Parte 1: Frío
Poco a poco fui abriendo los ojos. No recordaba nada en absoluto, sólo tenía una sensación en la mente, la misma que había sentido antes de desmayarme y la misma que sentía en aquel instante: Frío, un frío húmedo y desgarrador.
Comencé a levantarme. Mis rodillas temblaban y la nieve blanda solo hacía más difícil la tarea de intentar mantener mi precario equilibrio.
Conseguí ponerme en pie y miré a mi alrededor.
Era de noche, me encontraba frente a un pequeño lago cubierto por una fina capa de hielo, que parecía resquebrajarse lentamente con el peso de mi mirada. Levanté la cabeza y vi la luna, completamente llena y demasiado cerca de los árboles de aquel bosque. Parecía rozar con sus mejillas gélidas las copas más altas, parecía contarles cómo había recorrido todo el mundo, cómo había visto reflejada su fría hermosura en las cálidas y mansas aguas del mar y cómo, con su caricia helada y acogedora, había conseguido dormir a los bebés más llorones de los pueblos lejanos.
El viento empezó a soplar. Al principio una ligera brisa que acariciaba mis brazos desnudos, después un viento algo más fuerte que agitaba mi ropa y me removía el pelo. Pero poco apoco fue empeorando, y con rapidez se tornó fuerte y violento. Las ramas que había a mi alrededor crujían y se levantaban del suelo, las copas de los arboles más débiles se retorcían y agitaban con fuerza. Al final, la brisa se había convertido en un vendaval que tiraba de mí con violencia y me quemaba la piel. Intenté aferrarme a la nieve con todas mis fuerzas, pero el viento me arrastraba hasta la fina capa de hielo.
Segundos después, me vi a mi mismo en medio del claro, con los dedos entumecidos de aferrarme a la nieve y la espalda congelada, encima del hielo intentando luchar contra el viento. Sin previo aviso el vendaval se detuvo, y escuché una voz, un silbido entre las hojas, un susurro al lado de mi oído:
- No te muevas o el hielo se romperá- una voz fuerte e imponente habló.
Me quedé un rato quieto mirando de un lado a otro. No veía a nadie.
- ¿Quién eres? - pregunté, con voz ronca.
-Querrás decir quiénes somos. Somos varios y a la vez uno solo- esta vez era una voz melodiosa, cargada de misterio.
-De acuerdo ¿Quiénes sois?
En ese momento me fijé en algo en lo que no había reparado hasta entonces. Alrededor mía se arremolinaban volutas de humo de color azulado, formando figuras danzantes y cambiantes enzarzadas en un eterno baile. Se alejaban y acercaban, se retorcían y estiraban sin desaparecer nunca del todo.
-Somos el viento.
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