CAPÍTULO 17: Doncella de Jimena
—Imagino que esta bella mujer debe ser Brianna, ¿verdad? —preguntó Juler en cuanto vio llegar a la joven acompañada de su madre. Los muchos invitados que rodeaban al monarca, así como su escolta, se apartaron cuando este comenzó a hablar, dejando así espacio suficiente para que pudiera llegar hasta la muchacha.
El rey posó un beso en el dorso de su mano como el protocolo dictaba, y ella le correspondió con una elegante reverencia.
—Es un placer conocerte, mi señor —respondió Brida haciendo uso de los modales que Dolma le había enseñado.
A pesar de que en la corte no había sido más que una sirvienta bajo las órdenes de la reina, era mucho lo que su posición le había permitido aprender sobre los convencionalismos sociales y de conducta. Y aunque sabía que la formación que ella podía darle a su hija no era ni de lejos la misma que hubiera recibido de haberse criado en palacio, Dolma hizo todo cuanto pudo por trasladarle a la princesa todos sus conocimientos. Aunque Brida jamás se lo había dicho, la mujer sabía que su hija tenía intención de reclamar el trono que le pertenecía por derecho de nacimiento; y aunque temía lo que pudiera sucederle cuando luchara por recuperar aquello que era suyo, quería que estuviera lo más preparada posible para cuando llegase ese día.
—Tienen ustedes una hija muy educada. Y muy hermosa, si me permiten decirlo —continuó Juler desviando por unos instantes la mirada de la joven y posándola en el que era su padre—. La reina lamenta no poder asistir a la celebración, pero todavía no se ha recuperado del parto de nuestro hijo y el médico le ha ordenado guardar reposo.
—No esperábamos que asistiera nadie de la corte —se sinceró Raymon—, por lo que su presencia aquí es un halago más que suficiente para nosotros. Permítanos servirle algo de beber. Puede ocupar usted mi puesto en la mesa si así lo desea, mi hija ocupará el asiento a su lado.
Juler no tardó en aceptar aquella propuesta del anfitrión, y al fin consiguieron que los invitados se dispersaran y volvieran de nuevo a los sitios que les habían sido asignados. Sin embargo, mientras la familia de la homenajeada y el monarca conversaban, varias miradas indiscretas les contemplaban con muy poco disimulo.
¿Por qué el rey se ha tomado la molestia de venir hasta aquí? —se preguntaban presas de la envidia.
—Si no es mucha indiscreción, ¿puedo saber por qué su majestad ha tomado la decisión de acompañarnos en esta jornada? No somos más que una familia de comerciantes. Disculpe mi ignorancia, pero no logro entender qué interés podríamos tener nosotros para la corte —se atrevió a preguntar Dolma tras asegurarse de que Juler hubiera ingerido una gran cantidad de alcohol, pues en la aldea se rumoreaba que este aplacaba la ira del irascible monarca.
El rey soltó la copa que hasta entonces sostenía, y con una sonrisa en su rostro se dirigió hacia la esposa de aquel comerciante del que tanto había oído hablar en las últimas jornadas.
—Hubiera preferido poder disfrutar algo más de esta agradable compañía antes de comenzar con asuntos de negocios —respondió Juler sin molestarse en dejar de acariciar el brazo descubierto de Brida, quien estaba haciendo un gran esfuerzo de contención para no salir corriendo y así huir de aquella incómoda situación—¸ pero dada vuestra insistencia os lo contaré. Mi esposa precisa de nuevas doncellas que la asistan, pues dos de ellas están en cinta y han dejado dos bajas que precisamos cubrir en la mayor brevedad posible. Como imagino comprenderán, no puedo permitir que cualquier joven de bajo rango se acerque a mi esposa; su seguridad y la de mis hijos es para mí lo más importante, después de la gestión del reino claro está. Desde hace ya un par de jornadas vengo oyendo historias por los pasillos de palacio acerca de un comerciante cuyo negocio no ha dejado de crecer en los últimos años, y en cuanto supe que este tenía una hija a la que le quedaba poco para entrar en la edad adulta, barajé la opción de ofreceré a la muchacha un puesto en la corte.
—¿Está usted diciendo que quiere que nuestra Brianna sea una de las asistentas de la reina? —preguntó Dolma, sorprendida a la par que asustada —Nuestra hija jamás ha recibido formación en los quehaceres de una doncella. A pesar del honor que supone para nuestra familia que su majestad la haya tenido en cuenta, no estoy segura de que sea una buena candidata para el puesto.
—La falta de formación no será un impedimento, pues se le asignaría una institutriz que la pondría al corriente de sus obligaciones y la acompañaría durante las primeras jornadas. Brianna parece una chica inteligente, no me cabe ninguna duda de que aprendería rápido y llegaría a convertirse en una excelente doncella.
Se hizo el silencio tras aquellas palabras. Y a pesar de que Brida quiso intervenir, por las facciones descompuestas de los rostros de sus padres supo que aquel no era el mejor momento para dar su opinión.
Fue Raymon quien acabó con la tensión del momento.
—Agradecemos su oferta. Como mi esposa ha dicho, es para nosotros un gran honor que haya pensado en nuestra hija para desempeñar una tarea de tan magna responsabilidad —comenzó, buscando con ello suavizar las palabras que venían a continuación confiando en que aquello ayudase a no desatar la furia del rey—. Mas, como comprenderá, es un asunto que debo discutir tanto con mi esposa como con mi hija antes de poderle dar una respuesta. Brianna es la mayor de nuestros hijos, y como tal es la única ayuda que tenemos tanto para las labores del hogar como en los negocios.
Juler asintió. No parecía descontento con la respuesta que el hombre le había dado.
—Entiendo que tomar ahora una decisión al respecto sería algo precipitado, por ello mandaré mañana un mensajero a vuestro hogar para que recoja la respuesta y me la haga llegar —sentenció el monarca—. Ruego por favor consideren mi oferta, pues pienso que esta puede ser muy beneficiosa para ambas partes. Brianna aprendería a desenvolverse en la corte, la convertiríamos en una mujer de alto valor y estoy convencida de que mi mujer estaría encantada de buscarte un pretendiente para desposarla. Dada la belleza de su hija, no sería difícil convenir un buen matrimonio.
Después de aquello, y sin molestarse en esperar a recibir una respuesta por parte de los anfitriones, Juler se incorporó y se dispuso a regresar a palacio seguido de la escolta privada que le acompañaba siempre allí donde iba.
—Espero que volvamos a vernos pronto, Brianna —añadió el rey antes de montar en su caballo y tomar el sendero que le llevaba de vuelta al que era su hogar.
—Voy a aceptar la oferta —sentenció Brida en cuanto llegaron a casa.
Depués de la marcha del rey, el evento todavía se extendió durante un par de horas más. Todos los miembros de la familia sabían que aquel no era un buen lugar para hablar de la propuesta de Juler, por lo que la discusión sobre el tema había quedado post puesta hasta que se encontraran en la intimidad de su hogar.
Brida no tardó más que unos pocos segundos en sacarlo en cuanto cruzó el umbral de la puerta de entrada.
Los mellizos enseguida se encerraron en su alcoba del piso superior, pues sabían que aquello no iba con ellos. Y sus padres y su hermana podrían hablar con mayor tranquilidad si ellos no estaban presentes.
—No vas a ir —declaró Raymon, en contraposición, cuando se quedaron los tres a solas—, es peligroso. Cuanto más cerca estés del monarca, más probabilidades hay de que te reconozca.
—¿Cómo se supone que va a reconocerme? —replicó la joven levantando el tono de voz —¡Por Dios! No era más que un bebé cuando Dolma huyó conmigo, y él ni siquiera llegó a verme. No veo cómo se supone que debería saber que soy la hija de Jorge y Abigail.
—Modera tu tono de voz, hija. Las paredes son finas, y nuestros vecinos muy cotillas —intervino Dolma quien, hasta entonces, había permanecido en silencio convirtiéndose en una mera espectadora de la discusión que mantenían su hija y su marido.
—Lo único que quiero es mantenerte a salvo, hija —añadió Raymon, dejando a un lado el tono de voz autoritario. Aquellas palabras sonaron casi como una súplica.
—Sé que no hemos hablado nunca de ello —continuó Brida. La muchacha había seguido las instrucciones de su madre y había empleado un tono de voz más neutro, de manera que solo los dos adultos pudieran oírla—, pero en el fondo ambos sabéis que jamás he tenido intención de renunciar al trono que me fue arrebatado. Es mi deber, por la memoria de mis padres, luchar por aquello que me pertenece. No soy una ilusa: sé que soy joven, y que todavía no cuento con la fuerza suficiente para derrocar a Juler. Pero tener un lugar en la corte me sería de gran utilidad. Me mostrarían la rutina de la familia real, conocería sus puntos débiles y podría ganarme poderosos aliados.
Y aunque Raymon quiso intervenir, exponiendo los múltiples motivos por los que él creía que todo aquello era una locura, Dolma se le adelantó.
—Nuestra intención jamás ha sido interponernos en tu destino, por ello nunca te hemos ocultado quienes son tus verdaderos padres. Si es tu deseo entrar en la corte y servir a la reina, te daremos todo nuestro apoyo. Y por supuesto, cuentas con nuestra ayuda para todo aquello que necesites. Solo te pido que tengas cabeza y que no cometas ninguna locura. Hasta ahora Raymon y yo hemos podido protegerte, pero en el castillo estarás sola.
Madre e hija miraron al hombre aguardando sus reproches, pero estos jamás llegaron. Raymon sabía que nada podía hacer teniendo a ambas mujeres en contra, y aunque seguía preocupado por la seguridad de Brida, confiaba ciegamente en el criterio de Dolma. Si ella creía que Brida estaba preparada para afrontarse a los peligros de la corte, no sería él quien le llevara la contraria.
—Prepararé la misiva para el rey —respondió Raymon, resignado—. Le diremos que aceptas su oferta, y que estás lista para empezar en cuanto precisen de tus servicios.
Brida abrazó primero al hombre al que consideraba su padre, para después hacer lo mismo con aquella mujer que la había criado desde que no era más que un bebé sin importarle estar poniendo en juego su propia vida. Y después de aquello, se dispuso a subir por las escaleras rumbo a su alcoba.
Había sido un día de lo más largo, y tanto su cuerpo como su mente necesitaban una buena noche de descanso. Eran muchas las cosas en las que debía pensar ahora que se le había presentado la oportunidad de infiltrarse en el interior del castillo, pero ya habría tiempo de ello de buena mañana.
—Cuando recupere mi trono y mi reino, me encargaré de recompensaros como es debido —añadió la joven antes de desaparecer del salón, dejando a solas a ambos adultos—. He tenido la fortuna de tener tanto dos padres, como dos madres. No penséis jamás que el poder hará que me olvide de esto, pues para mí vosotros seréis siempre mi familia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top