Capítulo I
Muchos años después del nacimiento del ahora rey Fabio, Polet, nodriza principal del reino, trata de poner orden en ese salón de juegos infernal. Los ama, claro que ama a los hijos del rey, pero a veces...
—¡Mamá Polet, Meredith no quiere darme mis canicas! ¡Son mías, quiero jugar con ellas! —le grita un niño pequeño, de cabello café y ojos curiosos del mismo color, mientras corre hasta ella.
La princesa Meredith aparta la larga trenza castaña hacia atrás. Siempre que está enojada, como ahora, hace ese gesto, por eso sus ojos color miel miran a su hermano con el ceño fruncido, su boca hace un mohín antes de replicar:
—¡Claro que no son tuyas, Gabriel! — y aparta la bolsa llena de canicas de vidrio para que su hermano no las agarre— Las tuyas las perdiste ayer, cuando te escapaste a jugar en el granero.
—¡¿Que se escapó a jugar en el granero?! —Inmediatamente, la nodriza Polet volteó a ver a su nieta, una jovencita de largos cabellos castaños y rizados quien, tumbada en el diván, leía una nota que la hacía sonreír con picardía.
— ¡Alina, ¿cómo que el príncipe Gabriel escapó al granero, cuando te pedí que lo cuidaras mientras llevaba a la princesa Meredith con su institutriz?!
Alina, la nieta adolescente de Polet, dio un respingo debido al grito de su abuela.
—No soy su niñera —dijo entre dientes.
—¡¿Qué has dicho?! —preguntó Polet con tono amenazante.
Alina se asustó cuando vio el enojo de su abuela, tartamudeando dijo:
—Es que, es que, Esteban, ¿sabes? Me-me- llamó y yo —Alina cambió la expresión de miedo por otra de ensoñación, en voz baja dijo —Yo tenía que ir, abuela.
—¡Mis canicas! —continuó chillando el príncipe Gabriel, tratando de quitarle la bolsa a su hermana que corría por todo el salón para huir de él.
Polet miró a su nieta con la boca un poco abierta, intentaba comprender qué tipo de posesión demoníaca hizo que dejara solo al príncipe, ignorando sus obligaciones.
—¡¿El hijo de la costurera?! —preguntó, sorprendida de que tal vez ese era "el demonio" que llevaba a su nieta por el mal camino— ¿Por él abandonaste tu deber real y dejaste solo al príncipe Gabriel?
—¡No lo dejé solo! Lo-lo dejé con sus canicas —dijo con las palabras atropelladas—. Además, aún no soy su nodriza, no tengo p...
Pero Alina, no alcanzó a terminar de hablar porque la puerta del salón se abrió y el rey Fabio, entró por ella. Polet y Alina, al ver a su rey hicieron una profunda reverencia mientras que los jóvenes príncipes corrían a abrazar a su padre, sin percatarse de que este venía acompañado.
El rey reía mientras los abrazaba.
—Niños, niños, por favor, no estaréis dando mucho trabajo a Polet, ¿verdad? Quiero que conozcan a alguien —El rey extendió su mano para tomar la de la muchacha que lo acompañaba—. Ella es vuestra prima, la princesa Eloísa. Hace mucho tiempo, mi hermano se la llevó al reino de Ormondù para que fuera educada por una antigua sabia y ahora ha retornado a casa.
Eloísa sonrió con timidez e hizo una delicada reverencia delante de sus primos. De inmediato, Meredith admiró en ella toda la gracia y belleza que deseaba algún día, cuando fuera mayor, tener. Su prima, con su pelo rubio y su piel tan blanca, parecía un sol de mediodía. Se sintió cautivada por toda la dulzura que irradiaba, sin poderlo evitar corrió a abrazarla. Eloísa, sorprendida, la abrazó también.
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