UNO: Huesos malditos

Después de unas cuantas horas de dormir prácticamente despatarrada encima de aquel hermoso cantinero italiano de casi dos metros de estatura, la joven rubia despertó sobresaltada y se asomó por la ventana junto a la cama. Sabía que Wallace no había llegado aun al Santuario Aquilae porque él era quien la llamaba de madrugada, así que tenía unos minutos para retozar junto a ese muchacho que la complació toda la noche antes de encontrarse con su cofrade.

"Esa piel bronceada es una obra de arte", pensó ella mientras lo recorría con la mirada. "Lástima que él no pueda quedarse aquí por mucho tiempo."

La rubia se sentó a los pies de la cama y se recogió el cabello. Iba a comenzar a vestirse cuando sintió que su compañero de travesuras se acercaba a ella y le plantaba un cariñoso beso en el hombro.

Buongiorno, mia regina —dijo el bellísimo hombre con su voz profunda. Ella sonrió—. Prometiste que me contarías en el desayuno cómo perdiste tu ojo.
—Aun está muy temprano como para desayunar y hablar de eso —la Aquilae se dio la vuelta para besarlo—. Además, no me has dicho tu nombre.
—Hicimos un trato anoche —el italiano le dedicó una mirada tan dulce, que Erika no pudo evitar sonrojarse—: si me decías primero el tuyo, luego sabrías el mío.
—Está bien —ella suspiró—, mi nombre es Erika...

"¡STRAUSS!"

La rubia escuchó el grito de Wallace proveniente del vestíbulo del Santuario y de inmediato le hizo una seña al muchacho para que se levantara de la cama.

—Soy Matteo Ferraro. —ella le tendió la mano con un poco de apuro. Él la estrechó mientras la miraba confundido.
—Eres un encanto, Matteo Ferraro —Erika no mentía al decir eso, pero quería sacar al italiano de la habitación lo más rápido posible—. Tienes que vestirte y salir de aquí ya mismo.
—¿Eres casada? ¿Por qué no me...
—No, ¡jamás lo seré! —ella lo interrumpió—. Él es un amigo, pero no puede verte en mi cama. Eres muy hermoso y él va a querer juguetear contigo también. —Matteo la miró asustado.
—¡¿QUÉ?! —la rubia asintió.
—Digamos que es de gustos... particulares. Y yo quiero tenerte solo para mí, así que es mejor que no sepa que existes.

De un salto, él se levantó de la cama y se puso pantalones. Luego tomó el resto de la ropa y fue hacia la puerta. Erika lo agarró del brazo para evitar que saliera.

—¿Qué demonios haces? ¡Sal por la ventana!
—Erika, está haciendo mucho frío... ¿de verdad tengo que irme?

Unos pasos se oyeron en la escalera. Wallace Amery se acercaba a la habitación.

—Cariño, te prometo que si te vas por la ventana, nos veremos de nuevo hoy en la noche antes de irme a la India. Toma —ella levantó sus pantaletas del suelo, se las lanzó a la cara y le guiñó el ojo—, para que me recuerdes.

Él tenía toda la intención de obedecer, pero cuando intentó abrir la ventana un par de veces, ésta no cedió. Wallace abrió la puerta de la habitación de Erika en el momento justo para encontrarla sola, enrollada en las cobijas y con la cara cubierta. Él le dio un par de golpes con su zapato a una de las patas de la cama para hacer que su amiga se volteara.

—¿Ya amaneció, Wallace? —él se encogió de hombros.
—¿Desde cuándo duermes con el parche puesto? —Erika se lo quitó rápidamente y lo puso sobre el nochero.
—Olvidé quitármelo cuando llegué de la taberna —respondió con desgano—. ¿De verdad necesitas que te acompañe hoy?
—Lo prometiste, Ricki. Logré convencer al sepulturero de que me diera alguno de los huesos antes de deshacerse del resto. Los Serpens están empecinados en negar que Watson está muerto y van a hacer lo que sea para que nadie se entere. Prefieren decir que está desaparecido y no darle una sepultura apropiada, son bastardos hasta con sus congéneres.

Erika se sentó y fingió un bostezo. Luego tomó unas cosas y se arregló para salir con Wallace, quien se quedó esperando un rato sentado en el sillón, pues faltaban unos minutos para que Charlotte los llamara a desayunar. Una vez la rubia estuvo lista, ambos salieron de la habitación y bajaron al jardín.

—Strauss... —dijo Wallace.
—Amery...
—¿Cuánto tiempo más tengo que ignorar al cantinero bajo tu cama?

A la Aquilae Magister se le escapó un suspiro. De verdad intentó evitar que Wallace se diera cuenta de su presencia, pero no por las razones que le había dado a Matteo.

—El mismo tiempo que tendré que esperar hasta que admitas que trabaste la ventana a propósito para que él no pudiera irse.
—Ricki, tienes que dejar de sacarlos por ahí. Ya es suficiente con que les borres la memoria cuando se van del Santuario, ¡dales una despedida digna!
—Es lo suficientemente digna, déjame tranquila o me quedaré con él en la cama todo el día en lugar de acompañarte. Además, no le borraré la memoria sino hasta hoy en la noche. De verdad me gusta este chico, dice que soy su reina, pero parece que...
—Le dice eso a todas, ¿verdad? —Erika levantó las cejas y asintió—. ¿Aun así lo verás de nuevo?
—Wallace, es como si Balder hubiera aparecido en Midgard, ¿cómo tengo que explicártelo? —la Aquilae remató con un puchero que le sacó una risa a Amery.
—Está bien, pero no seas tan desgraciada. Dile a Charlotte que lo saque de allá y le dé algo de comer.

Erika debía ser justa, así que hizo lo que Wallace le pidió antes de subirse al carruaje que los llevaría a ambos al Cementerio de Highgate. Los dos caminaron hacia la entrada donde se encontraron con un Aquilae Magister mayor que ellos llevando consigo una bolsa de tela junto con un ramillete de rosas rojas y amarillas recién cortadas. El par de jóvenes lo saludaron con un abrazo.

—Buenos días, Archie. —dijo Erika.
—Padre... —saludó Wallace—. Hoy es un día especial.
—Sí que lo es —Archibald se quitó el sombrero y les indicó con una seña a sus cofrades que avanzaran dentro del cementerio—, logramos acabar con el miserable Serpens que nos dejó sin Catherine. Por fin va a descansar en paz después de quince años...

Los tres caminaron hasta una de las criptas que se levantaban en el camposanto donde el sol comenzaba a brillar sobre las blanquecinas estructuras de piedra. Archibald dejó la bolsa en el suelo y puso las rosas sobre la lápida de Catherine May Amery.

Wallace tenía seis años cuando Callum Watson irrumpió en la pequeña cabaña donde su familia vivía tranquilamente en las afueras de Londres y utilizó un arpón para atravesar el pecho de Catherine, quien se interpuso entre el Serpens y el niño para evitar un infanticidio. Wallace se escurrió por una pequeña ventana para buscar ayuda, pero cuando alguien pudo acompañarlo ya era muy tarde y su madre se había desangrado, pues en ese momento no tuvo contacto con su Artificium Menor.

Gracias a la descripción que su hijo había podido darle, Archibald logró deducir la identidad del asesino de su esposa en segundos, pero Watson se escapó por muy poco junto con sus hermanos. Los Amery hallarían su venganza quince años después en una operación de infiltración tan delicada, que requirió ayuda de la facción germánica para poder completarse. Erika Strauss fue una pieza clave en el éxito de la misión y se tomó el triunfo tan propio como Wallace y Archibald, pues le costó un ojo y varios meses sin poder volver a su patria natal.

—Cat, amor mío... —murmuró Archibald con un par de lágrimas en los ojos—, prometí que te traería su cabeza y eso hicimos como un equipo. Has pasado demasiado tiempo en el Purgatorio.

Wallace se hincó frente a la tumba de su madre y vació el contenido de la bolsa de tela sobre la misma: un cráneo amarillento con la marca de un disparo en la frente que alguna vez fue parte del cuerpo de Callum Watson. Una especie de hilos luminosos envolvieron la pieza ósea adhiriéndola a la lápida con fuerza, y las letras en la misma brillaron con un tremor rojizo antes de esfumarse. La muerte de Catherine Amery había sido vengada.

Archibald, Wallace y Erika sabían defenderse tan bien, que eran de los pocos Aquilae que podían caminar libremente por Londres sin temer por sus vidas, además de que ningún Serpens se acercaría a aquel grupo pretendiendo hacerles daño y esperar salir ileso. Los tres pasaron el resto de la mañana y parte de la tarde recorriendo con tranquilidad el Puente de Westminster y parte de los alrededores hasta que se sentaron en las bancas de un modesto parque.

—Wallace, quisiera entregarte algo. —dijo Archibald rebuscando en los bolsillos de su abrigo y sacó una diminuta caja de terciopelo negro. Su hijo la recibió, y al abrirla vio en ella un anillo liso de oro blanco con el símbolo de la Cofradía de Aquilae grabado en su interior. El muchacho entendió todo de inmediato.
—¿Es el de mamá? —su padre asintió.
—A ella le habría encantado que lo tuvieras para dárselo a quien se gane tu corazón.
—Es bueno que se lo hayas entregado después de que saqueamos la casa de Watson, Archie —replicó Erika dándole un vistazo rápido—, así no va a terminar en una casa de empeño después de que Wallace lo vendiera para conseguir cervezas.
—Cállate, Ricki. Yo no haría eso con un Artificium Menor, mucho menos con el de mi madre. —dijo Wallace.
—Vale, te creo. Cuídalo bien y cásate con alguien que lo merezca —respondió la rubia para luego ponerse de pie—. Ya es suficiente de regaños, ¿quieren acompañarme a la taberna de Clarence?
—Yo paso —explicó Archibald—, debo ir a casa de Dexter por unas cuantas cosas antes del viaje. Pueden ir ustedes un rato si gustan.

Erika y Wallace pasaron la tarde en dicha taberna conversando sobre lo que haría ella en el viaje que estaba a punto de efectuar junto con su compañero: la meta en la India era rescatar a varios Aquilae Inceptor junto con el Orbe de la Trimurti, el Artificium Capital que la Cofradía resguardaba en Calcuta.

—¿Estás seguro de que no quieres ir con nosotros? Londres estará un poco más tranquilo ahora. —el Aquilae Magister negó con la cabeza.
—Sabes que me aburre viajar por tanto tiempo, Ricki. Creo que podría ir a ganar unas cuantas libras en las peleas clandestinas o cazar algunos Serpens que estén por ahí.
—Cuida que esos trogloditas no te rompan la nariz, es muy bonita como para recibir ese tipo de daño —la rubia finalmente se levantó de su silla—. Está oscureciendo, buscaré a Matteo para juguetear un poco con él antes de irme.
—Nos vemos en seis meses —Wallace le dio un sorbo a su Stout—, ¡feliz viaje!

Antes de atravesar la puerta de la taberna en camino al Santuario, el único ojo funcional de Erika se encontró por un instante con la mirada de una hermosa chica que llevaba un vestido verde brillante, el cabello rizado del color de la noche y pecas dispersas en su adorable rostro. En la mano sostenía una jarra de cerveza lista para servir en las mesas cercanas, y cuando ambas se cruzaron sonrieron disimuladamente como si tuvieran certeza de algo que el resto del mundo ni siquiera podía imaginar. Rápidamente, la rubia dejó el lugar sabiendo que a su mejor amigo no le faltarían distracciones en Londres. Él iba a estar perfectamente bien.

Cordell entró corriendo al estudio de Electra junto con Zahara después de buscar a Jenny por todos los sitios que ella frecuentaba en Woodheim sin encontrarla. La vieron con un Artificium Capital en su mano y con los ojos completamente oscurecidos, como si estuviera en una especie de trance.

—Dios mío... Jenny, ¿qué demonios haces? —el muchacho corrió hacia su hermanita, pero su novia lo agarró del brazo para detenerlo.
—Déjala, amor... no la saques de forma tan violenta, ella está bien —el muchacho obedeció—. Está protegida, mira su cabello.

Entre las intrincadas trenzas que Zahara le había hecho un par de días antes, una pequeña horquilla dorada se asomaba, la misma que brillaba con unas cuantas chispas de color naranja que daban cuenta de la protección que la joven indicó, así que Cordell no tenía nada de qué preocuparse, pues aquel diminuto elemento era uno de los tantos Artificiums Menores que Electra resguardaba.

La dueña de casa apareció en la habitación con una cafetera en la mano y sonrió al ver que, aparte de Jenny, había un par de visitantes más. Llevaba mucho tiempo sin tener tanta vida social.

—¡Chicos! Qué bueno verlos aquí. ¿Quieren café? —la pareja asintió con una sonrisa. El que hacía Electra era especialmente delicioso.
—Lec, ¿cuánto tiempo lleva Jenny aquí? —preguntó Cordell. La Aquilae Immortalis apretó los labios y miró al techo antes de responder.
—Hoy vino antes de las siete, en la última semana ha estado escudriñando bastante en mi estudio desde la madrugada.
—Lo siento mucho —avergonzado, el muchacho se cubrió la cara con las manos—. Tiene que regresar a la escuela rápido cuando pase el verano, no puede ser tan entrometida y venir aquí cada vez que quiera.
—Por mí no hay problema, Dellie —dijo Electra con una sonrisa—, podría haber estado con otro tipo de gente y en lugar de eso prefirió saciar su sed de chisme, no tienes que preocuparte. Yo estaré pendiente de ella.
—Gracias, Lec. Ya no se me ocurren excusas para inventar a mis padres cuando se dan cuenta de que sale en la mañana y vuelve en la noche.
—Diles que está haciendo voluntariado aquí —le sugirió la mujer—, técnicamente su tarea es organizar archivos. Son archivos mágicos, pero está haciendo reconstrucción de hechos importantes para los Aquilae y en algún momento iba a necesitarla.

Los ojos de Jenny volvieron a tomar su color de siempre. Aquella sesión con el extraño Artificium Capital había terminado.

—Zahi, nunca había sentido tanto amor por el chisme como en este momento. —dijo la adolescente. Cordell ahogó una risa breve.
—¿Superó el reencuentro entre Asteria y Wallace? —preguntó Zahara. La joven negó con la cabeza.
—Fue una historia deliciosa, maravillosa y la repetiría miles de veces si pudiera porque ver a ese par de chicos tan enamorados es un sueño. Pero... tienes que conocer a Erika. Es genial.

La chica se acercó a Jenny y le quitó la diminuta horquilla dorada del cabello.

—¿Es el Artificium Menor de Erika Strauss? —la adolescente se encogió de hombros.
—Qué bueno que lo dijiste tú. Así no vas a regañarme porque sabes que ese chisme es gordísimo. Ella fue quien dejó a Callum Watson con los huesos malditos, era tan malvado que ni siquiera en el infierno lo querían. Vas a verlo desde el principio, ¿o quieres que te lo cuente?

Zahara se sentó en el sillón y tomó los Artificiums que Jenny usó para ver desde el inicio aquel fragmento histórico. Habiendo conocido a Wallace y su relación con aquella Aquilae germánica, ni de broma se iba a perder semejante historia.

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