Las Visitas


Mientras Jonás emprendía su prueba, la Torre quedó bajo el cuidado y tutela de Paul, un mago competente y comprensivo. En medio del misterio tejido por Jonás sobre su ausencia, los alumnos de la Torre se preguntaban y preocupaban por su maestro. Aunque Jonás había comunicado su partida como un viaje de fortalecimiento mágico, los vínculos que había forjado con sus pupilos dejaban un vacío notable en su ausencia.

La vuelta de Jonás a la Torre fue recibida con efusiva calidez por parte de sus alumnos. Ansiosos por conocer los detalles de su aventura y si había hallado lo que tanto buscaba, sus interrogantes se toparon con el silencio de Jonás. En un giro sorprendente, Salamandra intervino para protegerlo, argumentando que su viaje había sido largo y que necesitaba tiempo para descansar.

A pesar de la aparente serenidad, el corazón de Jonás era un paisaje desolado. La falta de éxito en su prueba pesaba sobre él como una nube oscura. Sin embargo, en su mente estaba claro su objetivo: se dedicaría a profundizar en sus estudios mágicos para regresar en un futuro y enfrentar nuevamente las pruebas con más fuerza y conocimiento.

Una vez que se despidió de sus alumnos, Jonás ascendió apresurado a su despacho. Estaba hambriento de respuestas, ansioso por hallar formas de mejorar su potencial. Pero su intento por encontrar refugio en los libros fue interrumpido por la llegada de Paul, buscando respuestas sobre su estado y la prueba que había enfrentado.

—Jonás, ¿cómo ha ido todo? —preguntó Paul, su voz llevando consigo una mezcla de curiosidad y preocupación.

La respuesta de Jonás fue escueta, marcada por una fatiga que pesaba sobre sus palabras:

—Prefiero no hablar de ello ahora, Paul. Mi enfoque está en estudiar más sobre magia y elevar mi potencial.

El tono cansado en su voz no pasó desapercibido para Paul, quien comprendió la gravedad de la situación. Intentó infundirle ánimos, compartiendo su aprecio y confianza en Jonás. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, el brillo en los ojos de Jonás apenas se reavivó. Continuó buscando libros, consumido por su determinación y decepción.

La intervención de Salamandra fue como un bálsamo en medio de la tensión creciente. Detuvo a Jonás de su afán, tomando los libros de su mano con un gesto decidido:

—Jonás, las pruebas han sido agotadoras. Comprendo tu deseo de superarte, pero necesitas descansar.

Aunque Jonás estuvo a punto de replicar, las miradas preocupadas y firmes de ambos magos lo convencieron. Finalmente, asintió con resignación y aceptación. Reconoció la sabiduría en sus palabras y se dispuso a abandonar el despacho, permitiendo que la necesidad de descanso se abriera paso en su mente. Mientras se dirigía a su habitación, el peso de sus emociones y la promesa de un nuevo comienzo lo acompañaban en cada paso.

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Jonás, a pesar de las recomendaciones y consejos de sus compañeros, decidió refugiarse en su habitación para practicar algunos hechizos. La frustración que llevaba consigo se convirtió en una corriente palpable mientras luchaba por realizar los hechizos básicos. El ambiente estaba cargado con la tensión de su lucha interna, su determinación en contraste con su propia impotencia.

Los hechizos que intentaba conjurar parecían rehusarse a tomar forma, a responder a su voluntad. La magia, que antes fluía con relativa facilidad para él, ahora parecía eludirlo, como si estuviera envuelta en un manto de resistencia. La frustración comenzó a erosionar sus defensas, sus esfuerzos insatisfactorios minando su confianza en sí mismo.

Una exhalación pesada escapó de sus labios mientras sus dedos se crispaban en la superficie de una mesa cercana. Fue en ese momento que un sollozo de impotencia escapó de su pecho, el eco de su desesperación llenando el espacio. Jonás estaba harto de esta situación, atrapado entre sus expectativas y la realidad aplastante.

Fue entonces que la puerta se abrió con cautela, dejando entrar la preocupación en forma de Alan, uno de sus jóvenes pupilos. Los ojos del muchacho se encontraron con la tormenta emocional en el semblante de Jonás, y su voz estaba cargada con la genuina inquietud por su maestro:

—¡Maestro! ¿Está todo bien? —preguntó con premura, sus palabras teñidas de disculpa por haber irrumpido en su privacidad.

La incomodidad cruzó la mirada de Jonás al ser interrumpido en su momento de vulnerabilidad. Se esforzó por suavizar sus rasgos, reconociendo la genuina preocupación del joven. Sin embargo, la necesidad de estar solo con sus pensamientos era abrumadora. Alan, captando la incomodidad de su maestro, decidió retirarse, su voz cargada de respeto:

—Si está agotado, maestro, me retiraré. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.

Con un asentimiento de agradecimiento, Jonás le concedió la salida que buscaba. Mientras la puerta se cerraba, el silencio descendió sobre la habitación nuevamente. Jonás quedó solo con sus pensamientos, la tensión emocional y la frágil chispa de esperanza que aún persistía en su interior.

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Jonás, inmerso en sus pensamientos de frustración y desilusión, fue nuevamente interrumpido por un golpe suave en la puerta de su habitación. Su estado de ánimo no era el mejor, y respondió con un tono algo malhumorado:

—¿Quién es?

La respuesta llegó en forma de las voces de Paul y Salamandra, quienes revelaron que había una complicación que requería su atención. Paul parecía preocupado, lo que hizo que Jonás se preparara para recibir noticias que probablemente no fueran del todo positivas.

Decidió abrir la puerta, encontrándose con los rostros preocupados de sus compañeros. Aunque les dio permiso para entrar, su semblante seguía reflejando su frustración. Paul comenzó a hablar, su tono denotando la importancia del asunto:

—¿Qué está ocurriendo?

Salamandra tomó la palabra, señalando la entrada de la Torre y explicando la situación:

—Deberías echar un vistazo afuera, Jonás.

Con una mezcla de curiosidad y preocupación, Jonás se acercó al balcón y observó la escena. Abajo, en la entrada de la Torre, una multitud de personas se había reunido en forma de manifestación. Los gritos y las pancartas apuntaban hacia los hechiceros, y algunos rostros eran familiares. La señora Blom, cuya tienda había sido inundada por los estudiantes en el pasado, estaba entre ellos. La imagen era impactante y preocupante.

Jonás no lograba entender cómo había llegado a esa situación. La Torre nunca había tenido problemas con la gente del pueblo, y estaban bastante alejados para que los conflictos de la ciudad afectaran directamente a su hogar. Su preocupación creció al escuchar a Salamandra reconocer a la señora Blom.

—No entiendo. ¿Cómo ha llegado esto a tal punto? —murmuró Jonás, buscando respuestas en medio de la confusión.

Paul intervino, tratando de encontrar soluciones en medio del caos:

—Necesitamos abordar esto antes de que empeore.

Jonás asintió, comprendiendo la urgencia del asunto. Estaba dispuesto a enfrentarse a la multitud enojada, a pesar de sentir una mezcla de miedo e inseguridad. Aunque nunca se había imaginado lidiando con una situación así, la Torre ahora era su responsabilidad, y no estaba dispuesto a abandonarla ni a los estudiantes que dependían de ella. Se encontró buscando fuerzas en su interior, canalizando la determinación que Dana le había transmitido.

En ese momento, sus compañeros y amigos miraron a Jonás con expectación, buscando liderazgo y dirección. Jonás se reafirmó, con la seguridad de que estaba dispuesto a enfrentar esta adversidad. Se giró hacia ellos y habló con decisión:

—Bien, chicos, tendremos que trabajar juntos en esto. Cada uno de ustedes hablará individualmente con las personas de la multitud, escucharán sus preocupaciones y las anotarán en un papel. Luego, me pasarán esos informes, y yo buscaré soluciones a los problemas que planteen.

Tanto Salamandra como Paul asintieron, demostrando que estaban dispuestos a enfrentar el desafío junto a Jonás. El ambiente se cargó con una mezcla de emociones, pero Jonás sabía que debían actuar con determinación y empatía. Sabía que esta era una oportunidad para demostrar su compromiso con la Torre y sus alumnos.

Jonás se dirigió a la puerta principal de la Torre, preparándose para enfrentar a la multitud enojada. Elevó su voz con confianza:

—Sé que no están contentos con la Torre. Estamos aquí para mejorarla y hacer de este un lugar mejor para todos. Por favor, hagan una fila y mis compañeros estarán dispuestos a escuchar sus preocupaciones. Yo buscaré encontrar soluciones a los problemas que planteen.

La multitud se miró entre sí, debatiendo si seguir las indicaciones del joven mago. Sin embargo, no todos estaban dispuestos a ceder. Una voz desafiante surgió entre ellos:

—Un niñato como tú no va a resolver nuestros problemas. Queremos hablar con alguien adulto o, de lo contrario, haremos desaparecer esta estúpida Torre —gritó una aldeana con vehemencia.

Jonás mantuvo su compostura, respondiendo con firmeza a la provocación:

—Ahora soy el encargado de esta Torre y el responsable máximo de ella. Si deciden hablar, será conmigo o con alguno de mis compañeros. Si no... —Salamandra intervino, dejando claro su postura con valentía:

—Pueden irse. No temeremos usar nuestra magia, ni contra ustedes ni contra su pueblo.

Jonás reconoció el apoyo de sus compañeros, y esa sensación lo fortaleció. La Torre era su hogar, y estaba decidido a enfrentar los desafíos que se presentaran. Con una actitud determinada, esperó a ver cómo reaccionaría la multitud ante sus palabras y su posición firme.

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Los magos comenzaron a escuchar los problemas que las personas tenían con la Torre. Entre las voces de rechazo y miedo hacia la magia, y las quejas por incidentes mágicos en el pueblo, Jonás identificó las áreas en las que debía actuar. Para aquellos que temían o no comprendían la magia, compartió la belleza y la importancia de la magia responsable. Les narró historias personales, incluida la suya, destacando cómo la Torre había sido su hogar y la magia su camino para mejorar. Aseguró que estaría disponible para responder cualquier pregunta o preocupación sobre hechizos, y que sus alumnos serían supervisados si visitaban el pueblo.

Respecto a los incidentes en el pueblo, asumió la responsabilidad y prometió resolverlos. Anunció charlas sobre el uso responsable de la magia y la importancia de no utilizarla con fines maliciosos. También se comprometió a investigar los incidentes previos y a tomar medidas adecuadas.

A medida que la conversación avanzaba, Jonás notó que algunos comenzaban a entender su perspectiva y mostraban aprecio por sus esfuerzos. Un hombre le agradeció sinceramente y reconoció su buen corazón.

Con el tiempo, Salamandra entró al despacho, visiblemente exhausta por su interacción con la multitud.

—¡Uff, qué agotador! Yo simplemente les habría lanzado bolas de fuego a todos y ya —bromeó, provocando una risa en Jonás.

—Tengo hambre... ¿voy a hacerme palomitas? ¿Quieres? —le ofreció Salamandra.

Jonás estaba a punto de rechazar la oferta, pero algo en sus palabras lo detuvo en seco. El término "palomitas" había sido el código de seguridad en las pruebas  Un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Podría ser una coincidencia? Sin embargo, su intuición lo impulsó a probar algo nuevo. En un intento impulsivo, lanzó un hechizo que no había intentado antes: una repulsión de fantasías.


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