16- ¿Ya nos conocíamos?

1805, Londres, Inglaterra.

Por las calles adoquinadas de la vieja Inglaterra, paseaba sin cuidado Arabella de Pericles, que con toda libertad se hacia llamar artista a pesar de la falta de talento.

Lo que le daba ese título era ser la musa viuda de un gran pintor. Nunca se casó con aquel hombre, quien la uso como modelos en más de una ocasión. Este fue quien le pidió que esparciera el rumor de su viudez. No tuvo problemas en hacerlo, mucho menos le costó, hasta le llego a divertir. Las palabras dichas llegaron a fusionarse, su nombre era automáticamente relacionado con la clase alta.

Sin embargo, a pesar de todos sus nuevos lujos, nunca dejó de ser quien era realmente. De día podía ser una fina dama, mientras que algunas noches disfrutaba ensuciar sus manos con alguno que otro trabajo.

Existían días donde extrañaba mucho a sus amigos. Días donde la soledad era la única compañía, y costaba quitársela de encima.

Sin embargo, cuando extrañaba mucho a Hisirdoux, se daba el lujo de ir al muelle donde este trabajaba, y se lo llevaba con ella a comer lo que sea, costumbre que con los años nunca se perdió.

Los fugaces momentos de compañía le hacia olvidar de esa eterna amiga incorpórea imposible de quitarse de encima.

-Es mas divertido de lo crees. - le decía una tarde que tomaba el té con Hisirdoux que estaba de paso por Inglaterra. -Si Will, que en paz descanse, quería una viuda, yo no se lo podía negar. - reía mientras se llevaba una galleta a la boca.—Menos se lo negaría si lo que deseaba es que fuera una viuda artista.

El pelinegro la veía atontado, mas un poco divertido por las anécdotas de rubia que tenia en frente.

-Cada vez que nos vemos me sorprendes un poco más. - dijo divertido. -Es bueno verte así de alegre, y no tan, ya sabes.

-¿Cómo un cuervo oscuro o demente? O si, ya sé que me decían así.- sorbo un poco mas de su té.-Lo de cuervo me gusta, pero ser musa me fascina.

Rió, aunque por dentro le dolía. Ser el miedo de alguna personas era la consecuencia de ser ella misma. Era tal el temor que la vieran como una bruja débil, que no le importaba ser una pesadilla.

Ese mismo día, acompañó al pelinegro al muelle, al barco que lo llevaría, seguramente de vuelta a donde vivía con Circe, quien no iba mucho a visitarla, desde que habían puesto un hospedaje con Baltimore, la pelirroja casi no tenía tiempo libre. Un sitio hermoso en Francia, que la bruja tanto admiraba cuando iba a verla.

Cada encuentro suyo era caótico, porque Circe lo hacia caótico, y Arabella disfrutaba del espectáculo de nervios que podía provocar. Algo que contemplaba con disfruté desde la noche que se conocieron en Camelot.

-¡Dile a Cir que pronto iré a verla!- gritó a lo lejos mientras agitaba un pañuelo rosa en el aire.

Luego de despedirlo, Arabella camino entre el gentío, escuchando los clásicos cánticos del mercado, mirando alegre a los niños que jugaban a su alrededor, o sonriéndole con dulzura a las pequeñas niñas que se prendían a su vestido rosa brillante, gritando que era una princesa.

Si algo le daba paz interna es que los infantes no la veían como  una bruja maligna, sino todo lo contrario. Estaba agradecida que a oídos de los mas pequeños no haya llegado el cuento de la bruja de vasija que los comía en la cena.

-Puros e inocentes. - dijo mientras los sorprendía con un truco de magia, que los enloquecía de alegría.

Por las dudas llevaba un paraguas en mano la mayor parte del tiempo. Nunca sabia cuando la sorprendería una lluvia casual o que tan fuerte estaría el reflejo del sol; y aun que no lo usara aquel accesorio iba con su vestido. Una dama a comparación con años atrás. Le gustaba pensar que Galaga le hubiese encantando verla ser toda una señorita de la alta sociedad, y que dejo de asistir a la tabernas de mala muerte que este tanto detestaba.

Aquel tranquilo paseo fue interrumpido por un sentimiento, una ráfaga mágica viciaba su aire. Sentía que de algún lado la conocida. Corrida por sus instintos de bruja, fue tras esa corriente, corriendo a tropezones tomando como podía las lujosas piezas del vestido.

La corriente mágica la llevo a un galpón viejo donde varios hombres trabajaban el hierro. El ruido era pesado y ensordecedor, los martilleos constantes contra el duro metal provocaban que Arabella diera saltos en el lugar. Era la primera vez después de tanto tiempo que estaba en un sitio así.

Miro hacia adentro, buscando la fuente de esa magia, pero solo se encontró con hombres que trabajaban sin parar. Dio un paso dentro, para asegurarse que en realidad sus sentidos las engañaban. Para su sorpresa vio a un muchacho de cabello largo y castaño que le daba la espalda, usar magia frente a tantos hombres que parecían no impórtales.

-Magnifico. - dijo ella, mordiendose el labio inferior.

Ansiaba tener un novio mágico, con él cual no debe ocultar su identidad.

El ruido se detuvo, y todas las miradas se posaron en el muchacho distraído que aún seguía con su magia.

-Amigo, detente, hay una mirona. - le dijo un hombre a quien le daba la espalda a la bruja.

El mas delgado de todos ahí, se paro en seco, la magia que hacia con sus manos se detuvo tirando al suelo lo que flotaba en el aire. Hasta de espalda se podía ver que aquella persona palideció del susto ante la sola presencia de una mirona.

-No te detengas, que deleitas mis ojos.— dijo con alegría.

-Lo que viste no es cierto. - trato de desviar su atención con una fingida voz masculina. -El vapor del lugar hace ver alucinaciones.

Todos los hombres asentían antes las pobres palabras del mas delgado.

-Tu te crees que soy tonta, date la vuelta, quiero ver tu cara. - pidió dando un paso al frente.-Son pésimos mentirosos, todos.- agrego alegre señalándolos.

Un hombre robusto se puso frente a ella, era mucho mas alto y ancho. Arabella no podía hacer nada contra él, aunque ahí todos sabían de la magia lo que le daba la posibilidad de atacar sin después esconderse.

-Mira cariño, no quiero hacerte daño. - dijo muy dulce, activando su encanto. -Lo digo de verdad.

El pobre hombre se sentía confundido, giro para ver al muchacho a quien estaba cubriendo.

-Vamos, déjame verte el rostro, es lo único que pido. - imploro.

Aquel chico, se dio la vuelta, dejando al descubierto un fino rostro manchado de hollín. Sus ojos azules, como dos zafiros, provocaron en Arabella una punzada en la cabeza, haciendo que se retorciera hacia atrás.

La persona causante de todo corrió a ella para socorrerla. Ordeno que alguien le traiga un vaso de agua, y su voz rompió con su identidad. No era un muchacho delgado trabajando el hierro, era una muchacha que trabajaba rodeada de hombres.

-¿Te encuentras bien? - le pregunto pasándole el vaso de agua.

Arabella asintió, bebió del agua, y se recompuso luego de unos minutos.

-Lo que viste, no fue cierto. - continúo sosteniendo la otra farsa.

-Tengo al menos seis sentidos, y el de la visión es el mejor, tan así que puedo ver el hollín en tu lindo cabello. - hizo un sutil movimiento con su dedo índice y lo ato en una coleta, dejando escapar un lazo fucsia entre mechones. -Mucho mejor, ese color va con tus ojos.

Aquella mujer la vio de reojo, más que eso sorprendida.

-¿Ya nos conocemos? - le preguntó a Arabella.

Las dos se quedaron viéndose a los ojos, fue inevitable que el choque de sus miradas no provocase en ambas un nerviosismo que se vio reflejada con un sonrojo en sus caras.

-¡Oigan muchachos! - grito el capataz llamando la atención de todos en el galpón. -La rubia logro algo que nadie hizo antes, ruborizar a nuestra pequeña Zoé. - dijo este dándole una palmada a la castaña.-Díganos ya su nombre, gran dama.

-Arabella de Pericles. - dijo esta alzando sus manos en el aire, llevándose el chiflido de todos.

-¿Arabella de Pericles? - se cuestiono por lo bajo Zoe.

Una viga cayo con fuerza contra el suelo, provocando un gran sonido que hizo que todos callaran, provocando que Arabella se cercara a Zoe sin darse cuenta. Ambas rieron nerviosas tras eso, y se alejaron con rapidez.

-Tome té hace un rato, pero te invito, si quieres, para compensar todo este lio e incidente. - le propuso.

-Acepto, solo si me juras que una tetera no caerá sobre nosotras.- río nerviosa.

Desde ese día las dos fueron muy buenas amigas, a pesar de que entre ambas existía la extraña sensación que ya se conocían. Sin embargo, tratando y tratando les era imposible descifrar aquello, así que simplemente dejaron de buscar una razón.

Los años pasaron, Arabella le presento a sus amigos a Zoe como una amistad más, y que sorpresa se llevo cuando se entero que Hisirdoux y ella ya se conocían. Se sentía por completo agradecida que al final todos ahí se llevaran tan bien. Como una gran familia.

-Me hubiese encantado habernos conocido mucho antes, para que vieras a Galaga. - dijo en un almuerzo recordando al juglar que la acompaño por muchos años.

-Galaga. - saboreo su nombre, como queriendo ponerle una cara. -¿Por qué me suena? Te juro que nos conocimos en otra vida. - bromeo alegre.

-Si, creo que sí. - dijo con cierta nostalgia al pasado. -Con los años que llevo, creo que es natural olvidar algunas cosas ¿No?

Era bien sabido entre seres mágico quien era Arabella. La gente ordinaria la creía una estrella, mientras que los mágicos veían en ella alguien que maldijo a una hechicera y a un rey. Su nombre era señal de mal augurio. Que era igual a su madre, a pesar que la bruja dejo de lado la mayor parte de las enseñanzas de Morgana para labrarse ella misma otra identidad.

Ser la hija de la gran hechicera ya no era motivo de miedo, no. Ahora lo era ser una de las pocas brujas de vasijas que daban vueltas por la tierra.

Sin embargo, Zoe no se dejaba llevar por los rumores. No le importaba que a sus oídos llegara la noticia de la dudosa moral de bruja, que fue ella quien le robo la magia a una princesa francesa, a pesar de la falta de pruebas sobre ese acontecimiento, que justo coincidió con un viaje a Francia.

No le importaba ningún chisme, cierto o no, porque conocía la verdadera Arabella detrás de los rumores. La mujer sensible que le gustaba reír o hablar hasta altas horas de la noche, quien lloraba de la frustración a escondidas cuando alguien que no debía salía lastimado por un error suyo.

Todos sabían de su lado cruel, pero nadie de su lado blando, y ella escogió enamorarse de ambos. O quizás no escogió enamorase, sin embargo así sucedió.

Alrededor de 1810, Zoe había aceptado trabajar para una agencia que iba tras seres mágico malignos, algo nuevo para esos tiempos. El trabajo de aquel grupo era algo similar a lo que hacia Arabella. Solo que estos los apresaban en cárceles mágicas que bloqueaban cualquier uso de magia, no se la robaban.

-Es un alivio para mi que existan, necesitaba vacaciones. - dijo una noche en una cena a Zoe, que se encontraba sumergida en unos reportes. -¿Quién es? Quizás pueda ayudarlos.

La castaña estaba ignorando por completo, tanto la cena, como a la rubia que le quería sacar conversación. Arabella buscando un poco de su atención, se levantó, fue hasta donde estaba ella con sus papeles, y se sentó en su falda, sorprendiéndola por completo.

-¿Qué, que haces? - le pregunto nerviosa.

-Quiero ver que lees, sobre el caso, quizás pueda ayudar. - le respondió con simpleza.

Cuando leyó el nombre en aquel expediente, su rostro palideció del miedo, se levanto con rapidez, dando pasos atrás, cubriéndose la boca ante el espanto.

-Blaise. - nació de su garganta.

-¿Lo conoces? - pregunto acercándose a ella.

Lo que no faltaba entre ellas eran secretos, a pesar que buscaban ser lo mas sinceras y abiertas, ambas los tenían y eso lo respetaban si la otra no estaba lista para contar.

-Ey, soy tu amiga. - le dijo Zoe tomándola de los brazos. -Recuerda, me puedes contar lo que sea.

Arabella le conto acerca de ese ser, no pudo evitar derramar una lagrima, que seco rápido, recordando a la pobre Belice.

Luego de la cena cargada con una amarga confesión, Zoe se marchó a su recamara, dejando a Arabella con el expediente en mano. Su mirada estaba clavada en un dibujo de su rostro. Ahora llevaba el cabello corto, peinado hacia atrás, se lo veía elegante, y perverso como siempre.

Gruño enfurecida, él traía una sonrisa de perversa calma, todo ese tiempo creyendo que no volvería a molestar, sin embargo, ahí estaba mas vivo que nunca.

La mañana siguiente fue la mas turbulenta de las que compartieron hasta el momento. Arabella le imploraba a Zoe que la dejara ayudar con aquel brujo, pero la castaña sabia que era una muy mala idea que se involucrara en algo así.

-No, porque tu causa no tiene nada que ver con el trabajo. - dijo.—Tu te quieres vengar, o lo que sea.

-Vamos Zoe, no es así, solo quiero ayudar. - dijo, caminado tras ella. -Este trabajo no es tan diferente a lo que hago.

-¡No! - grito cansada.

-¿Por qué no? - pregunto viéndola fijo a los ojos, sin importar que aquello prendiera en ella ese sentimiento oculto. -Algo no me estas diciendo.

Zoe saco un papel del bolsillo de su saco y se lo paso a Arabella que abrió los ojos sorprendida.

-Porque tu eres la próxima, si vienes conmigo caerás antes que él. - se pauso mientras la rubia leía un pobre informe. -Te buscan.

-¿No pensabas decírmelo? - pregunto angustiada, dando un paso atrás. -¿Hace cuánto que lo sabias?

-Me entere hace un par de días, y esperaba que se resolviera lo Blaise primero para informarte, y ver que podemos hacer.

Arabella corrió a su cuarto, no comprendía si lo que sentía era temor o rabia, pero de lo que si estaba segura es que, sin importar que, iba ir tras aquel brujo de vasija que la atormento en su pasado.

-No me importa que me estén buscando, voy a ir por ti, maldito Blaise.- se dijo a si mismo mientras escribía algo en un cuaderno que tenia sus memorias, o parte de estas.

Zoe no fue tras ella, lo último que quería esa mañana era seguir una discusión por trabajo u ocultamientos.

★★★

Buenos días ¿Cómo les va? Diosito quiera que bien (espero que si, porque lo de Dios vengativo no me va)

Llegamos a este capítulo que es hermoso, salvo por el conflicto, pero bueno conflicto es conflicto.

El sábado les público su regalo, así ya el otro martes tienes lo que sigue de esto. El obsequio es el Cuento de la princesa Aria.

Aun que también me gustaría hacer un capítulo de la navidad (con Galaga incluido) pero no les prometo nada.

Sin mas que agregar, besitos, besitos, chau, chau.

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