El duelo Final: Parte 2


—Creo que lo sé... —dijo Conrado con voz suave, su mirada posada en los múltiples clones de Morderek—. La oscuridad creada por Morderek buscaba debilitarnos a todos. Sin embargo, tus padres son buenos magos. No sería tan sencillo acabar con ellos, incluso estando debilitados. Pero al luchar fuera de las celdas, han enfrentado a estos clones... Solo se me ocurre un hechizo oscuro... Por cada enemigo que se vence, estos te van robando el poder... Si eliminas muchos enemigos...

Conrado hizo una pausa al escuchar un feroz golpe. Julia acababa de caer desplomada al suelo.

—¡JULIAAA! —gritó Lis, angustiada—. ¿Y QUÉ PODEMOS HACER, CONRADO, POR FAVOR? —suplicó, mientras se limpiaba las lágrimas con las mangas de su túnica.

—Es una trampa... —murmuró Conrado, perdiendo la voz.

Lis contempló el cuerpo de Julia sobre el suelo de la celda, y aunque podía percibir su respiración aún agitada, sabía que no duraría mucho más. Los ojos de Marcos y Raúl también comenzaban a oscurecerse. En ese momento, sintió una cálida luz cegadora que la hizo caer y cerrar los ojos.

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Fenris estaba atrapado en los brazos de Sueren, pero había algo más que no cuadraba. No había decidido lanzarse de la cola de Kai el  dragón sin pensarlo. Dana aprovechó ese momento para lanzar un poderoso ataque contra su antiguo maestro, y como su cuerpo estaba cerca, si las teorías de Fenris eran ciertas, nada le sucedería.

Con una gracia magistral, Dana conjuró los vientos, controlándolos con elegancia sobre el lomo de Kai. Miró a Fenris, quien estaba en manos de Sueren, pero él confirmó con suavidad que sabía lo que estaba sucediendo y cómo acabar con ello.

—¡Fenris, aguanta! exclamó Dana, lanzando el hechizo con determinación.

Fenris, entre la presión de Sueren y la certeza de su sospecha, mantuvo la calma. Sabía que Sueren no era lo que parecía. Morderek necesitaba algo de él, pero aún no entendía qué. La situación era peligrosa, pero en su mente resonaba una voz interna que le decía que debía permanecer firme.

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Lis entreabrió los ojos, confundida por el alboroto que la rodeaba. Voces familiares se filtraban en su mente aturdida, y lentamente comenzó a reconocerlas. Dos brazos la rodearon, buscando reconfortarla en medio de la confusión, y dos voces preocupadas resonaron en sus oídos.

—Lis, ¿estás bien?, preguntó Marcos con tono ansioso, su brazo firme sobre su hombro.

Raúl se unió a la preocupación. —Lis, ¿Qué te pasa?

Con un gesto de dolor, Lis se llevó la mano a la cabeza. El mundo giraba a su alrededor, y apenas podía enfocar la mirada. Sin embargo, la presencia de sus amigos la reconfortaba.

—¿Qué ha sucedido?, murmuró, luchando por entender.

Julia se acercó, ofreciéndole su apoyo. —Conrado ha realizado un hechizo. Hemos logrado salir todos, explicó con un tono aliviado.

Lis observó a su grupo de amigos reunidos a su alrededor, sintiendo una oleada de alegría y alivio. Llena de emoción, se abalanzó sobre ellos, abrazándolos con fuerza mientras las lágrimas de alivio inundaban sus ojos. Era un momento de reencuentro y gratitud por la supervivencia compartida.

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Con un destello final, el poderoso ataque de Dana golpeó a Sueren con fuerza. En ese instante, Fenris percibió cómo la figura del maestro se desvanecía en el aire, como si fuera una ilusión creada por Morderek.

Al ver cómo Sueren se desvanecía, Fenris confirmó sus sospechas. Sabía que Morderek no podía permitirse perderlo, por eso había creado esa ilusión para mantenerlo atrapado. Ahora tenía una certeza: debían encontrar la forma de desenmascarar las ilusiones de Morderek y enfrentarlo directamente. Con determinación, Fenris se preparó para el próximo enfrentamiento, con la esperanza de poner fin de una vez por todas a las maquinaciones del oscuro mago.

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Mientras Lis se aferraba a sus amigos con desesperación, estos la recibían con sorpresa pero también con amor, rodeándola con sus brazos protectores. Sin embargo, entre el bullicio de emociones, Lis percibió unas voces familiares, las de sus padres. Se separó bruscamente de sus amigos, dejando una estela de confusión a su paso, y corrió hacia ellos con el corazón latiendo con fuerza.

Su madre la recibió con una sonrisa irónica, acogiendo el abrazo con calidez. -Vaya intensidad, bromeó Salamandra, aunque sus ojos reflejaban el amor y la alegría.

Los ojos de Lis brillaban con emoción al ver a sus padres. No estaban heridos, parecían ilesos y llenos de vida. Se aferró a su padre con fuerza, recibiendo su caricia con gratitud. 

—Os quiero, murmuró con sinceridad, sintiendo un profundo alivio al verlos sanos y salvos.

Salamandra frunció el ceño ante las palabras de su hija, pero su sonrisa revelaba la ternura que sentía por ella. Jonás, por su parte, respondió con cariño y humor. 

—Yo también te quiero, cariño. Pero, ¿Qué nos vas a pedir después de esto?, bromeó, haciendo reír a Lis con su ocurrencia.

Aunque Lis se sumó a la risa, en su interior la confusión crecía. ¿Cómo era posible que sus padres estuvieran tan bien después de todo lo que habían pasado? Se acercó a Conrado en busca de respuestas, abrazándolo con gratitud. Sin embargo, al escuchar su explicación, comprendió que lo que había vivido no había sido más que una ilusión. El alivio de tener a sus seres queridos a salvo se mezcló con el desconcierto de descubrir la verdad.

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Mientras Sueren se desvanecía en la ilusión disipada, Dana, Fenris y Kai se reunieron nuevamente, liberados del peligro momentáneo. Con un suspiro de alivio, Dana miró a Fenris con gratitud y preocupación.

—Fenris, ¿estás bien?, preguntó Dana, buscando signos de heridas en su amigo.

Fenris asintió con una sonrisa cansada. -Estoy bien, Dana, gracias a ti y a Kai.

Kai, con una reverencia, agregó: —Siempre estaré aquí para protegeros, como lo he prometido.

La tensión del momento se disipó un poco mientras compartían un breve momento de alivio. Fenris miró a sus amigos con gratitud, sintiendo la calidez de su amistad en medio de la oscuridad que los rodeaba.

—Dana, Kai, gracias por estar ahí, dijo Fenris con sinceridad. —No sé qué haría sin ustedes.

Dana le devolvió la sonrisa. —Somos un equipo, Fenris. Siempre estaremos juntos en esto.

Con un gesto de determinación, Kai agregó: —Juntos superaremos cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino".

Con renovada determinación y unión, el trío se preparó para enfrentar los desafíos que les esperaban, fortalecidos por el vínculo de su amistad y el deseo compartido de derrotar a Morderek y poner fin a su oscura influencia.

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Aunque Lis no comprendía del todo lo que estaba sucediendo, sentía que algo no estaba bien, especialmente con esos clones de Morderek que los rodeaban.

—Bueno, ¿tendremos que acabar con estos, no?, planteó Jonás, con una mirada inquieta hacia los múltiples de Morderek.

Pero algo en Lis recordó las palabras de Conrado y el sueño que había tenido. "Es una trampa", resonaron en su mente. Por instinto, tomó la mano de su padre, impidiendo que realizara algún hechizo. Jonás frunció el ceño, confundido, pero aceptó el gesto de su hija con gentileza.

—¿Ocurre algo, Lis? preguntó, preocupado.

—No lo sé, pero algo me dice que no deberías hacerlo, respondió Lis con suavidad.

Jonás la miró pensativo durante unos segundos, dejando que sus palabras resonaran. Finalmente, asintió con tranquilidad, reconociendo la extraña sensación que compartían. Observó a Conrado, quien también parecía reflexivo, analizando la situación antes de pronunciar cualquier hechizo. Sin embargo, Salamandra no estaba tan convencida.

—Yo no me guío por impresiones o corazonadas, lo único que sé es que estos clones me dan muy mala espina, expresó Salamandra, preparándose para lanzar un hechizo. Pero antes de que pudiera hacerlo, una mano se posó sobre su hombro, deteniéndola en seco.

En ese instante, el rostro de Salamandra pasó de la sorpresa a la seriedad, casi helada, al reconocer a la persona que se aproximaba. Si bien Lis parecía alegrarse por su presencia por primera vez, Salamandra no podía evitar sentir un nudo de incomodidad ante la llegada de Shi-mae. La mujer imponente esbozó una media sonrisa burlona y, con un gesto casual, hizo desaparecer por completo los clones que los rodeaban, permitiendo que la luz entrara en la habitación.

—Así que tú debes de ser, Lagartija 1... estás muy conservada, comentó Shi-mae con un tono ligeramente sarcástico.

Salamandra contuvo un suspiro y la miró con intensidad. No era sorprendente que Shi-mae siguiera viva, pero Salamandra tampoco guardaba buenos recuerdos de ella. Desde el principio, nunca le había agradado la mujer; En su juventud, había sentido celos de la relación que había mantenido con Fenris, pero en ese momento, esos sentimientos no eran lo que más predominaba en su mente. ¿Había sido Shi-mae quien la había detenido de acabar con aquellos clones? Salamandra creía en tener el control sobre su propia vida, entonces, ¿por qué la elfa había intervenido? Además, en el pasado, Shi-mae los había enviado al Laberinto de las Sombras. Aunque los años habían pasado, seguía luciendo igual de joven y hermosa, una característica típica de los elfos y de Fenris. Pero lo que más le irritaba en ese momento era el apelativo "lagartija 1". Salamandra valoraba su nombre, un guiño a sus raíces y al final, fue Fenris quien se lo otorgó. Llamarla "lagartija" le parecía una afrenta, una forma de menospreciarla. Y el comentario sobre su conservación solo aumentó su frustración. Salamandra podía sentir el calor subiendo por sus mejillas mientras su ceño se fruncía con enfado. Sabía que en cualquier momento, podría reducir a Shi-mae a cenizas.

Shi-mae percibió el cambio en la actitud de Salamandra y, decidiendo bajar un poco la tensión, dejó de sostenerla con el brazo y agregó unas palabras buscando calmar el ambiente. 

-Has hecho un gran trabajo criando a tu hija, dijo con suavidad.

Aunque estas palabras parecieron aliviar un poco la tensión en Salamandra, aún sentía que Shi-mae estaba jugando con ella, aunque tal vez sin intención.

Jonás, notando la tensión en el ambiente, intervino suavemente tomando la mano de su esposa para tranquilizarla. Acercándose a su oído, susurró con ternura, dejando entrever una sonrisa traviesa en sus labios... —¿Oye Cariño?¿No crees, que  sigue teniendo la misma cara de mala leche desde que la vimos por primera vez?.

En ese instante, Salamandra se volvió hacia Jonás con cierta sorpresa. Su esposo rara vez solía hacer comentarios de ese tipo, al menos no delante de otras personas. Sin embargo, en ese momento, el comentario de Jonás parecía oportuno y reconfortante. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Salamandra mientras reía ante su observación. Aquellas palabras, cargadas de afecto y complicidad, lograron calmar su corazón y hacerla sentir un poco más relajada.

Mientras tanto, la atención de la archimaga elfa parecía estar enfocada en las personas que se acercaban montadas en un dragón. 

—An-Kris, pronunció, observando la figura del elfo con atención.

El elfo, junto a Dana y Kai, se acercó al grupo, con el cansancio reflejado en sus ojos. Al divisar una figura conocida, Fenris sonrió y se apresuró a saludar. Shi-mae, al ver al elfo sonreír con esperanza, frunció el ceño, sintiendo una mezcla de nostalgia y cariño. Sin embargo, sus sentimientos cambiaron cuando se dio cuenta de que la sonrisa de Fenris no era para ella, sino para alguien más atrás: Nawin, quien había salvaguardado su vida previamente.

—¡Nawin! ¿Estás bien? —dijo Fenris con felicidad, abrazándola.

—Sí —respondió Nawin, devolviéndole el abrazo—. Dana y Shi-mae me ayudaron.

Fenris se giró entonces para mirar a Shi-mae, pero su expresión se volvió más seria. Aunque apreciaba profundamente a Nawin por haber contribuido a proteger su manada y limpiar su nombre, tenía sentimientos encontrados hacia Shi-mae. Fenris se alegraba de ver a Nawin con vida y bien. En cambio, sus recuerdos de Shi-mae eran más amargos, marcados por una relación parcialmente dolorosa.

Shi-mae intentó hablar, pero en ese momento, una tercera figura interrumpió la escena. Morderek apareció, caminando tranquilamente hacia ellos con varios platos de comida en sus manos: manzanas, bollos de leche, pan. Con una actitud serena, engullía todo con la boca llena mientras se acercaba lentamente.

—Oye, habéis tardado menos de lo esperado. No se puede tomar uno ni un respiro —dijo Morderek, con la boca llena y un tono despreocupado.

—Vaya, vaya, vaya, si es mi querido traidor —dijo Shi-mae, acercándose amenazadoramente a Morderek.

En ese momento, el mago oscuro levantó la mirada del plato, dejándolo caer al encontrarse con su figura. El susto se reflejó en su rostro, algo poco común en él. Comenzó a tambalearse ligeramente, pero Fenris fue quien habló con seguridad.

—Ahora sí que estamos todos, ¿verdad? —dijo Fenris, con una pizca de burla en su voz.

—¡Mis platos, mi comida! ¡Nooo! —gritó Tina, al ver el escándalo de Morderek—. Ahora tendré que recoger todo esto y no me pagan lo justo —añadió con enfado.

—Bueno, creo que ha llegado la hora de irme... —dijo Morderek, retrocediendo lentamente.

Pero Shi-mae se adelantó, levantando su báculo mientras recogía la oscuridad a su alrededor y chasqueaba los dedos con seguridad.

—No vas a ir a ninguna parte. Me han contado cosas de ti no muy buenas: traición a tus amigos, artes del mal, daño a terceros. Son cosas que no están bien, pero traicionarme a mí... eso es algo que jamás perdonaría —su voz sonaba dura y fría, y cualquier persona temblaría ante aquella mujer imponente, incluso Morderek. Este intentó llevar a cabo el hechizo de teletransportación, pero no funcionaba. Lo intentó más de una vez, sin resultados. Shi-mae sonrió entonces.

—No puedes irte. Una pena —dijo Shi-mae con una risa irónica.

—Así que ahora nos vas a tener que contar todos tus secretos —dijo Julia, avanzando hacia la multitud con determinación.

—¡Eso, eso! —apoyó el archimago de la Torre—. ¿Qué querías de mi hija? ¿Qué intenciones tenías con mi esposa? —dijo con seriedad y un tono de enfado  poco característico.

Al principio, todos lo miraron extrañados y el archimago se sonrojó un poco.

—¿No eran esas las preguntas que teníamos que hacer? —murmuró dudoso a su amigo Conrado, que estaba a su lado.

—Creo que te has pasado un poco con la segunda pregunta —le susurró Conrado.

Poco a poco, todos comenzaron a unirse a la crítica del mago oscuro.

—¿Cuál es el verdadero motivo por el que estás vivo, Morderek? ¿Dónde está Gaya? ¿Qué quieres de mí? —secundó Fenris.

Morderek, retrocediendo sin escapatoria, intentó realizar un último hechizo para encontrar su paz.

—Tinieblas del mal, alas del mal, volad hacia mí... —pronunciaba mientras su cuerpo comenzaba a levitar. Pero Shi-mae lo impidió, tomándolo por los hombros y haciéndolo volver a la realidad. Además, realizó un poderoso hechizo que surgió del suelo, obligando a Morderek a permanecer en el suelo, arrebatándole el báculo.

—Te vas a limitar a responder primero las preguntas que te han hecho o te sacaré yo misma las respuestas. A diferencia de estos magos independientes, con perdón, no pienso controlarme hacia ello, no pienso contener mi poder ni me guiaré por principios legales o éticos. Y créeme, conozco mejor que tú la magia oscura —dijo Shi-mae con valentía, infundiendo temor con su presencia.

—Y también devuélveme mi libro —dijo Marcos, asomándose tímidamente a la conversación. Luego, pareció avergonzarse y buscó ocultarse tras la figura de sus maestros y Lis. Esta sonrió al notar la valentía de su amigo, viéndolo como algo admirable y poco común en él.

La tensión en la sala era palpable. Morderek, consciente de que no tenía escapatoria, tragó saliva mientras los ojos de todos los presentes lo miraban con expectación y determinación. Shi-mae, con su imponente figura y su dominio de la magia, mantenía el control absoluto de la situación. Fenris, aunque serio, sintió una satisfacción interna al ver a su antiguo enemigo acorralado. Dana también acompañó a Shi-mae, dando dos pasos adelante y mirando con repudio a Morderek.

—¿A qué esperas? —dijo Dana en un tono serio, pero lleno de rencor y frialdad poco característicos en ella.

Las miradas intimidatorias se cernieron sobre Morderek, esperando cada una de sus explicaciones. Por primera vez, el mago oscuro parecía haber perdido. Con el báculo arrebatado y el poder oscuro de Shi-mae fuera de su alcance, Morderek se encontró despojado de sus fuerzas. A pesar de poseer los poderes de Gaya y Nawin, sabía que estos solo le pertenecerían hasta la noche; una vez culminara la luna llena, los poderes regresarían a sus legítimas dueñas. Jugar con las magias oscuras suponía mucho poder, pero también conllevaba graves consecuencias. Podría volver a intentar arrebatar el poder de dos archimagas poderosas y, por qué no, también el de Jonás, que de manera irónica había evitado sus ataques. Sin embargo, en el fondo, Morderek sabía que sin su báculo, solo era aquel chico que se había quedado en tercer grado de aprendiz. ¿Qué sería de él después de esto? De cierta manera, Morderek sabía que no había hecho las cosas bien. Levantó un poco la mirada para observarlos nuevamente, pero esta vez sin rencor.

Miró a Dana, quien mantenía una mirada de seriedad clavada en él, pero se encontró entonces con la mirada fulminante de Kai. No fue la hostilidad de Kai lo que llamó la atención del mago oscuro, sino la razón detrás de esa mirada: la protección hacia Dana. A pesar de ser un dragón y ella una humana, había amor entre ellos.

Tal vez era ese amor lo que le había faltado a Morderek, y no se refería solo al amor de pareja como el de Dana y Kai, sino al amor hacia sí mismo. Nunca había tenido demasiada suerte en la vida; de niño, lo llamaban perro. Aunque Morderek sabía que eso no justificaba sus actos, esta vez fue consecuente con ellos. Ni siquiera podía alardear de su magnífico plan.

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¡Al fin! Sé que hay muchos detalles y aspectos que podrían añadirse en esta batalla final, puntos que quedan abiertos. Pero es el momento de Morderek y su plan.

Por fin se darán respuestas a todas las preguntas, jejeje.

La historia está llegando a su fin, así que si sienten que hay alguna duda sin resolver, no duden en preguntar.

En el siguiente capítulo abordaré los interrogantes:

-¿Cuál es el plan de Morderek?

-¿Dónde está Gaya?

-¿De dónde salen los secuaces de Morderek?

-¿Qué es lo que quiere de Fenris?¿Por qué atacó a la manada de Fenris?

-¿Qué es lo que quería de Lis?

-¿Cómo está vivo?

Si hay algún interrogante más, no dudéis en preguntarme

Jonás: ¿Qué intenciones tenía con mi mujer?

Escritora: ¡JONÁS! Esto no es una conversación, solo una aclaración para los lectores.

Julia: Pero a los lectores les gusta el cotilleo.

Escritora: Pero bueno, ¿esto qué es...?

Lis: No, por favor, no abordes eso, ¡qué vergüenza!

Raúl: En realidad, puede ser interesante para profundizar en el personaje.

Escritora: ¡CHICOS, POR FAVOR! Tengo que terminar la aclaración.

Lis: Yo no le daba oportunidades para empatizar, ¡no se lo merece!

Eric: ¿Pero todo el mundo merece una segunda oportunidad, no?

Marcos: Pues por primera vez, no quiero empatizar. ¡Atacó a Lis y me ha robado el libro!

Escritora: ¡CHICOS, YA! ¡BASTA! ¡Ya decidiré yo qué hacer con Morderek! ¡Id a vuestro guion o desaparecéis de la historia!

Raúl: Uff, no quiero que me pase como a Gaya... chau.

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Vale, como estaba comentando, siento la interrupción. Podéis plantear cualquier duda y opinar...

Morderek: ¿Y por qué nadie me pregunta a mí?

Escritora: ¡¿PERO SE PUEDE SABER...?!

Shi-Mae: A nadie le importa la opinión de un traidor.

Escritora: ¡PARAD YA, O...!

Morderek: ¿O qué? ¿Voy a desaparecer en el capítulo siguiente? ¿Qué más da que interrumpa? Por lo menos uso mi derecho a comunicarme con la escritora antes de desaparecer.

Escritora: Ummm, está bien. Haremos un trato, pero ahora déjame acabar.

Morderek: Está bien.

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Bueno, lo dicho, muchas gracias por el apoyo y nos vemos en el siguiente :D

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