La Búsqueda de Fenris
Los jóvenes aprendices continuaron avanzando, buscando pistas que arrojaran luz sobre el incidente que había ocurrido en el bosque. A medida que exploraban el terreno, se encontraron con más cuerpos de elfos en el mismo estado que los anteriores. Aún no comprendían la magnitud del peligro que los acechaba, y mientras Lis ansiaba respuestas sobre la masacre, su temor latente era encontrarse con el cuerpo de su amigo Fenris. (Para aquellos que aman a Fenris, lamento no poder proporcionar más detalles para mantener el suspenso).
El bosque, empapado en un ambiente de terror, observaba en silencio a los jóvenes mientras seguían adelante. En medio de la tensión, un sonido que resonaba desde el interior del bosque interrumpió su marcha. Los aprendices intercambiaron miradas cargadas de preocupación y rápidamente formaron un círculo defensivo, preparados para enfrentar cualquier amenaza que se acercara. El misterio y la incertidumbre envolvían el momento, mientras aguardaban la llegada del sospechoso que se aproximaba a su ubicación.
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Jonás negó con determinación, rechazando la idea de ponerse nuevamente en un peligro que le recordaba momentos dolorosos del pasado.
- No, no pienso volver a exponernos a ese peligro y revivirlo otra vez. Ahora no están ni Dana, ni Fenris, ni Kai, ni Saevin - acortó sus palabras, su voz portando una carga emocional evidente ante la mención de aquellos nombres.
Iris asintió en acuerdo con Jonás, comprendiendo la dificultad y el riesgo que implicaba la propuesta de buscar a los desaparecidos.
- Tienes razón, amigo. Es muy arriesgado, pero tenemos que tomar cartas en el asunto - añadió Conrado con un tono meditativo, enfocándose en la situación con seriedad.
Salamandra, la bailarina del fuego, expresó su nerviosismo y deseo de buscar a los desaparecidos.
- Hay que ir a buscarlos - repitió, su voz reflejando la urgencia del momento.
Conrado planteó una idea. Volviéndose hacia Salamandra, preguntó si ella conocía a los guardias de Nawin.
- ¿Crees que podrías acceder a los aposentos de la reina Nawin y averiguar qué sucede con ella? - indagó el mago.
Salamandra asintió con confianza.
- Claro, soy la bailarina del fuego. ¿Qué no podría conseguir? - respondió con una sonrisa cargada de orgullo.
Conrado prosiguió, delineando la misión.
- Bien, Salamandra irá en búsqueda de Nawin. Mientras tanto, Jonás y yo buscaremos a Fenris. Iris, quédate aquí. Si encuentras algún objeto que nos permita comunicarnos con Dana o Kai, háznoslo saber.
Los magos asintieron en acuerdo con el plan, sintiendo la determinación y la intriga por descubrir el estado de sus amigos desaparecidos. La incertidumbre y la urgencia los impulsaban a actuar, mientras se adentraban en una búsqueda llena de peligros y misterios.
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El intruso se aproximó a los jóvenes, revelando un joven vestido con una túnica oscura. En su brazo portaba un báculo peculiar, y su cabello negro enmarcaba una mirada inquietante. El mago oscuro observó a los aprendices con curiosidad, pero su mirada se detuvo en la de Lis, y una siniestra y maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro.
- Salamandra - exclamó con una voz que resonaba en el aire.
- ¡Qué manía tenéis con llamarme como mi madre! - respondió Lis, aún manteniendo su guardia en alto.
El intruso no dejaba de ser inquietante y sus palabras no eran para nada tranquilizadoras.
- Así que finalmente tu madre terminó con el estúpido de Jonás... - sus palabras goteaban malicia y desprecio.
- No llames estúpido a mi padre. ¿Quién eres? - cuestionó Lis, enfrentándolo con valentía.
El joven oscuro se presentó como Morderek. En ese instante, Lis palideció al escuchar aquel nombre, una palabra que había aparecido en las historias contadas por sus padres sobre el día de la profecía y cómo Morderek había conocido un final de sufrimiento y terror. Sin embargo, aquí estaba, ante sus ojos, vivo y perturbadoramente real.
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Salamandra se materializó en el palacio real del Reino de los elfos, a cierta distancia de las puertas. Observó con curiosidad la escena que se desenvolvía frente a ella: dos guardias vigilaban las puertas con atención. Buscó entre los presentes algún rostro conocido, esperando encontrar alguien que pudiera facilitarle el acceso, pero sus esperanzas se desvanecieron al darse cuenta de que ningún rostro familiar estaba presente. Sin otra opción, decidió abordar a los guardias y probar suerte sin recurrir a la magia de momento.
Con paso decidido, Salamandra se acercó a la entrada. Los guardias elfos la miraron con una mezcla de curiosidad y falta de respeto, sin preocuparse por ocultar su desdén.
- Hola, soy Salamandra, y necesito ver a la reina Nawin. Soy su amiga, y se trata de un asunto importante - declaró la maga con firmeza, tratando de hacer valer su posición.
Los elfos la observaron atentamente, pero su respuesta fue fría y tajante.
- La reina Nawin no puede recibir visitas - dijo uno de los elfos, sin dar lugar a discusiones.
Salamandra no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente.
- No sé si me han entendido bien, no es simplemente una visita, se trata de un asunto de gran importancia - replicó con una dosis de dureza en su voz.
- Y no sé si has entendido bien, maga. La reina no recibe visitas de ningún tipo - respondió el otro elfo con un tono burlón.
La paciencia de Salamandra estaba llegando a su límite. Sintiéndose desafiada, tomó una decisión.
- Está bien, si insisten en esto, no me dejan otra opción que teletransportarme directamente a su habitación sin previo aviso - amenazó, chasqueando los dedos y desvaneciéndose en un abrir y cerrar de ojos, dejando a los elfos perplejos y desconcertados.
La habitación en la que Salamandra apareció era un ejemplo de la opulencia élfica, con paneles de madera tallada en las paredes, una alfombra tejida a mano en el suelo, y muebles de diseño elaborado. Las ventanas arqueadas dejaban entrar una suave luz que iluminaba tapices de héroes élficos y cuadros de paisajes naturales, mientras lámparas de cristal emitían un resplandor sereno. El aroma a maderas nobles y flores completaba la experiencia de estar inmerso en un espacio que destilaba la elegancia y el refinamiento de la cultura élfica.
Pero Nawin no se encontraba en la habitación, lo que llevó a Salamandra a sospechar que el asunto era mucho más complejo de lo que parecía a simple vista. Decidida a obtener respuestas, observó detenidamente la habitación en busca de pistas que pudieran revelar la naturaleza de la situación.
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