12- Una bruja de luto.
Luego de la muerte de su amado Galaga, Arabella estaba convencida que el amor era el peor de los sentimientos.
Aún guardaba aquel sentimiento para Hisirdoux, Circe y hasta su gata, pero por el solo hecho que ellos vivirían tanto como ella. Amar a otro humano se le hacia intolerable, vivan el tiempo que vivan. Se negaba a querer cualquiera sea cual sea la relaciona. Si no podía soportar la muerte de un ser querido, entonces no los quería tener.
Así fue como con el paso del tiempo se encerró en su burbuja. Iba a trabajar si la solicitaban, no entablaba conversación mas haya de un simple negocio mágico. Dejo de hablar por cartas con cualquiera, llegando a preocupar a sus amigos por la falta de comunicación. Cada día se hacia mas difícil contactar con ella, puesto que el boca en boca se prestaba para confusión y todo quedaba en la nada.
Sin embargo, la calidad de su servicio no bajaba. Cada día mejoraba su técnica de ataque, y sus rituales de purificación. Ya no era cálida y servil. Emanaba una aura de oscuridad que ponía temblar hasta los mismo clientes. Dejo de usar colores vibrantes. Usaba vestidos oscuros con una insignia rosada la cual consistía una flecha tallada.
La oscuridad en la que se había envuelto le quito su belleza natural. Zus ojos ya no era cálidos. Carecían de brillo, y estaban acunados por ojeras que dotaban a su fino rostro de un lúgubre aspecto. Su cabello rubio estaba marchito. No sonreía, no lloraba.
Había perdido su parte mas humana.
Lo único en ella que se mantenía, brilloso de vida, era el collar de Avalon que Morgana le hizo. A veces parecía apagarse o mancharse, pero Arabella estaba tan ocupada ocultando quien era, que no lo notaba. Aquel colgante, ese pedazo de piedra mágica, había aguantado hasta los ataques mas brutales, siempre manteniendo a su dueña a salvo de cualquier corrupción.
Hasta White estaba demasiado preocupada. Arabella casi nunca hablaba salvo para decir una que otra cosa importante. La falta de conversación con su familiar la ponía nerviosa, llegando a temer que nunca mas volviera a ser quien una vez fue.
Estaba tan absorta en su propia tristeza que ya no notaba quien la contrataba. Aceptaba todo por qué el trabajo la alejaba del dolor que sentía.
San Sebastián, España, 1633.
Una noche volviendo a su hogar, caminado cerca de la costa, vio a alguien tropezar. Algo dentro suyo la obligo a ir tras esa persona. Corrió tratando de apagar aquello que estaba manteniendo dormido por temor a un sentimiento. Hizo todo lo posible para evitar sentirse preocupada por esa alma humana, pero la sonrisa agradecida de la joven le devolvió algo a su corazón.
-¿Te encuentras bien?- pregunto un tanto preocupada a la joven que intentaba levantar del suelo.
-Si si, lo siento, es que no miraba por donde andaba.- respondió alegre tomando la mano extendía de Arabella.-Muchas gracias, me has rescatado.
-Pero igual te caíste.- dijo un tanto confusa.-No te salve, no llegue a tiempo.- sonrió apenada.
-Me salvaste de tener que quedarme en el suelo, con este vestido es muy difícil recuperarse de una caída.- rió con simpleza, inundando con calidez el interior de la bruja marchita que tenia frente a ella.
No recordaba la ultima vez que alguien le sonrió así, como un acto natural.
-Marion, Marion Agree.- se presento, extendiendo su mano.
-Arabella de Pericles.- le respondió tomando la mano.
Luego de aquel afortunado incidente ver a Marion se hizo algo recurrente. En un principio como un acto tímido de valentía donde volvía a abrirse al mundo, otra veces era solo verla y huir despavorida de los nervios. Los años de oscuridad le afectaron en lo social mas de lo que imaginaba.
Marion era una institutriz que solo trabaja para una familia. Le daba clases de piano, lectura y modales a la mas joven de las hijas. Su piel era castaña, brillaba con el sol. Mientras que por su espalda caía una melena oscura llena de bucles. Sus ojos eran de un color turquesa que le daba tanta calma a Arabella, como si ya lo hubiese visto en otra persona, en algún recuerdo muy lejano. La institutriz era dulce y animada, se la reconocía por su sonora risa, y porque en sus tiempos libres le gustaba estar en su jardín.
Arabella estaba encantada, con su bondad, y gracia. Mientras que Marion disfrutaba pasar sus tardes con ella, en compañía un tanto retraída otra veces alegre. Haberse conocido, para ambas, fue la mejor gracia del destino.
Para la bruja aquella amistad improvisada sentía que algo le faltaba. Cada vez que se veían para compartir algo era en la casita de Marion o como invitada en la mansión de la familia para cual trabaja. Sentía la gran necesidad de enseñarle su oscuro hogar, y era eso lo que la detenía a hacerlo, la oscuridad de su hogar.
-Es fácil, le dices que estabas de luto que por eso este lugar esta tan deteriorado.- le dijo White viendo que Arabella estaba nerviosa por una falta de decisión.-Ciertamente, es verdad, lo del luto.
La gata tenia razón, fue a causa de una muerte que ella se empezó a comportar rara.
-Solo le dices lo del luto, no que eres bruja, que yo hablo, que todos tus amigos tienen mas de quinientos años.- continuó reflexiva White, que iba y venia de un lado a otro.-O que tu último novio humano vivió mas que cualquier otro.
Arabella fue hasta donde estaba su gata, la tomo en brazo, y la apretó con un fuerte abrazo, provocando un fuerte quejido del animal.
-Te preocupas por mí después de todo.- dijo alegre.
-Si tonta, es lo único que sabes hacer, preocuparme, miau.
Esa misma tarde, Marion llego hasta la entrada de la casa de Arabella, puesto que una nota escrita a las apuradas había llegado como por arte de magia a su hogar. Sin entender del todo aquel mensaje, toco la puerta con cierta delicadeza. Tras el portal apareció, mas radiante que nunca, en un vestido color pastel, Arabella.
La mas joven de las dos estaba por completo sorprendida, desde el primer día en se vieron sus atuendo no pasaban del bordo.
-Mírate, que hermosa que te ves.- le dijo alegre Marion tomando las manos cubiertas por unos delicados guantes de encaje.-Nunca creí que te vería así de colorida.
-Bueno, gracias.- dijo un tanto sonrojada, estaba nerviosa, mas nerviosa que nunca en su mas de quinientos años.-Te mande esa nota, porque quiero que conozcas mí hogar.- dijo con timidez viendo sus pies, o bien el volado del vestido.
-Oh.- se les escapo, hasta que su boca formo una sonrisa.-Estaba esperando este momento.- volvió a tomas sus manos, y la miro con suavidad, esperando que Arabella la viera de vuelta.
En cuanto subió su rostro pudo notar lo brillante de sus ojos cafés, estaban con vida otra.
-Gracias por confiar en mí.- dijo.
Con entusiasmo, Arabella le sujeto de la mano que sostenía la suya, abrió la puerta de su casa, y juntas entraron. Las ventanas estaban cerradas, el sol entraba débil por las rendijas de estas. El cuarto principal, de cierta forma, estaba a oscuras, pero no muy pesada. Marion vio todo a su alrededor, comprendiendo al fin por lo que la bruja pasaba.
-¿Sabes algo? También estuve de luto.- le confeso, deteniéndose frente a una de las ventanas cerradas.-Fui la triste viuda de alguien por un tiempo, hasta que me di cuenta que no iba a regresar, este mal o este bien, fue duro aceptar la verdad.
Volteó para ver a Arabella que contenía sus lagrimas mordiéndose el labio inferior. Camino hasta ella, y solo la abrazo, apoyando sus manos en el centro de su tensa espalda, y presionándola para arrimarla mas. La rubia solo apoyo su cabeza en el hueco que se forma entre el hombro y el cuello, dejando sus brazos colgando a los lado. No recordaba cuando fue la última vez que alguien la abrazo.
-Esta bien estar triste o con miedo, pero no dejes que eso sea parte de tu día a día. Te lo digo por experiencia.- dijo por lo bajo, con una suave voz, como si la estuviese arrullando.-Te puedo ayudar abrir las ventanas si quieres.- le propuso.
Arabella solo asintió sin despegarse de Marion, quien la abrazaba y la mecía.
Juntas contaron hasta diez, antes de llegar al uno Arabella se pauso, tomo aire muy profundo, y con un solo movimiento de mano abrieron los postigos de las ventanas. El sol entro alegre a la pequeña casa, todo cobraba vida de vuelta. White entro emocionada como un gran danés albino, saltando de un lado a otro. Salto sobre Marion en forma de agradecimiento sin usar palabras, y luego sobre su familiar hasta tirarla al suelo, y llenarle de baba la cara.
-Vamos White, no abuses, perra astuta.- le dijo llevándose ladridos como respuesta.
Luego de esa tarde, algo lento, Arabella volvía a ser la misma de antes, alegre, colorida e impredecible.
La amistada humana que compartía con Marion un poco la atemorizaba. Saber que sus días podían terminar en cualquier momento la asustaba. Todo en la naturaleza incierta de los humanos la asustaba, lo que por un lado era eso lo mas le atraía de ellos. Pero nada en la joven institutriz era incierto, no tenia un lado oscuro que ocultar, era luz, y Arabella se sentía en calma esa luz. Era inevitable que no sonriera cuando ella ser acercaba, o reírse con sus malos chistes.
Todo lo que Marion hacia estaba cubierto de pureza, y complementaba a la bruja.
Pero aquella alegría que la invadía día a día se esfumo con la llegada de una carta; era una nueva oportunidad de trabajo. Una nueva oportunidad de limpiar su nombre de la boca de los seres mágicos que se ahogaban hablando mal de ella. Un hombre muy importante de Inglaterra requería de la mano experimentada de una bruja como ella para trabajos que no detallaban en la carta.
-Que me encargue de lo que ellos no pueden.- dijo Arabella mientras le leía la carta a su perra.-¿Son tontos, o esconden algo?
-Quizás ambas.- dijo el familiar.-¿Qué harás? Yo iré a donde tu vayas, lo sabes.
-¿Crees que esto es una buena idea?- le pregunto confundida aun sabiendo cual podría ser la respuesta del animal.
-Para mi todas son malas ideas, pero repito, iré a donde tu vayas.- le dijo moviendo la cola, por eso odiaba ser un perro.-Por cierto ¿Le dirás a Marion? Después de todo es tu mejor amiga humana, y merece saber que te vas de su vida.
Un poco dudo de si decirle que se marchaba. Paso por su mente borrarla de su cabeza como supo hacer antes, pero sabía que eso a la larga le traería complicaciones, y necesitaba mas que nunca su mente clara.
-¿De verdad estas dudando? No te cuesta nada ser honesta Arabella.- le recrimino.-De ultima has lo mejor te sale hacer y rómpele el corazón, como haces con Hisirdoux.- dijo para darse cuenta de su error.
Arabella la vio sorprendida por lo que acababa de decir su familiar, quien se dio cuenta que cruzo un limite que no debía.
-Lo siento, no quise decir eso, fui una tonta.- se acerco hasta bruja con la cola entre las patas y las orejas bajas.
-Tienes razón White, soy mala manejando los sentimientos.- le acaricio la cabeza.-Esta vez lo haremos bien, digo, lo hare bien.
De improviso invito a Marion a una cena en su pequeña casa. La castaña, por alguna clase de instinto, llego unas horas antes de lo pactado solo para encontrarse con Arabella luchando contra la cena. Solo pudo reír, llenado de magia la cocina. La ayudo hacer lo que iban a comer, el lugar donde la bruja casi no acostumbraba pasar les quedo pequeño, cuando una pasaba para un lado la otra no sabia a donde correrse para evitar un codazo, y White que dormía en el suelo complicaba mas el paso.
Tres horas tardaron en preparar una cena decente. Arabella acomodo la mesa. Un pobre mantel que tenia mas años de los que podía decir, dos copas de cristal que un cliente le obsequio, en las cuales sirvió un exquisito vino italiano que Circe le regalo para algún cumpleaños. Cubiertos diferentes, que nunca supo de donde salieron, y dos platos de porcelana fría que se trajo de contrabando por su paso en China.
-Que pintoresco.- bromeo Marion.-¿Esto es de Asia? De verdad que hay mucho que no me has dicho.
-Y yo solo espero decírtelo todo esta noche.- dijo un poco apenada.
-No hace falta apurarnos.- dijo sorbiendo un poco de vino.-Mmmm cosecha italiana.- degusto.
-Tu conocimiento de todo me sorprende cada día mas.- dijo probando ese vino de mas de cien años.
-Soy una erudita.- rio.-Bueno ahora veamos si somos igual de buenas en la cocina como lo somos charlando.
La cena transcurrió entre charlas, y risas. Arabella le conto todo lo que le podía contar a un humano sin espantarlo, y Marion era la mejor oyente, maravillada con cada relato, que no le cabía en los cálculos que hizo en su cabeza sobre la edad de la rubia.
Hasta que las velas se consumieron, y el silencio se apodero de las dos.
-Se que me vas a decir algo malo.- dijo Marion mientras veía en la oscuridad alumbrada por la luz de la luna a Arabella buscar mas velas.
-En efecto que eres una erudita.- dijo prendiendo al fin la dichosa vela, para luego darse vuelta y encontrarse cara a cara con la morena.-Eres muy silenciosa cuando algo no te gusta.- dijo casi susurrando.
-También tengo un secreto, solo lo sabíamos dos personas.- susurro, con una suave sonrisa. -No soy viuda como tal.
El espacio que había entre las dos era corto y falto de aire, tomando por sorpresa a Arabella.
-Con mi Ana Mary no nos pudimos casar como lo harían cualquier otro.- confeso dando un paso atrás, para darle la espalda a la bruja.-Nos amábamos muchos y no necesitábamos papeles que dijeran que nuestro amor era verdadero. Cuando ella falleció, solo dije que era viuda, nadie cuestiona eso.- decía mientras miraba por la ventana la resplandeciente luna.-Es una tontearía, o una locura, no se, pero debía decírselo a alguien, a una amiga.
"Una amiga." pensó Arabella.
No pudo contener mas lo que sentía, después de esa confesión se le hacia mas complicado. Simplemente lo soltó, se lo arranco del pecho, y Marion lo acepto.
-Espero que un día nos volvamos a encontrar.- le susurro la mas joven mientras se despendían con un fuerte abrazo, tan dulce como amargo.-Nunca te olvidare Arabella de Pericles.
No espero a que salga el sol, y con las ultimas estrellas como testigo, se marcho de aquel pequeño pueblito, para segura nunca mas volver.
★★★
Muy buenas, a ti que lee esto, post partida de un personaje hermoso ¿Cómo les va?
No se si existen personas hermosas como Marion, pero a Arabella le hacia falta una amiga así.
Tarea para el martes que viene: traer una caja de pañuelos, porque los próximos capítulos van a llorar a moco tendido.
Nos vemos, besitos, besitos, chau, chau.
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