En las Almenas de la Torre
Salamandra ascendió a las almenas de la torre mientras contemplaba el paisaje del valle de los lobos. Su mente estaba llena de pensamientos y reflexiones, buscando desesperadamente un momento de paz para ordenar sus ideas. Aunque las circunstancias eran desfavorables, la llegada de Morderek y los eventos recientes habían perturbado su tranquilidad. Buscaba encontrar esa calma en la cima de la torre, pero detectó la presencia de alguien más en ese lugar especial. Sin necesidad de girarse completamente, reconoció los característicos y escurridizos andares de mago que se encontraba en el lugar.
-Parece que es la primera vez que soy yo quien viene a buscarte, sonrió el elfo al acercarse a ella con cariño, recordando viejos tiempos.
-Eso significa ¿que ahora viene una pregunta? respondió Salamandra con una media sonrisa, anticipando el propósito de la visita.
Fenris rió levemente, pero luego adoptó una postura más seria, meditando sus palabras. Sabía por qué había venido y qué quería habalr, pero no estaba seguro de cómo abordar el tema. Optó por una pregunta más general para comenzar.
-¿Cómo lo estás llevando?, preguntó Fenris, mirándola de reojo.
Salamandra, extrañada por la pregunta, no ofreció una respuesta clara. Aunque intuía a qué se refería el elfo, prefirió asegurarse: "¿A qué te refieres?" dijo en un tono serio.
-Salamandra, sabes a lo que refiero. No hay nada que mi olfato de lobo no pueda detectar..., mencionó Fenris, insinuando que estaba al tanto de sus preocupaciones.
Ella se sonrojó ligeramente, pero evitó pronunciar palabra al respecto. Fenris captó que no quería hablar del tema, indicando que este le generaba malestar interior. Aunque siempre respetuoso de la privacidad de los demás, Fenris sintió la necesidad de profundizar en el asunto.
-Lis y Jonás, ¿no lo saben?", preguntó el elfo, notando la negación de Salamandra con la cabeza.
Mientras la bailarina del fuego negaba con la cabeza, Fenris percibió que el tema no podía ser pasado por alto. Aunque hablar de sentimientos y cuestiones personales no era algo que a Salamandra le agradara, había algo diferente en esta ocasión. Fenris, preocupado por su antigua estudiante y amiga , sabía que debía abordar el asunto. Desde que Salamandra había iniciado su relación con el amo de la Torre, Fenris notaba que ella se mostraba más abierta, algo que le tranquilizaba. Sin embargo, esta vez parecía cerrarse, quizás debido a que su confidente era parte del problema.
-¿Qué es lo que temes, Salamandra?", preguntó Fenris después de un breve silencio.
Hubo unos minutos de silencio sin respuesta, durante los cuales Fenris casi perdió la esperanza de que ella se abriera. Estaba a punto de retirarse cuando Salamandra habló en voz baja.
-No estoy preparada para ello.
"Fenris intentó animarla:" Claro que lo estás. Si ya lo has hecho una vez, podrás hacerlo una segunda. Estoy seguro de ello.
Salamandra dejó escapar un suspiro lleno de incertidumbre y miedo. "La primera vez tenía 25 años. Era joven, estaba llena de energía, era fuerte y valiente. Todo ahora, tengo 39. Ni siquiera me lo esperaba. Y no es que no quiera, pero no sé...".
-Pues yo veo en ti a una mujer fuerte, valiente y llena de energía", aseguró Fenris. "Puede que no sea yo quien deba aconsejarte, pero deberías hablarlo con tu marido y tu hija. Estoy seguro de que te darán el apoyo que necesitas".
Salamandra esbozó una cálida sonrisa de agradecimiento y se giró hacia Fenris para abrazarlo impulsivamente. El joven elfo casi tropezó hacia atrás por el impulso repentino, pero sonrió con cariño, esperando haberla ayudado.
Por último, en un tono más ligero, Fenris bromeó: "Por cierto, por lo que he visto, ese libro ha dado efecto. Me lo van a tener que prestar".
Salamandra se desvinculó del abrazo para reírse, sorprendida por el comentario inesperado del elfo. Al parecer, el entusiasmo de Conrado había llevado la noticia del libro a los oídos del mago.
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