Introducción: La casa de las Rosas

Inglaterra, 1869 inauguración de la casa de las Rosas.

La casa de las Rosas era un extravagante burdel. Se rumorea que fue inspirada en los teatros parisinos, si bien no con el mismo lujo, su extravagancia era única entre todos los burdeles de Inglaterra.

Tenía más de 30 habitaciones y 50 mujeres expertas en muchas danzas y otros talentos. Me contaron que habían actrices y cantantes, y que muchas de ellas eran mujeres cultas e inteligentes. Mujeres interesantes al punto que sus clientes sólo las contrataban para conversar y recibir consejos.

Otras eran hábiles en las artes carnales y padecían del  fuego uterino, haciéndolas famosas por ser capaces de atender a más de seis clientes por noche. Luego se encontraban las delicadas cantantes, cuyas voces melodiosas alegraban todas las noches.

Su dueño y fundador era un hombre que había perdido su título, sino mal recuerdo su nombre era Richard Van Tail. Era curioso que nombrará a su burdel de tal manera, cuando no había ni una sola rosa plantada ahí.

Tres años después, Lord Van Tail contrajo matrimonio con la señora Lucrecia Braxton, viuda de un vicario y Armand, su joven hijo, tenía la misma profesión que su difunto padre. Ojalá jamás se hubiera casado, Ojalá jamás hubiera recibido al joven Braxton.

La señora Lucrecia, era una mujer cabal y muy decente, siempre se comportaba como una dama. Ella era modista, y a pesar de lo prosperó que era el negocio de su marido, el suyo iba viento en popa.

Sin embargo, el 25 de Agosto de 1875, Lord Van Tail fallece. Las circunstancias no fueron claras, el callo de una ventana del tercer piso, específicamente de la Sala de menesteres y el único testigo que lo vio tropezar y caer...fue Armand Braxton, su hijastro. Una interesante coincidencia.

El pobre hombre murió en el acto, su cuerpo se estrelló fuertemente en el suelo, me contaron que había salpicaduras de sangre por todos lados y su viuda...La pobre mujer dejo el negocio de su esposo en manos de su hijo...un pésimo error.

Poco después de que el asumiera el control, el prosperó negocio empezó a caer. Había algo en su manera de tratar a las mujeres que las hacía temerle, pero nadie, de los clientes, pudo saber que era. El era un hombre discreto en público.

Poco después, Armand vendió un hermoso candelabro de cristal francés, quitando el mayor atractivo, en decoración, de la casa de las Rosas. De esa forma, muchos aristócratas destacados de esa época dejaron de frecuentar el lugar. Sin las contribuciones de dichos personajes la casa se fue deteriorando hasta el punto de que la misma Lucrecia se vio obligada a intervenir.

Bajo su mando y supervisión la casa recuperó parte de su antigua gloria. A su vez, Armand aprendió a administrar el local y a realizar acertivas acciones que mantuvieron el lugar a flote.

El 25 de Mayo de 1877, mientras Madame Lucrecia bajaba del tercer piso en compañía de Marie, misteriosamente ambas cayeron por las escaleras. Lucrecia no sobrevivió, Marie por su lado...perdió ambos pechos para poder sobrevivir. Nuevamente, el único testigo era Armand Braxton.

Durante mi forzosa estadía conocí a las costureras de La casa de las Rosas. Las costureras habían sido, en su tiempo, famosas meretrices de la casa. Tres de ellas me acogieron y guardaron mi secreto con el mismo celo con el que yo guarde el de ellas.

La señora Pam, a más vieja de ellas, era proveniente de Liverpool, había acabado ahí gracias a su primer marido, quien la obligó a prostituirse en el lugar, a cambio de un techo y pan para ambos. Ella aceptó vivir de esa manera por amor, un día ella despertó y el se fue.

La señora Anne, era por otro lado, una mujer agradable a la vista, no un cascarón seco como las otras costureras. Ella se había accidentado con la madre de Braxton y perdió sus pechos y...una pierna. Cuando cantaba, su voz dulce y melancólica cautivaba.

La más joven de ellas, era la señora Kokoro, ella se había quedado ahí a a cambio de salvar a alguien, y proteger la vida de esa persona.

Sin las señoras Pam, Kokoro y Anne, para cuidar de mi durante mi confinamiento... Yo hubiera muerto. Ahora, cumpliré lo que prometí... Eva viene por ti

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