Capítulo Especial: Final Alternativo Dana y Kai Parte 1

¡BUENAS A TODXS!

¡Shhh! ¡Ya está por llegar el capítulo especial! 😄 Como le prometí a Kai, ¡hoy tendréis un capítulo lleno de romanticismo y ternura! 😍 Dana y él finalmente podrán estar juntos en la vida real, ¡y yo estoy tan emocionada por ello! Sé que todos los que hemos leído esta saga, en algún momento, soñamos con algo así, y como los fanfics se tratan de dar rienda suelta a esos sueños, ¡no iba a ser menos! Y tranquilos, ¡otros personajes también tendrán su momento! 😉 Y por supuesto, ¡los fans de Fenris no os preocupéis, él no puede faltar!

¿En qué se basa esta primera parte? Bueno, al principio solo pensaba que sería un capítulo, pero... ¡ya sabéis cómo soy, un poco dramática! 😅 Y aunque todo sea bonito y romántico, ¡siempre me gusta meterle un poco de drama! Así que, al final, se alargó mucho más de lo que esperaba. Incluso llegué a pensar en crear una nueva historia, pero jejeje... Wattpad no me va tan bien, así que para todxs los que me seguís, ¡os traigo este gran regalo de Navidad! 🎄🎁 Estos capítulos especiales serán 5 partes, ¡y la emoción solo acaba de empezar! 🤩

Sé que a Kai me va a odiar un poco por todo el drama que le estoy metiendo, pero bueno, ¡no todo puede ser perfecto! 😅 Y para los demás, estoy segura de que disfrutaréis mucho de estas 5 partes, ¡y sabéis que habrá mucho más por venir en este universo! 😍

Así que, ¡a disfrutar de este primer regalito de Navidad! 🎅

¡FELICES FIESTAS A TODxS!

Con mucho cariño,
Novelil

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Aclaraciones (porque siempre me gusta dar contexto por si alguien tiene dudas, y no quiero recibir críticas por no entender nada... lo siento, traumas de universidad 😜):

Como ya os he dicho, esta es una historia con final alternativo. Es lo que yo creo que habría pasado si Dana y Kai hubieran podido estar juntos en la vida real, si la profecía lo hubiera permitido. En este fanfic, ambos son adultos (les he puesto unos 30 años, jejeje, ¡espero que no os moleste!). He querido evitar que Kai siga con su aspecto de niño de 16 años, porque aunque lo amamos, me parece más bonito verlos a los dos como adultos, juntos, con sus vidas hechas. ¡Así que para mí, y para Kai, esta es la mejor versión!

En cuanto a los demás personajes, los veréis un poco más jóvenes, porque no podía quitarles demasiados años, jejeje. ¡Pero tranquilos! Fenris seguirá con su juventud eterna (es un elfo, ¿qué se le va a hacer?), y Jonás, Salamandra, Conrado... ¡estarán en sus 20s! Es divertido escribirlos siendo más jóvenes, me encanta ver sus dinámicas en sus primeros años de vida adulta. 😄

Quiero dejar claro que esto es otro universo, así que las cosas cambiarán. Si habéis leído mi fanfic de Salamandra y Jonás, recordad que aquí Dana está viva, ¡así que todo será diferente! Las dinámicas de los personajes también variarán, pero procuraré mantener su esencia y la personalidad que Laura les dio en los libros. ¡Así que tranquilos, que aunque el universo cambia, los personajes siguen siendo ellos!

¡Ahora sí! ¡Espero que disfrutéis mucho de esta historia y que os guste! 

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Dana contemplaba el Valle de los Lobos desde las almenas de la torre.

Sin embargo, el tiempo no había pasado en vano; ahora era una mujer adulta, su melena negra como alas de cuervo caía con elegancia hasta rozar su cintura. Aunque en ocasiones recogía su cabello, esa mañana lo llevaba suelto. Vestía con una túnica dorada que brillaba con destellos de poder, mientras una capa blanca descansaba sobre sus hombros, añadiendo un aire de humildad y dulzura a su figura. Era la Señora de la Torre, y su sola presencia emanaba majestuosidad.

Pero algo inquietaba su espíritu. Sus ojos permanecían fijos en un punto invisible en el horizonte, como si esperara a alguien o algo. Su concentración se rompió de golpe cuando la puerta de las almenas se abrió. Al girarse, sus labios dibujaron una sonrisa suave al reconocer al hombre que entraba.

Kai había envejecido junto a ella, pero conservaba intacta su esencia traviesa y encantadora. Su cabello rubio, un poco más largo y desordenado que antaño, enmarcaba un rostro donde una barba corta añadía un aire de madurez irresistible. Sus ojos verdes, chispeantes como un bosque bajo la luz de la luna, parecían contener secretos mágicos. Su atuendo contrastaba con el de Dana; una camisa blanca y unos vaqueros anchos que le daban el aspecto de un hombre sencillo, alguien que conocía el valor de la vida en las cosas pequeñas.

Pero Kai no estaba solo. De su mano, caminaba una niña de unos cuatro años. Llevaba un camisón blanco sencillo, que realzaba su dulzura infantil. Su cabello castaño claro, peinado en dos trenzas que apenas rozaban sus hombros, enmarcaba un rostro lleno de curiosidad. Sus ojos, una mezcla fascinante de azul y verde, destellaban un misterio que solo la infancia podía ofrecer.

Dana bajó la vista hacia ellos, y cuando Kai se acercó, le besó la mejilla con un gesto lleno de cariño. La niña, tímida al principio, soltó la mano de su padre y corrió hacia Dana. La poderosa mujer se agachó para recibirla, envolviéndola en un abrazo delicado pero firme.

—Danai, ¿Cómo vas? — preguntó Dana con una sonrisa cálida, mientras se sentaba cerca de la niña, acariciándole el cabello con ternura.

—¡He estado leyendo! —contestó Danai con una gran sonrisa.

—¿Cincuenta libros, como había allí, en tu mesa? —bromeó Kai con ternura—. Te vas a acabar convirtiendo en uno.

Danai lo miró fijamente, con la seriedad de los niños que empiezan a descubrir el mundo, y preguntó:

—Papá, ¿puedo ser librera de mayor?

Kai soltó una carcajada, acariciando el cabello de su hija.

—Puedes ser lo que quieras ser, cielo.

Dana los observaba con una sonrisa llena de calidez. Alargó la mano para acariciar los cabellos de Kai, un gesto aparentemente casual que escondía el amor y el deseo que latían entre ambos.

—¿Cuántas horas llevas leyendo, Danai? —preguntó Dana con curiosidad.

—Eh... desde hace mucho. Pero es que tengo muchas preguntas.

Dana sonrió con ternura.

—Pues ya puedes empezar a hacerlas.

Danai comenzó a bombardear a sus padres con preguntas, algunas tan inocentes como fascinantes, y otras que lograron sonrojar a Dana. Miró a Kai con un gesto de súplica, buscando que la rescatara.

—Sabes qué, Danai —dijo Kai, guiñándole un ojo a Dana—. Mamá está un poco cansada. ¿No tienes tú un profesor maravilloso?

—¡Ah, sí! Jonás —exclamó la niña con alegría.

—Pues ya sabes a quién puedes buscar para que te ayude a resolver tus dudas —añadió Kai con una sonrisa.

Danai asintió y, abrazo a ambos, para finalmente correr  hacia el interior de la torre. La despedida fue emotiva, llena de risas y promesas de nuevas preguntas por responder.

Cuando quedaron solos, Kai rodeó a Dana con sus brazos desde atrás, abrazándola con suavidad pero dejando claro su propósito.

—Kai —dijo Dana con dulzura, intentando disimular el estremecimiento que le provocaba el contacto—, no puedes mandar a Danai con Jonás cada vez que quieras tener intimidad.

—Solo ha sido esta vez —respondió Kai, inclinándose hacia su rostro, su aliento rozando su cuello—. Bueno... tal vez unas cuantas más. Pero en mi defensa, llevo esperando esto toda la vida.

Dana se giró para mirarlo, sus ojos llenos de una mezcla de advertencia y ternura.

—Un día de estos, te la va a devolver. Ya lo verás.

—No creo —contestó Kai, relajado, mientras la tomaba de la mano—. Hasta que Jonás sea padre, aún queda tiempo. Y ese tiempo pienso aprovecharlo contigo.

La sonrisa de Dana fue suave, pero sus ojos delataban que aquellas palabras la habían atravesado. Kai aprovechó el momento para acercarse más, guiándola sin esfuerzo hacia la habitación que compartían. La atmósfera se llenó de una electricidad palpable, un amor y un deseo contenido que finalmente encontró su lugar en un beso profundo y apasionado.

Era un beso lleno de promesas, de una vida compartida, de finales alternativos que no solo eran soñados, sino vividos.

Sin embargo, Dana y Kai se vieron interrumpidos por unos suaves golpes en la puerta. Dana suspiró, separándose de Kai mientras sentía cómo el peso de la responsabilidad volvía a invadirla. Con la serenidad que la caracterizaba, abrió la puerta, revelando al joven que esperaba al otro lado.

Su cabello castaño caía con descuido sobre la frente, y sus ojos castaños irradiaban calidez y cercanía. Sin embargo, en ese momento, su expresión delataba una preocupación que parecía trascender la magia que fluía por la torre. Su porte reflejaba humildad y bondad, pero la madurez que había adquirido en los últimos años se notaba en los rasgos serenos de su rostro y en la túnica que llevaba. Aunque  era similar a la de Dana, la capa suya era de colores más oscuros, un contraste que resaltaba tanto su poder como su determinación.

—Perdonad, chicos... —se disculpó Jonás con voz suave mientras entraba en la habitación y cerraba la puerta tras de sí.

Kai, aunque ligeramente molesto por la interrupción, le devolvió una sonrisa comprensiva. Apreciaba al muchacho y entendía que, si estaba allí, era por algo importante.

—Dana, han convocado a un teletransportado —anunció Jonás, la preocupación aún presente en su tono.

—¿Otra vez? —preguntó Dana, con una mezcla de exasperación y decepción—. ¿Has hablado con los responsables? ¿ Lo has devuelto a su proyección?

—Sí, he hablado con todos y seguido los protocolos que habíamos establecido. Además, ya proyecté al teletransportado de vuelta a su dimensión. Posteriormente, realizaré una introspección en las áreas afectadas, así como un análisis completo de la Torre.

Mientras Jonás explicaba con detalle los procedimientos mágicos, Kai desconectó ligeramente. A pesar de haber pasado años viviendo rodeado de magia, las conversaciones técnicas aún le resultaban difíciles de seguir. Sin embargo, observaba con cariño a Dana y al joven, consciente de la relación casi maternal que los unía.

—Genial —dijo Dana con suavidad, notando las dudas que asomaban en los ojos de Jonás—. Entonces, ¿Cuál es el problema?

Jonás vaciló, frotándose las manos con nerviosismo.

—Esto... no sé si he...

Dana le interrumpió con una sonrisa cálida y una mirada comprensiva.

—Jonás, lo has hecho todo bien. No tienes de qué preocuparte.

Las palabras de Dana, llenas de cariño y confianza, disiparon las dudas del joven. Para ella, Jonás era más que un aprendiz o un aliado; lo veía como un hijo al que había guiado y cuidado desde su juventud.

—Gracias, Dana. Perdón por molestaros. —El joven sonrió, un poco más relajado, y se dirigió hacia la puerta.

—Nada de qué disculparse —dijeron Kai y Dana al unísono, ambos devolviéndole la sonrisa.

Jonás cerró la puerta con delicadeza, dejando la habitación en silencio.

Kai, con su carácter juguetón, rompió la quietud.

—No pensé que sería tan rápido eso de que Jonás me la devolviera —dijo con una sonrisa pícara, buscando rodearla con sus brazos nuevamente.

Dana lo miró con ternura, pero algo en su mente interrumpió la calidez del momento.

—Espera... —dijo con el ceño fruncido—. Kai, Jonás no debería estar con Danai ahora mismo...

Kai frunció el ceño, confundido.

— Cierto...

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Dana y Kai abandonaron su habitación, avanzando con pasos apresurados por los pasillos de la Torre. Cada rincón parecía envuelto en un silencio más denso de lo habitual, un vacío que amplificaba la preocupación que comenzaba a apoderarse de Dana. La biblioteca era su primer destino; Danai siempre encontraba refugio entre los libros, perdiéndose en las historias y aprendiendo hechizos nuevos que la fascinaban.

Sin embargo, al abrir las puertas de la amplia sala, el corazón de Dana se encogió. La luz del atardecer entraba a través de los vitrales, iluminando las mesas vacías y las estanterías abarrotadas. La única presencia era la de Rupert, un niño pelirrojo de apenas siete años, concentrado en un libro.

—¿Rupert? —preguntó Dana con voz suave pero ansiosa, acercándose al muchacho.

—¿Sí, maestra? —respondió él, levantando la vista con una sonrisa educada.

Kai, siempre atento, se inclinó un poco hacia el chico.

—¿Has visto a Danai hoy? ¿Por casualidad ha pasado por aquí?

Rupert ladeó la cabeza, pensativo, mientras jugueteaba con los extremos de su túnica blanca, típica de los estudiantes de primer grado.

—La vi esta mañana en el desayuno, pero no después de eso... Lo siento, no he visto nada más.

Dana asintió, agradeciendo al niño con una leve inclinación de cabeza, pero en su interior, algo se revolvía. Había esperado encontrar a Danai absorta en uno de sus libros favoritos, pero en lugar de eso, la incertidumbre crecía con cada paso.

—Quizá esté en su habitación, Danai a veces se queda dormida después de tanto leer. —Kai trató de calmarla, colocando una mano reconfortante sobre su hombro.

Dana respiró profundamente, intentando que las palabras de su esposo calaran en ella, pero la sensación de inquietud no la abandonaba. Había algo que no encajaba, una intuición que sus años como madre y archimaga le habían enseñado a no ignorar.

—Kai, esto no me gusta. —Su voz era baja pero firme, con un matiz de preocupación que no podía ocultar.

Kai tomó sus palabras con seriedad, sabiendo que Dana rara vez se equivocaba en este tipo de presentimientos. Aun así, intentó suavizar la tensión.

—Tranquila, la encontraremos. Vamos, revisemos su habitación.

Mientras bajaban las escaleras hacia los dormitorios, el silencio entre ellos estaba cargado de emociones. Dana, aunque preocupada, sentía un profundo agradecimiento hacia Kai por su presencia constante. Él, por su parte, no dejaba de observarla de reojo, buscando señales de consuelo en su expresión. Aunque no podía aliviar por completo su preocupación, su cercanía y apoyo incondicional creaban un vínculo que fortalecía a ambos.

De repente, en medio de las escaleras, apareció Jonás, subiendo con algunos libros en la mano. Al ver sus rostros tensos, detuvo su marcha de inmediato.

—Dana, Kai... ¿todo está bien? —preguntó, frunciendo ligeramente el ceño al notar la preocupación en sus semblantes. Dana se detuvo frente a él, sus ojos reflejando un torbellino de emociones.

—Jonás, ¿has visto a Danai? ¿Estuviste con ella hoy? —preguntó con urgencia.

El joven sacudió la cabeza, ligeramente desconcertado.

—No... No desde esta mañana. ¿No está en la biblioteca? —inquirió, buscando una solución lógica.

—No, no está. —Dana negó con la cabeza, cerrando los ojos brevemente mientras trataba de mantener la calma—. Vamos a buscar en su habitación. Si sabes algo, háznoslo saber de inmediato. 

Kai intervino, buscando aliviar la tensión en el aire.

—Seguramente no andará muy lejos, Jonás. No te preocupes, seguro que aparece.

Jonás asintió, aunque su mirada se mantuvo fija en Dana por unos segundos más de lo habitual. Había algo en la intensidad de su preocupación que le hizo fruncir el ceño, pero decidió no presionar.

—Sí, claro. Si sé algo, os aviso. —Respondió con sinceridad antes de continuar su camino.

Dana y Kai reanudaron su descenso, pero cada paso hacia la habitación de su hija parecía pesar más. Dana sentía como si el aire se volviera más denso, cargado de una energía que no podía identificar. Kai, aunque menos expresivo, también sentía el peso del momento. Cada vez que miraba a Dana, su preocupación se mezclaba con un profundo amor y un deseo de protegerla, de encontrar a su hija para aliviar su angustia.

Cuando finalmente llegaron al pasillo de los dormitorios, ambos hicieron una pausa frente a la puerta de Danai. Se miraron por un instante, compartiendo una mezcla de esperanza y temor antes de abrirla.

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Dana y Kai revisaron meticulosamente cada rincón de la Torre. Desde la inmensa biblioteca con sus estanterías abarrotadas de libros, hasta la cocina, la habitación de Danai, las almenas, e incluso los alrededores del bosque. Habían pasado varias horas, pero no había ni rastro de la niña.

Con cada espacio vacío que encontraban, la inquietud crecía en el corazón de ambos. Dana mantenía su compostura, pero su rostro reflejaba una mezcla de frustración y preocupación. Su mente repasaba sin cesar cada posibilidad, buscando una respuesta lógica. Kai, por su parte, caminaba con pasos nerviosos, murmurando para sí mismo mientras la desesperación comenzaba a instalarse en su pecho.

Finalmente, se reunieron con Jonás en el despacho de Dana, esperando que él tuviera algún dato que los ayudara a entender lo que estaba pasando.

—He hablado con cada estudiante y nadie sabe nada de ella —comentó Jonás, su tono calmado, pero sus ojos delataban la misma preocupación que sentían Dana y Kai.

Kai frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Es imposible. Es una niña, ¡no puede simplemente desaparecer! Tiene que estar en algún lugar. Quizás no hemos mirado bien. Tal vez se haya quedado dormida en algún rincón.

—Podría ser... —respondió Jonás, pensativo, aunque su tono no era completamente convincente.

Dana, mientras tanto, estaba en silencio. Sus ojos, normalmente llenos de seguridad, ahora estaban perdidos en algún lugar del despacho. Estaba elaborando mentalmente un mapa de todas las posibles situaciones que podrían haber llevado a la desaparición de su hija.

No obstante, fue ella quien rompió el silencio: con otra preocupación

—Un momento. Kaida debería de haber llegado ya.

Kaida era la melliza de Danai, sin embargo, era su opuesto en muchos sentidos. Aventurera, llena de energía y alegría, Kaida solía ser el espíritu libre de la familia. Su piel pálida contrastaba con su cabello negro, que caía en ondas suaves hasta sus hombros, y sus ojos verdes brillaban siempre con curiosidad. A menudo se escapaba al bosque con Fenris, el gran lobo que la acompañaba en sus pequeñas travesuras. Kaida adoraba explorar, y la naturaleza parecía ser su refugio.

—Hablaré con Fenris. Ya deberían estar aquí. —Dana intentaba mantener la calma, pero la rigidez de su voz delataba su creciente ansiedad.

Pero Kai, parecia todavía enfocado en la desaparición de su otra hija, y dejó escapar una pregunta que había estado rondando en su mente, una pregunta que en la mente de Jonás y Dana ya había surgido pero no la habían dicho en voz alta

—Oye... Una cosa. Esto puede sonar extraño, pero ¿es posible que esto tenga algo que ver con ese teletransportador del que hablaste antes?

El silencio que siguió fue casi insoportable. Jonás y Dana intercambiaron una mirada rápida, pero cargada de significado. Kai, que no era ajeno a leer emociones, percibió la tensión entre ambos y sintió cómo su paciencia se agotaba.

—¿Podéis explicarme qué es un teletransportador? —preguntó con un tono firme.

Jonás se aclaró la garganta, intentando que su voz no delatara la preocupación que lo embargaba.

—Es un ser mágico con un poder menor. Últimamente, algunos alumnos lo han invocado para gastar novatadas... —explicó Jonás, aunque su tono pausado parecía buscar aprobación en la mirada de Dana.

Kai alzó una ceja.

—¿Novatadas? ¿Qué tipo de novatadas?

Jonás titubeó antes de responder

—Bueno... Cuando un nuevo alumno llega a la Torre, los estudiantes más antiguos a veces les juegan bromas de mal gusto. —Hizo una pausa, esperando que Dana interviniera, pero ella permaneció callada, con el rostro sombrío, claramente absorta en pensamientos más oscuros.

Kai no pudo contenerse más.

—¿Qué clase de bromas? —preguntó, su tono ahora teñido de irritación—. Porque, por lo que entiendo, esos "teletransportadores" no parecen ser nada bueno.

Dana respiró profundamente mientras trataba de mantener la compostura. La tensión en el ambiente era palpable, y aunque las palabras de Jonás buscaban tranquilizarlos, no lograban borrar la angustia que crecía dentro de ella y de Kai.

—Bueno, en algunas ocasiones, el teletransportador lleva a alguien a algún lugar... no muy agradable. Como el baño o un almacén polvoriento. —Jonás hizo una pausa, mirando de reojo a Dana, esperando que sus palabras aligeran el peso de la situación.

Pero Kai no estaba para consuelos.

—¿Así que mi hija podría estar en un lugar "no muy agradable"? ¡Genial! —exclamó, alzando las manos al aire con frustración—. En mis tiempos, una novatada era algo como... no sé, un reto, ¿vale? como gritar el nombre de la chica que te gusta o colarse en una casa abandonada . Pero claro, aquí con magos todo tiene que ser un desastre mayor, algo que te lleve a la desesperación... o a la muerte.

Kai se detuvo, pasando las manos por su cabello en un gesto de impotencia. Su respiración era pesada, y su voz, aunque firme, dejaba entrever la creciente desesperación. Dana lo miró con una mezcla de comprensión y tristeza. Ella también sentía el peso de la incertidumbre, pero intentaba mantener la calma por los dos.

Jonás intervino, algo titubeante.

—No... no debería ser así. Es decir, Danai lleva años en la Torre y no tiene enemigos. Además, los teletransportadores no suelen llevar a las personas a lugares peligrosos. Y una vez se disuelve el hechizo o se rompe el vínculo, la persona vuelve al lugar donde estaba originalmente.

La inseguridad en su tono no pasó desapercibida.

—¿Entonces? —Kai se giró hacia él, sus ojos llenos de inquietud—. ¿No es posible que haya desaparecido por eso?

Dana tomó aire antes de responder.

—No debería... —admitió con voz baja, aunque por dentro sentía cómo sus emociones se arremolinaban como una tormenta. Su intuición, siempre certera, le decía que algo estaba profundamente mal. Su mente repasaba cada posibilidad, pero ninguna traía consuelo. Había angustia, miedo, y sobre todo una sensación de impotencia que hacía que su corazón latiera con fuerza.

Kai se dejó caer contra la pared, pasándose las manos por el rostro.

—No me gusta ese "no debería". Eso significa que hay una posibilidad, por pequeña que sea, de que algo no esté bien.

Dana abrió la boca para intentar explicarse, pero en ese momento, la puerta se abrió de golpe. Una energía vibrante llenó la habitación, rompiendo la atmósfera de preocupación.

—¡MAMÁ, PAPÁ! —gritó Kaida mientras corría hacia Dana. Vestía un camisón rojo llamativo que contrastaba con su cabello negro alborotado y sus ojos verdes brillantes. Sin dar tiempo a nadie para reaccionar, abrazó a su madre con fuerza, llenándola de alegría y caos en un instante.

—He estado con Fenris y hemos visto... —empezó a hablar rápidamente, moviendo los brazos con entusiasmo. Sin dejar a nadie fuera, fue abrazando a cada uno de los presentes, incluido a Jonás, quien recibió el gesto con una sonrisa nerviosa. Detrás de ella, Fenris entró con su habitual calma, su pelaje rojizo brillando bajo la luz tenue de la sala. El elfo de apariencia salvaje asintió en dirección a los presentes.

—Se nos demoró un poco. Disculpad.

Pero Fenris no tardó en notar la tensión que aún flotaba en el aire, a pesar de la alegría de la niña. Sus ojos dorados se entrecerraron con sospecha mientras recorría los rostros de cada uno.

—Kaida —dijo Kai, inclinándose para mirar a su hija con ternura mientras la tomaba de las manos—. Me alegra mucho que hayas tenido un día estupendo, pero mamá está un poco cansada y estamos hablando de algo importante. ¿Por qué no vas a tu habitación a descansar, cielo?

Kaida asintió con efusividad y, con la misma energía de siempre, besó a su padre en la mejilla antes de girarse hacia Dana para hacer lo mismo.

—De acuerdo, papá, pero mañana te contaré todo, ¿vale? —le dijo con una sonrisa.

Sin embargo, antes de cerrar la puerta, Kaida se detuvo y giró la cabeza hacia ellos con una expresión confundida.

—¿Y Danai? Tengo que contarle muchas cosas.

El silencio que siguió a su pregunta fue ensordecedor. Los corazones de todos parecieron detenerse por un instante. La mirada de Kai se endureció, y Dana sintió que un escalofrío recorría su espalda.

—Está con Salamandra —improvisó Kai, tratando de sonar despreocupado—. Se la llevó de aventuras.

—¡¿Salamandra vino?! —exclamó Kaida con emoción—. Yo también quería verla.

—Otro día será, pequeña. Anda, ve a descansar. —Kai le sonrió con ternura, ocultando su preocupación bajo una máscara de tranquilidad.

—Cuando vuelvan, Salamandra y Danai me deben una aventura a mí. —Kaida cerró la puerta tras de sí, dejando que la tensión volviera a llenar la sala.

Fenris cruzó los brazos, mirando a los demás con seriedad.

—¿Salamandra ha estado aquí? —preguntó con tono neutro, aunque su mirada traicionaba sus sospechas.

Jonás negó con la cabeza, claramente incómodo.

—¿Qué está pasando? —insistió Fenris, con la determinación que lo caracterizaba.

Dana se tomó un momento antes de responder. Sus ojos se cruzaron con los de Kai, y ambos entendieron que no podían ocultarle la verdad al elfo. Con un suspiro pesado, comenzaron a explicarle lo ocurrido, desde la desaparición de Danai hasta las posibles implicaciones del teletransportador.

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Y HASTA AQUÍ ESTA PRIMERA PARTE, MIS LECTORES. NOS VEMOS EN LA SEGUNDA.

Kai: ¡Espera, espera! ¿Cómo que "nos vemos en la segunda"? ¡Nada de partes dos ni cinco! Yo te dije claramente: un final romántico y bonito, ¡no un drama barato!

Escritora: ¡Pero si ha sido bonito! ¡Estáis vivos, juntos y con una familia!

Kai: ¡Sí, claro! Bonito... los primeros 20 segundos, pero luego nada. Además, ¿tenías que hacer desaparecer a mi propia hija? Creo que tienes algún trauma con eso de hacer desaparecer gente. Entre esta historia y la otra, ¡lo tuyo con los hijos de tus personajes es casi un deporte!

Escritora: Bueno, perdón... Pero si no, iba a ser aburrido...

Morderek: Yo no quiero meterme, ¿eh? Pero, francamente, Kai, tampoco sois los mejores padres. A una la dejáis al cuidado de un lobo y a la otra la mandáis por ahí perdida con una escuela de hechicería. ¡Es que vamos, tela!

Kai:  ¡¿Pero este qué hace aquí?! Es MI historia, y no participa. Es lo único que pido. Además, se cree que ser padres es tan sencillo. Pues no, señor listillo, hay que tomar muchas decisiones complicadas.

Morderek:   Hombre, estoy aquí porque en la otra historia casi no tuve diálogos. ¡Aprovecho la oportunidad! Pero mira, hablando de "decisiones complicadas", tampoco os rompisteis mucho la cabeza con los nombres de las niñas, ¿eh? Danai y Kaida... ¡Vuestras iniciales! Súper originales, ¡guau!

Escritora: Bueno, bueno, un poco de calma...

Kai: Para tu información, Kaida  significa "gran dragón" en Asia. ¡Es un nombre con referencias culturales! ¿Y tú, Morderek? A ver si tu nombre tiene algún significado profundo, que lo mismo lo sacaste de una tabla de rol.

Morderek:  ¡Uy, cuidado! Mira quién habla. Tú seguro que elegiste los nombres preguntando a ChatGPT.

Kai: ¡YA ESTÁ BIEN! Escritora, una sola cosa te pido: ¡haz que este se largue de aquí!

Escritora: Por favor, fuera. Esta no es tu historia. Y Kai, relájate un poco.

Morderek: Vale, vale, ya me voy...

Kai: Perdón, pero es que este señor me estresa. Escritora, te voy a perdonar, pero prométeme un final lindo, aunque sea en una sexta parte. Y nada de matarme, ¿eh?

Escritora: Vale, Kai, tranquilo. Lo prometo.

(o eso se cree el jejeje)






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