Parte 2: Recuerdos
-Somos el viento, el viento del Norte para ser exactos ¿Ya te has olvidado de nosotros?
Tras oír esas palabras mi mente chasqueó. Lo recordaba todo.
- ¿Qué queréis de mí? -dije aún conmocionado.
-Necesitamos tu ayuda Elrik, necesitamos que vuelvas.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal.
-Hace tiempo que estoy retirado. De hecho nunca estuve realmente "dentro".
-Desde el momento en el que te elegimos has estado dentro- una voz grave y áspera tomó la palabra esta vez.
Las volutas de humo se agitaron con violencia y se acercaron más a mí.
De repente, un gélido susurro detrás mía.
-Elrik, hijo, tienes que ayudarme.
Esa voz me resultaba demasiado familiar, me di la vuelta lentamente.
Vi a mi padre. El dolor comenzó a brotar en mi cerebro, cual parásito, intentando infectar todo mi cuerpo. Lo miré de arriba abajo, incrédulo. Sus pupilas reflejaban la ternura con la que sólo él podía mirarme. Llevaba la misma chaqueta de cuero negro y los mismos pantalones vaqueros desgastados...
Entonces me fijé mejor en su cuerpo. Una especie de halo azulado delineaba su figura, brillando con timidez.
Acallé a duras penas ese virus de sufrimiento que me había tomado como huésped y martilleaba mi cabeza.
-No eres mi padre- dije con la mayor firmeza que fui capaz.
Segundos después la figura que se hallaba ante mí borró toda expresión de su rostro y comenzó a deshacerse en volutas de humo azules, sin dejar de mirarme.
La rabia golpeó mi pecho, me pitaban los oídos y comenzaba a sentirme mareado.
- ¿Qué coño estáis haciendo? No vais a conseguir manipularme.
-Nuestros hermanos están desapareciendo Elrik, la magia se desvanece. Algo oscuro y muy poderoso se está gestando en las entrañas de la ciudad, tienes que averiguar qué es.
Aquel aire extraño se acercó a mi brazo. Tan pronto como rozó mi piel el frío me invadió desde el hombro hasta los dedos, congelando los huesos y helando mis venas. Apreté los dientes e intenté alejarme a rastras, pero el hielo comenzó a resquebrajarse.
-Lo lleváis claro si pretendéis asustarme usando el frío- escupí con tono desafiante.
Los vientos volvieron a acercarse a mí. De súbito un escalofrío recorrió mi brazo derecho. Y sonó otra voz, una voz tan dulce como la miel, salvaje como el bosque, fuerte y decidida.
-La luna está preciosa hoy, ¿Verdad Riky?
Sólo una persona me llamaba así. Aquello no podía estar pasando, giré lentamente la cabeza.
Y allí la vi, mirándome con su expresión risueña, con la dulce inocencia de un niño.
-Elena...- susurré.
Levanté la mano con cuidado, tratando de acariciar su mejilla. Pero cuando mi mano se acercó a su rostro la imagen se deshizo en humo, dando paso a un nuevo retrato.
Volvía a ser Elena, tirada en el suelo. Un grotesco tajo cortaba su vientre, haciendo que la sangre brotara de su estómago tiñendo el hielo de rojo. Me miraba aterrorizada.
- ¿Por qué lo has hecho? - fue un gemido apenas audible, que retumbó en mis pensamientos amplificado mil veces.
De nada servía intentar decirme que aquello no era real. Bajé la cabeza completamente destrozado, las lágrimas rodaban por mis mejillas.
-Matadme de una vez- dije con la voz quebrada.
El mundo me daba vueltas, los oídos me pitaban y la cabeza me punzaba.
El viento volvió a tocarme. Noté como el frío invadía mi cuerpo, pero ya nada importaba, solo podía pensar en Elena.
En ese momento empecé a escuchar todo tipo de voces dentro de mi mente:
"Me has decepcionado, hijo" ..." No vuelvas a hablarme nunca más "..."Rata asquerosa" ... "Borracho de mierda" ... "Psicópata, asesino".
No pude aguantarlo más. Me levanté y comencé a correr, con el hielo rompiéndose a mi paso. El viento intentaba agarrarme, se arremolinaba alrededor mía congelando y entumeciendo mi maltrecho cuerpo. Pero yo seguía corriendo.
Me encontraba a escasos metros de tierra firme, pero cuando di el siguiente paso el hielo ya se había roto. Caí al agua y una roca me golpeó la sien.
Me quedé allí, con medio cuerpo dentro del agua y medio cuerpo fuera, sin conocimiento, con todas aquellas voces retumbando en mis pensamientos.
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