Las maldiciones y el poder de Morderek


En medio de la caótica confrontación, Fenris y Jonás continuaban su lucha contra Morderek. La maldición del oscuro mago empezaba a manifestarse de forma cada vez más evidente. Las decisiones temerarias de Fenris, impulsadas por la imprudencia, aumentaban el peligro de la situación. A pesar de los intentos de Jonás por frenarlo, el elfo persistía en poner en riesgo su propia vida.

—¡Fenris, por favor, no hagas eso! —gritó Jonás, su voz teñida de ansiedad, mientras veía cómo el elfo se sumía más en la oscura influencia de Morderek.

Fenris, decidido a vencer al mago oscuro a cualquier costo, optó por desencadenar un hechizo prohibido, una magia antigua con consecuencias devastadoras. La energía oscura lo envolvía, distorsionando su figura y creando una aura ominosa a su alrededor.

—¡Jonás, no permitiré que me detengas! —exclamó Fenris, su voz resonando con determinación, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de éxtasis y terror.

La maldición no solo debilitaba las habilidades de Fenris, sino que también nublaba su juicio, llevándolo a tomar decisiones más arriesgadas y desesperadas. Cada hechizo lanzado por el elfo parecía ser un paso más hacia el abismo.

Mientras tanto, Jonás, aturdido por el caos y el estrés del momento, dejó escapar el nombre de su maestra en un susurro.

—Dana... la Torre...Fenris...—murmuró, con la mente abrumada por el recuerdo de su maestra y la presión de liderar la Torre.

La batalla se convertía en un escenario de angustia. Fenris, afectado por la maldición, continuaba desafiando los límites de la magia, mientras Jonás, abrumado por el estrés y la responsabilidad, veía cómo su amigo se sumía en la oscuridad. La lucha no solo era física, sino también una batalla interna contra las sombras que amenazaban con devorarlos.

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En medio del caos, Nawin canalizaba toda la energía posible hacia Salamandra, siendo consciente de que las magas enfrentaban a magos oscuros superiores en número y fuerza. A pesar de la debilidad que las afectaba, Salamandra, con gratitud reflejada en sus ojos, se puso de pie gracias a los esfuerzos de su amiga.

—Nawin, gracias, pero ahora acabemos de una vez por todas con estos miserables —dijo Salamandra, inyectando confianza en la situación.

Nawin sonrió, reconociendo la importancia de la unión y solidaridad entre ellas.

—Claro, Salamandra, juntas seremos imparables.

Las magas, a pesar de su debilitamiento, se tomaron de las manos formando un círculo, compartiendo un momento de conexión y fortaleza. Con un gesto decidido, comenzaron a canalizar sus poderes individuales, tejiendo una red de energía que las envolvía. Aunque la fatiga pesaba sobre ellas, el vínculo entre estas mujeres fuertes les proporcionaba la fuerza necesaria para resistir.

Salamandra, sintiendo cómo la energía fluía a través de ella, elevó la mirada con determinación.

—Vamos, ¡Aniquilemos a estos miserables  con nuestra magia!

El enfrentamiento se intensificó, pero las magas, unidas en su empoderamiento femenino, desafiaron las sombras que intentaban sofocarlas. A pesar de sus limitaciones físicas, la fuerza de su voluntad y el apoyo mutuo las guiaron hacia los cuerpos inertes de los estudiantes, donde se proponían restaurar la paz y la vitalidad arrebatadas por los magos oscuros.

Cuando Salamandra y Nawin llegaron a los cuerpos inertes de los estudiantes, la bailarina del fuego buscó frenéticamente entre ellos, ansiosa por encontrar a su hija. Sin embargo, la desesperación se apoderó de ella al darse cuenta de que el cuerpo de su hija  no estaba entre los estudiantes que yacían inconscientes. Mientras buscaba realizar un contrahechizo para despertar a los estudiantes, estos comenzaron a recobrar la conciencia, pero sus mentes estaban aún nubladas.

Salamandra, inquieta y preocupada, intentó obtener respuestas sobre el paradero de su hija, pero los estudiantes apenas podían articular palabras coherentes. El tiempo corría en su contra, y la esperanza se desvanecía rápidamente. En medio de esta angustia, la figura imponente y oscura de Morderek emergió ante las magas, emanando un aura temible.

—Mis Damas... al parecer os había subestimado y me concentré en esos dos estúpidos desorientados, mencionó Morderek, refiriéndose a Jonás y Fenris. Salamandra frunció el ceño con enojo ante el comentario a su marido y su maestro, pero la indiferencia del mago oscuro ante sus reacciones dejó claro que estaba centrado en su propio interés. 

—Ha estado muy bien la batalla, muy entretenida, pero creo que ya es hora de que se vaya terminando-, agregó con un tono burlón.

En ese momento, Morderek notó la expresión furiosa de Salamandra y su mirada llena de rabia, lo que le arrancó una sonrisa malévola. 

—Oh, mi bella Dama, no te preocupes, también tengo algo para ti-, dijo el mago oscuro con un tono siniestro. Realizó un pequeño círculo oscuro a su alrededor, y Nawin intentó intervenir para proteger a Salamandra, pero un simple chasquido de los dedos de Morderek la lanzó lejos, dejándola en el suelo.

Los alumnos, ahora conscientes, intentaron ayudar a Nawin. La rabia ardía en los ojos de Salamandra, y su determinación de proteger a los suyos se reflejaba en cada gesto.

—Esto es entre yo, y mi bella Dama, advirtió Morderek a Nawin con una sonrisa maliciosa

—Hace años que deberías haber sido consumida en tu propio fuego, y siempre me he preguntado cómo esto no fue posible. Así que quizás ya sea hora de que cumplas con tu parte de la profecía, añadió con malicia, dirigiéndose  a Salamandra

En ese instante, el mago oscuro desató un fuego intenso envuelto en oscuridad, lanzándolo hacia la bailarina del fuego. Las llamas brillaban con una intensidad aterradora, y la oscuridad que las rodeaba parecía devorar la luz a su paso. Salamandra, enfrentándose a la amenaza con valentía, se preparó para lo peor mientras el fuego se cernía sobre ella.


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