Una conversación con Conrado

Lis ascendió las escaleras en la mañana, buscando hablar con alguien que considerara más receptivo y capaz de entenderla. No tenía claro cómo iniciar la conversación ni qué palabras usar, pero estaba llena de esperanzas.

Al llegar a la habitación de Conrado, se detuvo en seco y escuchó atentamente en busca de cualquier indicio de presencia. Al no recibir respuesta, se aventuró a mirar por la rendija de la puerta, solo para encontrar la habitación vacía, excepto por la cama hecha y los libros en la mesa.

Unos brazos la sorprendieron por detrás, tomándola por los hombros y haciéndola girar sobresaltada. Era Conrado, quien la miraba con una pequeña sonrisa.

-¡Vaya! Tienes la misma costumbre de espiar por las cerraduras que tu madre -bromeó Conrado.

-Perdona, te estaba buscando... -murmuró Lis, con las mejillas ligeramente sonrojadas.

-Bueno, aquí tienes a tu mago favorito -respondió Conrado.

Lis le pidió a Conrado que tuvieran la conversación en su habitación para tener privacidad, a lo que él accedió. Cerraron la puerta tras de sí y Lis miró a Conrado con seriedad.

-Conrado... ¿Un mago puede detectar a otro mago, verdad? -preguntó con precaución.

-Sí, un mago consagrado puede sentir el poder de otro mago, incluso si es mínimo -confirmó Conrado.

-¿Y el poder se puede medir? -inquirió Lis, llena de incertidumbre.

Conrado pensó por un momento antes de responder:

-Medirlo es complicado, pero un gran mago puede tener una idea de su fuerza, si es oscuro o si tiene algún matiz peculiar.

-¿Y cómo es mi poder? -preguntó Lis, mirándolo con intensidad.

Conrado la observó durante unos segundos antes de responder con seriedad:

-Tu poder es grande. Pero, Lis, tu preocupación... ¿Qué es lo que te preocupa exactamente?

- Pero un gran poder conlleva responsabilidades, ¿Y qué diferencia mi poder del de Raul, tuyo o incluso el de mis padres? -insistió Lis, dejando ver sus dudas.

-Un gran poder conlleva grandes responsabilidades, pero estás aquí para aprender a controlarlo y entender esas responsabilidades con el tiempo -contestó Conrado con sabiduría-. Tienes un poder increíble y, a veces, abrumador, pero no soy quien debe darte todas las respuestas. Eso le corresponde a tus padres. Por ahora, no te preocupes tanto.

Las palabras de Conrado sonaban tranquilizadoras, pero Lis sentía un sabor amargo. No sabía si debía confiar plenamente en Conrado, así que optó por guardar en su interior la información que había obtenido.

Lis se disculpó por haberlo molestado y le explicó que últimamente estaba llena de dudas y se sentía insegura, y necesitaba compartirlo con alguien que la  conociera desde que era niña.

Conrado comprendió, pero no pasó desapercibido que Lis no estaba contando toda la verdad y que había algo más que ocultaba.

Antes de que Lis abandonara la conversación y la habitación, le dijo una última cosa:

-Por favor, no le cuentes nada a mis padres. No quiero que me vean como una niña insegura -rogó Lis antes de cerrar la puerta tras de sí.

Conrado se quedó en la habitación, pensando en su encuentro con Lis. Aunque ella le había pedido que no dijera nada a sus padres, Conrado tenía un mal presentimiento y luchaba internamente sobre si debería respetar la decisión de Lis o contarles todo a sus mejores amigos.

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