No fue capaz de impedírselo
Los jóvenes magos subieron hacia la habitación del nuevo maestro de la Torre, y al entrar, Salamandra quedó maravillada por el ambiente acogedor y espacioso que la rodeaba. La habitación era un reflejo del carácter de Jonás: cálida, acogedora y con toques de personalidad. Las paredes estaban adornadas con estanterías llenas de libros antiguos y pergaminos cuidadosamente organizados.
La amplia mesa de estudio situada en un rincón estaba repleta de pergaminos desplegados y libros abiertos, demostrando la dedicación de Jonás a sus estudios y su compromiso con la magia.
Al fondo de la habitación se encontraba una cama de matrimonio, con sábanas blancas y suaves, se encontraba estratégicamente ubicada cerca de una gran ventana que ofrecía una impresionante vista del valle de los lobos. Salamandra quedó impresionada por lo grandiosa que era la habitación, pero lo que más llamó su atención fue la túnica azul que colgaba junto a la cama. No era común que los magos consagrados vistieran o tuvieran túnicas inferiores a su rango, así que se atrevió a preguntar.
-Vaya, parece que tienes suerte, esta habitación es mucho más grande. Y ¿esta túnica? - dijo señalándola.
-Gracias, supongo que ser el nuevo maestro tiene sus privilegios. Ah, la túnica azul, la uso como pijama. Al final, fue la túnica que más tiempo he llevado, le cogí cariño - rió Jonás.
-¿Pero no le tienes rencor? ¿También te costó mucho quitártela para seguir llevándola ahora, no? Salamandra no llegaba a entender cómo Jonás podía tener aprecio por una túnica que le había impedido avanzar. Ella jamás llevaría una túnica menor a la de su rango.
Sí, supongo que sí, pero también recorrí grandes cosas con ella. Además, también te conocí con ella, creo que esta túnica me representa todas las cosas buenas que viví y también las malas. Además, me cansa vestir con este rojo llamativo - rió Jonás.
Salamandra se sorprendió gratamente por la madurez que había adquirido Jonás. En un principio, lo recordaba como un joven inseguro y algo despreocupado, pero ahora veía en él una nueva profundidad, una madurez que lo había transformado en un mago sereno y decidido.
-Bueno, continuemos la conversación que dejamos atrás - el chico se sentó sobre su cama e indicó a Salamandra que también podía hacerlo. Ella se sentó cómodamente, pero algo nerviosa.
Jonás y Salamandra tuvieron una conversación que cada vez se volvía más íntima y profunda, y ella se dio cuenta de cuánto había madurado desde que lo conoció. El respeto y aprecio que sentía por él crecía con cada palabra que compartían, y aunque seguía preocupada por su decisión de convertirse en archimago, también sentía una profunda admiración por su determinación y valentía.
-No sé Jonás, apoyo tu decisión de ser archimago, pero me da mucho miedo. No quiero que te pase nada malo, es algo muy complicado.
El joven le sonrió con ternura. - Tranquila, no me convertiré en archimago de la noche a la mañana. Antes debo estudiar mucho, mejorar mis conjuros y ver cuáles son mis opciones. Pero mientras hago eso, no podré dedicarme al 100% a la Torre, voy a necesitar tu ayuda.
La chica asintió con la cabeza, todavía dándole vueltas a las ideas de Jonás, pero decidió aceptar su propuesta.
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El tiempo fue pasando en la Torre mientras la relación de Jonás y Salamandra se fortalecía, y Jonás ya había comunicado a sus amigos su deseo de convertirse en archimago, contando con su apoyo incondicional. Se vieron más de una vez visitando la Torre para ayudar a Jonás y brindarle su apoyo. Los magos se reunieron juntos en el desayuno como solían hacer.
Ese día, el invierno había cubierto la Torre con un manto blanco de nieve, creando un paisaje mágico y encantador. La luz de la luna bañaba todo con su suave resplandor, mientras los copos de nieve caían lentamente del cielo, danzando en el aire como pequeñas estrellas.
En la cocina, los magos hablaron:
-¿Cómo llevas tu preparación, Jonás? - comentó el joven elfo.
-Bueno, digamos que ahora mismo me parezco más a Conrado, estando metido tanto en los libros - respondió Jonás.
-Ya veo, tal vez deberías descansar un poco y tomar el aire - aconsejó el elfo.
-Yo sí que necesito ir a tomar el aire, tanto estar encerrada en esta Torre me sofoca - refunfuñó Salamandra.
-Creo que ambos necesitáis un pequeño descanso, aunque ahora esté nevando, no sé yo... - contestó Fenris.
-¡Bromeas! La nieve es genial, además así tengo una excusa para tirarle unas bolas de nieve a Salamandra - bromeó el joven mago.
-Perdona... ¡Aquí el que va a salir empapado de bolas de nieve eres tú!- dijo ella, retándolo.
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Jonás y Salamandra decidieron dar un paseo por el jardín nevado, disfrutando del paisaje y la compañía del otro.
Caminaron juntos en silencio, Aunque minutos antes se habían enfrascado en una épica batalla de bolas de nieve, ahora todo parecía haberse calmado, y la memoria de su primer beso bajo la nieve llenaba el aire de un halo de nostalgia.
El frío viento acariciaba sus rostros, y cada bocanada de aire helado llenaba sus pulmones. Aunque Salamandra se sentía abrumada por las emociones que surgían dentro de ella, su orgullo seguía siendo un muro infranqueable que le impedía expresar lo que realmente sentía.
En un momento, mientras caminaban, Salamandra pareció resbalar, pero antes de que pudiera tocar el suelo, Jonás la sostuvo con su brazo alrededor de su cintura, evitando que cayera. Sus miradas se encontraron, y ambos rieron tímidamente, sonrojados por la cercanía.
Fue entonces cuando Jonás decidió hablar, con una mirada tierna que reflejaba su cariño por ella. - Tú también lo has recordado, ¿verdad? - confesó suavemente.
Salamandra desvió la mirada, sintiéndose un poco incómoda ante la pregunta directa de Jonás. Su mente se debatía entre la sinceridad y su orgullo, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que realmente sentía.
Ella desvió la mirada, sintiéndose un poco incómoda con la pregunta directa de Jonás. - No sé a qué te refieres - respondió Salamandra, tratando de evadir la situación.
Jonás notó la incomodidad en Salamandra y decidió no presionarla más. Sabía que ella era orgullosa y que le costaba admitir sus emociones, así que decidió cambiar de tema para hacerla sentir más cómoda.
-Lo siento si te hice sentir incómoda, no fue mi intención. Cambiemos de tema entonces - dijo Jonás, tratando de disimular su desilusión.
Salamandra suspiró aliviada por el cambio de conversación y asintió con una sonrisa forzada. - Sí, mejor hablemos de algo más ligero. ¿Has estado practicando algún hechizo nuevo últimamente?.
Los dos continuaron hablando sobre magia y aventuras, pero la tensión entre ellos seguía presente. Aunque intentaron disimularlo, sus miradas se cruzaban de vez en cuando, revelando la atracción que sentían el uno por el otro.
Después de un rato, Salamandra decidió enfrentar sus sentimientos y susurro - en realidad si lo he recordado
el joven le brindo una calidad sonrisa y se sintió aliviado hacia la respuesta de ella.
-Me alegra saber que también lo has recordado. Aquel momento fue especial para mí, y desde entonces, has sido siempre tu Salamandra.
Salamandra se sonrojó y desvió la mirada, Jonás, yo... - tartamudeó, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que sentía pero no siendo capaz de ello.
Jonás asintió comprensivamente y apretó suavemente la mano de Salamandra.-No te preocupes Salamandra, pero sienta lo que sientas siempre estaré aquí preparado para escucharte aunque eso pueda romper mi corazón. dijo con un tono un poco abrumado.
Ella le miró a los ojos, sintiendo una mezcla de emociones. Quería entregarse completamente, pero seguía sintiendo ese muro emocional que le dificultaba ser completamente vulnerable. Sin embargo, su corazón le decía que debía dar un paso más.
Jonás, me importas mucho, pero... es difícil - confesó con sinceridad - Sin embargo, quiero intentarlo, quiero aprender a ser más abierta contigo.
Jonás le sonrió con cariño y acarició suavemente su mejilla. - No te preocupes, Salamandra. No hay prisa, solo quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti cuando estés lista. No necesitas apresurarte en expresar tus sentimientos.
En ese momento el joven mago se inclinó un poco hacia ella y acercó sus labios a los de Salamandra, en ese momento ni el orgullo de ella fue capaz de impedírselo dejando que el mágico ambiente invernal envolviera su beso. La nieve seguía cayendo a su alrededor creando una atmósfera de ensueño mientras sus corazones latían en sintonía.
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