CAPÍTULO 35: Conveniente
Brida soltó el libro que estaba leyendo en cuanto Ervin entró en la alcoba. Tanto sus manos como su jubón estaban manchados de sangre.
El príncipe cerró la puerta tras de sí y corrió a abrazar a aquella joven que le observaba perpleja. Y en cuanto sintió la calidez de su cuerpo, se echó a llorar.
—¿Va todo bien? ¿Estás herido?
—La sangre no es mía —respondió él mientras se secaba las lágrimas y se separaba ligeramente de Brida—, es de mi hermano. Le he matado.
La muchacha no reaccionó. Aquella noticia le había tomado por sorpresa y no sabía cómo sentirse al respecto.
Juler estaba muerto.
Su enemigo, aquel que había acabado con la vida de su padre, ya no les ocasionaría más problemas.
Y aunque sabía que debía alegrarse, no podía evitar pensar que hubiera preferido ser ella quien empuñase el arma que le arrebatara la vida al monarca.
—¿Dónde has dejado su cuerpo? —preguntó Brida al fin. Quiso reprender a Ervin por haberle robado la oportunidad de vengar a su familia pero se sintió incapaz de ello al percatarse del dolor del hombre. Al fin y al cabo, Juler era su hermano. No era fácil superar el dolor de una perdida y el que fuera uno mismo el causante no hacía sino más que complicarlo, pues al sufrimiento se le sumaba también la culpabilidad.
No era momento para rencores y sentimentalismos. Brida sabía que debía mantener la cabeza fría, ser práctica y sacar el máximo provecho de aquella situación. No era aquel el desencadenante que ella había planeado y aunque había sido todo muy precipitado, todavía podía sacarle partido.
—Lo dejé en el patio —respondió Ervin recuperando poco a poco la compostura. Él también sabía que aquel no era un buen momento para derrumbarse, dejándose arrastrar por las emociones—, no sabía qué hacer con él. Imagino que los guardias no tardarán en descubrirlo.
—Debes regresar antes de que encuentren el cadáver. Huir solo sirve para admitir que eres culpable. Estabais entrenando, ¿verdad? —Mientras hablaba, en la mente de Brida se iba urdiendo poco a poco un plan. Ervin asintió a modo de respuesta— Todavía estamos a tiempo de venderlo como un accidente. Bien conocida era la competitividad del monarca y eso juega a nuestro favor. Juler jamás ha soportado perder. Diremos que el rey, al encontrarse con que su hermano menor, aquel que siempre había creído inferior a él en todos los aspectos llevaba las de ganar en combate, perdió los papeles. Comenzó a atacarte con todas sus fuerzas y tú, temiendo por tu vida, te viste obligado a defenderte y acabaste con él. Era su vida o la tuya. Nadie te culparía por matar en defensa propia.
—De hacer eso sería nombrado monarca, pues los hijos de Juler son todavía demasiado jóvenes para gobernar —explicó Ervin evaluando la propuesta de la doncella—. Perderías la oportunidad de recuperar tu trono. ¿Por qué me propones esto? Podrías entregarme y reclamar la corona. Son muchos quienes te apoyarían. Hay varias familias nobles que no vieron con buenos ojos cómo mi padre se hizo con el poder, pero agacharon la cabeza e hincaron la rodilla por miedo. Si saben que queda con vida una heredera del auténtico linaje real no tengo duda alguna de que estarán dispuestos a dar su vida por defender la tuya.
—Si te entrego, serias acusado de traición y ambos sabemos que la muerte es siempre la sentencia para tal delito. Ya te dije que estoy dispuesta a renunciar al trono si con ello logro mantenerte con vida. Y ahora ve, pues no hay tiempo que perder. Debes estar allí cuando den con el cuerpo de Juler.
—Encontraré la manera de compensarte por todo esto, Brida —prometió el muchacho. Ya no quedaban lágrimas en sus ojos y aunque el dolor seguía presente en ellos, estos ahora reflejaban también una gran determinación.
El todavía príncipe besó a la doncella y después de aquello echó a correr rumbo al patio en el que todavía yacía el cuerpo inerte de su hermano.
Cuando los soldados de la guardia del rey se encontraron con un desolado Ervin llorando junto al cuerpo sin vida de su hermano, no les costó demasiado creerse la historia que él les contó. Tal y como Brida había pronosticado la excusa del orgullo herido del monarca resultó ser de lo más verosímil y en ningún momento se acusó al príncipe de traición.
Ervin siempre se había mostrado muy reticente ante la idea de tener que cargar con el peso de la corona. El príncipe se había mantenido alejado de todos los conflictos y los debates políticos. Siempre había buscado pasar desapercibido, ocultándose en las sombras y mostrándose únicamente cuando era estrictamente necesario. Y cuando su hermano le designó heredero hasta que el mayor de sus hijos llegase a la edad adulta, el joven no se mostró nada contento con aquella decisión. Aunque no osó contradecir al por entonces rey.
Ervin no era una persona ambiciosa y nadie llegó a contemplar la posibilidad de que pudiera haber asesinado a su hermano a sangre fría para arrebatarle su poder.
Además todo aquello era algo transitorio pues el príncipe sería nombrado rey únicamente hasta que el mayor de los hijos de Juler tuviera la edad adecuada para reinar.
No se derramaron lágrimas por el difunto soberano. Su cuerpo estuvo expuesto en el gran salón durante los tres días posteriores a su muerte y se permitió la libre entrada a palacio para todo aquel que deseara despedirse de él.
Muchos fueron los aldeanos que visitaron el castillo en aquellas tres jornadas, aunque eran pocos los que lo hacían para mostrar sus respetos hacia el antiguo monarca. La mayoría iban únicamente para poder contemplar las maravillas del interior de aquel edificio que en tan pocas ocasiones se les permitía visitar.
La ceremonia funeraria, en cambio, fue mucho más íntima. A ella asistieron únicamente la reina viuda, los hijos del monarca, el hermano y heredero al trono y los nobles de mayor rango que se habían ganado la plena confianza de la familia real en los últimos años.
Fueron escasos los momentos en los que pudieron verse Ervin y Brida. Entre los preparativos del funeral y los de la coronación, eran demasiadas las obligaciones que el hombre debía atender y apenas le quedaba tiempo para descansar.
La doncella decidió mantenerse al margen y darle algo de espacio, pues aunque Ervin llevaba su dolor en silencio, ella sabía que necesitaba tiempo para superar todo cuanto había sucedido.
Clotilde se había ido a su pueblo aprovechando que se les había concedido a las doncellas de la reina una semana de descanso, pues Jimena debía guardar luto y para ello debía prescindir de los servicios que eran considerados de lujo. Así pues, Brida se encontraba sola en su habitación cuando Ervin fue a visitarla.
—¿Puedo pasar? —preguntó el hombre. Iba vestido por completo de negro y los profundos surcos marcados bajo sus ojos confirmaban que llevaba varias jornadas sin descansar.
—Aquí siempre eres bienvenido —respondió la muchacha, sentándose en la cama en la que hasta entonces había permanecido tumbada para que Ervin cupiera a su lado—. ¿Ha ido bien el funeral?
—Ha sido rápido. Su cuerpo descansa ya en la cripta real junto al de nuestro padre y el de nuestro hermano.
Brida asintió y tomó la mano del muchacho.
—¿Y tú cómo estás?
—La verdad es que no sé cómo debo sentirme —se sinceró Ervin—. Hay momentos en los que pienso que debería sentirme más culpable por haber acabado con la vida de mi hermano y hay otros en los que pienso que debería estar orgulloso por haber liberado al pueblo de la opresión de Juler. Estoy confundido y lo último que deseo es convertirme en rey. Y más sabiendo que te estoy arrebatando aquello que te pertenece.
Brida no respondió, pues no sabía qué decir. En aquellas últimas jornadas eran muchas las ocasiones en las que se había preguntado a sí misma si había hecho bien renunciando al trono con tanta facilidad. Sentía que en parte estaba traicionando el recuerdo de su familia, pero se sentía incapaz de seguir luchando siendo Ervin su enemigo.
—Estos días he tenido mucho tiempo para pensar. No lograba dormir por las noches y eso me dejaba muchas horas libres para darle vueltas a aquello que tengo que decirte —Ervin tapó con dulzura la boca de Brida al ver que esta iba a interrumpirle—. Agradecería que no dijeras nada hasta el final pues me ha costado mucho reunir el coraje suficiente para hacer esto. ¿Desearías convertirte en mi esposa? Sé que puede sonar a auténtica locura pero estoy convencido de que es la mejor opción para ambos. Podrías recuperar aquello que antaño perteneció a tu familia y mantener vivo así su recuerdo. Además, al desposarte conmigo contentarías también a aquellos que se mostraron fieles a mi padre y evitaríamos derramamientos de sangre innecesarios. ¿Qué mejor manera de olvidar el rencor que con la unión de los dos únicos herederos vivos de ambas familias? Yo renunciaría a la corona a tu favor. No deseo el poder, Brida. Sé que tú serías mejor soberana de lo que yo puedo llegar a serlo. Sería tu rey consorte y no interferiría en tus decisiones.
—Habiendo un rey, los nobles jamás aceptarían a una reina. Únicamente me querrían si fuera su única opción. Además, ¿qué pasaría con los hijos de Juler? Ellos son los auténticos herederos. No creo que ni ellos ni su madre se tomen a bien la noticia.
—Nadie se opondrá a tu reinado cuando se sepa que eres la hija de Jorge y Abigail. Eres la legítima heredera del trono. A nadie le importará si eres mujer, o si los hijos de Juler siguen con vida. Solo importará que la princesa Brida ha regresado de entre los muertos y que ha perdonado a sus enemigos al convertirse en la esposa de uno de los hijos del rey Francis.
—La verdad es que sería una unión muy conveniente —admitió Brida, valorando los pros y los contras de aquello que Ervin le ofrecía antes de tomar una decisión—. Este reino siempre se ha regido por matrimonios acordados. Supongo que se puede dar por válida una estrategia que jamás ha fallado.
—Tienes razón, pero solo en parte. Cierto es que entre reyes siempre se han establecido matrimonios de conveniencia, pero hay una diferencia entre todos ellos y nosotros —sentenció Ervin con voz firme y mirando a Brida directamente a los ojos—. El nuestro no sería un matrimonio por conveniencia, sino un matrimonio conveniente. Te amo Brida, y aunque sé que todavía era pronto para pedirte que te casaras conmigo, también sé que más tarde o más temprano este día hubiera acabado llegando pues no hay otra mujer con la que desee compartir mi vida más que contigo.
Cuando Ervin puso fin a su discurso las lágrimas recorrían ya el rostro de la muchacha. Había valorado aquella propuesta únicamente desde una perspectiva práctica y táctica y hasta entonces no le había dado la importancia que verdaderamente tenía.
Debía sentirse afortunada, pues si aceptaba no solo le devolvería la paz al reino y conseguiría la venganza por la que había estado luchando todos aquellos años, sino que además pasaría el resto de sus días acompañada de una persona que la quería de verdad.
—Está bien Ervin, me desposaré contigo —aceptó al fin. Y antes de lanzarse a apresar los labios de su prometido con los suyos, añadió: —Aunque ahora debemos ir con cuidado y analizar bien nuestros próximos movimientos. Es importante escoger el momento adecuado para dar la noticia sin desatar el caos. No deseo que Jimena vea amenazada su seguridad o la de sus hijos. No sería bueno para nadie que se pusiera en nuestra contra.
¡COSITAS IMPORTANTES!
En primer lugar, comentaros que nos acercamos ya al final de la segunda parte de la novela. Esta llegará a su fin con el capítulo de este viernes, lo que significa que estamos más o menos en la mitad de la novela.
¿Qué os está pareciendo por el momento el desarrollo del a historia? ¿Sucede todo muy rápido? ¿Hay escenas que se os hacen lentas o pesadas? ¿Consideráis que el ritmo es adecuado? Me va genial vuestro feedback para saber si debo modificar cosas o si voy por buen camino.
Y ahora, lo segundo: ¡con este capítulo Crónicas llega ya a las 10.000 lecturas!
¿Creéis que debería hacer algo para celebrar esta cifra? ¿Hay algún relato especial que os gustaría que escribiera? ¿Algún personaje que deseéis conocer mejor, alguna historia de la que queráis saber más cosas, alguna escena que os gustaría leer con más detalle...?
Dejad aquí vuestras propuestas y escribiré un relato especial 10k de aquella (o aquellas) que encuentre más interesantes.
¡Hasta el viernes!
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