17 años: Negro
Hoseok jugaba con la taza de té de un lado a otro.
—Y me dejo— explicó con un puchero —no es que me duela exactamente y tampoco me arrepiento, todo lo contrarió, fue mejor así, porque no me hubiera gustado entregarme a alguien que no iba enserio conmigo.
—Es un idiota— le dije —ya encontrarás a alguien que te quiera de verdad— aseguré en apoyo.
—No es tan fácil como cree— mencionó Hobi con una sonrisa triste.
—Tal vez el amor ni siquiera esta muy lejos— dije refiriéndome a Taehyung, alguno de los dos tenía que dar el primer pasó, Taehyung era un cobarde así que no estaría mal darle un empujoncito a Hoseok.
—Umm— el menor hizo un puchero —no importa aún soy joven, pronto entraré a la universidad y voy a conocer a nuevas personas.
—No tienes que conocer nuevas personas — insistí —Taehyung también irá a tu misma universidad.
—Y se comportará como el molesto hermano mayor— sonrió con amargura —alguien debería decirle que yo soy mayor— volvió a sonreir —es tan bobo.
—¿Y guapo?— aclaré y me encante al ver su sonrojo y su nerviosismo.
—Sí, bueno también eso, estoy seguro que tendrá a muchas chicas a su alrededor como siempre.
—Y él seguirá enamorado como un tonto del mismo de siempre.
—No entendí eso último— dijo mirando su celular, su mano temblaba.
—¿Ha pasado algo?— le pregunté preocupado.
Hoseok dejo su celular en la mesa y sus ojos se movieron de un lado a otro, su expresión llena de horror.
—Señor Nam— se levantó asustado y la silla calló al suelo.
—¿Te encuentras bien?— le pregunté caminando hasta él —¿Hobi éstas bien?
Él me abrazó con el cuerpo como gelatina.
Él pequeño Hobi a quién conocía desde que tenía seis años temblaba entre mis brazos y yo no sabía que hacer para tranquilizarlo.
—¿Te sientes mejor?
Negó apretando cada vez más mi camisa entre sus manos mientras la empapaba con sus lágrimas.
—No puedo ver nada señor Nam— me dijo con un llanto lastimero.
Lo abracé más fuerte y cuando su cuerpo se calmó lo miré, sus ojos se movían de un lado a otro en busca de luz.
Sabíamos que esto era algo que podía pasar desde que le diagnosticaron diabetes y aún así fue un golpe duro de aceptar, le di un beso en la frente.
—Todo saldrá bien— asegure.
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