El recuentro catastrófico: Parte 2

El plan de Fenris estaba trazado con meticulosidad, cada uno de sus amigos tenía un papel crucial que desempeñar. Salamandra, a pesar de sentir el peso de la responsabilidad como cebo, se preparaba para partir. Antes de su partida, abrazó a Conrado con fuerza, sintiendo la calidez y la seguridad que siempre emanaba de su amigo. Conrado correspondió al abrazo con ternura, sus ojos reflejaban una mezcla de determinación y afecto.

-Tranquila, Salamandra. Todo saldrá bien, aseguró Conrado con voz tranquilizadora mientras envolvía a su amiga en sus brazos.

Salamandra asintió, apreciando las palabras reconfortantes de su amigo.

-Lo sé, gracias, Conrado. Eres un buen mago y amigo expresó con gratitud, dejando escapar una leve sonrisa. Luego, con un toque de humor, agregó: -Pero por favor, no te distraigas en este momento.

Conrado soltó una risa sincera, comprendiendo el tono ligero de su amiga. Salamandra lo abrazó de nuevo, consciente del vínculo especial que compartían. A diferencia de los otros dos que estaban en la habitación, su relación era pura amistad, llena de confianza y apoyo mutuo. Desde que se conocieron en la juventud, habían compartido risas, secretos y momentos inolvidables. Esa conexión, arraigada en la sinceridad y el cariño genuino, les daba fuerzas para enfrentar cualquier desafío juntos.

Después, Salamandra se acercó a Fenris, quien a pesar de su estado fluctuante, mostraba destellos de lucidez entre las sombras que lo consumían. Con determinación, ella lo abrazó, deseando transmitirle su fuerza y su amor, aunque él parecía incómodo ante el contacto físico. Aun así, Salamandra buscó sus ojos, anhelando encontrar un atisbo de conexión.

Fenris, con los ojos entreabiertos, dejó escapar una leve sonrisa que Salamandra recibió con gratitud. Sin embargo, su momento de claridad fue efímero, y pronto volvió a ser arrastrado por la confusión y el tormento.

-¿Gaya? ¿Dónde está Gaya? -murmuró Fenris, buscando en vano la presencia de su amada en la penumbra que lo rodeaba.

-Fenris, por favor, vuelve a mí. Te necesito -susurró Salamandra con un nudo en la garganta, sintiendo el peso de la angustia en cada palabra.

Aunque Fenris sostuvo la mirada de Salamandra por unos instantes, solo logró articular unas pocas palabras antes de perderse nuevamente en la oscuridad de su mente.

-Lo harás bien, Salamandra. Siempre he confiado en ti -susurró con voz entrecortada, antes de ser arrastrado una vez más por el torbellino de sus pensamientos inquietos.

Con el corazón desgarrado por la impotencia, Salamandra susurró un sincero "te echo de menos" antes de apartarse, sintiendo la mirada preocupada de su esposo posada en ella. Con un gesto lleno de ternura, se dirigió hacia él, buscando consuelo en sus brazos. Él la recibió con amor, rodeando su cintura con suavidad y prometiéndole que juntos superarían cualquier obstáculo.

-¿Sabes? Cada vez que te miro, confirmó que es contigo con quien quiero pasar el resto de mi vida, le dijo Jonás, su mirada reflejando preocupación, pero sobre todo un profundo amor. Salamandra le devolvió la sonrisa y lo abrazó con ternura.

-Eres un poderoso archimago, Nunca me has fallado y sé que no lo harás, murmuró mientras acariciaba suavemente su espalda, transmitiendo todo su apoyo.

Jonás tragó saliva, agradeciendo en silencio el consuelo de ella. Salamandra se apartó del abrazo y se encaminó hacia la salida de la guarida de Conrado, pero Jonás la detuvo con un llamado.

-Espera, dijo con suavidad, y ella giró para mirarlo, con el ceño ligeramente fruncido.

-¿No me das un beso?, preguntó Jonás, su voz cargada de ternura.

-Sácame de ahí con vida y gánatelo, respondió Salamandra con una sonrisa traviesa y un guiño de ojo, desafiando con picardía.

Jonás no dijo nada más, simplemente sonrió, captando el mensaje implícito. Aunque Salamandra había respondido de manera juguetona, desafiando, en su interior latía el deseo de que ese no fuera su último beso juntos.

Finalmente, Conrado abrió la salida del pasillo secreto y les indicó que la observarían desde su bola de cristal, que mantenía vigilados sus movimientos. Salamandra sonrió con valentía y se despidió con un gesto de la mano. Era una mujer valiente que nunca mostraba debilidad, pero también comprendía que esta misión era una gran responsabilidad, incluso para ella. Confiaba en sus compañeros y esperaba de corazón que el plan funcionara.

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Lis corrió entre las sombras que parecían devorarla, mientras los demás luchaban por seguirle el paso. Shi-mae tomó el hombro derecho de la aprendiza desde atrás, deteniéndola con cierta fuerza.

-No vayas con tanta prisa, pequeña lagartija, advirtió Shi-mae. -No te das cuenta de que esta niebla solo busca consumirte.

Con un gesto rápido, Shi-mae realizó un hechizo de luz para proteger a Lis de la oscuridad circundante. La joven miró a la elfa, sorprendida por su gesto protector. Tal vez, en el fondo, no era tan seria y malvada como parecía. Tal vez, en el fondo, se preocupaba por ella.

Mientras avanzaban, finalmente llegó el esperado momento: Lis fue abrazada con fuerza por sus amigos, quienes la rodearon con la esperanza de que siguiera con vida. Las archimagas parecían mantenerse al margen del encuentro, pero poco a poco los jóvenes sintieron curiosidad por ellas.

Eric se acercó a su maestra, Iris, aliviado de que estuviera allí, y luego miró con detenimiento a las archimagas. 

-Archimagas..., murmuró sorprendido. Pero quien pareció sorprenderse más fue Marcos, cuyos ojos brillaban de admiración mientras miraba a las figuras frente a él.

-Usted es... la señora de la Torre, la dama del dragón, dijo, dirigiéndose a Kai, y luego miró a Shi-mae. -Y tú eres... Shimueee, pronunció, tartamudeando un poco con el nombre élfico.

-Shi-mae, corrigió ella con firmeza, haciendo hincapié en su nombre.

Mientras tanto, Nawin yacía en el suelo, y todos se reunieron a su alrededor con preocupación. Dana intentó curarla con un hechizo de curación, mientras las demás magas formaban un círculo alrededor de ella para cuidarla.

En ese momento, Lis se dio cuenta de que faltaban personas importantes.

-¿Y mis padres? ¿Conrado? ¿Fenris?, preguntó con ansiedad.

Los ojos de sus compañeros volvieron a la realidad al instante.

-¡Hay que ir a la habitación de Conrado!, exclamó Raúl. 

-Pero ¿dónde están? ¿Están bien?, preguntó Lis, con el corazón latiéndole con fuerza.

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Salamandra se encontraba en la habitación de Conrado, aguardando con nerviosismo mientras hojeaba los libros dispuestos en la estantería, junto al pasadizo secreto por donde esperaban emboscar a Morderek. Sabía que no tardaría en aparecer.

Mientras cogía un libro con tapadera roja, indicativo de hechizos de fuego, se puso de puntillas para alcanzarlo. Sin embargo, en un instante de mareo, perdió el equilibrio y dejó caer el libro al suelo. Retrocedió rápidamente, permitiendo que este cayera sobre la baldosa.Al tocarse el estómago, pensó: <No ahora, no siempre tiene que ser en los peores momentos>. Sin embargo, antes de poder reflexionar más, sintió una presencia maligna detrás de ella. Al girarse, se encontró cara a cara con Morderek, cuya sonrisa maliciosa la hizo retroceder incómoda.

-Tú..., musitó Salamandra, mirándolo durante unos instantes, pero retrocedió aún más ante la cercanía del mago oscuro

-¿Qué hace una dama tan bella como tú aquí sola?, dijo Morderek con una sonrisa, acercándose hacia ella. La proximidad de Morderek y su sonrisa cargada de malicia la hacían sentir vulnerable e inquieta.

Salamandra retrocedió ante la presencia dominante de Morderek, pero sus movimientos se vieron interrumpidos bruscamente por el encuentro con la estantería de Conrado. Morderek soltó una pequeña risa, disfrutando del momento, y se aproximó de nuevo a ella, dejando sus rostros a escasos centímetros de distancia.

Entonces, lanzó una pregunta cargada de malicia: 

-¿Dónde está tu chico lobo? Ah, no terminaste con él al final, ¿verdad? ¿Preferiste al chico bueno o simplemente te conformaste con lo te quedaba? La voz de Morderek resonaba con un tono de desdén, mientras su aliento, acariciaba el rostro de Salamandra.

Sus mejillas se encendieron de rabia y sus ojos centellearon con furia contenida. Salamandra frunció el ceño, sintiendo la tensión entre ellos aumentar con cada palabra. Mientras Morderek se acercaba cada vez más a su boca, sus sentidos se vieron abrumados por la proximidad del mago oscuro.

-Pudiste haber tenido algo mucho mejor, Salamandra. Mucho mejor, susurró Morderek con un tono seductor, mientras su aliento envolvía a Salamandra.

Pero en ese momento, Salamandra se lanzó hacia adelante y con determinación lo apartó con un empujón.

-¿No te creerás mejor que un archimago?¿No?, dijo la bailarina del fuego, su tono rebosante de seguridad y picardía, buscando provocar la irritación en Morderek. -Y, por cierto, te huele muy mal el aliento.

Aunque Salamandra mostraba valentía en ese instante, en su interior solo pensaba en dónde podrían estar Jonás y Conrado, y por qué no habían aparecido en el momento indicado. No sabía cuánto más podría distraer a Morderek.

-¿Y dónde está ese poderoso archimago?, preguntó Morderek de nuevo con malicia, levantando las cejas.

Salamandra mantuvo la mirada sin dar respuesta. Ella también se preguntaba dónde estaban. ¿Dónde estaban Jonás y Conrado? ¿Por qué no habían salido para atacar a Morderek?

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Lis y sus amigos, junto con Dana y Iris, se aferraban al lomo de Kai mientras ascendían hacia la cima de la Torre con una urgencia desesperada. Cada segundo era crucial, pues el destino de todo lo que conocían pendía de un hilo y solo llegar a la habitación de Conrado a tiempo podría marcar la diferencia.

Mientras tanto, Shi-mae se había ofrecido a ayudar a Nawin, curando sus heridas y manteniéndola a salvo mientras el grupo escalaba la Torre hacia lo desconocido. La tensión en el aire era palpable, y el misterio de lo que encontrarían al llegar a la cima añadía un toque de intriga a la carrera contrarreloj que estaban viviendo.

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Salamandra lanzó un pequeño bufido hacia la pregunta de Morderek, preguntándose dónde demonios estaba Jonás en ese momento crucial. La tensión en el aire era palpable mientras esperaba su respuesta, pero su preocupación se desvaneció cuando escuchó la voz clara de Jonás detrás de Morderek.

-¿Me estabas buscando? dijo Jonás con determinación, su voz resonando con fuerza en la habitación.

Morderek se giró hacia él, furioso, pero antes de que pudiera responder, los tres magos, incluido el elfo maldecido, se lanzaron hacia él con un ataque coordinado. 

-¡Ahora, Salamandra! gritó Jonás, su voz llena de urgencia y determinación mientras dirigía su mirada hacia ella.

Los elementos se entrelazaron en una danza frenética alrededor del mago oscuro, como si intentaran arrastrarlo hacia un destino desconocido. Salamandra se unió al combate, agregando el fuego al caótico remolino de poder. Parecía que finalmente estaban cerca de poner fin a la amenaza de Morderek, arrastrándolo hacia muerte en horribles sufrimientos o pesadillas en el laberinto de las sombras.

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Mientras corrían hacia la cúspide de la Torre, Dana e Iris conjuraban un hechizo de luz para despejar la oscuridad que engullía el lugar. Sin embargo, en medio de las escaleras se toparon con dos figuras envueltas en túnicas negras, magos oscuros decididos a impedirles el paso. Kai avanzó con furia hacia ellos, lanzando una llamarada ardiente, pero los magos oscuros apenas parecieron inmutarse, contrarrestando con hechizos propios.

Ante esta situación, la poderosa archimaga Dana descendió de los lomos de Kai, lanzando un hechizo poderoso con la determinación marcada en su rostro. Sin embargo, los magos oscuros parecían tener un objetivo más siniestro en mente: apoderarse del poder de la Luna. Este descubrimiento impactó profundamente a Dana.

Pero antes de que los magos oscuros pudieran llevar a cabo su plan, una figura de estatura pequeña apareció tras ellos, golpeándolos con un sartenazo en la cabeza y dejándolos fuera de combate.

-Tina... murmuró Dana, sorprendida por su presencia inesperada.

-Mi señora de la Torre, respondió Tina, igualmente sorprendida de encontrarse en esa situación.

-Tina, ¡estás bien! exclamó Julia, llena de alegría al verla.

-Sí, después de desmayarme y despertar, estos dos me desvalorizaron, respondió Tina con orgullo, sosteniendo la sartén con firmeza. - Y mira ahora...no tienen buena pinta ¿verdad?"

-No podemos perder tiempo, intervino Lis, rompiendo el breve momento de alivio. -Tenemos que encontrarlos.

Con determinación renovada, todos asintieron, y Tina, la inesperada cocinera guerrera, se unió a su grupo. Miró a Dana con una sonrisa cálida y agradecida, sin comprender del todo cómo había llegado allí, pero contenta de estar junto a ellos.

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Los poderes de los cuatro magos se lanzaron contra Morderek, buscando acabar nuevamente con su destino. Este lanzó un alarido de dolor y trató desesperadamente de liberarse, pero la concentración de los magos superaba sus intentos desesperados. Sin embargo, alguien interrumpió entre aquel ritual.

-¡No, parad! - exclamó una voz.

Los magos se giraron para escuchar la voz, sorprendidos por la interrupción.

-¡Dana! - dijo el mago oscuro entre sorpresa y temor.

-¡Lis! - exclamaron Jonás y Salamandra en unísono, dejando el hechizo de lado para correr y abrazar intensamente a su hija.

Salamandra envolvió a Lis en un abrazo cálido y sincero, sintiendo la emoción abrumándola. Las lágrimas amenazaron con asomarse en sus ojos mientras apretaba a su hija contra su pecho.

-Estás a salvo - susurró Salamandra con voz temblorosa, sintiendo cómo el alivio inundaba cada fibra de su ser.

Lis devolvió el abrazo con fuerza, sintiendo el amor y la protección que emanaban de su madre. Por un momento, todo el dolor y el miedo se disiparon ante la presencia reconfortante de Salamandra.

Mientras tanto, Jonás notó la mirada de incomodidad en sus alumnos y buscó disiparla con un gesto protector y orgulloso al rodearlos en aquel abrazo.

-Estoy tan orgulloso de todos y de que estén bien, dijo con una sonrisa cálida, pasando una mano por el hombro de cada uno. -Habéis  demostrado un gran valor.

entre todos se consumieron en un gran abrazo.

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¡Iris! - exclamó Conrado, buscando también reunirse con ella y abrazarla.

Conrado se volvió hacia Iris, encontrando su mirada con la suya. En sus ojos, vio algo más que amistad: había complicidad, cariño y un destello de algo más profundo.

-Iris - dijo suavemente, con una sonrisa que reflejaba su conexión especial. -Estas bien... yo estaba muy preocupado.

Iris devolvió la sonrisa, sintiendo el latido acelerado de su corazón ante las palabras de Conrado. para nuevamente envolverse en un abrazo conjunto con sus aprendices

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Kai soltó un gran rugido, liberando todos sus sentimientos y emociones, y Fenris, con su mirada elfica, reconoció a Dana entre todos.

Mientras la tensión se disipaba entre los reunidos, Dana se acercó a Fenris, quien estaba visiblemente afectado por la oscuridad que lo consumía. A pesar de su aspecto sombrío, Dana vio a través de la coraza de oscuridad que lo rodeaba y reconoció al amigo que una vez conoció.

-Fenris - llamó suavemente Dana, extendiendo una mano hacia él con compasión en sus ojos.

Fenris levantó la mirada hacia Dana, sintiendo una mezcla de dolor y anhelo en su interior. Por un breve instante, los recuerdos de su amistad compartida brillaron a través de la oscuridad que lo envolvía.

-Dana... - murmuró Fenris, luchando contra las sombras que lo consumían.

Dana colocó su mano sobre el hombro de Fenris, transmitiendo un mensaje de apoyo y amistad.

-Aún estás ahí, Fenris - dijo con voz firme pero comprensiva. - No dejes que la oscuridad te consuma por completo. ya estoy estoy aquí para ayudarte.

Fenris asintió con pesar, sintiendo la lucha interna que lo consumía. A pesar de la oscuridad que lo rodeaba, un destello de esperanza brilló en sus ojos al sentir el apoyo inquebrantable de Dana.

Sin embargo, el mágico reencuentro iba a tener pronto su fin con Morderek liberado del mal. En las sombras, su risa resonaba ominosamente, envolviendo a todos en un aura de temor y angustia. A medida que la oscuridad se extendía a su alrededor, los corazones de los presentes se llenaban de inquietud, anticipando el horror que se avecinaba. La batalla final estaba a punto de comenzar, y en la oscuridad más profunda, la verdadera pesadilla esperaba pacientemente su momento para surgir.

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