SEIS: No sabes nada

La curiosidad y perspicacia de Rowan eran cosas que su tía Apple siempre estimuló y animó para que se convirtiera en un gran hombre y lograra salir de la dura situación que la familia Daly vivía en Irlanda. Aquel infante era su motor de vida junto con su hermano Fergus y su cuñada Moira, eran muy unidos y les encantaba pasar tiempo juntos, así que cuando se mudaron de ciudad, esa unión no podía romperse.

Después de ganar una pequeña fortuna en apuestas de caballos, Fergus, el hermano de la irlandesa, se vio obligado a dejar su país de origen por unos cuantos malentendidos con personas que deseaban robarle, por lo que decidió evitar a gente sin escrúpulos para proteger a sus seres queridos y se propuso comenzar de nuevo en Inglaterra.

Si había alguien que conocía bien a su tía era aquel pequeño con la cara salpicadísima de pecas y los ojos más verdes que el sombrero de un duende, por eso Erika no se sorprendió cuando llegó a casa de Apple y el niño decidió tomar distancia de su persona favorita.

—Tú no eres mi tía manzanita —dijo el pequeño una vez estuvo a solas con Erika—, tienes su cara, pero no eres ella. ¿Dónde está ella?
—Vaya, Apple tenía razón cuando me explicó que sería imposible engañarte —replicó la germánica mientras se sentaba a los pies de la cama de Rowan—. ¿Puedo preguntarte cómo lo notaste?
—No lo sé, solo lo sé —él se encogió de hombros—, mi tía manzanita es diferente.
—Puedo explicarte por qué tienes esa sensación, pero tendremos que esperar un ratito. ¿Tienes miedo? —el niño sacudió la cabeza de lado a lado.
—De ti no. Pareces una chica buena, pero tienes un acento raro. ¿Eres rusa?
—No, amiguito... soy de la Confederación Germánica y me llamo Erika —la rubia le sonrió al pequeño y él lo hizo de vuelta—. Tu tía manzanita está bien, solo me prestó su cara para arreglar un problema de adultos y me hizo prometer que te cuidaría mucho para que nada malo te pase.

Moira entró a la habitación con una bandeja de comida para Rowan. La puso en el mesón y se fue luego de hablar con la que creía era su cuñada para asegurarse de que el pequeño cenaría bien antes de dormir.

—Es increíble —dijo él—, ¿la tía manzanita te enseñó a hablar como ella?
—No fue lo único que me dijo —la joven sacó una barra de chocolate y se la dio al pequeño—, también me contó que adoras los dulces y que mamá no puede saber que te la di.
—¡Gracias! Esta es riquísima.
—Después de la cena, señor —Erika lo detuvo cuando empezó a abrir la envoltura de la barra—. Y no te la comas muy rápido para que no te duela la panza.

Erika, siendo temporalmente la tía de Rowan, tomó la bandeja y se encargó de que el pequeño comiera todo lo que su madre había preparado para él. Una vez hubo terminado, él tomó un pedazo de la barra de chocolate, lo partió en dos y le ofreció a la germánica, quien aceptó con agrado. Unos minutos más tarde los alarmó un golpeteo en la ventana, y cuando se asomaron pudieron ver que Apple, la verdadera, estaba lanzando pequeñas piedras contra el cristal para hacer que alguien se asomara. Erika le ayudó a escalar hasta que logró entrar, y tras ella entró Archibald con bastante facilidad. Rowan parecía confundido en un principio al ver a dos mujeres con la cara de su tía, pero cuando Apple se quitó la Túnica de Loki para que Erika recuperara su apariencia, sin entender muy bien lo que veía, sonrió.

—¿Es magia? —preguntó el niño. Erika asintió.
—¿Quieres que te contemos entre todos una historia para dormir? —dijo Apple, sabiendo que su sobrino diría que sí al instante.
—¡Por favor! Prometo no decirle nada a nadie si me cuentan todo.

Emily y Alice se quedaron embelesadas mientras veían a Wallace dormir en uno de los bancos de piedra del jardín. Parecía el principio de una resaca terrible, y las hermanas lo confirmaron cuando el sol se asomó por entre las copas del árbol del Santuario e iluminó el rostro del Aquilae de una manera que él consideró tremendamente agresiva. Despertó sobresaltado, y de inmediato Emily usó su parasol para cubrirlo de aquella luz tan brillante.

—Alice... —murmuró él.
—Emily —lo corrigió la niña—, Alice es mi hermana.
—Disculpa, no te veo bien —Wallace se sentó—, ¿qué hora es?
—Son las nueve, llegaste hace un rato y casi te golpeas contra el árbol. ¿Estás bien?
—Creo que sí, pero el hombro me duele un poco.

Alice soltó un grito de estupefacción cuando Wallace se quitó la camisa y vio un enorme caballo tatuado en el pecho y parte del hombro del Aquilae, que claramente había sido hecho la noche anterior por lo enrojecido que se veía. Él, sabiendo que no podía dar reversa a aquello, se llevó las manos al rostro, apenado.

—Wallace, ¡es un tatuaje! —exclamó Alice, consternada—. ¡TE HICISTE UN TATUAJE!
Shhhhh, ¡hablas muy fuerte! —dijo él—. Baja la voz, por favor...
—Pero...
—Por favor —Wallace la interrumpió tomándola de la mano, a lo que la niña soltó un suspiro—, ¿puedes hacer silencio? No me estoy sintiendo bien.
—Vale, lo siento —replicó ella—. ¿Quieres que llame a Charlotte? Necesitas comer algo.
—Si no es mucha molestia...

Complacida por aquel pequeño toque de manos, Alice corrió a la oficina de Charlotte mientras su hermana se quedaba junto a Wallace con el parasol abierto. A Emily se le hacía muy curioso verlo así, pues casi nunca se dejaba sorprender de sus cofrades en aquellos escasos momentos de debilidad, así que, lejos de deleitarse con lo que pasaba, la niña se compadeció de él y no lo dejó a merced del sol hasta que la enfermera llegó a regañarlo, chocando estridentemente un par de ollas metálicas de la cocina para obligarlo a levantarse.

—Wallace Amery, ¡VETE DE AQUÍ! —la pelirroja siguió chocando las ollas, haciendo que él tuviera que ponerse de pie rápidamente. Aquello lo hizo tambalearse.
—Charlie, ¡por favor para! Me estás matando.
—Y por cada queja voy a ser más ruidosa para que me oigas hasta en tus sueños. ¡Ve a dormir esa resaca en tu cuarto! Y báñate con agua fría, ¡hueles como si hubieras tenido sexo en el Támesis!

Wallace se tomó un par de minutos para respirar hondo y subir a su habitación con calma mientras Charlotte lo miraba aparentemente enojada. Después de ver que el muchacho no la estaba pasando tan bien, fue a la cocina y le preparó un caldo de pollo. Ella lo conocía lo suficiente como para saber que había tomado otra decisión estúpida motivada por la soledad, y aquello le preocupaba. Era cuestión de tiempo que él se hiciera daño físico grave otra vez por andar de imprudente.

La enfermera llevó la comida a la habitación de Wallace y lo encontró con la almohada sobre su cabeza, pues la luz del día se le estaba haciendo insoportable. Ella cerró las cortinas para apaciguar un poco la molestia y se sentó en el sillón junto a la cama a esperar que el Aquilae probara bocado.

—Wallace, no me voy de aquí hasta que te vea comiendo. —él se sentó y resopló un par de veces antes de echarle mano a la cuchara.
—Gracias, Charlie —dijo Wallace después de probar la sopa—. ¿No me vas a regañar más?
—¿Para qué? Ya lo hará tu padre cuando vea que te tatuaste como un maleante.
—Supongo que me lo merezco, pero valió la pena.
—¿Al menos tuviste suerte? —el Aquilae asintió.
—Lo último que recuerdo fue al tatuador diciéndome que si lo dejaba picarme con la aguja, él se dejaría picar de vuelta con algo más grande. —la enfermera levantó la mano para que Wallace dejara de hablar.
—Ya es suficiente de dar detalles —ella suspiró—. Jovencito, estoy preocupada por ti. Me estás haciendo recordar el incidente del láudano. El que Erika alegó hasta el cansancio que había sido un accidente...

Wallace tenía dieciocho años cuando intentó quitarse la vida por una decepción amorosa. Creyendo que Charlotte no se daría cuenta, robó una cantidad importante de láudano del equipo médico de la enfermería y lo mezcló con agua caliente antes de ingerirlo. Erika, que en esa época estaba de visita rápida en Inglaterra, lo encontró tirado en el suelo de su habitación en medio de un charco de vómito sin respirar y con los ojos vidriosos. De inmediato puso a su mejor amigo en contacto con el reloj de bolsillo que tenía como Artificium Menor para detener lo que estaba pasando en su organismo y buscó a la enfermera para que lo atendiera.

Después de estar inconsciente por un par de días en los que Erika se quedó junto a Wallace y no permitió que nadie más se le acercara, él despertó. Ella sabía que su mejor amigo no se había causado aquello porque sí y no iba a juzgar el comportamiento del muchacho, dejaría que él se desahogara con ella si lo consideraba apropiado. Cuando pudo hacerse entender, Wallace no dijo nada: le mostró a la rubia una invitación que le habían entregado para el matrimonio de Roland Strauss con alguien de la alta sociedad alemana, cosa que lo rompió. Su primer amor se casaba... con una mujer.

Erika vio aquella tarjeta y de inmediato la rompió, presa de la indignación. Sabía de sobra que su padre, Stefan, había anunciado el matrimonio de Roland e Irma verbalmente en una reunión y que las invitaciones por escrito no fueron necesarias. La que Wallace había recibido era la única, intencionalmente hecha y entregada con el fin de hacer que el Aquilae se enterara de la noticia.

Lo que menos necesitaba él en ese momento era un regaño por parte de su padre, solo importaba que su mejor amiga lo acompañara sin juzgarlo. Erika sabía lo mucho que Wallace quería a su hermano y lo más que le fastidiaba a Stefan que su único hijo hombre hubiera nacido homosexual. Era cierto que no solo entre los Serpens había malas personas: el líder de la facción germánica de la Cofradía era un indigno representante de la misma.

La joven se deshizo en explicaciones con Wallace para que supiera que aquel era un matrimonio arreglado porque Irma, la joven que había sido elegida como esposa de Roland, también era homosexual y entre Erika y su madre habían ideado el plan de casarlos para que Stefan no volviera a cometer la insensatez de usar un Artificium Capital e intentara cambiar las preferencias sexuales de su hijo, pues dichos artículos no habían sido creados para eso. Él estaba seguro de que había funcionado, pero la madre Annika y la hija sabían que era algo imposible, por lo que ellas se encargaron de que el padre no siguiera hostigando a su hijo y creyera que había sido exitosamente "convertido".

Sin embargo, Erika no pudo ocultar por mucho tiempo la molestia que le traía aquel pensamiento de su padre, decidió cortar el contacto con él casi por completo y se fue a vivir unos años a España. Él no tenía derecho de juzgar a Roland ni de prohibirle amar a quien quisiera, por lo que la rubia se alegró mucho cuando se dio cuenta de que su hermanito había logrado salirse con la suya. Había sido un final diferente al que esperaba, pero un final feliz para él al fin y al cabo.

Quien no la estaba pasando tan bien era Wallace, pues desde el momento en que sobrevivió aquel intento de suicidio empezó a sentirse invisible, cosa bastante difícil sabiendo que era físicamente muy atractivo y que entre los Aquilae de la facción británica se destacaba como uno de los que mejor podía defenderse en combate. Sus habilidades le acarrearon ciertas tareas que, gracias a la insana afición suya por cambiar los planes a mitad de misiones, a veces tenían tropiezos que a la larga terminaban olvidándose gracias a que todo salía bien, pero nunca faltaba el llamado de atención por parte de su padre para que jamás perdiera la concentración.

—¡Fue un accidente! Yo tenía un...
—Sé que no lo fue, jovencito. Usé uno de los Artificiums Capitales de Erika contigo y me di cuenta de la verdad —lo interrumpió la galesa—. Necesitamos tener esta conversación ya mismo, eres un adulto y tienes que darme respuestas mejores que esa.
—Charlie...
—Cada vez que Erika viene te metes en más problemas de los habituales y ella tiene que sacarte de ellos con mucho esfuerzo. ¡Deja de darle obligaciones que no debe echarse encima!

No había manera en la que Wallace pudiera refutar aquello, pues era cierto. Él se mantenía relativamente tranquilo cuando debía andar por cuenta propia pero parecía que tuviera permiso de desbocarse cuando Erika estaba cerca. Como si ella fuera la responsable de limpiar sus desastres.

—Ella no se ha quejado. —dijo él.
—No voy a esperar a que ella se queje para decirte lo que necesitas escuchar, Wallace Amery —replicó la enfermera—. Ella no es tu niñera. Solo quiere pasar unos días tranquilos aquí y tú se lo complicas bastante. Tienes que dejar de acaparar su atención y alejarte de ella mientras dure la misión contra Callum Watson, es lo mejor.
—¿Qué? No, tengo que ayudarla.
—Créeme, haces un mejor trabajo quedándote aquí para defender el Santuario. Sabes que tengo la razón aunque duela.

Wallace se levantó de la cama y tomó su abrigo. Después de tantas veces que ella lo ayudó, él se dio cuenta de que podía devolverle el favor a Erika. Sin pensarlo mucho y antes de que él saliera de la habitación, Charlotte hizo un semicírculo con su mano y un par de hilos luminosos amarillos salieron de las patas de la cama para enrollarse en uno de los pies del Aquilae, inmovilizándolo al instante. La enfermera había convertido aquel mueble en un Artificium Capital pasivo sin decirle a nadie y Wallace se estaba enterando justo en ese momento.

—Charlotte... ¿qué hiciste?
—Lo siento, tengo que seguir órdenes. Tú no vas a ninguna parte si quieres seguir vivo, Wallace Amery.


Luego de ver que Cordell se había tomado un descanso del vínculo para ir al baño, Zahara aprovechó para hacer lo mismo. Caminó un poco por el estudio de Electra mientras respiraba hondo y trataba de comparar al Wallace Amery que había conocido a través de la Pluma de Thot con el que estaba viendo al revivir la historia de Erika. Eran dos hombres completamente distintos.

Jenny entró al lugar dando unos cuantos saltitos mientras sostenía una bala de pistola en su mano. Cuando Zahara volteó a verla, ella agitó el proyectil entre sus dedos. Era un Artificium Menor.

—Este te va a gustar, Zahi... pero deberías dejarlo para después.
—¿De quién es? —la adolescente sacudió la cabeza.
—No estás lista para saberlo, señorita Fernández. Para lo que sí estás lista es... ¡Artificiums Capitales pasivos!

Como si hubiera dado una revelación enorme, Jenny levantó los brazos emocionada. Luego los bajó al ver que Zahara no compartía aquella euforia.

—Jennifer, por favor ve al grano.
—Charlotte sabe crear Artificiums Capitales pasivos, esa es una habilidad que solo tienen los Aquilae sanadores.
—¿Lo de la cama? —la adolescente asintió con una sonrisa.
—Apuesto a que no lo viste en las notas de Archie —la joven negó con la cabeza—. Pues bien, son Artificiums Capitales genéricos, tienen poderes de curación y atadura. Para cuando tienes un paciente que no puede quedarse quieto y es difícil de controlar. ¿Sabes lo que haría yo con ese poder mientras tengo atado a Wallace Amery mágicamente a una cama? Te juro que...
—No queremos saber, jovencita —Cordell entró al estudio cuando oía sobre los deseos carnales de su hermana—. Jamás te dejaría acercar a alguien como Wallace Amery.

Jenny miró a su hermano sabiendo muchísimas cosas sobre Wallace que él todavía ignoraba.

—Jovenzuelo... no sabes nada. —el muchacho la miró extrañado.
—Pero...
—¡TODAVÍA NO SABES NADA! —canturreó la adolescente de manera dramática, interrumpiendo a su hermano—. Termina de ver la historia de Erika y entenderás muchas cosas. Wallace Amery no solo era un juguetito sexual, se convirtió en el orgullo de Archie y Erika, cambió bastante antes de conocer a Asteria y antes de reencontrarse con ella cambió muchísimo más para bien. Ya verás, hazme caso.

La adolescente tenía razón, y parte de eso tenía que ver con las órdenes que había recibido Charlotte de retener a Wallace en el Santuario, pues sin él saberlo, le habían puesto precio a su cabeza. La ira se había apoderado de un hombre que tuvo un encuentro terrible con el Aquilae, y esa persona no olvidó su nombre cuando lo escuchó del maestro de ceremonias en las peleas clandestinas.

El problema de esto radicaba en que los Serpens ya no eran los únicos buscando a Wallace para acabar con su vida, y cuando Elizabeth Shatner alarmó a Archibald sobre eso la noche anterior, él buscó a su hijo desesperadamente para que no estuviera revoloteando por la ciudad. Por suerte alguien lo encontró en la taberna de Clarence, donde los miembros de la Cofradía podían sentirse seguros ya que su dueño, para sorpresa de nadie, también era un Aquilae que se las había arreglado para permanecer encubierto por muchos años. Cuando se corrió el rumor de que un tal Dankworth estaba dando una jugosa recompensa a cualquiera que le entregara el cuerpo sin vida de Wallace Amery, entre todos los Aquilae que se encontraban en la taberna con él se las arreglaron para mantenerlo en el lugar y se encargaron de vigilarlo desde las sombras en su caminata de regreso al Santuario. Ahora bien, él no era el único que estaba siendo buscado: la recompensa también incluía a Erika.

Ella se estaba haciendo pasar por alguien más, así que era mucho más sencillo para la germánica el ocultarse. Pero estaba demasiado ocupada intentando matar a Callum Watson, por lo que no tenía tiempo de contener a Wallace si, en algún momento, él volvía a hacer algo estúpido.

Afortunadamente, entre los Aquilae había alguien experto en mantener atadas a las personas, y no solamente para curarlas. Aceptando encantada las órdenes que recibió y sabiendo que la única opción de Wallace era obedecer a lo que ella le exigiera, Charlotte Newton se puso manos a la obra para obligar de una vez por todas a su cofrade a ajuiciarse.

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