Capítulo I: Viajeros al reino de Yriatí
Tenía cuatro años cuando sucedió aquello. Mi época oscura empezó ahí. Por controlar el tiempo y el espacio, magias prohibidas, y haber nacido con una bonita gema azul en mis manos, la gente de mi aldea, inculta, pretendían echarme a la hoguera como si fuera una bruja. Llovía y tronaba mucho. Estaba desconcertada, no sabía qué pasaba, era muy pequeña, pero ya respiraba el peligro de cerca, el olor a muerto y quemado... Deseé que toda esa gente que tenía ante mí desapareciera y fueron tragados todos por el vacío. No llegaron a atarme ni quemarme al poste cuando deseé eso. Y desde ese entonces, he estado sola. Sola doce largos años de mi vida, sobreviviendo como he podido. Con diez años, construí un barco, tanto para ir por aire como por agua y me hice ladrona. De ladrona, pasé a mercenaria, con catorce. Y al final, con dieciséis, soy pirata cazarrecompensas. Una pirata sin tripulación, de momento, pero algo es algo, mejor que nada... Guardo la gema con la que nací y la tengo prendida de la ropa como si fuera un broche. Es mi mayor tesoro y sé que está más seguro si va siempre conmigo. Si nací con ella... estoy segura de que es por algo y algún día descubriré para qué.
Ahora viajo libre por el mundo y he atracado en una tierra salvaje y desconocida para mí hasta el momento. Ordeno unas cosas en mi camarote y salgo. Llevo mapa, bombas de humo, algunas de explosión, mi gema para usar magias si es estrictamente necesario... y bajo a tierra. Apunto unas cosas para añadir luego a mi diario de viaje y camino. A la par que camino, voy creando el mapa, lo más orientativo que puedo. Aquí hay monstruos y animales, no me sorprende... todo este mundo siempre ha sido así.
Este lugar me llamó mucho la atención desde que llegué y quise explorarlo entero. No sé cuánto tiempo llevo ya aquí, supongo que un mes desde que llegué. Solo hay bosque, no veo población de ningún tipo y ya empiezo a hartarme de que esto no deje de ser igual. No hay ni siquiera ríos, ni arroyos... Solo bosque. Cierto día, para mi grata sorpresa, mis pies pisaron barro, más seco que húmedo, pero que resbalaba igual. Arqueé una ceja y seguí la dirección de ese barro. En todo lo que yo llevaba ahí no había llovido. ¿Llovió antes de mi llegada? No, porque de ser así, todo el suelo tendría este aspecto y el suelo que dejé atrás estaba muy seco y repleto de hojas con colores otoñales.
Siguiendo ese húmedo camino acabé por ver un enorme lago extenderse ante mí. Ahora entendía por qué el suelo aquí estaba algo húmedo e iba a más a medida que avanzaba por ese suelo. ¿Cómo cruzarlo? Volví en mis pasos, otro mes a base de acampar y llegué con mi barco. Lo puse en marcha, voló de nuevo y fui buscando el lago ese. Cuando lo ví, bajé y el barco se puso a flotar por el agua. Extendí todas las velas, el viento acompañaba, y me puse a explorar el lago situado en medio del bosque. Era un lago enorme... perdí toda una semana navegando. Hasta que ví algo en el horizonte. Era un punto negro... A medida que fui acercándome, el punto negro pasó a ser una mancha verde. Me pareció ver árboles... ¿Otro bosque? ¿O estaba llegando a otra orilla del lago? Debía ser lo segundo... Cuando atraqué y eché el ancla, bajé al suelo. Caminé por ahí, quizá otra semana, esta vez sin poder comer prácticamente nada, solo cecina seca que guardaba en la saca. Y entendí que este nuevo paraje no era la otra orilla del lago que dejé atrás, pues la primera noche de acampada observé, con asombro y fascinación, que los árboles cobraban un tono azulado, como si fueran de cristal brillando a la par que las estrellas. Aquello era un espectáculo hermoso... Quedé anonadada ante tanta hermosura junta y el primer día de acampada ahí me costó conciliar el sueño. Con el paso de los días, la cecina iba menguando y yo no sabía cazar. Muerta del hambre, para mí fue una bendición encontrar una ciudad perdida de la mano de la diosa. Dos guardias vestidos de negro uniforme, parecidos a unos ninjas me cortaron el paso. Para mi sorpresa, tenían orejitas. No eran humanos. Imponían y parecían muy hostiles. Juntaron sus lanzas ante mis narices en un movimiento muy rápido, lo que me hizo dar un saltito y pegar un gritito.
-¿Quién va? - Dijo uno.
-Identifíquese.- Exigió el otro.
-Ah... Em... Me llamo Gin, soy una simple viajera... Llevo días sin comer y me muero del hambre... ¿Me dejan pasar? - Pregunté.
-Asíque una viajera... Si quieres pasar antes debes pagar peaje por permanecer en nuestros muros y en nuestra ciudad.
-Ay, ¿dinero? Muy bien... ¿Cuánto es?
-Mil quinientas Coronas.
-¿Coronas...? ¿Qué moneda es esa? Yo tengo Eneas...
-¿Eneas? Viajera... ¿No sois elfa?
-¿Eh? ¿Elfa...? No... Soy humana.
-¡Una humana! - Dijeron los dos al unísono.
Pusieron sus lanzas apuntando hacia mí con malas intenciones.
-¡No pasarás...! - Dijo el soldado situado a la derecha.
-Hey...Calma, ¿vale? Que no he venido a hacerle daño a nadie, solo quiero comer algo... Bajad eso... - Respondí, levantando las manos para que vieran que estaba indefensa.
-Si quieres comer, deberás cazar. Hay animales y monstruos comestibles en el bosque. No vamos a dejarte pasar. Y ahora, si lo has comprendido... Fuera. - Concluyeron, volviendo a sus posiciones iniciales.
-¿Qué...? Pero... No sé cazar... ¿Y si lo reconsideráis? - Pedí, con educación.
Sin embargo, esto tuvo un efecto muy contrario. Los guardias se hartaron de mi insistencia y pasaron a la ofensiva para proteger la ciudad que ante nosotros se extendía. Protegían la ciudad de un peligro inexistente, porque yo sólo quería comer... Pero su esfuerzo y dedicación era algo encomiable. Cuando el soldado situado a la derecha levantó su lanza e hizo hacia mí una estocada muy certera, salté y me puse en la parte plana de su arma. Giré allí, en ese escaso sitio y le tumbé de una sola patada en la cabeza. El otro iba a atacar también, pero mientras bajaba al suelo abrí mi abrigo y dejé caer bombas de humo. En el desconcierto montado en un momento, aproveché y corrí a la ciudad. No pudieron ir detrás de mí tan siquiera y me metí de lleno en el mercado. Estaba hasta arriba de gente y pude robar un manto de seda que me puse por la cabeza para disimular mi ausencia de orejitas y alguna que otra fruta que fui comiendo en mi camino de reconocimiento de la ciudad.
Dicha ciudad era enorme y si sus habitantes eran elfos, ello quiere decir que no estaban extintos como aseguraban los textos antigüos. Todo eso aumentaba mi curiosidad por momentos. Estos elfos parecían vivir en paz y armonía los unos con los otros. Aquello era una realidad opuesta a la realidad que mantenían los humanos, gente que siempre luchaba o mataba para obtener todo lo que su egoísmo dictaba... Por alguna razón, yo me sentía muy a gusto ahí.
En cierto punto de mi paseo, ví un enorme puente extenderse ante mí y acababa en un inmenso palacio cuyo estilo arquitectónico era desconocido para mí. Poco a poco, la gente fue juntándose en la entrada del puente y ví abrirse el portón de entrada del palacio.
-¡El desfile real...! - Murmuraban en grupos las gentes del pueblo.
Todo se llenó de júbilo en segundos. Un chico joven vestido con ropas nobles salía de palacio. A su lado iba una chica, vestida también con ropa noble. A estos dos jóvenes les escoltaban doce personas, seis para cada uno, puestos tres a derecha y tres a la izquierda de ambos nobles. La escolta iba también con ropa cara. Desde que vine aquí no he dejado de ver maravillas. Aquellos que lideraban la escolta se parecían mucho en el físico. La gente hizo pasillo y los nobles pasaron de largo. El pueblo vitoreaba y sonreía, agradeciendo algo que yo no llegué a entender muy bien.
-¡Son el príncipe y la princesa...! - Comentaban unos niños cercanos a mí. Les miré.
-¡Gracias por liberarnos del yugo! - Agradecían los adultos.
-¿Yugo? ¿Se refiere al yugo de los humanos de hace siglos...? Pero eso pasó hace ya mucho... - Pensé en voz alta. - Entonces, espera... ¿estos nobles son descendientes de esos salvadores...? - Añadí. De ser así, todo cobraba sentido. Salí de mis pensamientos porque alguien chocó conmigo por detrás, haciéndome perder el equilibrio.
-¡Estás en el medio! - Dijo el extraño al pasar. Parecía ir con prisa, iba arrollando a todo el mundo.
-¿Pero qué...? ¡Será sinvergüenza! - Me quejé. Le seguí. El extraño iba protegido por toda la gente y se dirigía derechito al palacio. Hubo un poco de revuelo, lo que llamó la atención de la realeza.
-¿Qué es ese barullo? - Cuestionó el príncipe, serio. - ¡Abrid paso! -Ordenó a su pueblo. La gente obedeció, pero ya no estábamos ahí.
-¡Oye, chico, no puedes colarte en el castillo porque sí! - Le advertí al extraño que se chocó conmigo. Ahora intentaba burlar los muros del palacio, desde un ángulo que no podían ver los nobles ni el pueblo ni nadie.
-¿Por qué me has seguido, chica? ¡Déjame! - Exigió con urgencia. Tiraba con fuerza del brazo por el que le estaba sujetando.
-No. No puedes entrar ahí. ¿Qué pretendes?
-No te incumbe, entrometida. - Dijo. Con un tirón más fuerte, se liberó de mí. El chico trepó por un árbol y saltó hacia el muro. Una vez en el muro, pasó al otro lado.
-¡Te vas a meter en problemas! - Volví a advertirle. Pero a seguidas yo hice exactamente lo mismo. Árbol, muro, salto e infiltración.
-¡Me has vuelto a seguir...! - Exclamó bajito el chico al girarse y oírme caer.
-Sí, porque es peligroso ir solo.
-¡No te necesito para robar las joyas de la corona!
-Eeh...Conque por eso estás aquí... - Dije, con interés. - Un castillo tiene muchos guardias, ¿en serio podrás tú solo?
-Te equivocas. - Respondió, avanzando. - Los elfos viven en paz y no tienen mucha necesidad de vigilarlo todo. Será sencillo.
-Jugosa información... ¡Entonces esas joyas de la corona serán mías! -Exclamé, avalanzándome hacia la puerta y pasando de largo del chico.
-Ja... Ilusa. Seguro que no conoce el palacio y acaba perdiéndose... O la acaban pillando por no saberse los horarios de los sirvientes.
El palacio era muy grande e iluminado, verdaderamente hermoso. Y sobre todo, desconocido para mí. Había muchos ventanales, todos con vidrieras de tonos claros para hacerlo más luminoso y atractivo a la vista, las paredes de los pasillos estaban decorados con cuadros... ¿Dónde estaría la caja fuerte para robar las joyas de la corona? Seguí avanzando por ahí, muy desubicada y evitando ser vista por la poca gente que trabajaba allí ahora. Supongo que eran sirvientes... Y este palacio era muy laberíntico. En cierta parte de mi andadura por ahí volví a ver al chico de antes y le seguí. Parecía saber moverse muy bien por aquí... Siguiéndole sin que notase mi presencia, llegamos a una puerta. Seguro que era la puerta que daba acceso a la sala donde me esperaban las joyas de la corona. Corrí sin hacer ruido, le adelanté de nuevo y entré primero. El chico, al verme pasar, fue corriendo detrás.
-¡Eh, yo he llegado aquí primero! - Dijo, haciéndome un placaje que nos atascó a ambos en el umbral de la puerta.
-¡Ay, quita, me estoy clavando el marco de la puerta en el brazo! Además,eso es mentira... ¡Yo he llegado primero!
-Sí, claro, siguiéndome. ¡Aparta de mi tesoro! - Exclamó, dando un empujón.
-¡Es MI tesoro! ¡Aparta tú, niño! - Contesté, empujando también de él, para atrás. Por el impulso, él quedó fuera y yo dentro. - Je, je... Está claro que el tesoro real me prefiere a mí. - Comenté, burlona.
-Tsk...- Emitió el chico, cabreado y sacó de entre su ropa una daga.
Se avalanzó hacia mí, con la daga para apuñalarme. Giré y le dí una patada alta a su mano, lo que le hizo soltar la daga. Al caer, la daga hizo ruido y llamó la atención de alguien del palacio. Ese alguien comenzó a caminar hacia nosotros y nos pilló peleando a base de puñetazos y patadas, al chico le sangraba la nariz, a mí el labio inferior.
-¡Hey,¿qué está pasando ahí?! - Escuchamos. La tercera persona nosseparó en cuanto vió lo que ocurría. - ¡Deteneos! ¿Cómo habéisllegado hasta aquí? - Exigió saber el guardia, un hombre joven yesbelto de blanco cabello y ojos azules turquesa.
-Eh...Nosotros... - Balbuceé, mirando para él. El chico me miraba muycabreado.
-Porel momento, sois sospechosos. - Adjudicó el guardia.
Fuimosesposados y llevados a las mazmorras, bajo el palacio. Un sitiohúmedo y mugriento... Puaj. Pero al menos ahí yo no moriría delhambre. Y la comida sería gratis. Siendo optimista le dejé hacer alguardia y me metió en la misma celda que al chico.
-¡Graciaspor encarcelarme, noble guardia! ¡Gracias a usted comeré de gratis!- Le dije, ya metida en la celda. El guardia cerró la puerta. Meignoró el comentario y se fue.
-¿Quépasa contigo? - Me dijo el chico. Me giré a él y le ví sentado enuna esquina de la celda. - No hay nada de bueno en estar aquí...
-¡Claroque sí, te dan de comer y no tienes que pagar nada! ¡Perfecto parapobres como nosotros!
-Perfectopara tí, te corrijo... Este sitio corta las libertades y yo tengocosas mejores que hacer... Rectifico; tenía. Gracias a tí estoyaquí, muerto del asco.
-¡Ja,ja, pues de nada!
-Grr...Estúpida inconsecuente... - Le oí murmurar. Fui con él y me pusedelante de él, tendiéndole la mano. - ¿Uh?
-EsGin, no estúpida inconsecuente. - Le dije. Luego sonreí. - ¿Y tú?
-Raven...- Dijo, mirándome a los ojos. Me dio la mano.
-Encantada,Raven. - Respondí y le levanté. - Vamos a salir de aquí... -Añadí, desabrochándome el abrigo.
-¿Salir?¿Cómo? Creí que querías quedarte aquí a vivir...
-Mentí.No debes creerte todo lo que te dicen.
-Oh...- Emitió Raven, mirando lo que yo hacía.
Abrími abrigo y Raven pudo ver mis explosivos.
-¿Bombas?- Dijo, con sorpresa.
-Sí...- Respondí, con algo de chulería. - Voy a reventar la pared queestá a tus espaldas. Quiero que te prepares para todo, sea bueno omalo, porque probablemente nos toque saltar. Y debes confiar en mí...¿De acuerdo? La confianza es lo más importante. - Pedí.
Raventragó saliva y asintió en silencio. Caminé y puse el dispositivodetonante. Agarré a Raven del brazo y pegamos la espalda en lapuerta de la celda. La pared de enfrente explotó e hizo un boquete.Por la explosión, piedras volaron tanto hacia dentro como haciafuera y nos golpearon, haciéndonos heridas en los brazos, puestospara evitar que esas piedras nos dieran en la cabeza. Tras eso, amboscogimos carrerilla, empezando el sprint desde donde estábamos ysalimos por el boquete. Cuando nos quedamos sin tierra a los pies,saltamos. A nuestros pies había una cuesta que bajamos derrapando alprincipio, hasta que perdimos el equilibrio y acabamos rodando porella, cogiendo polvo y suciedad en nuestras ropas. Y cuando la cuestaacabó y logramos ponernos en pie de nuevo supimos que ya estábamosfuera de ese reino de elfos.
-Genial...Estamos fuera del reino... ¡Mi daga quedó ahí! - Se quejó Raven.
-¿Y?¿Era importante?
-¡Claro!¡¿Cómo esperas que cace ahora?! ¡Moriré de hambre!
-Ja,ja, te dije que era mejor quedarse ahí...
-¡Muygraciosa...! - Dijo Raven, caminando, no sé a dónde. Quizás abuscar su daga...
Meencogí de hombros y caminé en otra dirección, buscando un río yun buen sitio para acampar. Tenía la intención de pescar peces derío, pero tardé una semana o así en encontrar el dichoso río. Conun palo afilado, intenté pescarlos, pero no tenía éxito alguno...Desanimada, volví a mi campamento y allí ví a Raven otra vez,asando un conejo aprovechándose de mi hoguera. Hacía días que nolo veía y me acerqué a él.
-Esahoguera es mía, así que el conejo que está en mi hoguera es míotambién... - Pronuncié. Raven giró la cabeza y me vio.
-Lohe cazado yo con la daga nueva que logré robar... No voy a darte miconejo. Ve a morirte de hambre lejos de mí, caradura.
-¡Esmi hoguera y es mi conejo! - Exclamé, cabreada. Tenía mucha hambrey ya agonizaba. Y eso afectaba a mi humor de forma negativa.
-¡Quelo he cazado yo! - Dijo.
Empezamosotra pelea. A ambos nos rugían las tripas. Con la disputa, el conejose iba quemando por momentos. Paramos de darnos golpes cuando olimosa carne quemada.
-¡Noo!¡Mi cena! - Exclamó Raven, horrorizado.
Cayóde rodillas al suelo ante la hoguera, se le caían las lágrimas alver al conejo quemado y no comestible... Me acerqué a la hoguera yme senté al lado de Raven.
-¡Tú...!- Me dijo, como acusándome.
-Voya salvar la cena... Debes compartir conmigo. Yo también tengo muchahambre... ¿Hay trato? - Dije.
-¿Salvarla cena? ¿Cómo?
-Así.- Respondí.
Migema azul se puso a brillar y me centré en darle atrás al tiempo,sólo centrado en el conejo. La piel demasiado quemada se fue yendo,adquiriendo un colorcito dorado muy apetecible de hincarle el diente.
-Pero...¿Cómo...?
-Comey no preguntes. Mitad para tí, mitad para mí... ¿Bien? - Le cortéde preguntar y partí al conejo más o menos por la mitad.
Nospusimos a comer, callados. Tras acabar, el humor en ambos mejoró.Raven se tumbó boca arriba, con las manos entrelazadas tras la nucay los dos contemplamos las estrellas en el firmamento, solo que yoseguía sentada.
-¿Quévas a hacer mañana, Gin? - Me preguntó.
-Probablementevolver a mi barco y largarme de este paraje para seguir descubriendomundo...
-¡¿Tienesun barco?!
-Sí...Pero viajo sola. No tengo tripulación... - Confesé, sonriendo contristeza. Raven me miró.
-Esoes lo de menos... Conocer mundo debe ser estupendo. Yo me crié eneste bosque o en una ciudad de esas que rodean al reino...
-Perono eres elfo...
-Fuicriado por uno... Pero ocurrió algo y... Y no quiero hablar de ello.La daga que quedó en el castillo era el único recuerdo que mequedaba de él...
-Oh...Entonces, sí que era importante... Vaya, lo siento mucho... - Dije.Me quedé callada un momento. - Lo tendrán con el resto de armas,seguro. ¿Y si nos volvemos a colar allí y lo recogemos? - Propuse.
-Estásloca.
-¿Acasotú no? - Pregunté, mirándole. Raven esbozó una sonrisa.
-Sí...- Respondió. De un impulso se puso en pie. - Me gusta tu plan.Pongámoslo en práctica ahora, hay una ciudad cerca y todascomunican por puentes con el castillo... Siendo de noche será mássencillo.
YRaven caminó. Y yo le seguí. Y aquí empezaba una verdaderaaventura que cambiaría el destino de todo un mundo. Sin embargo,esto solo era el principio del viaje... ¿Qué nos deparará elfuturo? ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos y a dónde vamos?¿Somos nosotros quienes decidimos cómo vivir o es el destino el quenos guía? Y lo más importante... ¿Qué es el tesoro real de lafamilia Yriatí?
-FIN-
¡Hola! Podéis dejar comentarios, votar... Gracias y hasta el siguiente capítulo. Un saludo.
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