Capítulo IV
Polet se paralizó y Alina entendió a qué se refería su abuela cuando dijo que un peligro terrible acechaba a los hermanos. Ninguna de las dos se atrevía a hacer nada que pusiera en riesgo a la reina o al príncipe.
—¡Polet, Eloísa vino a desearme buenas noches! —dijo Meredith, con una sonrisa inocente se incorporó en la cama sin darse cuenta de la daga que portaba su prima.
—Ven querida, ven hacia acá para darte un beso de buenas noches —le suplicó Polet y abrió sus brazos para tratar de alejar a la niña de Eloísa.
—¡No! ¡Meredith se quedará dónde está! —Chilló de repente, Eloísa.
Meredith se volvió a verla con sus cejas finas enarcadas, sorprendida de la reacción de su prima, entonces vio en su mano la daga.
—¿Qué estás haciendo Eloísa, por qué tienes esa daga? —preguntó la niña con los ojos muy abiertos.
—Amada reina, vuestra nodriza Polet enloqueció repentinamente y va a matarte a ti y a tú hermano con esta daga, por lo tanto, a mí no me quedará más remedio que ascender al trono de Nasir. ¿Qué te parece? —La voz de Eloísa era aterradoramente dulce y llenaba de confusión a la niña.
—Tu plan jamás resultará. La corte no creerá ni una palabra.
—¡Oh, qué inocente eres, buena Polet! — dijo Eloísa cambiando su dulce voz y su expresión bondadosa a otra de amenaza— Nadie en la corte está de acuerdo en ser gobernados por una mocosa, por supuesto que me apoyarán. Cuando sepan que la reina y su hermano han muerto, creerán en mí, que tú y tu estúpida nieta los asesinaron, y yo gobernaré.
Los ojos de Meredith se llenaron de lágrimas al comprender la verdad. Su adorada prima quería matarla. De pronto se sintió aún más sola y desamparada. Sin padres y, su única familia estaba a su lado con un cuchillo que ansiaba clavar en su pecho.
—Estás loca si crees que los asesinaré. Antes prefiero morir.
—Lo sé mi buena nodriza, por eso te hechizaré.
Al terminar de hablar, la piedra verde que tenía el báculo de Eloísa comenzó a brillar peligrosamente, pero en ese mismo momento Gabriel despertó por los gritos y sin percatarse de la tensa situación, saltó de la cama para correr a abrazar a Alina, quien era su favorita. Polet aprovechó la distracción de Eloísa para gritarle a Meredith que también huyera. Mientras la reina saltaba de la cama, la nodriza abrió nuevamente el talego de cuero que llevaba colgado en su cuello, y sopló del polvo dorado que contenía en la cara de Eloísa, cegándola de inmediato.
—Alina, toma a los niños. Váyanse y recuerda todo lo que te dije.
—Pero abuela...
—¡Pero nada! Eres ahora su nodriza. ¡Hazte cargo! ¡Protégelos!
Y dicho eso, Polet se abalanzó sobre Eloísa para evitar que ella tomara el báculo. Cuando los niños trataron de escapar, Percival les hizo frente bloqueando la salida.
—¿A dónde creen que van?
Gabriel saltó como un renacuajo de los brazos de Alina, se escurrió entre ellos y se deslizó por el suelo hacia su objetivo. Los dientes del niño se clavaron en una de las piernas del sirviente con ferocidad. Percival lloraba de dolor mientras los niños aprovecharon para tomar sus capas y escapar.
Alina volteo a ver qué pasaba con Polet y lo que vio la aterró. La nodriza forcejeaba enardecidamente con Eloísa para evitar que la malvada mujer los siguiera. Alina tomó a los niños y corrió, en lo más profundo de su corazón elevó una plegaria para que nada malo le pasara a su abuela.
Alina los guiaba y atravesaban desesperados los pasillos del castillo metiéndose por sitios que los niños jamás habían recorrido, ella conocía a la perfección todos sus recovecos incluyendo los pasajes secretos, pues muchas veces los utilizó para escapar de las responsabilidades que le asignaba su abuela y poder encontrarse a escondidas con sus amigos.
—¿A dónde vamos Alina? — Preguntó Meredith, corriendo detrás de ella— Deberíamos notificar a la guardia real. El general Alfonzo podría atrapar a Eloísa y todo esto terminaría.
—¿No has escuchado lo que dijo vuestra prima? La corte no quiere que seas reina. Estamos solos, Meri. ¡Ahora corre, tú también Gabriel, ya casi llegamos!
Al final del túnel podía verse una pálida luz. Meredith salió al exterior, comenzaba a amanecer y adelante se extendía todo un mundo que ella desconocía. Como dijo Alina, ahora eran tres niños solos.
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