NUEVE: Hasta los pulmones
Alice soltó un suspiro disimulado, esforzándose por no mantener la mirada fija en el pecho tatuado de Wallace mientras él recibía la taza de té rojo que Charlotte le había enviado. Ella soñaba día y noche con ser el borde de aquella pieza de porcelana para rozar los labios del Aquilae Veteranus en cada sorbo, incontables veces quiso jugar a ser su enfermera cuando él entrenaba combate sin armas junto a sus compañeros y le causaban una que otra herida que tardaba más tiempo en sanar, y sus ojos se deleitaban cada vez que él decidía que hacía demasiado calor y la ropa le estorbaba al hacer sus tareas diarias. Ya no le daba vergüenza aceptar que él era quien mantenía su mente inquieta en las noches, pero a sus recién cumplidos quince años iba a aprender el concepto de consentimiento y entender muy bien que si él no lo permitía, ella tenía prohibido cruzar esa delgadísima línea que separaba la confianza excesiva del acceso carnal. Sin embargo, eso no le quitaba el placer cuando él le dedicaba una sonrisa o comentario educado, pues eran cosas que jamás olvidaba.
—Gracias, Alice... tan dulce como siempre. —dijo Wallace guiñándole el ojo.
—Debería ser yo quien agradezca lo que haces, desde que juegas fútbol con Nick y los demás niños logras que caigan rendidos y se duerman más rápido —respondió la adolescente mientras se soltaba el cabello y se mordía con suavidad el labio inferior—. Eso me deja menos tiempo de ser niñera y más para... jugar por mi cuenta.
—Claro, puedo imaginarlo.
—Lo dudo mucho, señor Amery —ella echó hacia atrás su larga melena castaña, se acercó al sillón donde estaba sentado Wallace y puso las manos sobre los hombros de su cofrade para susurrarle al oído—, no tienes idea de la insana cantidad de tiempo que paso tocándome, duermo tan bien después de eso que...
El fuerte carraspeo de una garganta femenina interrumpió la incómoda conversación. Después de que Elizabeth acompañara a Apple a su casa, Erika convenció a su mejor amigo de que subieran a la biblioteca para hablar, y la germánica no esperó a que la enamoradiza jovencita acabara con su arranque lujurioso para discutir sobre esas órdenes que tanto molestaron al muchacho. Alice levantó la vista y vio a la Aquilae Magister apoyada contra el quicio de la puerta con los brazos cruzados y negando con la cabeza.
—Hola, Alice. —la adolescente se ató el cabello luego de ver a la germánica.
—Señorita Erika...
—Jovencita, ya hemos hablado de no tocar a los demás sin su permiso. Estás creciendo y lo puedes comprender mejor.
—La señorita Apple dijo que no era malo fantasear de vez en cuando.
—Una cosa es fantasear y otra muy diferente es manosear al objeto de tus fantasías —respondió la rubia—. Ya es suficiente.
—Pero solo le puse las manos en los hombros... —replicó Alice, un poco molesta. Erika sacudió la cabeza.
—Nein.
—Ricki —intervino Wallace—, no creo que haya prob...
—Wallace, tú eres adulto y debes poner los límites porque sabes que el castigo será para ti si algo indebido pasa, no voy a estar siempre aquí para recordarte eso —la rubia dio un manoteo leve en el aire y la adolescente de inmediato se apartó—, buena chica. Ahora, te agradecería si nos permites un rato a solas, necesitamos hablar algo importante.
—Seguro, deben ser cosas de Aquilae de alto rango —Alice atravesó el umbral de la puerta antes de exclamar algo más e irse—, ¡habría podido seguir con lo que quería si fuera Herr Roland Strauss!
—¡CLARO QUE NO! —le gritaron Wallace y Erika al unísono.
La germánica le dio un sorbo a su taza de té negro y se sentó en el sillón frente a su mejor amigo. Él la miró con un poco de desgano porque detestaba que ella lo regañara.
—¿Qué?
—Hay una gran chance de que alguien vuelva a ponerte las manos encima si lo sigues permitiendo. Hazte respetar.
—Ricki, estoy bien con eso. Yo...
—¿Te parece que es algo con lo que puedas estar satisfecho? —la rubia lo interrumpió—. Algún día vas a conocer a una persona que de verdad te interese y no se va a impresionar con tu actitud inverosímil de... Valeria Messalina. Alice estuvo muy cerca de hacerte algo que no querías.
—Mira, no me importa si a ella y a las otras Aquilae jóvenes se les hace suficiente tocarme un hombro para no querer salir de aquí antes de tiempo, sabes que debo protegerlas de los Serpens que están afuera al acecho.
—Estás pensando como un miembro de la Cofradía y eso es bueno, pero hazlo como una persona de vez en cuando. Piensa como tú, Wallace Amery. Pregúntate qué quieres, qué te incomoda, qué es lo que te molesta. Eres un ser humano, no un animal. Tienes derecho a sentir asco si alguien te dice que piensa en ti para tocarse y no es algo mutuo.
Llevando la contraria a lo que la sociedad veía con malos ojos en ese entonces, la mayoría de miembros de la Cofradía de Aquilae no creían que el onanismo fuera algo prohibido o poco saludable, pero preferían no ahondar en el tema porque era un pensamiento demasiado revolucionario. Les parecía más prudente callar sobre ese y otros asuntos espinosos, guardarse sus opiniones ayudaba a permanecer en las sombras para protegerse.
—Puede ser algo muy egoísta de mi parte... —respondió Wallace después de un titubeo. Erika suspiró.
—No es egoísmo, es amor propio. Pensar en tu bien antes que en el de otros no está mal. Ya sabes que si no puedes cuidar de ti mismo, no puedes cuidar de alguien más.
—Amén. Debo decir que suena irónico viniendo de alguien que se arriesga por muchos de nosotros sin estar obligada a eso.
—Mi elección, Wallace. Ya me hice a la idea de que no puedo equivocarme con esto, tardaré lo que deba y quiero hacerlo bajo mis condiciones.
—¿De verdad crees que es necesario discutirlo?
Erika asintió. Su mejor amigo tenía intenciones completamente válidas para querer ayudar y la rubia apreciaba eso, pero había otras maneras de contribuir que no implicaran ponerse directamente en línea de fuego. Era lo último que Wallace debía hacer si quería que la recompensa sobre su cabeza se quedara sin cobrar.
Él bebió un sorbo corto del té rojo antes de dejarlo sobre el escritorio. Luego suspiró resignado.
—¿Por qué diste la orden? Sabes que puedo ayudarte en combate si hace falta.
—Es precisamente eso lo que no necesito ahora, Wallace —replicó la rubia mientras garabateaba algo en un pequeño cuaderno—. Tengo que parecer lo más indefensa posible si quiero que Callum Watson baje la guardia por completo, y tú puedes ser cualquier cosa menos dócil o inofensivo.
—Ricki, por favor... —dijo el muchacho haciendo pucheros. Erika ni se inmutó.
—Entiendo que dar y recibir golpes te gusta hasta llegar a niveles eróticos, pero hasta lo bueno puede hastiarte si se hace tan seguido. Esta fue la señal que te enviaron los dioses para que te tomaras una pausa y debes hacer caso. No quiero que te maten, Watson te ha buscado desde que eras niño para acabar contigo.
—No es extraño que lleven años intentando hacerlo, los malditos Serpens sabían que si crecía me iba a convertir en Aquilae, sería más fuerte, más difícil de eliminar y los cazaría por lo que le hicieron a mi madre.
Wallace juró venganza frente a la tumba de Catherine Amery cuando cumplió dieciséis e invirtió dos años de su vida aprendiendo en secreto a utilizar un arma de fuego decentemente para defenderse mejor. En ese tiempo era un Aquilae joven de bajo rango y no le permitían llevar pistolas, pero estaba harto de extrañar a su madre y le partía el corazón oír a Archibald llorando todas las noches por ella cuando creía que nadie se iba a dar cuenta, así que no le importó omitir esa regla conscientemente. Para alguien impulsivo como él era inconcebible dejar que un Serpens tan peligroso siguiera con vida. La germánica sabía eso y lo comprendía a la perfección, pero también tenía muy claro que no todo se resolvía por la vía violenta: días antes de ser asesinada, la misma Catherine le enseñó a una joven Erika de doce años que el agua podía cavar un hoyo en la roca si el tiempo hacía lo suyo, solo bastaba esperar a que fuera cada vez más profundo. Ese había sido un muy buen consejo, por lo que iba a ser enormemente apreciada cualquier cosa que la Aquilae Magister pudiera lograr para estirar los días, mantener entretenido a Callum Watson y evitar más muertes innecesarias en la Cofradía.
—Kätzchen no habría querido que actuaras así en su nombre y lo sabes muy bien. —Wallace se encogió de hombros.
—Tú tampoco, aun así estamos metidos en esto hasta el fondo.
—De nuevo... yo lo estoy porque quiero. Pero no soy tan tonta de arriesgar mi vida con cosas que probablemente no pueda controlar, si llego a detectar que cualquier Serpens sospecha de mí, no voy a dudar en dar un paso atrás y volver a España para esconderme, ¡no es tan difícil de entender!
—Al menos tú tienes otro lugar para quedarte, no hay nada para mí fuera de Londres. —la rubia lo miró como si hubiera dicho una estupidez.
—Yo pienso en todo. Si algún día quieres irte de aquí, puedes vivir en mi casa. España es hermosa y tal vez puedas encontrar a tu Loto en la tranquila Ibiza.
Wallace suspiró y miró hacia la chimenea con recelo. La enfermera se había ido de chismosa otra vez.
—Charlie te lo dijo, ¿verdad? —la rubia se encogió de hombros.
—En su defensa, intentó guardarse el secreto. Pero sabes que la curiosidad me vence cuando se trata de amor, también tuve que exponerme al Loto de Astarté para que ella me lo dijera.
—No me digas. ¿Te importaría hablarme de lo que viste? Ya sabes sobre mi Loto, encuentro justo que me cuentes alguna cosa sobre el tuyo. —Erika sonrió con ilusión. Sus ojos brillaban como nunca antes se había visto.
—Es un italiano esplendoroso, tan alto que debo poner mis pies en relevé para oler su cuello y tiene la piel tan besada por el sol que parece hijo de Ra. Definitivamente lo que me merezco.
—Ra... ¿dios fenicio?
—Egipcio. Hablo en serio cuando digo que quiero que encuentres algo igual de bonito para ti, pero sabes que es difícil hallarlo aquí, tu corazón pertenece a una hermosa diosa griega que huele a flores... ¡qué dulce! —Wallace devolvió a su amiga a la realidad haciendo una fuerte exhalación y cruzándose de brazos.
—Ricki, no pienso dejar Inglaterra hasta que haya acabado con todos los Serpens.
—No me hagas repetirlo, pienso en todo. De hecho —Erika le entregó a Wallace el cuaderno de notas en el que había escrito unas cuantas cosas—, estar con Watson es aburrido, pero siempre suelta información importante. He anotado aquí algunos nombres de sus subalternos, tu trabajo empezará cuando la cabeza de la Casa de Serpens en Inglaterra caiga y los demás estén desorientados. Podrás hacer lo que siempre quisiste, cazar Serpens hasta que te hartes. Lo único que debes hacer es tener paciencia.
El Aquilae Veteranus sonrió complacido ante aquella noticia.
—Señorita Strauss... usted acaba de alegrar mi espíritu combativo enormemente. Gracias.
—Alto ahí, Amery. Necesito que recuerdes esto: debes acabar con esa gente solamente cuando Callum Watson y Olivia de York hayan muerto —ella hizo una pequeña floritura con su mano—. ¿Puedes decirlo también para que se te fije en la memoria?
—Después de la muerte de Callum Watson y Olivia de York —Wallace bebió un sorbo más de su taza—. Sabes que también voy a acabar con Simon y Gideon si tengo la oportunidad, ¿cierto?
—Cuento con eso —Erika asintió—. Hay algo más para lo que tendrás que prepararte.
—Dilo.
—Necesito hacer algunos arreglos primero, pero sé que podrías ser el indicado para esto —la rubia suspiró y su tono al hablar se tornó más sombrío—: Watson tiene rehenes en su mansión, hay que rescatarlos y ayudarles a salir del cautiverio.
El muchacho chasqueó la lengua unas cuantas veces. Sabía que no todo podía ser sangre y sudor. Erika continuó hablando.
—Hay un rehén muy específico que tienen custodiado hasta los pulmones. Debe haber una razón para eso y estoy a punto de averiguarla.
—Supongo que quieres que me infiltre cuando pueda y lo saque de ahí mientras causas una distracción.
—No, lo último que debes hacer es meterte en esa casa. El rehén puede ser neutral o Aquilae encubierto y necesito que estés disponible para ayudarle en lo que puedas cuando logremos liberarle.
—¿Lo que sea? ¿A un neutral?
—Especialmente si es un neutral. No tienen los poderes que nosotros dominamos y muchas veces se les dificulta protegerse solos. Además, podrías sorprenderte con la gente que conozcas en medio de eso, no deberías menospreciar lo que alguien del común pueda aportar en tu vida.
Erika tomó el cuaderno de notas y escribió un par de cosas más. Luego lo metió en un pequeño cofre y le puso las manos encima para sellarlo mágicamente, así evitaría que Wallace se adelantara a los hechos.
—Paciencia, Amery. Paciencia y sangre fría.
—Paciencia, Strauss.
Ambos compartieron una sonrisa cómplice y él terminó de beber su té rojo de un sorbo. Dando la conversación por terminada, Erika atravesó el quicio de la puerta para bajar a la cocina. Esperaba que Wallace caminara tras ella, pero en lugar de eso escuchó un fuerte chasquido al que le siguió un quejido de su mejor amigo. Cuando se giró para ver qué había sucedido, lo vio tirado en el suelo desmayado y con una grave quemadura en el antebrazo derecho que rápidamente comenzó a curarse por el contacto del muchacho con su Artificium Menor. Una barrera amarilla brillante con algo que parecía energía eléctrica había reaccionado al té rojo que él tenía en su organismo y lo mantuvo dentro de la habitación a la fuerza propinándole una descarga. Asustada, la rubia se llevó las manos a las mejillas y corrió a reanimarlo, logrando hacer que despertara en segundos.
—Wallace, ¡lo siento mucho! Le pedí a Charlotte que hechizara tu té por si se te ocurría salir de la biblioteca mientras hablábamos y olvidé que la barrera aun estaba en la puerta... ¡de verdad lo siento! —ella intentó ayudarle a levantarse, pero él le hizo un gesto con la cabeza para que no lo tocara.
—Si no te importa, quisiera quedarme aquí un rato, solo quita eso para que pueda irme a dormir más tarde, por favor...
—En serio lo siento —la rubia miró hacia la puerta e hizo un semicírculo con su mano, con lo que la barrera se desvaneció—, ¿de verdad estás bien? Tu brazo se quemó.
—No te preocupes por mí, tengo el reloj conmigo. Si descanso unas horas quedaré como nuevo.
—¿Estás seguro? —Wallace asintió.
—Mi padre ya debe haber llegado... ve con él, tienes que darle tu reporte semanal.
Visiblemente nerviosa, la germánica trató de disimular que aquella situación se le había hecho muy cómica para no hacer sentir peor al Aquilae Veteranus, por lo que se cubrió la boca con el manto que llevaba consigo y se dio la vuelta para bajar corriendo a la cocina y reírse sin sentirse culpable. Charlotte esperó pacientemente a que ella se calmara y le entregó un plato con una rebanada de tarta de frambuesa.
—Funcionó muy bien el té rojo, ¿verdad?
—Pobre Wallace, quedó muy débil después de que la barrera lo repelió —Erika tomó una cuchara y partió un trozo del postre—. Creo que hoy duerme en el suelo de la biblioteca, no quiere moverse. ¿Ya volvió Archie de Liverpool?
—No debe tardar, puedes contarme lo que viste hoy si no es algo realmente significativo.
—Lamento hacerte esperar, pero los hallazgos de esta semana son muy importantes, así que prefiero que Archie llegue para no tener que hacer el reporte dos veces. Mejor trae galletas y más té, porque todo va a volverse tremendo si les cuento a quien conocí ayer. Y por favor, no le hables de esto a Wallace si no quieres que se altere, porque no necesitamos agitarlo antes de tiempo.
Erika sabía elegir muy bien la información que compartía con su mejor amigo, pues era consciente de que su naturaleza impulsiva podía traerle problemas si se llegaba a enterar de ciertas cosas, por lo que ella tomó la decisión de encantar el cuaderno de notas y ocultarle a Wallace quién era la persona que se encontraba retenida en contra de su voluntad en la mansión de Callum Watson. Si él se enteraba de eso iba a querer acelerar toda la misión, por lo que la germánica lo omitió, pero decidió revelar todo con detalle a Archibald y a la enfermera porque sabía que les sobraba la paciencia que a su mejor amigo le faltaba. Se aprestó a hablar cuando por fin apareció en la cocina el líder de la facción británica de la Cofradía de Aquilae y la provisión de galletas con té fue suficiente para unas cuantas horas de charla.
Le decían el salón del té a esa habitación que Becker guardó recelosamente hasta el día que Callum Watson le puso una bala en el pecho. Casi de inmediato fue reemplazado por un hombre que se devoraba con los ojos a esa campesina irlandesa venida a más cada vez que ella visitaba la mansión y se le ocurría husmear por los pasillos. Erika habría usado los testículos de ese pervertido para hacer caldo y tirárselo a los cerdos, pero no podía poner en peligro su disfraz de Apple y decidió aprovechar aquel morbo en su mirada para manipularlo y poner el juego a su favor.
—Redmond, ¿qué le parece mi vestido nuevo? Fue un regalo de su señor. —dijo la rubia al notar que el guardia tenía la misma mirada contrariada de Dankworth, pues también detestaba a las mujeres irlandesas y prefería que se dejaran apreciar estando en silencio.
—Es bello, señorita Daly. Muy adecuado para la acompañante de un miembro de esta honorable familia.
—Lo siento un poco apretado aquí —replicó Erika mientras ponía las manos en sus pechos y fingía acomodarse un poco la parte superior—, ¿cree que se ve bien?
—Podría verse mucho mejor, pero es más importante el gusto del señor Watson que el mío.
—Los gustos de todos los hombres son importantes, Redmond —la germánica se sorprendió de que saliera un comentario así de su boca—, son los que dan sentido a las vidas de las mujeres. ¿Le agrada lo que ve?
Erika pestañeó un par de veces con lentitud y fijó sus ojos azules en el guardia mientras sonreía con un poco de malicia y le rozaba la entrepierna con la mano. Su esfuerzo para ocultar el asco era descomunal, y pretendió que no estaba pasando nada cuando un delgadísimo hilo de sangre salió de la nariz del hombre ante aquel libidinoso contacto. Ella se acercó un poco más y lo agarró del brazo para obligarlo a rodearla por la cintura y poner la mano en la parte baja de su espalda.
—Parece muy emocionado de verme, Redmond. ¿O es un arma eso que guarda en sus pantalones?
El hombre estaba a punto de responder cuando sintió que la vista se le nublaba y perdió el aire por una causa que desconocía completamente. En cuestión de segundos cayó al suelo desmayado, dejando descuidada la puerta del salón del té y permitiendo que Erika entrara en un abrir y cerrar de ojos para encontrarse con un cuadro aterrador.
El olor a sangre seca se camuflaba entre la gran cantidad de hierbas distribuidas en toda la estancia iluminada solo por unos cuantos tizones de la chimenea, y los platos de comida acumulados de un par de días empezaban a soltar un tufillo a podrido que podía causar picor en los ojos de cualquiera que se acercase. En el centro de la sala había una cama con unas cuantas almohadas salpicadas de sangre fresca y alguien yacía inmóvil recostado sobre su lado derecho con el torso desnudo. En su espalda se podía observar, rodeada de manchas rojas, una marca oscura que se alineaba con su columna y parecía haber sido causada con un hierro caliente. Su negro y largo cabello estaba tan enredado y sucio que era difícil pasarle los dedos sin encontrarse con un nudo, y Erika pudo oír el mismo sollozo leve de la vez que confrontó a Becker.
Elizabeth habló alguna vez de una cofrade turca que había sido abusada sexualmente por Callum Watson varios años antes, oyendo también que de aquel ultraje nació una niña que en ese momento podía tener unos diecinueve o veinte años, los mismos que aparentaba la joven que se encontraba acostada en la cama con las manos atadas a unos anchos grilletes que ya le habían lacerado las muñecas. Le faltaba muy poco para confirmar que la persona frente a ella era, en efecto, la hija de una Aquilae con un Serpens, pero lo que vio cuando rodeó la cama para conocer el rostro de la chica la dejó helada.
Manifestaba un gran sufrimiento en su cuerpo, sus heridas no se habían curado tan rápido como habría sido posible al contacto con un Artificium Menor y en su rostro podían distinguirse las mismas pecas que Charlotte le describió a la germánica días antes en una conversación que en un principio no tuvo mucha importancia, pero que se volvió cada vez más significativa cuando Erika recordó los detalles que la enfermera había dado.
Esa hermosa joven era el Loto de Wallace.
Aquel descubrimiento causó en el pecho de la Aquilae Magister una sensación similar a un golpe que le hiciera perder el aire, pues sabía que esa chica había logrado un acto heroico tan grande que la convertiría en leyenda dentro de la Cofradía: fue capaz de sacar de la mansión sin ayuda un Artificium Capital muy poderoso que estuvo perdido por años y debía ser devuelto a donde realmente pertenecía.
La esquiva y siempre complaciente Flecha de Paris.
"Es una futura Aquilae Legenda... tengo que sacarla de aquí para ayudar a que su destino se cumpla."
Erika se acercó un poco más a la joven y trató de no hacer mucho ruido para evitar que se sobresaltara, pues la veía muy débil y cualquier susto podía alterarla sin necesidad. Le partió el corazón ver tanto miedo y tristeza en ella, pues lo que había descrito Charlotte según la visión de Wallace era una persona completamente diferente, con un encanto y una seguridad en sí misma que en nada se parecía al semblante de quien yacía en aquella cama llorando en silencio, probablemente para evitar torturas futuras por parte de los Serpens. Resultó afortunado que no hubieran confirmado su vínculo con los Aquilae, pues de ser así su historia habría tomado un giro muy distinto.
La joven entreabrió los ojos y se tardó un poco en notar que alguien la observaba fijamente. Cuando por fin lo hizo, permaneció inmóvil y trató de ocultar el temor que sentía, pero Erika no era tonta y sabía que estaba aterrada. De inmediato levantó las manos para hacerle entender que no le haría daño.
—No tienes que hablar si no quieres —dijo la rubia con el acento de Apple para no despertar sospechas en la chica—, solo haz algo sencillo: parpadea un par de veces si estás aquí en contra de tu voluntad.
La debilitada joven obedeció, confirmando las sospechas de Erika. Ella se sentó a los pies de la cama y le echó un vistazo con más detenimiento.
—¿Watson te tortura? —la chica negó moviendo la cabeza levemente.
—Olivia... la Duquesa de York—respondió en un susurro apenas audible—, me atacó cuando supo quién soy y no ha dejado de venir todos los días a hacerme daño. —Erika, enojada, apretó el puño.
—Maldita sea, esa Scheißkerl pagará por esto.
—Señorita... ¿quién es usted? —dijo la joven al escuchar una palabra conocida en otro idioma. De inmediato se dio cuenta de que esa mujer frente a ella no era una campesina irlandesa, sino alguien muy diferente—. Por favor ayúdeme, me llamo...
—No hace falta que me digas tu nombre real, es por tu propia seguridad —respondió Erika retomando el acento de Apple para no descontrolarse y mantenerse en personaje—, necesito que...
La puerta se abrió súbitamente, haciendo que la rubia se sobresaltara y se volteara rápidamente para ver quién estaba en la entrada, a lo que volvió a mirar a la joven y le dio una breve orden en un susurro que de inmediato obedeció.
—Hazte la dormida, yo manejaré esto.
Por lo que había dicho la chica, podía ser Olivia de York quien hubiera entrado a la habitación, pero cuando Erika se acercó a la puerta vio a Callum Watson sosteniendo un candelabro cerca a su rostro. La germánica tuvo que pensar rápido y tomar una decisión actoral bastante arriesgada al verse descubierta, pues sabía de sobra que si alteraba de más al Serpens todo podía salir muy mal.
—Señor Watson, quiero una explicación acerca de lo que está pasando aquí, y voy a correr a Scotland Yard ahora mismo si no me satisface lo que vaya a oír de su boca.
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