1- Una bruja y un juglar.

—Tonto Douxie, me besa, me dice que me ama, sin embargo me deja ir sola.— mascullaba, pateando pequeñas piedras en su camino.—Malditos últimos días en Camelot, maldita vida en Camelot, nada de eso fue justo.

Por un fugaz momento recordó a la persona que la rescató años atrás. Aquella mujer que la educó y la amo, con ideales por los cual luchar, y que le dieron su fin de manera espontánea. Si algo admiraba de su madres, era la valentía con la que se enfrentaba al rey Arturo y que nunca bajo loa brazos, menos ante las injusticias.

—Maldita Morgana.— seco las lágrimas que aun no caía.

Su corazón se había roto en mil pedazos, con la soledad se sentía mas dolida que nunca.

—No debía dejarme así, juraste que te quedarías conmigo.

El aire entro temblorosa a sus pulmones, y sintio su corazón achicarse.

—Soy tu hija.— murmuró.

Aún sabiendo lo que significaba serlo, lo dijo con orgullo y dolor.

Aun era joven, como una niña, con la piel cubierta de alguna marcas que le dio la vida. El problema no fue que Morgana muriera, el problema era que ella fue su segunda madre, otra mas que el tiempo le arrebató. Dicen que este cura todo, pero no te dicen por cuanto dolerá lo que haya que curar.

Se detuvo por un instante a tomar aire, a meditar el nuevo asunto. No quería llorar, eso la detendría. Luego de unos minutos de respiración controlada siguió moviéndose.

—Soy tu hija.— repitió.

  Tras unas horas ya estaba harta; cansada, hambrienta, con mucho calor. Sus pies le dolían, y hasta el collar que colgaba de su cuello se le hacia pesado. Deseaba mas que nadie bañarse, o mínimo meter sus pies en agua refrescante. 

Se sentía muy sola, no había cruzado palabra alguna con ningún ser, persona o no. Se lamentaba no tener un familia que le hiciera compañía.

—¡Aaaahhhh!— grito a la nada misma.

Solo pudo oír su propio eco, y el piar de las aves.

—¡¿Donde demonios hay alguien?!— siguió gritando.

 Llego a pensar que haberse marchado sin un plan antes fue una pésima idea, pues no sabia de mapas. A pesar de haber leído docenas de libros de tantos temas, nada la preparo para eso. 

 Más que nada estaba aburrida, el paisaje monótono de bosque de un lado, prado del otro, aun mas bosque, un camino a delante la tenia abrumada.

Hasta que a los lejos diviso un sendero en medio del prado que la conducía a una especie de portal hecho de arboles, una puerta a la naturaleza. Sin temor a perder las pocas pertenencias que tenia se encamino por aquel camino, hasta adentrase al bosque.

—No hay mucho que me puedan robar, ya hasta perdí la cordura.— se dijo así misma.—Estoy hablando sola. 

  Metros adentro se podía escuchar un arroyo. Al verlo, no pudo evitar sacarse su calzado y meter sus pies en el agua, removiendo con felicidad el arena.

Según sus instintos, si había un arroyo, seguro había una fuente mas grande de agua. Fue contra corriente, perdiendo por completo el sendero que la metió ahí desde un principio.

En efecto, su pobre instinto de supervivencia tenia razón. Llego a una de las fuentes de agua mas linda que la naturaleza le podía ofrecer. Una pequeña cascada, que era todo lo que necesitaba en ese momento. 

—¿Hola?— llamo.

Se percató que aún estaba sola, que nadie la buscaba. Lo que un poco la desilusionaba. Nadie fue por ella.

—Esta bien, al diablo los buenos modales, debo limpiar mi cabeza. Lo siento madre.— se disculpo viendo al cielo.

Iba desatando su vestido, hasta quedar en una sola prenda de lino fina. Tomo aire con profundidad, el vestido la estaba asfixiando.

 Sin ninguna otra prenda que la cubriera, se metió bajo el agua helada.  Aquello provocó que sus pulmones se llenaran de aire en un instante, obligándola a gritar por el frio. 

—Unos aceites esenciales me serian ideales ahora.— dijo, mientras rascaba su cabeza.

 Fueron los cinco minutos mas fríos pero a la vez mas relajante que tuvo desde que se fue del castillo. Pronto noto que no estaba sola.

Oyó el crujir de unas ramas. Las cuerdas de un laúd le provocó un eléctrico escalofríos. No le preocupaba el hecho que estaba desnuda en medio de un bosque, mas le preocupaba que algún rufián le robara sus prendas, que hasta el momento eran las únicas que tenía.

Una voz masculina le hizo poner los vellos de punta. 

—No se preocupe mi lady, no he visto nada.— dijo.

Cuando Arabella volteó, este le daba la espalda.

—¿Usted desea que le alcance sus ropajes?— preguntó cortez.

Era un tipo de personaje que no se veía muy seguido por Camelot. Arabella insistía que al rey Arturo siempre le hizo falta a alguien que le hiciera reír con su musica. Sin embargo lo pudo reconocer, no muchos andaban en medio de la nada con un instrumento de cuerdas a mano.

—¿Te crees que soy tonta, juglar? Te conviene quedarte de espaldas.— amenazo.

Salió del agua, cubriéndose lo que podía con las manos. Corrió hasta tomar su vestido, y con rapidez se cubrió.

 Un silencio se formo entre ambos, hasta que el desconocido empezó a silbar para romper con la armonía del bosque. 

—Dígame, joven doncella ¿Qué hace sola por estos lados, sin un acompañante?— pregunto con cierta curiosidad mientras veía una sola toma del bosque.      

—¿Qué te hace creer que soy una doncella?— pregunto.—Ya puedes voltear.

Este lo hizo sin dudar. Su coqueta sonrisa se borró en cuando vio la amenaza frente a sus ojos. Una filosa flecha atentaba contra su vida, y pronto alzó las manos.

—¿Cuál es tu parte favorita de espiar a la gente?

—En la que no me matan mi lady. Digo, no la estaba espiando, solo pasaba por acá.— dijo a modo de suplica.—No era mi intensión pasar justo donde una dama se bañaba, lo juro.

Por un momento no le quitó los ojos de encima. Este seguía sonriendo nervioso, y sus mejillas estaban sonrojadas. Entonces supo que decía la verdad.

Tanto la flecha como el arco desaparecieron.

—Arabella de Pericles.— se presento.

Camino a su lado, en busca de su calzado, y ver cómo salir de ahí.

—Galaga, un gusto joven doncella.

La joven bruja paso de él por completo. Volvió sobre sus pasos, siguiendo el curso del arroyo, para poder salir de ahí. Ahora con la cabeza fresca, nada la detendría por al menos un tiempo.

Detrás suyo iba el juglar, jugando con las cuerdas de su instrumento, tirando una que otra rima. Arabella no le dedicaba ni una palabra, menos alguna mirada, pero ya no se sentía incómoda con su presencia. Agradecía en silencio que aquel payaso fuera detrás suyo cantando sobre cualquier cosa que se pusiera frente a su ojos avellana.

No se lo decía pero disfrutaba de su molesta compañía.

—Lady Pericles ¿Conoce usted a algún héroe?— pregunto caminado al lado de ella.—Ansió escribir sobre uno ¿Fue alguna vez rescatada por alguno? Me imagino que si.

La bruja se sintió ofendida con aquellos. Lo último que necesitaba es que la pusieran al mismo nivel que el personaje de un cuento. Claro que fue rescatado de un terrible final, pero no como él creía.

—Si conozco, escribe lo siguiente.— aclaró su garganta.—Erase una vez, una pequeña bruja en apuros. Pues su malvada tía iba a acabar con su vida. Por gracias del destino la gran Morgana Le Fay la salvo de la tragedia, fin.

Se freno en seco para verlo de frente, y Galaga trago saliva.

—Ahí tienes a tu gran héroe, una excelente mujer.— añadió.

Los nervios de Galga crecieron al ver los ojos de la bruja un tanto rosa por el enojo. Sabia que cualquier palabra que dijera traería como consecuencia un golpe por parte de ella o que le partiera el laúd en la cabeza.

—No se que decirte al respecto, sin que me quieras matar.— dijo.—¿Te importa si te acompaño en tu viaje? Tu no irías sola, y serías la fuente de mí prosa.

Arabella solo se encogió de brazos, lo que él lo tomó como una respuesta positiva a su pregunta.

Así ambos viajaron día y noche por un camino interminable. El juglar no paraba de jugar con su imaginación, sacando rimas de todo lo que veía.

En sus pegajosas canciones incluía la alegre actitud de Arabella frente a los forajidos, o como tumbo a uno que quiso pasarse de listo.

—¿Ese que te hizo?— preguntó al ver al hombre desmayado en el suelo.

—Me toco el trasero cuando me pidió indicaciones.— respondió con evidente enojo en su voz.—Ahora andará por el resto de su vida con la cola de otro animal en la suya.— dijo mientras sacudía la falta de su vestido.

—Asi es, hay que defender lo suyo.— dijo mientras escribía lo que la bruja le contaba.

Todo lo que ella hacía para él era una fuente de inspiración. 

 Cuando al fin pararon en la primer aldea, allí todos quedaron encantados con sus presencias. Ella lucia como una princesa encantada con la realidad, y él un músico encantado de ella.

Necesitaban plata, lo mejor que se les ocurrió fue ofrecer shows en una cantina hospedaje.

Allí el dueño, pese a verse rudo, quedo alegre con la presencia de Arabella. Tan así que los  hospedó de manera gratuita si noche de por medio daban una presentación.

—De nada.— dijo la primer noche, donde durmieron en camas cómodas luego de andar días durmiendo a la deriva.

Galaga la vio con curiosidad.

—Es obvio que todo esto es gracias a mis encantos mágicos, si sabes a lo me refiero.

—¿A caso tu lo embrujaste?— pregunto sorprendido.

—No diría embrujado, pero mi belleza.— enfatizo en la última palabra.—Es parte de mi encanto. Lo descubrí hace poco, esto es beneficioso.

—Quizás tu encanto no funciona conmigo.— pensó en voz alta llevándose la atención de Arabella.—Eres en efecto una belleza, pero.

Arabella puso cara de falsa ofensa, exagerando su expresión de sorpresa por las palabras de su compañero. A pesar de su naturaleza donde no le sentaba bien que le lleven la contra, aceptó lo que el juglar dijo.

—Quizas no tienes buen gusto, Galaga.— se burlo.—Respetare tu falta de juicio mi buen amigo.

Así fue como ambos se ganaron una buena reputación en la pequeña aldea.

Al fin Arabella estaba cumpliendo algo de lo que se había prometido, llevarse el mundo por delante a pesar que no fuera gracias a la magia. A la gente les encantaba verlos actuar, escuchar las proezas, ciertas o no, que Galaga cantaba, ver a la bruja no ser bruja, si no mas bien una doncella que cantaba a pesar de no tener voz para eso.

Fue al menos una semana de diversión para todos, hasta que tuvieron que seguir su camino.

—Los extrañaremos, jóvenes artistas. — dijo el dueño del lugar un poco triste por la pronta partida.—Esta de mas decirle que las puertas de mi humilde cantina esta abierta para ambos. Buen viaje.

A oídos de la bruja llegó el rumor sobre una comunidad oculta en un bosque espeso. Un lugar al que pocos llegaban a causa del bosque mismo, al aparecer aquel sitio estaba mas vivo que uno normal.

Entonces dirigieron su camino a ese lugar, solo que no tener mapas, los desubicaba por completo, estaban perdidos.

  Se limitaron a seguir el camino, estaban convencidos de que se cruzarían con alguien que les facilitaría la situación. Así fue, una noche cuando buscaban refugio, se cruzaron con alguien que en un principio solo les causó temor, sobre todo a Galaga.

—Vamos miedoso ¿Qué es lo peor que nos puede pasar?

—¿Qué nos mate? ¿Viste su pinta? Ese cabello blanco y ojos amarillos, su ropa negra. Negra ¿Entiendes?— alegó temeroso, mientras frenaba a la bruja por los hombros.—Vamos Arabella, ni tu encanto nos salvara de él.

La bruja lo ignoró por completo, se soltó de su agarré y camino hasta donde estaba la otra persona con un pequeño fuego. Esta solo lo saludo, pero aquel hombre la ignoro por completo.

—Bueno, al menos me viste, eso cuenta como el inició de una linda amistad ¿No? Soy Arabella de Pericles.— saludo la bruja, extendiendo su mano esperando a que el desconocido se presente.

—Y yo soy Galaga, por favor no nos mates.— dijo el juglar sentándose a espalda de Arabella.—No queremos molestar, solo buscamos refugio, y orientación.

Arabella le dio un codazo, haciendo que Galaga se cayera hacia atrás.

—Se lo que eres.— dijo al fin la bruja, llevándose la atención por completo del desconocido.

Aquel desconocido, dejo lo que hacia para prestarle atención a joven bruja que sonreía con cierto descaro frente a él.

—Calla bruja tonta.— dijo entre cortado Galaga mientras se recuperaba del golpe en las costillas.

—¿Bruja?— fue la única palabra del desconocido, alzando un ceja.

—¿Nigromante?— respondió ella.—No te preocupes, soy, somos amigables ¿Me dirás quien eres nigromante?

—¿Desde cuándo una hija de Morgana es amigable?— pregunto.

Aquello llamó la atención de Arabella. Solo en Camelot le decían así por una obvia razón. Pese a sonar con algo de desprecio, hizo a un lado su curiosidad.

—Tienes suerte, hoy soy amigable.— respondió.

Aquel hombre la miro de arriba a abajo para asegurarse de que lo que decía era verdad. No veía en ella rastro de maldad, solo se le hacia raro ver a una bruja de su clase por esos lados; la mayoría de las veces van juntas en pequeños grupos.

Mas raro se le hacia que aún queden algunas.

—Baltimore de Ateria, en efecto nigromante.— se presento tomando la mano de Arabella.—¿En que los puedo ayudar? Aun que ya me estoy arrepintiendo.

Arabella sonrió gustosa, mas aún emocionada, y saco de su morral el cuaderno que usaba para anotar todo.

—Sigo siendo aprendiz, si me entiendes.— dijo mientras agitaba el cuaderno.

—Maldición.— se quejó por lo bajo el brujo.—¿Qué quieres saber?

★★★

Muy buenas a todes aquelles que lean hoy (o cuando sea) ¿Cómo les va? Esperó que bien.

Siempre que publico me olvido de esta parte donde hablo de mas. Como sea ¿Qué les pareció Galaga? Quien lo relacione con algo ya mencionado en otras historia se lleva mi cora (igual recién aparece, pero)

✨ Que tenga un lindo día, tarde o noche, besitos, besitos, chau, chau ✨

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top