer la noticia de que en Argentina estaba todo bien no era del todo cierto. Pese a esto la gente era agradable. No conocio a tantos seres mágicos, solo a una pareja que le ofreció hospedaje el tiempo que se quedo ahí. Que no fue mucho, puesto que se aburrió rápido, necesitaba un círculo de cercanos que sean mágico, no porque no quisiera a los humanos, era mas bien para resguardar su identidad.
Paso unos días en la ciudad porteña, para luego viajar a otra provincia donde, gracias a aquella pareja, la iban a estar esperando para un trabajo, con techo y comida incluido.
—Se que dicen que no hay que mezclar placer y trabajo.— comento.—Estoy segura que ellos no deben comer o vestirse bien.
En la estación de tren, fue la atracción número uno. No llevaba el cabello recogido, sino dentro de un gran tapado rosa pastel que llegaba hasta el suelo, y que dejaba ver su delicado y ajetreado vestido aún más claro. Con el primer aviso para subir al al tren, se llevó todas las miradas con ella.
Cuando estuvieron apuntó de ingresar, un guardia la detuvo, y se lo negó por la gata.
White no quería volver a ser un bicho, menos un perro. Si hubiera sido por ella se transformaba en un gran dragón para volar hasta la otra provincia.
—Entonces se una niña, no se que mas decir.— sugirió exasperadas.—Que caprichosa, como un infante.
La gata, ofendida por no creer en sus capacidades, hizo lo que nunca hizo, por cuestiones que iban mas allá de ella. Una luz, casi enceguecedora la cubrió por completo, y cuando esta cesó, dejo al descubierto a una pequeña niña de diez años, que inflaba sus cachetes con enojo y cruzaba sus brazos con desapruebo.
El familiar no recordaba la última vez que uso su identidad humana. Habían pasado cientos de años, llegándose a olvidar de su oscuro color de piel, y lo blanco de su largo cabello ondulado. Existía una razón por la cual nunca usaba esa identidad, lo cual le consumía mucha energía mágica. Además de una maldición, de la cual nunca hablo.
Arabella nunca la vio en esa forma, estaba encantada con la pequeña humana White. Aún sorprendida se agachó hasta quedar a la altura de sus ojos verdes, y una sonrisa se dibujo en su rostro.
—Siempre quise a una niña como tu.— dijo emocionada abrazándola.—White, di mamá.
Pero la gata, ahora humana, siguió sosteniendo el voto de silencio hacia su familiar.
Arabella, feliz con su familiar como niña, la tomo de la mano, y al fin pudo subir al tren sin que sospecharan de nada. Se sentaron donde les correspondía, y guiadas por una costumbre, White se sento sobre la falta de la bruja, llevándose miradas enternecedoras de los demás pasajeros.
—Es que su padre murió en alguna guerra y ahora es muy apegada a mi.— mintió con descaro, dándole palmaditas sobre su cabellera blanca.
Un hombre joven, se sento frente a ella con otra niña de la misma edad que White aparentaba. Parecía simpática, y de alguna forma busco acercarse al familiar para querer jugar con ella, pero esta apenas se levantó. La niña sobre la falda de Arabella hizo un espantoso ruido como si fuera un gato, obligando a la pequeña pasajera a sentarse y aferrarse asustada al brazo del padre.
—Ay no lo siento.— dijo Arabella apenada.—Blanca, niña mala.
El hombre y la infante, mas horrorizada que antes, se cambiaron de asientos, llevándose una mirada de disgusto de Arabella.
—Ellos no saben nada de crianza.— murmuró.
Sin embargo no fueron los únicos que las veían extrañados. La atención de los viajeros se posaban sobre White que no dejaba de actuar como gato, desparramada sobre el asiento, dando saltos; o sobre Arabella que lo único que hacia era leer un libro sobre historia.
—Casi ochocientos años y aun me cuesta leer en movimiento.— murmuraba mientras pasaba las paginas.
Ninguna de las dos estaban interesadas en ocultar quienes eran, ya estaba bastante grande como para fingir ser una madre y una hija.
Tras un día viaje, al fin llegaron a su destino, la estación de trenes en la ciudad de Córdoba.
Todo parecía tranquilo, salvo por las malas miradas, fuera de eso Arabella junto con su familiar se sentían bien, y la gata estaba emocionada con volver a ser una gata. Pero aquella tranquilidad se esfumó tan rápido como dieron los primeros pasos en la estación. Un desconocido tomo del brazo a White y la arrastró de ahí con una velocidad que no era humana. Arabella corrió tras ella tan rápido como su vestido y su desesperación le permitio.
—No, no, no.— dijo tomándose la cabeza.—Esto no esta bien.
A White la habían arrastrado a una zona desolada. Ella hacía todo lo posible para zafarse del agarré, pero la mano que la sostenía del brazo la superaba en tamaño y fuerza.
—Dejame, tengo que volver, ella me necesita.— repetía con desesperación, rasguñando la mano cubierta por un guante.—Me transformare en un tigre y te arrancaré la cabeza.
—Claro, si puedes.— se burlo.
Antes de que White pudiera hacer algo, el desconocido le puso una especie de gargantilla, que impidió que el familiar volviera a su forma o a cualquiera otra.
—No, no ¿Qué es esto?— preguntó con desesperación al notar que no podía cambiar de forma, y pasando la manos por esa tira de cuero.—¿Simbolos mágicos? Me bloqueaste hijo de...— no pudo seguir hablando que le cubrio la boca.
Ahora era solo una pequeña niña que nada podía hacer.
Arabella trataba de concentrarse, ella sabia que estaba unida a White, aquella mordedura cientos de años atrás era lo que significaba, por siempre unidas. Sin embargó esa gargantilla la bloqueaba, y mas la desesperación de la rubia perdía toda concentración.
—Mmmm, vamos White ¿Dónde estas?— suplicó mientras frotaba la mordedura.
Fue solo un pequeño y débil hilo mágico lo que pudo sentir, para guíarla a ella por fin. Camino entre la gente, apurada y a tropezones. Luego de veinte minutos corriendo, llego a un sitio oculto. Una casa bastante grande, avejentada.
Entro sin tocar, y en medio de la sala pudo ver a su familiar de rodilla y con la boca vendada. Arabella dio unos pasos dentro, y White empezó hacerle señas con la mirada, solo que ya era tarde. Cuando la bruja quiso dar vuelta, alguien le golpeo con mucha fuerza, desmayandola.
Abrió los ojos con cierta pesadez. Un fuerte dolor le recorría la nuca, y cuando se dio cuenta estaba de cabeza, con White humana atada a su espalda, ambas pendian de una soga a sus pies.
—Esto debe ser el colmo.— dijo Arabella al notar la situación.—Nunca mas volvemos a Argentina, menos tu vuelves a ser humana.
A lo lejos se podía escucha una voz masculina hablar sobre algo que no podía enteder a excepción de un paquete y que ya lo tenian. Entonces entendió que hablaban de ella. Bufo ante la posibilidad de que estaba siendo buscaba y que no lo había notado.
—Usa telequinesis, tonta.— dijo White contra su voluntad.—Despues de esto no te hablo mas.
—Usaria eso pero no puedo, no me sale, hace mucho que no practicó.— respondió.
—¿Qué te enseño Morgana?
Arabella empezo a patalear, moverse para todos lados, hasta que la cuerda se zafó, y ambas cayeron al suelo, dándose un fuerte golpe. El hombre misterioso escuchó el escándalo, y fue hasta donde estaban. Aun se encontraban indefensas, seguían con sus manos atadas. Entonces las bruja recordó un conjuro de aquellos que le enseñó Baltimore y Circe.
Al principios las palabras no le salían, hasta que se concentro, y aquella legua muerta fluyo por su boca como un lenguaje que usaba con normalidad. Los objetos cercanos empezaron a brilla, una luz rosada los cubría, y todos fueron contra el secuestrador, atrapándolo sin salida.
White y Arabella, se pusieron de pie con rapidez, y corrieron a la entrada. La puerta se abrió a su paso, dejando ver otra figura, lo que medio angustio a la bruja, estaba cansada principalmente porque ese encantamiento.
—Vamos, yo las ayudo.— dijo este extendiendo la manos.
—Las cuerdas, dale, que ese encantamiento no va a durar para siempre.— ordenó apurándolo.
El nuevo desconocido actuó tan rápido como puedo, en cuanto las manos de Arabella se zafaron hizo su arco y flecha y derribó a quien las secuestro.
—¿Lo mataste?— pregunta el único joven de pie.
—No, solo dormido, no solo robo magia con esto.— respondió viéndolo un tanto ofendida.
Un poco mas tranquila, le saco las cuerdas a White, y la gargantilla que le bloqueaba su magia, volviendo a ser la gata de siempre. Cansada, el familiar trepo a sus brazos y se durmió en ellos.
—Hace desde ayer que estaba así, como una niña.— respondió a la pregunta que no le hicieron.—Esta cansada.
—¿Arabella de Pericles?— preguntó al fin el castaño.—Corres grave peligro en la provincia.— anunció.
Inhaló suavemente por la boca, como si una corriente de aire corta fuera suficiente para recarga sus pulmones, sin embargo eso basto para que una gran presión creciera en su interior.
"—Estas en grave peligro." pensó luego de un instante. Estuvo todo ese tiempo al margen, dando la imagen de chica buena, todo para que en cuestión de una tarde eso no sirva de nada y la meta aún mas en problemas.
—Señorita Pericles, por favor acompañeme.— dijo el joven hombre sacándola de sus pensamientos.
—¿Qué? ¡No!— dijo espantada, alejando la mano que tenia extendida frente a ella.—Ya no puedo confiar en nadie, no.
Un tanto exasperado, la tomo de la muñeca levantándola del suelo, y jalandola fuera de la casa. Si algo le disgustaba a la bruja era que la tomen con brusquedad sin que ella se lo pidiera, y mucho menos como una imposición.
El recuerdo de su tía a punto de acabar con su corta vida aun seguía fresco, a pesar del tiempo y que ella podría hacer lo que se le plasca con su mente.
En un acto reflejo, uso su mano presa contra él para tomarlo por el cuello, casi clavando sus uñas sobre la piel. Estas brillaron con rapidez y sus ojos se escendieron con furia. Sin soltar al familiar que dormía en paz.
—Si no me sueltas acabare con tu vida.— amenazó furiosa.
La soltó, y perdió toda posibilidad de que ella confiará en él.
—Pablo, me llamó Pablo, soy de la comisión mágica, y hace poco nos llegó la información que buscan traer de vuelta a Morgana La Fey con ayuda de una de sus hijas.— confesó al ver que no lo soltaba, y se le dificultaba respirar.—Brujos y brujas empezaron una casería.
Arabella lo solto, esa nueva mala noticia le atravesó la cíen como un disparó, desbastandola; cayo de rodillas al suelo junto al pobre muchacho que respiraba entrecortado, abrazando con fuerza a la gata que dormia en calma.
—Yo te protejo, te sigo a donde vayas.— balbuceó impávida entre sueños White.
Siempre era perseguida por una razón o por otra pero nunca para traer a su madre a la vida otra vez. No quería cargar con eso. Estaba cansada de huir, portarse bien al final no le sirvió de nada.
—Nos vamos.— ordenó un tanto decidida.
Si iba a seguir corriendo necesitaba gente de su lado. Pablo la llevo a la ciudad, a una pequeña casa de la comisión. No era lo que la bruja llamaría un lugar cómodo para pasar las vacaciones.
—¿Eres un cadete, no? Claro, te mandaron a buscar el paquete.— indagó Arabella mientras deja sus pertenencias en la entrada de la casa.
El joven brujo la vio, sin saber bien que responder. No había cruzado muchas palabras y ella parecía saber bastante él.
—¿Qué te hace creer que soy el de los mandados?— preguntó con curiosidad.
Arabella camino hasta donde estaba el mas joven, quien se había tensionado al tenerla tan cerca, hasta un poco de miedo le daba. La rubia, con aquéllos zapatos, era, al menos, unos centímetros mas alta que él, mas imponente.
—Se nota que quienes no son buenos con la magia los mandas hacer "la tarea fácil"— enfatizó en eso ultimo.—Desataste mis muñecas con tus manos y no te defendiste cuando te ataque.
—Te estabas defendiendo.— dijo yendo tras la bruja que le había dado la espalda para ir a ver la casa.
—Excusas, lo podrías haber hecho tranquilamente.— respondió para molestar al pobre chico que no pasaba los veinticinco años.—¿Por qué mandar a un niño a hacer el trabajo de un adulto?
Pablo se detuvo en seco, ella tenia razón. Él no debía ir a rescatarla, mas bien a recogerla a la estación sin embargo surgió un improvistos y tuvo que actuar por su cuenta. Arabella podía lograr desanimar a cualquiera si se lo proponía.
—Sin embargo fue valiente, tonto pero valiente, a pesar de tu nulo control de la magia.— agregó dando una media sonrisa, tras notar la dureza de sus palabras.
Paso una semana escondida en esa casa, ya se había leido el libro que tenía, y la comisión no quería darle mas nada para entretenerse. A pesar de buscar protegerla, también mantenía la distancia, pues sabían bien quien era.
Arabella de Pericles; padres biológicos desconocidos, adoptada por Morgana Le Fay. Bruja del tipo vasija: absorber y manipular magia y energía ajena a ella. Conocida por su trabajó como sicario; disturbios en vía publica y en lo privado también. Gran manejo de maldiciones y hechiceria antigua. Pobre manejo de simbología mágica; Posible erudita, a pesar del nulo conocimiento de los astros y débil lectura de mapas geográficos. No esta casada, no tiene hijo, y lleva consigo un familiar, dragón blanco, de origen desconocido.
—Y eso es solo la punta.— se burlo ella, cuando Pablo contó lo que conocía.—Recuerda, setecientos años, hasta yo olvido todo lo que he hecho, guardar tanto no es bueno.— bromeo por todas las veces que atentó contra su mente.—Agrega que no se hacer posiciones decentes.— le indico entre risas.
Para suerte de ella, ya le habían informado sobre su vía de escape.
—Clandestino, como a mi me gusta.— río tras escuchar sobre aquel sitio oculto bajo tierra.
—Catacumbas de los Jesuitas.— le corrigió Pablo.—Iremos en la noche, así que preparece.
Arabella le pidió a Pablo que le lleve telas de todo tipo para hacer ropa que sea adecuada para andar por los húmedos y oscuro túneles bajo la provincia. Al cabo de un rato ya estaba lista, unos pantalones, botas y camisa, algo que para ese entonces ninguna mujer acostumbrada a usar.
—Esto es un escándalo.— dijo Pablo al verla.
—Si quiero andar en la tumba de algo ex amante debo estar cómoda muchacho.— respondió al escándalo del chico.
—Disculpe señorita Pericles, ellos eran hombres de fe.— decía yendo detrás de ella y la gata que caminaba a su lado.
—Hay mucho que no sabes, solo tienes quince años.— se burlo.
—Veinticinco, señorita, veinticinco.— le corrigió caminando a su lado para salir.
La pequeña casa de la comisión mágica quedo en silencio, otra vez.
★★★
Hola ¿Cómo les va? ¿No les parece bellísimo este capítulo?
Arabella tiene una facilidad para manejar las criaturas, que sorprende.
Pronto empezamos la cuenta regresiva 👄
Besitos, besitos, chau, chau.
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