13- Prt II, Te maldigo.

Seis meses después, finales de 1645.

No recordaba lo que era la brisa en la cara, o la tibia luz en la mañana. Se había olvidado lo que era caminar sobre el roció, o bailar bajo la lluvia. Extrañaba mas que nada a su gata. La última vez que la vio la encantaron con un hechizo de sueño para evitar que ataque.

Pero era la magia lo que mas anhelaba tener de regreso. Con esta era libre, y detrás de esos barrotes, era solo una pobre chica enjaulada.

Luego de hablar con Desdemona, Arabella empezó a sentir pánico. Cada vez que la hechicera se acercaba era para futuras malas noticias. Quería escapar, solo que no tenia idea alguna de como huir. Cada vez que sentía que la magia volvía la intensidad de los barrotes crecía.

Estaba siendo castigada con un encanto similar a la magia de las brujas de su tipo.

La noche del sexto mes no durmió con tranquilidad hasta que fue mecida por el sonido de los grillos. Solamente en sueño sentía que su vida no se marchitaba.

Desde ese momento en adelante, sus días eran mas intranquilos que lo usual. Cada paso que escuchaba, cada vez que abrían el gran cerrojo a metros suyo, o los tacones de las criadas que iban a llevarle para comer, era motivo para algún sobresalto.

Nadie le causaba mas terror, que la mano derecha el rey, John V. Un hombre de rasgos duros, que le faltaba un ojo, y el sano era de color gris, que le imposibilitaba ver su alma. Nunca sonreía, siempre mantenía un tenebroso semblante de enojo. Hasta su misma sombra era de temer.

-El confió en ti, porque lo encantaste con tu belleza.- dijo luego que Arabella se cansara de preguntar porque estaba encerrada.-Frederic no pensó bien al traer un bruja como tu a estas tierras.

-Suéltame, y lo soluciono, es fácil romper un encanto.

-Ah, pero el encanto se rompió, cuando metiste a tu cuarto al flacucho ese.- dijo con saña.

Aquello produjo una punzada en su pecho. Ahora no solo temía por ella, sino por Hisirdoux ¿Qué tal si él llegaba de sorpresa? Le podrían hacer lo mismo por cómplice o algo parecido.

-Desdemona me dijo que eras la hija de Morgana, no te pareces a ella, pero en algo son iguales.- dijo llamando la atención de Arabella.-Ambas atentaron contra un rey con su maligna magia, ella murió por esa causa, ahora es tu turno.

Arabella corrió hasta los barrotes como una fiera rabiosa, sacando los brazos tratando de tomar aun que sea un cabello. John V. Solo reía ante el pobre intento de la bruja de atacarlo, y se marchó riendo.

-¡Cuando salga de esta jaula serás al primero que le arranque la cabeza!- gritó enfurecida, echando espuma por la boca.-Lo juro...

-Te quiero ver intentarlo, bruja.- dijo burlón.

Una semana mas tarde, luego del sexto mes. En mitad de la noche, Arabella fue brutalmente despierta por un baldazo de agua helada. Fue como un fuerte corriente eléctrica, que provocó que tomara grandes cantidades de aires. No entendía nada de lo que ocurría, de lo único que estaba consciente es que nada bueno sucedería.

Lo vio entrar en su celda. Si antes le costaba entender que esa persona era humana, con el frío y el miedo solo lo podia ver como un monstruo.

-¿Qué ocurre?- pregunto con desesperación-¿Qué haces aquí dentro?

Arabella sabía lo que hombres como él le hacían a mujeres como ella. Y solo esperaba que al final de esa noche, no seguir viviendo.

Pero no pasó lo que ella pensó, sino algo que la mantuvo más viva que nunca pese al gran dolor.

John V. la tomo con fuerza de la mandíbula, hundiendo sus ásperos dedos en sus delgadas mejillas, y con su único ojo bueno la vio directo a su temblorosa mirada marrón.

-Me aseguraré de que con tu belleza no maldigas a mas nadie.- dijo esbozando una macabra sonrisa.

Su pulso no le tembló, ni se detuvo ante los gritos de suplica de Arabella que intentaba en vano zafarse de esa mano; con una navaja filosa de metal encantando, hizo una hendidura que iba desde su párpado inferior hasta la mejilla.

El grito de dolor, y la sangre se mezclaron con la oscura lluvia de esa noche.

-Perfecto.- sonrió victorioso luego de lo que hizo.-Veamos si puedes seguir trabajando con eso.- dijo y la soltó con fuerzas.

Arabella quedo devastada en el frío suelo. Sus lágrimas de miedo y dolor no paraba, y se mezclaban con la rabia de no poder hacer nada para detenerlo.

Se sentía minúscula.

"-Nadie me amenaza y queda ileso." era lo que sostuvo por mucho tiempo, sin embargo esa noche, a pesar del enojo que le causaba todo, la única lastimada era ella.

Los días marcharon, y nadie se hacía presente en su jaula. Era la primera vez en meses que la habían aislado por completo.

-Quiero agua, para limpiarme la cara.- pidió.-Por favor quiero algo de compañía, quien me cure o me abracé.- insistía día a día.-Morgana, madre, por favor, ayudame.- rezó en vano.

La lastimadura bajo su ojo tardaba demasiado en cerrar, era por la falta de magia, y por aquellos barrotes encantados. En cuanto la sangre secaba, nuevamente su lastimadura volvía a sangrar, y le causaba mucho más dolor.

La habían marcado de por vida.

No aguantaba que estirarán de esa forma su pena. Si la iban a colgar por brujería, Arabella deseaba que ese día llegara pronto. Que la muerte sea una escapatoria a su desdicha era algo por completo nuevo. Así como esperaba el castigo final también tenía la leve esperanza que alguien la quitara de su destino final, así como Morgana supo hacer cuando era una niña.

Su salvación llego una tarde, en donde admiraba la luz que entraba por la precaria ventanilla, era lo único que la conectaba con el mundo exterior. Un alma se había arriesgado, tirando dentro del calabozo su collar.

Arabella no podía creer lo que sus ojos veían. En cuanto lo tomo, para asegurarse de que fuera cierto, la piedra de Avalon se ilumino, y el interior de la bruja se lleno de energía.

Los barrotes se volvieron inútiles, era como papel frente al agua. En cuanto los toco, estos se deshacieron, y la magia que contenían fue absorbida por las manos de Arabella. Pudo escuchar el cerrojo de la puerta principal abrirse, provocándole un sobresalto, y nublándole la vista.

-Dije que serias el primero al que le arrancaría la cabeza.- repitió en cuanto vio a John V.

Un destello ilumino sus ojos café, y se tornaron tan rojos como la rabia que la consumía. El caballero corrió a ella con la esperanza de volver a usar la navaja, pero la bruja lo detuvo en el aire con una sola mano. Aquel hombre, mas grande que ella, tembló con lo que vio. Pronto entendió con lo que estuvo jugando.

Era como ver a un demonio.

-Por favor, no mates.- dijo a modo de súplica.-Solo seguía órdenes.

-Pobre de ti -dijo Arabella con voz rasposa.

La bruja camino al rededor del sujeto paralizado. Quería que aquel hombre sufriera como ella lo hizo. Sin embargo también deseaba acabar con él rápido como tanto quiso que hicieran con ella las largas noches donde la oscuridad parecía eterna y abrumadora.

-En algo tienes razón.- dijo Arabella.

Paso una mano por su rostro, sintiendo un hilo de sangre correr bajo su ojo.

-Ya no seré hermosa, pero soy poderosa.- susurró, esbozando una leve sonrisa

Cerro el puño, y John V. cayo sin vida al suelo. Camino a un lado del inerte cuerpo, y tomo la poca vitalidad que le quedaba.

-Al final sirves de algo.- murmuró.

Sintió su propia sangre fluir por su venas, como el cabello recuperaba el color, y la piel rejuvenecer ante la creciente ola mágica.

-Debes saber, que nunca juro en vano.- añadió.

Al salir del calabozo, el sol le dio de lleno en la cara, obligándola a cubrirse con sus delgados brazos los ojos faltos de luz natural.

Pudo escuchar a alguien gritar su nombre. Al voltear se encontró con Baltimore, que iba corriendo a ella. Cuando el peliblanco la vio no podía creer en lo que la habían convertido.

Temía tocarla y que se rompiera, o que le hiciera algo a él con su descontrolada magia.

-Acabe con él.- dijo ella viendo por encima de brujo.

-¿Iras por Desdemona?- preguntó a pesar de saber la respuesta.

-Primero Frederic III.- respondió dando un paso adelante para colocarse a su lado.-No me detengas.-

Alzo si mirada roja para toparse con los brillante orbes de Baltimore, quien mantenía el semblante serio.

-No lo hare, ve por él. Esta en el gran salón.- indico.

Camino por un castillo lleno de gente que huía al verla. Cada caballero que se abalanzaba en su contra para proteger el rey terminaba desmayado en el suelo.

Nadie la detendría, ni tenían forma de hacerlo.

Al llegar al salón real, Frederic III estaba sentado en su trono, quedando atónito tras ver a Arabella aparecer derrumbando la puerta.

-¿Qué es lo que haces? ¿Estas loca? ¡Guardias!- grito.

Pero nadie se hizo presente.

A pesar de la poca fuerza mental que tenia, aquellas palabras le causaron mucha gracias. No era el primero en hablar sobre su mente, y la fragilidad de esta. Antes no entendía bien porque se lo decían, hasta ese momento.

Si, había perdido la poca cordura que le quedaba, y no le desagradaba la idea.

-Claro que estoy loca, pero no porque tu lo digas.- respondió avanzado hacia él.

El rostro de Arabella era de temer. Al fin parecía a las brujas que relataban los cuentos para niños traviesos, solo que un poco mas rosa. Aun mantenía su mirada enrojecida, que brillaba con su típica luz rosa. Pero lo que hacia que el rey se sintiera aun mas horrorizado era la sangre que escurría de su lastimadura, y manchaba su sonrisa perversa.

-Detente Arabella, yo no he hecho nada. Me embrujaste con tu encanto. Confíe en ti.- exclamó asustado.

Ella no detuvo su paso hasta quedar frente a él.

-No me mates, por favor.- suplico cayendo de rodillas a sus pies.

-¿Sabes algo? No debiste confiar.- dijo con voz áspera.

-Te daré lo que quieras pero no me hagas nada. Por favor, no me mates.- insistió.

Arabella hecho su cabeza hacía atrás, lanzando un estridente carcajadas que rebotó en todo el salón, para luego volver a verle a la cara.

-Oh no, no voy a matarte.- dijo.

Se hincó para tomarlo por el cuello de su túnica, y levantarlo por encima de su mirada enfurecida.

-Ya me he ensuciado demasiado las manos.- susurró.

Pronto la luz rosa de su magia brotó de las manos y comenzó a trepar por la garganta del rey.

-Te maldigo, a ti y a toda tu descendencia. No, no te voy a matar.- se acerco a su tembloroso rostro para besar su mejilla, y luego llevar su boca al oído de Frederic III.-Pero desearás nunca haber nacido.

-¿Qué me has hecho? - preguntó con voz temblorosa por el miedo.

-No lo se, recuerda que estoy loca.- respondió burlona, y amenazante.

Lo lanzo por los aires, y la luz rosa que lo cubrió por un instante volvió a ella.

-Dios salve al rey Frederic III.- dijo orgullosa haciendo una reverencia para luego desaparecer dejando una estela rosa en su lugar.

Cayo a espalda de una tenebrosa hechicera. Sus manos estaban hundidas en la tierra, ordenándole a unas raíces muertas estrangular a Desdemona.

Arabella no podía permitir que su amiga, una persona buena por naturaleza, manchara su alma matando a alguien. Menos si ese alguien era la persona por la cual cobraría venganza en la primera oportunidad que tuviera.

Le toco el hombro, y la pelirroja volteó a verla. Su mirada bicolor se llenó de lagrimas puras, que cayeron sin un rastro de oscuridad, al verla ahí parada frágil y un tanto marchita.

Se abrazaron, con miedo a que una rompa a la otra. El brujo llego a tiempo, cerciorándose de que Circe no haya hecho una locura.

Arabella se apartó, y la vio mejor. Puso sus manos sobre el vientre plano de su amiga, y sonrió. Sus ojos se llenaron de lágrimas, esta vez, después de tanto tiempo, de alegría.

-¿Qué haces aquí? Embarazada, y usando magia poderosa.- pregunto preocupada.- Lo estás ¿Cierto?

Junto con Baltimore le confirmaron la nueva notica, y esta se unió a ellos con un fuerte abrazo.

-Se escapo Desdemona.- le dijo Baltimore a Arabella al cabo de unos minutos.

-Ya iré por ella.- le respondió con una sonrisa perversa.-Pero primero vamos por White, y veamos si me encuentro con la gentil alma que me salvo.

Unas horas mas tarde, sin siquiera darse un respiro, monto el lomo de White Dragon y fue por la principal cabeza en el plan que armaron para derrotarla, Desdemona Pávlov, la hechicera rusa.

Moscú, Rusia, 1646

A la entrada de un vistoso palacio, se llevaba a cabo un vals, y la anfitriona era Desdemona. Recibía a todo los invitados con una gran sonrisa, llena de bondad y calidez. Cada persona que pasaba le alababa el hermoso y gran vestido azul, lleno de capas, brillos.

Cuando no había a quien mas recibir, entro al palacio. Iba de una punta a la otra, hablando con diferentes invitados cada uno mas poderoso que otro.

La musica empezó a sonar, y un joven le pidió la mano para bailar. Fueron juntos al centro del salón, y todo el mundo empezó a danzar. En cuanto el compás cambió, ella paso a brazos de otra persona. No notar quien era, hasta que abrió los ojos, y esos témpanos helados temblaron cuando vio a Arabella sostenerle la mano.

-Hasta que te encuentro, maldita bebedora de vodka.- saludo con una gran sonrisa Arabella, quien se veía mas randiante que nunca en un pomposo vestido rosa

Jalo la mano de la anfitriona, hasta pegar su cuerpo a la de ella. Arabella sonrió con cierta perversidad tras sostener con fuerza tanto su cintura como su mano. Podía sentir como Desdemona intentaba zafarse de ese sutil pero efectivo agarre.

-Agh, aun sigues ladrando.- dijo con el semblante serio a pesar del temor.-Como siempre, sin modales ¿Qué te enseñaba Morgana?

-Me ensañaba a ser una gran bruja, y cumplir con mi palabra.- respondió enojada por la mención de su madre.

Mientras hablaban la musica empezó a ir mas rápido y ellas igual. Todos se detuvieron para admirar la magia que desprendían. Si era visto desde arriba parecían dos flores, una rosa y la otra azul, abrirse al compás de la música.

-¿Me atacaras frente a todo? Ya de por si tu reputación no es admirable.

Arabella la soltó sin responderle, giro sobre si, y formó su reconocido arco y flechas. No le iba a robar su magia, solo le quería demostrar a los presentes de lo que era capaz.

-Te maldigo.- soltó la tensa cuerda mágica.-Nunca más sonreirás.

La flecha dio en el centro de su pecho, atravesándola, y desapareciendo en una brillante luz. Desdemona quedo atónita, pero no creyó en la maldición hasta que notó la tensión en su rostro; palideció del miedo cuando no pudo hacer una mueca.

Cayo de rodillas al suelo, tocándose la cara, sintiendo el pánico apoderase de su cuerpo. Arabella se acerco a ella, tomándola con sutileza del mentón para verla mejor a sus fríos ojos azules.

-Ahora, vieja amiga, estamos a mano.- dijo al fin, dando una leve sonrisa.

-¡Maldita bruja!- grito con desesperación.

Arabella se marchó de ahí, riendo a carcajadas, llevándose la mirada de los asustadizos espectadores, quienes se abrían paso tras su andar.

Salio del palacio, y monto a White que la esperaba como una hermosa yegua blanca.

-Vamos a casa White, que un parto nos espera.- palmeo su lomo.-¡Soy una bruja, tengame miedo!- gritó.

Riendo a carcajadas, desapareció en la inmensidad de la noche helada.

★★★

Amo los finales felices.

¿Cómo andan, mi gente bella? Espero que bien con los nuevos acontecimientos.

Sepan, que esto es un antes y un después en la vida de nuestra brujis.

En fin, la venganza en un plato que se sirve en una noche fría.

Espero que lo hayan disfrutado, nos estamos viendo el martes que viene. Besitos, besitos, chau, chau.

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